Pasión a bordo

Una sensacional familia y un viaje en velero por el caribe que se convierte en algo jamas imaginado por el capitan del barco.

Hola. Para mí, es un gusto el poder iniciarme en este foro con algo tan especial como la aventura que a continuación relataré. No quisiera emplear este espacio en detalles así que comenzaré sin demora. Antes que nada, me presento ante ustedes. Me llamo Marcel y esta, es parte de mi historia.

Tengo poco más de 45 años. Soy Capitán retirado de la marina mercante de mi país. Cuando me otorgaron mi baja (esto debido a un accidente del cual, afortunadamente, salí sin mayores consecuencias), pensé en ocupar mi tiempo libre en algo productivo. Nunca fui amigo de contemplar el paso de las horas sin nada que hacer por lo que con el dinero de mi retiro y mi seguro, así como un capital que tuve a bien fomentar, decidí radicar en uno de los más bellos y paradisíacos rincones del Caribe a comenzar un negocio por propia cuenta. No tarde en concretar la compra de un hermoso velero el cual acondicioné para realizar travesías en los distintos puntos de interés para los turistas que visitan estos lugares. El inicio fue un poco difícil, pero poco a poco y gracias a mi dedicación logré consolidarme como uno de los preferidos para esta clase de paseos. La realidad es que con tantos atractivos en estas benditas playas que dejan con la boca abierta a los extranjeros, mi trabajo se simplificaba enormemente.

Una tarde como cualquier otra, estaba en mi pequeña oficina realizando algunos trabajos administrativos cuando sonó el teléfono. Al momento de contestar me llegó del otro lado de la línea una bella voz que preguntaba por el tipo y el costo de los paseos. Amablemente le fui indicando cada una de las opciones que normalmente ofrezco y sin ningún problema llegamos a un arreglo. La dueña de tan encantadora voz dijo llamarse Pilar y por el acento, deduje que era española. Ella quedo en estar al día siguiente temprano en el muelle junto con sus dos hijos, por lo que me di a la tarea de avituallar mi embarcación y prepararla para salir tan pronto se apersonaran mis clientes.

A la mañana siguiente estaba terminando el encordaje de las velas cuando un taxi se estacionó a las puertas de la marina en donde fondeo mi velero. De él bajaron 3 figuras cargando algunas mochilas por lo que dejé un momento lo que hacía y me apresuré a bajar al muelle para ayudarles.

Buenos días y muchas gracias por tener la oportunidad de servirles –dije mientras me quitaba la gorra y extendía la mano para saludarles-. Es un honor él poder hacerlo.

¡Muchas gracias Capitán Marcel! –dijo la señora Pilar mientras esbozaba una cálida sonrisa y apretaba mi mano devolviéndome el saludo-. No dudo ni por un momento que este paseo será el punto culminante de nuestras vacaciones.

Muy amablemente ella me presentó con sus hijos. La mayor, una señorita muy simpática de nombre Rita y el más jovencito, Pablo, un muchacho muy agradable aunque algo tímido. Mientras ellas se encaminaban al barco, Pablo y yo nos hicimos cargo de las mochilas para que, al ir recorriendo el muelle, comenzáramos una amena plática. Su padre, me dijo, era un empresario muy ocupado que se había quedado en su país terminando unos negocios importantes, así que ellos se adelantaron para poder disfrutar más tiempo de las playas. Al llegar junto al velero, ayudamos a las damas a abordar y mismo tiempo que ellos se acomodaban en los camarotes, terminé con las faenas pendientes para poner la proa del barco a favor del viento y encaminarnos hacía el mar abierto.

Mientras estaba al mando del timón, no pude dejar de recordar la grata impresión que me habían causado Pilar y su hija. Ella, según mis cálculos, debía de tener 40 años o poco menos pero su impactante belleza, acentuada por su madurez, era algo digno de admirar. Unos hermosos ojos verdes que contrastaban con el negro intenso de su cabello recogido en una coleta eran él acople perfecto a su bello rostro. Su cuerpo no tenía nada que pedirle al de cualquier jovencita. Unos senos erguidos hacían una estupenda combinación con su trasero firme y con sus estupendas piernas. Rita, al igual que Pablo, ostentaba los mismos ojos verdes heredados de su madre. Además, la joven también era dueña de un fabuloso cuerpo que, a juzgar por lo que Pablo me comentó en relación a la edad de ellos (17 ella y 15 él), aún le faltaba desarrollar todavía más las ya muy atractivas formas del mismo.

Unas voces acompañadas de risas me devolvieron a la realidad. Saliendo por la escotilla que da al interior del barco, me saludaron agitando las manos. Mis ojos se abrieron impactados ante la visión que se me presentaba. Pilar y Rita estaban apenas cubiertas por un par de bikinis diminutos. La soberbia imagen de la madre y la hija luciendo sus encantos era algo sublime. Los senos de Pilar apenas eran contenidos por el colorido sostén que portaba. Los pechos de Rita, no tan grandes como los de su madre, también eran de muy respetables dimensiones. Las dos tenían puestas unas tangas de las llamadas tipo brasileñas, que permitían apreciar las bellas nalgas en plenitud. Debido al movimiento natural del barco, tuvieron que tomarse de las cuerdas para mantener la vertical por lo que en un momento dado Pilar giró sobre si misma permitiéndome ver como el frente de su tanga se abultaba de una manera excitante. Mi mente trabajó a mil por hora haciendo conjeturas sobre la cantidad de vello púbico que esta sensacional mujer debía tener ocultando su preciada vulva y la manera en que debió arreglarlo para que fuera contenido por tan pequeña prenda.

La vista del azul turquesa del mar que nos rodeaba fue como un golpe a sus sentidos. Con gritos de gozo, fueron disfrutando intensamente del paseo. Cada rincón de playa, cada isla, el acompañamiento de los delfines y sus saltos frente a la embarcación no les dejaron un minuto de descanso. La jovialidad de esta encantadora familia era tal que me fueron envolviendo en su alegría. Todos ellos pasaron bajo mi supervisión a tomar un momento el timón en sus manos. Pablo se comportó de una manera muy capaz a la hora de controlar en barco. No dudo que este chico tenga una buena madera para dedicarse al mar. Un poco temerosas, Pilar y su hija también se portaron a la altura. Sin embargo, me suplicaron que me mantuviera junto a ellas por lo que pudiera pasar. Al ponerme detrás, no pude dejar de lanzar miradas furtivas a las bellas posaderas de las dos. Aún no puedo decir si fue por un movimiento inesperado, pero en un momento dado, Pilar retrocedió de manera súbita por lo que su cuerpo y especialmente sus nalgas se pegaron completamente contra mi verga la cual, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, se erecto dentro de mis pantalones.

¡Caramba capitán Marcel! –dijo la sensual señora con una de esas pícaras sonrisas que le iluminaban el rostro-. Esto en verdad es duro, ¿no cree?

Francamente me quedé sin habla, lo que motivo que las dos damas estallaran en risas mientras se miraban enigmáticamente. El pobre Pablo, que no se percató de nada, tenía la misma mirada de no entender que un servidor. Pasado el embarazoso momento, continué al mando de la embarcación mientras ellos seguían disfrutando la dulce brisa. En ese momento pasaban muchas cosas por mi cabeza las cuales se incrementaron al descubrir las miradas furtivas que me enviaban ocasionalmente Pilar y Rita. Esto es una locura, pensé. No debo de tratar de buscarme aventuras y menos a costa de estas personas que me entregaban toda su confianza. Me di un baño de agua fría imaginariamente y proseguí con la travesía.

El día fue dando paso a tarde y para darles una sorpresa, puse la proa hacía una oculta caleta que descubrí en uno de mis anteriores viajes. La entrada a la misma esta escondida por unas rocas y es poco recomendable tratar de pasar si no se tiene un buen conocimiento de las mareas. Poniendo toda mi atención, dirigí el velero y en cuestión de minutos se abrió ante nosotros la magnifica bahía. El azul intenso del agua en completo reposo y la inmaculada arena blanca rodeada de cocoteros dejaron sin habla a mis clientes. Rápidamente puse una lancha de remos en el agua y con ellos a bordo, me dirigí hacia la playa. Pasaron toda la tarde jugando y disfrutando de las cálidas aguas mientras yo me ponía a preparar los enceres y los alimentos para la cena, la cual les serví en la cubierta principal a la luz de las velas.

Totalmente satisfechos y cansados, tomaron una copa de vino pausadamente mientras un servidor, guitarra en mano, entonaba algunas canciones. La velada fue estupenda y cerca de la media noche se despidieron muy cordialmente dirigiéndose a sus camarotes para descansar. Yo me quedé recogiendo todo y llevando los trastes a la cocina de la nave. Tratando de hacer el menor ruido posible, puse la loza en el lava trastes automático de la cocina y terminé de acomodar la mesa y las sillas plegables. Para llegar al armario en donde guardo estas cosas se tiene que pasar un angosto pasillo que se encuentra detrás de los camarotes del velero, estos tienen unas troneras situadas a mayor altura que una persona de talla normal y permiten el paso de la brisa al interior. Para hacer el lugar más intimo, tuve el cuidado de instalar unas cortinas en ambos camarotes dándoles un toque más hogareño. Una vez que había terminado de guardar todo.

Me encaminé por el pasillo para salir a la cubierta superior cuando un ligero gemido me puso en alerta. La tenue luz de las lámparas iluminaban una de las troneras. Sigilosamente regresé sobre mis pasos y poniendo atención esperé por unos momentos. Un nuevo gemido, más intenso que el anterior, confirmaron mis sospechas. De principio no podía saber si era Rita o su mamá quien ocupaba este camarote y por lo mismo, mi curiosidad fue en aumento. Si, lo confieso, en esos momentos mis sentidos gobernaban mis actos y mi prudencia se fue por la borda. Poco a poco regrese al armario y abriéndolo muy lentamente para no hacer ruido, extraje un cajón de madera que puse bajo la tronera. Con cuidado me incorporé, no sin antes sujetarme, para mirar pausadamente al interior.

Cualquier cosa que hubiera podido imaginar se habría quedado corta ante lo que se presentaba a mis ojos. Ahí, recostados sobre la litera, estaban Pilar y Pablo. Ya había tenido oportunidad de escuchar y de leer sobre relaciones incestuosas, inclusive un amigo me prestó un video con una supuesta pareja de madre e hijo teniendo relaciones sexuales, pero se notaba de inmediato que los dos eran actores sin ningún parentesco entre ellos. Esto era muy diferente. La formidable señora estaba completamente desnuda inclinada sobre el joven cuerpo de su hijo.

Pablo, con los ojos cerrados. Dejaba que las suaves manos de su madre recorrieran centímetro a centímetro su anatomía. La mirada de ella, llena de deseo y ternura al mismo tiempo, comenzó a enfocarse en la abultada protuberancia que se levantaba dentro de los pantaloncillos del muchacho. Al verla, no pude menos que darme cuenta que había quedado muy parco en mi imaginación con respecto a sus atributos. Sus senos, inmaculadamente blancos, eran coronados por dos pezones acanelados. Aún no tenía a la vista su vagina, pero si podía contemplar a mis anchas las excelentes y tersas nalgas que descansaban en ese momento sobre sus piernas. Su boca se abría en una forma por demás excitante.

En un momento dado, ella puso ambas manos a los costados de la prenda que aún vestía él, quien al sentir la intención de Pilar, arqueó la espalda y permitió que se lo quitara sin problemas. Los ojos de la señora relampaguearon al tener frente a ellos la erecta verga de su hijo. No pude dejar de asombrarme ante el tamaño de semejante leño. A pesar de su edad, el muchacho ya había desarrollado un pene que debía tener no menos de 8 pulgadas de largo además de ser bastante grueso. Por la mente me paso que la diaria convivencia de ambos había permitido a Pilar, en algún momento, descubrir tal instrumento. Un nuevo gemido me sacó de mis cavilaciones y mis sorpresas fueron en aumento. Con un lento movimiento de arriba hacia abajo, la experta mano de la señora había comenzado a masturbar a Pablo, logrando que del brillante glande comenzara a salir el líquido preseminal, que ella se encargó de embarrar por todo el tronco. Las manos del muchacho apretaban las sabanas con intensidad mientras su cabeza giraba de un lado a otro de la almohada. Aún mantenía los ojos cerrados, disfrutando completamente entregado las sabias caricias de su madre.

Pilar, poco a poco, fue resbalando su cuerpo a lo largo de la cama. Con esta acción, un servidor ya tenía una vista inmejorable del tesoro que ocultaban sus pernas, ya que ella, en un acto reflejo, las abrió para acomodarse mejor. Una mata abundante y perfectamente recortada envolvían una raja ya completamente húmeda. Un poco más arriba, entre los dos globos que formaban sus nalgas, se admiraba a plenitud su apretado ano. Toda la maestría que da la experiencia utilizó Pilar a la hora de recortar su monte de venus. La suave pelambre, tan negra como su cabellera, eran un homenaje al erotismo más extremo. Poco a poco, la boca de la sensual mujer se fue acercando a la durísima verga de su hijo. Al tenerla ya a su alcance, su lengua salió furtivamente de su boca y comenzó a recorrer toda la superficie de la tranca.

Fueron segundos que se convirtieron en siglos. Pablo hacía esfuerzos sobre humanos para no gritar de placer. En un momento dado, ella la tomó con una mano y abriendo al máximo su boca, se introdujo en ella casi toda la extensión de la verga. Desde mi oculto lugar podía admirar como saboreaba el gigantesco caramelo de su hijo. El suave sube y baja de su cabeza así como la forma en que chupaba el enrojecido glande era un espectáculo brutal. Pilar, que debería estar en muy cerca de la cumbre del placer, deslizó lentamente su mano libre entre sus piernas y con suaves movimientos circulares comenzó a acariciar toda la extensión de su vagina. En uno de esos movimientos, dejó que su dedo índice se abriera paso al interior de su panocha. Pronto adaptó el movimiento del dedo, que para ese instante salía totalmente bañado por su dulce néctar, con el de su boca sobre la verga de Pablo. Ver como esta madura mujer se extasiaba hasta el delirio con el impresionante miembro de su joven hijo superaba a cualquier tipo de película pornográfica.

Yo me encontraba para esos momentos totalmente excitado. No pude controlarme y prontamente bajé con una mano el cierre de mis pantalones, extrayendo mi erecto miembro. El suave contacto de la brisa marina sobre la sensible piel de mi verga, me produjo un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. No quería terminar antes de tiempo, así que traté de no tocarla y me concentré en la apasionada entrega de Pablo y su Madre.

Para estas alturas, la tremenda mamada que Pilar le proporcionaba a la verga de su hijo tenía a este a punto de soltar toda la leche que acumulaba en sus peludos testículos, pero bien dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Con toda su experiencia, ella redujo considerablemente la velocidad con la que tragaba casi todo el miembro y diestramente colocó una mano en la base del tronco. Con un ligero movimiento de sus dedos, cortó de tajo la inminente venida de su hijo, quien no pudo evitar el retorcerse e incrustar todavía más su enorme pene dentro de la boca de su madre. La señora retiró al momento sus tersos labios de la verga y dejó que se recuperará poco a poco. La agitada respiración del muchacho se fue asentando y mientras tanto, su mamá ya enterraba dos dedos en su empapadísima panocha. Con los ojos entrecerrados, Pilar fue sacando su mano de entre sus piernas y pasándola por arriba de su cuerpo, comenzó suavemente a acariciar su pequeño ano. De su garganta salió un opaco gemido al momento que uno de sus dedos se incrustaba en el interior de su culo. La otra mano no permanecía ociosa y con un vaivén acariciaba el pene de Pablo.

El muchacho, ya repuesto, comenzó a tomar la iniciativa. Sus manos comenzaron a acariciar los erguidos senos de su madre. Ella, al sentir la caricia, replegó un poco más su cuerpo sin sacar el dedo que entraba ahora con mayor libertad en su ano. Él no dejaba de amasar ambos globos e inclinándose, tomó al asalto los pezones. Los sonidos y las sensaciones de su lengua sobre ellos debieron provocar en Pilar un fuerte orgasmo, ya que pude apreciar perfectamente como apretó las monumentales piernas mientras de su vagina brotaban líquidos que las empaparon en su cara interna de las mismas. Las contracciones del cuerpo de la señora continuaron por algunos momentos más mientras la boca de su hijo succionaban ávidamente sus pechos. Él, ya con toda la confianza, fue dándose vuelta sobre la cama desconcertando por un momento a su madre. Cuando ella se percató de sus intenciones, ya tenía la legua de Pablo raspando salvajemente su clítoris.

El gemido que soltó me heló la sangre en las venas. Rita pudo haberlo escuchado sin problemas y acudir a la otra habitación a ver que sucedía. Bajé apresuradamente del cajón y me acerqué a la otra tronera para mirar al interior y ver si la hija se había despertado. El camarote estaba en total oscuridad, sin embargo, se podía apreciar las formas de un cuerpo bajo las sábanas. Me quedé por algunos momentos a la espera pero, al parecer, la jovencita estaba profundamente dormida. Ya tranquilo, retomé mi anterior posición.

Pilar y su hijo no habían desaprovechado el tiempo y los dos encontraban en un salvaje 69. la lengua del muchacho partía toda la vulva de su madre sin descanso. Sus labios apresaban por momentos el erecto clítoris y lo chupaba como su fuera la más deliciosa de las paletas. La señora, mientras tanto, metía la verga en su boca y lo sacaba para pasar la lengua por todo el glande. La nueva imagen, los sonidos y los olores que emanaban de sus sudorosos cuerpos embriagaban mis sentidos, provocando que mi pene se pusiera todavía más duro. Por todos los medios trataba de no venirme para continuar disfrutando de esta increíble velada sexual.

Fue Pilar quien detuvo el ritmo de la mamada sobre el miembro de su hijo. Pasando una pierna sobre la cabeza del joven, le retiró de su alcance su ensopada panocha. Antes de que Pablo protestara, ella puso delicadamente un dedo sobre sus labios. Lo retiró y bajando su propia cabeza, juntó su boca a la suya, dándole un apasionado beso. Creí adivinar lo que seguiría y la emoción me erizó la piel. La mujer, dando unos pasos para atrás, se subió de nuevo a la cama. Lentamente, una de sus piernas cruzó por sobre su cuerpo y, de rodillas, puso la delicada vagina sobre el tremendo leño del muchacho. Delicadamente lo tomó con una mano y fue pasando la glande entre los mojados labios de su raja. la deliciosa tortura pareció incrementar el tamaño y el grosor del miembro de Pablo, quien ahora abría la boca con desesperación.

Unos segundos después, Pilar ya no pudo controlarse y dejando salir un nuevo alarido de su garganta, se dejó caer incrustándose totalmente la verga de su hijo. Yo estaba también con la boca abierta. Ella inició cadenciosamente un levantamiento de sus caderas con lo cual el pene salía casi totalmente de su panocha, para luego dejarse caer, tragándoselo todo nuevamente. Pablo, para disfrutar más, colocó sus manos debajo de las nalgas de su madre. Así, él tenía el control de las subidas y bajadas logrando que ella comenzará a tener una serie de bestiales orgasmos. Claramente podía observar como el miembro del muchacho estaba completamente mojado por los jugos de su madre cuando abandonaba el interior de la mágica gruta. Para estas alturas, la cuidada mata de bellos que adornaban el tesoro vaginal de Pilar, se encontraba enteramente mojados y pegados, como testigos de la brutal cogida.

Por mi cabeza no pasaba ni por asomo que sucedería si Rita los sorprendía en pleno encuentro sexual. En ese momento, mis sentidos estaban puestos en la forma que ambos daban rienda suelta a sus instintos. Pablo, al parecer, quería complacer con creces el goce que su mamá le proporcionaba. Como un pistón perfectamente engrasado, el acerado miembro taladraba sin descanso la vagina de su madre quien, tomando con las manos sus lechosos senos, los acercaba a su boca para saborear sus pezones. La cabalgata de Pilar se extendió por algunos minutos más. De pronto, Pablo detuvo el rítmico movimiento y poco a poco la fue desmontando de su erecto miembro. Ella no comprendió de principio, pero al incorporarse él de la cama, una sonrisa afloró en su rostro. Dócilmente, se acomodó de cuatro patas sobre la cama. Tomó una almohada y mientras descansaba en ella su cabeza, abrió las piernas y levantó las rotundas caderas.

Su hijo comprendió que ya estaba lista, por lo que se situó ante el monumental trasero. Tomando con una mano su verga, acomodó el glande dentro de los labios exteriores de la vulva. Pilar, al sentir de nuevo el suave roce del miembro, empujó sus caderas hacia atrás, incrustándose nuevamente todo el pene dentro de su panocha. Pablo estiró los brazos y tomó por las caderas a su madre para hacer más intensa la penetración. Ella, para evitar que sus gritos de placer se escucharan por todo el caribe, mordía con desesperación la almohada. Los orgasmos llegaron otra vez a raudales para Pilar. Su hijo no solamente le metía la de la verga, sino que ahora, ondulaba de un lado a otro y de arriba abajo sus caderas para llegar a todos los rincones de la mojada gruta.

Mi boca estaba completamente seca por la excitación. No recuerdo cuanto tiempo había pasado ya, pero a mí me parecían siglos. La resistencia de Pablo era de no creerse. El bombeo de su parte continuaba sobre la raja de su madre sin dar muestras de fatiga. Bendita juventud, pensé no sin algo de envidia. Pilar había encontrado a alguien, su propio hijo, que habría de proporcionarle todo el sexo que necesitara sin que buscara fuera de su casa. Ella, por su parte, le mostraría al joven todos sus secretos para convertirlo en gran amante. La bella y madura mujer aprovecharía sin duda cada segundo a su lado, hasta que él partiera buscando sus propios horizontes en la vida.

Ahora, el muchacho fue lentamente deteniéndose. Se inclinó sobre las espaldas de su hermosa mamá y le dijo algo al oído. De nueva cuenta, extrajo el aceitado miembro de la vagina mientras se incorporaba. Empujó un poco más el cuerpo de ella sobre la cama para ponerse él de pie sobre la misma. No supe al principio lo que quería hacer pero entendí todo claramente cuando bajo una de sus manos e introdujo dos dedos en la ensopada raja. los humedeció todo lo que pudo y con delicadeza esparció los jugos en el ano y alrededor del mismo. Segundos después, uno de los dedos se abría paso por el apretado orificio. La cara de Pilar se enterró de nuevo en la almohada, ahogando sus gemidos. Pablo continuo introduciendo y retirando suavemente el dedo dentro del culo de su madre hasta que consideró que estaba lo suficientemente lubricado. Tomando su duro miembro, acercó pausadamente la punta del mismo tocando el borde del ano.

Sin soltarlo, empujó lenta pero resueltamente, provocando que el pequeño agujero cediera a la presión y permitiera el paso del glande. Claramente pude observar como la ardiente mujer apretaba las sabanas con sus manos, sin embargo, en ningún momento hizo nada para detener la resuelta penetración de su culo por parte de su hijo. Este continuaba enterrando la totalidad del tronco en el estrechísimo conducto en cámara lenta. Definitivamente no era tarea fácil. Semejante verga abriéndose paso por tan pequeño lugar causaba escalofríos. El tiempo pareció detenerse hasta que la totalidad de él gigantesco ariete se enterró en el ahora dilatado culo de Pilar. Prudentemente, Pablo dejó pasar algunos segundos para que ella se acostumbrara al recio invasor dentro de sus entrañas. Muy despacio, el joven fue sacando su miembro del ano de su madre para enterrarlo de nuevo una y otra vez. La magnifica señora abrió las piernas para que ofreciera un poco más de amplitud a la barra de carne que la hacía gemir intensamente. Bastaron unos cuantos movimientos de sube y baja para que los dos amantes se acoplaran de nuevo en un suave movimiento. El muchacho estiraba de cuando en cuando uno de sus brazos y recogía con la palma de la mano los abundantes líquidos que manaban de la vagina para embarrarlos en su pene y darle así una mayor lubricación.

Claramente podía ver como Pablo realizaba una danza que volvía loca a Pilar. Ella, con su misma diligencia, seguía como un libreto los eróticos movimientos con sus caderas, haciendo que los testículos de su hijo se aprisionaran contra su raja al introducirle la totalidad de su verga. De nuevo, fue el muchacho quien detuvo poco a poco la salvaje penetración. Con todo cariño, retiró la enorme tranca del culo de su madre y tomándola de las nalgas, la puso de espaldas a la cama. Con calma, colocó sus piernas en los hombros y tomando su pene lo restregó por toda la vagina para mojarlo completamente. Pilar, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, se aprisionaba sus maravillosos senos. Afirmándose sobre el piso del camarote, él dejó de realizar la exquisita tortura sobre la panocha y con un rápido movimiento, incrustó el ariete en el apretadísimo ano de su madre. Con un gemido, ella agitó convulsivamente su cuerpo y abrió más las piernas, separándolas de los hombros de su hijo, lo que aprovechó para dejar correr lentamente todo el enorme tronco en el interior del culo de la espectacular mujer.

Unos segundos después, empezó a bombearla en forma intensa. Yo no podía dar crédito a lo que veía. El ano de Pilar se había hecho perfectamente a la enorme verga de Pablo y a cada embestida se oía como un chapoteo producto de los flujos que la madura señora estaba soltado a chorros desde su vagina y que al resbalar, empapaban el grueso miembro que se enterraba con placer en su culo. Ella, para hacer todavía más intensa y profunda la penetración del miembro, puso sus manos sobre sus tersas nalgas y las abrió completamente. No paró de tener un orgasmo detrás de otro durante los minutos que estuvo bombeándola hasta que, entre sollozos, anunciaba con frenesí una cascada de orgasmos que violentaron su cuerpo y que lograron, también de forma increíble, que la amoratada verga de Pablo empezara a soltar toda su leche dentro de su culo. El jovencito se desplomó, totalmente agotado, sobre el cuerpo de la otoñal señora quien amorosamente lo abrazó y lo cobijó mientras la respiración agitada de ambos comenzaba a tranquilizarse. Unos pocos instantes de relajación fueron suficientes.

Con una sonrisa en su cansado rostro, Pilar empujó suavemente al muchacho, tomó la verga y la sacó muy lentamente de su ano. Después empezó a chuparla con verdadero deleite, limpiándola en su totalidad hasta que quedo flácida y brillante. Cuando terminó, tomó a Pablo de las manos y lo jaló de nuevo sobre ella juntando sus cuerpos. Mirándose fijamente, fueron acercando sus labios para besarse delicadamente, mientras encontraba a tientas el interruptor de la luz. Con un pequeño movimiento lo pulseo, dejando el camarote en la oscuridad. Pocos minutos después, un par de suaves respiraciones indicaban que la pareja, con un reconfortante sueño, recuperaban las fuerzas empleadas en el maratónico encuentro sexual.

¿Que podía pensar en aquel instante? La verdad es que mi cerebro era una completa maraña de imágenes que se entremezclaban. Por inercia, bajé despacio del pequeño cajón y lo puse de nuevo en su lugar, retirándome sobre mis pasos hasta salir a la cubierta superior del velero. La brisa acompañada del rocío del agua salada golpeaba levemente mi rostro, ayudándome a aclarar mis ideas. Había dejado una botella de escocés en una pequeña alacena que esta junto al timón. Yo bebo muy poco y en ese momento me hacía falta un trago. Tomé un vaso y vertí el dorado líquido que apuré al momento. Mi garganta ardió al bajar este con rapidez por mi esófago, provocando una ligera tos de mi parte. Ya más calmado, tome asiento en una butaca colocada junto a la baranda de popa llevando en la mano el vaso con un poco más de escocés. Pausadamente, fui bebiendo el contenido del mismo dejando que mi mente volara en la lejanía. Cerré los ojos y un suave sopor fue haciendo presa de mis sentidos.

Un crujido en la escalerilla puso en alerta. Tratando de aclarar la vista, pude distinguir entre la penumbra una figura que subía los peldaños hasta hacerse presente sobre la cubierta. No, no estaba loco ni había bebido lo suficiente como para empezar a desvariar. Ahí, completamente desnuda, estaba Rita. Su cuerpo, con toda la tersura y lozanía de una mujer en ciernes, era una magnifica competencia a la brutal belleza de su madre. Dos pechos totalmente erguidos portaban con orgullo un par de pezones que se proyectaban hacia el frente como si estuvieran hechos del más fino marfil. Sus piernas se notaban duras y firmes, al igual que las sensacionales nalgas. En lo único que se diferenciaba de Pilar era que su pubis estaba completamente rasurado, permitiendo la vista de una maravillosa raja. Al descubrirme, una sonrisa de lo más sensual se hizo presente en su rostro. Resueltamente caminó hasta situarse a escasos centímetros de este congelado marino que no alcanzaba a mover un solo músculo. Sin dejar de sonreír, fue inclinándose pausadamente, a la vez que una de sus manos se posaba sobre mi verga. En ese momento me di cuenta que todavía la tenía fuera de los pantalones y que al contacto de la delicada mano de la jovencita, comenzó de nuevo a erguirse con prontitud.

¡Vaya capitán Marcel! ¿Que tenemos aquí? –dijo Rita con la mirada completamente clavada sobre mi pene-. Por lo visto el espectáculo de mi madre y Pablo lo dejaron muy excitado.

Pero ¿Tú como sabes? –le respondí con incredulidad-. Estabas dormida en el otro camarote ¿O no?

No, no estaba dormida. Escuche todo perfectamente, inclusive cuando se acercó a mirar. Pero no tema. De hecho, ella me permite espiarlos de vez en cuando, pero sin que mi hermano se entere. Además, ya sabe que usted me gustó desde que lo vi en el muelle.

Escuchaba sin dar crédito. ¡Un hombre ya mayor como este viejo lobo de mar, era deseado por una jovencita que podía tener legiones de muchachos a sus pies!

Rita, yo podría ser tu padre. No creo que....

No diga nada –me calló al momento poniéndome un dedo sobre mis labios-. Siempre me han gustado los hombres maduros, como usted.

Ya no hubo más palabras. Cualquier protesta que pude decir quedo ahogada en mi garganta cuando la sensual jovencita bajó su cabeza y con presteza introdujo mi pene dentro de su boca. Claramente pude sentir cuando sus labios hicieron contacto con mi velludo pubis. Con la misma agilidad, fue sacando mi hinchado miembro de su garganta dándole un beso al morado glande cuando lo retiró. Su lengua comenzó a recorrer toda su extensión así como el tronco para después introducírselo nuevamente en la boca, tragándoselo entero. Por varios minutos estuvo realizando este tratamiento que me tenía con los ojos cerrados y ambas manos sobre su cabeza, acompañándola en el recorrido. Ella no había permanecido pasiva, ya que desabotonó mis pantalones y los jaló por mis piernas hasta quitármelos, dejándome únicamente con la playera puesta. Fueron momentos increíbles en los cuales se escuchaban solamente nuestros gemidos acompañados del suave batir del océano.

Con todo el dolor de mi alma, retire mi mojadísimo pene del interior de la boca de Rita. Ella protestó con un mohín de disgusto, pero su mirada se iluminó cuando se dio cuenta de mis intenciones. Tomándola de las manos la incorporé. Jalé una de sus piernas y la crucé sobre mi cuerpo. Me deslicé sobre la butaca poco a poco hasta que mi boca estuvo a la altura de su magnifica vagina. La jovencita entendió perfectamente lo que me proponía y con un suave movimiento, fue bajando sus caderas hasta que su raja hizo contacto con mi boca. No podría describir el sabor ni el goce tan intenso que sentí al comenzar a chupar cada centímetro de la juvenil panocha. Mi lengua se convirtió en un remolino sobre los labios interiores y exteriores. Cada gota de sus jugos que comenzaron a brotar en cascada eran capturados por mi boca que los tragaba sin descanso. Ella agitaba sin control su cabeza de un lado para otro. Sus ojos se cerraban intermitentemente, mientras ahogados susurros anunciaban los brutales orgasmos que sacudían todo su cuerpo, aumentando el caudal de líquidos que brotaban sin control de su encharcada vulva.

Utilizando mis manos, abrí un poco su raja encontrándome su clítoris ya completamente erguido. Resueltamente lo ataque, haciendo que los gemidos de la muchacha se incrementaran alarmantemente. Ella tuvo que morderse los labios para no gritar y que pudieran escucharnos. Con mis labios lo tomé suavemente y lo chupé como si fuera el último caramelo sobre la tierra. Mientras tanto, dejé que uno de mis dedos se empapara de los líquidos que fluían sin parar de la apretada panocha. Poco a poco lo retiré y tratando de no causarle daño, lo introduje en su sonrosado ano. Rita abrió los ojos. No esperaba este invasor de su trasero, pero en lugar de protestar, resueltamente abrió sus tersas nalgas con sus manos, dejándome completamente libre el camino a su culo. Ya sin oposición, mi dedo se incrustó en su totalidad. Continué con mi incesante chupeteo sobre el clítoris y la raja mientras su ano se familiarizaba a esta nueva sensación. Cuando ella comenzó a mover de arriba hacia abajo las caderas, comencé a sacarlo y meterlo siguiendo su movimiento. Para ese momento, el viento se había llevado mas allá del horizonte cualquier perjuicio que aún pudiera tener.

La fenomenal chupada continuo un tiempo más. Mi verga pulsaba incontrolablemente y esto no paso desapercibido para la bella muchacha. Resueltamente separó su ensalivada raja de mi boca y retiró despacio mi dedo del interior de su culo. Dando un par de paso hacia atrás, se colocó justo sobre mi erguido miembro. Lo tomó resueltamente con una mano y lo colocó en la entrada de su panocha. No tuvo que hacer más. Con un movimiento de mi pelvis, el durísimo palo fue penetrando en su vulva. La boca de Rita se abrió en su totalidad amarrando un grito en su interior, al tiempo que cerraba ojos. Yo apretaba los dientes fuertemente mientras mis manos se afianzaban a sus caderas, clavándola muy lentamente. En toda mi vida sexual, no había sentido nunca tal sensación en una vagina, ni siquiera cuando tuve la oportunidad de robar la virginidad de algunas mujeres. Esto era completamente diferente. No solamente era increíblemente estrecha, sino que el calor que emanaba de su interior solo podría compararse con el de un horno abierto. Fueron segundos que se convirtieron en una eternidad hasta que sentí la suavidad de sus nalgas en mis muslos. Puso las palmas de sus manos sobre mi pecho y yo entendí la señal.

Quería que me quedara completamente quieto, hasta que se acostumbrara al tamaño de mi pene dentro de ella. No quería que esto se acabara nunca. Podía escuchar su respiración agitada mientras sentía la tibieza de sus nalgas en mis manos. Su piel estaba completamente erizada. Subí despacio las manos por su espalda y la empujé sobre mi cuerpo. Rita estaba como en éxtasis por lo que no ofreció resistencia. Me acomodé de tal manera que unos momentos después tuve al alcance de mi boca sus monumentales senos. Saqué de nuevo mi lengua y probé el sabor de sus pezones. Eso fue suficiente. Como regresando de un sueño, la dulce jovencita comenzó a cabalgar sobre mi duro palo al tiempo que tomaba con sus manos sus pechos para ponerlos en mi boca. Igual que con su raja, no dejé un centímetro de ellos sin recorrer, chupando alternativamente sus pezones. Mi verga entraba y salía con mayor facilidad debido al masivo escurrimiento de sus líquidos.

La tomé de nueva cuenta de las nalgas para hacer más intensa la penetración sin dejar de comerme sus jugosos pechos. La cabellera de Rita estaba en completo desorden y de su boca escurría ligeramente un poco de saliva. Busqué experimentar una nueva posición así que subí las piernas a la butaca y la tomé de los hombros, empujándola sobre ellas para que sirvieran de respaldo a su espalda. Bajé mis manos y tomando sus pantorrillas. Las subí, apoyándolas por un momento en la butaca. Puse las manos en la parte baja de sus muslos y los separé. Su vagina quedó completamente abierta ante mis ojos, pudiendo admirar como el exquisito clítoris era raspado por mi durísimo miembro en sus entradas y salidas. De esta forma yo podía controlar la intensidad y la profundidad de las estocadas. Como un efecto secundario, la forma en que penetraba su panocha, hacía que el glande rozara el llamado punto "G". Basto poco tiempo de estarlo friccionado para que una nueva multitud de orgasmos se hicieran presentes en la humanidad de la bella muchacha, agitándola sin control y motivando una nuevo y espectacular brote de jugos que empapó mi pelvis. Las palabras emergían sin sentido de la escultural jovencita. Sus manos aprisionaban sus pechos y sus dedos pellizcaban sus pezones, poniéndolos todavía más duros y erguidos.

Yo disfrutaba increíblemente, al igual que la hermosa chiquilla montada en esos momentos sobre este asombrado servidor. Si alguien me hubiera dicho que tendría una aventura como esta, con lo que había visto y lo que ahora estaba haciendo, me hubiera reído frente a su cara y lo tildaría de loco o enfermo sexual. Bien dicen que la realidad supera a la ficción y ahora, lo estaba comprobando en carne propia. Dos espectaculares y sensacionales mujeres quienes, sin ningún tipo de remordimiento, gozaban al máximo su sexualidad. Aún más, madre e hija disfrutaban hasta el delirio, prodigándose todo el placer que eran capaces de aceptar y ofreciendo cantidades exageradas del mismo, compartiendo todas sus increíbles formas de dar rienda suelta a su sexualidad.

Para esos momentos, tenía los testículos a punto de explotar por la acumulación de mi hirviente leche, que ya amenazaba con salir sin control. Haciendo un esfuerzo sobrehumano, baje de intensidad la penetración dentro de la deliciosa vulva de Rita y poco a poco la fui retirando, hasta sacarla totalmente. La bella jovencita estaba de nuevo en el limbo, por lo que débilmente protesto. Me incorporé y la tome de la cintura, acomodándola dócilmente de cara sobre el mueble, como si fuera una hermosa muñeca totalmente entregada a mi voluntad. Sus potentes piernas se abrieron como una "V" invertida, dejando al descubierto su empapada raja y, sobre todo, su sonrosado y diminuto ano. Tomando mi durísima verga con una mano, comencé a restregar todo el glande entre los mojados labios de su panocha. La sensual muchacha apenas gemía, al tiempo que empujaba sus demoledoras caderas hacia atrás, tratando de ensartarse de nuevo. Yo sonreía para mis adentros, evitando penetrarla. Una malévola idea se apropio de mi mente y estaba a punto de llevarla a cabo. Poniendo los pies firmes sobre la cubierta, levante unos centímetros mi cadera y sin darle tiempo a reaccionar, puse la cabeza de mi palo en la entrada de su culo empujando resueltamente, hasta que este se abrió al máximo, dejándolo pasar.

Los ojos de Rita se abrieron como platos al girar su cabeza para mirarme por encima de su hombro pero, en vez de buscar desalojar mi pene de su ano, estiró los brazos y con decisión tomó sus duras nalgas, separándolas para que el ariete penetrara totalmente. Una nueva e increíble sensación se apodero de mis sentidos cuando mis testículos golpearon su encharcada vulva. Parecía que mi verga estaba prisionera en un anillo de acero. Podía sentir sin ninguna dificultad las paredes internas de su ano amoldarse sobre ella. Apreté resueltamente los dientes. Tenía que aguantar mi venida todo el tiempo que fuera posible. Comencé nuevamente a meter y sacar mi erecto palo, solamente que ahora en esta aterciopelada funda anal. Ya estaba en lo máximo, taladrando sin parar este espectacular y magnífico trasero, viendo como la arrebatadora chiquilla sacudía su cabellera sobre la butaca sin retirar sus manos de sus blancas nalgas. Un fuego monumental barrió con su calor todo mi ser, como aviso de mi imparable orgasmo. Por inercia, clave toda la extensión del miembro en el ano de la joven mientras me afianzaba de sus caderas.

Segundos después, un surtidor ardiente de semen brotó de mis testículos, bañando e inundando el culo de Rita. Descarga tras descarga, dejaba ir parte de mi vida en su interior. No resistí un segundo más. Tratando de no hacerle daño, retiré poco a poco mi amoratado pene y me dejé caer en sobre las duelas de la cubierta. La erótica jovencita se había puesto de rodillas sobre la butaca, retomando con lentitud su respiración. Todavía su trasero se erguía desafiante, por lo que pude observar como su dilatado ano se comenzaba a cerrar delicadamente. De él brotaban tenues rastros de semen que recorrían sin orden sus muslos, mojándolos a su paso. Con algunos trabajos me incorporé. Ayudándola a darse la vuelta, la tomé entre mis brazos, acomodándonos los dos sobre el mueble. No hicieron falta las palabras. En nuestros cansados rostros se notaba con facilidad cual intenso había sido nuestro encuentro. Yo acariciaba la desordenada cabellera de la joven mujercita mientras ella hacia lo propio con mi pecho. Poco después nos levantamos de la butaca. Tomé mis pantalones y, con toda precaución, la acompañe hasta la puerta de su camarote en donde nos dimos un beso antes que ella se retirara al interior. Yo caminé sin prisas por el pasillo y todavía con una sonrisa en el rostro, me tendí en mi litera, cayendo rápidamente en un profundo sueño.

Los primeros rayos del sol por la mañana me despertaron suavemente. Salí al corredor y subí por la escalerilla para saludar el nuevo día. El azul del mar y la blancura inmaculada de la arena contrastaban con viveza sobre él verde esmeralda de los cocoteros. Silbando una tonada, preparé con prontitud el desayuno para luego consultar las cartas de navegación y trazar la ruta camino a casa. Absorto en mis cálculos, no reparé cuando esta entrañable familia hizo su aparición en la cubierta. Con su contagiosa alegría, las dos bellas mujeres se acercaron y me saludaron con un beso en cada mejilla que, por la cara que debí poner, causaron las carcajadas del joven Pablo. No tardaron el devorar todo lo que había servido y sin perder un segundo, regresaron a disfrutar ampliamente de la majestuosa playa.

Un poco después nos despedimos de este lugar y, placidamente, navegamos de vuelta al embarcadero. Unas horas más tarde y luego de afianzar mi barco al muelle, los ayude a desembarcar y a bajar sus mochilas para acomodarlas en la cajuela del taxi que ya los esperaba. Con un abrazo me despedí de Pablo mientras me agradecía sinceramente por el inolvidable paseo. De la misma forma, su hermosa madre se despidió de un servidor solo que, de manera desapercibida para el muchacho, apretó su cuerpo contra el mío al tiempo que me daba un beso en la mejilla. Con un estremecimiento, pude sentir como la sensual y madura mujer me restregaba sus excitantes formas, sobre todo la suavidad de su vello púbico y el calor que emanaba de su vulva al hacer contacto contra mi verga. Su hija tomó pronto el lugar de Pilar antes de que yo reaccionara. Un nuevo beso en la mejilla y un cálido abrazo marcaron la despedida de la jovencita. Con melancolía, miré como subieron al auto y mientras agitaba la mano, este desaparecía a lo lejos. Di la media vuelta y regrese a bordo del velero para limpiarlo y poner todo en condiciones nuevamente.

Una vez que terminé con la cubierta superior me dirigí a los camarotes para recoger sábanas y sobrecamas de las literas para enviarlas a la lavandería. En el camarote que ocupó Pilar no tuve que hacer prácticamente nada. La diligente señora recogió por si misma todo y lo preparó para ser empaquetado. Agradeciéndole mentalmente, salí con los enseres y con ellos en las manos, entré primero en el camarote del muchacho y luego en el de Rita. La jovencita era igual de ordenada que su bella madre, ya que también preparó todo. Sin embargo, algo llamó mi atención. Sobre un esquinero, a un lado de la litera, estaba una hoja de papel cuidadosamente doblada. Dejé los paquetes que cargaba sobre la colchoneta y la tomé, abriéndola al instante. Era una nota dejada para mí por la hermosa chiquilla y lo que estaba escrito me dejó con la boca abierta:

QUERIDO CAPITAN MARCEL :

NO SABE CUANTO LE AGRADÉZCO TODA LA FELICIDAD Y EL PLACER QUE SENTI ANOCHE. FUE UNA VELADA MÁGICA.

HOY TEMPRANO, ANTES DE SALIR A LA CUBIERTA, MI MAMA ENTRÓ AL CAMAROTE Y LE CONTE DE NUESTRO MARAVILLOSO ENCUENTRO. ELLA QUEDO FACINADA Y ME PIDIO QUE LO INVITARA A VISITARNOS A NUESTRO HOTEL. MI HERMANO PABLO SALDRA HOY MISMO POR LA NOCHE DE VUELTA A MADRID.

AQUÍ LE DEJO EL NOMBRE Y ÉL NÚMERO DE LA HABITACIÓN. LO ESTAREMOS ESPERANDO A USTED CON IMPACIENCIA.

RITA

Doblando de nuevo la hoja me senté en la litera. Ya nada era imposible de creer, pensé mientras sonreía. Dejando a un lado la limpieza del barco, bajé a tierra y me encaminé a una de las muchas florerías que se encuentran en la zona turística para encargar dos enormes ramos de rosas y de paso, una botella de vino. Regresé a mi departamento y luego de asearme, me senté a disfrutar calmadamente una suculenta cena mientras escuchaba la suave cadencia de un disco de jazz. Al acostarme fui cerrando los ojos, esperando con impaciencia el día siguiente.

Así terminaron los primeros días de esta increíble aventura, cuyo epílogo espero poder redactar un poco de tiempo más adelante. Quisiera aclarar que todo lo anteriormente relatado, no fue una fantasía. Cada parte plasmada aquí, es autentica en su totalidad. No sé si en el futuro los caminos de esta entrañable familia y de un servidor vuelvan a cruzarse por obra del destino, pero en donde sea que se encuentren, mi pensamiento y mis mejores deseos los acompañaran.

Siempre me ha gustado el tener contacto con la gente, para poder intercambiar puntos de vista. El don de la palabra escrita es maravilloso y celebro sinceramente el que existan lugares como este magnífico foro que lo promueva intensamente.

Mi correo es: incitatus217@hotmail.com para cualquier amable comentario de su parte.

Hasta la próxima

Marcel