Pasaba por un mal momento (1)

De cómo conocí a una chica por chat y mi vida cambió desde entonces.

Pasaba por un mal momento. Desde que mi novia me había dejado me estaba alejando de todo el mundo. Lo peor era que lo sabía, pero no encontraba el modo de ponerle freno. Al principio, mis amigos trataron de ayudarme, pero dado que no reaccionaba decidieron darme de lado, para ver si de esa manera espabilaba.

Lo cierto es que, entonces, no me importaba. Me asqueaba mi entorno. Todo me recordaba al daño que ella me había hecho. Por eso me refugié en internet y los chats, fue la única forma que se me ocurrió para salir de mi aislamiento.

Nunca antes me habían interesado ese tipo de cosas. Así que, como partía de cero, comencé a investigar. Me hizo gracia un chat que es bastante conocido, habbohotel. Era como un chat cualquiera, pero tenías que crear un personaje. Entrabas en un hotel virtual y paseabas por sus estancias mientras charlabas con otros residentes.

Entré varios días seguidos, charlaba con muchas personas, pero nunca encontré a nadie con quien hubiera querido hablar de nuevo. Un día entré en uno de los bares del hotel. Solo encontré a una chica sentada en una mesa. Estuve a punto de cerrar la ventana del ordenador, pero cambié de idea, me senté a su lado y la saludé.

Comenzamos a hablar. Ella me preguntó si llevaba mucho tiempo entrando a chatear en el hotel, yo le respondí que era mi primera semana y que todavía no controlaba muy bien el asunto. Ella me explicó todas las dudas que le pregunté.

Después empezamos a conocernos mejor. Me dijo que era española, de Sevilla, pero que llevaba cuatro años viviendo en Alemania y que solía entrar al chat cuando sentía morriña de su tierra. Tenía 23 años, como yo, y su nick era Luna. Me imaginé que tenía que ser muy guapa y se lo dije. Ella se rió, "quizás algún día puedas comprobarlo", dijo. Luego me preguntó sobre mí. Me encontraba a gusto con ella, le conté mi historia, porqué había entrado en internet y como me había alejado de mis amigos.

Estuvimos hablando más de dos horas y no continuamos porque ella me dijo que tenía que hacer unas cosas. Me dio pena. Era la única persona con la que había conectado en mucho tiempo, así que le pedí que me diera su msn, para poder chatear otro día, pero fuera del hotel. Ella dudó, no está bien visto ir dejando tu dirección a un desconocido, pero, para mi sorpresa, accedió. Quedamos en vernos otro día.

Pasó una semana. Había agregado a Luna a mi messenger, pero ella no se conectaba, y tampoco volví a verla en el habbohotel. Pasó otra semana. Ya estaba seguro de que no volvería a saber de ella, pero me resistía a borrarla de mis contactos. Afortunadamente no me equivocaba.

Quince días después de nuestro primer encuentro, Luna se conectó al messenger. La saludé, ella no me reconoció o se hizo la tonta "¿Quién eres?", preguntó. "Vaya, ¿no te acuerdas de mi?". Ella no respondió así que le ayudé. "Nos conocimos en el hotel virtual…"; "Claro", escribió, "perdona, ha pasado mucho tiempo". "Quince días", le dije, "pensé que no volvería a saber de ti".

Me fijé que aparecía el icono de su web cam. Eso me animó, quizás pudiera averiguar si era como me la había imaginado. Yo también tengo web cam, así que, llegado el momento, puede que ella quisiera admitir un quid pro quo.

Aquel día no hubo ocasión. Pero, afortunadamente, no tardé otros quince días en volver a leer a Luna. Nuestros encuentros se hicieron casi diarios. Ambos deseábamos charlar con el otro. Nuestra complicidad fue aumentando y ya nos conocíamos muy bien.

Rompimos la barrera del pudor y charlamos acerca de todos los temas. No teníamos tabúes y el sexo se convirtió en nuestro tema favorito.

En todo el tiempo que mantuve contacto con Luna solo le dije una mentira. Le dije que era de Barcelona y no de mi ciudad. No sé porqué, fue una mentira que dije el día que la conocí en el hotel y me pareció que podía perder más cosas que ganar si le decía la verdad.

Una obsesión se apoderó de mi cabeza. Quería ver desnuda a Luna, quería tener con ella eso que se llama sexo virtual. Estaba seguro de que era preciosa. No sabía muy bien por qué, probablemente todo el mundo tenga esa ilusión cuando chatea con otra persona. Pero había un problema. Después de un mes largo de conversaciones ni siquiera había conseguido que mandara una foto.

Se lo había insinuado un par de veces, pero ella había pasado de puntillas sobre el asunto. Seguía viendo todas las noches su icono de la cam en mi pantalla, y eso me ponía enfermo.

"¿Lo has hecho alguna vez en el chat?", le dije a bocajarro un día a modo de saludo. Ella se tomó su tiempo para responder, pero fue más escueta de lo que esperaba. "Sí, ¿tú?". "Yo no", le dije "no me excita demasiado leer de la pantalla. Quizás si encontrara a alguna chica dispuesta a encender la cam mientras lo hacemos cambiaría de opinión". Ella lo entendió enseguida. "Es más excitante leer. A lo mejor te puede defraudar ver a la otra persona, pudiste hacerte falsas expectativas…". "Tal vez", le dije, "por eso no me gusta el sexo virtual".

Seguimos bordeando el tema. Ella seguía poniendo migas de pan para que me acercara a donde me quería, y yo las iba recogiendo con ansias de ver donde quería que llegara.

Fue una sorpresa, pero me pidió que le invitara a mi cam. Me confesó que estaba muy caliente y que quería conocerme. Me asusté. Me había obsesionado tanto con verla a ella que me había olvidado de que ella también quería verme a mí. No es que me diese pudor mostrarte. Temía que defraudase sus expectativas. Soy un tipo bajo y delgaducho. Mis encantos se encuentran más bien ocultos bajo la ropa, y mostrarlos tenía un precio que no sabía si ella estaría dispuesta a pagar.

Le dije que muy bien. Pero que yo también tenía derecho a verla a ella. Ella accedió. Ninguno de los dos quería mostrar la cara, así que acordamos enfocar solo nuestros torsos. Sin duda yo había ganado el primer asalto.

Los segundos que tardó su camara en emitir y mi ordenador en recibir su señal se me hicieron eternos. Pero de pronto ahí estaba. Llevaba un top ajustado que le marcaba el sujetador. Sus curvas se me antojaron muy sabrosas. Había estado en lo cierto. Vi que tecleaba algo en su ordenador.

"Quítate la camiseta, quiero ver tu pecho y tus abdominales". No le contesté todavía. Tenía miedo. Mis brazos en la pantalla parecían dos alambres. "¿Qué ganaré yo a cambio", le pregunté; "No lo sé aún", contestó ella. Accedí me quité la camiseta y enfoqué mi estómago. Traté de marcar mis abdominales lo más que pude.

"¿Qué te parece", le pregunté; "Aún no lo sé", me dijo, "quítate también el pantalón. Quiero verte en shorts". Dudé. Ella llevaba las manijas. Yo estaba contra las cuerdas. Sabía que si le pedía que se desnudase no iba a acceder. Mi oportunidad estaba en que ella me viese marcando, así que también accedí sin preguntar nada.

Me deshice del pantalón. Me levante y me agarré el paquete marcando bien la polla, que a estas alturas estaba en medio de una erección brutal. Yo tenía la mirada fija en su imagen. Hasta entonces había estado imperturbable. Los únicos gestos que hacía eran para teclear algo.

Me senté. Ella cogió el ratón y para mi sorpresa me invitó a una conversación de voz. Acepté de inmediato. Al conectar pude escuchar su respiración, estaba agitada. "¿Hola?", dijo, "¿me escuchas?". Yo tecleé: "sí, perfectamente". "Vale", dijo " atento, porque no lo repetiré más. Vas a tener por primera vez sexo virtual. Yo te voy a decir qué vas a hacer, pero yo no me voy a desnudar, aún es muy pronto para eso. De momento me verás, pero cuando me excites lo suficiente giraré la cámara y no podrás veme. Podrás escucharme, eso sí. Vas a hacer lo que te pida. No es necesario que tú hables por el micro, puedes escribir… ¿de acuerdo?".

No me lo pensé dos veces. "Sí", dije. "Muy bien, amor. Empezamos.", dijo ella.

"Vale… ponte de pie. Así muy bien. Cógete el paquete como antes. Así con las dos manos…", Luna empezaba a calentarse. Podía escucharlo en su voz que sonaba golosa y verlo en la pantalla. Se sobaba los pechos por encima de su top, y eso me encendía. "… sigue… así. Ahora date despacito la vuelta quiero verte el trasero… mmm… muy bien, me gustaría estar ahí contigo…", ella seguía calentándose más. Pude verle las piernas por primera vez, las puso sobre los brazos de su asiento, abiertas de par en par, solo llevaba puestas unas braguitas rojas así que eso me calentó del todo, aunque para entonces ya tenía una erección espectacular. Ella se empezó a sobar la vagina. Metía los dedos bajo la braga y yo sólo podía imaginar como sería aquel coñito húmedo.

"Bájatelos, bájate los shorts, pero dando la espalda a la cam. Quiero ver primero tu culo. Mmmm así suave, despacio, bonito trasero. Mmmm. Sigue deshazte de ellos y gírate suave. Quiero verte de perfil. Eso es…", mientras yo me pajeaba con tranquilidad, ella se sentó de nuevo normalmente. Entonces se deshizo del top y pude ver sus pechos cubiertos por un sujetador negro de encaje. Empezó a sobárselos de nuevo. Eran perfectos, ni grandes ni pequeños. Sujetaba cada uno con una mano y los acariciaba sensualmente. "¿Te gustaría tenerlos delante? Seguro que sí. Sigue…". Mientras ella se manoseaba las tetas yo seguía dándole a mi polla.

"Acércala a la cam… sí… así". No podía ver más allá de su ombligo. De pronto se agachó, vi su espalda doblada frente a la cámara. Se incorporó de nuevo y me mostró sus braguitas en las manos. Por un momento pensé que se había animado y podría ver todo el show hasta el final, pero me equivoqué. Lanzó con suavidad las bragas sobre la cam. Dieron en el blanco. La cam debió caer a un lado, porque a partir de entonces solo los escasos rayos de luz que se colaban entre los encajes de su prenda.

"Te lo dije. No te sientas defraudado. Has visto más de lo permitido. Sigue… mmm, sigue…". Ella estaba muy caliente. Cada vez hablaba menos y gemía más. Yo me senté en mi silla, la eché hacia atrás, sobre las dos patas traseras, para que ella pudiera ver bien. "Así… ah, sí, imagina que estoy encima, cabalgando contigo…. Mmmm. Más…". Llevábamos bastante rato así y yo ya no podía más. Ella lo intuyó. "Aguanta solo un poco más. Ahora me voy a meter el micro en mi coñito húmedo, quiero que escuches… mientras sigues…". Lo cierto es que no oí gran cosa, pero imaginar aquel cuerpo masturbándose con el micro del ordenador mientras me miraba me excitó aún más.

Así siguió unos minutos, hasta que pude oírla de nuevo. Solo escuchaba sus jadeos, estaba a punto de correrse, como yo. "Dame tu leche…", pidió, "dámela…". Me acerqué a la cam y me corrí todo lo despacio que pude para que ella disfrutara. "¡Sí! Que bien… cuanta leche para mí… mmm".

Cuando acabé del todo ella apagó las cams. Seguimos hablando durante un rato. Le pregunté si le había gustado, me dijo que gustarle era poco. Quedamos en seguir hablando y experimentando, pero me quedé con la espina de no haberla visto del todo en acción. De todas maneras, estaba seguro de que aquella ocasión se presentaría sin duda.

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