Pasajera de Taxi

Una increíble historia de lo que pasó después de seguir por varios minutos a un taxi que llevaba como pasajera a una coqueta mujer...

PASAJERA DE TAXI

Hola amigos. Esta es mi primera historia que me decido en escribir, la cual espero les guste y la califiquen de buena manera. Está basada en una de mis varias experiencias sexuales a lo largo de mi vida, lo que significa que es totalmente verídica. En ese entonces yo tenía apenas 18 años y llevaba poco de iniciado en las delicias del sexo. Ya han pasado largos 17 años de eso...

Eran como las 11 p.m. de una calurosa noche de verano y con mi amigo Mauro salíamos de un bar, en donde habíamos ido a tomar algo aprovechando las vacaciones. Sin saber qué hacer para entretenernos, decidimos ir a otro lugar en busca de diversión. Subimos al auto y emprendimos rumbo en busca de, principalmente, mujeres que anduvieran en la misma onda que nosotros.

En un semáforo nos tocó parar detrás de un taxi, en donde iba solamente una mujer de unos 35 años en el asiento trasero como pasajera. Casualmente íbamos en la misma ruta de ellos, y de a poco comenzamos a fijarnos en la pasajera del vehículo de alquiler. Era una mujer de cabello castaño y ondulado, ni gorda ni flaca, con ropas livianas por el calor, y daba la impresión que volvía del trabajo a su casa.

Con mi amigo comenzamos a saludarla con las manos y ella nos seguía el juego con risitas y tímidos saludos, mientras el chofer sólo se limitaba a conducir su vehículo con una sonrisa en su cara. Eso se mantuvo por varias cuadras de trayecto, hasta que en otra luz roja de un semáforo me coloqué al costado de su ventanilla, la que ella empezó a bajar rápidamente. Para nuestro asombro nos dijo "si me llevan, me bajo".

Frente a tan inesperada solicitud, sólo le indiqué que gustoso la llevaríamos donde ella quisiera, por lo que lentamente el taxi empezó a reducir la velocidad hasta detenerse. Yo me estacioné detrás de ellos y con mi amigo veíamos como ella le pagaba al chofer y se bajaba del vehículo. Al bajarse pudimos apreciarla mejor, era de contextura media, vestida de pantalones y una blusa, y lo que más me llamó la atención eran sus pechos, que eran grandes y algo se dejaban ver a través de la juntura de los botones.

Mi amigo se bajó, se presentó y le abrió la puerta trasera del auto. La saludé dentro del auto y dijo llamarse Cristina. Era enfermera y venía saliendo de un turno en el hospital donde trabajaba, y ahora se dirigía a su casa. Nos dijo donde era y partimos rumbo para allá. Para ser sinceros era bastante alejado de donde nos encontrábamos y de nuestras casas, pero nuestra sed de aventura era mayor, y la llevaríamos donde ella quisiera.

Cerca de su casa nos pidió que nos detuviéramos en un local para comprar algo para comer, ya que de esa manera nos pagaría por el gran favor de llevarla a su casa. Regresó con unos sándwich, los que comeríamos al llegar. Después de varias vueltas por calles que en mi vida había transitado, por fin llegamos al domicilio. Ella vivía en un departamento independiente ubicado en la parte trasera de la casa principal. Entramos sin hacer mucho ruido, ya que podíamos despertar a los dueños de casa.

Era un departamento de dos ambientes. En uno estaba el living comedor y el otro era su dormitorio. Nos ubicamos en la mesa para comer lo que ella había comprado momentos atrás. Conversamos los tres de nuestras vidas y saboreábamos lo que a esas alturas de la noche, harta falta nos hacía para aplacar el hambre.

En un momento ella quiso ir al baño, por lo que nos quedamos solos con mi amigo. En voz baja nos "peleábamos" a esta desconocida, y obviamente ninguno quería ser el que se quedara con las ganas de tratar de hacer algo. Nos fuimos a la pieza de ella esperando que se desocupara y sin preguntarnos por qué estábamos en su dormitorio, se sentó en la cama con nosotros. Pero ahí a mi amigo su vejiga le jugó una mala pasada y tuvo que ir al baño. En ese momento, con Cristina nos quedamos a solas.

Sin mediar palabras de por medio, me acerqué a ella para besarla, a lo que ella respondió con mucha pasión y frenesí. Para ser sincero, me llamó la atención la forma en que introducía su lengua dentro de mi boca y comenzaba a quejarse suavemente. Poco tardé en comenzar a mover mis manos y con ellas tímidamente recorrer de a poco su cálido cuerpo. En eso mi amigo salió del baño, y al ver el espectáculo quedó estupefacto y se sintió derrotado. Yo sólo atiné a hacerle una seña con la mano para que se fuera y no me fuera a interrumpir mi accionar. Al desaparecer del dormitorio, se aseguró de dejar muy abierta la puerta.

Mientras tanto la respiración de Cristina se había agitado cualquier cantidad y ya le había sacado su blusa, buscando recorrer y chupar esas tetas que tanto me calentaban. Estando ella semi desnuda, me sacó la polera y comenzó a desabrochar mi pantalón, encontrándose con mi verga hinchada y húmeda deseando que la estimularan de buena manera. Mientras ella me pajeaba, yo le seguí sus pasos y también le solté el pantalón. Metí mi mano en su entrepierna y me encontré con una concha que estaba hirviendo de calor y chorreando de placer.

Sus quejidos se hacían más fuertes cada vez, mientras mis dedos entraban en su concha carnosa y mojada. Mientras de reojo veía a mi amigo que estaba escondido viendo todo el espectáculo, le saqué los zapatos y seguido de esto su pantalón y calzón. En frente mío quedó una concha muy caliente y mojada, con un vello púbico depilado en sus costados, lo que me hizo calentarme cada vez más. Me saqué rápidamente las zapatillas y los pantalones, y así, ambos desnudos, ella abrió sus piernas y me entregó ese preciado tesoro, invitándome a entrar hasta lo más profundo en ella.

Sabiendo que mi amigo estaba mirando todo lo que pasaba, me acomodé y empecé a entrar en ese volcán de deseo sin mucho trabajo. Ella estaba totalmente mojada, y su coño era increíble lo caliente que se encontraba. Con cada embestida, Cristina emitía un quejido de placer, y yo estaba tan caliente que veía venir que estaba a poco de correrme. Eso era lo que menos quería, ya que me daba cuenta que por lo experimentada que era ella, yo iba a quedar muy mal en mi desempeño como macho.

Pero a esas alturas, en realidad era poco lo que me importaba lo que pensara mi desconocida compañera, sabiendo además que era muy difícil que perdiera mi erección después de correrme. Así que la empecé a bombear cada vez más fuerte, mientras mi boca recorría desde sus orejas hasta llegar a esas grandes tetas, mordiéndole suavemente sus duros pezones. Entre los gritos de ella (y no es mentira, ya que habían dejado de ser quejidos), silenciosamente comencé a derramar mis litros de leche en su interior, mientras mi verga se mantenía dura y vigorosa.

Tal como había pensado, me la seguía follando y bombeando frenéticamente, tal como si recién estuviéramos comenzando. Aprovechando esto, mi energía en cada embestida iba en aumento, como así también sus gritos de placer. En ese tiempo yo no me daba cuenta cuando una mujer llegaba al orgasmo, pero ahora recordando todo lo sucedido, debe haberse corrido unas tres veces a esas alturas de nuestro encuentro.

Con mi verga dura penetrándola y sintiendo como mi leche se derramaba de su concha, me pidió que cambiáramos de posición, poniéndose rápidamente sobre mí y haciendo desaparecer dentro de su concha mi venosa y duro pedazo de carne. Con ella arriba cambió absolutamente la follada que nos estábamos pegando. Simplemente tomó las riendas y se puso a cabalgar como loca, gritando y chillando como si el mundo se fuera a acabar.

Con ella sobre mí y yo de espaldas en la cama, tenía una mejor perspectiva del dormitorio, por lo que pude ver en el umbral de la puerta, a mi hambriento y excitado amigo, el que con su mirada, sólo pedía una oportunidad para participar también en la fiesta. Por lo mismo, ella trataba de taparse con la ropa de cama, pero como se encontraba totalmente fuera de sí, follándome como animal, no se daba cuenta que yo la destapaba, para que de esa manera mi pobre amigo tuviera la mejor perspectiva que pudiera lograr.

Estuvimos así cerca de una hora, ella como loca disfrutando de mi eterna erección, mi amigo vuelto loco mirando todo el espectáculo y yo disfrutando de la experiencia de estar con una mujer con muchísimo más recorrido que yo. En varias ocasiones me preguntó si yo ya iba a acabar, a lo que yo le respondía que no tenía para cuando, escondiéndole la verdad, que era mi precoz eyaculación al comenzar nuestro encuentro sexual. Ella me respondía a esto "te pasaste, qué duro", frase que repitió en varias ocasiones, a lo que sólo le respondía con más placer y embestidas más profundas.

Con muchos orgasmos a su haber y nuestros cuerpos absolutamente mojados por el sudor, decidió bajarse de mí diciendo que ya no podía más. Se recostó a mi lado y jadeantes nos quedamos descansando del largo y enérgico follón que nos habíamos pegado. Mi amigo apareció en la puerta saludando y sonriendo, mientras ella tomaba una sábana y se cubría para dirigirse al baño. Mi amigo me miró y juntos nos reímos por la increíble experiencia vivida, y animándolo a que le sugiriera un poco de compasión con él y que quisiera follárselo también.

A los pocos minutos apareció Cristina con una sonrisa de satisfacción dibujada en su cara. Yo había aprovechado de vestirme y esperaba sentado en la húmeda cama olor a sexo. Mi amigo se le acercó tímidamente y al oído le preguntó si había alguna posibilidad de volver a la acción, pero ahora con él, a lo que ella amablemente le dijo "no podría, tu amigo me dejo muerta". Después de escuchar eso me sentí en el cielo y mi pecho se hinchó de orgullo, ya que esa opinión venía de alguien que mucho sabía de eso, pero mi amigo se sintió pésimo, ya que lo único que necesitaba en ese momento era liberar sus energías, acumuladas por una larga sesión de voyeur.

Nos despedimos de ella, sin antes dejar de pedirle su número de teléfono. Al salir nos dijo que para la próxima ocasión iba a invitar a una amiga, para que ninguno de los dos nos quedáramos con las ganas de follar. Cerca de las 4 de la madrugada subimos al auto, sin aún reaccionar ante tal deliciosa experiencia (para mí por lo menos), esperando sinceramente volver a juntarnos con ella. Comentando lo sucedido volvimos a nuestras casas después de 30 minutos de camino y felices de haber vivido una historia que, de seguro, iba a perdurar en el tiempo.

Drakulito.-

Opiniones y sugerencias a: drakulito@hotmail.com