Paseo al aire libre (fragmento)

Traducción de un fragmento de "Último recurso" ("Last Resort", de Paul Moore) ofrecido gratuitamente por Pink Flamingo Publications

Último recurso (fragmento)


Título original: Last Resort

Autor: Paul Moore, (c) 2001

Traducido por GGG, diciembre de 2003

Laverne echó la cabeza hacia atrás y aspiró profundamente el último aire primaveral, que olía a hierba tierna y a jacintos. Emitía vapor. La noche anterior había sido clara y fría, casi había helado, y el rocío se había depositado en la hierba, pero el sol prometía pronto calor. Se relajó en la silla de montar, sintiendo bajo ella el suave trote del caballo. Cuando la cuerda del cuerno de la silla se puso tirante se volvió y gritó por encima del hombro, "¡Vamos, gandula! ¡Si no te mantienes te arrastraré sobre el culo!"

Muffy estaba bañada en sudor mientras se tambaleaba de cansancio. Sus muñecas, enrolladas en una cuerda basta, se extendían delante de ella. El otro extremo de la cuerda estaba atado al cuerno de la silla del caballo al trote. Sus piernas estaban empapadas en rocío y entre los dedos de sus pies se habían metido hebras de hierba. Al principio, cuando Laverne la ató a la silla y montó en el caballo solo le había parecido una broma cruel, una exigencia imposible. Luego Laverne puso el caballo al trote y cabalgó sin mirar atrás. La cuerda tiraba hacia delante de las muñecas de la cautiva, y Muffy se dio cuenta rápidamente de que el juego iba en serio. Había corrido como si su vida dependiera de ello, subiendo por pendientes pedregosas y cruzando campos donde los restos del esqueleto de antiguos cardos le azotaban las piernas, tropezando, perdiendo el equilibrio, con los pulmones ardiendo.

Laverne se había echado encima una chaqueta antes de salir, pero todavía temblaba ligeramente mientras recordaba a la chica desnuda remolcada a su estela. Laverne era una mulata musculosa con pelo oscuro liso y huesos grandes. Su belleza era algo terrible, como la belleza de un tigre o un huracán. Las víctimas confiadas a su cuidado solo necesitaban una simple mirada de sus ojos fríos para saber que estaban perdidas.

Muffy estaba cubierta de carne de gallina cuando salieron, sus pezones helados se habían puesto duros como botones, pero tras la primera milla había entrado en calor. Laverne soltó las riendas del caballo en el riachuelo, bajo la sombra de un enorme sauce centenario de ramas encorvadas, y se bajó de la silla. Con la cuerda entre ellas finalmente floja, Muffy se dejó caer de rodillas en la hierba, jadeante. Laverne se colocó delante de ella, mirándola con desprecio. "Espero que lo hagas mejor mañana, bola de sebo."

Muffy no tenía aliento para contestarle. Solo lloriqueó cuando Laverne desató la cuerda del cuerno de la silla y la arrojó a sus pies. "Se acabó el descanso."

Laverne lanzó la cuerda por encima de una rama y tiró de ella hasta que Muffy se vio forzada a ponerse de puntillas para aliviar la tensión sobre sus doloridas muñecas. Luego ató el extremo de la cuerda al tronco del árbol. Muffy apartó de un soplido su flequillo empapado de delante de los ojos y observó cautelosamente como Laverne usaba una navaja de bolsillo para cortar una vara del sauce.

"Ayer," dijo Laverne, "tuve que pegarte en el culo antes de que me hicieras una mamada. Hoy empezaré directamente con los azotes y ahorraré tiempo."

Laverne siguió arrancando las hojas, una cada vez...

Muffy abrió mucho los ojos mientras escuchaba, pero dejó de sollozar...

Ahora la rama estaba desnuda. Laverne se colocó detrás de su prisionera... se quedó un momento disfrutando del lienzo sin marcas que tenía ante ella, fascinada por el lento discurrir de un hilillo de sudor que recorría el sacro de Muffy, trazando una senda diagonal hacia la grieta entre sus nalgas. Ahora ella tenía calor, pero pronto se quedaría fría cuando se le secara el sudor. La carne fría sería más compacta y más sensible.

El último golpe fue administrado con una fuerza tan salvaje que la vara se hizo pedazos. Laverne se deshizo de los restos y dio la vuelta lentamente alrededor de la cautiva. Cuando estuvo de nuevo delante de Muffy tomó delicadamente el rostro de la sollozante muchacha entre sus manos y le susurró con suavidad. "No me vengas con chorradas. Aquí eres libre de ser tú misma. Confiesa y te curarás..."