Pasión

El chico fue y tocó el suave prepucio y notó una tremenda excitación en sus genitales. Cuando el miembro de Paco comenzó a endurecerse y a agrandarse, el suyo le imitó

Feliz año, especialmente a mis comentaristas, y a mis lectores también, por supuesto.

PASIÓN

Iván entró en la habitación vacía del Colegio Mayor. Vio que había una zona habitada porque la cama estaba hecha, en la mesa de un escritorio había un ordenador y material de estudio, abrió el armario de ese lado de la habitación, comprobó que estaba lleno de ropa y lo cerró enseguida con un sentimiento de pudor. Dejó la maleta sobre la cama donde había ropa blanca doblada, abrió el otro armario y vio que estaba vacío. Se decidió a abrir su maleta y colocar su ropa en él. Luego comenzó a hacer la cama. Cuando estaba en plena faena, se abrió la puerta y apareció un chico mayor que el, más alto, más fuerte, de pelo rubio rizado y alborotado y vestido con el uniforme de un equipo de rugby. Se miraron un instante. Juan se quedó quieto mientras el otro chaval se acercó con el brazo extendido para saludarle. Se dieron la mano y se presentaron:

  • Hola, soy Patrick, pero me llaman Pat.

  • Yo soy Iván y creo que soy tu nuevo compañero de habitación. Supongo que esta zona es la mía y he comenzado a instalarme.

  • Está bien. Mientras te instalas me voy a dar una ducha ¿Vale?

  • Vale

Lo que más le había llamado la atención de su nuevo compañero fueron sus ojos, de un negro intenso y de una mirada profunda, pero tímida que le hacía bajar la mirada. Por lo demás era un chico guapo, moreno de piel, con la cabeza rapada y vestido al estilo "skate".

Entró en el baño, se desnudó y se metió en la ducha. Una sonrisa le iluminó la cara - Este no se me escapa- pensó mientras el agua corría por su cuerpo.

Mientras, Iván no dejaba de pensar en el semi-dios con el que iba a compartir habitación. No dejaba de pensar en el rostro duro cubierto de una corta barba rubia, en el vello que le asomaba por el cuello abierto de la camiseta de rayas negras y amarillas y en las piernas cubiertas del mismo vello de color rubio con grumos de barro y las medias desmalladas en sus pantorrillas. Aquello iba a ser un infierno para él.

PATRICK

Patrick supo que le gustaban los hombres cuando tenía doce años.

En aquella época, pasaba los veranos con sus padres en una villa en la costa de Santander en la que vivía su abuela materna. En la casa vivían los cuatro de la familia más la cocinera, la doncella y el chófer que se llamaba Paco. Los sirvientes adoraban al chico y éste a ellos.

Pat tenía un grupo de amigos con los que pasaba el tiempo, iban de excursión, se bañaban etc. Muchos días, cuando los días eran grises, se quedaban en la villa y jugaban en el jardín trasero, en el que estaba el garaje con la vivienda del chófer, el lavadero y una zona reservada para los niños. La vivienda tenía una peculiaridad que era que el baño estaba en el piso bajo del alojamiento.

Un día, jugando al escondite, a Pat se le ocurrió esconderse en el cuarto de baño de Paco, que daba directamente al jardín. ¿A quién se le iba a ocurrir buscar en la vivienda del chófer?. Entró corriendo y, sin pensarlo, entró en el baño de Paco, cerró la puerta y se quedó quieto y sofocado. Cuando se quiso dar cuenta, se fijó en que el chófer estaba duchándose y le miraba atónito con la pastilla de jabón en una mano, la esponja en la otra y por toda vestimenta, la espuma y el agua que le bajaba por el cuerpo.

Patrick se quedó inmóvil mirando aquel cuerpo lampiño y delgado pero musculado, siguió el reguero de la espuma, que escurría por el esternón y bajaba por el cuerpo hasta llegar a un bosque de vello oscuro, desde el que asomaba una salchicha gorda y de color canela que se le antojó enorme (hoy sabía que no era para tanto, pero entonces...a su edad...), aquella era la primera polla de adulto que veía en su vida. Todo esto transcurrió en segundos. Se dio la vuelta y salió corriendo. Perdió al escondite.

Aquella noche tuvo una especie de fiebre y una noche de insomnio pensando en lo que había visto y deleitándose en en cada rincón de aquel cuerpo, pero, sobre todo, recordando la mata de vello negra de la que surgía aquel miembro que le recordaba a aquellas salchichas gordas alemanas metidas a presión en un paquete de plástico transparente que compraban en el súper.

Durante los días siguientes, Pat fue a la vivienda de Paco con la intención de volver a verle desnudo. Estaba obsesionado con el cuerpo de aquel hombre. Hasta que un día lo consiguió. Oyó el sonido de la ducha y entró con precaución, cerró la puerta y se quedó apoyado en ella mientras observaba como el adulto se enjabonaba. Paco le miró, le sonrió -¿Te gusta ver como me ducho?-. El niño no contestó. - Quédate donde estás. Mira si quieres, pero no te muevas del sitio, ¿entendido?.

El niño se quedó en su sitio mientras veía como se duchaba su idolatrado Paco. Esa situación se repitió a lo largo de muchos días de aquel verano. Lo que más le gustaba era cuando se enjabonaba la entrepierna y veía como la salchicha se agrandaba y la piel se retraía dejando ver una pequeña porción de su glande. Paco le miraba y sonreía

  • Mira el niño, como se pone con solo mirar- le dijo un día.

Otra cosa que le excitaba era cuando se secaba. Como pasaba la toalla por su cuerpo, por sus axilas, por su culo, por sus genitales y como se frotaba la cabeza para después sacudirse el pelo como un perro dejando sus rizos alborotados. Así es como aprendió a hacerlo en la soledad de su baño. Las noches de aquel verano fueron tórridas para la piel y los genitales del adolescente.

Un día,al final del verano, desde su rincón, Pat le preguntó a Paco si podía tocar... Paco le dijo que no, pero el chico insistió diciendo que quería saber como iba a ser la suya cuando fuera mayor. Se miraron fijamente a los ojos. El chófer le extendió la mano y el chico entendió la señal y se acercó - Esto no se lo puedes decir a nadie... A nadie. ¡Entendido!-. El chaval asintió. El joven le cogió de la mano y se la acercó a la polla para que la acariciara. La sensación del chaval fue un remolino de sensaciones que le erizaron la piel, era tan suave, le dirigió la mano hacia el bosque oscuro para que lo acariciara, era un vello terso y rizado de un tacto que no conocía, le guió la mano por los cojones e hizo que los acariciara, el chico respiraba entrecortadamente mientras notaba como su pito crecía y se estremecía. El miembro de Paco se iba endureciendo y creciendo y, de repente, cortó el tema: -¡Ya!...ya basta Pat. Ya está bien. Es suficiente.

El año fue un martirio para Patrick. Solo quería ver las pollas de sus compañeros,(cuanto mayores mejor), de los monitores de los equipos, se fijaba en las entrepiernas, en los paquetes que ostentaban cuando iban con pantalones de deporte o con el chándal. Esto último era lo que le daba mayor morbo. Notar el miembro bajo el tejido de algodón. Las pajas que se cascó durante el año fueron incontables.

La veces que veía a Paco en casa de su abuela con su uniforme, se le antojaba un general, o un príncipe, pero era imposible tener relación con ese hombre en esas circunstancias. Nadie sabía lo que echaba de menos verle desnudo bajo la ducha. El año pasó y llegó el verano.

Patrick había dado un estirón considerable. Gracias al ejercicio se había desarrollado y se había dejado el pelo algo más largo y, al secarlo imitando a Paco, dejaba que los rizos rubios se alborotaran. Las chicas comenzaron a mirarle con ojos candentes y algunos compañeros también. Comenzaba a ser el hombre que sería después.

Ese verano que comenzaba sería el más importante de su vida en cuanto a experiencia sexual, una experiencia que le marcaría el resto de su vida.

Paco volvía de la playa por la tarde y Pat le esperaba en el jardín. El hombre se desvestía en la puerta de su estancia, se quitaba la camiseta y las bermudas, quedándose solo con un bañador speedo negro que se ajustaba a su paquete y culo como una segunda piel. El chico se fijaba en la cinta blanca que le caía sobre su miembro, miraba como deshacía la lazada con expectación porque sabía que después vendría la ducha. El chófer entraba en el baño y el chaval esperaba unos minutos y, cuando no le veía nadie, entraba y le miraba desde su rincón. Durante los primeros días solo observaba hasta que un día, después de secarse, el hombre le preguntó si ya no quería tocar. Pat se sonrojó y le respondió que llevaba un año esperando. Paco le sonrió y le extendió la mano - Yo también llevo un año esperando. Ven.

El chico fue y tocó el suave prepucio y notó una tremenda excitación en sus genitales. Cuando el miembro de Paco comenzó a endurecerse y a agrandarse, el suyo le imitó (en su medida), poniéndose duro hasta hacerle daño. Pat notó humedad en su mano y le miró interrogante. Por lo que sabía eso no era lefa. El chófer le dijo que eso era un líquido que segregaba la polla por gusto antes de correrse y le animó a que siguiera tocándole hasta que se corrió entre sus dedos. El chico se quedó mirando como la polla hinchada expulsaba su leche caliente, mientras notaba como el cuerpo del hombre se tensaba y oía como gemía de placer. Pensó en el poder que tenía de hacer estallar de placer a su querido Paco. Ahora lo sabía y lo iba a explotar.

Esta misma situación se alargó durante tiempo, provocando grandes corridas nocturnas en el adolescente, porque nunca se corría delante del adulto. Hasta que un día...

... un día, mientras Pat le pajeaba y el precum comenzaba a manar, Paco recogió un poco del líquido con su dedo índice y le mojó los labios con él. El instinto del chico hizo que se los lamiera y el sabor le provocó una sensación desconocida para él. El sabor le excitó de tal manera que la polla se endureció hasta el dolor mientras notaba como los cojones se le encogían. El hombre notó la excitación del chaval y volvió a pringarse el dedo con su fluido pero, en este caso, se lo metió en la boca notando que lo chupaba como un mamoncete. Entonces le dijo: "chúpala como si fuera un chupete y disfruta del zumo".

Patrick miró aquel perfecto capullo que manaba el líquido que acababa de probar y acercándose lentamente le lamió la zona del frenillo, el sabor le volvió a provocar tal excitación que se convirtió en un escalofrío, se animó y se metió el jugoso fruto en su boca para succionar el líquido que le volvía loco, luego se animó y fue introduciéndose el falo mientras lo embababa. El hombre gemía de placer y se apoyaba contra los baldosines, mientras el chico aprovechaba para masajear el mástil con una mano y con la otra los peludos huevos y el matorral oscuro de su pubis. Paco no se hizo esperar y sujetando la cabeza del adolescente, soltó el primer trallazo dentro de su boca. Pat notó como un líquido más espeso y sabroso le llenaba la boca, luego otro chorro y otro y otro....hasta que el chófer se vació en su boca. Si el sabor del précum le había gustado, este fue un postre con un sabor difícil de describir, pero absolutamente exquisito. Dejó caer el líquido por su garganta a la vez que le proporcionaba tal estado desconocido que se corrió sin tocarse.

Estaba en ese trance cuando sintió que Paco le alzaba, acercaba sus labios a su boca, para lamerlos. Pat, instintivamente los abrió y la lengua del hombre entró para lamer y saborear sus fluidos. El chico, con una calentura y excitación desconocida, se dejó hacer participando del morreo.

Esa fue la primera vez que Patrick probaba los fluidos de un hombre y eso le marcó para siempre.

A partir de ese momento, Paco y Pat disfrutaron durante todo el verano de mutuas mamadas. El chófer era el maestro y el chico el alumno, pero el alumno, con el tiempo superó al maestro.

La adicción a sabor a polla hizo mella en Patrick y durante el año que siguió lo buscó en un cine del que tenía noticias porque los padres prohibían a los hijos ir porque era de mala reputación, lo buscó en el parque central de la ciudad, del que le dio referencia uno de los mamados y en los urinarios de la estación, que también se enteró por otro de los complacidos. Su físico, además de la belleza que emanaba, surtía efecto por el cuerpo cada vez más desarrollado gracias a su afición deportiva. Mamó y mamó, le mamaron y le mamaron...

Pero Paco era su Paco... y su polla, su polla.

Un día se enteró de que se había ido de casa de su abuela porque se casaba y se marchaba a Venezuela.

Destrozó su habitación con ira, con desesperación y con un llanto incontenible.

Cuando terminó el Bachillerato, sus padres decidieron que debía hacer la carrera que decidiera en Madrid...y allí se fue , al Colegio Mayor, para estudiar Medioambientales.

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Mientras Patrick se dedicaba a exhibirse delante de Iván con la intención de seducirle, el chico estaba pasando un infierno de sensaciones y deseos, el deportista se exhibía desnudo cuando se cambiaba de ropa, o cuando salía de la ducha, o cuando llegaba sudado y embarrado del partido de rutgby. Iván no podía contener la excitación de ver a aquel oso rubio pasear delante de él luciendo aquel maravilloso cuerpo y bamboleando sus genitales también cubiertos de vello dorado, el chaval intentaba concentrarse en sus lecturas o su ordenador, pero la presencia de aquel hombre le erotizaba de tal manera, que no podía sino sentir como su miembro se endurecía y crecía. Así era imposible estudiar, pero lo que realmente quería era que ese hombre lo poseyera.

Patrick insistía en su danza de seducción porque estaba seguro que el chico caería en algún momento, pero debía ser cauto. Estaban en un colegio mayor y un escándalo podría costarle la expulsión del centro y una mancha en los equipos deportivos para toda su vida, por lo que debía estar seguro del momento del ataque.

Por su parte, Iván no dejaba de pensar en su compañero y de desearlo con desesperación, pero por su físico y su comportamiento, entendía que un hetero (que equivocado estaba mi chico), no repararía en un chaval como él. Por la noche, espera que el sonido rítmico de la respiración de su compañero le avisara de que estaba dormido para poder calzarse una paja mirando el compás de su pecho y el dulzor de su cara relajada por el sueño, le miraba con pasión, con amor, con deseo, y entonces, lentamente se masturbaba hasta que la eyaculación le hacía caer en un sopor que le llevaba al sueño profundo.

No os quiero contar las noches en que Pat llegaba de alguna juerga y, sin vergüenza alguna, se la cascaba mientras Iván le miraba con los ojos entrecerrados hasta que los chorro de lefa caían sobre el vello rubio del pecho y el abdomen del "apolo" a poca distancia de su cama. El chico se mordía los labios para no gemir de excitación. Luego esperaba la respiración acompasada y se la cascaba en silencio.

Lo dicho: un infierno.

Continuará.