Paseando el perro

Salí a correr un poco. Ella salio a pasear el perro y terminó cabalgando un buen potro. Y yo terminé corriéndome.

Estaba paseando al perro

Era una fresca tarde otoñal y salí a correr un rato. Aquel día decidí cambiar e ir por un barrio residencial con casas con jardín.

Al llegar a un cruce, sale un perro pequeño que se interpone en mi camino, la correa esta tensa y deduzco que detrás hay alguien que lo sujeta. No puedo evitar lo colisión arrollando al perro y al dueño, por lo que me echo al suelo lo mejor que puedo para no hacerme daño. Aun así la caída es fuerte, y me hago algunas quemaduras en rodillas y brazos.

Se oye gritar a una jovencita y me alegro de no habérmela llevado por delante en el encontronazo. Sentado en el suelo hago una valoración de daños.

Con el perro abrazado sobre el pecho, la joven se acerca a interesarse por mi estado. Al mirarla a la cara tengo una sorpresa mayúscula, es Piluca.

Así es como llamábamos a una amiga, toda una mujer, pero que siempre tuvo cuerpo de niña. Guapita, con voz aniñada y cuerpo bien proporcionado pero todo él en talla pequeña.

Hacia bastante tiempo que no nos veíamos y aprovechamos los primeros minutos para ponernos al día sobre nuestras vidas. Me recuerda que lleva casi dos años separada, (cosa que yo ya sabía) y que está teniendo problemas con el reparto de los bienes con su anterior pareja.

Le recomiendo que visite un bufete del que tengo muy buenas referencias. No acierto a recordar el teléfono y decidimos ir a su casa para buscarlo en internet. Ya en su casa charlamos saltando de un tema a otro sin parar. Parece que nos queremos contar mucho en solo unos minutos.

De repente sale de la cocina donde estábamos y me deja con la palabra en la boca. Vuelve con gasas y pomadas para curar mis quemaduras. Yo no quiero, pero ella insiste. Se sienta a mi lado y me empieza a curar la pierna.

Tengo la sensación que me toca la pierna mucho más de lo necesario, al tiempo que la conversación se va hacia temas más “interesantes”.

Desde que se separó hace un par de años dice haber tenido algunas parejas esporádicas pero ninguna ha conseguido “darle felicidad”. Hablando de su anterior pareja lo describe como un maltratador sicológico. Me cuenta que  siempre que salían de casa la comparaba con desdén con otras mujeres mejor dotadas de pecho y culo, (ella de eso no tiene muy poco).

Mientras vamos hablando, Piluca no deja de mirarme el paquete resaltado por el pantalón de deporte ajustado que visto, y de forma casi involuntaria mantiene sus manos sobre mis piernas.

Siento como algo se está despertando y creo que ella ya lo ha notado. Presagiando que esta escena pudiera terminar de forma inesperada, y placentera la animo con frases con doble sentido y que se prestan a una  segunda interpretación mucho más picante.

Lo podría resumir como: “aquí me tienes para lo que quieras”, “puedes ser mala y traviesa , yo no lo contaré”, “que ese culito tan lindo no pase gana”, “desquítate de esos momentos de menosprecio o de incomprensión”.

Pili me contesta con mucha intención que siempre se ha sentido muy bien conmigo y que en alguna ocasión cuando todavía estaba en pareja había fantaseado conmigo.

Los mensajes llegan a su destino y adivino un brillo especial en su mirada… se lo está pensando y solo necesita un pequeño empujón para que se suelte y de rienda suelta a sus deseos contenidos.

Me levanto fingiendo que compruebo si me hace daño la pierna o no, cuando en realidad lo que hago es poner mi paquete a un palmo escaso de su cara.

La tentación es irresistible, y termina por acariciarme el paquete muy suavemente. Sin decir palabra dejo que confíe y vaya recorriendo poco a poco el bulto que va creciendo de forma continua desde hace unos instantes.

Creo que quiere ser “mala, muy mala”, y a mí me encanta ser su objeto necesario.

Sin ningún miramiento ni cuidado, me baja el pantalón hasta los tobillos, me coge el miembro con sus manitas y de un tirón me baja el pellejo a tope. Me hace un poco de daño pero por fin mi capullo luce esplendido, gordote y rojo como un ascua, esperando quizás una boca húmeda que lo apacigüe.

Durante unos minutos Pili juguetea con el miembro y mis pelotas, pasando repetidamente sus manos por mis nalgas, mi entrepierna y mis muslos, disfrutando de cada caricia, pues palpa un cuerpo potente y musculado que le ofrece pasar un buen rato.

Pienso que ahora es su momento y le acompaño quitándome también la camiseta. Se pone de pie para poder acceder a mi pecho a mis brazos y a mis hombros. La expresión de su cara dice que lo está disfrutando mucho, pero también indica que quiere mucho más, y que esto sólo acaba de empezar.

Me coge de la mano y casi me arrastra hasta la alcoba. Allí me termino de desnudar mientras ella se queda en pelotas en un visto y no visto. Los dos desnudos, uno frente al otro, nos miramos compartiendo una sonrisa de complicidad.

Nos fundimos en un apasionado abrazo que culmina en un beso salvaje, violento e indomable. La tomo por las nalgas y la elevo junto a mi cuerpo para que se pueda atar con las piernas alrededor de mi cintura. Me mordisquea los labios, introduce su lengua indómita en mi boca para luego lamerme como si yo fuese un delicioso helado.

Después de este impetuoso inicio, Pili se calma un poco y recuesta su cabeza en mi cuello. Al descender un poco la tensión su cuerpo se relaja y mi polla entra en contacto con sus nalgas y yo busco el contacto de mi capullo con su vagina.

Este contacto la vuelve a poner a cien y culea tratando de conseguir la penetración con esta postura. Lo veo casi imposible pues mi polla esta enorme y Pili tiene una rajita mini, de muñequita.

La llevo hasta la cama y allí nos revolcamos a un lado y a otro, como dos locos que se pelean por estar siempre encima del otro. Su pequeña envergadura no le impide hacerme rodar para ponerse encima como una amazona, logro imponerme yo y amago con darle fuertes embestidas sobre su chochete.

Me pongo de rodillas apoyando el culo en los tobillos justo al lado de Piluca, mi mano acaricia todo su cuerpo hasta que encuentra su pubis. Allí se entretiene y empiezo a masturbarla con toda la delicadeza posible. Mientras, ella coge mi polla y la masajea con un poco torpemente pero con mucho cariño.

Cuando ya la nota dilatada y húmeda, me echo sobre la espalda y hago que ella vuelva a ponerse encima como una amazona.

Con mucho cuidado y muy despacio, ella va acogiendo mi polla dentro de su vagina mientras que su manita la mantiene en la dirección más adecuada.

Una vez la tiene toda dentro, empieza a cabalgar. Primero a ritmo pausado, luego a ritmo de paseo y poco a poco más rápido y más intenso.

La imagen es magnífica, llena de plasticidad y dinamismo. El reducido cuerpo de Pilar parece flotar sobre el mío. Cual si fuera un jinete cabalgando al galope en la recta de llegada se mueve haciendo que mi polla se mueva en el interior de su coño en todas direcciones y con todos los ritmos.

Cuando le falta el aire, consecuencia del agotador esfuerzo, reduce la marcha y pasa a “un paso de paseo” suave pero intenso, que le permite elevar los brazos hasta colocar las manos en la nuca o arreglar el pelo de su corta melena rizada.

En esta postura sabe ondular y retorcer el cuerpo para conseguir el más íntimo contacto entre su vagina y mi pene. Me encanta verla galopar con esa intensidad y determinación. Con otra mujer la cama estaría crujiendo y a punto de quebrar, pero con Piluca solo mi pubis recibe los empujones de su trasero. Lo único que se oye son sus jadeos y resoplidos, junto al golpeteo de sus nalgas mojadas chocando con mis muslos.

Varias veces la he visto llegar al borde mismo de un orgasmo sensacional, pero algo se lo impide. Yo la animo diciendo cosa así como: “sigue, sigue …que me corro!”….”vamos, vamos…así mas fuerte!”.

Pili, un poco sudorosa se detiene para coger nuevas fuerzas y vuelve a empezar. Después de varios intentos, tomo la iniciativa. La abrazo y nos volteamos en la cama. La pongo justo debajo, estiro los brazos para levantar mi cuerpo dejando solo en contacto la parte de mis genitales y a continuación  empujo hasta  clavarla hasta las mismas bolas.

Se le escapa un sordo gemido, pero continua apretándome las nalgas con ambas manos, atrayéndome dentro de ella haciendo que mi polla llegue hasta lo más profundo de su coño.

Empiezo un ligero vaivén que me permite un mete y saca delicado pero intenso. También intercalo algunos impetuosos empujones que la sacan de sus casillas y la fuerzan a abrazarme con toda su alma.

La follo así un buen rato, intercalando el vigor y la dulzura, hasta que empieza a gritar de gusto y por fin llega su deseado orgasmo. Es apoteósico, lo había deseado tanto que casi pierde el sentido.

Que alegría haber sido cómplice de tan extraordinario momento…

Deverano.