Pasión de Mundial (4)

Cuarto capítulo de la historia de pasión entre Daniel y Javi. Altos vuelos.

Capitulo 4.

Cuando Javi terminó de ducharse se acercó hasta la cama y se tumbó sobre ella a mi lado, sin dejar de sonreír un solo instante. Me cogió de una mano, y leyendo en mis ojos la preocupación, acercó sus labios para juntarlos con los míos. Aún no había perdido del todo la erección a pesar de la ducha, y su polla volvía a estar a todo gas. Con mis manos, acariciaba todo lo que quedaba a mi alcance. Tanteé su ano para comprobar los destrozos que podía haber hecho, pero ni una sola gota de sangre había en ellos.

  • Javi, no es tu primera vez, ¿no? – repetí la pregunta que me reconcomía la cabeza. Al menos, saber que no era el primero en "utilizarlo sexualmente" me calmaría un poco.
  • ¿Eso importa? – me miró con cara extraña y quizás un poco molesto.
  • Sí – se quedó sorprendido con mi respuesta – quiero saber si lo que hemos hecho marcará un antes y después en tu vida, y no me gustaría haberte traumatizado para siempre.
  • Con lo listo que pareces y lo gilipollas que puedes llegar a ser – me dijo muy serio – Crees que soy un niño y que lo que hemos hecho ha sido porque tú me has obligado, o me has seducido para que yo te haga cosas. Crees que me vas a traumatizar y que voy a ser un vicioso que de ahora en adelante va a ir comiendo pollas por las esquinas, o que voy a convertirme en chapero.
  • No había pensado en eso – salté a la defensiva, aunque en parte llevaba Javi razón.
  • Pues entonces qué más te da si eres el primero o no. La respuesta es obvia…te imaginaba más listo. Se me está cayendo un mito – me dijo finalmente con una media sonrisa.
  • No soy el primero.
  • Pues claro que no – dijo recuperando la sonrisa habitual.
  • ¿El segundo?.
  • No.
  • ¿Tercero?.
  • Y qué más te da – saltó encima de mí, con la polla en estado completamente flácido tras la conversación, y comenzó a forcejear conmigo, dejando a las claras que no quería seguir con aquella conversación.

Después de estar forcejeando un rato, caímos en la cama a descansar durante unos instantes. Estábamos así, desnudos y abrazados, cuando un sonido que conocía perfectamente bien hizo que mi ritmo cardiaco se disparara. El timbre. ¿Quién coño podría ser?. Con cara de susto, aparté a Javi de mi lado y corrí en dirección al bañador, me lo puse, y salí disparado hacia la cocina, para mirar a través de la cámara del telefonillo de quién se trataba. Debí palidecer ya por completo cuando vi a Miguel en la puerta de servicio de mi casa… tenía a su hermano pequeño en pelotas en medio de mi jardín. Rogué al cielo que no quisiera salir Miguel al jardín, y mucho menos acercarse a la zona de la piscina, mientras apretaba el botón de apertura de la puerta. Giré sobre mis propios tacones, y cuando llegué a la puerta del jardín, ví que Javi ya se había puesto al menos el bañador, y que estaba plácidamente tumbado en una hamaca.

  • Buenas Sr. Rodríguez – me saludó Miguel cuando llegó hasta mi a través del jardín, ya que había bordeado la casa para no entrar.
  • ¿Qué?.- dije confuso, debido a que la situación me estaba sobrepasando.
  • Coño, pues que estás de Rodríguez… ya sabes, cuando uno se queda sólo en casa porque su mujer se va – me aclaró con el ceño fruncido.
  • ¡Ah sí!. Bien.
  • ¿Bien qué? – me preguntó mirándome extrañado.
  • Pues que estoy bien – dije encogiendo los hombros, ya que definitivamente, estaba en otro mundo.
  • Joder tío, si no te conociera diría que estás fumao.

Javi acudió en mi rescate cuando vio las caras que ponía su hermano, y se acercó hasta donde estábamos. Nos propuso jugar un rato a la play y yo acepté rápidamente. El resto de la tarde trascurrió con normalidad, salvo cuando nos quedábamos Javi y yo solos momentáneamente, que el pequeño me daba pequeños besos en la boca, pecho o me tocaba la polla con sus traviesas manos.

Finalmente, cerca de las nueve de la noche, Miguel dijo a Javi que tenían que irse a casa a cenar, que su madre había preparado no se qué pescado en el horno, y que le había mandado a mi casa a él para que le recogiera y no se despistaran de la hora. Con un hasta mañana entre los hermanos y yo nos despedimos. Me quedaba sólo con mis dudas y remordimientos. Había sido infiel a mi mujer, con un hombre, y encima éste era menor de edad y el hermano de mi mejor amigo. ¿Podría ser un poco más complicado el asunto?. Sí. De repente me acordé del sistema de video vigilancia que había instalado en toda la casa. Las zonas comunes de la misma era constantemente grabadas, así como la zona del jardín, la de la piscina, y la de los perros. El sistema guardaba las imágenes de todo lo que ocurría en el servidor central de la empresa, y lo almacenaba durante cinco días, tras los cuales el propio sistema informático destruía toda la información volcada por las cámaras.

Sólo había tres personas con acceso autorizado al sistema. Mi madre, el jefe de informática y el jefe de seguridad. Maldiciendo la hora en que me instalaron las cámaras en casa, decidí recorrer la casa en busca de las mismas, que para colmo, estaban muy escondidas y bastante bien camufladas con el resto de elementos de la casa. Mi habitación no tenía…o al menos estaba casi convencido de ello. El salón, la cocina, el despacho, la salita, el comedor y todos los pasillos sí. El garaje también. El distribuidor de arriba también, con lo que las seis habitaciones de la planta superior y la subida a la buhardilla me quedaban inservibles para una futura "nueva intimidad". El sótano, por su parte tenía muchas más de las que yo podía llegar a reconocer, ya que mi abuelo se había obstinado en construir una especie de bunker en él, con dos habitaciones "caja fuerte", cada una de 20 metros cuadrados, y donde guardábamos cosas de toda la familia, ya que el viejo había dejado de confiar en los bancos y sus cajas fuertes hacía muchos años, por lo que transformó una parte de mi sótano en su banco particular. Lo peor de todo es que había sido yo quién le había dado la idea, ya que siempre he visto más sencillas de defender las cosas enterradas que voladas.

En resumen; de poco me valía tener una casa de seis millones de euros si quería follar con un niño. Suena así de fuerte, pero es que así era, porque lo que tenía cada vez más claro es que volvería a pasar. Si Javi se me volvía a insinuar, yo volvería a caer. Por eso, decidí que para evitar caer en el mismo error de dejar pruebas, lo que tenía que hacer era asegurarme un sitio seguro para poder estar tranquilo. En principio las grabaciones en circunstancias normales nunca se revisan, pero la duda siempre queda ahí.

¿Dónde coño podría ir a tirarme al hermano pequeño de mi mejor amigo?. Con esa pregunta tan brutal en la cabeza me preparé la cena, cené y me fui a la cama. Creo que cuando estaba a punto de decidirme me quedé finalmente dormido.

A la mañana siguiente, sin saber si todo lo que había pasado el día anterior había sido cierto o no, entré en la ducha en el modo automático activado y en treinta minutos estaba ya cogiendo el coche con dirección al edificio de la empresa. Cuando llegué, me soprendí de ver la luz del despacho de mi abuelo encendida, por lo que me acerqué a preguntarle que qué hacía tan temprano, eran las ocho y media, ya trabajando.

  • Te vas a Vigo a cerrar el acuerdo de venta de la sociedad 47 – me informó según toqué en su despacho con el primer pie.
  • Estoooo… ¿hola? – la educación de mi abuelo era un tanto así.
  • Ya me has oído. Te vas y no vuelves hasta que no esté en nuestra cartera, y ya una vez aquí, les hacemos la venta a los rusos.
  • ¿Por cuanto la vamos a comprar? – pregunté esperando que la contestación de mi abuelo fuera lo suficientemente blanda.
  • No más de diez millones de euros.
  • Nos dijeron que por menos de quince lo hablaban.
  • Por eso vas, estás con ellos unos días, les ofreces dieciséis, y tras ver sus procesos para cerrar la compra les rebajas la oferta – no había duda de que era su sangre la que corría por las venas de mi madre.
  • Ok. – de repente me vino una idea absurda a la cabeza. – oye abuelo, me voy a llevar a Javi conmigo a Vigo.
  • Y a mí qué más me da – me dijo sonriendo, ya que yo no estaba acostumbrado a informarle de cuales eran o dejaban de ser mis planes, y a él lo único que le interesaban eran los resultados, y no las formas.
  • ¿En cuanto se lo vamos a vender a los rusos?.
  • Creo que tu madre habló de 23 millones, con lo que nos quedarían limpios 9.
  • Perfecto. ¿A partes iguales? – por intentarlo nunca se pierde nada.
  • ¿Te parece que estás mal pagado? – dijo mientras se levantaba apoyado en el bastón y con la otra mano sostenía dos puros que acababa de sacar de una habanera.
  • Para nada – de dije con una sonrisa sosteniéndolo del brazo y acompañándolo hasta mi despacho.

Nos fumamos el puro tranquilamente en mi despacho organizando cosas sobre el viaje, la operación en sí, y la táctica para la compra. Tenía muchas cosas que aprender de mi abuelo, y estas charlas con puro y café de por medio eran más que necesarias para que pudiera llegar a ser tan buen negociador y jefe como lo era él.

A las 10 apareció la cabeza de Javi por la puerta. Vio a mi abuelo, le sonrió, y me dijo en voz suave que me estaba retrasando con la agenda prevista. Mi abuelo le informó de la modificación, y le dijo que se ocupara de cancelar los eventos que tenía programados para el resto de la semana, y que Teresa, su secretaria, le ayudaría en ese cometido. Con cara de contrariado, Javi se dio la vuelta y salió de mi despacho.

  • Si te lo vas a llevar, deberías decirselo, ¿no? – me dijo mi abuelo.
  • Es verdad – dije incorporándome tras dejar el puro en el cenicero. Cuando llegué a la mesa de Raúl, que estos días estaba siendo ocupada por Javi, le dije en voz baja.
  • En dos horas nos vamos a Vigo, llama a tu madre y se lo dices.
  • A Vigo…en dos horas…- me miró con cara de extraño – no tengo maleta y no me da tiempo.
  • Eso es lo de menos, en Vigo hay muy buenas tiendas – dije restándole importancia y dándome cuenta yo mismo de que yo tampoco había preparado nada.
  • Esto…vale – dijo cayendo en la cuenta de las palabras de mi abuelo - ¿nos vamos toda la semana?.
  • Hasta que cerremos la operación que vamos a hacer allí.
  • Vale. ¿Nos vamos solos o viene alguien más?.
  • Tú y yo solos…- dije guiñándole un ojo y dando un pequeño golpe en la mesa – reserva el Pazo los Escudos en suite con 2 habitaciones.
  • Estoooo… ¿vale? – dijo un poco sobrepasado.
  • O mejor díselo a Teresa, que a ella ya la conocen y además sabe cuál es la habitación que nos gusta.
  • Mejor.- dijo con una nueva sonrisa en los labios.

A las once y cuarto ya estábamos a bordo del aerotaxi que nos llevaría desde Cuatro Vientos al aeropuerto de Peinador, donde nos recogería un coche para llevarnos a las instalaciones de la Sociedad 47. Javi ya había montado en varios viajes en aviones pequeños, pero el que nos llevaba desde Madrid a Vigo era quizá el más pequeños de todos en los que habíamos viajado, con tan sólo cuatro plazas en la cabina y un sofá-cama de tres plazas para los pasajeros, que estaba separada por una doble puerta de la cabina del piloto y por otra puerta del baño. Como viajábamos los dos solos, además del piloto y copiloto, me aseguré de que la puerta del piloto estaba bien cerrada, y una vez que habíamos despegado y el "taxista" nos informó por la radio de que tardaríamos cerca de una hora en aterrizar, pulsé el botón de no molestar de la cabina, y puse música relajante en nuestra cabina a un volumen bastante alto.

Javi me miraba con cara extraña y sin entender mientras yo hacía los preparativos para lo que tenía planeado. Una vez todo estaba en su sitio y bajo mi control, le agarré de la mano y tiré de él para ponerlo de pie. Una vez estuvo de pie, le empujé hacia el sofá y me lancé sobre su boca. Creo que fue en el momento que sintió que mi lengua invadía y rozaba su paladar cuando se dio cuenta de mis verdaderas intenciones, y comenzó a seguirme el juego.

A medida que el ambiente se iba caldeando y nuestros besos se hacían más feroces aún, nos sobraba un poco más de ropa. Comencé por quitarle su camisa de manera lenta, botón a botón, mientras a cada trozo de piel que se descubría le dedicaba besos y caricias con mi lengua. Su lampiño torso quedó al descubierto en segundos que a él se le hicieron horas, y cuando llegué al último botón de su camisa, me encontré con una brutal erección que crecía entre sus piernas y me golpeaba suavemente a través del abultado pantalón la barbilla. Aún no habíamos dicho ni una sola palabra, pero no era necesario. Los silenciosos suspiros de Javi y su descomunal erección me decían que, a pesar de mi relativa inexperiencia, lo estaba haciendo bastante bien.

Me tomé la libertad de morder de manera suave su polla a través de la tela del pantalón, con cuidado de no babearla demasiado, ya que el chino beige que llevaba llamaría mucho la atención si no se secaba antes de que aterrizáramos, por lo que decidí quitárselo cuanto antes, dejándolo únicamente en unos boxers CK blancos. Me incorporé un segundo contemplando la escena. Una camisa blanca, unos náuticos marrones, un pantalón beige en el suelo, y en el sillón un menor en boxers, con una cara de lascivia conmovedora, y una erección de caballo entre sus piernas. Miré el reloj, y teníamos aún tres cuartos de hora para aterrizar

Antes de que volviera a bajar la cabeza, Javi alargó sus brazos, me cogió de la corbata, y tiró de mi hasta colocar mi cabeza contra su erección.

  • Chúpamela – me dijo en voz suave pero convencida mientras me sujetaba la cabeza y restregaba su cubierta polla por mi cara.
  • Vale… - fue lo único que acerté a decir antes de bajar con la yema de los dedos el elástico y descubrir esa polla que me había dejado sin palabras estos últimos días.

La cabeza babeaba por el morbo de la situación, y cuando por fin mi lengua acarició su capullo, soltó un ¡JODER! Bastante bien audible, por encima de la música que había puesto para evitar que las otras dos personas que estaban con nosotros a 10.000 metros de altura no se enteraran de nada de lo que ocurría a su lado. Mi instantánea reacción fue taparle la boca con mi mano, y comenzar a dedicarme el la labor mamatoria.

Mi lengua recorría el largo, muy largo de su verga y se detenía especialmente en la zona que unía el mástil con la cabeza, donde dibujaba círculos e introducía finalmente la polla en mi boca hasta donde mis tragaderas me lo permitían. Javi respiraba fuerte en la palma de mi mano mientras aumentaba el ritmo de la felación, y ayudaba al sube y baja con la mano que aún tenía libre, ahora ocupada en pajear el resto del pollón que quedaba fuera de mi boca.

Como me imaginaba, y esperaba, no tardó más de seis o siete minutos hasta que noté como se contraía su estomago y abría más los ojos, como queriendo avisarme de que su corrida era inminente para que, como en la anterior vez que se la mamé, la sacara de mi boca si no quería que estallase dentro de mi. Pero surcando los aires mi decisión era recordar perfectamente cuando fue la primera vez que probé el semen de otro, y continué más concienzudamente con la mamada hasta que, finalmente, estalló en varios trallazos sobre mi paladar, mordiéndome levemente la palma de mi mano que aún continuaba apretándole la boca para silenciarlo.

Tras unos instantes en los que no supe muy bien qué hacer, y con el líquido de sabor extraño en mi boca, finalmente decidí tragármelo para que la experiencia fuera completa. Un sabor fuerte, como dulce sin llegar a serlo del todo, o amargo sin llegar tampoco a serlo…era extraño. Sabía como a…semen. No sabía igual que el mío propio que yo había probado. Era mejor.

Me dediqué a limpiarle con la lengua los restos que había sobre su aún tiesa polla, y lamí todo lo que pude. Finalmente quité la mano de su boca, y me subí nuevamente a sus labios. Su lengua se metió inmediatamente dentro de mi boca en busca de algún resto de su semilla, pero lo único que encontró fue su rastro, y mi lengua juguetona que pedía batalla y ser la vencedora, echándola de mi boca, para conseguir invadir la suya.

Finalmente, y tras varios minutos así, decidí poner fin a la batalla y rendirme, convenciéndome de que el ganador era nuevamente él. Me tenía dominado en muchos aspectos. Cuando nos separamos, Javi se comenzó a deslizar hacia mi pantalón, pero a mitad de camino lo detuve y le dije que no con la cabeza. Con cara de pillo, me miró sonriendo como retándome a que le dejara. Se mordió su labio inferior y miró hacia mi polla, como indicándome que estaba a punto.

  • No Javi – le negué nuevamente con la cabeza – vístete que de momento hemos terminado.
  • ¿Qué dices? – me dijo extrañado e incrédulo.
  • Lo que oyes, que luego en el hotel seguimos.
  • Como quieras - dijo resignado apoyando la cabeza contra el sofá.
  • Vístete – le indiqué acercándole la ropa hasta encima del sofa.

Una vez que estuvo vestido nuevamente, comprobé que su pantalón en nada delataba que algo sucio había pasado dentro de la cabina del avión. Me encendí un cigarro saltándome la prohibición de no fumar. Había visto a mi abuelo fumar puros con humo denso, y no había ni rastro de las alarmas de incendio, por lo que al ser un modelo relativamente antiguo el pequeño avión en el que viajábamos, tenía cenicero metálico abatible, y botón de ventilación de humos de tabaco en cabina.

  • ¿Qué haces? Está prohibido fumar en los aviones – me dijo bastante sorprendido Javi.
  • ¡Bah!, seguro que no me dicen ni pío – dije convencido – además, prefiero que huela a tabaco antes que a polla.
  • Mmm… - le había desarmado.
  • Ten en cuenta que les contratamos bastante a menudo, y saben que fumamos todos en mi familia.
  • Menos Sofía – dijo sin pensarlo y palidenciendo al momento.
  • Estooo, sí, Sofía es la única que no fuma – no sabía como podíamos estar hablando de lo que hacía o dejaba de hacer mi mujer, cuando aún tenía el gusto a su polla en mi boca. Se hizo un silencio incómodo que duró hasta que finalmente apagué el cigarro en el cenicero, y me levanté para acercarme al aseo.

Estando allí, la voz del copiloto nos informó que en cinco iniciábamos la maniobra de descenso y que aterrizaríamos en Vigo en aproximadamente un cuarto de hora, con diez minutos de adelanto sobre el horario previsto. Además, nos dijo que apagáramos el sistema de ventilación de humos antes de iniciar la maniobra de descenso.

Cuando terminé de lavarme las manos y mirarme al espejo, volví nuevamente al asiento donde me había fumado el cigarro, y volví a pulsar el botón de humos. Javi, hacía como que miraba un periódico deportivo, pero yo notaba como no me quitaba el ojo de encima. Estaba muy serio, y yo entendía el por qué. Sofía quería mucho a Javi, y así se lo había hecho ver en muchas ocasiones durante el año en que fue su profesora, y Javi también le debería tener mucho cariño a mi mujer. Y yo… me esforzaba por autoconvencerme de que había que vivir el momento, y que mi momento era ahora Javi. Qué haría después, sólo el tiempo lo diría.

  • Quiero estar tenso en la reunión de dentro de un rato. Por eso no he dejado que me toques. – dije a Javi de manera seca.
  • Y para eso no quieres correrte, ¿verdad? – asintió con la cabeza mientras comprendía el porqué de mi actuación anterior.
  • Sí. – asentí – Por cierto, te acuerdas de lo que me dijiste en la piscina
  • No, el qué – me miró confuso.
  • Que aquí estamos los dos solos – sonrió cuando se lo dije, y me miró comprendiendo. Si yo había sido capaz de involucrarme en esa "relación" con Javi, el debía poder hacer lo mismo, por muchos sentimientos encontrados que el pensar en Sofia pudiera generarle.
  • Vale – dijo finalmente.