Pasión 4

La tarde empezó con nuestros cuerpos encendidos...

-Tu noche, pequeño, va a ser muy larga…- y sonriendo tu melena acarició mi pecho, mientras veía cómo bajabas la cabeza y comenzaba mi….¿tortura?

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Volviste a levantar la cabeza para mirarme cuando llegaste a tu destino...querías que lo viera, que supiera que no me ibas a dar tregua y comenzaste a lamer mi miembro lentamente, pero sólo la punta, nada más. Decir que estaba a cien es quedarme demasiado corto, y para mi sorpresa comprobé que sabes poner realmente bien unas esposas.

Comenzaste a lamer por los lados, rodeando mi miembro con su lengua, quería soltarme, y no darte tregua, esta te la guardaría, pero por ahora sólo me dejabas gemir. Volviste a subir rozando con tus manos todo mi cuerpo.

  • Suéltame...Cobarde...

  • Te debía un castigo, ¿creías que me iba a olvidar...?-me decías mientras subías.

  • …Y pienso divertirme mucho hoy... ¿no me prometiste diversión?- Tus susurros me matan, y tu sensual voz me enloquece, y mientras me dejas claros los puntos, sigues masajeando mi miembro, que pretende estallar y vuelves a bajar tu cabecita introduciéndome dentro de tu boca de golpe, para después lamerme como si de un caramelo se tratara.

No podía más que dejarme hacer, pero no poder tocarte...no poder moverme... Entre tus caricias alternabas lamidas y acelerabas el ritmo y cuando me sentías más excitado lo disminuías.

-Esto es tortura, no castigo, ¿lo sabes?

De repente paras en seco y levantas la cabeza. Y tu sonrisa de triunfo vuelve a aparecer en tu cara, -¿prefieres que pare?- giro la cabeza y me callo, sabes que no, que quiero más, y no que pares, que quiero soltarme de ésta maldita prisión y poseerte, quiero que seas mía, y hacerte gozar y disfrutar de mil maneras, pero no me permites siquiera besarte.

Tu lengua en mi cuello me hace dejar de cavilar en lo que quiero hacerte, y haces que vuelque mi atención en ti. Y te alejas. ¿Te alejas, por qué te alejas?, oh, no….

…Oh, si….

De pie lo suficientemente cerca como para que no pierda detalle de tu cuerpo, lo suficientemente lejos como para que no pueda tocarte, ni siquiera si me estirara podría darte una dentellada.

Y comienza a desaparecer la poca ropa que quedaba en tu cuerpo. Sensual, despacio y grácilmente, tus braguitas terminan adornando el suelo, para que tu sujetador no se sienta solo al dejar tus pechos desprotegidos.

Y vuelves a acercarte a mí, a cuatro patas, como mujer gata, vuelves a acariciar mi miembro, y sigues subiendo acercando tus sabrosos labios.

Vuelves a ponerte sobre mí a horcajadas, pero sin llegar a tocarme, intento moverme, pero ni las caderas me dejas libres, con tu índice me das en la nariz a modo de escarmiento.-Quieto.- Y te miro resignado. Esperando que te apiades un poco de mí.

Suerte la mía, tu boca, accede a dejar que a mía la bese, y vuelvo a sentir ese beso lleno de ganas y pasión que se prolonga mientras que tú, maldita de ti, te acercas tanto a mi miembro, que casi puedo…, no, no puedo, sólo la punta de mi enhiesto miembro roza tus labios mayores, sin llegar a más, cada vez que intento moverme me rechazas, me estás volviendo loco.

Y al romper el beso súbitamente comienzas a gemir, cuando haces que me entierre en lo más profundo de tu ser de un solo golpe y cual amazona comienzas a cabalgarme.

Fuerte y rápido, más fuerte, más rápido, más, más, más… y paras.

-¿¡Pero qué?!, Te odio, te odio más que a nada en éste mundo…me las pagarás, lo sabes, ¿verdad?

Y sigues callada y sonriente, y despacio muy despacio te mueves, haciéndome entrar y salir de ti, sintiéndote una y otra vez, unas más fuertes, otras más suaves, pero sin cesar.

Tus ojos cerrados y tu sonrisa acompañan tus gemidos que se entremezclan con los míos. Hermosa melodía que inunda mis sentidos.

Y vuelves a dejarme, mientras me besas me sacas de tu interior, bajando otra vez la cabeza, lamiendo y succionando una y otra vez.

Decides jugas (aún más) conmigo, y lames sólo la punta de mi virilidad varias veces y mientras la sujetas con una mano, con la palma de la otra mano masajeas la zona que has humedecido, haciéndome rabiar dejándome a las puertas del paraíso una y otra vez.

-Por favor, apiádate un poquito de mi, esto no es castigar, es torturar mucho…

-Vale, pero si me prometes que no habrán represalias…

Ésa sonrisa burlona…, no…, no las habrá.., JÁ.

-Vale, si, lo acepto. Pero, con una condición, serás mi sumisa durante un día entero. Ahora, quítame esto -Ya más serio, te extraña mi tono, pero accedes, creo que has visto que si seguías así, me quedaría sin muñecas.

-Mmmm, un día entero?, bueno, vale, supongo que un poquito lo merezco, pero, ha valido la pena poder ver tus expresiones.

Además, antes…- y me sonríes y besas a la vez y vuelves a enterrarme en ti, pero ésta vez, galopando rápido y fuerte, ésta vez, no paras, gimes más que antes, y llegas a gritar, cuando por fin me deshago entre los gemidos de ambos.

Te tomas un par de segundos para recobrar el aliento y decides soltarme. Una mano, y la otra, y nada más hacerlo, me sorprendes con una tremenda actitud sumisa, pues comienzas a lamer mis muñecas doloridas.

Simplemente te sonrío y me dejo hace, mientras maquino. Represalias, no…., ese término se te quedará corto, cariño.