Pasión descontrolada 01

Una madre sumida por la fiebre de la pasión, busca alivio en su hijo.

Pasión descontrolada

Capítulo 1

Aviso: Junto con el relato número 200 dejaré de enviar relatos. Muchas gracias a todos quienes me apoyaron con sus comentarios.

Desnuda sobre la cama, con las piernas abiertas, esperando una penetración que sabe bien no se producirá, se toca la vulva de la que se desprenden los jugos de una calentura que no logra satisfacer a pesar de la intensidad de sus caricias.

Con los ojos cerrados, completamente concentrada, se imagina una verga inmensa que la penetra, que se abre paso entre sus paredes vaginales y rompe todo lo que encuentra en el camino hasta alojarse completamente en su túnel de amor. Y se siente feliz de sentirse poseída por ese tremendo monstruo de venas repletas de pasión, que golpea una y otra vez en busca del fondo de su cueva húmeda, la que ella  mueve como si así pudiera ayudar a su amante imaginario a que entrara más aún.

“Si, así Matías, mijitoooo”

Repite entre dientes mientras sus dedos se mueven con una rapidéz increíble entre sus labios hinchados por el deseo y el intenso masaje que le proporciona, mientras imagina que esa verga inmensa, ese tronco salvaje, repleto de vitalidad, llega al fondo de su sexo ardiente y se aloja abarcando completamente toda su cavidad vaginal.

Abre los ojos y se enfrenta a la dura realidad de la soledad, sin ese con la compañía de su mano que intenta remediar en su vulva la falta del hombre que ella ama y desea dentro suyo con todas sus fuerzas.

Mientras se toca la vulva aún mojada de placer,  su mente empieza a dar forma a la figura del amante que ella tanto anhela, ese Matías que desea entre sus piernas, cuya verga quiere que la penetre completamente, que la haga vibrar de placer, de gozo.

Matías, su hijo, completamente ajeno a los deseos lujuriosos de su madre, duerme plácidamente en la pieza de al lado. Es un joven que a sus diecinueve años ha despertado, sin proponérselo, una pasión sin control en su madre.

El sudor perla la frente de Carmen y su cuerpo es una braza ardiente; un rictus de deseo se dibuja en su rostro y sus ojos muestran la dureza de un deseo insatisfecho y que no se resigna a dejar insatisfecho. Es tanta su pasión, el morbo que despierta en ella la idea de follarse a su hijo, que la complicidad de la oscuridad la hace trasportarse a un mundo imaginario, en que todo es posible y nada prohibido. Sus pensamientos lujuriosos se hacen por momentos tan reales en ella que nada le parece imposible. Es más, empieza a pensar que el incesto con Matías es algo natural, de lo que no habría nada que reprocharse. Y que sin embargo la haría inmensamente feliz.

Esa noche será diferente a las anteriores. Carmen sabe que no puede seguir así, que su hijo debe ser de ella finalmente. Son demasiadas las noches en vela pensando en su verga penetrándola, mientras ella besa su cuerpecito que se mueve encima. De todos los hombres, su hijo es para ella “el hombre”. No desea otro que no sea el. Es a Matías al que quiere cabalgar y a ningún otro.

Hasta ahora sabía que su deseo es anti natural, lo que siempre la ha detenido de llevar a la realidad sus fantasías sexuales con su hijo en esas noches en que se imaginaba a ambos teniendo relaciones, pero siente que esta noche todo será diferente y que aunque mañana se arrepienta, ahora ella tiene que sentir esa verga en su vulva. Y después, que el mundo se venga abajo, no le importa. Solo sabe que tiene que montar ahora a su hijo y que ese pequeño pedazo de carne entre dentro de ella, para que el niño se convierta en su amante y que ese escozor en su vulva se calme finalmente.

Poseída por el deseo que le produce el morbo de pensar en su hijo montándola, sudando de pasión por la posibilidad de hacer realidad finalmente su sueño incestuoso, se levanta y, como la protagonista de “Garganta profunda”, se dirige a la pieza de Matías. Pero, a diferencia de la película en que la madre folla a su hijo adolescente que también le deseaba, Matías  vive ajeno a la pasión que ha despertado en su madre, una pasión enfermiza que ha llevado a Carmen en varias oportunidades anteriores a jugar sexualmente con el muchacho, aprovechando el hecho de sorprenderlo dormido.

Esta noche finalmente quedarán atrás todas las veces en que se aprovechó de Matías. Ahora, finalmente  el será suyo, si o si.

¡Ah, cómo lo desea!

Se imagina su verga parada y entrando en su vulva sedienta de deseo y siente que un jugo corre por sus muslos, delatando el grado de pasión que la embarga. No ha llegado aún a la pieza de su hijo y está teniendo un orgasmo. Tal es el grado de calentura que siente por el muchacho.

Carmen se siente como un animal en celo, que no atiende razones sino a su impulso morboso que mueve su cuerpo hacia la pieza donde la espera su hijo con su gran verga que ella tanto desea chupar y meter en su sexo. La quiere  y la tendrá de cualquier manera. Sabe que esta noche será una perra caliente que solo busca una cosa: la verga de Matías. Y nada la detendrá hasta que logre sentirse penetrada por su hijo.

Abre la puerta y lo ve en la penumbra, durmiendo tranquilamente, ajeno a la calentura que domina a su madre, que lo mira con el deseo pintado en el rostro.

Una nube la invade y le nubla la conciencia. Es la pasión que se desborda por la cercanía del objeto de su deseo. Ya nada podrá detenerla ni hacerla entrar en razón. Ahora es el animal en celo el que actúa.

Se acerca sigilosamente a la cama y abre las tapas, dejando al descubierto el cuerpo de su hijo, que con sus diecinueve años luce musculoso debido a de los ejercicios a los que es tan aficionado.

Con suavidad, abre su pantalón del pijama y lo acomoda de manera que quede de espalda. El no se percata de su maniobra y sigue durmiendo. Ella sabe que el joven tiene un sueño pesado debido al cansancio con el que llegó a casa después de toda una tarde en el gimnasio.

Baja su pantalón y deja al descubierto su  verga, que descansa entre sus muslos. Se agacha lentamente y abre su boca, hasta que cubre completamente con sus labios el  instrumento, que empieza a reaccionar al calor que ella le entrega mientras disfruta ese pedazo de carne entre su lengua y el paladar. Es una sensación tan erótica para Carmen que no alcanza a llevar su mano a su propia entrepierna pues a medio camino la sorprende un orgasmo que la hace temblar de gusto. Acabó con la  verga de su hijo en la boca y sus piernas parecen no querer sostenerla por la intensidad de la sensación que la invadió

Aun está goteando cuando se desprende de la bata y queda completamente desnuda, sin sacar la verga de Matías de su boca. Empieza a tocarse los senos mientras continúa besando el  trozo de carne, que a estas alturas está bien parado, al parecer como una reacción instintiva al estímulo de la boca de su madre.

Deja libre el instrumento de su hijo y se para sobre el cuerpo dormido de Matías, con una pierna a cada lado. Está frente al rostro del muchacho, para no perder detalle de lo que suceda con él. Empieza a bajar lentamente y con una mano toma la verga, que luce parada por efecto del aire caliente que ella le dio con su boca, y empieza a dirigirla a la entrada de su vulva, que se acerca poco a poco. Y finalmente vuelve a sentir la increíble sensación de tener el sexo de su hijo a la entrada de su propio sexo. Cierra los ojos y empieza a disfrutar de este momento que tanto placer le produce y empieza moverse despacio para tener la sensación de estar follándolo. Pero esta noche no se conformará con tener un remedo de follada, ahora ella quiere sentirlo de verdad dentro suyo, que su hijo realmente la posea. Quiere sentirse poseída por el.

Su cuerpo empieza moverse y la verga entra completamente en ella. Por primera vez tiene el instrumento de su hijo enterrado todo en su vulva.

Cierra los ojos y se queda quieta, disfrutando el momento que tanto había deseado y que finalmente se le ha cumplido. Un calor la invade y siente desde el fondo de su vulva fluir el líquido que anuncia un nuevo orgasmo. Y ahora es el sexo de su hijo dentro suyo el que la está haciendo acabar. No quiere moverse, quiere que la acabada sea completa, aunque sabe que no puede moverse, pero no quiere perder nada y solo desea que  Matías la haga acabar hasta la última gota.

Sigue con los ojos cerrados y sin moverse, con la verga de su hijo dentro suyo, mientras el orgasmo la invade completamente.

Cuando la sensación que invadió su cuerpo empieza a amainar, siente que el pedazo de carne dentro suyo está moviéndose, aunque muy lentamente. Tal vez es efecto involuntario de su cuerpo mientras acababa, pero le parece que no puede ser, pues ella tuvo cuidado de no moverse. Abre los ojos y se encuentra con los de su hijo, clavados en ella. Y no solo la mira. Su cuerpo se está moviendo, mientras su instrumento sigue dentro de ella.

Su hijo la está follando.