Pasaré por encima de tus principios
Señorita llevo tanto tiempo deseándola que no sé si podré ofrecerle muchos preliminares, necesito estar dentro de usted o me ahogaré. Usted gana señorita no puedo seguir ignorando lo que deseo
Me sentí fatal cuando al dar la noticia en casa de que lo había dejado con mi novio, ni mis padres me apoyaron, para ellos era el yerno perfecto; claro que ellos no sabían que se estuvo tirando a mi mejor amiga los últimos seis meses, para ellos seguía siendo el chico educado, de buena familia con una carrera casi acabada y una perspectiva de trabajar en la empresa familiar en donde ya era becario.
No aguantaba el mal rollo en casa y procuraba parar lo justo, menos mal que aún me quedaba una de mis dos mejores amigas, aunque estaba de lo más rara y seria desde que paso lo mío.
Esa mañana intente sacarle que le pasaba, pero no conseguí sonsacarle nada. Entré en clase y ya llevaba más de la mitad de la misma sin conseguir centrarme en lo que el profesor explicaba.
Busqué a la que hasta hacia unas semanas había sido mi mejor amiga y la vi como siempre en primera fila, según ella allí se ganaba el aprobado. Siempre se vestía de manera sexi, rozando el mal gusto, faldas excesivamente cortas, camisas que dejaban ver más de lo que tapaban y así según ella subía las notas.
La miré y me dio asco seguro que así se había camelado a mi novio… al momento me regañé diciéndome a mí misma que la culpa era tan suya como de él.
Cuando acabó la clase el profesor nos entregó los últimos exámenes corregidos, al ver el mío quise morirme, acaba de suspender mi primer examen, sin saber muy bien que hacer, pedí una cita para repasarlo.
Cuando entre en el despacho del profesor no sabía que argumentos dar, ese hombre parecía además tenerme enfilada desde el primer momento, por alguna razón parecía caerle peor que mis compañeros, aunque debía admitir que no por eso había suspendido, solo que me costaría que cambiara de parecer y me diera otra oportunidad.
-Hola señorita ¿en qué puedo ayudarle?
-No sé qué me ha pasado
-Yo tampoco señorita, su examen estaba francamente mal
Sonó el teléfono y tras una disculpa contesto a la llamada, mientras lo hacía recordé a la zorra de mi amiga y desabrochando dos botones de mi camisa espere que colgara. Al hacerlo sus ojos azules se posaron en mi escote aunque enseguida apartó la mirada.
-Señorita creo que puede aprobar sin necesidad de hacer eso
-¿Hacer qué?
-Ya sabe a lo que me refiero, ahora si no le importa…
Se levantó para acompañarme a la puerta y cuando salía me cruce con una de las profesoras, se rumoreaba que estaban liados. Salí y deje pasar diez minutos tras los que abrí sin llamar. La escena me cautivó, él la besaba apasionadamente metiendo su mano bajo su falda, no me oyeron y seguí mirando como la mano de él intentaba subir, pero la de ella le frenaba.
-Aquí no, sabes que no me gustan estas cosas. Podría vernos alguien
Cerré la puerta y salí, pero en los siguientes días no deje de pensar en la escena del despacho del profesor.
Pasaron unos días y con ellos un nuevo examen, esta vez aprobé ya que estaba de lo más pendiente a esa asignatura y sobre todo a ese profesor en particular.
No dejaba de escucharle, de mirarle y seguir todos sus movimientos desde el día que le vi con ella en el despacho.
Miraba como mi ex amiga intentaba tentarle con sus escotes y sus piernas torneadas sin obtener un solo gesto que demostrara que a él le gustara ese juego, simplemente era ignorada; eso me volvía loca, me encantaba su desprecio hacia ella.
Por eso lo que pasó aquel día me sorprendió mucho; yo estaba en el metro cuando de repente un señor se puso a mi lado y tras decirme alguna palabra soez se acercó peligrosamente, tanto que sentí su sexo duro en mi cadera. Me quede plantada mientras ese hombre se rozaba conmigo diciéndome cosas como que era una putita y que además estaba muy buena.
Me giré para mirar si alguien podía vernos y entonces le vi, mi profesor estaba sentado detrás, pude verle entre la gente y supe que él también podía ver lo que estaba pasando, entonces un calor recorrió mi cuerpo por dentro y dejé que ese hombre se frotara mientras el miraba sin perder detalle. Me estaba poniendo a cien la situación, pero entonces el señor me dijo.
-Te pagare lo que me pidas putita si bajas conmigo en la siguiente. –me dijo el baboso-
Le busqué sin verle, hasta que apareció a mi lado y sin hablarme negó con la cabeza ante mi pregunta no formulada.
-No –le dije al desconocido-
Este bajó malhumorado y yo no me atreví a mirar a mi lado en unos minutos, cuando lo hice ya no estaba, no le veía por ninguna parte hasta que sentí unas manos en mi cintura, un tibio cuerpo pegado al mío y un aliento en mi nuca.
Sin una sola palabra me llevo a un rincón apartándome de la puerta, se colocó detrás de mí apartándome así de miradas ajenas y solo entonces sentí sus labios en la suave piel de mi cuello y esas manos que me guiaron a ese rincón ahora acariciaban mis caderas, miré sus largos y agiles dedos buscar entre los pliegues de mi camisa el calor de mi piel desnuda. Un gemido en mi oído me indicó que estaba tan encendido como yo, antes de notar su evidente excitación en mi culito.
Sus dedos no dejaban de rozar la piel de mi cintura quemándome, haciendo que me humedeciera.
Movió las caderas acomodando su sexo entre los cachetes de mi culo y empujó haciéndome sentir su estado.
Tras unos minutos así, sintiendo como su sexo crecía apoyado en mí, mientras sus caricias eran cada vez más atrevidas sentí como subía por detrás mi faldita y volvía a pegarse, al mismo tiempo por arriba de mi falda metió la mano y empezó a acariciar mis braguitas gimiendo al notar la humedad de estas.
Unos segundos después sus dedos hurgaban ahora ya entre los pliegues de mi carne, sentía mi clítoris hinchado, sensible y oleadas de calor recorrían mi cuerpo hasta que mirando al suelo me corrí ; unos segundos después los sacó y oí sin girarme como los chupaba mientras se movía levemente. En ese momento eche mi mano hacia atrás y toque su bulto, corrí la cremallera mirando a mi alrededor y al ver que nadie miraba, ya se había vaciado casi por completo y los que quedaban no miraban. Saqué su duro sexo y empecé a meneársela lentamente, él me abrazo por detrás dejándome maniobrar, aceleré un poco y enseguida sentí la humedad de semen en mi mano. Le miré unos segundos y cuando sus ojos más azules que nunca se clavaron en mí, chupé cada uno de mis dedos, ninguno de los dos apartó la mirada hasta que el tapándose con la chaqueta colocada estratégicamente tapando su sexo y su pantalón mojado. Salió en la siguiente parada.
Pase el fin de semana cachonda sin dejar de pensar en él, en sus dedos, en sus gemidos y sobre todo en su gran polla.
El lunes me ignoró, parecía de mal humor. Cuando intenté acercarme me rechazó, pero dispuesta a conseguir mi objetivo que era él no iba a aflojar la presión.
Pasé la siguiente semana provocándole cada vez que tenía oportunidad, me vestía más sexi que nunca y cada vez que encontraba un momento le enseñaba un poco más de mi…
Pero nada, hasta el viernes por la mañana en que al cruzarnos en el pasillo me dijo:
-No siga por ahí señorita
-¿Que pasa no te gustó lo de la semana pasada?
-señorita eso no debió pasar y le pido perdón por ello; es mi alumna, no podemos tener ese tipo de acercamientos
Estaba decidida a convencerle y entonces vi mi oportunidad una semana después con su amigo el profesor Fernández, era algo más mayor y además había notado que era más flexible, ya que le había pillado mirando varias veces a mi amiga.
Cuando al final de las clases le vi salir, me dirigí a su despacho compartido con mi objetivo; el señor Fernández.
-Pase señorita, ¿en que puedo ayudarla?
Un cuarto de hora después el profesor sobaba mis tetas sobre el sujetador después de abrir mi camisa. Entonces sin que este se diera cuenta hice una foto de su mesa de despacho, medio culo mío y una de sus manos y las mande a mi querido profesor que estaría solo a diez minutos de ahí.
Para cuando le note tras la puerta ya tenía la polla del señor Fernández en mis manos y le estaba masturbando con fuerza mientras él me sobaba las tetas, me las besaba, me las mordía sin parar de decir.
-Que rica esta señorita, siga meneándome la polla así ya está casi aprobada.
Entonces le busqué, me perdí en sus ojos azules y apenas sentí como el viejo profesor se corría en mi mano sin dejar de lamerme las tetas con lujuria.
-Lo siento no he podido aguantar estas muy buena y no tocaba unas tetas así hacia mil años.
Me coloqué las ropas y salí de allí meneando las caderas, a mitad de pasillo me giré y de nuevo me encontré con su furiosa mirada, me excitó más eso que las lamidas del otro.
No sé en qué me estaba convirtiendo pero me daba igual anhelaba sus caricias e iba a provocarle hasta que se rindiera a mí.
En la siguiente ocasión el señor Fernández lamia mi coñito con devoción mientras se la meneaba. También fue testigo de esas chupaditas y del orgasmo de su amigo cuando de nuevo este se corrió en mi mano. Y de nuevo al salir vi la furia en sus ojos.
Me encontré varias veces con el señor Fernández, le encantaba lamerme mientras yo le masturbaba. Le di placer solo por cabrear a mi profesor, solo por ver la furia en sus pequeños ojos azules.
-Es usted una puta, ¿va a terminar dejándose follar? –Me dijo uno de los días al salir yo del despacho-
-¿Le molestaría si me dejara follar por él? ¿No preferiría ser usted?
-Eso no pasará golfa, yo tengo principios y pareja.
-Bien entonces tendré que conformarme con el señor Fernández.
-Cuidado con el juego
-Él sabe lo que quiero, no hay engaños y además este es su último año, así se llevara un buen recuerdo. ¿Mejor que el típico reloj no?
Me fui con una sonrisa al ver el fuego abrasador de sus ojos.
Pasaron varias semanas más, sinceramente el señor Fernández era un encanto, se conformaba con que le dejara tocarme y lamerme y jamás pidió más de lo que yo le daba. Pero lo nuestro se acabó al tener él un accidente doméstico y pasar el resto de curso de baja. Me llamó un par de veces y al final decidimos no volver a vernos.
Pensaba en el pobre cuando volvía a casa ese viernes, pase al final del vagón a medida que este se vaciaba. Sonó mi teléfono
-Hola, no sé si saldré este fin de estoy sola en casa y quiero aprovecharme –le dije a mi amiga-
Entonces le vi detrás de mí, era mi profesor.
-En serio Laura paso de salir cuando tengo toda la casita para mí –quería que él lo supiera-
Sin dejar de hablar con mi amiga retrocedí un poco hasta chocar mi culo contra su cuerpo, el no dijo ni hizo absolutamente nada. Moví las caderas descaradamente sintiendo como poco a poco algo se movía bajo sus pantalones.
-Laura es que a lo mejor tengo compañía, si no se raja
Respiraba agitadamente cada vez que movía mi pelvis y me frotaba como él había hecho la primera vez.
Cinco minutos después note su rendición, sus manos me apretaron las caderas y me pegó a su sexo ya completamente duro.
Colgué y simplemente nos frotamos hasta que al llegar mi parada le miré de nuevo a los ojos, en ellos vi fuego pero esta vez no estaba enfadado.
Bajé y el me siguió, ande y el ando tras mí y cuando me pare en mi edificio el paró a unos metros, cuando entre en el portal el entró detrás de mí. Me abrazó por detrás y esta vez apretó mis tetas sobre el sujetador hasta que oímos la puerta.
-hola –salude a mi vecina-
Cuando ella salió del ascensor él se quedó apoyado mirándome, la intensidad con que me miraba me encendió, deseaba a ese hombre con mirada culta.
Salí y me siguió, entre en casa y entro tras de mí.
-¿Siéntese en el sofá, un whisky?
-Perfecto señorita.
Estaba nerviosa cuando le preparé la copa y ardía cuando entre en el salón y al acercarme el quito el vaso de mi mano mientras me decía.
-Señorita llevo tanto tiempo deseándola que no sé si podré ofrecerle muchos preliminares, necesito estar dentro de usted o me ahogaré. Usted gana señorita no puedo seguir ignorando lo que deseo
La necesidad tiñó su voz pausada y seria; eso junto a su claudicación terminó de prender la mecha. Metí las manos bajo mi falda y bajé mis braguitas ante su atenta mirada, me acerqué, me subí sobre él a horcajadas y sentí la dureza de su sexo en el mío solo separados por su ropa.
Sus manos acariciaban ahora mi culo, lo amasaba con ansia y sin delicadeza y eso me ponía más y más cachonda.
-Sentir la humedad de su coñito traspasar mi ropa no ayuda niña, me estoy volviendo loco
Me encantaba su necesidad y la urgencia con la que me deseaba, eché hacia atrás las caderas y desabroche su pantalón, pronto su polla estaba entre mis manos, dos leves sacudidas y la coloqué en mi entrada, me agarré de su cuello y lamí sus labios mientras empezaba a bajar, abriéndome con su polla, sintiendo como mi vagina de amoldaba a ella.
Él jadeaba, la presión de sus dedos en mi culo era dolorosamente excitante y entonces metí mi lengua en su boca y bajé de un golpe sentándome sobre sus huevos, con toda su polla en mi interior.
El grito y yo jadee desesperada por el orgasmo que crecía en mi interior y que estalló furiosamente mientras me movía guiada por sus manos en mi culo, mientras mordía sus labios fuertemente.
-Señorita no puedo… por favor
Mordí y lamí hasta que sentí un nuevo orgasmo, apreté su polla y sentí el calor de su semen inundando mi vagina.
Juntos gemimos y gritamos mientras nuestros cuerpos se relajaban tras el orgasmo.
Me quedé inmóvil apoyada en su pecho, abrazada aun a su cuello y entonces sus dedos aflojaron mi carne, ahora sus caricias eran agradecidamente tiernas.
-Gracias señorita
-Me llamo Alex profesor
-Bien señorita Alex, yo me llamo Lorenzo. –Dijo con una sonrisa-
Acabábamos de presentarnos, después del mejor de los sexos y aun así ambos estábamos completamente vestidos.
Él bebió de su copa mientras me levante y fui a coger mis bragas.
Oí un jadeo al bajar a por ellas y me gire para ver como ponía morritos mirándome el culo.
-Señorita Alex es usted una bruja, ¿no puede parar de excitarme?
-Solo había ido por esto –le miré con cara de niña buena y le di mis braguitas-
Me excitó ver como las olía, las frotaba y cambié de idea, me arrodillé ante él y agarré la polla que aún estaba fuera de su pantalón empezando a darle pequeños lametones, cortos.
Él me miraba sin soltar el vaso disfrutando de ambas cosas.
La puse entre mis labios y fui tragando lo que podía, sacándola sola para seguir lamiendo, succionando y acariciando cada milímetro de esa estaca que ya estaba de nuevo en pleno apogeo.
-Que rico la mama señorita, si el señor Fernández supiera lo que yo he descubierto esta tarde ni la cadera rota frenaría a ese hombre y le arroyarías de la misma manera que yo he quemado mis principios en cada una de mis arremetidas.
Sonreí sin sacar su polla de mi garganta, agarré sus testículos y los acaricié.
Ahora subía y bajaba sobre ella con mi boca casi podía absorberla por completo, cuando llegaba al tope paraba y succionaba al tiempo que apretaba sus testículos y daba pequeños tirones.
-Niña vas a matarme si sigues así. Necesito volver a follarte. ¿Vamos a tu habitación?
Le llevé de la mano a los pies de mi cama, me empujó sobre ella y separando mis muslos bajó su cabeza y empezó a lamerme como nadie, succionaba, lamia y hasta mordisqueaba mi sexo hinchado, caliente, mojado y al límite. Lo hacía con más intensidad de la que estaba acostumbrada y eso me llevaba a la locura, no era suave ni rudo, pero se hacía notar y lo notaba, grité, me retorcí y gemí arañando las sabanas entre orgasmos y si digo orgasmos, porque me arranco al menos tres.
-Muy bien señorita, que rica esta.
Dejo limpio mi coñito y cerró mis piernas tiró de mi tobillos y me penetró de un solo golpe, volví a correrme antes de llenarme por completo, me sentía profundamente follada.
-Qué bueno profesor, no pares… fóllame duro.
-¿Te gusta pequeña zorra?
-si –conteste con sinceridad-
Me giró violentamente mientras me pedía que me pusiera a cuatro patas, me agarró las caderas y volvió a penetrarme esta vez más duramente, más profundamente y de nuevo me corrí en su polla.
-Me vuelves loco, me follaría tu coñito hasta reventarte
En ese momento sentí su mano, me dio un fuerte cachete, seguido de un segundo más fuerte. Mis ojos se llenaron de lágrimas, me picaba y escocia el culo… y estaba más excitada de lo que había estado jamás.
Siguió pegándome sin compasión y cada vez notaba más mojado mi sexo, sentía mis muslos húmedos.
-Señorita esta mojadísima, veo que le gustan mis castigos.
-Si profesor no deje de castigarme
-No dejaré de castigarla señorita, ni con mi polla, ni con mi mano, ¿le gusta?
-Si profe si –dije gritando un nuevo orgasmo que me dobló-
Caí en la cama y él sobre mí, dentro de mí.
-Nena no te muevas
Sacó su polla de mi coñito escocido y sentándose en mis muslos se la meneaba frotándola en las rojeces de mi culo.
-que culo tienes nena, la próxima vez me lo follaré como me he follado tu coñito, ¿serás mi puta zorrita?
Mientras asentía con la cabeza, no tenía fuerzas para más, sentí su rigidez y como su semen cubría mi maltrecho y azotado culo. Descubriendo una faceta que me alucinaba;
Quería ser lo que él quisiera, todo había cambiado esa tarde entre sus brazos para ambos, no había vuelta atrás y jamás me había sentido tan yo misma como en estos momentos…