Pasión bajo fuego (3)
Marina y Alberto sucumben por fin al fuego de la pasión.
PASIÓN BAJO FUEGO 3
Por: Horny & Navegante
Se recomienda la lectura de "PASIÓN BAJO FUEGO" y "PASIÓN BAJO FUEGO 2" para mejor comprensión de éste capítulo.
Los capítulos son encabezados por ÉL o por ELLA según el punto de vista desde el cual se cuenta la historia. En algún momento se narra en primera persona para hacer la historia más íntima.
ELLA
Marina se instaló cómodamente en el campero junto al conductor. Era muy conversadora y le gustaba averiguar la vida de las personas y aunque el viaje hasta San Vicente del Caguán no era muy largo si era pesado y prefería hacerlo conversando con el chofer que los transportaba. Alberto, en la parte trasera del vehículo dormitaba, al parecer no desaprovechaba ninguna oportunidad para hacerlo, sabía que debía aprovechar todo momento para descansar.
Ella en su vagina aún sentía las vibraciones del orgasmo que había tenido hace unos minutos en el hotel, producto de su masturbación pensando en Alberto . Por momentos cruzaba las piernas para revivir las caricias de sus propios dedos en su clítoris y labios vaginales. Eso la hacía sentirse feliz y parlanchina a pesar de la estupidez que había cometido al rechazar a Alberto.
De boca del conductor, oriundo de la zona, se enteró de noticias frescas del lugar. Marina algo sabía por las noticias que a diario llegaban, por su trabajo y porque le gustaba mantenerse enterada de todos los temas de actualidad; a diario leía los dos periódicos de mayor circulación a nivel nacional y veía por lo menos el noticiero de la mañana y de la primera hora de la noche. En las últimas semanas también leía el periódico local de San Vicente el cual le llegaba con un día de atraso pero era una buena manera de saciar su innata curiosidad.
Desde el pasado enero de 1999, se habían oficializado los diálogos en busca de la paz con justicia social, entre el Gobierno del doctor Pastrana y las FARC, en los aproximadamente 42.139 kilómetros cuadrados que conforman la Zona Desmilitarizada, más exactamente en San Vicente del Caguán.
Corría el mes de enero de 2002 y la situación de orden público no era nada fácil. El proceso de paz había naufragado. Tres años después de haberse iniciado, el proceso de paz con las FARC había quedado suspendido indefinidamente y el Gobierno había dado un plazo de 48 horas a esa organización guerrillera para que abandone la Zona de Distensión, creada para realizar allí los diálogos.
Hacía un par de días el Comisionado de Paz había enviado un mensaje de tranquilidad a los casi 98 mil pobladores de la Zona de Distensión, quienes siempre expresaron sus temores por lo que pudiera ocurrir en un eventual rompimiento de los diálogos, ante las amenazas de las Autodefensas y las retaliaciones de la guerrilla.
A su turno, la Fiscalía anunció que reactivarían las órdenes de captura contra los jefes de las FARC y que sus funcionarios volverían a los cinco municipios que comprenden la Zona de Distensión. La vigencia de esta Zona fue prorrogada cerca de una decena de veces, pese a que desde un comienzo se dio una gran polémica con respecto a la misma. El 20 de enero próximo vencía la última prórroga.
Marina externamente se veía tranquila pero la procesión iba por dentro. A medida que el vehículo avanzaba se sentía más y más perturbada pues a los peligros se sumaba ahora lo que sentía por Alberto, como si todos sus problemas no bastaran ahora esto un sentimiento profundo, un deseo sofocante, inaguantable que la hacía sentir devastada.
ÉL
Cuando inició la marcha en la 4X4, Alberto no prestó gran atención a Marina, mantuvo el silencio durante un largo rato, y se dedicó a observar a medida que cruzaban la ciudad, y así dejaron el centro, luego las zonas urbanas, y comenzó la ruta que los alejaba de Florencia y los acercaba a su destino, pasaron zonas de labranza y de bosques, y el cuenta kilómetros acumulaba distancia en su registro.
El conductor, un simpático joven de la zona, había asumido algo así como un rol de guía de turismo, para el callado y hosco periodista argentino y la hermosa fotógrafa colombiana.
Alberto fingía dormir sumergido en sus recuerdos, como siempre, y nuevamente el desgarrante dolor que había en su interior. La situación con Marina lo había hipersensibilizado, estaba con mucha rabia (bronca como dicen los argentinos), y pensó que esta misión seria aburrida, y para colmo sin sexo, le había tocado una monja como compañera, y cambió la dirección de su mente, y sorpresivamente se encontró que el centro de su pensamiento era la joven fotógrafa.
Marina le atraía, había algo en ella..., cuando la besó, había notado que la química de ambos era compatible, era completamente distinta a Carol, pero sin embargo algo....., le había gustado su sabor, su perfume natural, su calor, pero coño!!!!, que se creía esa muchacha?, acaso una santa?, porque lo había rechazado?, porque él había tenido esa reacción tan pedante?, porque lo inquietaba su presencia?.
El viaje continuaba y las horas pasaban lentamente, mientras por la ventanilla cambiaba el paisaje, montes, bosques, montaña, controles militares y policiales y ¿porque él seguía pensando en Marina?
La observó de reojo, tratando que ella no lo notara, era linda sin lugar a dudas, su rostro era perfecto, su boca era muy besable, aún vestida para campaña en un estilo militar, era atrayente, sensual, y sus pechos, cuyos nacimientos se apreciaban por la camisa desbrochada en sus primeros botones, que lindos, que calidos, que excitantes...
Sacudió la cabeza y trató de alejar sus pensamientos y concentrarse en el paisaje, y fue cuando el conductor les anunció, que penetraban en la zona de distensión.
Un control del ejército colombiano, los paró, los hizo bajar, revisaron minuciosamente el vehículo, pidieron documentos y palparon de armas a los pasajeros. A Alberto le hirvió la sangre, cuando un soldado alevosamente toqueteo a Marina, con alevosía, pasando sus manos sobre el cuerpo de ella, aplastándole sus senos, y deteniéndose en la zona de su entrepierna, mientras sonreía con placer. Casi se lanzó contra el militar, pero fue detenido por los brazos del conductor que estaba a su lado, los otros soldados y el oficial a cargo se reían de la situación, pero al leer los papeles presentados por Alberto y ver el salvoconducto y pedido de colaboración firmado nada menos que por el Comandante en Jefe del Ejercito Colombiano, cesaron en su risa, y el trato paso a ser formal y amable, e incluso el soldado aprovechado sufrió una fuerte reprimenda por parte de su superior.
Y continuaron su viaje. Marina, ya en el vehículo le agradeció a Alberto su intervención, pero le dijo que en lo sucesivo se ocupara de sus propias cosas, ya que ella sabía defenderse, y que reacciones así podían poner en peligro a todos.
Y volvió a reinar el silencio en el vehículo, pero ahora era expectante, se podía palpar la tensión, la inseguridad.
Las FARC, son la guerrilla mas antigua que perdura en el continente Americano, nacieron oficialmente el 27 de Mayo de 1964, como un movimiento de extracción campesina que empuñaron las armas contra una ofensiva militar ordenada por el presidente conservador Guillermo León Valencia, que arremetía contra lo que consideraba focos de bandoleros en la región de Marquetalia, a 230 kilómetros de Bogotá, siendo en realidad que allí los campesinos habían consolidado una zona de autogestión agrícola.
Pasaron once presidente y cuatro procesos de paz, cuarenta años, y en la actualidad las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, es un rasgo estructural del perfil colombiano del siglo XXI, protagonistas de una eterna lucha encajonada entre partes (Estado y Rebeldes), reacias a ceder lo suficiente, las FARC son la guerrilla mas antigua y poderosa en términos militares de América latina, con 17.000 hombres y 108 frentes abiertos en 31 departamentos del país.
Alberto había leído al escritor y analista Antonio Caballero, que decía que "las FARC tienen un origen legítimo porque nacieron como autodefensa. Nacieron para defenderse de un Estado dañino, así como de los dueños de ese Estado. Los objetivos de la guerrilla son legítimos, pero no deseables (una dictadura del campesinado), Y sus métodos son completamente ilegítimos y condenables" Aludió al polémico método de la guerrilla: los secuestros, que se han extendido hasta la clase media y que cada año dejan unas 2.500 victimas.
A pesar de la escasa popularidad con la que cuentan, lo cierto es que las FARC componen hoy un ejército con la capacidad indiscutible de desestabilizar gobiernos
El vehículo frenó violentamente, patinaron, sus ruedas bloqueadas y se detuvo, al frente un bloqueo guerrillero.
Gente vestida de camuflaje, su rostro cubierto con pañuelos rojos de la nariz hacia abajo, rodeo rápidamente el rodado, apuntando con sus armas a los ocupantes, y con una orden seca e imperiosa los hicieron descender.
Alberto fue el que llevo la voz cantante del grupo, y le entregó a quien parecía mandar los papeles, y la actitud beligerante desapareció de los guerrilleros como por encanto, era una invitación de nada menos que el famoso "Tirofijo"
Los invitaron a subir nuevamente al vehículo, esta vez los tres en la parte trasera, en la delantera dos de lo guerrilleros, y les pidieron amablemente que se vendaran los ojos, proveyéndoles de grandes pañuelos para ello.
Cuando se inició la marcha del vehículo, los tres vendados solo escuchaban y sentían. Se dieron cuenta que el camino no era el que habían venido, y que en muchas ocasiones daban largas vueltas, y cambios de dirección. En determinado momento sintieron como la vegetación rozaba los costados de la 4X4. Alberto y Marina estaban sentados juntos, y sentían el calor de sus cuerpos, y le agradó el roce de los pechos de ella, contra el.
Y después de muchas horas, de distintos caminos y condiciones de los mismos, sintieron que el vehículo se detenía, y Alberto advirtió que con Marina, los dos se habían aferrado la mano durante todo el tiempo que duró la ciega marcha.
Los hicieron bajar, y los condujeron indicándoles las dificultades del camino, hasta llegar a terreno firme, baldosado, y los hicieron penetrar en un lugar bajo techo, (lo notaron por la frescura). Sintieron cerrar una puerta, y alguien les indicó que podían sacarse la venda de los ojos.
Alberto se sacó el pañuelo que cubría su cara, y vio que estaba en una gran habitación, un salón de lo que alguna vez había sido la mansión de un hacendado.
Frente a él parado un comandante guerrillero, que se adelantó para estrecharle la mano, y le dijo que deberían hacer noche en ese lugar, y que por la mañana los conducirían donde estaba el comandante Tirofijo, y mirando a todos los instruyó que estaba prohibido para ellos salir al exterior, ni mirar por las ventanas, que de todas maneras estaban cubiertas por gruesas frazadas, y que los centinelas tenían ordenes de tirar a matar, que no eran prisioneros, pero era por motivos de seguridad para los propios guerrilleros.
Los condujeron a habitaciones para pasar la noche, asignando una grande con dos camas a Alberto y Marina y otra al conductor, ambas contaban con baño.
Tres guerrilleros llegaron con el equipaje, y los dejaron solos en el dormitorio.
Ellos se miraron, pero no articularon palabras, Alberto se dirigió a una de las camas y se arrojó a ella, Marina parada en el centro del dormitorio, no sabiendo bien que hacer.
Luego se dirigió a la cama libre, y se sentó en ella, volvió a levantarse y se dirigió a su bolso que estaba sobre un escritorio, sacó lo necesario y se encaminó al baño con la intención de darse una ducha.
Cerró la puerta del baño que no tenia llave, depositó sobre una silla la ropa que emplearía para cambiarse, y comenzó a sacarse la que tenia puesto Ya desnuda, fue a la gran bañera, corriendo las cortinas, y fue cuando gritó con todas sus fuerzas.
Alberto dormitaba, muy cansado por el largo viaje, cuando escucho el penetrante grito de Marina, y corrió en dirección a donde había sido proferido.
Abrió la puerta del baño, y vio a Marina totalmente desnuda horrorizada contra una de las paredes, mirando en dirección a la bañera, de cuyas paredes comenzaba a salir una enorme tarántula.
ELLA
Siempre le he tenido miedo a los insectos, una fobia que no puedo controlar por eso grité al ver el enorme animal, no pude controlarlo, fue mas fuerte que yo. En ese momento no me percaté de mi desnudez, no me importó que Alberto me viera como Dios me trajo a este mundo. Él, como todo un caballero después de deshacerse del animal tomó una toalla y me la alcanzó. Yo no podía creer lo que estaba ocurriendo, el me había visto desnuda y aún así no había intentado nada, ni siquiera una palabra, casi ni una mirada. Tomé la toalla ya mas tranquila y vi su rostro inexpresivo, no traslucía nada, ni deseo, ni sorpresa, ni burla, nada. Me sentí estúpida, absurda como nunca antes me había sentido, por la situación, por haber gritado. Mi cara adquirió el color de un tomate mientras me envolvía en la toalla y Alberto salía del baño.
Apenas lo hizo dejé de nuevo la toalla y me bañé pensando en lo ocurrido. Me lavé el cabello y mis zonas íntimas a conciencia mientras sentía que una calentura cada vez más grande iba consumiendo mi cuerpo a pesar del agua helada. Un cosquilleo de deseo incontrolable nacía en mis pezones y vagina y se extendía por todo mi cuerpo, incluso hasta zonas impensadas. Cerré la llave y sequé mi cuerpo. Me miré al espejo y tenía una expresión de niña asustada, me sonreí no muy convencida. ¿A qué le temía? Tenía miedo de entregarme a Alberto porque tenía la certeza que el solo pretendía jugar conmigo, coleccionarme como una mujer más en su vida.
Después de haber visto su inexpresión de hacía un rato confirmé sus palabras, las últimas que cruzamos en su habitación en el hotel de Florencia. Tendría que ser yo la que diera el primer paso, lo había rechazado hacía solo unas horas, si quería reparar mi error debía tomar la iniciativa lo cual también me asustaba y demasiado.
ÉL
Ingresé en el baño al escuchar sus gritos, y la vi, nunca había visto nada tan bello ni apetecible, era una diosa griega, quede estupefacto, pero me dirigí a la bañera y con el taco de mi borceguí, aplaste a la araña.
Al darme vuelta nuevamente, la vi acurrucada contra un rincón del baño. Pensé en acercarme a ella, levantarla y abrazarla pero temí un nuevo rechazo de su parte.
ELLA
Me había enamorado como se enamoran las mujeres inteligentes: como una estúpida. Mi deseo por el pudo más que mi orgullo y así desnuda como estaba salí del baño dispuesta a todo.
Alberto me miró de reojo y me pareció notar en su mirada un brillo de sorpresa que trató de disimular a toda costa. Estaba tumbado en su cama, boca arriba, leyendo una revista vieja.
Alberto, míreme.
Y me miró, o al menos trató de mirarme a los ojos.
¿Qué querés? me dijo él.
Tu sabes que es lo que quiero contesté - ¿quiere acaso jugar ahora al hombre difícil e interesante? pregunté sintiéndome fuera de base.
Esta mañana me dio la impresión que la que se quería hacer la difícil e interesante eras vos contestó el con una expresión irónica.
Alberto comencé de nuevo sintiéndome casi a punto de llorar te pido, te suplico que me hagas el amor.
¿Estás hablando en serio Marina? dijo el haciéndose el asombrado aunque en sus ojos brillaba ahora el triunfo.
Si Alberto, si de algo estoy segura es que deliro por acostarme contigo tal y como tu lo dijiste esta mañana. ¿No está molesto conmigo? ¿No piensa rechazarme en venganza?
ÉL
Me reí en su interior que extrañas son las minas ¿acaso yo tenía cara de ser un hombre que deja la comida servida? Le había apostado a jugar al hombre indiferente y había funcionado que deliciosamente predecibles eran las mujeres.
Me incorporé acercándome a ella. Olí su perfume perfecto, de ella, sentía su calidez, cuando la estreche sentí contra mi pecho esas adorables tetas, ella se abrazo a mi, y levantó su rostro, y la besé.
Mi lengua penetro en su boca, y la saboreé, su aliento calido y dulce, su calor, su yo profundo, ingreso a mi, y sentí mucha ternura de esa deliciosa muchacha desnuda que me abrazaba y besaba, sentí su necesidad de protección, y su deseo. Adorable criatura, niña y mujer, fuego e ingenuidad.
La alcé en mis brazos, era liviana, como una pluma, no se notaba peso alguno, y continuando el beso me acerqué a una de las paredes.
ELLA
Una vieja lámpara de kerosene nos alumbraba. Podía ver sus ojos felinos brillar mientras recorrían ahora mi cuerpo sin ningún pudor. El placer que sentí en ese momento casi me dolía, me sentía desnuda ante el, mucho más allá de la desnudez de mi cuerpo que era más que evidente.
Sentí que debía hacer algo, el tenerlo frente a mí, mirándome de esa manera era más de lo que podía soportar. Acerqué mis manos temblorosas a los botones de su camisa y comencé a desapuntarlos uno a uno observando poco a poco la belleza de su pecho y abdomen. La camisa cayó al suelo y mis manos se posaban en sus pectorales acariciándolos casi con adoración subiendo de allí a sus hombros, bajando de nuevo por sus brazos hasta sus manos. Al llegar allí el me apretó los dedos fuertemente, como si temiera que me fuera a ir, que me arrepintiera del paso que estaba dando.
Acerqué mi cuerpo al suyo, pegando mi pecho a su pecho, mi sexo al bulto en su pantalón. Lo miré a los ojos con desesperación, el inclinó un poco su cabeza y nuestras bocas se acercaron de nuevo buscándose afanosamente a la vez que nuestras manos recorrían la espalda del otro.
Me apoyó contra la pared con firmeza y decisión después de levantarme sin ninguna dificultad. Rodeé su cuerpo con mis piernas, una de sus manos me agarraba bajo las nalgas mientras la otra se instaló en mi nuca para atraer mi boca a la suya, me mordía, parecía querer taladrarme con su lengua, y es que sus besos eran tan apasionados que apenas me dejaban respirar.
Seguía vestido de la cintura para abajo y aún así empujaba su cadera hacia la mía, no solo para sostenerme sino para frotar su paquete contra mi concha completamente abierta por la posición. La tela de su pantalón frotaba mi clítoris en cada embestida, una de sus manos estrujaba ahora mis tetas, una por una, alternándose en deliciosas caricias que me hacían gemir.
Quería sentirlo en mi interior, conocer su verga que había imaginado tantas veces pero el parecía no tener prisa a pesar de la vehemencia de sus caricias y sus besos. Nunca un hombre había tardado tanto en penetrarme, los minutos pasaban y el seguía besándome, por momentos variando la velocidad de los mismos, a ratos besando mis tetas, masajeándolas pero no parecía tener intenciones de desnudarse por completo aún. En silencio se lo agradecí, estaba a punto del orgasmo, me sentía rendida a él, dulcemente vencida, comencé a jadear más fuerte olvidando el temor de ser escuchada, mi cuerpo se dejó llevar por sendas de placer desconocidas hasta ese momento, el calor me invadía, sudaba a mares, nuestra piel se pegaba gracias a ese sudor, su piel se resbalaba en la mía, bebíamos ese sudor del cuerpo del otro y nos sabía a gloria, nos mordíamos ahora los hombros mientras yo me sentía cada vez mas cerca del orgasmo con el simple roce de su paquete cubierto sobre mi concha y clítoris.
Me sentí casi a punto varias veces, el parecía adivinarlo y se detenía, luego reanudaba con más ímpetu sus movimientos pélvicos, sus caricias en mis pechos, sus besos que parecían no tener fin.
Al fin el tan anhelado orgasmo llegó, mi cuerpo entero lo anunció con una sacudida tras otra, violentísima. Me aferré a sus hombros, los apreté sin dejar de mover mi cadera contra la suya, acariciando su cabello y susurrando su nombre: Alberto Alberto una y otra vez con voz entrecortada pues hasta la respiración había perdido.
ÉL
La deposité en el lecho, y me acosté a su lado, y mis manos volaban sobre ese adorable cuerpo, intrigadas, explorando, sus tetas, sus pezones, su vientre, el corto y prolijo vello púbico, y por fin su entrepierna, el monte de Venus, su clítoris, sus labios superiores, todo en una planeo suave de mi mano, sus muslos, sus piernas.
Mi boca bajo a sus tetas, pequeñas pero firmes y duras, mi lengua jugo con esos pezones pequeños, y sentí como se erguían se endurecían y llegaban a su máximo, ella gemía de placer y musitaba de pasión.
Ella prácticamente me arranco el pantalón que llevaba puesto, y se estrechó contra mi cuerpo, sentía esos pezones duros, oprimiéndome, su calor contra mi pecho desnudo, y volé de pasión y excitación.
Voló mi bóxer a un rincón de la habitación, y me tendí a su lado. Mi fiel compañero un garrote endurecido, que lagrimeaba liquido lubricante quedo pegado en su muslo mientras mis manos volvían a volar inquietas sobre ella.
Note que una de sus manos bajaba luego de acariciarme el pecho y el vientre, hasta encontrarse con el falo ardiendo, y lo recorrió en una suave caricia hasta el fin, y siguió hasta sus complementos que se encontraban firmemente adheridos a la base, por la excitación.
Mi boca no se canso de besarla, y de recorrer su cuerpo, encontrando los sabores más deliciosos y sublimes.
Y al fin, la penetré, mi miembro se introdujo en toda su extensión en la palpitante, ansiosa y húmeda vagina, y me quedé quieto, la sentía mía, sus latidos, sus palpitaciones, estábamos unidos, y la sentía, éramos uno, en un instante sublime, los dos calores se unieron, las dos vidas se unieron, nuestros cuerpos eran uno, y la besaba con furia, mi lengua recorría su boca, explorándola, y su lengua en una lucha gloriosa mi boca, y sentí su hermoso aliento, su yo, su hermosura interior. Dios, que yo quería a esta mujer, porque lo que sentía era más que simple calentura, era amor, que había vuelto, que estaba en mí.
Y comencé a moverme lentamente, y mi pene elevaba a mi cerebro, todo lo que estaba explorando e invadiendo, sentía sutilmente su conformación interior, y era hermosa, ella era una maravillosa aventura, ella era un paraíso, ella era gloria, ella era amar.
Y sin palabras, solo besándonos y disfrutándonos, y pude ver su rostro, era todo dulzura, esa cara que solo las mujeres transportadas en brazos del supremo placer adquieren, y que producen en el hombre esa ternura que a la vez excita y derrite el corazón, que da necesidad de proteger a esa hembra dulce que penetran.
Y la excitación fue en aumento, y los testículos se pegaron firmemente en la base del miembro, y sensaciones de iniciar el viaje, de expeler amor, se iniciaron, y comenzó, el miembro adquirió su mayor tamaño, y el glande se expandió a su máxima posibilidad, y un torrente de energía que venia de todo el cuerpo se concentró en la entrepierna, y estalló inconteniblemente, en un instante que dura una eternidad, y en furiosa ráfagas llené esa adorable vagina de todo de lo que pude dar, mi simiente, mi amor.
Mientras ese amor líquido era recibido por contracciones del orgasmo que Marina había tenido, en el momento justo para atraer a su interior profundo al semen que yo le había dado.
ELLA
Cuando Alberto me penetró me sentí completamente invadida, no solo mi vagina completamente ocupada sino mi mente entera y mi cuerpo estaban llenos de él, llenos de él. No me importaba nada fuera de esa habitación, ni la guerra ni el peligro. En los brazos de Alberto me sentía segura, mi vida se había convertido en él. En un momento sentí como si me desdoblara y observara mi cuerpo junto al de Alberto rodando por la cama, flotaba en el aire viéndome a mi misma en la cama, desnuda, mi cuerpo oculto bajo el de Alberto. La pasión me había transportado a un lugar fuera de mi cuerpo y era algo magnífico, amaba a este hombre que ayer no existía en mi vida.
Mi mente regresó junto a mi cuerpo y fui conciente de cada movimiento, de cada caricia y cada beso, lo sentí mío y fui suya en un lugar que parecía brillar con el calor de nuestros cuerpos en medio de la negra noche, en medio de la guerra y el conflicto.
Mi vagina excitada lo buscaba, todo mi cuerpo se pegaba al suyo, se colgaba de él como queriendo fundirse en él. Su líquido vital me inundó segundos después que mi cuerpo fuera sacudido en una ráfaga tras otra de estremecimientos que viajaban desde mi vagina hasta más allá de mi cuerpo.
FIN DE LA TERCERA PARTE
Horny&Navegante