Pasión bajo fuego (2)

“Un viaje a lo desconocido pone a un hombre y una mujer bajo el fuego de la guerra en Colombia, ¿que podrá pasar entre ellos en una situación extrema que los ponga cara a cara con la muerte?”

PASIÓN BAJO FUEGO 2

Por: Horny & Navegante

Se recomienda la lectura de " PASIÓN BAJO FUEGO " para mejor comprensión de éste capítulo.

Los capítulos son encabezados por ÉL o por ELLA según el punto de vista desde el cual se cuenta la historia.


ÉL

Durante todo el camino por la autopista, Alberto observó y estudió detenidamente a esa joven fotógrafa que lo había venido a recibir al aeropuerto, -¿cómo era su nombre? a si, Marina-. Él sabia que era fundamental acordarse el nombre de las mujeres si se quería llegar a algo con ellas, y siempre el objetivo del cazador era la seducción, y esos detalles terriblemente importantes, el confundirse el nombre, era un error insalvable, imperdonable, para las mujeres. En su cínica experiencia sabia que las debía tratar como si ellas fueran únicas e irrepetibles.

No estaba nada mal la muchacha, le encantó su cara, había algo en ella que le resultaba atrayente, el perfil era hermoso, su nariz era pequeña y graciosa, y sus ojos eran límpidos y reflejaban un poco de ingenuidad juvenil.

Siguió el estudio del cuerpo, debajo del suéter melocotón, se adivinaba un hermoso par de tetas, al estilo que de su gusto, pequeñas pero rotundas, bien formadas, redondas y paradas, y el piquito que formaban los pezones le permitieron adivinar que eran no muy grandes, mas bien pequeños, pero desafiantes y altaneros.

Cintura fina, y caderas anchas, que eventualmente prometían futuros placeres, y unas piernas muy bien formadas y armoniosas, pensó – Esta mina, debe coger como los dioses – e inmediatamente la puso como objetivo primario.

Conversaron durante el viaje, ella lo fue poniendo al tanto de la situación del lugar donde tenían que ir, y la extrema peligrosidad de ello, debían producir un informe sobre la volátil situación en zona de control guerrillero, habían fracasado las conversaciones de paz, el gobierno preparaba una ofensiva, y había recibido ingente cantidad de armas de los Estados Unidos, pero también la guerrilla estaba armada hasta los dientes, subvencionada por rescates por secuestros (que eran muy comunes en la zona donde irían, sobre todo a extranjeros), y por los aportes que realizaban los narcos, ya que les convenía mantener esa zona tal cual estaba, sin control estatal alguno, en donde tenia inmensas plantaciones de coca y amapola, así como laboratorios secretos escondidos en el monte, para la producción de cocaína.

Había también grupos paramilitares, subvencionados por la extrema derecha, grupos armados por los narcos, bandas de delincuentes autónomos, y militares, era una mezcla explosiva, garantía de violencia.

Así lo pensó, pero le resultó indiferente, en realidad después de lo de Carol, nada le importaba mucho.

La hermosa muchacha al volante, era completamente diferente de Carol, pero sin embargo algo tenía, en algún punto había algo en común entre las dos, movió la cabeza, como tratando de despejar esos pensamientos, y volvió a pensar, que nadie podía asemejarse a Carol, en nada, era imposible.

Ella lo dejó en el hotel, Alberto pensó en invitarla a su habitación, pero lo desechó, estaba cansado por el viaje, además era tarde ya y debían madrugar. Vio como su automóvil se alejaba.

Se instaló en la habitación, se pegó una ducha bien caliente, y luego se vistió y fue con la idea de ir a cenar.

A Alberto no le gustaba comer solo, siempre había sido así, desde pequeño, se aburría, no sabia que hacer entre plato y plato, así que cuando por las circunstancias tenia que hacerlo, generalmente se muñia de un libro o un periódico, para leerlo durante el transcurso de la comida, pero esta vez no le apetecía leer, y se arrepintió de haber dejado ir a Marina, le era agradable, se había sentido cómodo a su lado.

Bajó al lobby y se dirigió a la recepción, donde fue atendido por una esplendida belleza colombiana, castaña, de ojos verdes, delgada y de las formas que le gustaban a Alberto, poca teta y mucha forma curvilínea, cola parada y piernas hermosas (pensó que las debían elegir en especial para tal tarea), y le preguntó que le recomendaba para ir a cenar y a recorrer un poco la ciudad.

Y la recepcionista le explico que la vida turística de la ciudad se desarrolla del centro hacia el norte (hacia el sur se encuentran mayormente los barrios populares y las zonas industriales). En el centro histórico hay poco para elegir y que era preferible no transitar a pié en la zona por las noches. Dentro de la zona céntrica comercial, (algunas cuadras al sur de donde se encontraba el hotel) hay tres sectores en los cuales se concentran servicios para los visitantes: la Avenida Jiménez, la Avenida 19 y el Centro Internacional, donde están los establecimientos de más vieja tradición, muchos de ellos venidos a menos. Que en el centro permanecía toda la historia y lo mejor de los atractivos culturales: arquitectura colonial, museos, teatro, galerías de arte, salas de concierto, monumentos históricos, bibliotecas y archivos, más ciertos lugares de encuentro con sabor bogotano.

Y mirándola a los ojos, le preguntó si quería acompañarlo a cenar. La recepcionista se quedó un poco sorprendida, ante la pregunta de sopetón, y mirando a Alberto de arriba abajo evaluándolo, sonrió y dijo - salgo en 15 minutos, ¿me espera?

La recepcionista que se llamaba Laura, salió de la habitación de Alberto, a la madrugada, aprovechando que a esa hora muy poca gente transitaba por el hotel, y no quería que se diera cuenta alguien que había pasado la noche con uno de los pasajeros.

Alberto estaba dormido cuando ella se fue, y ni siquiera se dio cuenta que se marchaba.

Laura, había cumplido bien con su cometido y hecho quedar bien a la fama de las bogotanas, ardientes y excitantes, había sido una anguila en la cama, una tormenta de sexo puro, pero también había recibido su gratificación, mejor dicho gratificaciones de un experto argentino en las lides del amor físico, ya que aunque parezca mentira el modo de hacerlo varia de país en país, no porque los bogotanos no supieran o lo hiciera mal, pero en la variación esta el gusto, y Laura se llevó esa novedades en su entrepierna, y en su pechos, en sensaciones que le durarían todo el nuevo día que comenzaba.

A Laura le llamó la atención el largo y variado juego previo, que la llevó a una excitación fabulosa, a un ansia sexual irrefrenable, que desembocó en seis o siete orgasmos a lo largo de la noche, a los que habría que agregar otro, cuando detrás de su mostrador, apoyada en un cajón semi-abierto, sin quererlo, e involuntariamente, cuando estaba hablando con una pareja canadiense, que quedó sorprendida por la expresión de la cara de ella y sus pequeñas pero notables convulsiones de su cuerpo mientras orgasmaba.

A las 5 de la mañana el timbre del teléfono. Era la recepción que siguiendo sus instrucciones le avisaba que debía prepararse porque lo pasarían a buscar. Había dormido muy poco, y la hermosa Laura lo había exigido un tanto, que mujer ardiente, pensó, ¿serían todas las colombianas así?

ELLA

Marina durmió poco y mal entre la una y las cinco de la mañana, hora en que su despertador sonó anunciándole la hora en que debía ponerse en pie pues a las seis menos cuarto el conductor del periódico pasaría por ella y posteriormente por Alberto. Alberto… sin duda ese hombre la había dejado gratamente impresionada y más que nada intrigada, se moría de ganas por saber todo lo referente a él y en el fondo incluso le temía un poco, su mirada era penetrante, pero ese temor era un temor agradable.

A la hora acordada ya estaba lista, ataviada con un pantalón liviano, una camiseta blanca, botas y una chaqueta. El frío de la madrugada la hacía tiritar pero en pocas horas el clima sería otro, tenía entendido que Florencia era una ciudad cálida, no sabía mucho más. Se maquilló un poco para disimular las ojeras del mal dormir y salió. El conductor la esperaba. Pasaron por Alberto que ya estaba listo y después de un breve saludo siguieron en silencio en dirección al aeropuerto.

A las 7:05 a.m. estaban en camino a Florencia en una avioneta con solo dos pasajeros y el piloto. Tanto Marina como Alberto estaban extrañamente silenciosos, casi ni se miraban sino que iban concentrados en sus propios pensamientos, en la vida que ambos dejaban atrás, en lo que les esperaba al llegar.

ÉL

A las seis y cuarto de la mañana, estaba en el lobby, esperando que lo pasaran a buscar, y llegó la Van del periódico, estaba bajando Marina, para ir a buscarlo, pero lo vio venir, y se quedo en la cabina, el conductor, cargó el equipaje de Alberto en el baúl, y él ingresó en el vehículo, sentándose en la parte trasera al lado de Marina.

Dios, que linda mujer, estaba deliciosa, aún con sus ojos llenos de sueño, y un poco del malhumor de la mañana tempranera y el poco dormir, la estudió al entrar, tenia un pantalón liviano verde militar, una remera blanca, y arriba un pesado chaquetón militar, también verde, con muchos bolsillos, con las solapas para arriba, porque hacia mucho frío.

Alberto la saludo, besándola en una mejilla, y aspiró su perfume, delicioso, y muy parecido o igual al que usaba Carol, lo que le pareció una extraña coincidencia.

Partieron al aeropuerto, no se hablaron durante el trayecto, estaban aún dormidos, malhumorados, y prefirieron dormitar mientras la Van los acercaba a su destino.

Llegaron al aeropuerto (no el internacional), donde los esperaba una avioneta alquilada por el periódico, y Alberto se da cuenta que entró en la Colombia real, la Colombia en guerra, por la cantidad de soldados y controles. Comenzaba la aventura.

Después de un vuelo corto, no más de una hora, en que Alberto no habló una palabra, porque estaba perdido otra vez en sus recuerdos, arribaron a la ciudad. La miró de vez a cuando Marina, que si parecía tensionada, evidentemente le afectaba entrar en zona de peligro.

Al llegar a Florencia, tomaron un taxi rumbo al hotel, donde al llegar, pidieron dos habitaciones, -contiguas- dijo Alberto, y las consiguieron, no obstante la cantidad de periodistas del país y extranjeros que pululaban en esa ciudad.

Hacia calor, bastante calor, que contrastaba con el clima frío que habían dejado en Bogota, y cada uno se dirigió a su habitación.

La habitación no era gran cosa, pero por lo menos tenía aire acondicionado, y no faltaba agua para bañarse.

Se baño, y se vistió, y terminaba de hacerlo, cuando ella golpeaba en la puerta, la abrió, y sorpresivamente se encontró con otra Marina, esta desbordaba sensualidad por todos sus poros, se la veía como mas relajada, contenta, llevaba un liviano vestido estampado blanco y azul, que dejaba sus hombros al aire, y un escote, que mostraba el comienzo de su busto y el canal separador, no tenia sostén (evidentemente no lo necesitaba), y detrás de la liviana tela, la forma divina de sus tetas, con falda corta bastante arriba de las rodillas, y pudo ver sus piernas, y se quedo sin aliento, Madre de Dios! Pensó, son hermosas, y sin mucho esfuerzo de imaginación su mente la desvistió, (Marina solo vestida con unas delicadas sandalias de cuero) y la testosterona fluyo con velocidad, y en sus ojos comenzó a brillar la chispa del deseo.

ELLA

Una hora después llegaron a Florencia y un taxi los condujo al hotel donde les correspondió habitaciones contiguas. Quedaron de verse media hora después para desayunar.

Hacía más calor del que Marina había imaginado por lo que decidió tomar una ducha rápida y ponerse un vestido estampado sin mangas y sin sostén. El calor le sentaba divinamente, la hacía verse y sentirse más alegre, incluso pintó levemente sus labios y se perfumó un poco.

Salió de su habitación y se dirigió a la de Alberto el cual quedó gratamente sorprendido al verla y no hizo nada por disimularlo. La recorrió de la cabeza a los pies con la mirada. Sus pequeños y blancos pies ahora estaban al descubierto, metidos en unas delicadas sandalias de cuero.

¿Está listo Alberto? – preguntó ella - ¿prefiere desayunar en el restaurante del hotel o en otro lugar?

Aquí en el hotel está bien o incluso se me ocurre que pidamos algo a mi habitación con eso mientras comemos podemos ir hablando de lo que nos interesa.

Eso de lo que nos interesa le sonó extraño y agradable a Marina, no sabía exactamente si se refería al trabajo o si se refería a los dos porque la forma en que la miraba Alberto era rara, no sabía definirla. Era una mirada descarada, casi cínica y sin embargo bajo sus ojos se sentía irremediablemente perdida.

Me parece bien Alberto – dijo ella - en su habitación podemos trabajar tranquilamente, con toda comodidad.

Él le dio espacio y ella siguió mientras Alberto la recorría con la mirada. Sus ojos ahora se concentraban en su hermosa espalda descubierta, en sus caderas que ondulaba al caminar y en sus blancas piernas. Marina llevaba con ella el maletín de la empresa y lo dejó sobre la mesa de trabajo. Comenzó a sacar los papeles mientras Alberto pedía que les trajeran el desayuno a la habitación: algo de fruta, leche y cereal para ella y café, jugo de pomelo, tostadas y dulce para él.

Se sentaron en el escritorio y Marina comenzó a leer en voz alta una carta que les había escrito el gerente del periódico. Mientras hablaba Alberto continuaba mirándola especialmente las piernas y la boca de labios salidos de Marina. Al sentarse ella, su vestido se había subido hasta medio muslo y por el calor se pegaba en algunas partes a su curvilíneo cuerpo. Ella al terminar el párrafo hizo una pausa, tomo aire y lo miró. Se dio cuenta que el la miraba también y se sonrojó, pero no esquivó sus ojos.

Marina – dijo Alberto rompiendo el embarazoso silencio – hay algo que quiero hacer desde ayer ¿me permitís?

No le dio tiempo a responder, no le interesaba su respuesta y resueltamente la atrajo hacia él, tomándola por los hombros desnudos para plantarle un beso en la boca a una Marina perpleja que recibió sus labios con los ojos bien abiertos para luego cerrarlos y rendirse a ese beso por unos segundos antes de reaccionar y retirarse, con delicadeza pero evadió sus besos separándolo, extendiendo los brazos.

Alberto por favor – dijo ella – no vuelva a hacer eso.

¿Te referís al beso? – preguntó el entre molesto y sorprendido – ¿acaso te molestó? No me lo pareció.

No es eso Alberto, solo que prefiero que nos limitemos al terreno estrictamente laboral, si quiere podemos ser amigos.

Sabes que no busco la amistad – dijo él en tono irónico – sino otra cosa. No creo que exista entre un hombre y una mujer, salvo que ella sea lesbiana o el gay. Te busco a vos como mujer, como hembra.

Esa última frase la dijo recorriéndola con la mirada, pero viendo que Marina no se comportaba como esperaba cambió de tema y le pidió que continuara leyendo la carta como si nada. Sin embargo, Alberto había sido herido en algo muy importante para él: su ego. Mujeres mucho más bellas y atractivas se habían rendido a sus pies con solo una mirada y ahora aparecía de la nada esta fotógrafa que a leguas no era una mojigata, dándose aires de niña pura…. Y no es que él se creyera irresistible sino que en los últimos tiempos las mujeres para él se habían convertido en simples seres con los cuales tenía un intercambio frío, el sexo se había vuelto un negocio en el cual ambas partes se beneficiaban.

Durante el rato que estuvieron juntos después del beso, el aire entre los dos se podía cortar con un cuchillo, había tensión, los dos habían sufrido en la vida, eran orgullosos, ninguno iba a ceder.

Minutos después de desayunar les anunciaron que el conductor los esperaba en la recepción. Eran poco más de las 9:00 a.m. Marina se puso de pie y Alberto la acompañó hasta la puerta. A modo de despedida el le dijo:

No va a pasar mucho en que te des cuenta que querés, que te delirás por acostarte conmigo.

Ella quedó tan asombrada que no atinó a decir palabra. Le dio la espalda sin responderle ni si ni no, caminó unos pasos hasta la puerta de su habitación y entró a cambiarse. No bien hubo cerrado la puerta se le ocurrieron diez cosas diferentes para decirle. Demasiado tarde.

ÉL

Esta situación marcaba una nueva situación entre los dos, que podía ser definitoria, Alberto no estaba acostumbrado a que las mujeres lo rechacen, siempre le había sido fácil el seducirlas, salvo a Carol, y de ella se había enamorado, pero no acuso el golpe, y su rostro no mostró nada, pero estaba herido. También era cierto que no sabía nada de la vida de esta mujer, a lo mejor era casada, a lo mejor era de esas provocadoras que les gusta hacerse las difíciles… no sabía como catalogarla, tampoco le atraía la idea de obsesionarse con ella, simplemente cambiaría de táctica, era una variante divertida en su vida monótona.

Comenzó a dar vueltas por la habitación no bien se encontró solo. No pasó un minuto cuando lo llamaron de la recepción avisándole que Marina demoraría una media hora en estar lista, que si era tan amable y la esperaba, que el conductor no tenía problema pues estaban bien de tiempo. Alberto en su interior pensó –mujeres… siempre se toman el día entero para arreglarse, para ellas el resto del mundo no contaba-. Se tumbó de nuevo en la cama con los brazos tras su cabeza para sumirse de nuevo en sus pensamientos. Últimamente parecía desconectado todo el tiempo….

ELLA

Alberto tenía razón, a ella le daba rabia pero tenía razón, ella deliraba por acostarse con él, desde que lo había visto solo unas pocas horas atrás en el aeropuerto, con su mirada arrogante y su aire de hombre de mundo, que sabe lo que quiere… no se lo había podido sacar de la cabeza, ella, que no creía en el amor a primera vista estaba enamorada como una adolescente, de un completo desconocido, de un patán increíblemente sexy… estaba perdida, se sentía desvalida, lo deseaba con una fuerza insoportable. Hasta el día anterior Alberto no era nada en su vida, no significaba nada, ahora necesitaba su ironía, su mirada recorriendo su cuerpo… se sentía tonta por haberlo rechazado, en ese momento podría estar desnuda entre sus brazos, los labios de Alberto podrían estar posados en su cuerpo recorriéndolo todo, llenándola de placer… ¿cómo sería estar con él?

Se llevó una mano a sus labios acariciándolos, cerró los ojos imaginando que Alberto la besaba de nuevo como hacía un rato. Estaba muy excitada, nunca había sentido tal estremecimiento con un beso. No podía esperar, debía hacer algo de inmediato. Llamó a la recepción y pidió que le dijeran al conductor que esperara una media hora, que aún no estaba lista. Cuando éste le dijo que no había problema, que estaban bien de tiempo pidió que le avisaran a Alberto.

Sin demora se despojó de su corto vestido quedando solo en tanga, luego se tumbó en la cama boca arriba. Separó las piernas y comenzó a acariciar su pubis por encima de la tela. Otra de sus manos se apoderó de sus pezones, acariciándolos uno por uno, despacio, sin afán. Se quitó la tanga y sus dedos se deslizaron suavemente entre su recortado vello sin tocar su rajita aún. En todo momento sus ojos permanecieron cerrados, su mente en Alberto, en su boca, en sus manos, en todo su cuerpo… especialmente en el bulto en su pantalón… ansiaba ser poseída por él y sin embargo lo había rechazado, era absurdo….

Uno de sus dedos acariciaba ahora los labios de su conchita ya húmeda, los separó y continuó su exploración hacia el interior. Dos dedos se perdieron en la gruta y ella imaginaba que era Alberto quien lo hacía. Esos mismos dedos se untaron de sus flujos y salieron de nuevo a acariciar el clítoris palpitante. En ese momento ella soltó un gritito de placer, sus dedos en sus pezones y en su cueva aumentaron la velocidad, entraban, volvían a salir de la cueva, pellizcaban los pezones sin clemencia. Sacó los dedos de su cueva, los chupó probando sus flujos, luego se concentró solo en su clítoris para al fin estallar susurrando el nombre de Alberto. Le dedicó ese orgasmo con todas sus fuerzas.

Quedó rendida, extenuada, con las piernas muy separadas sobre la cama revuelta. Las sábanas completamente empapadas al igual que su mano derecha. No bien se hubo repuesto se puso en pie y se dirigió al baño donde se aseó un poco. Se vistió esta vez con pantalón, camiseta y botas, ahora si debía concentrarse en el trabajo.

ÉL

Cuando Alberto salió del hotel encontró a Marina y al conductor conversando animadamente junto campero, bajo el inclemente sol. El no sabía si era por eso o por otra cosa pero Marina estaba radiante, con los ojos muy brillantes y las mejillas sonrosadas. Ella lo miró de una manera enigmática que sin saber por qué lo puso algo nervioso. Se subieron al vehículo y partieron rumbo a la "zona de distensión" donde su trabajo y sus problemas comenzarían.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

Horny&Navegante