Pasión (4)
La sensación de querer participar de aquella orgía sexual me quebró el sentido del amor para adentrarme en el del sexo.
PASIÓN (4)
Diario de Iván
"Desde aquel maravilloso día en que Patrick me desvirgó y asumí mi condición de homosexual, los días me regalaron lo que no había conseguido en los 18 años de mi vida: ser feliz y que nadie me juzgara.
Pat me aconsejó que hiciera algún ejercicio físico y me apunté a lo que más me gustaba, la natación. Estudiábamos, entrenábamos y luego... nos duchábamos juntos, follábamos... bueno... me follaba y me volvía loco. Llegamos al acuerdo de que yo hiciera lo posible por no correrme porque le gustaba beber lefa directamente de mi caño. Ya sabéis el gusto de mi chico por beber leche, y yo se la daba encantado.
Así transcurrieron las semanas y yo era absolutamente feliz con mi chico. Aunque sabía que su afición por mamar pollas y beber lefa no la iba a abandonabar, me daba igual siempre y cuando estuviera conmigo. Yo era, ¿Como decirlo?. ¿Un amante complaciente?.
Un día, yo estaba estudiando en mi escritorio, cuando se abrió la puerta y apareció Pat con otro chico, me quedé mirando extasiado. En segundos mi vista recorrió aquel milagro de la naturaleza junto al otro milagro que era Patrick.
Describo: algo más alto que mi Pat, algo más ancho, con una melena morena atada a la nuca por una coleta, unos brazos como mis muslos que terminaban en unos antebrazos fibrosos y velludos y unas manos grandes y fuertes surcadas por venas gruesas que fluían hasta sus dedos (Me imaginé su poya), su camiseta blanca iba a estallar en cualquier momento porque se ajustaba a su pecho de tal forma que los pezones sobresalían como dos montañitas. y se apretaba a sus bíceps como dos brazaletes y a sus abdominales como una faja de talla menor. No quiero ahorraros el resto porque sería egoísta hacerlo. El pantalón blanco del chándal se ajustaba a sus caderas y a sus muslos dejando intuir un bulto de lo más apetitoso en su entrepierna, un bulto grueso que debía ir sujeto por algún "underwear", porque no le colgaba como un badajo, pero los pliegues del pantalón se apartaban en ese punto para mostrar el bulto que ocultaba.
Mi hombre no desmerecía a su lado con su uniforme de rugby, el pelo sudado y sujeto por la frente por una cinta negra, la camiseta de rayas amarillas y negras sudada, remangada y abierto el cuello del que sobresalía su vello rubio, los calzones por medio muslo, las medias a rayas caídas y las deportivas embarradas.
Dos dioses frente a mi insignificante cuerpo, cubierto con mi camiseta de tirantes blanca, mis calzones blancos y mis calcetines de deporte, también balncos, aunque en los últimos meses me había endurecido mi musculatura gracias a la natación, seguía siendo muy poca cosa al lado de esos dos magníficos machos que acababan de entrar en mi habitación.
Esos segundos fueron suficientes para considerar a aquel desconocido como un rival de mi amor y un ramalazo de celos me cegó.
- Iván, te presento a Rober, mi anterior compañero de cuarto. A venido a verme. Me ha recogido en el entrenamiento.
Me levanté, le di la mano que casi me la lesiona y sonriendo nos dijimos los correspondientes "Es un placer", o "Encantado"... (todo mentira, ni era un placer ni estábamos encantados), yo notaba que mi relación temblaba ante semejante dios comparado conmigo.
Mi estado de ánimo se dividió en varios flancos: deseo, celos y admiración.
- Si no os importa voy a seguir con mis cosas- Dije
-Habíamos pensado ir a tomar algo los tres- dijo Pat - Si no te importa te esperamos a que termines.
No hace falta - dije con tono celoso - Id vosotros, yo iré después.
No. Te esperamos- Me dijo Pat (menos mal porque si se hubieran ido me habría muerto de celos. Mi Patrick era un auténtico amor).
Me puse a hacer que estudiaba (no podía centrarme de pensar en los dos ejemplares que ocupaban todo el espacio de la habitación y que se habían sentado en la cama de al lado). Intenté concentrarme hasta que escuché algo que hizo que apagara el ordenador y a través del reflejo de la pantalla vi que se estaban morreando.
No pude contener mi reacción y giré la silla de golpe. Los miré con odio. No podía creer que estuvieran morreándose delante mío. Me quedé quieto. Paralizado ante tal estado de celos y de excitación de ver a semejantes machos dándose placer. Mis celos fueron cediendo a causa del olor a hombre, de sudor, de sexo, de hormonas desatadas, la sensación de querer participar de aquella orgía sexual me quebró el sentido del amor para adentrarme en el del sexo.
En ese momento, Pat me miró con mirada lujuriosa, me tendió el brazo invitándome a participar y yo me levanté y me acerqué a ellos a la vez que se levantaban. Rober se quitó la camiseta según se levantaba mostrando un torso de infarto, unos pectorales descomunales cubiertos de un vello recortado con un pearcing en uno de los pezones anchos y oscuros, los sobacos depilados llamaban a ser lamidos y no puedo describir la maravilla que se marcaba en sus abdominales, cubiertos también de ese vello recortado que daba la sensación de resaltar el relieve de su tableta y que se ocultaba en la cintura del pantalón blanco que se sujetaba en las caderas por obra de un milagro y perfilaba el comienzo del vello pubital, también recortado.
Mi hombre se quitó de un tirón la camiseta rallada en amarillo y negro dejando su cuerpo al descubierto. Aunque ya lo había visto muchas veces, en ese momento, y al lado del dios moreno, parecía otro dios, pero nórdico, con su pelo alborotado y sujeto por la cinta negra, su pecho, brazo y vientre cubierto por un campo de trigo y medio cubriendo sus pezones rosas.
Se adivinaba su calentura por los bultos que cubrían sus pantalones. Me acerqué a ellos quitándome la camiseta, me recibieron y me abrazaron y comenzamos un morreo a tres. Fue una experiencia desconocida pero de lo más gratificante. El calor y la fuerza de esos cuerpos hacía que me excitara en extremo, pero el encuentro con sus labios y con sus húmedas lenguas me desató tal sensación lujuriosa que me dejé llevar por los dioses expertos en sexo. La sesión de lenguas y saliva, de muerdos y caricias, hicieron que mis manos buscaran aquellos bultos ocultos bajo los pantalones, los encontré encerrados en una tela algo basta, supe que eran suspensorios porque estaba harto de oler y lamer los de mi Patrick y entonces llevé mis manos a sus culos para acariciarlos y luego les fui bajando los pantalones para disfrutar de la visión de aquellos dos hombres con sus escasas fundas. Rober de blanco y Pat de negro,sujetando los culos con las cintas de las prendas. El espectáculo era tal que un reguero de précum me corrió por mi capullo a punto de estallar.
Me arrodillé frente a los dos, les bajé los suspensorios para ver el poderío que se gastaban los dos machos. Su olor me trastornó, acerqué la cara a sus entrepiernas para acariciar con ella aquellos mástiles, aquellos cojones, aquellos vellos, unos rubios y suaves y los otros negros e iniestos. Me rebocé en ellos y comencé a lamerlos, a besarlos y a morderlos mientras oía como gemían y como se mordían las bocas. Yo, mientras disfrutaba de dos de los más maravillosos rabos que he probado nunca: uno pálido, gordo y suave, con un prepucio que se dejaba bajar con facilidad dejando al aire un capullo rosa, terso y brillante; el otro, moreno, grueso y grande, circuncidado y con un glande perfecto, oscuro, casi morado, con una textura de seda y muy húmedo.
No se en que momento sucedió, pero me encontré con que la barba de días de Rober me arañaba la cara mientras su lengua entraba en mi boca y Patrick, de rodillas nos masajeaba los genitales y nos lamía los capullos para saborear nuestros fluidos. El rubio disfrutaba como un loco con nuestros sabores (ya sabéis que su pasión era mamar vergas, y tenía dos buenos ejemplares en sus manos).
Nosotros, por otro lado, disfrutábamos de la mamada mientras nos comíamos las bocas. Pat se animó y comenzó a masajearnos nuestros anos mientras nos mamaba y nosotros gemíamos de placer en nuestras bocas y nos acariciábamos, nos mordíamos los pezones, nos lamíamos los sobacos y ayudábamos con nuestras manos a que los dedos de Pat traspasara los límites.
No me preguntéis cómo, porque mi razón estaba desbocada, pero Rober me tumbó en la cama boca arriba, me lubricó, su colocó un condón y comenzó su follada. Gracias a las metidas de mi amor, ya estaba acostumbrado a la penetración de un gran trabuco y, aunque la de Rober era algo mayor, no me produjo daño, sino placer de que mi ano se abriera un poco más para dar acogida a semejante miembro. Patrick ajustó sus genitales en mi boca mientras se morreaba a Rober y este iba penetrándome lentamente, aunque era un gran macho, era tierno y delicado a la hora de follarme, y el masaje anal que me estaba dedicando lentamente aquella verga gorda y venosa que me atravesaba todo el conducto, me estaba poniendo a mil.
Entre el masaje anal y la follada bucal que me estaba proporcionando mi amor, no pude aguantar más y grité guturalmente - ¡Me corro....me corro....
Pat no esperó ni un segundo y se amorró a mi polla a la espera de mi fuente de lefa que bebió y sorbió como un poseso.
Rober no pudo aguantar mis espasmos anales y se corrió como un semental dentro de mi. Los espasmos de mi polla y de mi culo no me hicieron disfrutar del la corrida del semental. Caí sobre la espalda de mi dios casi sin sentido, mientras el rubio abrebaba mis últimos estertores.
El único que no se había corrido era mi amor. Cuando nos relajamos, Rober y yo nos miramos y supimos que debíamos hacer. Tumbamos a nuestro amigo boca arriba y le dedicamos una mamada a dos bocas como nadie se la había hecho. Disfrutamos de su sabor, de su textura, y al cabo de unos pocos minutos se corrió como un caballo en nuestras bocas. Luego nos besamos a tres disfrutando con el sabor de su lefa.
Continuará
Gracias por vuestros comentarios a Zoele, Lex ,Yony, Albany y a Luis Aris... Últimamente echo de menos a Elbotiija.
Machi?!...