Pasión de Mundial (7 y final)

La historia que empieza...

Advertencia. Este capítulo es largo. Si buscas paja rápida, o no has seguido la historia, lamento informar que raramente te vaya a entretener. A lo largo del relato, he tratado que sea algo más que una historia de sexo, para pasar a ser eso, una historia. Por lo tanto, antes de decepcionarte con lo que encuentres a partir de ahora, indico desde ya que raramente te excite hasta muy avanzado el relato. Eso no quiere decir que sea aburrido, o sí, cada uno juzga… Sí, es el capítulo final. Ha sido un placer escribir para vosotros y compartir un secreto que ha rondado mi cabeza en las últimas semanas.

Capitulo 7 (y Final)

Me costó un poco más de lo habitual despertarme aquella mañana de viernes. Me levanté como con un poco de resaca. Había creído que me levantaría mejor tras el descanso completo de ayer, pero me equivocaba. Aún tenía nauseas, aunque mi estado en general era lo suficientemente bueno como para mantener en el programa la reunión con el dueño de la Sociedad 47. Había quedado a las 10 de la mañana, por lo que tuve tiempo para darme una relajante ducha y ayudar a Javi a recoger las cosas, pues hoy volveríamos a Madrid. Como no teníamos maletas, todas las compras que habíamos hecho y no habíamos usado estaban aún en bolsa, y los trajes en sus correspondientes porta trajes, por lo que nos limitamos a guardar toda la ropa que habíamos usado alguna bolsa del resto de compras. Dejamos todo junto en la entrada, para que luego lo bajara alguien del hotel y lo llevara al coche.

Javi estaba de muy buen humor, parecía que él ya estaba recuperado por completo, y estaba continuamente gastándome bromas, sin ningún carácter o intención sexual. Estar distraído me ayudaba a encontrarme cada vez un poco mejor, y cuando bajamos a desayunar algo, estaba bastante bien. Revisé en el bolsillo interior de la chaqueta para confirmar que llevaba la chequera. Si todo iba como debía ir, según terminara la reunión acudiríamos al notario y allí tendría que hacerle entrega de un talón por valor de 9 millones de euros, a cambio de la Sociedad 47.

Cuando llegamos a la oficina, Javi se quedó a mi lado hasta el mismo momento de entrar. Le había dicho que se quedara durante la reunión a mi lado, pues ellos serían por lo menos media docena. Me pareció curioso ver rondar al hijo del propietario y a su mujer, pues entendía que debía ser para todos ellos un momento duro, pues iban a vender lo que más se podría parecer a un hijo, pero ambos estaban aparentemente muy contentos, y se dedicaban sonrisas de satisfacción. Estábamos todos esperando que el dueño, Pedro, hiciera acto de presencia. Aún no le conocía en persona. Había hablado por teléfono con él, pero había sido mi madre la que había llevado las negociaciones hasta el punto en que yo me hice cargo. Me imaginaba que sería muy mayor, ya que estaba a punto de retirarse.

Por fin llegó. No acerté en absoluto con su descripción física que me había imaginado. Era alto, elegante, tenía el pelo cano y su semblante estaba serio, a diferencia de su mujer y su hijo.

  • Daniel – dijo nada más llegar a mi – un gusto el conocerte.
  • Encantado Pedro – contesté estrechando su mano.
  • Si no te importa, me gustaría que la reunión la tuviésemos tu y yo solos. Sin oídos ni voces que no sean las nuestras.
  • No veo por qué no – me sorprendió que me diera ventaja…debe ser que se olía algo de lo de las putas.

Pasamos ante la atenta mirada de su familia y directivos de confianza por su parte, y ante la casi aliviada cara de Javi por la mía, hasta la sala de reunión que había preparado. Una habitación espaciosa, con una mesa de reunión grande, con sillones a todos sus lados, y en el fondo un proyector colgado del techo enfrentado a una gran pantalla que ocupaba casi la mitad de la pared.

  • Supongo que es muy pronto para un güisqui, ¿cierto? – me preguntó una vez cerrada la puerta.
  • Sí – dije sonriendo – preferiría una botellita de agua si puede ser.
  • Tomaré lo mismo – dijo agachándose a sacar un par de botellas pequeñas de una neverita que había tras una puerta de caoba del mueble.

Se sentó, con el semblante serio justo en la silla de al lado de donde yo estaba. Distancias cortas siempre jugaban a mi favor. Desde siempre.

  • Llevas aquí cuatro días. Ofrece – directo y al pie, este hombre definitivamente no era gallego.
  • 9 – dije sin apartar la mirada de sus ojos.
  • Eran 16. Ya sabes donde está la puerta.
  • La oferta es motivada – dije sin moverme un ápice del sillón.
  • Motivada en la avaricia, supongo – me desafió.
  • Casualmente…soy amigo personal de Tom Allback-Swayer, ¿le suena? – solté la bomba.
  • Creo que sí… - dijo mirando al techo, pero sin cambiar el semblante serio de su cara.
  • Gastarse dinero de la sociedad en vicios, y tener cuentas pendientes con la seguridad social y nóminas de empleados pendientes de pago estᅿcómo diríamos?…¿mal visto por la justicia? – esto tomaba el camino que yo quería.
  • Tienes razón, y quisiera que supieras como lamento el día que se empezó con todo esto – comenzó a explicarse frotándose la cara con las manos, en clara señal de debilidad. Era mío.
  • Poco hay que explicar. De hecho, los detalles se los debe guardar para usted. Esto no se trata de dañarle personalmente o querer hundirle la vida…esto son negocios, y la valoración que tengo de la sociedad es de 9 millones a su favor – una rebaja del tono no vendría mal, pero quería trasmitirle que la firma iba a ser en mis condiciones.
  • ¿Quieres saber por qué vendo la sociedad? – dijo levantando la vista y mirándome a los ojos.
  • Tengo entendido que se retira – contesté lo más cortésmente que pude.
  • Si quieres te puedo poner un video que lo explica – dijo cogiendo el mando a distancia de un reproductor y apuntando hacia donde debía estar colocado.
  • Esto…¿es necesario? – había estado en muchas reuniones de trabajo y en esta era la primera que algo de lo que pasaba me descolocaba.

Esperaba que el viejo hubiera preparado un emotivo video con imágenes de los orígenes de la sociedad, los empleados antiguos…vamos, lo que viene a ser un video memorial de una trayectoria profesional a todas luces exitosa. Pero no. Lo que Pedro había puesto en el reproductor me dejó, por primera vez en mi vida, con angustia en la boca y respirando aire de fuego. Tuve que parpadear varias veces en busca de que mi ojos me engañasen, pero no, aquellas imágenes cada vez cobraban mayor realidad en mi cabeza. Estaba a punto de un paro cardiaco debido a mi pulso acelerado. Probablemente, si me hubiera puesto imágenes de mi propia muerte las hubiera visto con más agrado que las que estaba viendo. Mi pulso temblaba y notaba que de golpe, las fuerzas se me iban. Intenté afirmarme en el propio sillón, pues pensé que me estaba cayendo. Pero no. El desmayo no venía y mi vista seguía clavada en la enorme, ahora más, pantalla, donde el descomunal pollón de Javi entraba y salía de mi ano con una cadencia infinita y un ritmo prodigioso.

  • Hijo de puta – dije cuando recobré el conocimiento y me hacía cargo de la situación. Jaque mate.
  • Daniel. Bebe agua – me dijo tranquilamente llevando su mano a mi cabeza, en un gesto paternal.
  • No me toques…cabrón – dije al instante en que noté como su mano se posaba en mi pelo.
  • Tranquilo Daniel, sólo quiero que sigamos hablando de negocios – me dijo con voz segura. ¡Cómo había cambiado la situación!. En sólo dos minutos mi vida estaba literalmente hundida.
  • ¿Dónde?, ¿cómo lo habéis conseguido? – pregunté intentado recuperar fuerzas de algún lado.
  • Las flores son perfectas, ¿no crees? – sonrió regocijándose en mi humillación. Sentía como una puñalada en el estómago cada segundo que pasaba en esa habitación. – Además, las drogas en la cena debieron facilitar el asunto, ¿no crees?.
  • ¿Qué quieres? – pregunté desafiándome más a mi mismo que a él. Ahora el cómo lo habían conseguido ya era lo de menos.
  • Que hablemos – dijo alargando mi agonía mientras apretaba el botón de apagado del aparato.
  • Está bien. Hablemos. – sentencia de muerte segura para mi persona.
  • Aquí no. Mejor nos vamos de pesca, que hace muy buen día. – dijo mirando por la ventana que daba al exterior.
  • Está bien. Pero vamos solos. – no quería que Javi se viera más involucrado en mi absurdo error de lo que ya estaba.

Salimos, bajo la atenta mirada de todos y nos despedimos sin decir a dónde íbamos. Javi se levantó haciendo ademán de seguirnos, pero le indiqué que esperara y que se encargara de ultimar los detalles de nuestra vuelta para última hora de la tarde, y que llamara a Teresa para que lo ayudase. Con cara extrañada por mi voz, y visiblemente preocupado por mi aspecto abatido, me dijo que no me preocupara, que se encargaba de todo. Creo que lo dijo más por decirme algo positivo que creyéndolo firmemente, pues la organización de un viaje de estar características, aunque fuera corto, le venía un poco grande teniendo en cuenta que era un niño. Un niño al que había usado como juguete sexual, y que me estaba trayendo las peores consecuencias imaginables.

Aparcamos su descapotable en el puerto deportivo y nos encaminamos hacia su amarre, donde un bello Galeon 640 Fly nos aguardaba reluciente.

  • Lo compré este mismo año pensando en el retiro. Lo bueno de este yate es que uno mismo puede ser el capitán, por lo que la independencia es absoluta. – afirmó mientras yo seguía perdido y desorientado, pues ambos, en traje, no sé que coño íbamos a hacer en su yate.
  • De verdad vamos a salir a navegar – dije aún sin creérmelo y teniendo miedo de que el precio que fuera a poner a su silencio fuera mi culo
  • Sí. Pero tranquilo, eres demasiado joven para mí aún si no contáramos el hecho de que eres un hombre. –dijo para tranquilizarme, pues parece que me había leído el pensamiento, o que mi voz no había dejado lugar a segundas. Había sido demasiado transparente, y había que evitar en la medida de lo posible el serlo, pues si no me las estaba viendo putas.
  • Jamás se me hubiera ocurrido – dije recuperando algo de la confianza en mi mismo que ahora veía muy lejana.
  • Sube, puedes ponerte un bañador de mi hijo en el segundo camarote a la izquierda. – me dijo indicándome por donde debía ir.

De ser otras las condiciones, seguramente hubiera disfrutado de aquella mañana inesperada de navegación. Estábamos los dos solos en medio del océano, no divisábamos ni siquiera ya la costa, pues habíamos pasado cerca de media hora rumbo al horizonte a toda velocidad. Una vez que llegamos a donde Pedro estimo oportuno, paró el motor y salimos a la terraza de popa a sentarnos en un amplio sillón. A todo esto, nuestra conversación, o monólogo en este caso por parte de Pedro, había girado única y exclusivamente entorno a los yates y la navegación, que era su auténtica pasión.

Pedro dispuso dos cañas de pescar sujetas a la barandilla por dos aparatitos, y una vez preparadas con el anzuelo y cebo, las echó al mar. Después, se fue al salón interior a por la güisquera y dos vasos con cubitos para, después de ofrecerme el mío ya servido, sentarse a mi lado y comenzar de verdad la conversación que marcaría mi vida.

  • La sociedad la tienes en 9 millones. – soltó la bomba.
  • ¿Perdón? – dije incrédulo.
  • 9 millones.
  • No lo entiendo. A qué viene toda esta película si le parece buena la oferta. Por qué no hemos ido directamente al notario – dije lo más prudentemente que pude.
  • Porque quiero que hablemos con calma y que entiendas el por qué de todo. – dijo aún conservando la calma a pesar de mi impertinencia.
  • Disculpa. Comienza.
  • Todo comenzó el día en que mi hijo terminó la carrera. Quería sucederme en todo al frente de la sociedad, y yo estaba encantado con la idea. Trabajamos juntos durante diez años, codo con codo y la cosa, como sabes, iba muy bien – en ese punto asentí con la cabeza, pues la fama de la sociedad en su sector era mundial – Pero llegó un momento dado, no se muy bien decirte cual, en que mi hijo explotó. No se tampoco decirte cual es el cable que se desconectó de su cerebro, pero perdió la cabeza por completo. Las visitas a tu amigo Tom eran tan continuadas que el mismo Tom se puso en contacto conmigo por si todo iba bien, y yo estaba en conocimiento del uso que se estaba dando de una tarjeta de la sociedad. Ya llevaba gastado cerca del millón de euros en compañía y ahí no quedó la cosa.
  • ¿No le paraste los pies? – intenté parecer interesado, aunque oía la historia y en ese momento me daba un poco igual.
  • No. Y ese fue mi error. Se lo callé a mi mujer pues en el fondo estaba orgulloso de que se fuera de putas. Sin ánimo de ofender, pero le prefería putero a maricón.
  • Yo no soy maricón – me salió sólo como un resorte.
  • El problema fue cuando comenzó a alternar las putas, el alcohol y la cocaína en dosis infinitamente superiores a las recomendables. Su madre finalmente descubrió todo el pastel y la bomba estalló sobre mí cuando se percató de que había sido yo quien se lo financiaba. Mi hijo no valía para nada, era un desperdicio humano y hubo que internarlo en un centro de desintoxicación a finales de abril.
  • Por eso dejó de haber cargos en la tarjeta… - dije comprendiendo que el parón en el gasto no había sido un arrepentimiento, lo que quitaba fuerza a mi antigua posición ya que, ni siquiera era Pedro el que se había gastado el dinero. La había cagado pero bien. No tenía delante de mi a un viejo putero, sino a un padre gilipollas que había cedido ante el chantaje moral de su hijo.
  • Sí. Salió hace dos semanas, pero sigo sin fiarme de él, y ya creo que jamás podré hacerlo. Por eso vendo la sociedad.
  • Y qué pinto yo en todo esto
  • Muy sencillo. Necesito cubrir los gastos que genere mi nueva vida hasta los 70 años, que cobre mi inversión de jubilación, y que tengo oculta e indisponible.
  • ¿De cuánto estamos hablando? – me dio miedo el preguntar.
  • Con vuestra razonable oferta y después de repartirlo con mi futura exmujer y mi desgraciado hijo, me faltan dos millones de euros. – dijo medio avergonzado.
  • No le puedo dar 2 millones de euros…no los tengo – no era verdad, pero ya viendo por dónde iba el tema, creo que ya tenía la solución al problema.
  • Sí los tienes, y si no, los conseguirás. Eres un muchacho listo y seguro que sabes como hacerlo. Te conviene seguir con la vida que llevas o que llevabas. No querrás que mi amigo Julio, el padre de Sofía, se entere de que a su yerno le gusta ser follado por niños menores de edad.
  • ¿De qué conoce usted a mi suegro? – me quedé pálido por la revelación, y noté como se me volvían a aparecer de golpe todos los miedos.
  • Aunque lleve muchos años en Galicia, estudié en el mismo internado que Julio en Valladolid, y desde entonces, aún conservamos nuestra amistad. – dijo con una media sonrisa al verme nuevamente desarmado.
  • Sé que sabrá guardar silencio. Pero necesito facilidades de pago. – última opción antes de dar mi brazo a torcer.
  • Habla.
  • Puedo hacerle entrega de un millón en efectivo este mismo lunes. El otro millón tendrá que esperar al menos dos o tres meses, y por supuesto, no podría ser en España – solté por si colaba.
  • Un millón ahora y otro el mes que viene – dijo tras un largo y tenso silencio – y es mi última oferta.
  • De acuerdo – después de todo lo que estaba sufriendo, era un acuerdo justo – ¿y qué garantías tengo yo? – no quería empeorar las cosas, pero necesitaba tranquilidad.
  • Ninguna salvo mi palabra, por desgracia – dijo muy serio.
  • ¿Cómo? – dije incrédulo de lo que oía.
  • Que de poco valdría que te diera el DVD, que te daré, o el disco duro, que por el precio también está incluido, si no confías en que este secreto me lo llevaré a la tumba.
  • Entiendo.
  • Sólo te digo que una vez que tenga el dinero en mi cuenta, pienso irme muy lejos de aquí, donde ninguna de las dos víboras que tengo por familia me encuentren y se dediquen a lapidar mi dinero una vez que se gasten el suyo. No tengo ninguna motivación para quedarme, y me apetece pasar el resto de mi vida tranquilo. Delatarte sería lo último que haría, pues sería también delatarme a mi mismo llegados a ese caso, ¿entiendes?.
  • Sí – dije finalmente confiando en su palabra.

Ya más tranquilo, me dediqué a hacer cuentas mentales para mi mismo durante el viaje de vuelta. Confiando en que Sofía jamás había hecho ni siquiera intención de saber cuanto teníamos o dejábamos de tener, pues ella se limitaba a gastar, podría desviar algo del dinero común que, juntado con lo que yo tenía en mi cuenta oculta en Bahamas, me sacaría del lío en el que me había metido. Quedamos en que le daría un millón en metálico el martes en el aeropuerto de Barajas, pues yo cogería un avión a Brasil el mismo lunes, y que el otro millón se lo haría llegar a una cuenta en Panamá a su nombre, a finales de agosto.

Una vez en el notario, comencé a respirar un poco más tranquilo. Por fin tenía la Sociedad 47 en nuestro poder, y sobre papeles había costado 9 millones, uno menos de los que teníamos previsto. Pero a mí la operación me había resultado ruinosa. O al menos, me era absolutamente ruinosa hasta que mi madre no cerrara el acuerdo de venta con los rusos, ya que entonces sí recuperaría algo de lo que había perdido por mi desliz.

Me reencontré con Javi y decidí no contarle absolutamente nada. Le comenté durante la comida que resulta que Pedro era amigo de mi suegro, y que habíamos ido a navegar en su yate nuevo para ultimar los detalles del acuerdo.

  • Cuando he visto tu cara, pensé que te pasaba algo realmente malo – me confesó sincero y recuperando su sonrisa casi vertical habitual. Joder, el niño estaba para comérselo.
  • Nah, es que pensaba que al final me costaría más de lo esperado, pero al final lo he convencido – el desconocimiento le haría feliz para lo que vendría.

Terminamos de comer y montamos en el avión con destino a Cuatro Vientos. Cuando llegamos, cogimos mi coche y nos fuimos directos a su casa, donde le dejé y me despedí de él hasta el lunes. Yo tenía mis propios planes y consistían en arreglar en la medida de lo posible el asunto del dinero. Tenía el millón de euros en metálico, pero suponía quedarme a cero prácticamente, y entonces sí sería muy evidente para Sofía. Opté por lo más fácil. Coger parte del dinero de mi caja, otra parte de la de mi madre, otra de la de mi padre, y otra de la de mi abuelo. Sabía que estaba siendo grabado, pero a menos que no consiguiera devolverlo antes de que ellos volvieran de casa, y en todo caso, habrían pasado ya más de cinco días, por lo que no podrían saber cuando fue…porque lo que sí sabrían es que había sido yo, ya que era el único que podía abrir sus cajas sin que saltasen todas las alarmas.

Finalmente, y con el dinero reunido, dediqué el fin de semana a reflexionar, y a pensar formas de recuperar el dinero en todas las cuentas y cajas de manera discreta. Esta labor me llevó todo el sábado, acabando agotado de la ingeniería financiera, pues no era fácil camuflar la pérdida de un millón de euros, que sería lo que en todo caso podrían notar, pues nadie sabía nada de mis cuentas en Bahamas, ni siquiera Sofía.

El domingo me levanté lleno de energía, iría a comer con mi padre y con mi abuelo a un restaurante cercano a la casa de mi abuelo, y le informaría de cómo había sido la operación (hasta donde podía contar, claro). Quedó muy satisfecho, aunque sólo prestó atención al hecho del precio de compra, sin hacer especial oído al resto de la historia. Mi padre, por su parte, no paraba de repetir lo mucho que me parecía a mi madre.

Me despedí de ellos hasta su vuelta del crucero, ya que se iban a coger un avión privado aquella misma tarde en dirección al adriático, donde ya habían llegado mi mujer, mi madre y mi abuela. Por lo tanto, el lunes estaría absolutamente sólo en Madrid, ya que no quedaría nadie. Y de repente lo vi claro…UPUP.

Cuando llegó Javi el lunes venía vestido con un traje y corbata negros, aunque llevaba una camisa amarilla horrible, seguramente heredada de su hortera hermano. A media mañana, y tras haberle anotado que me reservara libre a partir de las 12 del mediodía, con la sola inscripción de UPUP, me levanté de mi silla tras colgar la enésima llamada, y fui hasta su mesa. Le sobresalté un poco al abrir con energía la puerta de mi despacho, y vi que estaba con el messenger abierto, le pegué una cariñosa colleja, y le dije:

  • UPUP.
  • ¿Qué coño es eso? – me dijo frunciendo el ceño en señal de desconcierto.
  • Tírate encima el vaso ese – le ordené y me miró aún más incrédulo.
  • ¿Qué dices, me voy a manchar de batido? – me dijo bajando la voz.
  • Es una orden – le indiqué serio en apenas un susurro.
  • Vale – dijo resignado, limitándose a coger el vaso y echarse un pequeño chorro encima de la camisa, con mucho cuidado de no mancharse la corbata.
  • Joder Javi, te has puesto perdido… - casi grité para que nos oyera Teresa.
  • Esta juventud… - dijo ella divertida.
  • Teresa, vamos a subir Javi y yo a cambiarle a casa de mis abuelos y luego nos vamos a tomar algo, que yo ya tengo todo preparado para salir mañana.
  • Vale guapo, dame un beso que ya no te veo hasta dentro de bastante tiempo, que yo me cojo las vacaciones en agosto, como Dios manda – me dijo ella levantándose.

Tras despedirme de ella y de algunas personas más, Javi me acompañó hasta el ascensor que llevaba a casa de mis abuelos, todavía preguntándome en voz baja que qué hacía, a lo que yo sólo respondía UPUP. Finalmente desistió.

Entramos en casa de mis abuelos y comprobé que todas el servicio estaba de vacaciones, aprovechando las vacaciones de mis abuelos. Estábamos solos. Por fin. Lo llevé hasta una habitación que tenía para mi uso particular en aquella casa con infinidad de estancias.

  • UPUP.
  • Me quieres decir de una puta vez que significa UPUP – dijo ya en voz alta perdiendo la paciencia.
  • Última posibilidad último polvo – dije sonriendo.
  • ¿Y eso? – dijo cambiando la expresión a una mucho más sexy.
  • Lo nuestro se tiene que terminar ya, hemos arriesgado demasiado, y desde ahora en adelante lo único que podemos hacer es complicarnos la vida tanto tú como yo. Tenemos que volver a la normalidad. Eres casi mi hermano y quiero que lo sigas siendo. Quiero a Sofía y no volveré a engañarla a partir de hoy, de eso puedes estar seguro, te lo prometo. Si de algo ha valido nuestra aventura es para reafirmar más mi amor hacia ella – dije sereno ante su atenta mirada – y a ti te quiero, pero no de la forma en que la quiero a ella. Creo que me entiendes.
  • Sí. Yo no quería complicarme demasiado, pero es que me moría de ganas por probarte. Desde pequeño has sido mi referente y tenía la necesidad de follar contigo para comprobar hasta qué punto eres real. Mi hermano también te admira y te quiere, pero no igual que yo – me dijo en un ataque sorpresivo de racionalidad que no me esperaba.
  • No te entiendo Javi – confesé.
  • Pues que mi hermano te admira como colega, y te quiere como colega. Yo te admiro por tu saber estar, por tu picaresca y además, me pones y me has puesto siempre muy cachondo. De verdad que con las raciones que he tenido de ti me sobra. Me has enseñado mucho de mí mismo y de cómo afrontar la vida, y no sólo en lo profesional, sino también en lo personal.
  • Entonces… ¿amigos?. – pregunté sonriente por su reacción.
  • No… - abrí los ojos – hermanos.

Me abrazó con un inmenso cariño, sentí el amor que me tenía y que, una vez que saliéramos de la casa, sería de verdad amor entre amigos, o hermanos, como nos llamaríamos de ahora en adelante.

  • Entonces UPUP, ¿o lo dejamos aquí? – pregunté sabiendo la respuesta.
  • UPUP – salió de sus labios antes de que se encontraran con los míos.

Con más pasión ahora, y con la tranquilidad de no ser observados por cámara alguna, pues la única que había dejado mi abuelo que le instalaran era una en el recibidor principal y otra en la entrada de servicio, comenzamos una lucha de poder en la que los dos ganamos. Para no variar, la iniciativa la tomó él, despojándome de la chaqueta, quitándome la corbata y arrancando, literalmente, los botones de mi camisa y quitándome lo que quedaba de ella para acercar su lengua a mis pezones.

Yo, por mi parte, y en vista del cariz que estaban tomando los acontecimientos, me dediqué a romper su camisa, una vez le había quitado su chaqueta y corbata, dejándola hecha jirones y asegurándome de que tamaño atentado contra el buen estilo jamás se volvía a poner en circulación.

Javi, sorprendido, me empujó contra la cama y se tiró encima de mi para pelearse con mi cinturón. Me quité los zapatos pisando uno contra otro, y me dejé quitar los pantalones por el niñato. Estaba nuevamente a su merced, en bóxer únicamente, pues se dedicó a quitarme los calcetines cuando se percató de su existencia.

Se levantó dejándome tirado en la cama, con una erección de caballo que hasta me dolía, no en vano, llevaba desde el jueves sin follar con él, y el saber que sería nuestra última vez me excitaba de sobremanera.

Estando de pié, se apresuró en deshacerse de absolutamente toda la ropa que le quedaba puesta, aunque ya no era mucha, los zapatos de manera lenta, los calcetines con tranquilidad, los pantalones con parsimonia…quería que caminara por el infierno de la espera para tener su cuerpo a mi disposición. Una vez que estuvimos en igualdad de condiciones, y con su polla asomando por el borde superior de su bóxer por la erección que también orgulloso portada, se tiró a mi cuello. En la cama la diferencia de altura apenas se notaba. Con sus manos acarició mi pelo para bajar por mis mejillas. Después añadió mis hombros y mis costados a su lista de caricias, para terminar en la línea del bóxer rozando con sus dedos hasta llegar al centro. Una vez allí, metió una curiosa mano dentro de ellos, hasta dar rápidamente con mi hinchada polla.

Por mi parte, yo hacía rato que estaba con ambas manos dentro de su calzón, magreándole el trasero y buscando con algún dedo despistado su entrada.

  • Creo que ya nos sobran – dije en un momento de descanso de nuestras lenguas.
  • Sí, joder – tenía los labios completamente rojos e incluso un poco irritados.

Nos desprendimos el uno al otro de la última prenda que cubría nuestra desnudez. Javi pasó nuevamente sus manos por mi cara antes de bajarse en búsqueda de lo conocido. Era un maestro felatorio, sin duda había aprendido bien, y a través de clases prácticas, porque no era normal el placer que se podía llegar a sentir cuando repasaba con su lengua el contorno de la polla, o dibujaba figuras imposibles mientras la tenía dentro. A pesar de tener los incisivos ligeramente grandes, jamás llegué a notar ni un solo rasguño que no fuera intencionado.

Como siguiera así me iba a correr muy pronto, y no queríamos eso… Le hice que se diera la vuelta para comenzar con un 69, que prolongamos durante unos minutos. No teníamos prisa, pues disponíamos de tres horas para hacer lo que nos viniera en gana. Con su polla en la boca me encargué de intentar complacerle al máximo posible. Quería que guardara un buen recuerdo de mí, y antes de que terminara de cansar mi lengua, subí hasta su culo para empezar con una comida de ano que probablemente jamás repetiría. Le escupía de vez en cuando para lubricar la zona, y alternaba las mordidas con dedos que iba introduciendo con suavidad, pero con firmeza, hasta que finalmente pasó lo inevitable…me pidió que lo follara.

Me escurrí de la posición en la que estaba y me coloqué de rodillas en la cama, enfrentado a su culo, pues el se encontraba a cuatro patas. Con tiento, y la polla húmeda por el lubricante natural que él mismo había aplicado con su boca, enfilé su ano con el mayor acierto posible. Su anillo me dejaba paso a medida que se lo iba pidiendo, y centímetro a centímetro fue entrando toda hasta que, con un gemido prolongado, noté de Javi apretaba las sábanas. Había encontrado el foco del placer. Comencé suavemente a bombear para ir, poco a poco, ganando ritmo. Retenía la polla en su interior en aquel punto donde le había notado mayor placer, para volver a embestir y atacarlo nuevamente tras una breve retirada. Javi gemía y hasta casi lloraba, me repetía que siguiera así una y otra vez. Me pidió que le avisara cuando me fuera a correr, pero le indiqué que aún tenía aguante.

Estuvimos así otros cinco minutos, tras los cuales, me puse yo tumbado de espaldas y Javi sentado sobre mi rabo, comiéndoselo con el culo. Subía y bajaba con una cara de placer infinita. Yo le miraba y no me terminaba de creer aún que lo estuviéramos haciendo, y sobre todo, que lo fuéramos a dejar de hacer. Finalmente tras un cuarto de hora de montada, y tras notar que el orgasmo era inminente, avisé a Javi de que me corría. Él, rápido, se sacó la polla del culo, se tiró hacia atrás en un ágil movimiento, y se metió la polla en la boca, todo en menos de 2 segundos, con lo cual no había dado tiempo para enfriarse.

Y le inundé la boca. Chorros y chorros salían de mi convulsionante polla en dirección a la lengua de Javi, que, prevenido, atrapó y alojó todos en su boca. Yo temblaba y me fallaban las fuerzas de nuevo, por segunda vez con él al tener un orgasmo, y me desplomé sobre la cama, pero aún mirándolo, ya que escupía en sus manos el semen que yo creí que tragaría.

  • ¿Qué haces guarro?
  • No tenemos lubricante, y a ti no te entrará sin él – me dijo con cautela.
  • Tienes razón – cuando vi su cara no pude negarme a entregarme por segunda y última vez, primera en plenas facultades, al poseedor de la mejor polla que pueda recordar. Javi, el 23 centímetros como deberían llamarle.

Sonriendo aún más si cabe, me indicó que me diera la vuelta, lo cual hice, para comenzar con sus manos a distribuir mi propio semen por mi ano. Una vez que lo hizo, y tras haber metido un par de dedos para comprobar que hacía su misión el semen, se restregó la polla con el que quedaba. Yo me agarré al cabecero de la cama y puse mi culo a su disposición.

Cuando su glande se apoyó simplemente en mi ano, una conocida corriente eléctrica se apoderó de mi ser. Sentía algo raro, y poco a poco la sensación fue mayor, pues con pequeños empujones de cadera, Javi se metía poco a poco en mí.

  • ¿Cuánto llevamos? – le pregunté cuando notaba que deberíamos ir ya por la mitad.
  • Sólo ha entrado la cabeza…¿quieres que pare? – preguntó decepcionado.
  • ¡No!. Sigue.

Noté como aflojaba la tensión de sus manos en mis caderas, y como de un empujón más fuerte que los anteriores introducía algún centímetro más. El dolor era muy intenso, y de no ser porque era el UPUP, jamás le hubiera dejado continuar. Siguió empujando y yo resistiendo. Saqué valor de donde no había, y cuando me dijo ya está, de mis ojos brotaban silenciosas lágrimas de entrega dolorosa. Dolía una barbaridad.

Dejó su polla alojada en mi interior un rato, y poco a poco fue empezando a hacer pequeños movimientos para que mi culo se acostumbrara a aquel intruso. Costaba, y mucho, el tener dentro aquel monstruo. Javi bajó su cabeza sin sacarme la polla de mi interior, y se dedicó a darme pequeños besitos en la espalda, que, sorprendentemente, hicieron que me sintiera mejor. El dolor continuaba, pero en menor medida.

Cada vez, de manera incomprensible, el dolor era menor. Cuando ya eran cinco los minutos que llevaba con su polla en mi interior, un desconocido hasta ese momento hizo su entrada en mi cuerpo. El placer. Y el más puro placer que pueda ser descrito. No recordaba las sensaciones de mi primera vez debido al efecto de las drogas, pero lo que sentía ahora hacía que hubiera merecido la pena el haber pasado por tanto dolor.

  • Más – le dije a Javi en voz entrecortada por mi ahora amigo placer.

Javi, confiado por estas palabras, comenzó a bombear en mi culo, sin llegar a salir nunca de mi, pues con toda la longitud que tenía, a parte de ser difícil, era innecesario para provocar un torrente de placer hasta ahora desconocido.

Como la vez anterior, pero esta vez siendo consciente, me empecé a encontrar con los síntomas de mi orgasmo, y con Javi por detrás haciendo caricias a mi polla, que había recuperado su vigor, me corrí por segunda vez en la sesión, quedando plenamente satisfecho. Javi, su parte, al notar que mi ano se estrechaba por la corrida, comenzó a bombear con mayor fuerza, para prolongar mi placer, y conseguir estallar él mismo en mi interior, en una cantidad asombrosa. Cinco chorros de abundante líquido salieron en dirección a mi intestino, a la vez que se desplomaba sobre mí, con un gemido ahogado.

Satisfechos, nos regalamos unas cuantas caricias acostados en la cama, y le di mil y un besos en la mejilla, y pequeños picos en los labios. Le repetí mil veces también lo mucho que le quería, y que me perdonara por todo lo que había pasado. Le conté lo de las cámaras de mi casa, pero no le conté lo de la grabación que nos había hecho Pedro, de la Sociedad 47. Tampoco le dije que habíamos sido drogados, y menos aún que me había costado dos millones de euros.

Salimos de aquella habitación y jamás volvimos a tener un encuentro sexual. Desde entonces, siempre le he sido fiel a mi mujer, y Javi…bueno, Javi me ha hecho su confidente. Me ha contado todas sus correrías como se las quisiera contar a su hermano, pero le puede el miedo. He aprendido mucho de esta experiencia, y creo, que a pesar de que pueda sonar descabellado, he mejorado como persona. Puse en peligro muchas cosas, demasiadas, más de las que jamás imaginé y que no cambiaría por nada en este mundo. Pero no cambiaría nada. Javi sigue dentro de mi vida como el hermano pequeño que nunca tuve, y Sofía jamás llegó a imaginarse nada.

Pedro se fue a Miami tras el primer pago en el aeropuerto, donde me entregó en DVD, que fue mi entretenimiento en mi viaje a Brasil, y tras el segundo pago, me llegó directamente a mi oficina un disco duro embalado, al que puse clave de acceso y guardo aún en una pequeña caja fuerte dentro de mi caja fuerte. De vez en cuando lo saco, me encierro en algún lugar, para ver y recordar una buena etapa de mi vida. Empezó con el fútbol y terminó en la cama. Las historias empiezan y acaban. Y sí, esa fue mi Pasión de Mundial.