Pasión en el trabajo

Dos compañeros de trabajo, descubren casi por casualidad cuanta pasión llevan dentro.

Pasión en el trabajo

Nunca he tenido demasiada suerte con las mujeres, está claro que mi cara no es del agrado de las féminas, y tampoco se me ha dado bien ligar, quizás por lo que me cuesta romper el hielo, como se suele decir. Hace años que trabajo en la misma empresa en Madrid, y recientemente me quedé sin proyecto y volví a las oficinas centrales. Allí se encontraba Laura, una chica Venezolana. Tiene un bonito cuerpo y una bonita cara, destacando especialmente unos ojos que, sin ser especialmente bonitos, eran de un redondo que llamaban la atención. La verdad es que es una chica con morbo, pero que no me llamaba especialmente la atención. Durante los momentos en que tomábamos café a primera hora de cada mañana, comenzábamos a charlar asiduamente, cosas intrascendentes, y con el paso de los días supe que no tenía novio y que teníamos muchas cosas en común. Un día durante el café me comento que se le había estropeado el coche y había tenido que madrugar un montón para poder llegar a la oficina en transporte público.

Yo – Oye, si quieres al salir te puedo acercar y mañana ir a por ti y así no tienes que madrugar tanto.

Laura – No hombre, no te preocupes, no quiero molestarte con mis problemas.

Yo – No es problema, en serio, sino no te lo diría.

Se quedó un poco pensativa, pero finalmente me dijo que sí. Y así lo hicimos, al salir la lleve hasta su casa, que más o menos me pillaba de camino.

Yo – Bueno, pues ya hemos llegado

Laura – Muchas gracias por traerme, eres un encanto

Yo - Qué va, jeje, además, para eso están los amigos, ¿no?

Laura – Claro, claro, bueno, de nuevo muchas gracias. ¿A que hora me recoges mañana?

Yo - ¿Paso a las ocho?

Laura – Perfecto, así no tengo que madrugar tanto como hoy, estoy cansadísima, menos mal que me has traído, dos horas en transporte público otra vez y acabo para el arrastre. Pues nada, me subo a darme una ducha.

Yo – Venga, que descanses.

Laura se inclinó hacia mí con intención de darme dos besos, pero no nos coordinamos y nuestros labios se acabaron encontrando.

Laura – Vaya, yo no...

Yo – Perdón, no era mi intención que...

Laura – Claro, es que yo.....

Yo – Sí, es que verás....

Nos miramos a los ojos, se hizo el silencio, y en ese momento vi que había algo más que una simple amistad, pasé mi mano por su nuca, la atraje hacia mí y la bese, y ella me respondió abriendo sus labios, los cuales sabían deliciosos, suaves, húmedos y delicados.

Yo – Perdón, es que yo no....

Laura - ¿Te ha gustado?

Yo – Me ha encantado, así que creo que voy a repetir...

Y me lancé otra vez a por sus labios. En esas estábamos cuando el estruendoso claxon de un coche nos hizo volver a la realidad.

Yo – Vaya, estamos molestando.

Laura - ¿Quieres subir? Aparca en el hueco que deja este coche y si quieres te invito a cenar?

Yo – Vale

En cuanto aparcamos nos metimos en el portal y subimos al ascensor, y comenzamos a comernos a besos a un ritmo frenético, como si ambos los deseáramos hace tiempo. Entramos al piso y nos fuimos directos al dormitorio y empezamos a desnudarnos mutuamente, haciendo saltar algún que otro botón. Tenía un cuerpo bonito y la verdad es que me di cuenta de lo mucho que me gustaba.

Yo – Túmbate, voy a darte un buen masaje.

Laura - ¿Sabes dar masajes?

Yo – Sí, he hecho varios cursos, se me da bien.

Así que me metí en faena, acariciando todo su cuerpo, con una piel uy suave. Dejé las piernas intencionadamente para el final, empezando por los pies, Laura suspiraba.

Yo – ¿Te gusta?

Laura – Siiiiiii, me encantaaaa.....

Seguí subiendo por sus piernas, perfectamente torneadas, y poco a poco mis manos se aproximaban a la zona que ansiaba descubrir, rozando muy levemente con las yemas de mis dedos los labios mayores. La respiración de Laura aumentaba de ritmo. Le pedí que se diera la vuelta y volví a empezar por sus pies hasta llegar de nuevo a sus labios vaginales. Le abrí un poco las piernas para contemplar ya sí, tan magnífico tesoro, depilado con excepción de una ligera tira de vello púbico, se veía delicioso. Acerque mi boca y sople ligeramente, Laura se estremeció, empece a besar sus muslos, muy cerca de su conejito, poco a poco me acercaba y empecé a degustar sus labios mayores, despacio. Separé sus labios mayores, y su aroma a hembra encendida llegó a mi olfato como el más sofisticado de los perfumes. Estaba completamente mojada, me lancé a saborear su néctar hasta centrarme en el clítoris. Lamí, succioné, apreté, degusté su botón arrancándole gritos de placer hasta que se estremeció en un fantástico orgasmo que me inundó de sus deliciosos fluidos.

Laura – Hazme el amor ya, te necesito dentro.

Yo - ¿Tienes preservativos? Yo no....

Laura me interrumpió.

Laura – Tomo la píldora, así que venga, que te deseo ya dentro de mí.

Apunte mi ariete, el cual se encontraba con una dureza como pocas veces había visto, a la entrada de su vagina. Quería hacerlo despacio, disfrutando de cada milímetro de su deliciosa cueva, cálida, húmeda, deliciosa. La miré a sus ojos, entrelacé mis manos con las suyas, la besé en sus labios cuando estos se abrían para lanzar al aire un cálido suspiro y terminé de penetrarla hasta el fondo. En ese momento el tiempo se detuvo para los dos. Me quede dentro de ella sin moverme unos minutos, solo mirándola a los ojos, para empezar un suave mete-saca, increíblemente placentero, la sacaba despacio casi por completo, para penetrarla de nuevo con un certero golpe de cadera, haciéndola gritar de placer a cada estocada. No sé cuanto tiempo estuvimos, nunca había aguantado tanto, como si el tiempo se hubiera ralentizado solo para nosotros dos, hasta que ambos estallamos juntos, al mismo tiempo, en un maravilloso orgasmo sincronizado, de tal intensidad, que por poco pierdo la consciencia. Nos quedamos mirándonos como dos personas completamente enamoradas hasta quedar dormidos en un estado de increíble relajación. No hizo falta que pasara a buscarla al día siguiente, no me fui de su casa en toda la noche...