Pasión 1

La tarde empezó con nuestros cuerpos encendidos...

La tarde empezó con nuestros cuerpos encendidos...

No, me equivoqué, empezó antes. Con la impaciencia que precedió a nuestro encuentro. Sabías a lo que venías y yo sabía lo que queríamos: pasión, simple, dura y salvaje pasión.

Momentos antes de poder acariciar nuestros labios sabía que la excitación invadía tu corazón. Cuando subiste por las escaleras y me viste supe que tu corazón dio un vuelco porque me sonreíste, de una forma coqueta quizá, pero definitivamente nerviosa. Me habías visto antes, pero esta vez solo éramos tú y yo, y conocías mi predilección por la sensualidad de la que hacías gala...

Nos encaminamos a la habitación, pero el camino no estaría libre de mi impaciencia por hacerte mía.

Caminando, tus piernas eran mi atención y nuestro silencio no hacía más que impulsar mi nerviosismo a otro límite. Te veía caminar con tu falda y mi vista recorrió tu cuerpo... disfrutando, imaginándolo en mi mente. Me miraste y supiste lo que pensaba, pero la timidez inicial desapareció en el instante en el que te bese. Mis manos acogieron tu cara y mis labios a los tuyos, con fervor te guié hasta la pared y mis manos bajaron para poder aferrarte las muñecas contra el muro. Mis besos pasaron a ser mordiscos en tu cuello y disfrutaba viéndote con los ojos cerrados mientras te mordías el labio inferior para reprimirte tus jadeos... Tus brazos no luchaban por liberarse ni tus piernas por escapar, eras mía y solo mía en ese momento.

Mis besos pararon y mis manos te dejaron ir mientras con tu cara roja me decías entre risas nerviosas que te había encantado. La confianza que me dió ese primer beso hizo que pudiera verte sin tapujos y decirte que eso no bastaba, deseaba tenerte, poseerte entre mis brazos. Quería poder lamerte y tocarte y quería que hicieras lo mismo conmigo. Quería deslizar mis manos sobre tus pechos y acariciarte entre gemidos. Lo quería tanto que casi estuve a punto de conseguirlo todo en esa misma pared, pero en lugar de eso nos encaminamos a mi casa.

En el mismo ascensor volví a besarte. Otra vez tus labios se apretaron con los míos y yo note tus brazos rodeándome. Los míos te aferraron y volví a jugar mi anterior movimiento. Contra la pared del ascensor empecé a lamerte el cuello, mientras una de mis manos hacia que apoyaras una de tus piernas contra una pared para después deslizarla por tu muslo.

Conocías nuestro acuerdo, sabias que tenias que venir sin ropa interior y lo cumpliste. Con mis besos en el cuello cediste a mi voluntad y pude comprobarlo, notando lo excitada que estabas. Te mordí ligeramente mientras te introducía uno de mis dedos en tu interior, cuando diste el primer respingo te introduje otro. Con mi índice y mi corazón empecé a entrar y a salir de ti, mientras mis besos bajaban y mi otra mano te subía la falda... Justo cuando mi lengua acarició tu clítoris y soltaste el primer gemido el ascensor se abrió.