Pasado tormentoso (11)

Capitulo xi

CAPITULO 11 – Desenterrando el pasado – segunda parte.

Salí de la oficina como alma que lleva el diablo, sin pensar en cosa alguna, o en alguien… subí a mi auto y manejé sin rumbo por algunos minutos, escuchando música, cantando las letras, escapando a mi realidad.

Sonaba en el reproductor “Lover Why” de Century, si bien no era apropiada, la cantaba como si mi vida dependiera de ello.

- “I need you… so far from hell, so far from you… ‘cause heaven’s hard and black and grey, you’re just a someone gone away. You never said goodbye. Wh…”

Mi teléfono sonó y perdí el momento. Era María Fernanda. Respondí y puse el altavoz.

- ¿Dónde estás? – Fue lo primero que dijo.

- Salí un momento a buscar algo, ¿ya estás lista para ir a buscarte?

Hubo un silencio breve.

- Te espero. No demores. – Dijo y trancó la llamada.

Ahora tenía que ingeniármelas, - “¿buscando qué?” – Pensé…

De regreso me encontré con una dulcería. Se me ocurrió que tal vez podría llevarle bombones y así no saltarían las alarmas. Aunque ella es demasiado astuta y lo notaría enseguida, ¿qué podía perder?

No necesité bajar del carro al llegar, estaba en toda la entrada de la compañía. Apenas me vio llegar, fue hasta el carro y se subió. Para mi sorpresa, me trató con naturalidad, me saludó con un beso y comenzó a conversar conmigo.

- No me dijiste que saldrías – Dijo, mirando por la ventana.

- Sí, lo sé, te debo una disculpa. Pero necesitaba buscar algo.

- Algo… ¿y lo encontraste?

- Sí que lo encontré. Ahora te muestro.

Al decir eso se quedó en silencio, quizá con saber le basta.

En unos minutos, estábamos en su casa. Dejé que se bajara antes para poder sacar los bombones sin que lo notara. Dentro de la casa, apenas cerré la puerta, se acercó bruscamente a mí, al punto que me dejó completamente pegada contra la puerta. Hacía amagos para besarme, pero en eso quedó.

- ¿Por qué llorabas? – Preguntó sin anestesia.

- Yo… te traje esto – Mostré los bombones, esperando que eso ayudara.

Su rostro se iluminó, se mostró feliz.

- ¡Qué bella!, gracias, amor – Decía mientras detallaba la caja de los bombones.

- Me alegra que te gustara.

- Bien, ahora te escucho, ¿por qué llorabas?

Definitivamente, María Fernanda es muy sagaz…

- ¿Podemos sentarnos y hablar?

- Inteligente de tu parte el no seguir intentando en vano evadirme. – Dijo sonriendo.

Nos sentamos en la sala. Ella estaba fascinada con los bombones, mientras yo hablaba, los iba probando, y por un momento, parecía que ponía más atención a los dulces que a lo que yo decía.

- Bien… hoy recibí una llamada de Patricia, la prima de Ángela.

- ¿Qué quería?

- Me  dijo que necesitaba hablar conmigo, le dije que podía al salir, pero insistió en hacerlo lo más pronto posible.

- ¿Y bien?

- Fue a mi oficina, a decirme cosas que no estaba lista para escuchar.

- ¿De qué cosas hablamos?

- Me dijo la verdad sobre la muerte de Ángela, y no perdió oportunidad de recalcar mi culpabilidad en ello.

María Fernanda me miró, yo de verdad había llorado tanto que cuando hablé con ella, estaba serena, aun así, siempre es doloroso recordar.

- ¿Qué más te dijo? No entiendo por qué venir ahorita a decir algo que pudo haber dicho cuando ella murió.

- Eso pensé, pero ella me dijo que leyó algo que era para mí y que escribió ese día y que por lo que decía, sabía que ella habría querido que yo lo leyera.

- ¿Qué fue lo que pasó en realidad? ¿Leíste el escrito?

- Me dijo que se cortó las venas – Miré hacia un lado, buscando las fuerzas que me faltaban.

- Sigo sin entender, ¿por qué ahora?

- Posiblemente en el cuaderno esté la respuesta. No quise abrirlo. Pensé que no era el momento o el lugar adecuado.

- ¿Dónde está el cuaderno?

- Lo dejé en la oficina.

- A ver si entiendo, tienes la respuesta a muchas de tus dudas ¿y no lo develas?

- Vamos, no es tan sencillo. Al menos déjame digerir que se quitó la vida por mi culpa.

- ¿Qué cosas dices? Me parece inaceptable. Cada persona debe hacerse responsable de sus actos, nadie puede culparte por…

- ¡YO ESTABA AHÍ! – Perdí la compostura.

- Acabas de gritarme…

- Fue ese día que me dijo que fuera a su casa y no me abrió la puerta, yo no sabía que la puerta estaba abierta… yo…

- Eva, que sea la última vez que me gritas.

Se levantó y se fue hacia su habitación. Desde el fondo del pasillo pude escuchar que decía:

- Si quieres quedarte, eres libre de hacerlo. Usa el sofá.

- Gracias por tu comprensión, señora perfección, la que jamás se equivoca. No hace falta, tengo mi cama.

Me dirigí hacia la puerta, pero antes que pudiera abrirla, sentí como me atrajo hacia ella.

- ¿Señora perfección? ¿estás consciente de lo que estás diciendo? No hables, ni pienses, sin tener siquiera una mínima idea de lo que puedo ser o lo que haya vivido para ser esto que soy.

- Y qué idea puedo tener de ti si ciertamente de ti no sé nada. Aunque ya me he acostumbrado, supongo que no quieres crear vínculos y por eso me mantienes fuera de tu vida, debí saberlo.

- ¡CALLATE!, no sigas. – Se veía muy molesta.

- Descuida, ya me iba.

- No te vas a ningún lado.

- Mira cómo lo hago.

Traté de abrir la puerta pero me sujetó con fuerza. Se paró frente a la puerta, desafiante.

- No puede ser que yo sea la única que ve que te están mintiendo descaradamente y tú en vez de prestarle atención a lo que digo, te pones en mi contra.

- No estoy en tu contra, ¿cómo alguien mentiría con algo así?

- ¿Cuál es tu obsesión con el pasado? Mírate, estás en el mejor momento de tu carrera y sigues viendo hacia atrás, ¿de qué te sirve?

- Solo quiero entender. Es todo.

- ¿Cómo hiciste estos tres años? ¿ayudó estar lejos? Si es así, no puedes estar aquí entonces, esto te domina, y no veo que quieras hacer algo por superarlo.

- ¿Qué vas a saber tú de superar dolores?

Su mirada cambió. Le brotaron un par de lágrimas. Se acercó con determinación, y estando muy cerca de mí, dijo con voz quebrada.

- ¿Qué voy a saber yo de superar dolores? Claro, mi vida era perfecta, estaba súper feliz con el amor de mi vida, que me dejaba sola por irse a coger con mi mejor amiga, claro, eso decían las personas que me querían, pero yo siempre confié ciegamente, y mientras yo estaba con un embarazo de alto riesgo, decidí un maldito día, en medio de la lluvia, salir a confirmarle al mundo que todo lo que decían eran solo patrañas, y al llegar a donde ella estaba, casualmente estaba con mi mejor amiga, accidentalmente desnudas, pero eso no significaba nada, yo exageré en mi reacción y salí corriendo porque tenía prisa pues, pero para ponerle más drama al asunto, resbalé y caí aparatosamente, y por mi culpa, por mi gran culpa, perdí a mi hijo… yo no sé nada de superar dolores, tienes razón… así que vete, que aquí no vas a encontrar esa “comprensión” que necesitas, posiblemente alguien que haya sufrido te pueda ayudar, yo soy demasiado… ¿FELIZ? – Su rostro estaba bañado en lágrimas.

- María Fernanda, yo…

- ¡LARGATE!, no quiero verte más.

Me di la vuelta, y salí de su casa. Fui demasiado lejos.

Continúa…