Pasado tormentoso (14)

Capitulo xiv

CAPITULO XIV – Ingenuidad.

Dayana sentía ese impulso desmedido, esas ansias por confrontar a Ángela, por más que insistí, no me escuchó.

- Escúchame, Dayana. Eso es lo que deben estar buscando, que yo me aparezca buscando respuestas. No quiero darles el gusto.

- No, eso no es darles gusto, yo quiero que te vea, que te vea bien, feliz, siendo amada.

- Estoy de acuerdo – DijoMaríaFernanda, esbozando una sonrisa cómplice hacia Dayana.

- En eso eres experta, Mafer, en hacerte sentir – Dijo Helena, participando de la conversación.

- ¿Qué les parece si vamos esta noche al club a bailar? – Dijo Dayana, mostrándose motivada.

- Ahora que lo mencionas, ¿recuerdas que me pareció extraño que Soraya se apareciera apenas llegué? – Dije, armando un par de ideas en mi cabeza.

- Cierto, entonces ella estaba ahí, y tuvo que haberte visto con María Fernanda. Seguro de ahí salió todo esto, la escenita de Patricia y todo lo que hemos visto hasta ahora.

- Te estaban esperando, amor – Dijo María Fernanda, riendo mientras me abrazaba.

- Pues, me siento halagada, esperar tres años para llevar a cabo una venganza me convierte en alguien importante. – Dije, haciendo morisquetas de “señora de alcurnia”.

- Sigo sin entender qué pito toca Soraya en todo esto. – Dijo María Fernanda, jugando con su cabello.

- Hay que preparar un plan, tenemos que arruinarles el jueguito. – Dijo Dayana

- Yo opino…

- Nada, Eva, NADA. Esto se acaba hoy. – Me interrumpió Dayana.

- Si es por las buenas… – Dije desanimada

- ¿No quieres hacer esto, amor? – Preguntó María Fernanda.

- No es eso, mira cómo estoy, estoy vulnerable, con este yeso, toda demacrada, va a pensar que estoy mal, y no, no quiero eso.

- Pues, yo creo que Eva tiene razón, deberíamos esperar que deje el yeso. – Dijo Helena.

- ¿Y si te la encuentras antes? ¿qué harás? ¿esconderte? – Dijo Dayana mientras se acercaba a mí.

- Pues, yo creo que Dayana tiene razón, no deberíamos esperar que deje el yeso. – Dijo Helena.

- ¡Helena! – Dijimos las tres al unísono.

- ¿Qué? ¿Ahora qué hice? – Preguntó extrañada.

- No puedes darnos la razón a todas, amor. – Dijo Dayana, buscando su abrazo.

María Fernanda y yo nos reímos de la escena. Luego, respiré profundo, y tomé una decisión.

- Bien, muchachas, basta de charla. ¿Cuáles son las probabilidades de que hoy esté Soraya? – Dije, tratando de poner seriedad al asunto.

- Ella casi que vive ahí, no creo que hoy no esté. – Dijo Dayana.

- Igual no hay que arriesgarnos. Podemos hacer algo, ustedes se adelantan y luego si la ven nos llaman, y yo llego con María Fernanda, tipo casual, como si quedamos de vernos.

- Eso también, si llegamos todas juntas, pueden sospechar. – Dijo María Fernanda.

- Bien, haremos eso. María Fernanda, tienes que lucirte esta noche, ya eres bella pero tienes que romper los esquemas, que no les queden ganas de acercarse.

- No será difícil, ¿no ves que es la mujer más hermosa que he visto en mi vida? – Dije, mirándola fijamente.

María Fernanda se ruborizó, me tomó de las mejillas y me dio un beso.

Terminamos de planificar lo que haríamos, poco después, Dayana y Helena fueron a arreglarse. María Fernanda se ocupó de mí primero, me sentía como los niños cuando los arreglan para salir, y ciertamente, vestirme era más sencillo por mi estilo, nada especial. Por suerte, entre las mudas de ropa que guardé en el bolso, había una combinación decente. Una camisa manga larga, color vino, con finas hebras blancas en el revés que daban forma a un patrón de cuadros, visible al arremangarla, María Fernanda tuvo algunos problemas con el brazo donde estaba el yeso pero al final lo logramos. Ella escogió además un pantalón tipo khaki color verde olivo, no estaba nada mal y al parecer ella estaba complacida, no dejaba de mirarme. Colocó el cabestrillo, me perfumó, me dejó sentada en la sala con algunas galletas y fue a arreglarse. Puso sus reglas, no debía levantarme del sofá hasta tanto ella no saliera.

Las dos horas más largas de mi vida…

- “¿Qué tanto hace esta mujer?” – Pensé, lamentando que había acabado con todas las galletas.

Sentí su perfume, usó el mismo que el día en que nos conocimos… impregnó la casa con ese aroma a almendras, mi cuerpo se estremeció, esa fragancia le hacía honor a su nombre, era una “poción hipnótica”.

Cuando escuché su taconear, mi corazón comenzó a latir más aprisa, sentía ansiedad, estaba expectante.

Ahí estaba, esa mujer que se había adueñado de mí desde el primer día que la vi, mis ojos no daban crédito a lo que estaba viendo. Se puso un vestido rosa pálido, sedoso, el corte caía perfectamente ceñido a su silueta, tenía un escote que comenzaba en la cadera, se extendía por todo el muslo derecho hasta la rodilla, y dejaba ver discreta pero seductoramente su piel, el vestido era de espalda descubierta, y el escote del busto invitaba a lanzarse a devorar sus senos. No tenía mangas, solo un tirante en el hombro izquierdo. Adornó su cuello con joyería que hacía juego con los zarcillos y los brazaletes. Recogió su cabello con un moño relajado, mechones de cabello caían en su rostro, era sensual. Perfectamente maquillada. Los tacones la hacían ver casi de mi altura, estaba deslumbrante.

- ¿Te vas a quedar así o me vas a dar tu opinión? – Dijo sonriendo.

- ¡Wow!… – Fue todo lo que pude articular.

Me acerqué a ella y la tomé de la cintura.

- Qué afortunada me haces sentir. – La besé.

El beso fue muy bien correspondido, pero tuvo que retocar su maquillaje antes de salir.

Mientras la esperaba, recibí esa llamada que tanto ansiaba en el fondo.

- Eva, están aquí, mueve el trasero. – Dijo Dayana, con tono “detectivesco”.

- Vamos en camino.

Le avisé a María Fernanda y salimos de la casa, entramos en el auto y durante el camino conversamos sobre lo que podía suceder.

- ¿Qué piensas de todo esto? – Le pregunté.

- Es bueno que pase, es hora de que sepultes definitivamente tu pasado, si se da la oportunidad de que hables con ella, no te quedes con nada por dentro, di todo lo que puedas sentir, será sano para ambas cerrar ese ciclo.

- No creo que sea lo que ella quiere.

- ¿Y tú qué quieres?

- A ti – Tomé su mano mientras la tenía en la caja de cambios.

Sonrió y volvió a centrar su atención al camino. Qué hermosa estaba, no me canso de decirlo.

Llegamos al local. Al bajarme con ella, todos nos miraban, sobre todo a ella, creo que en ese momento yo era la envidia de todos en el lugar.

Entramos, María Fernanda se colgó de mi brazo, caminaba con orgullo, y yo, yo estaba completamente atontada con su belleza. Cuando llegamos a la mesa, los ojos de Dayana y Helena se hicieron más grandes de lo normal.

- ¡Caramba! – Dijeron al unísono.

- Vamos, no es para tanto – Decía María Fernanda, algo apenada.

- Mafer, te tomaste muy en serio la recomendación de Dayana – Decía Helena, mientras la saludaba con un beso en la mejilla.

- Ustedes también se ven bien – Dije, para variar.

En ese momento, Dayana miró tras de mí, su rostro dijo todo, y María Fernanda lo notó, así que comenzó con el juego. Se sentó mirando en dirección opuesta a la entrada, logró divisarlas, yo seguía de espaldas, solo miraba en silencio a María Fernanda, su rostro me diría qué tal estaba la situación.

- Y bien chicas, ¿cuál es el plan? – Dijo María Fernanda.

- Hasta ahora no hemos pensado en algo, pero es seguro que Ángela querrá acercarse a Eva, no deja de mirar hacia acá – Decía Dayana, mientras hacía señas a un camarero.

- ¿Está Soraya con ella? – Pregunté.

- Hace rato estaba con ella, desde hace unos minutos la dejó sola.

- Tal y como lo pensé, es solo una carnada, ya no le interesa. Es lamentable. – Dije, aferrándome a la mano de María Fernanda, quien se acercó a darme un beso, el cual no dudé en corresponder.

- ¡Wooow! – Dijo Helena.

- ¿Lo viste? – Repicó Dayana.

- ¿Qué cosa? – Preguntó María Fernanda, limpiando el labial que me dejó al besarme.

- Verlas besarse la hizo enfurecer, no entiendo del todo – Dijo Helena.

- Ok, me están desesperando. – Dije, tratando de voltearme.

- ¡NO! – Me dijeron a coro las tres.

- Escúchame, Eva, tiene que ser algo casual, no puedes lanzarte de bruces, no existe para ti.

- Eva, vamos a la pista – Dijo María Fernanda.

Yo no pude hacer más que confiar en ella.

- Muchachas, ténganme un Martini bien seco, y algún jugo de frutas para Eva para cuando regresemos.

- Entendido, jefa. – Asintió Helena.

Las personas le abrían paso a María Fernanda, solo por verla pasar, sentí tentación de mirar hacia donde estaba Ángela, pero pude contenerme.

María Fernanda derrochó sensualidad en la pista, y a pesar del yeso, podía seguirle el paso. Me daba besos tiernos, susurraba cosas dulces en mi oído, se aferraba a mi cuello y por un momento me dejó pasmada con lo que me pidió.

- Ella te está mirando. Dame vuelta cruzando por tu brazo, está en la mesa junto al pilar que está hacia la derecha, claro, desde mi perspectiva.

Hice lo que me pidió, y en el momento en que quedamos cruzadas, pude verla. Fue solo por unos segundos, eternos, pero no sentí la necesidad de permanecer en su mirar, dirigí la vista hacia quien la merecía, puse mi frente contra la suya y le recordé lo hermosa que estaba.

Se mostró complacida, me dio un beso bastante profundo, me encendió la manera en que devoraba mi lengua, con locura.

Unos minutos después, volvimos a la mesa, ella se enganchó a mi brazo, y puso su cabeza en mi hombro.

- ¡Upa!, si vieras la cara que puso la mosquita muerta esa cuando las vio en la pista. – Decía Dayana, con cierta arrogancia.

- No es necesario caer en eso, ya me vio, sabe que estoy acompañada, que no puede hacer nada, de seguro desiste.

- ¿Alguna señal de Soraya? – Preguntó María Fernanda, bebiendo un sorbo de su trago.

- Hagan sus apuestas, debe estar en el baño con otra. – Dijo Dayana.

- ¿No es esa que va ahí? – Dijo una atenta Helena, quien creo que en ese momento estaba tan incómoda como yo.

- Mira, mira a Ángela, está reclamándole algo – Decía Dayana.

- Bueno, ¿vinimos a divertirnos o a husmear en asuntos maritales? -  Bebí un poco de jugo y me quedé deslizando los dedos por el borde del vaso.

- Mataría por saber de qué hablan. – Intrigó Dayana

- Tiene que ver con nosotras, mira, Ángela señala la pista, y ahora Soraya ve hacia nosotras. – Dijo María Fernanda.

- Ya sé. Posiblemente no contaba con que vendría contigo, entonces estaba bastante ajustado a la realidad lo que decías anoche, amor. – Le dije.

- Cierto amor… – Me dijo de vuelta.

Por un rato las ignoramos, realmente el lugar tenía buen ambiente y no quería desaprovecharlo.

- Amor, voy al baño, ven conmigo – Le pedí a María Fernanda, no quería hacer un desastre con esto del yeso.

- Vamos, te llevo, amor – me extendió su mano.

- Nada de eso, esta es la oportunidad de ver qué traman, ve sola al baño y lo más seguro es que Ángela irá tras de ti.

- En verdad necesito ir. – Dije casi que haciendo pucheros.

María Fernanda me miró y me dijo:

- Adelántate, si veo movimiento, iré de inmediato.

Le di un beso y me fui.

Estaba aterrada, no quería que sucediera algo que perjudicara mi relación. Venía entrando al baño, ensimismada, cuando de repente siento la puerta abrirse de golpe. Lo inevitable estaba por suceder. Era ella.

- Hasta que por fin te tengo en frente – Su manera de hablar era impropia de ella, sentía que estaba frente a una completa desconocida.

De hecho, estaba totalmente cambiada, hasta su vestimenta era poco acorde a lo que ella era. Traía un vestido ajustado, hasta los muslos, tacones que la hacían ver como gacela recién nacida y traía el cabello recogido como la cola de un caballo. La miré extrañada.

- Y ¿Como para qué me necesitas frente a ti? – Hablé con indiferencia.

- Tenemos que hablar.

- Hace tres años teníamos que hablar, pero para ti fue más fácil hacerte pasar por muerta y torturarme todo este tiempo, en realidad, ¿quieres saber algo? Sí, sufrí, viví con la culpa atornillada a mi cabeza cada día, aprendí mi lección. Me da gusto que estés viva, pero más daño del que me hizo toda esta mentira, te aseguro que no podrás causarme.

- ¿Mentira? ¿Muerta? ¿De qué hablas?

Me detuve en seco, no esperaba eso, pero mis reflejos mentales reaccionaron, para mi alivio.

- Tu adorada prima fue a decirme unos días después que estabas muerta, tuvieron que sacarme de la ciudad porque no podía con el dolor – Muy a mi pesar, las lágrimas querían salir, y me estaba costando un mundo mantenerme serena.

- Ya va, no entiendo, ¿de qué hablas?

- Fui una tonta, realmente me sentí culpable, sí, no quisiste escucharme, luego eso, tu supuesta muerte, ¿qué más quieres?

- Mi supuesta muerte… creo que alguien no está del todo informado de las cosas.

- ¿A qué te refieres? – Dije, recostándome del lavamanos.

- ¿Exactamente qué te dijo Patricia?

- ¿No acabas de escuchar lo que dije? o ¿la ultratumba te afectó los oídos? – Estaba ganando confianza.

Se quedó pensativa, pero no la dejé armarse.

- Me dijo que te habías cortado las venas por mi culpa y…

- No, ya va, eso sí es cierto, pero mi tía y ella me encontraron y me llevaron al hospital, cuando me recuperé, me sacaron del país, estuve en terapia, terminé de estudiar y hace poco volví, unos meses atrás.

La escuchaba sin más, en realidad algo había cambiado en mí.

- Pues, tremendo drama tenían armado tu tía y tu prima, cuando tengas oportunidad, pásate por el cementerio, parcela 23, te dejé gardenias la última vez que fui.

Quise salir a toda prisa y me sujetó. Reaccioné violentamente.

- ¡Suéltame! – Me liberé de ella como pude.

- Espera, escúchame ahora tú a mí – Miró con tristeza.

- Que sea breve.

- Descuida, sé que vienes acompañada – Desvió su mirada hacia la puerta.

- ¿Qué es lo que tienes que decir?

- Realmente no sé, es decir, no creo que Patricia se haya prestado para algo así.

- ¿Y todavía dudas? ¿Por qué no le preguntas?

- ¿Qué ganaría ella con todo eso?

- O ellas…

- ¿Quiénes?

- Tu prima y tu nueva novia.

- ¿Perdón?

- ¿Crees que no te vi con ella? Claro, todo esto es un complot contra mí, crucifíquenme entre las tres, que pequé de muerte.

- Estás desvariando.

- TU PRIMA FUE A MI OFICINA A ENTREGARME UN CUADERNO TUYO CON UNA NOTA PARA MÍ, Y SORAYA ME ENVIÓ UNA FOTO TUYA. ¿ME VAS A DECIR QUE NO ESTÁN JUNTAS EN TODO ESTO? YA BASTA DE JUEGOS, ALEJATE DE MI VIDA, HABRÍA PREFERIDO SEGUIR PENSANDO QUE ESTABAS MUERTA.

Hice una pausa, estaba alterada, no debía dejarme dominar, pero era mucha la ira que sentía, ok, cometí un error, pero esto era demasiado.

- Soraya desde hace algún tiempo se acercó a mí con otras intenciones, pero… Eva, nunca he dejado de amarte, vine porque quería que olvidáramos lo que pasó, que dejáramos el pasado atrás y comenzáramos de nuevo, y ella lo sabe. – Quiso tomar mi mano pero la esquivé.

- No. Lo siento, pero no puede ser.

- ¿No me amas?

- He cambiado, mi vida ha cambiado, no soy la misma persona, no después de lo que pasó. Y no digo esto por mi novia, lo digo por mí, yo soy otra.

- Es decir, que aún sola, ¿te negarías a venir a mí?

- Yo no tengo nada qué hacer contigo. Sola o acompañada. No esperes que ponga el amor de mi novia como excusa, porque no lo es. No la meteré en esto. – En todo momento la miré a los ojos, no quería demostrar debilidad.

- Eva

Se abalanzó hacia mí, buscando besarme, yo bregaba por quitármela de encima, cuando de pronto, entra María Fernanda.

- ¡SUELTA A MI MUJER! – Sin mucho esfuerzo, la retiró lejos de mí.

En realidad, Ángela siempre fue lánguida, frágil. Era una de las razones por las cuales siempre cuidaba de ella. Pero ahorita estaba en desventaja, con el brazo lastimado, no había mucho qué hacer.

Ángela nos miró, derramó un par de lágrimas, y salió del baño.

Me aferré con fuerza a María Fernanda, y sin querer, empecé a darle explicaciones.

- Amor, te juro que no hice nada, ella vino hacia mí, todo fue muy deprisa.

- Shhh. Calla, estaba tras la puerta, escuché todo. – Me dio un beso en la frente.

Minutos después, volvimos a la mesa con las muchachas.

- Eva, cuéntamelo todo. – Dijo Dayana.

- Fue horrible, en serio. Quiso aparentar que no sabía nada, y negó tener una relación con Soraya, dijo que ella se había acercado con otras intenciones pero que ella me amaba. En realidad, pero, muy en el fondo, creo que ella fue engañada, al igual que yo.

- ¿Por qué lo piensas? – Dayana se mostraba cada vez más interesada en los hallazgos.

- Cuando estaba hablando con ella, amor, no sé si escuchaste eso, cuando le dije que su prima llegó diciéndome que ella estaba muerta, y luego Soraya me envió una foto de ella – Dije, dirigiéndome a María Fernanda.

- Sí, escuché eso, amor.

- Me pasó por la mente una fugaz idea, pero me interrumpió cuando trató de besarme.

- Donde lograra tocar tus labios, le partía la cara sin pensarlo – Dijo María Fernanda, mostrándose algo celosa.

Solté una sonora carcajada.

- Yo traté de poner el yeso frente a ella, pero el cabestrillo me limita un poco. – Dije, recreando jocosamente la escena.

- ¿Qué idea fue esa? – Preguntó Dayana, volviendo al tema.

- Que Patricia y Soraya estén juntas, y lo que esté diciendo Ángela sea cierto… de cualquier forma, sea cierta una cosa u otra, ya no hay más qué buscar aquí, no sé por qué siento que aún hay una pieza que no encaja, pero ya le dejé claro que es pasado, no importa lo que trame Soraya, no me podrá manipular con Ángela.

- Tienes razón, amor. – Dijo María Fernanda, quien se veía más tranquila, a medida que yo expresaba las ideas.

La noche era joven aún, estuvimos compartiendo hasta altas horas de la madrugada. De nuevo, Dayana y Helena estaban para recogerlas con grúa. Las llevamos a casa de María Fernanda.

- ¿No te produce un dejavú todo esto? – Pregunté a María Fernanda, que conducía en dirección a la casa.

- Cierto, pero tú manejabas. – Sonrió al recordar.

Me sentía agotada, fueron muchas emociones para un día.

Al llegar a la casa, María Fernanda acomodó a las muchachas en el sofá, lo desplegó y les puso cobijas y almohadas. Luego me llevó a la habitación y se sentó en la cama.

- Eva, quiero pedirte algo.

- Dime, amor, lo que quieras.

- Quiero que estés a mi lado.

- Amor, aquí me tienes.

- No. Escúchame.

Me asusté un poco, no entendía, me senté a su lado y le di toda mi atención.

- ¿Qué sucede, amor? – Pregunté.

- Eva, ¿me amas?

- María Fernanda, sí, te amo, estoy enamorada de ti, no tienes idea de cuánto.

Hizo una pausa, luego me miró.

- Eva, hoy me di cuenta de algo. Te amo, y… quiero pedirte que…

- ¿De qué te diste cuenta?

- Por favor, déjame terminar.

Le costaba expresarse, y yo estaba demasiado ansiosa.

- Sentí celos… miedo… mi sangre hervía… la vi acercarse al baño y fui tras ella… pero, tú…

Cerré mis ojos, esperando lo peor.

- Tú me protegiste. Hablaste de mí con amor. – Estaba llorando, y yo no me quedaba atrás.

- Yo también sentí miedo, creí que podían planear una situación en la cual yo quedaría comprometida, al punto de perderte y no quiero, no quiero perderte, María Fernanda, yo te amo.

Nos abrazamos, y nos quedamos así por un momento, hasta que se separó de mí y tomó mi mano entre las suyas.

- Eva, te quiero a mi lado cada día. Quiero despertar cada mañana y verte dormida, junto a mí, hornearte galletas, hacer tus postres preferidos, hacerte el amor como te gusta y entregarte mi cuerpo para que me hagas tuya. No quiero otras manos en mi cuerpo ni otros besos en mis labios. Eva, quiero que te mudes conmigo, quiero vivir contigo. – Miró mis ojos con esa intensidad que tanto me enamora, esbozando una tímida sonrisa, y aún con lágrimas rodando por sus mejillas.

Y yo, me quedé pasmada, enmudecida, pero mi sonrisa se encargó de responder por mí. La abracé y la besé, besé sus mejillas, sus ojos… fue un momento especial.

Continúa...