Pasado tormentoso (10)

Capitulo x

CAPITULO 10 – Desenterrando el pasado – primera parte.

Han pasado 4 meses y medio desde que descubrí el fraude a la compañía con la ayuda de Victoria. Pronto será la fiesta de fin de año, donde mi padre me presentará como nueva presidente, y yo elegiré al interino. En todo este tiempo, la relación con María Fernanda se ha mantenido sin cambios significativos. He tenido inquietudes respecto a ella, que he compartido con mi mejor amiga. Hoy almorzaremos juntas, tenemos algunas semanas sin vernos, Helena la tiene “al trote”.

Tocan la puerta de mi oficina, es Martina.

- Disculpe, Ingeniera, llegó este sobre para usted.

- Gracias, Martina, ¿quién lo envía?

- No tiene remitente.

- Es raro… bueno, yo voy saliendo ahorita, déjalo en la bandeja que yo cuando regrese lo reviso. Gracias, Martina.

- A su orden.

Salí a encontrarme con Dayana, quedamos de vernos en mi lugar preferido para comer ramen. Cuando llegué, ya estaba esperándome.

- Desgracia viviente, ¿cómo estás? – Ella, tan dulce como siempre…

- Hola, prostituta, ¿cómo te trata tu dueña?

- Ven acá y dame un abrazo. – No me abrazó, me ahorcó, literalmente.

- Lo nuestro es amor del bueno. – Las risas no se hicieron esperar.

Nos sentamos y ordenamos de inmediato, siempre pedimos lo mismo, así que no había mucho qué decidir.

- Me da gusto verte, Eva, te he extrañado un mundo.

- ¿Hasta pucheritos haces?, no puedo contigo. – Le dije, riéndome de su expresión infantil.

- No te rías que es en serio, antes pasábamos más tiempo juntas.

- Sí, pero ahora te la pasas cogiendo con Helena y tiempo no te queda.

- Poeta que me saliste. – Dijo, haciendo gestos alusivos a la actuación teatral.

- Ya en serio, me da gusto verte feliz, Dayana.

- ¿Y tú? ¿Qué tal todo con María Fernanda?

- No me puedo quejar… - Dije, poniendo la mirada fija en el infinito.

En ese momento, llegaron con la orden y empezamos a comer.

- ¿Pasa algo? – Comenzó el interrogatorio.

- No es que pase algo, es que todo se limita a lo que tú misma has visto. Me siento en desventaja, ella sabe de mi pasado, de las cosas que he vivido, mi historia… yo de ella sé poco, y eso me frustra.

- ¿Y no has hablado de eso con ella?

- Dice que lo que importa es el presente, que su pasado nada tiene que aportar aquí.

- No sé qué intriga más, si su hermetismo o tu interés.

- Tengo derecho a saber.

- ¿Crees que saber de su pasado hará alguna diferencia?

- Eso no lo sé, pero creo que es importante saberlo todo de la persona con la que tienes una relación.

- ¿Y no te has puesto a pensar que si no lo dice es por alguna buena razón?

- Tiene sentido, pero entonces no confía en mí lo suficiente como para mostrar todo lo que es.

- Eres terca. Dale tiempo, si hay algo que necesites saber, ella te lo dirá en algún momento, pero debes respetar que haya cosas que no quiera decir.

- Ella me armó toda una novela cuando yo no le dije lo que estaba pasando en el trabajo, entonces yo sí tengo que respetar que ella quiera reservarse cosas pero ¿yo no puedo hacerlo?

- Bueno… ahí sí que tienes un punto.

Terminamos de comer, pagamos la cuenta y abandonamos el lugar. Estando en el estacionamiento, Dayana tuvo una idea loca.

- ¿Y si le saco información a Helena?

- Vamos, eso es sucio. – Rechacé de plano.

- ¿No tienes ansias de saber?

- ¿Te gustaría que le dijera a Helena algo que tú no quisieras que yo supiera?

Se quedó callada.

- Bueno, bueno, ya entendí…

- Gracias por almorzar conmigo y por escucharme, estás loca pero siempre es bueno desahogarse.

- Te quiero amiga – Me dijo abrazándome.

- No seas empalagosa – Le dije tratando de quitármela de encima.

Volví al trabajo, pasé por la oficina de María Fernanda pero no estaba. En ocasiones no coincidíamos por temas de trabajo, así que era normal no vernos a veces. Muchas veces nos vemos al final del día, y es cuando podemos hablar.

Fui hasta mi oficina para continuar con mis actividades, afortunadamente era uno de esos días relajados, donde puedo dedicarme a revisar los informes de mi equipo con atención.

Victoria hace un gran trabajo, y ahora que la ascendí, sus resultados son impresionantes.

Suena el intercomunicador. Es Martina.

- Ingeniera, tiene llamada por la línea 2.

- ¿Quién llama?

- Patricia Moreno.

- Pásala. Gracias.

- “¿Para qué me llama?” – Pensé.

- Buenas tardes – Se escuchó la voz de Patricia.

- Buenas tardes, Patricia. Dime, ¿en qué puedo ayudarte?

- ¿Crees que es posible que nos veamos para hablar?

- Podría ser al final de la tarde, al salir del trabajo.

- Debe ser ahora. – Notaba ansiedad en su voz.

- Ven a mi oficina, y hablemos aquí. ¿Sabes llegar?

- Sí, descuida, la torre es visible desde polo norte – Dijo con sarcasmo.

- Te espero.

Ciertamente era así. La edificación sobre la cual se erigía la compañía, era imponente. Mi padre siempre fue un visionario, cuando decidió iniciar con la compañía, apostó todo por llegar a la cima, y en poco tiempo, ya se codeaba con los mejores. Hoy por hoy, “Santiago & Orihuela Consultores”, es líder en el mercado, y todo gracias al esfuerzo de mi padre.

En 20 minutos, Patricia había llegado. Entró directamente a mi oficina, y Martina tras ella, pidiéndole esperar para anunciarla.

- Martina, déjala, la estaba esperando.

- Disculpe, Ingeniera, pasó a toda carrera y no pude hacer algo.

- Descuida, yo me hago cargo. Por favor, que nadie interrumpa. – Era buena excusa para revisar medidas de seguridad interna, así que tomé nota.

- Toma asiento, Patricia. Soy toda oídos.

- Bueno…. Seré breve, en realidad dudé mucho para hacer esto, pero esto me está consumiendo. Mi mamá no sabe que estoy aquí…

- En sí, ¿qué quieres decir?

- ¿Recuerdas el día en el cementerio?

- Perfectamente.

- Bueno, al salir, no nos fuimos inmediatamente… vimos a esa mujer llegar y nos llamó la atención, bueno, tú me entiendes, no son vestimentas adecuadas para un cementerio.

- Continúa.

- Mamá y yo nos quedamos “husmeando”, a ver hacia dónde iba y… bueno… vimos todo lo que pasó.

- Lamento lo sucedido, Patricia, yo no lo habría querido pero…

- Déjame terminar. Para ser honesta, Hacía mucho que no visitábamos el cementerio, para mamá era muy doloroso, y yo sentía, y siento aún mucho resentimiento…

- Lo sé, cuando llegué no tenía flores, yo siem…

- Sí, lo sé, tú cada domingo ponías flores…

Patricia comenzó a llorar.

- Desde que la sacaron de la casa, mamá mantuvo su habitación cerrada, sin embargo, de vez en cuando entraba a limpiar para que no se acumulara el polvo.

Una sensación de ahogo me invadió.

- ¿Estaba en la casa?, por favor, dime ¿qué fue lo que le paso? ¡Ya basta!, tengo derecho a saber. – Me dominó  la desesperación.

- ¿Tienes agua?

- En el mini bar, sírvete.

Se levantó de la silla y fue por un vaso con agua. Lo bebió con rapidez, luego regresó y traté de disuadirla para que fuera al grano, su confuso relato me estaba haciendo perder los estribos.

- Patricia, discúlpame, pero, de verdad que no entiendo nada, saltas de un punto a otro y no logro concatenar tus ideas.

- Espera, esto no es nada fácil. – Enjugó sus lágrimas con las mangas de un suéter que traía puesto, valga acotar que el suéter lucía más grande que ella, se veía extraña.

- Está bien. – Dije con cierta resignación.

- Bien, ese día… ese mismo día, ella quiso entrar… yo la acompañé, porque a veces se pone muy mal. Para mí no es fácil porque fui yo quien la encontré…

- “Ok, estaba muerta, en su cuarto… casi diez minutos de conversación y ¿esto es todo lo que me das?” – Pensé.

- Empezamos a ver sus cosas, y a evocar recuerdos… no podía evitar volver a ese día, pero trataba de mantenerme serena.

Sentí que estaba dándole muchas vueltas al asunto, pero era la única oportunidad de saber qué pasó con Ángela, tantos años después.

- Eva, lo que te voy a decir puede resultar poco creíble, pero la razón por la cual mi familia no permitió que te acercaras, fue simplemente que Ángela atentó contra su propia vida y tú no hiciste nada.

No podía moverme, mi mente trataba de procesar, de buscar un indicio, hasta que Patricia continuó hablando y mi atención se volcó hacia ella.

- Ella… se cortó las venas… pensamos que luego se arrepintió y… la muy tonta, en vez de llamar a cualquiera, hasta a la vecina pudo haber llamado, pero no… te pidió a ti que fueras. Y no lo niegues, vimos el mensaje en su celular.

- “Ese último mensaje, tuvo que haber sido en ese momento… por eso no contestó, ni abrió la puerta… estaba muriendo y yo como una tarada llamándola” – Pensé.

Mis ojos eran ahogados por las lágrimas que brotaban incesantes.

- Entre sus cosas, estaba un cuaderno, manchado con su sangre… pensé en ese momento que podía arrojar algún indicio sobre lo que pasó, y en efecto así fue. Ella relató cada detalle, en lo que parecía ser una carta para ti, pero lo que leí al final, fue lo que me hizo pensar que debías saber…

- ¿Qué decía? – La interrumpí.

- Léelo tú misma – Pude ver que se trataba del cuaderno de matemáticas de Ángela…

La vi levantarse de la silla, me miraba con desprecio.

- Si estoy haciendo esto, es solo porque, al ver que la tipa esa que estaba en el cementerio es la misma que menciona en su carta, pude entender cómo se sintió, ella habría querido que leyeras lo que escribió, porque dice cosas que jamás podría haber dicho teniéndote en frente. Si saber la verdad te causará dolor y cambiará el resto de tu vida, consideraré mi venganza servida y consumada. Ella cometió un error que le costó la vida, pero eso no te hace menos culpable, ella estaría viva de no ser por ti.

Se dio la vuelta y caminó hacia la salida. Antes de marcharse, me dijo algo que me hizo añicos el alma.

- Eva, la puerta estaba abierta.

Se marchó.

Todo se derrumbó en ese momento, no podía dejar de llorar, me invadió la angustia, la culpa, sujetaba el cuaderno entre mis manos, me aferraba a él, exploraba su textura con mis dedos… el dolor era insoportable.

Y no… no abrí el cuaderno. Abrí mi gaveta y lo dejé. No era el mejor momento, necesitaba calmarme, y asimilar lo que estaba sucediendo. Saber que estuve ahí y solo me fui, en realidad no se siente nada bien.

Nunca intenté abrir la puerta…

Continúa…