Pasión 5

La tarde empezó con nuestros cuerpos encendidos...

Simplemente te sonrío y me dejo hace, mientras maquino. Represalias, no…., ese término se te quedará corto, cariño.


Pasamos la tarde “discutiendo” el trato y cuando estuvo zanjado pedimos la cena, y luego una buena ducha.

La luna estaba ya alta en el cielo, cuando decidí que hacía calor, y pensé en bajar a la piscina, no sin antes dejarte una nota con tus primeras instrucciones.

Habíamos acordado un día completo de sumisión sin rechistar, si rechistabas  tenía permiso para alargar el día o castigarte, como prefiriera. Y lo mejor, es que no tenía que esperar, tu día, empezaba ahora.

Mientras te duchabas salí silencioso del cuarto y bajé sin que me vieran, lógicamente, no estaba permitido ir a la piscina de noche, pero me daba igual.

Sobre tu cama una nota y una bolsita te reclamaban leíste la nota con impaciencia y vergüenza, pero un trato, era un trato. ¿Verdad?

Al verte aparecer, no pude más que sonreír.

Sonrojada y tapada por una de las toallas que habías bajado, las dejaste junto a una tumbona cercana a la piscina, junto a la bolsita, que te pedí que acercaras un poco más.

-Perfecta.-mi sonrisa no dejaba lugar a dudas, me encantabas tú y mi situación de poder.

-Pero…, esto no debería mojarlo…

Tu sonrojo te hacía ver más niña de lo que sabía que eras, te había dejado el conjunto de cama que llevabas puesto ésa tarde, para que bajaras a la piscina. Y aunque no querías lo hiciste.

-Vamos, entra, está muy buena. Espera, primero…., date un par de vueltas, estás genial.

Aún más sonrojada, giraste sobre tus talones, dejándome ver ése conjunto sujetador y tanga que tanto me había gustado la primera vez que lo vi.

Tras dos vueltas, entraste en el agua por la parte donde hacías pié.

Me acerco a ti, por detrás y te abrazo, y te quedas más relajada, hace calor, pero un escalofrío recorre tu espalda y eriza tu piel, así como tus pezones, que se marcan a través de la mojada tela.

Con una mano, te acaricio, mientras que con la otra te atraigo y te pego a mi.

Mis caricias por encima de la tela hacen mella en ti, que ronroneas cual gatita. Y bajando mi mano, introduzco mis dedos por dentro del tanga, acariciándote, y haciendo que comiences a gemir.

-Ten cuidado, gatita, que los vecinos pueden despertarse, si haces ruidos…

Tu labio inferior pasa a ser presa de tus dientes, mientras un pequeño gruñido de fastidio se te escapa. Sé lo difícil que te es estar callada, sobre todo, si soy bueno en lo que te haga, no contigo.

Subo mis manos, y destapo tus senos, intentas impedirlo al ver lo que quería, pero me miras, y bajas la cabeza, accediendo.

Tras acariciarte un poco, te suelto y te alejo, y quedas expectante, sin saber el por qué de mi actitud.

-Quítate el sostén y déjalo junto a la toalla.

Tu cara se torna roja en un instante, y lentamente, giras tu cabeza para buscar la toalla. Está sobre una tumbona cercana, pero no lo suficientemente cercana, como para no tener que salir de la piscina para obedecerme.

Bajas la cabeza, indecisa, tratando de pensar, qué hacer.

Me acerco a ti y sin miramientos, muerdo tu cuello, provocando un gemido que tratas de ahogar con todas tus fuerzas cuando sientes que mi mano se cuela en tu tanga, y mis dedos entran en ti. Los muevo todo lo rápido que puedo, a la vez que cambio tu cuello por tus pezones, los cuales, lamo succiono y muerdo. Tras un instante, te suelto y te alejo. Me miras extasiada, sin saber qué ha pasado.

-Ahora, el sostén. Y dóblalo bien, que no se estropee, me gusta.

Haces amago de salir del agua, pero te paro.

-Quiero que te lo quites ahora, antes de salir del agua.

Tus manos lentamente, se acercan a tu sostén, y lo desabrochan, deslizándose éste por tus brazos, y abrazándote a ti misma, para no enseñar demasiado, sales para dejarlo.

-Espera, antes de entrar, acércate.

Sé que te mueres de vergüenza, pero esto no es nada, con lo que tengo preparado para ti.

Salgo del agua, y me acerco a ti, y tras un ligero beso, cojo algo que ves perfectamente, de dentro de la bolsita.

-Las manos.- Y mientras me miras rogando en silencio que no lo hagas, te esposo las manos a la espalda.

-Perfecta. Ahora….- Y te ayudo a que vuelvas a entrar en el agua tibia, pues tus pezones han reaccionado con la fresca noche.

Al entrar en el agua, lamo tus pechos, mientras intentas no gemir muy alto. Y mis manos acarician tu cuerpo, bajando.

-Esto me estorba.- Y retiro la única prenda que aún cubría tu sexo, dejándote totalmente desprotegida, intenta quejarte y abres la boca para ello, pero con sólo mirarte, cayas. Mis manos te atienden, y mis dedos se adentran en ti una y otra vez. Lentamente, te atraigo hacia mi, y desabrocho mi bañador. Te llevo hacia la parte de la orilla, donde el agua aún roza tu cuerpo, y entro en ti, de una sóla embestida, sin pesperar a nada, al sentirlo, tomas una gran bocanada de aire, para no gritar, no lo esperabas, y ahora me miras fijamente, como reprochando algo, pero no te da tiempo a mucho, pues comienzo a embestirte de manera ruda, fuerte, una y otra vez.

De la bolsa he cogido también una pequeña bala, que introduzco en tu recto, y gimes más fuerte al notarla.

Te tensas cada vez más, e intentas morderme, pero no te doy tregua, y al terminar te beso, apasionadamente, ahogando los gemidos de ambos dentro de nuestras bocas.

Salgo de ti, y te ayudo, pero antes de irnos, te paro frente a la tumbona, y saco el último objeto de la bolsita, una bala, un poco mayor que la otra.

Te inclino sobre la tumbona, y la introduzco en ti. Luego te ayudo a ponerte de nuevo el tanga, y pruebo la eficacia de la bala que acabo de introducir en ti, enseñándote el control remoto y una gran sonrisa.

Al accionarlo, caes sobre el césped de rodillas, pues no lo esperabas, y la sensación te ha sacudido por completo, sobre todo ahora, que estás más sensible. La paro, y te ayudo, y tras besarte, te pongo por encima la toalla.

-¿No…no vas… a quitármelas?-  Me preguntas tímida, enseñándome las esposas.

-No, eres mi prisionera, y has de ir debidamente encadenada. Da gracias, que no te he puesto la de los tobillos…

Miras al suelo, y agradeces mi ayuda, y juntos, volvemos a la habitación, con cuidado de que no nos vean los del hotel.

Ha empezado mi día, y me gusta, como va… sigamos, ¿qué toca ahora mi amor?