Pasión de Mundial (1 y 2)
Daniel, un joven de 25 años con la vida resuelta, comienza a complicarse la vida al reencontrase después de un año con el hermano pequeño de su mejor amigo, quien a sus 16 años, le enseñará cosas que ni él mismo sabía... Y todo, desde el Mundial.
Capítulo 1
Con el final del partido, la agonizantemente tranquila victoria de España contra Alemania, vino el alboroto y las carreras. Todos corríamos como locos de una lado para otro del piso de Rober. ¡Sí, sí, sí, la copa ya está aquí!.
- ¡Tíos, tenemos que bañarnos en la piscina a la de ya!.- exclamó eufórico Rober, que estaba siendo hoy el anfitrión de la pandilla de amigos.
- ¡Eso joder!.- respondieron varios al unísono.
- Esto hay que celebrarlo como se merece Miguel, vamos a por unas litronas al chino de la calle Aragón y que estos nos vayan esperando en la piscina.
La piscina de Rober es casi de ellos solos, pues en su comunidad sólo hay tres bloques, y cada bloque tiene sólo cuatro casas. Además está muy bien situada, al fondo de un jardín comunitario con muchos árboles y varias instalaciones deportivas, lejos de las miradas indiscretas de cualquier vecino, y de poder causar cualquier molestia. Bajamos todos juntos corriendo por las escaleras y nos separamos en el portal, donde unos se dirigían gritando hacia la piscina, y Miguel (mi mejor amigo) y yo nos fuimos a la calle a por mi coche para ir en dirección al chino a por las bebidas.
- Va tío, esto es una pasada hace dos años la Eurocopa y este año a la final del mundial.- me decía mientras salíamos de la comunidad y cruzábamos la calle en dirección a mi coche.
- ¡Ya ves!, quién lo iba a decir. Estos cabrones van a hacer que me de un infarto.- comentaba mientras llegábamos al coche.
- ¡Coño! Pedazo de buga te has agenciado, ¿no?.- no me acordaba bien de a quién le había enseñado el coche nuevo, y ahora caía en la cuenta de que quizá no hubiera sido muy buena idea el traer a Miguel conmigo, ya que se acababa de quedar en paro, y no creo que le sentara muy bien ver que me había gastado una autentica fortuna en un capricho.
- Estooo, sí me lo dieron la semana pasada - dije con cierto temor a su reacción.
- Jooooder macho, es un Jaguar, ¿no?.- me siguió diciendo, y parecía que con más alegría que envidia.
- Sí, un XKR o un coche negro, como le gusta decir a Sofía.- ya más calmado por ver que no me hacía malos gestos por mi última adquisición.
- Está muy guapo tío.- me seguía diciendo tendría que cortar rápido la conversación en torno al coche, o al final me acabaría preguntando cuanto me había costado.
- Venga vamos, que estos cabrones nos van a llevar mucha ventaja cuando volvamos.- dije montando en el coche, sin darme cuenta que tenía activado el automático de la capota (me lo habían puesto así en el concesionario) para que en cuanto acercara la tarjeta al sensor de encendido, ésta se descubriera.
- ¡Que coño pasa! dijo Miguel soltando la puerta del susto no jodas que te has comprado un descapotable... si es que eres muy pijo tío.
- Aún me tengo que hacer con él, no me acordaba que se quita la capota cada vez que acerco la pierna al volante... menos mal que es verano.- me justifiqué.
- Oye, voy a llamar a mi hermano Javi para que se venga con nosotros a celebrarlo a la piscina, y ya de paso vea el coche que te has comprado, que ya sabes lo friky que es para esto del motor.- me dijo subiendo al coche y sacando el móvil del bolsillo.
- Vale, pero mientras voy tirando hacia el chino, que si no no nos vamos.
Cuando llegamos al chino, Miguel ya había hablado con Javi, su hermano pequeño, y tras unos cuantos gritos de euforia por la victoria de la selección, quedaron en que le recogíamos en la puerta de su casa a la vuelta de la compra.
Tenía ganas de verle, ya que aunque le conozco desde que nació, había pasado un año desde la última vez que le vi, y seguro que había cambiado un montón, pues debería estar cerca ya de los 16 años, si no los había cumplido ya. Lo quería como a un hermano, ya que su familia y la mía siempre estaban haciendo cosas juntas, y consideraba a Miguel y a sus hermanos como los míos, ya que yo tenía la desgracia (o suerte) de ser hijo único.
Llegamos a la puerta de la casa de Miguel después de aprovisionarnos de toda la cerveza fría que quedaba, y de unas bolsas de patatas fritas y cosas así que cogíamos según nos acercábamos al mostrador. Javi no estaba en la puerta, por lo que Miguel se bajó del coche para ir a llamarlo. Cuando llegaron, un par de minutos después, me quedé helado cuando le vi... cómo había cambiado...aunque seguía guapísimo. Siempre había sido un niño muy guapo, y en su clase sabía por mi prima que hacía estragos en los corazones femeninos, pero estaba mejor de lo que me había imaginado. Debería rondar el metro setenta, un cuerpo delgado pero fibrado, y una cara para comérselo. Conservaba las facciones de niño y la mirada azul, aventurera y curiosa, aunque ahora llevaba un peinado cortito (la última vez que lo había visto llevaba su pelo castaño a lo Zac Efron...) que le favorecía muchísimo.
- ¡Ey tío, que hemos ganado!.- le grité bajándome del coche para ir a abrazarle y compartir la euforia contenida.
- Joder tío, casi no he podido ver el final, me estaba poniendo histérico... ¿es tuyo de verdad este coche?.- dijo cambiando la mirada y la conversación radicalmente.
- ¿Te gusta?.- le pregunté.
- ¡Jooooooooooooder!, pero si es un puto XKR colega, como no me va a gustar.- me decia mientras admiraba el coche.- ¿Qué motor lleva?.
- El de 5 litros V8.- le confirme.
- ¡Que carrazo chaval!, ¿y con el otro que has hecho?.- me preguntó curioso por saber el paradero de mi Cayenne.
- Lo tengo para bajar al campo, que este no da
- Y entonces Sofía sigue con el A5.- me siguió preguntando.
- Sí, pero para su cumple tendrá una sorpresa
- ¿Cuál le vas a comprar?.- me preguntó con los ojos muy abiertos, como queriendo saber la respuesta antes de preguntar siquiera.
- Cuando vaya al concesionario a comprarlo te vienes conmigo y lo ves, ¿te parece?.- dije sobre la marcha.
- ¡Cojonudo!.- su cara estaba completamente iluminada.
El corto camino hacia casa de Rober fue conmigo intentando hacer cambios de conversación hacia lo que acabábamos de ver en la tele, es decir, el partido, con Javi hablando sobre coches, y con Miguel mirándonos como el árbitro de un partido de tenis.
Cuando llegamos, oímos los gritos de todos los amigos en el fondo del jardín, donde estaba la piscina, y nos dirigimos hacia allí a todo correr, ya que nos habíamos perdido por el trayecto unos veinte minutos de fiesta.
¡Campeones, campeones, oe oe oe! Gritaban todos los chicos, que estaban dentro de la piscina, mientras que las chicas estaban fuera enfrascadas en sus conversaciones que seguramente iban entorno a Casillas y la Carbonero. Cuando nos vieron llegar acompañados de Javi, todas se levantaron y fueron a saludarle, y en especial mi mujer, Sofía, que lo había tenido como alumno en clase en su primer año de profesora es decir, hace dos años.
Se pusieron a hablar entre ellos, y los chicos rápidamente salieron a por Miguel y a por mí, que aún estábamos secos, para lanzarnos a la piscina. Únicamente me dio tiempo a sacar de mi bolsillo el móvil y la cartera, y con lo demás fui lanzado, al igual que Miguel, quien ni siquiera había podido sacar otra cosa que no fueran las llaves de casa, ya que para su desgracia, tanto el móvil como la cartera aún seguían en sus bolsillos cuando aterrizó sobre la iluminada piscina.
Javi se unió a la juerga y fue seguido de unas cuantas chicas, entre ellas Sofía, que se lanzaban de a poco en la piscina, como teniendo miedo de lo que pudiéramos hacerlas.
Estando ya aquí en el agua, que es donde empezó todo, creo que ya va siendo hora de que explique algo de mí, ya que de momento podéis imaginaros que soy un pijo sin nombre. Me llamo Daniel, tengo 25 años (aunque aparento cinco o seis menos ), soy economista-hijo de puta y un tiburón financiero. Me licencié con 22 años a caballo entre Londres y Madrid, y comencé a trabajar bajo las órdenes de mi abuelo y mi madre en la empresa en cuanto terminé. Con 23 años me casé con Sofía, con quien había estado de novio desde los 15 años, y con quien me sentía el hombre más feliz del mundo. Ella había terminado la carrera hace tres años, y hace dos estaba trabajando en el colegio donde todos nosotros habíamos estudiado.
Eso, hasta ahí, es una radiografía de lo que era mi perfecta vida hasta el momento del baño post-partido España-Alemania. Éramos una pareja de jóvenes apuestos, que tenía un chalet con una gran parcela en la misma urbanización donde todos nuestros amigos, mis padres y mis suegros vivían, y todo era armonía y paz. Coches caros, ropa cara, restaurantes caros pero a pesar de todo eso, yo no me consideraba materialista, si eso es posible.
En mi grupo de amigos hay de todo, desde los que siguen estudiando la carrera con más o menos éxito, a los que como yo, están casados (aunque ninguno tenemos hijos). Todos rondamos entre los 22 a los 28 años, y somos un grupo bastante unido y sano. De vez en cuando, como ese día, nos acompañaba el hermano o la hermana de alguno de ellos o de ellas, y los hacíamos parte del grupo como a uno más, independientemente de su edad.
Para mi desgracia, las cosas empezaron cuando sonaron las campanas de las doce de la noche. Las chicas se habían decidido a subir a casa de Rober a cambiarse para irse, algo absurdo, ya que había vestuarios al lado de la piscina, mientras que los chicos seguíamos jugando como críos en la piscina, haciéndonos aogadillas, y lanzándonos balonazos a las cabezas que sobresalían la línea de agua.
Juan, el mayor de todos, cogió a Miguel de los pies, y entre Pedro y Matías le quitaron el bañador (que se había puesto sólo un rato antes, después de irse a quitar toda su ropa y pertenencias mojadas) mientras todos nos reíamos. Uno por uno, todos fuimos quedando desnudos, hasta que le llegó el turno a Javi, con quien no hicimos una excepción.
Fue a mi a quien le tocó bajarle el bañador al "niño", y me quedé sorprendido de lo que vi entre sus piernas.
- ¡Dejadme, cabrones, que soy pequeño y tengo que crecer!.- gritaba mientras mis manos no tenían piedad de su bañador y tiraban hacia mí. Me quedé pensando en cuánto podría crecer eso, ya que estaba ya de un tamaño considerable, aun estando en estado de relajación y dentro de una piscina con el agua razonablemente fría.
- De eso nada, todos en pelotas y ya está.- sentenció Juan.
Como la piscina estaba iluminada, pude ver como su polla bailaba según se movía con el agua, produciéndome una extraña sensación de curiosidad. Nunca había tenido nada que ver con nadie que no fuera Sofía en el aspecto sexual, y esta era la primera vez que me fijaba en algo con esta inquietud y me sentía muy raro.
Poco a poco, todos fueron saliendo de la piscina, hasta que sólo quedamos Miguel, Javi y yo. Se subieron el resto del grupo con las chicas, y Miguel se fue a los vestuarios de la piscina, tras haberse puesto el bañador nuevamente en las escaleras, a echar un chorro. Nos quedamos Javi y yo solos en la piscina, y me propuso algo un tanto extraño.
- Porqué no abres las piernas y paso por debajo de ti soltando burbujas.- me dijo con su voz a medio camino entre infantil y adulto.
- Vale.- contesté pensando que se trataba sólo de un juego sin malas intenciones.
Lo hice, y Javi pasó bajo mis piernas, pero a mitad de la operación, levantó una mano que fue a rozar de manera más que evidente mi poya. Me doblé un poco por el sobresalto, y en una fracción de segundo emergió Javi justo pegado a mi espalda, de manera que su polla frotaba totalmente con la raja de mi culo.
- A ver quien es más fuerte.- me dijo mientras yo estaba prácticamente bloqueado por la situación. Sentía como su miembro iba tomando algo más de consistencia, y se pegaba cada vez más a mi culo, rozando de vez en cuando mi agujero. Me agarró fuertemente los brazos, y consiguió que le dijera finalmente que me rendía, ante el miedo a que su hermano saliera del vestuario y pudiera pensarse cualquier cosa extraña Te he ganado. Me debes una, y ya te diré cual es - me susurró al oído antes de separarse de mi, seguramente también con miedo a que su hermano saliera antes de lo que él había previsto.
Cuando Miguel salió del vestuario, nos ordenó que saliéramos ya de la piscina, y que nos vistiéramos para irnos, ya que mañana había que "currar", lo cual me pareció curioso, dada su reciente pérdida de empleo.
Esa noche de miércoles a jueves no dormí apenas nada. Por supuesto no le comenté nada a Sofía.
Capitulo 2.
Amanecí con los ojos más cansados que de costumbre. Eran las 7 de la mañana y apenas había dormido un par de horas. Dejé a Sofía en la cama, ya que ella estaba de vacaciones, y me dirigí hacia el baño con intención de darme una reparadora ducha. Una vez que estuve desnudo y con el agua tibia acariciando mi cuerpo, vinieron a mi cabeza las imágenes de Javi en el agua, su frote contra mi culo, y sus palabras en mi oído ¿qué coño me estaba pasando? si es un puto crío. A medida que recordaba los acontecimientos de la noche anterior, mi propia polla iba ganando tamaño, por lo que decidí acariciarme un poco antes de terminar la ducha, seguro de que una buena paja alejaría las tonterías que me pasaban por la cabeza en esos instantes.
Ya más relajado, tras la paja y el afeitado, me dirigí hacia el vestidor a prepararme para un día que no sabía muy bien donde terminaría, pues mi madre me había llamado antes del partido diciéndome que pusiera especial esmero en mi vestimenta para el jueves. Elegí un traje italiano negro, una camisa blanca, zapatos negros mate, y una corbata estrecha negra lisa. Así nunca se fallaba. Me peiné y me acerqué a la habitación a darle un beso a Sofía antes de irme, como siempre hacía. Lo que no siempre me ocurría era esa sensación de culpa, como si la hubiera engañado por no haber podido reprimir los instintos que me habían llevado a hacerme una soberana paja en nombre de un niño ¡de un niño!. ¿Qué coño me estaba pasando?.
Tardé un poco menos de lo habitual en llegar al edificio donde tiene la sede la empresa, en la muy madrileña calle Velázquez, en pleno barrio de Salamanca. Aparqué en mi plaza dentro del edificio y me monté en el ascensor mirando al espejo, colocándome nuevamente la corbata. No sabía si habría llegado ya mi madre, ya que solía llegar sobre las 9 de la mañana, y apenas eran las 8:30. Salí del ascensor y me dirigí directo a mi despacho, junto al de mi abuelo, quien ya no solía venir tan temprano como antes, a pesar de vivir en el último piso del mismo edificio. Me extrañó que Raúl, mi secretario, no estuviera en su mesa, pero me imaginé que se debía al partido de la noche anterior... ¿por qué no me había quedado yo un rato más durmiendo?. De los muchos empleados que debían estar en las oficinas a esas horas, sólo había cuatro mujeres y un hombre, y encima estaban tomando un café en la sala de snack, así que hacia allí me dirigí.
- Buenos días, don Daniel.- dijo Manuela a modo de saludo.
- Hola doña Manolita, ¿estamos de suerte?.- seguí con nuestra típica broma matutina.
- Unos más que otros.- se sonrió y me guiñó un ojo. A pesar de tener los cincuenta y todos, conservaba una alegría natural que me contagiaba para un buen rato de la mañana.
- Lo dices por los de ayer, ¿no?. Jugaron muy bien, pero les faltó un par de golitos más para tenernos más tranquilos.- enlazarme en una conversación sobre fútbol con el personal no me vendría mal para despistarme un poco antes de entrar en mi despacho.
- Bueno, ahora Holanda...- dijo Paul, el único hombre que estaba en el snack, y que desde que su Inglaterra quedó eliminada del mundial, mostraba cierto desinterés por el fútbol.
- Eso, ya veremos el domingo.- zanjé el tema - ¿Sabéis algo de alguien? Se supone que en verano se empieza a las 8, y ya son casi las 8:35
- Anda, por un día que la gente no llegue a su hora tampoco te vayas a hacer mala sangre.- terció Teresa, la secretaria de mi abuelo, que era casi tan vieja como él, y que no se jubilaba porque no le daba la gana, como ella misma decía.
- Va, tienes razón, no pasa nada mientras no llegue mi madre, que ya sabéis como se pone con las impuntualidades.- contesté haciendo que todos miraran el reloj para comprobar que aún no eran las 9.
- Por cierto Dani, luego subes a casa de tus abuelos, que me dijo ayer tu abuela que tenía que darte una cosa para Sofía. me dijo Teresa cuando yo estaba ya saliendo del snack.
- Oído cocina, me voy a ver si hago algo antes de que llegue mi madre
Revisé el correo electrónico y comprobé que tenía sospechosamente muy pocas citas en la agenda de aquel jueves aunque tendría que esperar a que llegara Raúl para confirmarlo. Mientras llegaba, me cogí unos informes de situación y me senté en el sofá a leerlos.
Cuando dieron las 10, la puerta de mi despacho se abrió repentinamente, y unos familiares gritos sonaron, sorprendiéndome tumbado en el sofá.
- A mi despacho, ¡ya!.- y tal como vino, se fue.
Mi madre nunca había tenido mucho tacto para despertarme, y no parecía que le importara el no cambiar ese aspecto. Me levanté de inmediato, me lavé la cara en el baño de mi despacho, y me puse en camino hacia el suyo tan rápido como me fue posible.
- ¿Qué pasa?.- pregunté intrigado por la brusquedad con la que me había despertado.
- Pasa que Raúl ha tenido que irse al pueblo de sus padres. Su madre está muy enferma y puede que no salga de esta.
- Joder, que palo...- me sorprendió mi propia respuesta, ya que mi madre no toleraba en absoluto las malas palabras.
- Le he dicho que no se preocupe, que estén lo más tranquilos posible, y que ya a la vuelta de sus vacaciones se reicorpora.
- Pero eso es en septiembre ¿y yo qué hago?.- dije antes de que mi cerebro procesara la estupidez que acababa de soltar por mi boca.
- Pues que vas a hacer, apañártelas. sentenció mi madre de manera tajante.
Raúl para mí era como un brazo. Yo soy muy despistado, y no se me da muy bien el llevar un orden lógico en el trabajo. Necesito que mi pepito grillo me vaya guiando de un lado a otro. Y sin él estaba perdido, al menos, en las próximas 8 semanas que quedaban hasta su vuelta.
- Por cierto, ayer vimos el partido con Bauti y Liz, y me dijo que a Miguel lo han echado de McKinf, ¿por qué no me lo habías dicho?.- me recriminó mi madre.
- Ups... se me pasó.
- Por qué no le dices que venga él a echarte una mano es mucho más ordenado que tú.
- No creo que quiera trabajar en el puesto de Raúl.
- No te estaba diciendo eso. Te estoy diciendo que trabaje contigo, no para ti. me aclaró mi madre sabiendo por donde iba.
- Pues entonces estoy casi en las mismas
- Hijo mío a ver Miguel viene a asesoría jurídica de apoyo este verano, ¿vale?.- esa era mi madre, comenzando a dar ordenes cuando no conseguía que la siguiera hasta donde quería llegar.
- Vale.- no tenía otra que aceptar, aunque no me pareciera muy buena idea.
- Y mi Javi viene a echarte una mano en el mismo horario que esté su hermano, ¿lo entiendes?. está claro que esto no era para nada espontáneo, y que probablemente ayer cuando estuvieron. Javi era el niño bonito de todo el grupo de amigas, ya que era el más pequeño. De hecho, le sacaba yo, que era el siguiente más pequeño en edad de los hijos de todas las amigas, casi 9 años.
- Mamá, Javi no puede trabajar - me salió repentinamente, una vez más sin pensar. No quería complicar más las cosas.
- ¿Por?.
- Porque es menor.- definitivamente no me sentiría cómodo con Javi continuamente al lado. Me perturbaba desde ayer
- Tiene casi 16 y ya lo hemos decidido. A las 12 vienen.
- Hechos consumados
- Sí.- mi madre y yo teníamos un lenguaje propio, y sabía que no tenía nada que hacer para hacerla cambiar de opinión.
- Por cierto para que me has hecho vestirme así.- dije señalando mi ropa, ya que en verano no solía utilizar traje.
- ¡Ah sí! Vas a ir a comer con El Duque al Ritz, y lo tienes que convencer de que nos deje completar la compra de DP. me dijo como si tal cosa.
- Mamá ese Duque como lo llamas, es el Secretario de Estado de política exterior Portugal, y ya nos remitió un oficio denegándonos el permiso de compra.
- ¿Y ?.- me miró con ojos de jefa tú vas a ir y le vas a convencer.
Llegaron las 12, y con ellas Miguel y Javi. El primero, venía un tanto sorprendido y cortado, mientras que el segundo venía con una amplia sonrisa. Mi madre salió a recibirlos y acompañó a Miguel hasta su nueva mesa, en el departamento jurídico, y una vez lo hubo acomodado, acompañó a Javi hasta la mesa de Raúl. Allí, ella misma (algo que jamás había hecho), le explicó cuatro cosas básicas de lo que tenía que hacer. Entre esas tareas, estar pendiente de mis llamadas, correo físico y electrónico, y controlar que cumpliera con la agenda que me confeccionaría directamente desde recursos humanos, de manera provisional.
Miguel y yo nos salimos a fumar un cigarro a la terraza de mi despacho, y convinimos en que había sido un arreglo del verano entre nuestras madres. Fingí ilusión por tenerle cerca todos los días y lo acompañé nuevamente a la zona de legales, dejándole en manos de la letrado jefe del departamento para que le fuera instruyendo. Miguel era buen empleado según me habían dicho algunas personas de su antigua empresa, pero no controlaba muy bien el tono con el resto de empleados, y en muchos casos podía llegar a ser irritante. A nosotros, los amigos, nos parecía que le habían echado por una pelea con su jefe, pero él nunca nos lo confirmó. Yo no sabía si quería que me viera como jefe, y por eso me daba miedo que este trabajo pudiera repercutir en nuestra amistad. De hecho, cuando me enteré de que lo habían echado, me plantee si decirle o no que viniera, pero después de meditarlo había decidido que mejor que no, que trabajo no le iba a faltar después de verano, y que era muy arriesgado. Pero mi madre había hecho sus propios cálculos, y lo que le daba la gana.
A la 1 subí a casa de mis abuelos a recoger aquello que me había anunciado Teresa. Resulta que mi abuela se aburría en la ciudad en verano, y quería que alguien fuera con ella a la playa la segunda quincena de julio, y había pensado en que podría adelantar las vacaciones Sofía e irse las dos juntas un par de semanas antes a la playa a la isla. Para asegurarse de que su plan resultaba, le había escrito a Sofía una carta en la que decía que seguramente serían sus últimas vacaciones en las islas griegas, y que no tenía otra persona de la familia que la acompañara.
- Pero abuela, que me vas a dejar solo - dije sonriendo eres una cameladora.
- Ay hijo, si me moriré antes de que tomemos las uvas, ya lo verás. me decía con su voz de querer conseguir lo que se proponía.
- Pero
- Ni peros ni nada, no se va a ir en agosto la primera quincena con sus padres a estados unidos sin ti, pues que se venga la anterior conmigo a las islas y punto. esa sí que era mi abuela. Ordeno y mando, que para eso era la madre de mi madre.
- Yo le doy la carta, pero ella es la que decide.
- Ya veremos.
Cuando bajé nuevamente al despacho, me interceptó Javi en la puerta, y me dijo que me tenía que ir a comer al Ritz con don Joao Do Uqueira. Antes de tenderme la chaqueta del traje me dijo:
- Me debes una de ayer, que lo sepas.
- Se me hace tarde mañana nos vemos. hice oídos sordos a su recordatorio por el juego de ayer.
- Vale, nos la vemos, jejeje. Suerte con el Duqueira, ya me ha dicho tu madre que es un fiera. lo que me faltaba, mi madre contándole a Javi todos los entresijos.
Llegué a casa alrededor de las 8 de la tarde, con un tremendo cansancio por el acoso y derribo al Duque, pero finalmente fructífero, ya que traía la autorización verbal. Sofía estaba en la piscina sola cuando le hice entrega de la carta de mi abuela. Para mi sorpresa, simplemente sonrió, y me miró como pidiéndome permiso.
- ¿Quieres que vaya?.- me preguntó con una sonrisa provocada por la embaucadora carta de mi abuela.
- Haz lo que veas, pero la siguiente quincena os vais a Estados Unidos.
- Pero si a ti te va a dar igual, si mira las horas que tienes de llegar, y no coges las vacaciones hasta la segunda de agosto voy a hablar con tu abuela.- dijo cogiendo el móvil.
Cuando colgó vino hasta mí, me dio un beso en los labios, y me dijo que habían decidido irse mi abuela, Sofía, y mi madre a pasar la semana siguiente en Korfu, y los últimos días del mes en un crucero que había visto mi madre. Mi abuelo y mi padre irían al crucero también, por lo que Sofía tendría que buscarse a alguien que la acompañara, ya que yo tenía previsto un viaje a Brasil en esos días, y no lo podía modificar. Estuvimos un rato pensando quién la podía acompañar, y finalmente decidió que se lo diría a Paula, su mejor amiga, y mujer de Darío, que tampoco podía irse de vacaciones.
Tras dos llamadas más, me di cuenta de que tenía todo el mes de julio, desde el lunes siguiente a la final del mundial, y la mitad del mes de agosto, de soltero en Madrid.