Pasión 2
La tarde empezó con nuestros cuerpos encendidos...
Nos arrastramos entre pasiones y caricias mientras suspirabas por más. Me deseabas y yo jugaba contigo retrasando mis ansias de poseerte. En tus labios se notaban las ganas que tenias de llegar por fin a mi casa y en el camino por el pasillo nos tuvimos que detener en contadas ocasiones. Si bien eras tú quien me agarraba de la camisa o era yo quien te estampaba contra la pared no dábamos mas de tres pasos sin besarnos, tocarnos, acariciarnos y sentir nuestra excitación saliendo a flote.
Después de semejante viaje en el ascensor estaba lo suficientemente preparado como para llevarte a mi habitación, quitándote la ropa en el camino y disfrutando de la vista de tu fabuloso cuerpo desnudo. La tímida vergüenza que sientes al ver mis ojos posados en tus pechos no es nada cuando te agarro de la cintura y te tiro encima de la cama, quitándome yo la camisa mientras lo hago.
Tus manos recorren mi pecho y mis besos pasan de tus labios a tu cuello, entre suspiros te deshaces con tus manos recorriendo mi cuerpo y tus dientes cerrándose en tu labio para evitar gritar. Respiras fuerte y sé que quieres más, mucho más. Quieres sentirme y disfrutar, quieres que te de un placer que necesitas desde que nos vimos y yo aprovecho ese deseo tuyo.
Mis manos recorren tu cuerpo como si ya lo conociera, acariciando cada rincón de ti mientras te tumbas en la cama para dejarme hacer mi trabajo. Te obligo a abrir lentamente las piernas y mis besos bajan desde tu cuello a tus pechos, mientras te acaricio y mi lengua juega con ellos.
Suavemente voy bajando por tu vientre y más allá… Separándote las piernas y empezando a tocarte. Noto lo húmeda y caliente que estas y lo fácil que es meterme dentro de ti. Mi lengua te roza y sientes un escalofrío cuando la notas en tu clítoris y mis dedos entran dentro de ti.
Postrada en la cama a mi merced, sabiendo que eres mía, que haré todo lo que quiera y que todo lo que quiero es disfrutar contigo; te agarras a la cama como si la velocidad de mis dedos te arrancara de tus ensoñaciones. Con los ojos cerrados y mordiéndote el labio inferior de gusto, me agarras del pelo para que pare. Me incorporo para poder desnudarme yo y te susurro:
-Ahora me toca a mí disfrutar de tus labios y tu lengua.
Como si de una orden se tratara te arrodillas en la cama mientras yo me deshago de los simples trapos que me quedan y descubro de nuevo mi miembro. Lo agarras con ambas manos y notas lo duro que esta, lo excitado que me encuentro, queriendo penetrarte en ese mismo instante pero obligándote a darme más placer.
Con los ojos cerrados te lo acercas a la boca y sacas la lengua para empezar a lamerlo. Subes y bajas por los lados y notas que me estremezco, por fin, cuando ya estoy que enloquezco, te lo llevas a la boca y empiezas a subir y bajar con el ritmo que yo te marco. Jadeo y te digo que vayas más deprisa. Lo obedeces y sabes que me estás dando placer a raudales, así que te digo que tu también tienes que disfrutar mientras me estás haciendo temblar con tu lengua. Te digo que te toques mientras usas tu boca conmigo y no parece que lo consideres una mala idea dado que tu mano recorre el corto camino que hay desde mi miembro hasta tu sexo.
Ver cómo te tocas mientras me das placer hace que esté aún más excitado y ya al borde de un orgasmo provocado por tu lengua y para no dejar pasar semejante oportunidad te aparto y me coloco detrás de ti. Tumbada en la cama aún, boca abajo y con las piernas abiertas, te penetro poco a poco. Entrando fácilmente gracias a lo húmeda que estas. Lo dura que está mientras sale de ti solo te arranca gritos y sentimiento de deseo. Quieres que te de sexo, que te folle, solo necesitas que vuelva a arremeter dentro de ti más rápido y más fuerte.
Cumplo tu deseo con placer, agarrándote de la cintura te traigo a mí una y otra vez. Mi mano busca tu clítoris de nuevo y empiezo a acariciarlo mientras te penetro en semejante postura. Escucho los gemidos que salen de tu boca y como entre ellos susurras “más, por favor, más”. Te traigo hacia mí, dejándote a cuatro patas encima de la cama, la que yo sé que es una de tus posturas favoritas… Notas lo dura que la tengo mientras te la vuelvo a meter lentamente.
Eres mía, lo sabes, lo quieres y te encanta. Disfrutas con cada gemido, cada mordisco, cada toqueteo, con la fricción de nuestros sexos, disfrutas cuando te lamo el cuerpo y cuando tú me lo besas, quieres esto y te encanta.
Noto como tus gemidos se hacen más rápidos, como pasas a aguantar la respiración y como tu cuerpo se tensa. Sé que vas a tener un orgasmo, pero no quiero que lo tengas aún. Aprovecho para sacarla de ti y obligarte a ponerte boca arriba mientras te digo.
-No puedes esperar que me pierda la cara de placer que pones.
Te avergüenza un poco que te vea así, pero ahora te da igual, suplicas prácticamente que la vuelva a meter. Mis dedos separan tus labios y me preparo para metértela otra vez. Te agarro las muñecas cuando veo que tratas de agarrarte a mí. No quiero que te muevas, solo quiero que la sientas. Me muevo atrás y adelante y tus piernas se enrollan en mi cuerpo, empujándome a ti para penetrarte más aún. Me pides entre jadeos que vaya más rápido, que quieres más. Pero voy lo suficientemente lento para que la notes y la desees más.
Tus manos no pueden evitar que te muerda el cuello y te arranco un grito de tu frágil y entrecortada voz. En ese momento tus manos ya no ponen resistencia alguna, pero te agarro ambas muñecas con una de mis manos y te las pongo encima de tu cabeza. Acelero el ritmo de mis acometidas y tú me empiezas a gemir en el oído. De nuevo esa sensación de explosión recorre mi cuerpo. Me vuelve un gigante de 20 brazos y 10 corazones, la pasión que me provocas hace que vaya más rápido y noto como tus piernas se cierran más en mi cintura. Tu respiración contenida y todos tus músculos en tensión. Un rayo te atraviesa la espalda obligándote a arquearte pero no pudiendo por mi férrea atadura. Gritas que siga así, entrecortadamente y con la fuerza de un orgasmo que me has producido aumento la velocidad lo suficiente para que ese orgasmo se transforme en otro en ti.
Después de haberte corrido, deshaces tu presa de las piernas y yo te libero de la mía con tus muñecas. Sonriendo me dices:
-Joder, espero que aun tengas fuerzas, porque algo así hay que repetirlo.
Y yo, con mi sonrisa típica, te contesto:
-Ni siquiera he sacado las esposas aun…