Pasado por agua...
Las vacaciones de semana santa me fui con mis hijos a visitar la ciudad de Morelia, en México. Ahí, en un balneario, conocí a un jovencito con el que tuve relaciones sexuales de manera casual, en un rapidín en una piscina.
Pasado por agua
Resumen: Las vacaciones de semana santa me fui con mis hijos a visitar la ciudad de Morelia, en México. Ahí, en un balneario, conocí a un jovencito con el que tuve relaciones sexuales de manera “casual”, en un rapidín en una piscina.
Me fui de vacaciones de semana santa con mis hijos, una niña de 11 años, Laurita, y mi hijo Arturo, de solo 7 años. Yo soy maestra de escuela, tengo 31 años, estoy casada, aunque mi esposo vive en los estados unidos desde hace tres años; prometieron darle la residencia, pero no puede viajar a México hasta que lo convoquen a un examen y no se cuando venga. Yo vivo en el bajío, cerca de Querétaro, con mi suegra, en su casa. Doy clases en una primaria oficial, de gobierno; a esa escuela también asisten mis hijos, así que siempre vamos y venimos juntos.
Yo soy una mujer de 1.60 m de estatura, no delgada, no gorda, llenita, morena clara, cara redonda, ojos negros y grandes, chatita; creo que no soy fea y además creo tener buen cuerpo aún, pues tengo piernas gruesas y soy nalgona, con senos medianos, que, han sido mi perdición todo el tiempo, pues los tengo muy sensibles y demuestran muy fácilmente mi estado de ánimo: en cuanto se ponen erectos, es que me siento excitada.
Siempre he sido muy ardiente, desde chiquilla. En secundaria, yo era la “fácil” de la escuela, a todos les daba “jalón”. En la Normal empecé a tener relaciones sexuales con compañeros. Generalmente la copita me despierta el apetito sexual y cada sábado había fiestas y me echaba la copa y lo demás.
Así las cosas, ya estando por graduarme, fuimos a una fiesta en donde conocí a un señor, que me lleva casi 11 años. Tuvimos relaciones sexuales y, le gusté y nos casamos. Tuve a mi hija, luego a mi hijo y luego, vivimos bien hasta que mi esposo ya no pudo conseguir trabajo en México; lo invitaron a trabajar en los USA, en un torno, en Texas, San Antonio, y se fue para allá hace más de tres años.
Poco duré sin hombre, no podía soportarlo, me ponía de mal genio, me daba por llorar, de cualquier cosa, todo me molestaba. Empecé a darme dedo y…, a los tres meses salí por primera vez con alguien que no era mi esposo y de ahí…, aunque no es muy seguido, pues vivo en una ciudad pequeña, pero siempre me he dado mis mañas para satisfacerme.
En esta semana santa fuimos a Morelia, una ciudad colonial, muy bonita, llena de historia, iglesias, museos, paseos, y balnearios.
La noche del día en que llegamos, fuimos a cenar y en ese mismo restaurant cenaba un muchacho, de barba negra, cerrada. Era moreno, delgado, un poco más alto que yo, con ojos negros, pequeños, que me veían sin mirar. Era medio taimado el muchacho. No me dijo nada con palabras, pero sus ojos me desnudaban completamente.
Pagó su cuenta y se quedó tomando un café. Yo pagué la nuestra y nos salimos. Nos fue siguiendo a distancia, pero nunca me dijo nada.
Al llegar al cuarto del hotel, muy céntrico, mi hija me hizo este comentario:
% ¡mami…, ese muchacho se te quedaba ver y ver…!
Yo me hice la que no me había dado cuenta y le contesté:
- ¿ah sí…?
% sí má… ¡Estaba guapo…!.
Pasó. Nos dormimos y al otro día temprano salimos a desayunar. Ahí estaba de nuevo en el restaurant el muchacho.
Lo mismo de la noche anterior: me veía de reojo, pero nunca me dijo nada con palabras, sus ojos me seguían desnudaban completamente.
Estuve platicando con mis hijos del balneario al que íbamos a ir, tiene un nombre Purépecha, Cupatitzio; lo repetimos varias veces pues no era fácil para decirlo ni para recordarlo.
Terminando de desayunar nos fuimos al hotel a cambiar y por nuestros trajes de baño; luego de eso nos fuimos para el balneario, al cual llegamos poco antes del mediodía. Nos pusimos los trajes de baño. El mío era uno azul marino, de una sola pieza, con la espalda descubierta y una hendidura en forma de V por el frente.
Salimos hacia las albercas. ¡Ahí estaba ese muchacho!. Mi hija también lo vio, y como buena niña, indiscreta, jalándome de mi brazo me dijo:
% ¡mami, mami, ahí está el muchacho!.
Me sentí “descubierta”. Sentí que me puse roja de la vergüenza, pues me lo dijo casi de grito, delante de él.
Seguimos caminando hasta unas palapas que había en los jardines y ahí sacamos nuestras cosas. Yo trataba de fingir que no había visto al muchacho ese, y que mi hija no había dicho nada pero…, ¡sí lo había visto!: era un chico joven, quizás de unos 20 años, delgado. Andaba con un traje de baño negro, chiquito, quizás tipo “bikini”, que le quedaba muy bien e insinuaba su “atributo”, que se veía de buen tamaño.
Cuando levanté la vista, él estaba sentado en la orilla de una de las albercas, mirándonos.
Estábamos sentadas en unas bancas de madera que hay en la palapa cuando vimos que se acercaba a nosotros. Mi hija emocionada me jalaba la mano y me decía, queriendo hacerlo en voz baja, pero nunca le resultó:
% ¡mami, mami…, el muchacho…, viene p’acá…!
Se nos acercó decidido el muchacho y
= Hola..., andan de vacaciones?. Desde anoche las vi. Yo también ando de vacaciones; estoy trabajando en Celaya, en un rancho;
estoy prestando mi servicio profesional; soy pasante de ingeniero agrónomo, de allá de la Narro…, ¿y ustedes?.
- Ahhh…, eeehhh..., yo…, bueno…, nosotros…
Empecé a tratar de decir algo, pero no salía una palabra y la que contestó fue mi niña:
% Nosotras vivimos en San José…, pero andamos de vacaciones… Yo soy Lala…, mi mami es Elvira, pero todos le dicen Marel…,
¿y tú…, cómo te llamas…?.
= Yo soy Mario, Mario Rafael…, pero me pueden decir como quieran; mis compañeros de escuela me dicen Mao…
Y luego de eso, comenzamos a platicar; primero de tonterías y luego salió lo de mi esposo, si tenía, si había venido, porqué no, etc.
Él resultó ser un pasante de ingeniero agrónomo, que estaba hospedado en un hotelito cerca del nuestro. Era soltero pero…, de 22 años, ¡le llevaba nueve años!.
Nos metimos al agua, pues con el calor que hacía, se sentía muy sabrosa. Mis hijos anduvieron jugando con él, en la parte baja de la alberca. Yo medio quería dar unas brazadas, pero no se nadar bien, apenas flotar. Él me explicaba cómo hacerlo y, terminó abrazándome y empecé a sentir que mis pezones se endurecían: ¡estaba caliente!.
Seguimos en las clases de natación y…, en una de esas me pegó su cuerpo a mi cuerpo, mi pie alcanzó su vientre y…, ¡le sentí su “bulto”…, muy grande, lo tenía muy parado!.
Luego de un largo rato, mis hijos se cansaron, se aburrieron y se salieron de la alberca; nos quedamos solos Mao y yo, platicando.
Él me tomó de las manos y yo no me opuse. Me dijo que era muy bonita; me acarició mi mejilla, mi barba, mi cara:
= ¡tengo muchas ganas de darte un beso…, tienes una boca muy antojable…!
- ¡no…, cómo crees…, acabamos de conocernos…!, además…, ¡soy casada!.
= ¡Y qué...!, si a la que quiero besarte es a ti, no a tu esposo…
- ¡pero…, es que…!
= ¡Me gustas mucho…!,
y me jaló de mis nalgas contra de su cuerpo. ¡Sentí que me vine en ese preciso momento!, estando dentro de la alberca!, y quise rechazarlo, pues tenía preocupación de que me pudieran ver mis hijos y estiré mi mano para empujarlo, pero lo que empujó mi mano fue su pene, ya muy erecto y por fuera de su traje de baño:
- ¡Mao…!, ¡no me digas que soy la culpable de esto…!,
le dije, parcialmente riendo, parcialmente sorprendida, parcialmente complacida.
= ¡Por supuesto…!, ¡desde anoche ando yo así…, por tu culpa…!.
Y comenzó a besarme de manera cachonda, dándome su lengua y apretándome mis nalgas y senos:
= ¡ya tienes tu pezón muy parado…, se ve que estás muy caliente…!.
- ¡Mao…, hace tres años que no tengo… relaciones sexuales…!.
¡Me hacen muchísima falta…!, ¿me entiendes…?,
le dije, musitándoselo en su oído…, como pidiéndole perdón por lo “fácil” que me le estaba entregando, y luego de decirle eso, de justificarme, me colgué de su cuello y me puse a besarlo con mucha pasión.
Sus manos volvieron a toquetearme mis senos; ¡sentía mis pezones muy duros y mi sexo lubricándose a más no poder!.
Sentia la mano de Mao deslizarse por debajo de mi traje de baño e introducirse con mucha lentitud por mi rajadita, lo que me hizo pensar de nuevo en mis hijos y en el sitio en donde nos encontrábamos y entonces, traté de detenerlo:
- ¡No Mao..., no está bien..., estamos en la alberca..., nos pueden pillar…!,
le decía, preocupada.
Mao suspendió un breve instante sus tocamientos, dio una mirada hacia afuera y:
= ¡No se ve nadie cerca…!.
- ¡Mis hijos…!,
le dije yo, preocupada…
= ¡Están hasta la palapa…!,
me comentó, y volvió a meterme su mano por debajo del elástico de mi traje de baño, y volvió a darme dedo en mi sexo. Yo sólo me abrazaba de él y me dejaba estimular, pero estaba nerviosa por el lugar donde estábamos y…, una vez más lo traté de detener:
- ¡No Mao, por favor..., nos van a "cachar"...!.
= ¡Cállate y déjate!, ¡te lo voy meter…!
me dijo drásticamente:
= ¡Se te nota a lo lejos que andas queriendo una verga…!
Me dijo esa frase y mis jugos sexuales se segregaron con mayor intensidad nuevamente, y solamente me escuché yo decirle:
- ¡dámela pronto entonces…, no nos vayan a sorprender…!.
Estábamos parados en el piso de la alberca, donde el agua nos daba más o menos al cuello y entonces Mao se bajó un poco más su traje de baño y salió de inmediato su pene, que fue directo a meterse por debajo del elástico de mi traje de baño y hasta mi rajadita, pero no estaba fácil metérmelo así. Hizo varios intentos, nos acomodamos lo mejor que pudimos y finalmente sentí que se me insertaba su glande y…, comenzaba a buscarse un camino hacia adentro de mi vagina. Con un golpe de cadera, me metió un poco más de su pene y luego de otros acomodos y empujones me consiguió meter otro poco:
= ¡ya entró la puntita...!,
me dijo, emocionado de estar en mi vientre, aunque fuera no más la “cabeza”.
El chico se encontraba muy entusiasmado conmigo, quizás satisfecho con su proeza y tratando de compartirlo me preguntó:
= ¿te está gustando...?
- sí..., muchas gracias…,
le contesté,
- ¡Aaaahhh…!,
lanzando un enorme suspiro, cuando me lo pudo meter otro poco.
Sentía su pene moverse dentro de mí..., entrar y salir de manera desordenada, sin ritmo, por la posición y el lugar, sin embargo, alcancé a tener un orgasmo:
- ¡Aaaaggghhh…, Mao…, ya me vine…, Mao…, me sigo viniendo…!.
Y por toda respuesta, Mao volvió a besarme en la boca, con mucha pasión y sensualidad, empujándome varias veces contra la pared de la alberca, tratando de introducirme su pene un poco más hacia el fondo.
¡Me le colgué otra vez de su cuello!, lo entrelacé con mis piernas de su cintura y Mao entonces pudo colocarme su pene un poco mejor y me lo introdujo otro poco, haciendo que renacieran en mí las ganas de seguir copulando, pero Mao ya no pudo aguantarse y al cabo de unos cuantos mete y saca me soltó su esperma caliente en mis entrañas y me aminoró mi pasión!.
Estando recargada todavía contra la pared de la alberca y con mis piernas alrededor de la cintura de Mao, mi boca ansiosa buscó la boca de Mao y culminamos el coito con un beso cachondo, pasado por agua.
Lo estaba besando con mis ojos cerrados, tratando de sentirlo aun otro poco más, cuando oí la voz de mi niña que me decía:
& ¡Ya los víiii…, se estaban dando besitos…!.
Luego de eso, nos salimos y nos fuimos hasta la palapa, en donde nos secamos y nos estuvimos acicalando, ahora ya con algo más de confianza, pues mi niña ya nos había visto y mi niño, aún estaba muy chico.
Más tarde nos vestimos y nos regresamos a la ciudad de Morelia. Comimos, caminamos por esa hermosa ciudad y luego de merendar nos fuimos para el hotel del muchacho. Tomamos su equipaje, que lo había dejado encargado y nos fuimos para mi hotel. Mao entró al hotel cargando a mi hijo, que ya estaba cansado y se le durmió entre sus brazos.
Lo acosté y le dije a mi hija que se fuera a poner su pijama en el baño.
Cuando salió nos encontró, a Mao y a mí, abrazados, besándonos y riéndose una vez más, al igual que en la alberca, nos dijo de nuevo:
& ¡Ya los víiii…, se estaban dando besitos…!.
Me voltee hacia ella, y la fui a alcanzar en el baño, donde de inmediato me preguntó:
& ¿Se van a dar de besitos…?. ¿Le vas a hacer el amor…?.
- ¡No andes de preguntona ni de metiche…, te vas a ir directo a dormir…!.
& ¡Bueno…, sí prometes que le vas a dar de besitos…, porque está bien guapote!.
- ¡Boba!.
Le dije. Le di una pequeña nalgada de cariño y se fue hacia su cama.
- ¿Caminamos?,
Le dije a Mao, tendiéndole la mano, y nos salimos del cuarto y del hotel; fuimos a caminar unas calles, sólo para dar tiempo a que mi niña se pudiera dormir.
Mao no desaprovechó ese paseo y luego de dar unos pasos, me colmaba de besos; dábamos otros pasos y me volvía a besuquear, total que, regresamos muy besuqueados al cuarto, con ganas de darnos…, amor.