Paseos Campestres
Lo que pasa cuando Alex y yo nos reunimos y decidimos irnos de ruta campestre.
(Casi un año desde que publiqué el último relato, señor).
Si habéis leído mi relato Skater Boy conoceréis a Alex, un chico de mi pueblo con el que me enrollé durante el verano que hubo antes de mi entrada a la universidad y con el cual acabé manteniendo (y sigo, en la actualidad) una relación abierta. Yo le quiero y él me quiere, pero ambos vivimos lejos, disfrutamos mucho del sexo y sabemos separarlo de los sentimientos, así que cualquiera de los dos es libre de follar con quién quiera, a pesar de que estamos juntos.
Este relato se sitúa el año siguiente de conocernos. Volvíamos a estar de vacaciones en el pueblo y decidimos celebrar el año de conocernos yendo a hacer un poco de vida salvaje y senderismo. Lo de celebrar el año fue más bien la excusa dado que caía por esas fechas, porque en realidad lo que queríamos era pasar algo de tiempo a solas más allá de las veces que follábamos, ya que en el pueblo no teníamos muchas oportunidades.
Así que cogimos dos macutos, dos esterillas, dos sacos, comida, un par de hornillos, linternas, algo de muda y cantimploras y nos fuimos a hacer senderismo y campismo durante tres días. La zona en la que está situada nuestro pueblo es montañosa y hay multitud de parajes por los que hacer senderismo así que cogimos un mapa para llevar cierto control de donde estábamos y nos fuimos.
Fue un viaje agradable, compartimos buenos recuerdos, charlamos mucho, y tuvimos algún otro momento tierno, aunque ninguno de los dos somos demasiado ñoños en ese sentido. Disfrutamos de nuestra compañía mutua, del senderismo y de los parajes. Hacía buena temperatura, aunque intentábamos evitar andar en las horas de sol intenso y teníamos controladas las fuentes y manantiales en el mapa.
No hubo mucho sexo. Era un viaje pensado precisamente porque en el pueblo el poco rato que sacábamos a solas lo empleábamos en follar y nos apetecía tener algunos momentos más “de pareja”, pero claro, no puedes poner a una pareja de diecinueveañeros en una misma tienda de campaña y esperar que sus hormonas no actúen.
Y actuaron.
Fue el tercer día por la mañana. El primer día tardamos algo más de lo previsto al lugar donde teníamos pensado dormir y llegamos algo agotados, así que nos acostamos rápidamente, el segundo día nos levantamos temprano y con algo de prisa para evitar lo de la noche anterior y las horas de sol intenso y también llegamos algo tarde al sitio previsto, y nos acostamos pronto.
La ventaja que teníamos el tercer día era nuestra cercanía al pueblo, que nos permitía levantarnos más despreocupadamente y sin prisas.
Se levantó el primero. Cuando abrí los ojos me lo encontré mirándome, apoyado sobre su codo con su brazo derecho extendido sobre mi abdomen, como habíamos dormido la noche anterior. Tan pronto como pude abrir los ojos y adecuarlos al tono rojizo que provocaba la luz del sol al entrar en la tienda le sonreí y él me devolvió el gesto con un beso.
El beso, que empezó suave, fue aumentando de intensidad hasta que su mano bajó por mi abdomen y se metió bajó la tela de mi ropa interior, agarrando mi polla, sacándola y empezando a acariciarla de arriba abajo.
— ¿Y eso? —pregunté, mirando hacia mi entrepierna.
— Pues que he soñado contigo —contestó, besándome en la boca—, que me follabas en mitad del bosque —me dio otro beso—. Y me he levantado con unas ganas de comerte la polla… —me dio otro beso, más intenso que los anteriores—. Y como hoy no tenemos prisa…
Me dio otro beso, esta vez en el cuello, y fue bajando. Me relajé y eché los brazos tras la espalda, disfrutando del camino que trazaban sus labios en mi torso. No llegó a recorrerlo entero porque antes de llegar al ombligo fue incapaz de aguantarse y empezó a comérmela.
La sujetaba por la base y la masajeaba de arriba abajo con los labios, succionando, metiéndosela entera en la boca. Luego la sacaba, escupía un poco mientras me pajeaba y volvía a metérsela en la boca, volviendo a la mamada.
Sonará tópico, pero mi novio la chupa como nadie.
— Me encantaría levantarme así todas las mañanas —bromeé.
— Bueno —comentó, sacándose la polla de la boca y masturbándome mientras hablaba—, algún día, en el futuro, si seguimos juntos, nos iremos a vivir a un mismo piso, ¿no?
— ¿Y me despertarás así todos los días? —volví a preguntar, ahogando un gemido cuando volvió a metérsela en la boca.
— Sí —dijo, sacándosela y golpeando mi glande con su lengua—, o al menos los domingos.
Volvió a metérsela en la boca para continuar mamando y yo no volví a interrumpir. No pude evitarlo y llevé una mano a su nuca marcando el ritmo y empujando más hacia abajo. Me sorprendió ver que se la metía entera, hasta la base, que su nariz tocaba mis pelotas y aguantaba ahí un par de segundos antes de sacársela, volvió a masajear arriba y abajo y volvió a metérsela entera, haciendo un deepthroat.
Era el primero que me hacían en mi vida y, joder, cómo gemí.
Mientras subía por mi polla con su lengua, me miró con sus ojos azules brillando y una sonrisa pintada en la cara.
— Antes no podías hacer eso.
— He estado practicando —dijo, mientras gateaba hacia arriba depositando algún que otro beso en mi piel.
— ¿Ah, sí? ¿Con quién?
— Con mi consolador, con los tíos que me he tirado… con un francés que tenía el pollón más grande que he visto… Pero no te pongas celoso, con ellos no sueño —dijo, besándome.
— No me pongo celoso, gracias a ellos ahora mi novio se la mente entera —sonreí—. Vuelve a hacerlo —ordené.
Alex, por suerte, es muy obediente, así que volvió a bajar y se metió mi polla hasta el final. Le dejé mamar a gusto durante unos segundos y luego le agarré del pelo y le retiré la cabeza, alejándolo de mi pene. El extendió la lengua intentando llegar, pero fue incapaz hasta que no le solté y se lanzó hacia él como agua en el desierto. Continuó chupando como si le fuese la vida en ello y volví a retirarle la cabeza, manteniéndola alejada durante unos segundos antes de dirigirla a mis cojones y obligarle a chupármelos, finalmente subiéndolo de nuevo a mi cara donde le besé con agresividad.
— Como me gusta tener un novio adicto a chupar pollas.
Me sonrió e hizo un ademán de volver a bajar a ello, pero yo sabía que no iba a aguantar mucho más y, aunque muchas veces me gusta disfrutar de sus mamadas hasta que recibe su premio, en aquel momento llevaba dos días viendo su pedazo de culo caminar delante de mí y tenía muchísimas ganas de reventarlo a pollazos, así que no le dejé.
A cambio, tiré de él hacia mí y pareció entenderlo porque se puso a un lado, acercando su entrepierna a donde estaba mi cara. Me levanté sobre un codo mientras él se bajaba los calzoncillos y me metí su polla en la boca. Avancé con mis labios hasta donde podía, que era prácticamente entera y volví a subir por ella despacio, disfrutando de ella en mi boca.
Empecé a chupársela despacio y después fui aumentando el ritmo en el cual me emtía su polla en la boca, arrancando de él gemidos más altos. La saqué, recorrí su tronco con mi lengua y después me centré en su glande, besándolo, lamiéndolo, introduciéndomelo en la boca y volviéndolo a lamer antes de volver a introducírmela entera y seguir succionando.
Mi mano se coló por debajo de sus piernas y mientras mi boca actuaba sobre su polla, mis dedos empezaron a tantear el terreno entre sus nalgas. Continué chupándosela, recorriéndola con mis labios, mientras notaba en las yemas de mis dedos su ano ya palpitando y deseando pasar a la acción.
Tanto, que él mismo se movió, colocando sus piernas a ambos lados de mi cabeza y acercando el culo, prácticamente sentándose en mi cara. Separé sus nalgas e introduje mi lengua entre ellas, arrancando un par de jadeos de su boca.
Me dediqué un buen rato y con esmero a lamerle el culo, alternaba las caricias a su ano con besos y mordiscos en las nalgas. Pero siempre volvía a él, a besarlo y lamerlo, a trazar círculos a su alrededor o a endurecer la lengua y aplicar cierta presión.
Pronto noté como se inclinaba hacia adelante, agarraba mi polla y volvía a metérsela en la boca. Nos embarcamos en un 69 en el que el recorría mi verga con sus labios mientras yo me ocupaba de su ano con mi lengua. Y ninguno de los dos tenía queja.
Por desgracia, tuve que pararle si quería poder follármelo.
— Tú eliges —le dije—, o me la sigues chupando o te follo, pero ambas no.
Se sacó mi polla de la boca y se movió, tumbándose de nuevo a mi lado.
— ¿Es que vas a follarme? —preguntó, juguetón.
— Claro —dije, colocándome de lado y rodeándole la cintura—, llevo dos días sin meterme en tu culo y lo echo de menos.
— Qué cosas más bonitas me dices.
— Idiota —le contesté, rodando hasta quedar encima de él con nuestras piernas entrelazadas y besándole. Me encantaba como abría su boca dejándome explorarla siempre, oponiendo la resistencia justa con su lengua para que el beso nunca fuese aburrido pero siempre dejándome llevar el control.
— Es una pena que estemos aquí dentro con el día tan bonito que hace —me dijo, al separarnos, empezando a levantarse.
— Eh, eh, eh —le paré, echándole de nuevo hacia abajo y colocando todo mi peso sobre él—, tú no vas a ningún lado sin mi permiso —bromeé, besándole nuevamente.
— Bueno, mi señor —me dijo, con su clásica sonrisa traviesa que aún hoy consigue desmontarme completamente y volverme loco—, ¿me permite sacar mi culo a fuera para que usted pueda follarselo bajo el sol?
— Sí —le dije, y me retiré de encima de él. Se levantó con su sonrisa aún puesta y se encaminó fuera de la tienda. Me retrasé dos segundos con una sonrisa de gilipollas en la cara y después le seguí.
Le encontré extendiendo una manta que habíamos traído por si hacía frío sobre los hierbajos del suelo así que me dirigí a mi mochila a por condones. Cuando me giré, Alex ya me esperaba a cuatro patas.
Tengo un defecto grande y es que cuando veo un buen culo desnudo apuntando hacia mí no puedo evitar el impulso de lamerlo y besarlo así que volví a enterrar mi lengua entre sus nalgas para acariciar su ano.
Estuve un ratillo en ello, hasta que se incorporó y subí por su columna con mi boca hasta llegar a la suya. No fue un beso muy intenso porque la posición no era la más cómoda, pero cuando nos separamos me dijo.
— Por mucho que me guste tu lengua en mi culo, ahora lo que quiero es que me metas la polla de una puta vez.
Coloqué mi mano en la cabeza y le obligué a bajar, presionándola contra el suelo mientras que con la otra mano me ponía el condón, escupía en su culo y colocaba la punta de mi polla en la entrada de su recto.
— ¿Así? —pregunté, justo antes de metérsela de una.
Su gemido debió de oírse en el pueblo sin problemas.
— Sí, así —consiguió contestar.
Empecé a mover las caderas para sacar y meter mi tranca de su culo sin dejar de ejercer fuerza sobre su cabeza para someterle. Me encantaba ejercer tanta dominación sobre él y sabía que a él le encantaba verse dominado, así que pronto le estaba penetrando con fuerza y ritmo.
— ¿Así es como te gusta que te follen, eh?
— Si joder. Clávamela bien, cabrón.
Aparté mi mano de su cabeza para colocar ambas en sus caderas y ayudarme a sacarla lentamente hasta la punta y meterla de nuevo de golpe, sacando un nuevo gemido intenso cada vez que lo hacía.
Enseguida se incorporó sobre sus manos y empezó él también a mover las caderas para que mi polla entrase y saliese de su culo mientras gemía y jadeaba. Estábamos ambos empapados de sudor debido al sol que pegaba pero no nos importaba.
— ¿Me permite el señor —dijo, de repente, apartándose un poco de modo que mi pene salió de él— cabalgarle?
Sonreí y me tumbé sobre la manta, él se colocó sobre mí, ambas piernas a mis lados, y se sentó sobre mi polla sin problema, sonriéndome mientras lo hacía. Empezó a mover las caderas hacia adelante y hacia atrás, gimiendo con sus manos apoyadas en mi pecho. Llevé mis manos hasta sus nalgas para agarrarlas bien mientras él se dedicaba a menear el culo.
El calor y el propio sexo habían llenado nuestros cuerpos de sudor que brillaba debido al sol sobre nosotros. Tenía una perfecta visión del cuerpo de Alex sentado sobre mí, ligeramente reclinado hacia atrás, con todos los músculos cubiertos de tatuajes brillando por el sol y el sudor mientras se movía sobre mi polla. Sus ojos mirándome fijamente, su boca alternándose entre estar entreabierta y morderse el labio inferior.
Pronto dejó de mover sus caderas adelante y atrás y en círculos y empezó a botar, metiéndose y sacándose mi polla. Colaboré moviendo yo mismo mis caderas hacia arriba y llevando mi mano a su pene para masturbarle. Echó la cabeza hacia atrás y soltaba un gemido cada vez que se metía mi polla hasta el fondo.
Disfrutaba de la visión de su cuerpo sobre mí, de sus movimientos, de mi verga atravesando su recto y de su ano subiendo y bajando por ella.
Como pude, le agarré del cuello y le bajé hasta mí para besarle con pasión, colisonando nuestros labios, mordiéndole. Dejé el beso y mantuve su cara cerca, oyendo sus gemidos, notando su aliento en mi boca en cada gemido.
No pude más y le sujeté por las caderas para dar dos últimas embestidas antes de que el orgasmo me sobreviniese y me corriese, clavando mis uñas en su piel y prácticamente aullando de placer. Logré proporcionarle con un par más de embestidas e incluso después, cuando dejé caer mis manos y jadeé, exhausto, él continuó moviendo sus caderas en círculos, disfrutando de lo que me quedaba de elección.
— ¿Nunca tienes suficiente, eh? —le pregunté, antes de lanzarme hacia él y tirarle al suelo con mi peso, fuera de la manta.
Le obligué a darse la vuelta, le levanté el culo e introduje dos dedos previamente ensalivados mientras mi mano derecha rodeaba su cintura y empezaba a pajearle. Distribuí mi peso sobre él para llegarle a la nuca y poder besarle el cuello y la oreja mientras metía y sacaba mis dedos a toda velocidad mientras mi mano subía y bajaba por su tranca hasta que, al poco rato, aumentó el ritmo y volumen de sus gemidos, anticipando el momento y finalmente, con un jadeo ronco y un par de espasmos leves, noté como se corría, manchando mi mano ligeramente de semen que lleve a su boca para que limpiase.
— Que pena que te hayas corrido en el condón —me dijo, dándose nuevamente la vuelta y recostándose de espaldas sobre el césped, de modo que deje caer mi cuerpo sobre él para poder besarle—, con lo que me apetecía que lo hicieses en mi boca.
— Culpa tuya, por puta.