Pasado tormentoso (5)
Capitulo v
CAPITULO V - Lo pequeño del mundo
Lunes, llegó el día de lo inevitable. Debía reunirme con mi padre a primera hora en la compañía.
Escogí un atuendo semi-ejecutivo, jeans gris plomo, no muy ceñidos al cuerpo, camisa blanca manga larga y blazer negro abierto. Esperaba salir bien parada, si algo tiene mi padre es que es muy profesional, ahí no vale ser “la hija del dueño”, si te tiene que patear el trasero lo hace, sin más.
Tuve que pedir un taxi, detallito que ayer no trajera mi carro cuando pasé por la casa, tanto tiempo sin usarlo que perdí la costumbre.
En aproximadamente 35 minutos había llegado a la compañía, llegué antes de lo pautado, así que dejé dicho a la recepcionista que apenas llegara mi padre le notificara que ya estaba en el edificio y pasé a saludar, muchos me conocían desde niña, tienen toda una vida trabajando hombro con hombro junto a mi padre.
Había rostros nuevos, me imagino que mi padre haría las presentaciones durante el día.
- Señorita Santiago, su padre acaba de llegar, pidió verla en la sala de juntas.
- Gracias, voy enseguida .
Me dirigí al encuentro con mi padre, la sala de juntas quedaba en el tercer piso. Era espaciosa, el aire acondicionado estaba potente y comencé a tiritar, mi padre suele mantener fríos los entornos que ocupa porque sufre de “vaporones” por sus problemas de presión arterial. Siempre tiene calor.
- Padre, buenos días – me acerqué a él, quien estaba en la silla central de la sala de juntas.
- Hija, gracias por venir. No te quitaré mucho tiempo, seré directo. – dijo entusiasmado.
- Tienes toda mi atención. – le correspondí con una sonrisa.
- ¿Quieres un café?, pediré dos cafés, espera. ¿Martina?, ¡Martina!
- Dígame, Sr. Santiago – decía la joven muchacha, quien al parecer venía a toda carrera.
- Trae por favor dos cafés, el mío como de costumbre. Hija, ¿cómo quieres el tuyo?
- El mío lo quiero como para comer galletas.
- En seguida vuelvo – dijo Martina.
- Hija, estoy muy orgulloso de ti, lo sabes . También sé que de todos los lugares del mundo, el que menos quieres para desarrollar tu carrera es nuestra compañía, y sé perfectamente por qué, no necesitamos discutir sobre eso ahora, pero… tu hermano se fue del país, yo me estoy haciendo cada vez más viejo y… necesito tu apoyo, no quiero dejar el trabajo de mi vida en manos de un extraño. Sé que no quieres hacerte cargo, pero quiero que estés aquí, quiero sangre de mi sangre velando por nuestro patrimonio, espero que comprendas, piénsalo, ahorita eres la única persona en quien puedo confiar.
- Padre… – me dejó descolocada todo lo que dijo.
En ese momento interrumpió Martina, quien traía los cafés. Además de eso, trajo unas galletas. Empezó con buen pie conmigo.
- Como tu hermano se fue, contraté a una nueva persona para el área de administración, es joven, no puedo ser desconfiado de buenas a primeras pero es mejor tener precaución con estas cosas. Lleva casi dos meses aquí… creo que ya los cumplió… te asignaré como Ingeniero Jefe, quiero que veles por la seguridad perimetral de la empresa, que monitorees todo lo que suceda en todas las áreas, en especial en administración.
- Entiendo, cuenta conmigo, seré tus ojos en todo esto.
- Eso quería escuchar hija. Haces feliz a tu padre.
Me dio un beso en la frente y prosiguió con las instrucciones.
- Pronto voy a retirarme. Aquí hay mucha gente capaz de ocupar la presidencia interina en tu lugar, dejaré en tus manos esa decisión, será una especie de “gobierno títere”. Asegúrate de elegir bien, y deja en claro que en el momento en que decidas asumir las riendas de la compañía, esa persona deberá retomar sus tareas ordinarias. No quiero egos crecidos.
- Entonces, quiere decir que… - me interrumpió, poniendo su mano en mi mejilla.
- Hija, quiero legarte la compañía .
- ¿Qué pasará con Francisco? – pregunté dudosa.
- Él abandonó todo esto, ¿crees que lo merece?
No supe qué decir, ni cómo reaccionar. Mis manos estaban heladas, preferí pensar que era por el frío que por la decisión que estaba tomando mi padre.
- ¿De cuánto tiempo estamos hablando?
- Lo que queda de este año. La decisión la haré pública durante la fiesta de fin de año, y tú te encargarás de anunciar a la persona que elijas para el puesto.
- Son cinco meses… ¿crees que es suficiente tiempo?
- Es el tiempo que tomará arreglar todo, pienso dejarlo por escrito, ya hablé con los abogados, empezarían los preparativos una vez que tú aceptes.
- Gracias por confiar en mí.
- Excelente, ahora convocaré a todos para presentarte en tu nuevo rol en la empresa, menos a sistemas, esos van luego.
Mi padre salió a toda velocidad buscando a Martina, pidió convocar a una junta con todos los líderes de área en media hora. Eso incluía administración, recursos humanos, tesorería, almacén, servicios generales, call center y ventas.
En media hora, tal como lo solicitara mi padre, fueron llegando los líderes de área, la mayoría me conocían, pude identificar a una que otra persona. Había murmullos y comentarios, nada fuera de lo común.
La última persona en entrar, me hizo poner más helada de lo que estaba, no era otra sino María Fernanda, que si bien en el primer momento no me vio, cuando levantó la mirada para ocupar un asiento, se acercó a mí y me saludó.
- Caramba, qué pequeño es el mundo, Eva.
- Hola, María Fernanda, qué sorpresa.
- ¿Trabajas aquí? No te he visto antes – preguntó ingenua.
- Posiblemente comience hoy – le dije, sin entrar en mayores detalles.
Antes de poder continuar la conversación, irrumpió mi padre muy enérgico, se le veía feliz. Se sentó nuevamente en la silla central, y llamó la atención de todos.
- Señores, buenos días. ¿Martina?, café para todos, dos más como los que pedimos antes y galletas para mi hija.
- En seguida, Señor Santiago.
Al decir “hija”, obviamente los que no me conocían empezaron a voltear a los lados, sin mucho esfuerzo pudieron haberlo notado, pero a veces la gente tiene ojos y no ve. Lo de las galletas fue un detallazo, estaban deliciosas. Mi padre se puso de pie y me extendió su mano.
- Para quienes no la conocen aún, ella es Eva Santiago, mi hija. A partir de hoy se une a nuestro equipo en el área de sistemas, quiero toda la colaboración para con ella, de igual forma ella estará aquí para apoyarnos en todo lo concerniente al área tecnológica. La he nombrado Ingeniero Jefe, es la razón por la cual no ven personal de sistemas en esta reunión, la reunión de Eva con su equipo será en privado.
Todos se deshicieron en halagos, bueno, los que me conocían, las caras nuevas se miraban y podía percibir cierta tensión derivada de la noticia, cosa que me tenía sin cuidado.
Al llegar el café y mis galletas me dediqué a comer como si no hubiera mañana mientras veía a mi padre girar instrucciones y halar orejas cuando ameritaba. Mi primera junta fue realmente divertida aunque algo larga, se extendió por más de hora y media, pero al parecer todas las “dudas” se habían disipado.
Faltaba poco para el mediodía cuando salimos de la reunión.
- Padre, ¿podemos programar la siguiente reunión para después de almuerzo?
- Por supuesto hija, ¡eres la jefa! Tengo un almuerzo con unos inversionistas, así que si no llego para la reunión empieza sin mí, igual yo te aviso. ¿Traes el carro?
- No, lo dejé en la casa, ¿mi madre no te avisó que me quedaría unos días en casa de Dayana?
- No… – suspiró ofuscado.
- ¿Sucede algo?
- Tranquila hija, todo estará bien. Me iré con Matías en el carro de la compañía, toma mis llaves, maneja con cuidado. Y antes de ir donde Dayana pasas por tu carro y dejas el mío, sabes dónde dejar las llaves.
- ¿Cómo olvidarlo? Jajajajajaja – reímos en complicidad.
Mi padre se fue, entré a mi oficina y le di un vistazo. Aún no tenía secretaria, así que pedí el favor a Martina que anunciara la reunión con sistemas para después de almuerzo. Quise cerrar la puerta para revisar algunas cosas antes de irme a almorzar pero un tacón lo impidió.
- ¿Puedo pasar?, Ingeniera.
- Claro, adelante, bienvenida, María Fernanda.
Durante la reunión no pude detallarla bien, estaba concentrada en mi padre… y en la bandeja de galletas… Estaba muy elegante, un traje ejecutivo de falda por encima de las rodillas, de tonalidad gris clara, con una blusa de escote rosada, podía ver sus hermosos pechos rebosantes, blazer abierto, y su cabello recogido de forma desordenada con una de esas varillas para el cabello, ni idea de cómo se llaman. Era tremendamente sexy, me puse un poco nerviosa.
- Entonces, eres la hija de mi jefe. ¿Cuándo ibas a decírmelo? – dijo bromeando mientras la invitaba a sentarse.
- Primero, no sabía que tu jefe era mi padre, segundo, tengo hambre, ¿traes almuerzo?
- Sí, traje mi almuerzo, ¿por?
- Déjalo, almuerza conmigo, ¿te gusta la comida asiática?
- Bueno, no es que haya probado muchas cosas pero lo que he probado me ha gustado.
- Perfecto, te vienes conmigo, cerca hay un sitio donde la preparan muy bien, y así podemos conversar con calma y sin chismosos cerca. ¿Notaste lo que pasó en la reunión?
- Pensé que eran ideas mías, pero no entiendo el por qué la reacción.
- Pensarán que soy una “hija de papi”, pero si estoy aquí es porque mi padre necesita mi apoyo, yo misma te dije ese día que “muy a mi pesar” comenzaría a trabajar con él. Era esto lo que quería evitar, pero según mi padre esos son “gajes del oficio. Vamos, te contaré más durante la comida. – le dije mostrándole las llaves de mi padre y sonriendo pícaramente.
Bajamos al estacionamiento, nos montamos en el auto y me dirigí al sitio, no era muy distante, más o menos tres cuadras. En el camino iba pensando en lo osada que fui al invitarla a almorzar, me imagino que la adrenalina de la situación me impulsó a hacerlo, ya no podía arrepentirme. Puse la radio para distraerme de mis pensamientos, ella estaba en silencio y yo realmente estaba en blanco. Sonaba en ese momento una canción de Laura Pausini, One more time… Escuchar la letra hacía que llegaran tantos recuerdos a mi mente que mi garganta se anudó.
- ¿Ocurre algo? – preguntó ella.
- No, solo entró algo en mis ojos, molestan un poco – dije, “limpiando” mis ojos.
Obvio no se tragó el cuento, pero afortunadamente estábamos llegando al sitio y eso evitó que se extendiera la conversación.
- Es aquí. Buscaré un buen lugar para estacionar.
Entramos al restaurante, no importa cuántas veces entrara en ese lugar, siempre pondría la misma cara tonta al cruzar el umbral de la puerta. Las paredes tenían un papel tapiz verdoso, con flores de loto al relieve, una columna horizontal de madera que traía bordado un dragón que miraba en dirección a la puerta, es que era lo primero que veías al entrar y era impresionante, además, el ambiente lo complementaban con música instrumental asiática. María Fernanda quedó encantada, pude verlo en su rostro, y eso generaba cierto cosquilleo en mi interior. Pedí la mesa y ojeamos la carta.
- A ver… yo siempre que vengo pido lo mismo, así que no soy la más indicada para recomendarte algo. ¿Qué te gusta de lo que ves?
- Tú…
- ¿Cómo?
- Takoyaki… ¿qué es esto?
- Ah… em… son unas bolitas como de harina de trigo y pulpo con jengibre y algas.
- ¿Qué es lo que tú pides siempre?
- Ramen… mi vicio…
- ¿Qué clase de cosas te envician?
- Comida… comida…
- O sea, que eres débil por el estómago.
- ¿A dónde quieres llegar?
- ¿A dónde quieres que llegue?
En ese momento, llegó el mesero. Nos tomó la orden y mientras esperamos intenté digerir la conversación que se estaba dando.
- Eva, quería comentarte algo, no sé si fue imprudente de mi parte, te pido disculpas si fue el caso.
- ¿A qué te refieres? – no entendía nada, soy lenta para algunas cosas, lo admito.
- Sabes que Helena y Dayana comenzaron una relación y...
- ¡Esa Perra!
- ¿Perdón?
- No, disculpa, mi amiga no me dijo nada y me indigna un poco no enterarme por ella, solo me dijo que iba a un viaje con ella, de hecho, le estoy cuidando el apartamento. Me imagino que cuando llegue después de haber cogido la semana entera es que me va a decir que ahora son novias.
- Disculpa, no sabía… ¿metí la pata?
- No, tranquila, siempre hacemos esos dramas, somos como hermanas y nos cuidamos mutuamente. A veces ella ve cosas que yo no, y viceversa. Esa era la razón de mi presencia el sábado, aunque realmente lo único que alcancé a ver es que se estaban comiendo con todo y ropa.
- Helena es muy fogosa, muy pasional… es la razón por la que somos solo amigas, no es mi tipo.
- Dayana y yo estamos juntas desde preescolar, ni por la mente se me pasaría coger con ella, jajajajaajaja – mientras decía esto, llegué a pensarlo, me pareció grotesco.
- ¿Cuál es tu tipo de mujer? - preguntó
- No tengo un “tipo de mujer”. No tengo de dónde comparar porque en realidad yo…
En ese momento llegó el mesero con la comida. Comenzamos a hacer comentarios sobre la comida y lo vistosa que era y en eso se nos fue el hilo de la conversación.
- Gracias por la comida, fue muy agradable. La próxima invito yo.
- No te rechazaría un postre – le dije sonriendo.
De regreso a la oficina, retomó lo que originalmente iba a decirme…
- Eva, lo que quería decirte es que… bueno, cuando Helena me contó lo de su relación, pensé que a través de ella podía llegar a ti, así que le pedí que me consiguiera tu número, no alcancé a pedírtelo esa noche y bueno, quería hablar contigo, conocerte más…
- Mmm… ahora entiendo…
- ¿Entender qué?
- Dayana antes de irse me dijo que Helena le pidió mi número, pregunté para qué y no me dijo sino que me dio a entender que soy bruta para algunas cosas. Eras tú entonces… pero ella pudo haberme dicho y no lo hizo, no entiendo. A fin de cuentas, ¿te dio el número?
- No, y por eso me disculpaba, pensé que había cometido un error.
- Para nada, no veo qué tiene de malo.
- ¿Puedes parar un momento? – me pidió tomando la mano que tenía en la palanca de cambios.
Sin preguntar me estacioné apenas conseguí un sitio apropiado. Apagué el motor y pregunté qué pasaba…
- Eva… me gustas… esa noche sentí mucha química contigo, la forma en que me trataste, me sentí tan bien…
- Yo… - me interrumpió antes de poder decir algo.
- Espera, déjame terminar antes que digas que tienes novia o que no te gusto o lo que sea. Solo te pido que me permitas conocerte, salir contigo, compartir contigo, estar cerca de ti, así sea como amiga. No acostumbro a hacer estas cosas pero… estos impulsos que siento cuando te veo, estas ganas de sentir tus labios… disculpa si estoy siendo imprudente…
Me quedé callada, no sabía qué hacer, me quedé en blanco…
- No tienes que decir nada, no esperaba una respuesta de tu parte, si quieres continúa el trayecto a la oficina y disculpa lo malo. – la vi algo desanimada.
Mi cuerpo no reaccionaba, una mujer hermosa se me estaba declarando y yo solo podía mirarla sin inmutarme.
Llegamos a la oficina, ella siguió de largo a su oficina y yo subí a la sala de juntas a esperar al personal. La reunión fue tensa y se extendió hasta el final de la jornada, entre ajustar detalles y dictar directrices. Salí exhausta.
Bajé a la oficina como a eso de las 5 de la tarde. Mi padre no regresó, sin embargo esperé un poco para ver si regresábamos juntos a casa.
Tocan la puerta, era María Fernanda.
- Eva, ¿puedo pasar?
- Adelante, con toda confianza.
- Vine a disculparme por la forma en que reaccioné en la tarde, podemos ¿empezar otra vez?
- Cierra la puerta – le dije mientras caminaba hacia ella.
La tomé de la cintura, nuestros labios quedaron tan cerca como la primera vez, me fui acercando lentamente para besarla, cuando suenan unos pasos cada vez más cerca. La solté de inmediato y me di vuelta, empecé a hacer una especie de parapeto “girando instrucciones” a la administradora, quien me siguió la corriente.
- Señorita Santiago, ¿puedo pasar? – era Martina.
- Adelante, dime, ¿qué necesitas?
- Quería saber si necesitaba algo, estaba por retirarme.
- Descuida, tengo todo cubierto, estaba terminando de definir algunos puntos con la Licenciada pero en unos minutos ya me retiro. Gracias por todo. Nos vemos mañana.
- Que pasen buenas noches, hasta mañana.
Respiré profundo y me acerqué de nuevo a María Fernanda. De nuevo se acercó Martina y volví a brincar del susto.
- Disculpe, olvidé decirle que el Señor Santiago llamó y me pidió que le dijera que no lo espere, que llega tarde.
- Gracias, Martina.
Me llevé las manos a la cabeza de la frustración. María Fernanda se reía de mi reacción.
- ¿Qué es tan gracioso?
- Mírate, pareces una niña.
- Muy graciosa. Vámonos de aquí. ¿Te llevo a tu casa?
- Si no es molestia.
- No, no lo es. Ve por tus cosas y te espero abajo.
Salió de mi oficina haciendo poco esfuerzo por no reírse. Esa situación fue bastante incómoda, ¿y está tan tranquila?
Vaya primer día de trabajo.
Continúa…