Pasado tormentoso (6)

Capitulo vi

CAPITULO 6 – oportunidad.

Bajé al estacionamiento a esperar a María Fernanda. Demoró al menos 10 minutos, lo que me dio tiempo para digerir las cosas que estaban sucediendo con ella. Es extraño que alguien de buenas a primeras te diga “me gustas”, no sé, no pretendía ser desconfiada, pero tampoco es que me hayan salido muy bien las cosas en la vida, precisamente por “confiar”.

FLASHBACK

Cuando Ángela murió, hubo muchas cosas que quedaron en el aire, el cómo, el por qué… su familia fue hermética con todo el tema, me enteré de la peor manera… ese día estaba sola en casa, mis padres habían ido a visitar a un pariente de mi madre, yo no sabía nada de ella desde el último mensaje que envió, dos o tres días atrás…

tocan la puerta

Era su prima. Ángela era hija única y sus padres viajaban constantemente, la mayor parte del tiempo ella lo pasaba sola, su tía veía por ella, ocasionalmente pasaba por su casa y le hacía compañía, su prima sabía de lo nuestro, sin embargo no eran confidentes en ese sentido.

- Patricia, ¿qué haces aquí? – pregunté sorprendida.

- ¿Qué mierda le hiciste a mi prima? – estaba enfurecida, me dio un empujón que caí al suelo.

- ¡Hey!, bájale dos a tu intensidad, ¿cómo que qué le hice a Ángela?, tengo días sin verla – evité decir cualquier cosa, ellas no eran íntimas así que dudo que Ángela le hubiera contado lo que pasó.

- ¿No lo sabes? ESTÁ MUERTA, ¡MUERTA! – Rompió a llorar.

Una sensación de frío recorrió lentamente mi cuerpo, partiendo de mis pies. Todo empezó a nublarse y simplemente ya no fui capaz de sostenerme.

- ¿Te vas a quedar ahí como una tarada? ¿Dime qué pasó?

No fui capaz de articular palabras, sentía las lágrimas correr por mi rostro, mi pecho oprimido, temblaba, todo era muy confuso. Busqué su mirada esperando que en algún momento dijera que era mentira, pero no… se dio la vuelta e hizo una pausa en el umbral de la puerta.

- Pagarás por esto, maldita…

Cerró la puerta de un tirón y ahí me quedé… inmóvil… con la mente en blanco…

FIN DEL FLASHBACK

- ¿Eva, qué tienes? – María Fernanda me sacó de mis pensamientos.

- Emmm, n…nada, me distraje mientras te esperaba – traté de sortear la situación.

- ¿Cómo que nada? Estás llorando – se acercó a mí y me tomó del rostro.

No me había percatado de mi estado, el contacto físico con ella me hizo desplomarme y rompí en llanto. Ella me acunó en sus brazos y me consoló en silencio. Para ser sincera, me hizo sentir mejor.

- Discúlpame, María Fernanda. Esto debe ser incómodo para ti. – le dije enjugando torpemente mis lágrimas.

- ¿Disculpar qué?, sé que algo te sucede pero no has querido decirme, y no sé cómo puedo ayudarte si no confías en mí.

- Nadie puede ayudarme con esto, créeme.

- Al menos quisiera saber… desde el primer momento que te vi, una de las cosas que me llamó poderosamente la atención fue ese brillo nostálgico en tus ojos, no sé cuán grande es el peso que llevas en tus hombros, y quiero saber, quiero entender…

- ¿En serio tienes tantas ganas de odiarme?

- ¿Odiarte? – preguntó, haciendo algo de distancia y tornándose seria.

- Sí… lo más probable es que tu percepción de mí cambie por completo…

- Lo prefiero así. – dijo decidida.

- Vamos a un sitio donde podamos hablar.

- Vamos a mi casa – extendió su mano para levantarme del suelo.

El trayecto transcurrió en silencio, y el tráfico era decente, no demoramos mucho en llegar a su casa.

Tal y como lo supuse al ver la fachada, al entrar a su casa emanaba esa calidez de hogar que rara vez consigues en un lugar. Daba esa sensación de paz que te hace desear estar ahí.

Me hizo sentar en su sala, y fue a la cocina a preparar café. Parecía vivir sola, no había indicios de otras personas viviendo con ella. Había un mueble para televisor que tenía varios compartimientos para colocar diversos objetos, había fotografías de ella, con otras personas, de distintos tamaños, figuras de porcelana alusivas a mascotas, una pequeña mesa de café con un jarrón sin flores, libros, y un oso de peluche en el sofá. La sala estaba iluminada con un hermoso candelabro de luz tenue, bombillas en forma de pequeñas velas, muy realista. Podía percibirse en el ambiente un sutil aroma a incienso de sándalo. Todo era muy acogedor.

En unos minutos regresó con el café, se sentó en el sofá y con pequeños golpecitos al cojín contiguo, me invitó a sentarme a su lado.

- Aquí me tienes, toda oídos. – dijo dando un sorbo a su café.

- Bien. ¿Quieres la versión rápida o la trama completa? – dije bromeando para tratar de restarle peso a la situación.

- Quiero entender, solo eso.

- Bueno… pasa que yo… hace nueve años tuve mi primera y única relación amorosa.

-          Ajá – asentía sorbiendo su café.

- A ella la conocía desde la primaria y todo empezó como una amistad, todos nuestros días eran compartir, jugar, estudiar, incluyendo a mi amiga Dayana, por supuesto. Eso con el tiempo fue generando lazos muy fuertes que derivaron en esa relación amorosa…

- Entiendo. – Su rostro parecía contrariado, habría dado lo que fuera por saber qué estaba pensando en ese momento.

- Hace tres años, yo cometí un error y…

- ¿Qué clase de error? – preguntó mostrando especial interés en esto.

- Le fallé, me vio en una situación comprometedora con alguien más – las lágrimas comenzaron a salir de forma espontánea.

- ¿Y luego? – enjugó mis lágrimas y tomó mi mano.

- Bueno… ella no respondía mis llamadas, o mis mensajes, y bueno… la dejé tranquila, pero un día me escribió diciendo que fuera a su casa y yo fui pero no me abrió la puerta ni nada y en realidad no supe qué hacer, llegué a pensar que se quedó dormida o algo, yo solo me fui, era tarde.

- Ok, hasta aquí voy entendiendo. ¿Qué sucedió luego?

- Un par de días después, si mal no recuerdo, fue su prima a mi casa a decirme que ella estaba muerta – lloré, pero menos efusivamente que en el estacionamiento.

Ella se quedó en silencio…

- No pude ni siquiera pedirle perdón por lo que le hice. Iba cada domingo a verla en el cementerio, de hecho, ayer fui a dejarle flores… unas semanas después, por otros asuntos que no vienen al caso, mi padre arregló con el decano que me transfirieran de sede para terminar la carrera, de otra forma, todo mi esfuerzo se iría al traste, estaba muy mal. No tengo ni una semana aquí y mírame, qué patética, no sé si pueda soportarlo.

Su silencio prolongado me hizo voltear a verla, ella estaba llorando.

- María Fernanda… - Dije buscando su mirada.

Ella me miró y me dijo algo que me dejó helada.

- Eva, no puedes cambiar el pasado, no puedes cambiar lo que fuiste, pero eres dueña de tu presente, puedes ser, puedes hacer. Puedo comprender que tu dolor sea tan grande, que te atormente la culpa, pero… tienes mucho por vivir aún. A veces la vida nos enseña de la peor manera lo que no debemos hacer. Y sé que decirlo es fácil, pero nadie dijo que la vida sería fácil. Aún la amas, ¿cierto?

La miré y lloré aún más. Entendió porque solo me abrazó en silencio.

Creo que me quedé dormida, cuando recuperé el conocimiento estaba en su regazo, ella acariciaba mi cabello. Un rugido en mi estómago rompió el encanto. Ella sonrió.

- Recuéstate. Te prepararé algo ligero.

- No, qué pena contigo, y ya es muy tarde, me dejaste dormir – dije mirando la hora en mi celular.

- Nada de eso. No te muevas. – se retiró a la cocina.

Esta situación fue algo extraña. Ella no me juzgó, no hizo preguntas de más, solo me escuchó, y me habló con una naturalidad que aterra. En realidad no supe cómo interpretarlo.

- Aquí tienes, espero que te guste – me había preparado un emparedado con jamón, queso y algo que a simple vista parecía ser mermelada.

- Wow, gracias, se ve bueno – realmente lo estaba, lo devoré en segundos.

- ¿Quieres quedarte?

- Agradezco el gesto, pero debo regresarle el carro a mi padre, y buscar el mío. Es celoso con sus cosas, creo que me lo prestó hoy porque andaba contento – dije riendo.

- Vas y vienes, asunto resuelto – Su mirada se tornó pícara.

- Eres persistente. – La tomé del rostro y la miré a los ojos.

- Tu mirada intimida, y tus ojos no son negros, creo que no te había detallado bien.

- Cosas que pasan. – Me acerqué más a ella. Estaba a punto de besarla, ella cerró sus ojos, anhelando ese primer contacto.

- Me gustas, no puedo negarlo, tampoco puedo negar que el pasado me pesa, pero es tu decisión lo que quieras hacer con esto, te agradezco haberme escuchado, y que no me hayas juzgado… yo…

Me interrumpió posando sus labios sobre los míos. Toda ella era tan cálida, suave, sus labios tenían gusto a mermelada de fresa. Abrió sutilmente sus labios invitándome a entrar, cosa que hice sin dudar. Fue un beso profundo pero delicado, que electrizó todo mi cuerpo, podía sentir cómo su temperatura se elevaba, y su respiración se agitaba cada vez más.

Se montó sobre mí, estaba muy excitada, se frotaba contra mí, podía sentir su pubis rozar el mío, y eso en conjunto con sentir su calor, su cuerpo entero tan cerca, me estaba enloqueciendo. Ella no iba más allá, así que jugué hasta donde ella me permitió, fue una sensación increíble, me sentí viva (Obvio, 3 años sin sexo, te soplan al oído y te corres).

- Me encantas – dijo mientras me besaba.

- Si sigues con esto, no respondo – apenas y podía juntar palabras de lo excitada que estaba.

- Hazme tuya. – dijo, poniendo una de sus manos en mi entrepierna.

Ya no podía más, comencé a quitarle la ropa torpemente, ella sonreía mientras me veía. El olor de su piel, indescriptible. Un dulzor que invita a devorar sin reservas, sutil perfume que enloquece al percibirlo.

Acaricié su cuerpo, vi la gloria al tocar sus senos, estaban muy tibios, suaves, tensos, en realidad no necesitaba sujetador, eran perfectos. Estaba tan excitada que tuve un orgasmo al meterlos en mi boca, pero mi excitación persistía. Ella gemía, le proporcionaba pequeñas lamidas y chupetones, alternando entre pezones, no quería dejar sin atención una sola parte de su cuerpo.

La levanté un poco para hacer que se recostara en el sofá, arrojé el peluche al suelo, estorbaba en ese momento. Deslicé su falda hasta dejarla solo con su ropa interior, traía un hilo demasiado sensual, blanco, de encaje. Me fui de boca directamente a saborear sus mieles por encima de la fina tela que se interponía, su olor era exquisito, olor de hembra excitada.

- ¡Dios! No imaginé que fueras tan buena en esto – dijo halando mis cabellos.

No respondí, necesitaba disfrutar de ese momento, estaba húmeda, muy húmeda, y su palpitar era perceptible. Retiré el hilo, estaba totalmente a merced de mis deseos. Su sexo era muy apetitoso, carnoso, perfectamente depilado hasta el ano, de verlo querías lamer cada pliegue y beber hasta la última gota. Sin mayor dilación, comencé a degustar de ese divino manjar, disfrutaba escuchar sus gemidos desesperados por más, y su movimiento de caderas me marcaba el ritmo, pero yo no tenía ninguna prisa, me ocupé en lamer con suavidad, brindando especial atención a su clítoris, hinchado y palpitante.

- Me estás volviendo loca, ¡qué rico!, dame más placer. – realmente estaba ardiendo, sus jadeos se intensificaban.

Aumenté la intensidad de las lamidas, y comencé a penetrarla con mi lengua, succionando toda su vagina. Sus movimientos de cadera se aceleraron, al igual que sus gemidos.

Mientras acariciaba sus senos con una mano, comencé a penetrarla con la otra, buscando el cielo rugoso, el centro del placer femenino, embestí rítmicamente y en conjunto con lamidas intensas a su clítoris. Estalló en un orgasmo que me bañó la mano entera. Bebí de ella sus tibios jugos, y regresé a encontrarme con sus labios, estaban helados, la intensidad de lo que sintió se reflejó en todo su cuerpo, me miró con dulzura.

- Tengo que compensarte muy bien lo que me acabas de hacer sentir.

En este punto sentí nervios, la única mujer que me ha tocado ha sido Ángela, y eso fue un “proceso mediante el cual”. Sin embargo, cuando María Fernanda dejó expuesto mi sexo, moría por sentir su boca complacerme. Y vaya que lo hizo. Me la comió como los dioses. Se dedicó a darme una buena mamada, y en cada lamida y chupetón me arrancaba gemidos que me hacían desconcertar, pues nunca fui persona de gemir.

- Eres deliciosa – decía mientras lamía.

- No hables con la boca llena – le respondí riendo.

Estaba a punto de correrme, la tomé de los cabellos y empecé a marcarle el ritmo, cada vez el orgasmo estaba más y más cerca, hasta que llegó y sentí una descarga tan intensa que quedé con una sensación parecida a cuando el cuerpo flota en el agua. Ella me miró, con cara victoriosa, me dio un beso y se recostó en mi pecho.

- No imaginé que estar contigo sería tan rico – decía completamente extenuada.

No es la clase de comentarios que me guste responder, simplemente acaricié su cabello y así nos quedamos hasta que nuestra respiración se normalizó.

- Es una lástima que no te quedes, sería capaz de hacerlo una y otra vez hasta amanecer si cada vez me haces sentir así.

-          S eñorita, mañana hay que trabajar, sin embargo, eso se puede arreglar, por mí encantada – Le dije buscando sus labios para besarlos.

- ¿Ah sí? – Me miró fijamente.

- Por supuesto – Le dije mientras me dejaba caer sobre el sofá.

Unos minutos después, me preparé para irme, no sabía qué pasaría después de esto, pero tener la suerte y privilegio de comerme semejante hembra, hacía que valiera la pena no pensar por un momento en algo más.

Me despedí con un beso y partí rumbo a casa.

Continúa…