Pasión (2)
Porque infinidad de veces, en su ausencia, se había tirado como una perra a oler su uniforme de rugby o su ropa de entrenamiento, sus camisetas sudadas, sus calzones, su medias ralladas e, incluso, sus zapatillas,
PASIÓN (2)
IVÁN
Iván supo de siempre que lo que le gustaba eran los hombres. Nunca, o casi nunca se fijó en una mujer, sus miradas siempre se dirigieron a los hombres.
Nació en una pequeña ciudad al norte de Castilla, su padre era terrateniente y vivían en un caserón fuera de la ciudad. Por aquella hacienda pasaban hombres continuamente: braceros, porteadores, hortelanos, trabajadores de la casona de sus padres, obreros, etc. etc. Desde que tenía conciencia, su mirada se fijaba en esos hombres que, en verano lucían sus torsos alegremente bajo la atenta mirada del niño, que se fijaba en su musculatura, sus pechos fuertes y tupidos, en sus sobacos sudados, en sus caras curtidas, pero durante los meses menos cálidos, el chico no dejaba de observar como contoneaban sus culos al andar, o el tamaño de sus paquetes sujetos por las braguetas de sus pantalones, o como surgía el vello por el cuello de la camiseta o de la camisa medio abierta. A Iván, aquello le atraía de una manera especial.
Él no sabía exactamente a que se debía pero notaba que sus genitales sentían algo especial al verlos. No quiero contar lo que fue sintiendo según pasaron los años y las hormonas de la adolescencia comenzaron a hervir en su cuerpo, pero no podía apartar la mirada de aquellos hombres, sobre todo en verano cuando se despojaban de las camisas y trabajaban con el torso desnudo y menos cuando, al finalizar la jornada, se lavaban en los abrevaderos o con la manga de agua. Entonces, el chico se revolvía de excitación y se cascaba una paja tras otra en la soledad de su habitación, o en el baño, deseando tocar alguno de aquellos cuerpos, o que le tocaran a él.
Nada de sus pensamientos podía realizarse al vivir con su familia tradicional y católica. En el colegio, se fijaba en sus compañeros, se apuntó al equipo de fútbol, más por ver de cerca a sus camaradas que por afición. Más tarde se apuntó a natación por la misma razón, pero nunca jamás intentó tener relación con un hombre por respeto y miedo a la reacción de sus padres. Cuando terminó el bachillerato, la familia decidió que fuera a la capital a estudiar Derecho y fue así como llegó al colegio mayor en donde se encontró con Patrick.
En estas circunstancias, podréis entender que el deseo que sentía por su compañero lo desarmaba por completo, pero que, por su educación, no se atreviera a dar el primer paso.
Cuando llegaba a la habitación, Patrick saludaba y observaba a su presa con ánimo de depredador, veía al chaval en su mesa de estudio, pelo negro rapado, cuello fino y fibrado, piel oscura sin un gramo de grasa y con la musculatura justa ajustada a su piel, camiseta de tirantes blanca, calzoncillos de tela nívea y calcetines de deporte del mismo color. El vello negro de sus axilas asomando tímidamente, el de las piernas enmarcadas por los calzones y los calcetines. Blanco sobre piel y pelo moreno. Una auténtica delicia.
Entonces comenzaba su exhibición hasta que notaba la incomodidad de su presa virgen y se pavoneaba delante de el como un gran macho seduciendo a una hembra antes de montarla.
Así pasó tiempo hasta que una madrugada de sábado, después de haber libado la polla a un compañero de clase, llegó a la habitación algo bebido y salido. Su chaval, pensó, estaba durmiendo. Se desnudó y se tumbó en la cama. La mamada le había gustado pero el no se había corrido. En la soledad de la habitación miró a su compañero adornado por la camiseta blanca, dormía con un brazo bajo la cabeza por lo que podría observar el vello oscuro de su sobaco, entornó los ojos y comenzó a pajearse con lentitud hasta que notó cómo un brote de liquido pre seminal salía de su agujero provocándole un delicioso placer. Se untó el índice con el fluido y se lo llevó a los labios. En ese momento, oyó gemir a Iván. Lo miró y le vio con los ojos cerrados, pero por su respiración agitada y la fuerza con que cerraba los párpados se dio cuenta de que estaba despierto. "Esta es la ocasión", pensó, "De esta no te escapas".
Iván, como casi todas las noches había estado atento a la llegada de Pat para verle desnudarse, ir al baño y oír su meada, para ver como se acostaba y cómo se pajeaba, pero esa noche...al ver como se untaba los labios con su líquido no pudo contener un gemido de excitación. Cerró los ojos para que no le descubriera, pero...
- ¿Estas despierto?...
Silencio
- Iván...se que estás despierto
A Iván no le quedó más remedio que abrir los ojos, se le quedó mirando mudo.
- Ivan... ¿Por qué haces el tonto?. Se que te gusto
Silencio. El chico tragó saliva. Le había pillado.
- Y sabes una cosa...Tu me gustas a mi... Me has gustado desde el primer día. Sabes... te voy a decir un secreto que no puede salir de esta habitación. Soy gay.
Iván le iba a responder ¡¿Qué?!, pero se atragantó al intentar hablar.
- Chico, qué le vamos ha hacer... soy gay desde siempre, y tu también ¿Verdad?
El chaval, sin fuerza en la voz, asintió con la cabeza.
-Ven- dijo el vikingo - ven a mi lado, vas a probar una cosa...ven...no te vas a arrepentir.
El joven, como si le hubieran hipnotizado, se levantó de su cama con su ropa interior blanca y se acercó a la cama de su deseado compañero. Cuando llegó a su lado, Patrick se levantó de la cama y quedaron frente a frente, aunque Iván tenía que levantar algo la cabeza para mirar a los ojos a su compañero. Olía a sudor y a alcohol, el olor a sudor no le era desconocido porque muchas veces venía sudado de sus entrenamientos, pero sobre todo porque infinidad de veces, en su ausencia, se había tirado como una perra a oler su uniforme de rugby o su ropa de entrenamiento, sus camisetas sudadas, sus calzones, su medias ralladas e, incluso, sus zapatillas, y se había pajeado oliendo a su oso macho. Pero el calor que desprendía su cuerpo era nuevo para él y la mirada de deseo que le dedicaba, le desarmó y decidió ser suyo. Estaba asustado, lo iba a hacer por primera vez...no sabía qué....pero lo que fuera ...era la primera vez...
Patrick llevó su mano a su polla húmeda, mojó su índice con su fluido y lo aplicó a los labios de su futuro amante. Este, llevado por el instinto, lamió el néctar y una sensación de excitación le recorrió la columna, luego, el macho volvió a recoger melaza, se mojó sus labios y se los ofreció al joven que no pudo contener el deseo de volver a probar el majar y menos de los labios carnosos de su amado, juntó sus labios, sacó la lengua y le lamió, en ese momento, Pat abrió la boca para lamer la lengua del chico y éste experimentó una especie de mareo al notar como la humedad de aquella lengua acariciaba la suya y luego entraba en su boca para buscar más placer... lengua...muerdo en labios...una y otra vez hasta que Iván casi se desvanece de placer.
Patrick le preguntó si le gustaba e Iván no pudo responder sino con un gemido, luego le fue empujando lentamente hacia abajo hasta que la boca del joven se topó con el capullo a punto de estallar de lo hinchado que estaba y manando el maravilloso líquido que lo había vuelto loco. - Si te ha gustado el aperitivo, te gustará más el almuerzo - Iván miró a Pat desde abajo, luego dirigió su mirada hacia aquella tranca de piel pálida, con su glande rosa, brillante y húmedo que se le antojó un regalo, observó la alfombra dorada que decoraba los alrededores del trofeo y cubría sus cojones, sacó la lengua y lamió la miel con placer, luego se fue metiendo el capullo en la boca para sorber todo el líquido que surgía de él y sintió la tensión de su amado en todo su cuerpo haciendo que su miembro se endureciera aún más y se irguiera como una cobra.
Ese trofeo era suyo y tenia que disfrutarlo por lo que comenzó a meterselo en la boca y mamarlo con todo el placer del mundo. Esa polla era suya y la quería para él, comenzó a acariciarle los peludos huevos y el vello pubital mientras le mamaba. Patrick se tensó, el fruto se hinchó, las manos del hombre sujetaron la cabeza del chico y se corrió. A cada trallazo, gruñía y se tensaba.
Iván notó como la lefa de su amado invadía su boca, pero no la abrió, quería sentirla, quería saborearla, quería disfrutar. Era la primera vez que mamaba a un hombre, que olía su polla y su pubis, que notaba como la leche entraba en su boca, que el sabor algo extraño no le disgustó en absoluto, que disfrutó de su succión hasta que le dejó seco. En ese momento, fue absolutamente feliz de saber que realmente era homosexual y que se lo había hecho al hombre que más le gustaba del mundo.
Patrick le levantó para llevar sus labios a los suyos y metío la lengua para saborear su semen, luego, le quitó la camiseta, le olió y lamió los sobacos, le mordió los pequeños y oscuros pezones y fue bajando por el reguerillo de vellos oscuros hasta llegar al calzonzillo. No se lo quitó, sólo le sacó la verga por la bragueta y mientras la lamía, metió la mano por la tela blanca y comenzó a masajearle los huevos y a arañar los vellos pubitales. Iván creyó que iba a desmayarse del placer que sentía, la humedad de una boca en su polla, de una lengua jugando con su frenillo y el agujero de su glande, de unas manazas fuertes apretando sus cojones, mientras otra le tiraba suavemente de su bosque. El rubio se metió la tranca entera y a la cuarta o quinta mamada, el virgen se corrió y saboreó la lefa del joven que corría por su lengua, una corrida escándalosa, tanto por la fuerza de los trallazos, como por la cantidad de una mamada primeriza, como por los gemidos agudos que emitía el chaval.
Se levantó, y volvió a compartir fluidos con su amado. Luego, le abrazó y lentamente le fue tumbando en su cama junto a él. Le abrazó cubriendo su espalda con el vello de su pecho y su pecho con sus brazos, colocó su miembro ya flácido en el valle de sus nalgas y su fuertes muslos contra los del joven moreno. Le besó el cuello, le dio un pequeño muerdo en el lóbulo y poco a poco fue quedándose dormido.
El vaiven de su su pecho contra su espalda, el aliento en su cuello y el calor de su cuerpo junto al suyo, hizo que Iván fuera cayendo en un sueño profundo mientras una lágrima de felicidad caía por su mejilla.
Continuará.
Si hay alguna falta, perdonadme porque no lo he corregido. Me ha salido de un tirón y no quería privaros de la continuación del relato anterior.