Pase en bicicleta
Después de una serie de problemas con la bicicleta mi hijo tiene que volver a casa a buscar unas herramientas y, mientras, me ayudan tres chicos con los que nos habíamos cruzado varias veces por el camino
- Buenas señora, ¿necesitan ayuda?
Se dirigió a nosotros uno de los tres muchachos que habíamos adelantado unos metros antes
- Gracias, no te preocupes, ya está solucionado.
Miré al chico que nos había hablado, pese a ofrecer su ayuda, no había detenido su paso. Iba detrás de sus otros dos acompañantes, los cuales conversaban en voz alta por el teléfono con alguien en árabe. Llevaba cogida del manillar una bicicleta sobre la cual de una especie de altavoz, que también llevaba sobre el manillar, reproducía música latina. Iba en pantalón de deporte del cual que llevaba colgando la camiseta. Tenía un cuerpo fibroso y estaba bastante delgado. Los otros dos iban en camiseta de tirantes. Uno era muy corpulento y bastante alto, mientras que el otro era algo más bajito que yo. Los tres deberían ser de la misma edad que mi hijo.
- Bueno hijo, creo que esto ya está, podemos seguir – Le dije a Jaime que al instante me estaba ofreciendo el bidón de agua. Bebí un pequeño trago
Nos montamos en la bici, iba detrás de mi hijo y pronto volvimos a adelantar a los tres jóvenes que seguían charlando de sus cosas entre risas. Unos metros más adelante avisé a Jaime de que iba incómoda porque el pedal se volvía a mover mucho y tenía miedo de que se me saliera.
- Pues mamá , yo es no puedo apretarlo más – Era muy difícil conseguir apretar la tuerca con las manos
- ¿Por qué no hacemos una cosa? – Le dije – Adelántate tú a casa y tráete la llave para poder apretar bien el tornillo
- ¿Estás segura? – Dijo volviéndome a ofrecer su bidón de agua – La verdad que si me doy prisa tardo como mucho 5 minutos
- Sí, tranquilo, yo voy tirando lo que pueda para adelante
Esa tarde habíamos estado bañándonos en la piscina pero Jaime quiso llevarme en bicicleta a ver una ruta que había descubierto días antes. No me había dado tiempo a cambiarme y mi atuendo era la parte superior de mi bikini y unos pantalones de deporte que había cogido finalmente del armario cuando estábamos poniéndonos las zapatillas deportivas. La ruta no había sido complicada, pero la bicicleta nos había dado muchos problemas durante todo el camino.
Jaime salió a toda velocidad por la carretera que conducía a nuestra casa. Me quedé de cuclillas intentando terminar de arreglar el pedal mientras que sujetaba el sillín desde abajo con la otra mano. La posición era bastante incómoda y la bicicleta se movía demasiado.
Sentí unas manos apretar mis dedos contra el sillín:
- Señora, ¿seguro que no necesita nada?
No me había percatado de que los tres chicos se habían parado delante de mí
- Pues yo creo que ya está – Dije mientras me incorporaba – Gracias y por favor, no me llames más señora
- ¿Me la devuelves? – añadí mirando la mano que tenía atrapada entre sus dedos
Los otros dos chicos se rieron y su amigo quitó sus dedos apresuradamente pidiéndome disculpas.
- Bueno, gracias por vuestra ayuda
Me dispuse a subir a la bicicleta pero tras un pequeño traspiés mi cuerpo cayó sobre el joven que se había ofrecido a ayudarme. Noté sus manos intentando sujetarme por las caderas para que los dos no perdiéramos el equilibrio
- Lo siento, ¿estás bien? – Dije de forma apurada
Asintió con la cabeza mientras continuaba con sus manos en mi cintura. Al pegarme a él sentí el calor que desprendía su cuerpo. Volví a disculparme e intenté proseguir la marcha. Bebí agua antes de volver a pedalear
- Hasta luego chicos – Dije a una pequeña distancia – y ¡gracias!
- Hasta pronto señora – Me respondió uno de los otros dos en un acento castellano bastante malo.
Comencé a pedalear con fuerza, pero unos metros más adelante sentí un roce entre mis pies, al mirar hacia abajo vi cómo al intentar cambiar una de las marchas la cadena se me salía. Detuve la bicicleta unos metros más adelante.
Me senté sobre un pequeño montículo de arena y apuré de un trago el agua de la botella que me había dejado Jaime antes de irse. Vi a los tres chicos llegar a mi altura. Dejaron sus bicicletas apoyadas sobre la pared de una caseta de campo que estaba unos metros más adelante.
- Ahora se me ha salido la cadena – Me apresuré a decir, antes de que me dijeran nada, poniendo voz de niña pequeña antes de tener un berrinche.
Dos de los chicos cogieron mi bicicleta, la pusieron boca abajo y le metieron la cadena en su sitio. El chico que, en las anteriores ocasiones, se había dirigido a mí estaba llegando a mi posición:
- Antes, cuando te has caído sobre mí si hubo una cosa que me has provocado
- No puede ser… - Dije llevándome las manos a la cara sin prestarle mucha atención
Al hablarme subí la mirada y mientras se acercaba a mí iba tocándose el pene por encima del pantalón. Ya frente a mí se puso de cuclillas y me destapó la cara, llevando una de mis manos hacia su entrepierna. Con un pequeño movimiento empezó a masturbarse. Sentía como iba aumentando su tamaño a cada caricia.
- Por favor, mi hijo está a punto de venir con las herramientas – Dije mientras los otros dos se acercaban sonriendo
Cada uno de los otros dos chicos se sentó a mi lado.
- Tranquila que ahora vas a tener tres buenas herramientas a tu disposición
El que se sentó a la derecha fue directamente con la boca a mi cuello. Sentí su lengua lamer las gotas de sudor que resbalaban hacia mis hombros, subía y bajaba acariciando mi piel.
- Por favor, mi hijo… – Volví a insistir sin convicción.
A mi izquierda se colocó el que parecía el más joven de los tres. Apoyó una de sus manos en mi muslo y con la otra me señaló de frente:
- Tu hijo está en aquella furgoneta, si te portas bien con nosotros, nosotros nos portaremos bien con él – Dijo en un castellano un poco incomprensible
Delante de nosotros, siguiendo el camino y a unos 500 metros de distancia, había una pequeña furgoneta blanca detenida en el margen del camino.
- Por favor…
No pude seguir hablando porque el chico de mi derecha había girado ligeramente mi cara y besaba mis labios. Mi mano ya estaba por debajo de los pantalones de su compañero. Me subieron las copas del sujetador de mi bikini hacía arriba, quedando mis pechos desnudos. El que me estaba besando acarició uno de mis pezones con sus dedos, dejando un pequeño rastro de la grasa de la cadena sobre mi piel. “¿Qué me está pasando?” pensé mientras mi cuerpo recibía con agrado las caricias de los tres jóvenes que acababa de conocer.
El chico joven, era más torpe, acariciaba mi muslo e intentaba perder sus dedos entre mis ingles, me acariciaba mi sexo por encima de los pantalones.
Pasaron unos segundos: no sé muy bien en qué momento me había recostado ligeramente, tenía las piernas flexionadas, el pantalón y las bragas estaban en la mitad de los muslos y unas manos acariciaban mí entre pierna. Sentía dos lenguas mojar mis pechos. Abrí los ojos, un estruendo me hizo volver a la realidad y miré hacia la caseta de donde salía el chico al que había estado masturbando. Miré al cielo sintiendo las caricias que estaba recibiendo:
- ¡Ibra! Ayúdame con esto – Le gritó a uno de mis dos acompañantes desde la puerta – Dile a tu hermano que venga con ella.
El chico de mi derecha se levantó y se dirigió a la caseta resoplando. Mientras que el de la izquierda siguió lamiendo con ansia mi pecho. Me apretaba el pezón con sus labios a la vez que con una de sus manos comenzó a estrujarme el otro.
- Jamal, ¿es que no has oído?, tráela y aquí dentro continúas – Gritó Ibra en una castellano un poco mejor que el de su hermano.
Jamal se levantó mostrándome una erección considerable debajo de su pantalón. Extendió su mano y me ayudo a levantar mientras veíamos llegar a Ibra hasta nosotros. Al ponerme de pié los pantalones cayeron a mis tobillos. Ibra recogió las cosas y también me acompañó de la mano. La brisa acariciaba mi cuerpo.
Mientras caminaba los escasos pasos que nos separaban de la caseta, en mi cabeza se agolpaban sensaciones contradictorias. Por un lado estaba preocupada por la situación de mi hijo, pero no estaba angustiada por lo que me estaba pasando a mí, no me daba miedo estar con aquellos tres jóvenes desconocidos. De hecho estaba excitada, no sé si por lo que sabía iba a suceder allí dentro o por las caricias a las que me habían sometido afuera. Tenía mucho calor y no dejaba de sudar.
Miré en dirección hacia donde debía estar la furgoneta:
- Pero, ¿Dónde está la furgoneta? – Dije casi de un susurro - ¿Dónde está Jaime?
Me señalaron hacia otra zona, en otra dirección, algo más cerca que la anterior, aparcada entre unos enormes pinos estaba la furgoneta.
En la entrada nos esperaba ya completamente desnudo el único de los chicos del que todavía no sabía el nombre. Miré su pene y le sonreí.
- ¿Nos divertimos un rato? – Dijo mientras me hacía una pequeña reverencia para invitarme a entrar al interior.
El habitáculo al que entramos era una pequeña caseta. En su interior no podrían reunirse más de tres o cuatro personas como mucho. La luz entraba a través de una pequeña ventana de madera, con una contraventana interior mal ajustada que hacía que el espacio se iluminara ligeramente. Sobre el suelo esparcido había algunos sacos, una manta o alfombra y, en una esquina, habían tirado varios botellines vacíos de cerveza.
Entré la primera. Cuando estuve en el centro de la habitación me detuve para desabrocharme la parte de arriba del bikini que dejé caer a un lado. Se cerró la puerta tras de mí y me giré hacia ellos. Los ojos tardaron en adaptarse a la luz.
Los tres chicos vinieron hacia mí: noté las seis manos recorriendo cada rincón de mi cuerpo. Sus dedos acariciaban mi cuello, las manos amasaban mis pechos, pellizcaban suavemente mis pezones, otros dedos pasaban de arriba hacia abajo entre mis nalgas acariciando mi esfínter mientras sentía cómo se perdían en el interior de mis ingles, unas manos apretaban mis cachetes, mientras sentía sus lenguas recorrer mi piel y sus bocas besar distintos puntos de mi cuerpo.
Estiré mis brazos apoyando las palmas de las manos sobre las paredes de aquel pequeño habitáculo y abrí más las piernas mientras notaba cómo me llegaba el orgasmo. Comencé a jadear con más fuerza. Notaba mi sudor resbalar por mi piel mezclado con su saliva, mis pezones llegaban a dolerme de la excitación que tenía, unos dedos me penetraban el coño a gran velocidad y quedé inundada de placer. Cerré las piernas y me dejé caer de rodillas sobre unos sacos que había en el suelo. Tenía atrapada entre mis piernas una de las manos de uno de los chicos al que también hice arrodillarse conmigo. Aquello hizo que los otros dos estallaran en una carcajada.
Tras un par de espamos más en esa posición me puse de rodillas sobre esos sacos del suelo. Sabía lo que venía a continuación y lo que tenía que hacer. Los tres se acercaron enseñándome sus penes. Metí en mi boca el del chaval de en medio, creo que era Jamal, mientras que con las manos comencé a pajear a los otros dos. Intenté empezar despacio, con movimientos suaves. Así reaccionaron ellos, con sus manos acariciaban suavemente también mi pelo. Intercambiaba sus penes en mi boca pasando de una a una. Un par de minutos después perdí el control de la situación. Sus manos guiaban mi cabeza de polla en polla y mi cabeza pasaba de mano en mano como un balón. Las pollas cada vez entraban con más violencia provocándome de vez en cuando alguna arcada. La saliva caía por mis labios hacia mis pechos. Empecé a sentirme incómoda.
Tiré mi cuerpo hacia adelante y apoyé las palmas de las manos sobre el suelo. Quedándome a gatas esperando que se dieran cuenta que en esa posición había más agujeros con los que podíamos disfrutar todos de una manera algo más ordenada.
Afortunadamente el movimiento surtió efecto e Ibra se arrodilló delante de mi cara, dejando de nuevo su polla al lado de mi boca. Otro de ellos se colocó entre mis piernas, sentí como sus manos separaban mis nalgas y su pene recorría mis ingles hasta empezar a penetrarme. Lo hizo con brusquedad, pero estaba tan lubricada por el sudor y los flujos que enseguida sentí el placer de notar como ese miembro entraba y salía de mi. Sus manos apretaban con fuerza mis caderas. Abrí la boca y el propio movimiento de mi cuerpo comenzó a masturbar con mis labios la polla de su amigo. Las penetraciones cesaban en intensidad por momentos para volverse más violentas. Estaba claro que estaba utilizando mi cuerpo para darse el placer a su antojo. El choque de su cuerpo con el mío en cada penetración se hizo más sonoro e inundaba todo el cuarto: apenas dejaban oírse mis gemidos que quedaban entrecortados al entrar en mi boca la polla de Ibra. Estaba a punto de volver a estallar en otro orgasmo. Pese a la juventud de los chicos me sorprendía la forma en la que estaban aguantando sin correrse. Mientras seguía lamiendo la polla de Ibra me fijé en que el joven Jamal no había participado todavía: se había recostado a mi lado y estaba observando el vaivén de mis pechos.
- Levántate, dame tu polla – Le dije mientras alargaba mi mano para sobársela
Se terminó de acostar a mi lado sobre el suelo. Con mi mano seguía intentando alcanzar su entrepierna, pero me resultaba muy complicado mantener esa posición con las embestidas que los otros dos jóvenes me estaban dando.
No se la razón por la que me quise centrar en Jamal, pero me volví a incorporar de rodillas, cortando el desenlace al que iban a llegar mis otros dos compañeros si la situación hubiera durado unos pocos minutos más. Me puse en pie. Me di la vuelta y acerqué mi vientre hacia al que todavía era el joven desconocido que me había estado penetrando.
Al ponerse de pie con su lengua me recorrió desde el ombligo hasta la barbilla para fundirnos después en un breve intercambio de lenguas mientras me acariciaba los pechos con sus manos. Me retiré de él y puse mis piernas entre el cuerpo de Jamal, que seguía en el suelo.
Me puse de cuclillas e introduje su polla en mi vagina. La polla del desconocido quedó desafiante delante de mi cara, pero me puse de rodillas y me recosté hacia atrás, mientras Jamal, levantando sus caderas comenzaba a penetrarme. Mis pechos botaban a la vista del desconocido que se pajeaba delante de mí. Me recosté un poco más sobre Jamal, lo que aprovechó su hermano para colocar mi cara entre sus piernas. Mi lengua comenzó a lamer sus testículos.
Noté un peso chafando más mi cuerpo contra el de Jamal, que tuvo que detener los movimientos dejando su polla dentro de mí:
-¿Qué vas a hacer Kevin? – Dijo Jamal
Mira moro, me has dejado antes sin terminar, y lo voy a hacer ahora
Pero Joder, no le van a caber 2, la vamos a reventar
Kevin intentó meter su polla junto con la de Jamal. Sorprendentemente entró con mucha facilidad, lo que provocó su felicidad.
- Búas tío, no veas si le cabe – Acertó a decir
Era la primera vez que me veía en una situación así, pero debido a la excitación y la lubricación había sido muy rápido. Kevin, se acomodó y comenzó a penetrarme de nuevo con fuerza. Oía los jadeos de Jamal casi en mi oído, aunque era un chaval joven y fuerte tenía bastante peso encima, y seguía dentro de mí intentando darse placer con movimientos muy torpes.
Yo estaba ya muy cansada, pero no tardó en sobrevenirme de nuevo un orgasmo. Mi lengua se movía sin sentido sobre la entrepierna de Ibra, chupaba sus testículos, la punta de su polla, sus dedos que pajeaban su miembro, hasta que aumentó la velocidad de su mano y el líquido caliente cayó sobre mis labios, seguí lamiendo sintiendo los chorros cayendo también sobre mi pecho.
- Joder, ¡no te corras encima de mis manos! – Dijo Jamal que me estaba sobando las tetas – A la mierda, yo no aguanto más Andrés – Añadió casi susurrando en mi oído.
Jamal se corrió en mi interior, los movimientos del pene de Andrés rozando con el suyo al entrar y salir de mí le había provocado la corrida. Andrés tampoco tardó en derramar su semen en mi interior, aunque su polla se salió en una de las embestidas y me dejó también parte sobre mi vientre. Andrés e Ibra se apartaron de mí enseguida.
Como pude me tumbé al lado de Jamal. Estaba agitada, sudorosa y casi exhausta. Cerré los ojos y noté un resplandor iluminar la habitación. Alguien hablaba en el exterior de la caseta. Unos pasos se acercaron y me tocaron el hombro
- ¿Has disfrutado mama? – Era la voz de mi hijo
- ¡Joder Ibra!, debo de reconocer que tenías razón, con un poco de vuestra sustancia en el agua del bidón ha quedado completamente a vuestra disposición – Prosiguió diciendo mientras yo intentaba sin éxito terminar de abrir los ojos – Tengo ganas de llegar a casa y poder probar yo también
Ahora sí estaba bastante aturdida. No podía decir nada. A mi lado, rodeando uno de mis pezones con la yema de su dedo había conseguido distinguir la silueta de mi hijo.
- Yo creo que con tu madre no hubiera hecho falta experimentar nada, seguro que se hubiera venido con nosotros la muy guarra. – Dijo Jamal
- Bueno, no te pases tampoco. Ayudadme a subirla a la furgo y vamos para la casa – Respondió Jaime – Supongo que alguno seguirá teniendo ganas
- Pues yo aún he tenido la oportunidad de probar otros agujeros – Escuché la voz lejana de Ibra entre las risas cómplices de los demás chicos
No sé quién de los cuatro me ayudó a entrar en la furgoneta. Aun con los ojos cerrados me recosté sobre la puerta y sentí cómo el corche arrancaba, mientras unas manos volvían a acariciar mis pechos.