Pasa sin llamar

Una joven caprichosa acostumbrada a ser el centro del universo recibe una buena dosis de... realidad. Relato por encargo de Anna: un placer haber colaborado contigo.

Luis estaba muy nervioso y no era para menos. Anna, la chica más popular de su clase le había convocado a una sesión de estudios en su casa.  Entre los chicos de su edad se comentaba que en aquellas reuniones íntimas lo que menos se hacía era estudiar y eso no dejaba de dar vueltas en su cabeza durante todo el día. Era consciente de que, si su novia se enteraba de la cita que era capaz de cortarle la polla en pedacitos, pero a las chicas como aquella era imposible decirles que no.

Anna era una chica espectacular. Además de lista tenía un cuerpo de escándalo y toda una señorita coqueta y presumida, muy segura de sí misma y con una vitalidad desbordante. Solía llevar ropas muy ajustadas y no dejaba de acariciar las mechas rubias que decoraban su larga melena castaña mientras lanzaba turbadoras miradas a los chicos y no tan chicos a través de sus atractivos ojos marrones.

Luis dudó. Pensó en masturbarse antes de acudir a la cita, no quería empalmarse delante de la joven. Temía no poder contener su erección si ella le recibía con uno de esas camisas escotadas o esas minúsculas mallas ceñidas con las que solía cubrir sus inquietantes curvas. Finalmente decidió no hacerlo, optó por no dar crédito a los rumores acerca de su compañera de clase y lo que pasaba en aquellas reuniones privadas. Se dijo a sí mismo que lo más probable es que sólo estudiasen aquella tarde y nada más. Además, era mejor no hacerse ilusiones: Anna era una diosa y él uno más entre el montón de admiradores que babeaban en secreto por aquella jovencita de cabellera ondulada y seductora mirada.

Nada más abrirse la puerta de la vivienda de su amiga supo que no había elegido la opción correcta: Anna estaba tremenda, enfundada bajo un top de tonos rosa pastel que poco o nada dejaba a la imaginación.  La prenda era tan minúscula que no sólo dejaba a la vista el vientre plano de la muchacha sino también buena parte del inicio de sus senos que formaban un profundo canal en el que de inmediato se zambulleron los ojos de Luis. Por si fuera poco, era tan evidente la ausencia de ropa interior bajo la prenda que los pezones de la ninfa se marcaban desafiantes bajo la etérea tela.  Su ropa era más propia para salir de fiesta que para una simple sesión de estudio.

Muy turbado, Luis intentó en vano apartar la mirada de los pechos de su compañera y fue entonces cuando descubrió un par de magníficas piernas apenas cubiertas con una escueta minifalda negra de amplio vuelo que terminó de matarle. El muchacho se quedó sin respiración, notó que el pulso se le aceleraba más y más y que algo en bajo vientre comenzaba a desperezarse de manera notable.

-        ¡Hola, guapo! – Dijo Anna con la mejor de sus sonrisas.

Pero el destinatario de su saludo estaba tan alucinado con su aspecto que apenas pudo pronunciar una o dos sílabas sin sentido.

Anna irradiaba satisfacción ante el efecto generado por su cuerpo. La joven estaba acostumbrada a provocar ese tipo de reacciones en los chicos. También notaba cómo los papás de sus amigos la observaban con lascivia e incluso había descubierto a más de un profesor mirándole el trasero de forma descarada.  A ella no le importaba que la mirasen, más bien al contrario: le gustaba ser el objeto de deseo de los hombres de todas las edades, eso le hacía sentirse tan feliz como caliente.

-        ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? – Rio coqueta.

-        Hola…

Luis intentó encontrar una excusa a su torpe comportamiento. Las palabras llegaban a su boca pero no tenían fuerzas para atravesar sus labios.

-        No que quedes ahí, pasa.

-        Cla… claro.

Por fortuna para él Anna le tomó del brazo arrastrándole hacia el interior de la vivienda. Al hacerlo se produjo un intenso roce entre el dorso de su mano y los pechos de la chavala que hizo que el pulso del muchacho se disparase hasta el infinito. Sin duda era la mejor teta que había palpado en su vida, estaba a años luz de las de cualquiera de sus conquistas, incluida su novia.

-        Vamos a mi cuarto. Ahí estaremos tranquilos. Mis papás no están, sólo está mi hermano Fernando, pero no se entera de nada. Tiene cinco años y no hace más que mirar la televisión todo el tiempo, no nos molestará.

A la media hora de comenzar el estudio Luis intentaba torpemente disimular la erección. Era como disparar a la luna.  Por mucho que ella intentase repetirle los ejercicios de matemáticas una y otra vez a él le era imposible concentrarse en otra cosa que no fuesen en los carnosos labios de Anna, en su dulce fragancia juvenil, en el bamboleo de sus senos y en su manera sensual de chupar una y otra vez el bolígrafo con la boca mientras hablaba.

-        Uhmm… no aciertas ni una respuesta. ¿Se puede saber qué te pasa, Luis?

-        No…no sé.

-        ¿Seguro?

-        Los ejercicios son… son algo difíciles.

-        ¿Difíciles? ¡Pero si están chupados!

Anna sonrió y acercando su rostro al oído del muchacho le susurró:

-        Y hablando de chupar… creo que deberíamos hacer una pausa para relajarnos. Te noto muy tenso, así no entenderás nada. Mañana es el examen y lo llevas fatal.

-        Sí, creo que eso estaría bien hacer un descanso.

-        Tú… - apuntó la joven en voz baja al tiempo que una de sus manos comenzaba a acariciar el bulto endurecido de su compañero -… déjame a mí. Sé lo que hacer para relájate. Verás cómo después de mi lección especial te concentras más.

A la anfitriona le traían sin cuidado las calificaciones de Luis, lo que necesitaba de él en ese momento iba creciendo y creciendo entre sus dedos mágicos. El chaval le atraía, pero no más que el hermano de su mejor amiga al que solía tirarse, el camarero de la cafetería del barrio con el que pasaba tan buenos ratos en el almacén de bebidas o tres o cuatro chicos de cursos superiores que le servían para aliviar sus necesidades carnales de manera frecuente. Sabía que él tenía novia pero eso a ella jamás le había importado a la hora de intimar con un chico. Al contrario, le producía un morbo adicional saber que su compañero de cama de turno tenía pareja estable o mejor aún si estaba casado. Además, la chica en cuestión le caía fatal y no se le ocurría mejor forma de humillarla que el tener sexo con su querido y adorado novio.

Anna se desenvolvía como pez en el agua en aquel tipo de situaciones. Sabía perfectamente cuándo y cómo pronunciar las palabras exactas para exaltar a los chicos que llevaba a su casa. Ninguno de los que había pasado por allí se había largado sin satisfacerla. Entrar en su habitación significaba entrar en sus bragas.

-        Me pongo caliente cada vez que te veo en clase – mintió Anna mirándole a los ojos del muchacho y frotándole el paquete de forma cada vez más intensa -.

Desde luego su compañero de juegos de esa tarde estaba bueno pero no le llegaba ni a la suela del zapato a José, su profesor de inglés, su fruta prohibida y el protagonista de sus fantasías más sucias y pervertidas. El treintañero de voz ronca y manos grandes sí que le ponía cachonda nada más verle, se había jurado a sí misma que lo tendría entre las piernas antes de finalizar el curso y cuando Anna se proponía algo así no se detenía hasta conseguirlo, costase lo que costase, cayese quien cayese.

-        Y yo – repuso él después de tragar saliva.

-        Lo sé. Sé cómo me miras, me siento desnuda cuando lo haces de ese modo tan sucio. Me… me encanta.

Anna sabía qué decir para calentar a los chicos en las distancias cortas. Luis era un capricho, una muesca más en su culata, una opción más con la que satisfacer su lujuria, nada más. Montárselo con él era una forma más de humillar a su molesta compañera de clase, ya se encargaría ella de que aquello se supiese por todo el centro educativo. Aparte de eso estaba muy caliente, llevaba cuatro días sin sexo y eso, en su caso, era prácticamente una eternidad. Después de hacérselo con él aquella tarde repetiría o no según su capricho. Ella y sólo ella decidía quién, cuándo y cómo entraba en sus bragas y esto podía ser tremendamente sencillo o una misión imposible según se le antojase. Desde su adolescencia Anna había sido una hembra muy caprichosa y con el suficiente potencial sexual y picardía como para obtener de los hombres todo lo que quería gracias a su sinuoso cuerpo.

Cuando estuvo satisfecha con la dureza adquirida por el miembro viril que tenía entre manos la joven se incorporó y, separándose un poco para que el chaval pudiera verla mejor, comenzó a deslizar los finísimos tirantes del top más abajo de sus hombros.

-        ¿Te gusto? – preguntó mimosa deteniéndose justo en el instante en el que sus areolas comenzaban a amanecer.

-        Mu… mucho.

-        Alguien me dijo que mi cuerpo no era bonito. Que mis pechos…- continuó l joven bajándose el top muy despacio -… no eran bonitos. ¿Tú qué dices? ¿te gustan mis senos?

El muchacho no podía creer lo que escuchaban sus oídos. Nadie en su sano juicio podría haber dicho una falsedad semejante. Las tetas de Anna eran espectaculares.

-        Son… son una pasada – balbuceó.

Su polla le dolía a rabiar. La chica más hermosa de la clase le estaba regalando en que era sin duda el mejor streptease de su vida y, lo mejor de todo, tenía la impresión de que Anna no se iba a detener ahí. María, su novia, no era más que un vago recuerdo que se iban desvaneciendo en su mente conforme las tetas de Anna comenzaban a aparecer ante sus ojos.

-        ¿No mientes? ¿no te parecen… pequeñas?

Y tras la pregunta retórica amasó sus senos con suavidad y los acarició con ambas manos, abarcándolos por debajo para mostrarlos a su único espectador en todo su esplendor.

-        Para nada, son perfectas – apuntó Luis con el rostro desencajado.

-        Gracias. Me alegro de que te gusten – sonrió ella muy halagada estimulando sus pezones.

Casi tanto como el sexo en sí a Anna le entusiasmaban los preliminares y más aún si incluían piropos hacia su cuerpo. Le gustaba exhibirse, adoraba ser vista, gozaba mostrando más de lo que era recomendable; le excitaba coquetear con los límites e incluso rebasarlos de vez en cuando si se calentaba lo suficiente. Solía mandar fotos desinhibidas a través del teléfono móvil sin demasiados reparos y, en el noventa y nueve por ciento de los casos había obtenido un éxito tremendo. Tan sólo en una ocasión en la que había mostrado sus tetas el receptor de tan suculento regalo no había sabido apreciar la espectacularidad de su cuerpo y eso le había marcado muy adentro: quería agradar físicamente a todos los hombres y despertar en ellos deseos sucios y desenfrenados hacia su cuerpo.

-        Ahora relájate y disfruta – le dijo al chaval-.

Sensual como una anaconda Anna se arrodilló frente a su compañero y, sin la menor vacilación, le acarició los muslos acercándose lentamente a la zona más caliente de Luis. Experta en las distancias cortas, no tuvo dificultades para bajarle poco a poco la cremallera y liberó a la bestia. El olor a hormona masculina inundó el ambiente y la boca de Anna comenzó a salivar. La verga no era muy gruesa, aunque sí larga. En otras circunstancias la joven se hubiese recreado un poco la vista con ella, la hubiese besado en la punta o recorrido con su lengua de arriba abajo. Incluso hubiera lamido las pelotas que la acompañaban o tal vez hubiese optado por meterse un testículo en la boca, sabía que eso volvía locos a los hombres, pero no tenía tiempo para andarse con rodeos, sus papás no se demorarían mucho y tenía que actuar rápido.  Sencillamente se la metió entre los labios y comenzó a hacer magia como sólo ella sabía.

Los genitales masculinos no tenían secretos para Anna, sabía cómo reaccionaban a sus atenciones, cómo se tensaban tras cada lamida, cómo se iban endureciendo conforme la mamada iba en aumento y cómo explotaban de forma copiosa ya fuese dentro de su cuerpo de forma discreta o sumamente escandalosa sobre su cara o sus pechos. Había mamado tantas pollas que había perdido la cuenta y ni recordaba la edad exacta a la que había probado el esperma la primera vez; desde jovencita le gustaba disfrutar de lo prohibido y obtener regalos al mismo tiempo. El quiosquero de su barrio podía dar buena fe de ello.

-        Esto está mejor que las ecuaciones, ¿verdad? – Preguntó tras una intensa jalada mientras se sacaba discretamente un vello púbico de la boca.

-        Desde luego – jadeó el muchacho con el corazón a cien por hora.

Anna encendió de nuevo la aspiradora que tenía entre los labios. Entre mamada y mamada pensó en alcanzarle su celular al muchacho y pedirle que le hiciese fotos con el falo en la boca pero le pareció excesivo incluso para ella. Ya tendría ocasión de buscar un operario de cámara más discreto para locuras como aquella, candidatos y oportunidades no le faltaban. En un rinconcito de su teléfono móvil se guardaban varios centenares de fotos de situaciones como aquella a cuál más sucia y explícita.

De repente unos toques en la puerta interrumpieron el encuentro sexual:

-        Anna ¿estás ahí? – preguntó una voz femenina.

A Luis por poco le da un infarto. Se encendieron todas las alarmas. Su primera reacción fue esconder su miembro viril a la velocidad del rayo ante el temor de verse descubierto en una situación tan comprometida. Anna, en cambio, bastante más habituada a ese tipo de interrupciones, se lo impidió; no estaba dispuesta a que su inoportuna mamá trastocase sus planes. Se limitó a sacarse el pene de la boca con mucha templanza y contestó manteniendo un tono en la voz de lo más natural:

-        ¡Sí, mami! Estamos estudiando con un compañero de clase – contestó ella -. Mañana tenemos un examen importante.

La chica estuvo rápida de reflejos y remplazando su boca por su mano continuó dando placer al muchacho mientras conversaba con su madre de cosas intranscendentes a través de la puerta.

-        ¡Genial, cariño! – gritó la mamá después de unos minutos - Voy a preparar la cena. Tengo que irme enseguida, he quedado con un amigo a tomar unas copas. Dile a papá que no volveré hasta mañana.

-        ¡Vale mami!

No entraba en los planes de Anna ir más allá de una buena mamada pero la situación le pareció demasiado morbosa como para no aprovecharla. El poder ser descubierta por su mamá, saber que el muchacho tenía novia y lo bien dimensionada que tenía la verga era una combinación de lo más suculenta.  Se movió como una felina y sentándose sobre Luis le regaló un intenso y profundo beso que lo dejó sin aliento.

-        ¿Qué… qué haces? –Balbuceó el chaval mientras notaba la mano de la muchacha jugueteando con su falo.

-        ¡Psss! ¡Calla! ¿quieres que nos descubran?

Anna no esperó la respuesta. Dirigió el estoque de su compañero de manera certera hasta su zona más íntima aprovechando el vuelo de su minifalda. Apartó el tanga rojo y llenó de carne dura y palpitante su zona más húmeda. Se clavó el pene muy adentro, aprovechando su tremenda lubricación natural de su sexo.  Ardía como el ascua de una hoguera: chupar una polla siempre produciá ese efecto en su cuerpo.

Después de unos segundos de desconcierto inicial ambos cuerpos se acoplaron como un guante y fueron uno. Él permanecía inmóvil mientras era cabalgado y ella movía su pelvis de forma certera ensartándose más y más. Los amantes permanecieron en silencio durante el coito, intentando minimizar los crujidos de la silla, los suspiros de Luis y el chapoteo incesante de la vulva de Anna. Para la chica no dejaba de tratarse de un polvo más pero para él fue un momento mágico, algo que no olvidaría en su vida.

Más allá de la puerta se sentía el ir y venir de personas a lo largo del pasillo aunque ninguno de los dos quería que aquello terminase. El morbo de ser descubiertos incrementaba el placer obtenido y hacía que el riesgo mereciese la pena.

Esta vez fue una voz masculina y adulta la que les interrumpió en plena faena:

-        Princesa. ¿Estás sola?

-        No. Estoy… estoy con un amigo… estudiando.

-        Genial. ¿Se quedará tu amigo a cenar?

Anna anduvo rápida de reflejos y utilizó su mano para silenciar la boca de su compañero que estaba a punto de explotar. Aquella situación no era nueva para ella; sus “citas de estudio” con final feliz eran habituales y había aprendido a lidia con todo tipo de imprevistos. Sin sacarse ni un solo milímetro de verga en la entraña contestó a su papá:

-        No. Tiene que irse, ha quedado con su novia.

-        ¿Seguro?

-        Sí. En cuanto terminemos este ejercicio… se irá.

-        Vale, como quieras – dijo la voz tras la puerta alejándose -.

Anna permaneció inmóvil unos segundos tras los cuales incrementó el ritmo de la monta de manera considerable. Luis ya no pudo resistirlo más. Apenas tres golpes secos de la cadera de la amazona fueron suficientes para hacer trizas su resistencia. Eyaculó como un mandril en celo, rellenando la entraña de la muchacha de esperma caliente y abundante, que dejó salir de forma desbocada sin medida profiláctica de por medio.

A Anna le faltó bastante para llegar al clímax, necesitaba mucho más que un jovencito todavía con la cara llena de granos para satisfacerla. Algo frustrada, decidió vengarse utilizando su sexo a modo de pincel, el esperma caliente que brotaba de su coño como pintura y el pantalón de Luis como lienzo.Dibujó un boceto abstracto en tonos blancos, viscosos y brillantes. La cantidad de fluidos corporales era tanta que prácticamente se extendieron por todo el muslo del chaval. La mancha en el pantalón era más que evidente y el olor a esperma considerable pero a Luis sólo le importaba recuperar el aliento y que sus piernas dejasen de temblar.

-        ¡Venga, largo!

-        Pe… pero…

-        ¡Qué te largues! ¿No habías quedado con María a las nueve?

-        ¡Joder, es cierto!

-        Pues date prisa, sólo quedan quince minutos.

Sólo cuando el chaval se incorporó de la silla fue consciente del problema.

-        ¡Hostia!

-        ¿Qué pasa?

-        Que ¿qué pasa? ¡Mira cómo me has dejado el pantalón! ¡Si lo ve María, me mata!

-        ¿Y? Ese no es mi problema, eso te pasa por aguantar tan poco. ¡Que te vayas, te digo! Y dale recuerdos de parte de mi coño a esa zorra – rio Anna.

Echando pestes y jurando contra los ancestros de Anna, Luis abandonó la casa precipitadamente. La joven se relamía de gusto imaginando la cara de María al ver llegar a su novio en semejantes condiciones. Para rematar la faena hizo una foto al charquito de esperma que había quedado en la silla de su cuarto, la lanzó a la nube del grupo de su clase y adjuntó un mensaje de texto que decía:

-        “María, deberías enseñar a follar a tu novio. Lo hace fatal.”

Satisfecha por su hazaña Anna pensó que se merecía un premio. A hurtadillas se coló en la habitación de sus papás y tomó prestado el consolador de látex que su mamá tenía oculto en el fondo del cajón.  Ya estaba a punto de tomar un relajante baño de espuma y masturbación cuando fue abordada por su papá en el pasillo:

-        Ese amigo tuyo se fue muy rápido, ¿no?

-        Pues sí, tenía prisa.

-        ¿Y puedes decirme cómo se hizo esa mancha en el pantalón?

-        ¿Mancha? ¿Qué mancha? Yo no vi nada.

-        Pues era enorme y parecía…

La joven selló los labios de su progenitor con un dedo.

-        ¿Sabes qué me apetece, papi? ¡Que te bañes conmigo como cuando era pequeña!

-        Yo… yo bueno. No creo que eso esté bien, Anna.

-        Venga, papi. Sé bueno – dijo la joven dejando caer la toalla que cubría su cuerpo -. Mami dijo que no volvería hasta mañana por la mañana. Haré todas aquellas cosas que te gustaban tanto.

Al hacerlo el juguete erótico dio varios botes por el suelo. El adulto se quedó petrificado al ver a su hija tal y como había venido al mundo.

-        Ehmm… Está bien princesa, tomemos ese baño.

Anna estaba exultante de gozo. No se le ocurría nadie mejor que su papá para terminar lo que el tonto de Luis había dejado a medias.


Si de algo iba sobrada Anna era de caprichos. Caprichos caros y abundantes. Pese a la generosa asignación mensual que le daba sus papás siempre iba falta de dinero. En esas ocasiones recurría a sus amistades para financiar sus antojos. Amigos virtuales o en carne y hueso, le era indiferente, siempre y cuando satisficiesen sus necesidades materiales. De los primeros recibía bonitas sumas de dinero a cambio de fotos con sus desnudos sin rostro aunque era sin duda de los segundos de donde obtenía mayor beneficio.  La agenda de su teléfono estaba repleta de reseñas de hombres, adultos trajeados sobrados de dinero, faltos de cariño y de atenciones por parte de sus esposas. Si necesitaba plata a Anna le bastaba con elegir uno, hacer una llamada, saltarse algunas clases, ponerse ropa sexy, acudir a un discreto motel del centro, ser amable con el señor en cuestión un par de horas y salir con el saldo de su bizum por las nubes. Dinero fácil y sin complicaciones. Técnicamente sólo se trataba de reírles las gracias, darles conversación y hacerles compañía aunque por un módico incremento en la tarifa Anna no tenía excesivos problemas por meterse en la cama con ellos.

Y precisamente tras uno de esos encuentros furtivos con un cincuentón barrigudo fue cuando su vida ideal comenzó a torcerse. Una agradable mañana salía de uno de esos moteles de la mano de uno de sus más generosos amigos cuando se dio de bruces con Marcela, la jefa de estudios, sin duda una de las personas que más detestaba de este mundo.

Marcela era altiva, arrogante pese a que físicamente no era gran cosa. De hecho, era tan diminuta podía confundirse perfectamente con una alumna más del centro. Era una de esas treintañeras muy menudas con apariencia de eternas jovens aunque en su caso vestía de forma sofisticada para darse un aire más maduro y severo.

Su piel era tan blanca y sus ojos tan claros que daban la impresión de ser de origen norteamericano pese a que era natural de Medellín y trataba a todos los alumnos con desprecio, excepto a un grupo muy selecto de alumnas que formaban su grupo de estudio en el que no estaba incluida Anna y eso la joven lo llevaba realmente mal. Siempre quería destacar por encima de los demás y no soportaba ser una más del rebaño. Quería ser élite.

Por si ningunear a Anna fuera poco pecado, Marcela también era la novia de José, su profesor favorito y más deseado; el causante de sus mayores ardores de coño. La joven la despreciaba por eso y no podía entender cómo ese semental pudiese tener como compañera de cama a una hembra físicamente tan mediocre a excepción de que se tratase de una auténtica fiera en entre las sábanas.  Se rumoreaba que tenía un pasado oscuro como actriz para adultos y que se había hecho famosa tanto por su facilidad de ordeñar pollas enormes como por unas acusaciones de corrupción sexual. Por lo visto la actriz en cuestión se había visto envuelta en sórdido asunto en el que se le acusaba de introducir a jóvenes modelos colombianas en el mundo de la pornografía pero nadie podía asegurar que fuese ella más allá de su parecido físico con la actriz en cuestión.

-        ¡Hola Anna! ¿Qué tal? ¿Qué haces por aquí? ¿no deberías estar en clase? Faltas mucho últimamente, ¿no?

-        Ho… hola Marcela – contestó Anna esforzándose por quitar de la forma más discreta posible la mano que el hombre tenía pegada a su culo -. Es… es que mi tío ha venido a visitarnos…

-        ¿Tu tío? ¡Qué interesante…! – exclamó la profesora examinando con detenimiento al maduro individuo.

-        Sí – prosiguió la muchacha muy nerviosa -. Hacía mucho tiempo que no nos visitaba y le he estado enseñando la ciudad. Le… le acompaño al aeropuerto de El Dorado, tiene que irse ya.

-        Ya veo, ya. Ya imagino qué clase de monumentos le has enseñado a este señor. – repuso la treintañera con tono sarcástico -. Mañana te quiero en mi despacho después de las clases y espero que lleves el justificante de tu ausencia de hoy firmado por uno de tus papás.

-        Cla… cla… claro.

-        Un placer conocerle, señor. No dudo que su estancia en nuestra bella ciudad ha sido todo un placer para usted. Seguro que Anna le ha tratado muy bien, es una chica de lo más complaciente. Todo el mundo en el centro educativo lo sabe.

Y sin dar tiempo a la réplica la profesora desapareció en el tumulto del centro de Bogotá.

El hombre, muy alterado al verse sorprendido en una situación tan íncómoda, le dijo a Anna que no volviese a llamarle justo antes de irse a toda prisa.

Una vez repuesta de la sorpresa inicial Anna rabiaba de odio hacia su profesora. En el taxi de camino a su casa juró que se vengaría de ella por haberle humillado de una forma tan grosera y por haberle privado de una generosa fuente de ingresos.

El odio de Anna hacia su mentora comenzó a ser enfermizo y, por mucho que lo intentaba, no conseguía averiguar ningún punto débil y es por eso que fijó su objetivo en José, su profesor de matemáticas. Arrebatárselo a aquella malnacida pasó a ser algo personal. Desplegó con él todos sus encantos, le visitó constantemente en su despacho pero no lograba arrancarle más que alguna sonrisa, palabras amables y poco más. Por mucho que se esforzaba conseguía que el hombre cayese rendido ante sus pies como el resto y esto hacía que la frustración de la joven creciese de forma exponencial conforme el curso iba transcurriendo.

Un día decidió incluso ir más allá y concertó una cita con él en su despacho con la más vaga de las excusas. Decidió apostar fuerte, no ponerse sostén y estar todo el tiempo jugueteando con los botones de su escote. Poco menos que se abrió la camisa en canal para mostrarle los senos y el adulto sencillamente la ignoró. Tuvo que conformarse con una pírrica victoria: obtener el número del teléfono móvil que descansaba sobre el escritorio en un momento en el que el profesor salió de la estancia unos minutos.

Anna, habitualmente fría y manipuladora, se dejó llevar por la ira y se volvió descuidada. Por primera vez no ocultó su cara cuando decidió tomarse fotos desnuda. Si Marcela había sido actriz porno ella no podía quedarse atrás: estaba claro que a José le iban las emociones fuertes.

Eran fotos pornográficas, no se anduvo con rodeos; mostró las excelencias de su cuerpo a su profesor a la vez que demostró la elasticidad de sus agujeros insertando en ellos el consolador eléctrico de su mamá. Decidió jugársela convencida de que su jugoso cuerpo era un caramelito tan apetitoso que ni su mentor iba a ser capaz de rechazar. Como respuesta a sus whatsapss sólo recibió un mensaje. En él, una fecha, una hora, una dirección y tres palabras “PASA SIN LLAMAR”. La joven dio saltos de alegría creyendo firmemente que su triunfo sobre la jefa de estudios estaba cercano y decidió celebrarlo acudiendo al apartamento de cuatro fogosos universitarios a cuál más atlético y viril.

-        “Ok. Diré a mi mamá que me quedo en casa de una amiga hasta el día siguiente.” – contestó.

El día en cuestión estaba hecha un manojo de nervios. Se compró una lencería nueva, muy sexy y ajustada, sin tirantes; de tonos rositas y con gran cantidad de transparencias. También invirtió un buen dinero en peluquería y manicura. Se rasuró el sexo por completo e invirtió las ganancias de su supuesto tío en un par de botines con tacones de escándalo, una minifalda ultra corta y en una torera que apenas daba para cubrir un minúsculo top. Inclusive se aplicó un enema anal por si a su admirado profesor le daba por querer disfrutar de su entrada trasera. Al mirarse al espejo se encontró muy bella, circunstancia que fue corroborada por los múltiples piropos masculinos que recibió al salir de la boutique, camino de su cita con su profesor.

El taxista no dejaba de mirarle bajo la falda a través del retrovisor en su periplo hacia las afueras de la capital colombiana. El vehículo amarillo la llevó a una zona residencial que no conocía. En ella abundaban las casas unifamiliares, relativamente separadas las unas de las otras. Su opinión sobre José iba mejorando por momentos. Además de guapo e inteligente no iba corto de dinero: mantener una casa en aquel barrio tan bonito no tenía que ser tarea fácil con el sueldo de un profesor.

Cuando se plantó frente a la casa en cuestión Anna respiró profundamente, estaba nerviosa, nerviosa y caliente; en pocos minutos su fantasía sexual y su venganza más dulce iban a cumplirse al mismo tiempo.  Había tomado la precaución de buscarse una coartada para justificar su ausencia en casa hasta el día siguiente, quería encamarse con José sin prisas y cuanto más tiempo mejor. Iba a enseñarle a su mentor su total dominio en lo respectivo a las diferentes posturas sexuales y, como premio adicional, se vengaría de su odiosa jefa de estudios.

Antes de entrar compuso su falda, retocó su maquillaje, estimuló discretamente sus pezones para que estos pudiesen distinguirse bajo su top y, tal como rezaba el mensaje recibido, entró sin llamar. La puerta cedió al primer empuje, señal inequívoca de que el lugar era el acordado. Eso le dio ánimos para continuar.

Tras cerrar la puerta comenzó a buscar a su próximo amante por las diferentes estancias llamándolo por su nombre. Al llegar a lo que debería ser el salón quedó en shock. En lugar del típico mobiliario, con su sofá, su mesa familiar y sus adornos apareció ante ella una enorme cama tamaño gigante. Del cabecero dorado y del pie colgaban fuertes tiras de cuero, con amarres en sus extremos.  El resto de la habitación estaba decorado con una enorme variedad de juguetes sexuales. Anna había utilizado alguno de ellos en sus aventuras, como los consoladores de látex o las bolas anales pero el resto sólo los había visto en las películas porno que le mandaban los chicos a su teléfono móvil. Es más, distinguió varios artilugios de los que desconocía por completo su uso.  También llamaron la atención la media docena de cámaras que apuntaban directamente al colchón desde diversos ángulos y enfoques. De hecho, lo único que allí había que no estuviese fuera de lugar era la enorme tele que descansaba en la pared en la que se veía la cama por entonces todavía vacía.

Anna alucinó. Ella era la primera a la que le gustaba grabarse follando o mamando vergas pero aquello era demasiado, parecía algo profesional, a años luz de todas sus anteriores experiencias delante de una cámara. Lejos de alarmarse rio para sus adentros: su profesor, tan amable y correcto, era todo un pervertido.  Su braguita llevaba húmeda desde que se metió en el taxi y toda aquella parafernalia hizo que todavía se mojase más. Si José quería sexo extremo por ella no iba a quedarse con las ganas, no tenía intención de echarse atrás.

La jovencita pensó que tal vez fuese cierto que la perra de Marcela se dedicase a la industria del porno, incluso sopesó la posibilidad de que el propio José hubiese sido actor en alguna película. Imaginar eso elevó su calentura a la máxima potencia, follarse a un semental profesional era el sueño de cualquier chica de su edad.

-        ¡Hola! – dijo una voz femenina con acento extranjero a su espalda– Tú debes ser Anna, ¿correcto? Marcela nos ha dicho que serías muy puntual.

Anna se giró muy sorprendida. Apareció ante ella una mujer morena muy sonriente, tan alta que la joven apenas le llegaba al mentón y que escondía sus increíbles ojos claros tras unas gafas de pasta. Recogía su larga melena lisa en una cola y, pese a que su traje de falda y chaqueta era propia de una ejecutiva, lo ceñido de la prenda dejaba adivinar las excelencias que ocultaba: un par de pechos rotundos y unas caderas que quitaban el hipo. Anna también sabía a preciar las bondades de un buen cuerpo femenino y las había disfrutado multitud de veces: no todos sus clientes eran del sexo masculino.

La acompañaban dos hombres a cuál más imponente: uno blandía una cámara de video dirigida directamente a Anna y el otro, todavía más grande, andaba semi desnudo ya que solamente cubría su cuerpo con un par de botas militares y un micro tanga de cuero negro que apenas daba para tapar su enorme sexo. Si con eso su aspecto era ya de lo más amenazante, la careta negra con pinchos metálicos que ocultaba su cara bajo una máscara hizo que a Anna le saltasen todas las alarmas: ninguno de aquellos hombres era su profesor.

-        Yo… yo creo que ha habido un error… - balbuceó

-        ¿Un error? Para nada. Marcela nos pasó tus fotos con el dildo en el ano. Está claro que esa chica eras tú. Estás de suerte, nos han encantado y has sido seleccionada de entre su grupo de estudios: vas a ser la protagonista de nuestra próxima película para adultos.

Aquellas palabras no hicieron otra cosa sino confirmar uno de los rumores más extendidos en su centro educativo: que las chicas del grupo de la profesora Marcela hacían de todo menos estudiar.

-        No, no… ni hablar. Como le digo aquí ha habido un malentendido, yo no… no pertenezco a ese grupo. No sé de qué me está hablando.

-        ¡Ah! ¡Qué buena actriz eres! Marcela ya nos había advertido de eso.  Nos dijo que fuésemos especialmente intensos contigo, que detrás de tu aspecto frágil se esconde una viciosa de mucho cuidado. Tranquila, no creo que quedes decepcionada con lo que vamos a hacerte, te lo aseguro. No lo olvidarás jamás.

-        Yo… yo… yo tengo que irme. Mis papás me están esperando ahí afuera… - balbuceó Anna dirigiéndose a toda prisa hacia la puerta.

-        De eso nada – dijo la mujer cortándole el paso.

Con un rápido movimiento agarró del cabello a Anna, la miró duramente y en tono amenazante prosiguió su discurso:

-        Tus papás no tienen ni idea de dónde está la putita de su hija y, si no te portas bien, puede que no lo sepan jamás. ¿Entendido?

Anna comenzó a temblar al comprobar que la mujer no bromeaba. Aun así intentó echar mano del teléfono móvil para pedir auxilio, sólo consiguió una sonora bofetada y que su celular quedase fuera de su alcance.

-        Ya me estoy cansando de tanta tontería. ¿Estás listo? – preguntó al operario de cámara.

-        ¡Yep!

-        ¿Y tú? – interrogó al tercer miembro del siniestro equipo.

-        Siempre lo estoy, ya lo sabes – contestó frotándose el miembro viril de forma vehemente.

Anna rompió a llorar mientras era dirigida hacia la cama agarrada del pelo.

-        ¡Po… po… por favor, déjenme ir! ¡Todo esto es un error! Yo no soy quienes ustedes piensan. Yo… yo no soy una de ellas.

-        ¡Cállate de una puta vez, perra! – Dijo la mujer marcándole la otra mejilla con otro sonoro tortazo que la hizo tastabillar y caer sobre la cama-. He pagado mucho dinero por ti y te juro por Dios que lo voy a recuperar colabores o no.

-        ¿La amordazo? – preguntó el gigantón.

-        ¡Naa! Mejor que chille y que llore. Eso vende mucho más. Adelante, haz con ella lo que te apetezca, saca el animal que llevas dentro, seguro que queda una película estupenda. Yo iré cerrando las cortinas, un poco de intimidad nunca está de más.

El volumen de los chillidos de Anna se fue incrementando conforme la distancia entre ella y el encapuchado iba menguando. Cuando lo vio encima suyo intentó proteger su frágil cuerpo haciéndose un ovillo pero fue inútil. El tipo era muchísimo más fuerte que ella. Poco a poco la fue estirando hasta que sus manazas se deslizaron bajo el top de la muchacha.

-        Por favor, por favor. No me haga daño – decía Anna y una y otra vez mientras el enmascarado le sobaba las tetas a placer.

-        ¿Pero qué narices estás haciendo? – Protestó la mujer muy enojada -. ¡Viólala de una puta vez! Esto parece una película de Disney.

Herido en su orgullo, el hombre olvidó sus modales y literalmente destrozó la camisetita corta de la joven de un tirón.  Anna se resistió cuanto pudo, arañando, mordiendo y golpeando al gigante todo lo fuerte que le fue posible, resultó inútil. Pronto la torera, la minifalda, los zapatos y la esperanzas de salir indemne de todo aquello saltaron por los aires.

Por fortuna para Anna el tipo se detuvo antes de arrancarle la lencería aunque la joven tenía la sensación de que la tregua no iba a durar demasiado tiempo.

La joven estaba aterrada. Habitualmente tanto ella como sus amigas fantaseaban con la posibilidad de ser violentadas por un extraño pero en ese momento, cuando la fantasía se tornaba en realidad, la idea no le parecía tan seductora. Miro de reojo el paquete del enmascarado y todavía se alteró más imaginando el destrozo que semejante herramienta podía producir en sus agujeros.

-        ¡Qué encajes tan bonitos! – Apuntó la mujer -. Te gusta, ¿eh? Mi amigo es un muy fetichista con estas cosas.

-        ¡Sí! Es muy sexy.

-        Venga… no seas tímida. Quítatelo para él.

-        Por favor… no… no me hagan esto- gimoteó Anna intentando cubrirse los pechos -. Déjenme ir, prometo que no diré nada…

-        O te lo quitas tú o lo hará él.

-        Por Dios se lo ruego…

-        ¡Que te desnudes de una puta vez! – Ordenó la adulta chillando a pleno pulmón.

-        Ha… haré lo que sea pero por favor no me maten…

Las manos de Anna temblaban hasta tal punto que no podía hacerse con el cierre frontal de su brassier. Hipando y sollozando lo intentó varias veces sin éxito. El hombretón perdió la paciencia y se lo arrancó de cuajo e hizo lo mismo con el tanguita rosa que cubría el sexo de la joven. Fue tan rudo y salvaje que incluso levantó a la muchacha en el aire y no dejo de tirar hasta que la minúscula prenda terminó destrozada entre sus dedazos.  En apenas un parpadeo Anna se vio privada de ropa.

La chica estaba paralizada por el miedo. Tanto que ni siquiera intentó resistirse cuando fue esposada al cabecero de la cama ni acertó a cerrar las piernas cuando el mastodonte se colocó sobre ella.

-        Mira preciosa – dijo el enmascarado liberando su enorme verga -, todo esto es para ti.

Casi se le salen los ojos de las órbitas de la jovencita al ver la herramienta que gastaba aquel animal aunque no tuvo mucho tiempo para contemplarla en todo su esplendor. El tipo se colocó sobre ella, enfiló en arma hacia su objetivo dispuesto a dispararla a quemarropa.

-        ¡No… por favor! – repetía ella una y otra vez mientras notaba la verga rozando su zona genital pero ninguno de los presentes parecía tener la menor intención de ayudarla.

-        ¿Estás listo? – Preguntó el hombretón al tipo de la cámara.

-        Todo correcto – respondió este tras obtener el mejor encuadre.

-        ¡Acción! – Chilló la morena.

-        ¡No! ¡Dejadme, hijos de putaaaa!

Anna sintió que se moría cuando sintió una enorme barra de carne abriéndole la vulva. Chillo como si estuviese pariendo y se aferró al cabecero la cama con todas sus fuerzas creyéndose partida por la mitad. El tipo lo dio todo, se cebó con ella, se la metió hasta el fondo, con un ritmo e intensidad jamás experimentados antes por la joven.

El supuesto guion de la película pornográfica era inexistente, se trataba de una escena gonzo en toda regla. Por desgracia para Anna su compañero de reparto era todo un profesional y aguantó la corrida como un campeón.  Al principio de la follada las penetraciones eran de lo más dolorosas para ella, parecía que la verga estuviese recubierta de infinidad de cristalitos que rasgaban su vagina pero conforme el baile íntimo se prolongaba en el tiempo esa sensación de dolor se iba disipando. Poco a poco la entraña de la ninfa se iba dilatando y asimilaba la violación segregando flujo de forma cada vez más copiosa.

A los quince minutos de intenso tratamiento los chillidos de Anna se tornaron jadeos, las convulsiones cesaron y su rostro ya no denotaba sufrimiento. El operario de la cámara fue el primero en darse cuenta del cambio de actitud de la actriz:

-        Está gozando como una zorrita.

-        ¡Y quién no lo haría!  - suspiró la directora de escena no sin cierto resquemor.

A los veinte minutos Anna ya había perdido en control de su cuerpo. En verdad estaba desatada, ni recordaba la cantidad de orgasmos que aquel desconoció le había regalado. Sin duda estaba siendo el mejor polvo de su vida. Ya no pensaba en las cámaras, ni en su profesor, ni en la desgraciada de Marcela, ni en la adúltera de su madre, ni en el sabor del esperma de su padre: el mundo se reducía a su coño y al enorme cipote que lo taladraba.

-        Parece que ya no protestas tanto, ¿eh, putita?

-        ¡Uhmm! – Masculló la joven en pleno apogeo.

-        Estoy a punto – declaró el semental -.

-        ¡Haz que te la chupe y córrete en su cara!

-        Será un placer.

Tras una docena de salvajes arremetidas el encapuchado desenfundó su herramienta, reptó por el torso de la jovencita, agarró su verga y le dio unos golpecitos en la cara a una Anna totalmente enajenada de placer.  Sin necesidad de amenazas abrió la boca, limpió el miembro viril de los restos del coito y se preparó para la andanada de esperma.

-        ¡Mira a la cámara, putita! Eso es, eso es… - le guiaba la directora -. Lánzale un guiño y sonríe sin sacártela de la boca. No sé a qué pretendes dedicarte pero te aseguro que has nacido para esto… pedazo de guarra.

Si la escena del polvo había sido antológica la de la follada de boca no lo fue menos. Con el maquillaje corrido y el cabello alborotado tal vez el rostro de Anna no resultase tan fotogénico como al principio, ni falta que hacía.  La joven suplía estas carencias estéticas con sus buenas artes con la boca, esas en las que su papá le había iniciado y que ella misma se había encargado de pulir y mejorar con el paso de los años y de las pollas.

-        Voy a correrme – anunció el actor.

-        Dame un segundo que encuadro a su cara.

-        No la fastidies que sólo habrá una toma.

-        Ya, ya… Todo listo. Cuando quieras.

Tal como había anunciado el gigantón el fluido viscoso comenzó a brotar del extremo de su cipote de forma copiosa. Dibujó un cuadro abstracto utilizando el bello rostro de la joven como lienzo. El esperma se desparramó por todos los lados. La nariz, los pómulos, los ojos o incluso en cabello de Anna se vieron afectados aunque la peor parte se la llevaron la boca y los labios, prácticamente inundados en semen. El operario de cámara estaba encantado con el plano:

-        ¡Ha sido algo magnífico!

-        ¡Gracias! Lo cierto es que esta putita es preciosa y tiene un coñito de lo más apretado.

-        Ya se nota que lo has gozado… y ella también – apuntó la directora muerta de envidia -, mírala qué cara de viciosa que tiene.  ¡Abre más la boca y mira a la cámara, guarra!

El carácter altivo y dominante Anna se diluyó como un azucarillo a base de pollazos. Todavía le temblaban las piernas tras el intenso tratamiento recibido. El coño le ardía y sus coquetos pezones se reivindicaban erectos ante la cámara. Pese al desconcierto inicial lo estaba disfrutando, estaba dispuesta a darlo todo y lo demostró haciendo gárgaras con la lefa.

-        ¡Grrrrr!

-        Eso es, eso es… ¡Eres toda una viciosa, pequeña Anita! ¡Trágatelo todo!

La joven se recreó mostrando el sucio líquido que anegaba su garganta y haciéndolo desaparecer.

-        ¡Coooortennn! – chilló la directora después de que la jovencita trasladase hasta su estómago la totalidad de simiente masculina.

El hombretón abandonó su actitud beligerante y, acariciando la mejilla de la joven, le lanzó un beso en la frente:

-        Has estado genial, princesa – le susurró al oído.

-        Sí. ¿Seguro que es tu primera película? – preguntó la mujer - Marcela nos dijo que eras primeriza pero que tenías ganas de iniciarte a lo grande.

-        A… así es.

-        Pues ahora preparémonos para la segunda toma. Te va a encantar.

-        ¿Se… segunda toma?

-        Claro. Ahora te toca el anal. No vas a poder sentarte en una semana, te lo digo yo.

Anna tragó saliva. Su puerta trasera no era virgen pero tampoco iba sobrada de experiencia. Sólo si la recompensa era importante se dejaba encular por sus clientes vips. Pensó en la vergota del encapuchado atravesando su esfínter anal y se alarmó.

-        O…oye… eso no. No, por favor. Si ese animal me mete eso por detrás… me mata.

-        Naa… tranquila por eso. Mi amigo ya no es tan joven como antes, ya no aguanta un segundo round como debe ser.

-        ¿Pero serás imbécil? – protestó el aludido - ¿Quieres que te parta ese culito en dos? Verás como después no eres tan graciosa.

La mujer hizo oídos sordos a la impertinencia y prosiguió:

-        A ver, semental, ves preparándola para lo que tú ya sabes. Me muero de hambre. Voy a cambiarme.

-        Por supuesto. ¿Voy preparando el enema, jefa?

-        ¡Uhmmm!  No, no hace falta – concluyó la mujer examinando el ojete de Anna con suaves toquecitos-. Seguro que esta princesita dejó limpita su puerta de atrás para José, su profesor, ¿correcto? –

-        ¿Para ese marica? Princesita, me temo que no tienes nada que pueda gustarle a ese imbécil

-        ¡A callar! Contesta, bonita: ¿dejaste limpio tu culito?

-        A… así es – contestó Anna bastante avergonzada, no estaba acostumbrada a que su zona íntima fuese objeto de conversación de unos desconocidos -.

-        Te dejaremos descansar un momento pero no te apures, enseguida vengo a por ti, guapa – dijo la mujer acariciándole el costado.

La cabeza de Anna era un hervidero de sentimientos encontrados. Por una parte no le hacía mucha gracia permanecer maniatada a una cama a merced de aquellos pervertidos pero por otra la situación la excitaba muchísimo. Acostumbrada a bucear entre las sábanas con maduritos sin demasiado aguante o con jóvenes de eyaculación rápida el polvazo que le había endosado el gigante enmascarado había sido extraordinario. El coño le ardía de puro gusto, jamás se había sentido tan llena; todavía tenía la sensación de estar sintiendo aquel martilleo machacón en lo más profundo de su vagina.

Por si esto fuese poco el hecho de saberse grabada en vídeo durante el coito le suponía un plus de morbo añadido. Ella no era como la mayoría de las chicas de su edad, vergonzosas o muy celosas de su intimidad. A Anna le gustaba ser vista en todo momento, prácticamente retransmitía su vida a través de las redes sociales y si eso se podía extender de algún modo a su actividad sexual como en aquella ocasión mucho mejor. Su papá le hacía fotos desnuda por lo que sabía desenvolverse sin problemas delante de la cámara. Lo único que lamentaba era no poder disponer del material grabado para su propio disfrute, gozaba masturbándose mientras se veía a sí misma teniendo sexo.

La pausa se alargó bastante más de lo que Anna había imaginado. Le costaba reconocerlo pero estaba ansiosa por seguir siendo el juguete sexual de tan peculiar trío. Obviamente tenía muy claro que iba a ser su orto el violentado por la integrante femenina y tenía curiosidad por saber cómo iba a hacérselo. Sus experiencias anales con hombres no habían sido demasiado satisfactorias y no porque ella no hubiese puesto todo de su parte sino por la falta de pericia de sus amantes. Habían sido bastante torpes a la hora de sodomizarla. Estaba segura de que, con la estimulación adecuada, la morena de rotundos senos la iba hacer alcanzar el cielo por la entrada trasera.

Cuando la puerta se abrió y la mujer entró en escena, seguida de sus secuaces, Anna sintió una contracción en su sexo: su intuición no le había fallado. La adulta se había despojado por completo de su disfraz de ejecutiva eficiente dando paso a una imponente dominatrix. Había sustituido sus gafas de pasta por un sugerente antifaz de aspecto felino. Portaba botas altas con tacones imposibles, liguero negro, guantes de cuero del mismo color, un par de minúsculas pezoneras decorando sus voluminosos pechos y el detalle que sin duda más llamó la atención de la joven: un enorme juguete sexual de goma con forma de pene de ébano en ambos extremos en una mano y un objeto metálico en la otra que la joven no logró identificar.

-        Hola putita. Te gusta mi juguetito, ¿eh? Te vas a cagar… literalmente.

Anna tragó saliva antes de hablar. Las esposas le apretaban tanto que apenas sentía las manos que comenzaban a adquirir un tono morado bastante preocupante.

-        Ha… hazme lo que quieras pero por favor… suéltame. Me duelen muchísimo las muñecas.

-        ¿Soltarte? – Rio la otra – Al contrario: te voy a amarrar más y puedes dar por hecho que voy a hacer lo que me dé la gana contigo. Para mí no eres más que un pedazo de carne.

En otras circunstancias ser tratada de ese modo le hubiese irritado de manera considerable pero por primera vez la sumisa que llevaba Anna en su interior se reivindicó y volvió a sentir ese ardiente cosquilleo en su vulva.

El paso de las palabras a los hechos fue inmediato. En pocos segundos Anna estuvo esposada de pies y manos al cabecero de la cama dejando a disposición de la otra hembra tanto su sexo como su orto en una posición antinatural y tremendamente incómoda. El pulso se le aceleraba por momentos y su ritmo se tornó frenético cuando el operador de cámara apuntó directamente a su zona roja y todavía lo hizo más cuando su torturadora le acarició sus partes más íntimas sin el menor tapujo.

-        Eres una zorrita muy sucia – dijo la mujer separando los labios vaginales de la muchacha todavía cubiertos de esperma -. Voy a tener que asearte.

Anna sintió como si una corriente de diez mil voltios le atravesara el cuerpo cuando la lengua de la morena comenzó a devorarle el coño.  Si todavía albergaba algún tipo de duda o miedo con respecto a que si iba a disfrutar durante el resto de la grabación esta fue disipada a base le lengüetazos e inserciones digitales. Extasiada, la joven confirmó una vez más su teoría de que nadie comía el coño como otra hembra experta y desde luego la que le estaba succionando el sexo tan intensamente iba sobrada de experiencia lésbica.

Tras unos minutos de intensas maniobras orales el coño de Anna comenzó a expulsar babas a diestro y siniestro. Aunque estaba en el séptimo cielo todavía quería más:

-        ¡Métemelo! – Suplicó totalmente enajenada por la lujuria.

-        ¿Esto?  - Preguntó la otra blandiendo el cipote de goma.

-        ¡Sí!

-        ¿Por dónde lo quiere la nenita de papá?

-        ¡Por… por… por donde quieras pero mételo de una vez!

¡Uhm! No sé… ¿tal vez mejor por aquí? – apuntó la enmascarada introduciendo apenas uno o dos centímetros de uno de los extremos del consolador por la vagina de la joven -. O acaso… ¿por aquí?

Anna gritó de gusto mientras su esfínter anal era dilatado por la misma herramienta de un modo similar. Fue la primera sorprendida por la respuesta de su cuerpo; pensaba erróneamente que iba a dolerle mucho y que no sería capaz de aguantar el juguete sexual dentro de su orto. Sin duda se equivocó. Es más, lejos de incomodarla la sensación de tener su intestino ocupado por un cuerpo extraño le encantó:

-        ¡Por donde quieras pero métemelo ya! – Suplicó - ¡No puedo más! ¡Elige el que quieras, por Dios…!

-        ¿Elegir? ¡Para qué elegir si se puede tener todo, princesita! - exclamó la morena regodeándose de su triunfo - ¿Sabes lo bueno de este juguetito, putita? Que es lo suficientemente largo y elástico como para no tener que decidir una opción u otra.

La dominatriz consultó al operario de la cámara. Cuando recibió el gesto de aprobación procedió a consumar el plan establecido. Aprovechando la elasticidad del falo de plástico lo dobló de tal forma que le permitió atacar al mismo tiempo los agujeros inferiores de Anna. Fue especialmente intensa percutiendo el ano y no dejó de taladrar a la joven hasta que esta pudo asimilar una buena porción de verga sintética por los dos orificios.

-        ¡Ufff! – Gruñó la muchacha -.

-        ¿Qué pasa? ¿te duele?

-        Ba… bastante.

-        Pues te jodes, por puta.

La adulta se recreó en la tortura; estableció un trio sexual entre el dildo, el ojete y el objetivo de la cámara. No se detuvo hasta que consiguió lo que quería: que el esfínter anal de la jovencita adquiriese la elasticidad necesaria para el gran final planeado.

-        Creo que ya está a punto – gruñó el gigantón que hasta ese momento había permanecido al margen.

-        Sí. Ve a por la leche y los cereales – apunó la morena -. Me muero de hambre.

-        ¿Leche? ¿Ce… cereales? – Repitió Anna desconcertada, con elcoño hecho mermelada y el culo palpitando en carne viva.

-        No te olvides de las cucharitas…

-        Sí, ya sé, ya sé…

-        ¡Ni de las pajitas! ¡No te olvides de las pajitas!

-        ¡Joder, mira que eres pesada! ¡Ni que fuera la primera vez que hacemos esto!

-        ¿Qué… qué vais a hacer? – preguntó la joven entre risas completamente empalada.

-        Tranquila, no vas a tardar mucho en descubrirlo – dijo la otra tirando con fuerza del consolador.

-        ¡Aggg! – Chilló Anna cada vez más excitada -. ¡Hija de puta!

Anna todavía jadeó más cuando una lengua inquieta comenzó a profanarle el ojete con avidez. Explotó de placer al sentir el apéndice bucal navegando en el interior de su intestino. Jamás un hombre había conseguido un efecto semejante jugando con su orto.

-        ¡Me encanta comerte el culito, putita!  Pero todavía puede mejorarse. A ver… ¿dónde he dejado el otro juguetito? ¡Ah, aquí está!

-        ¿Qué… qué es?

-        ¿Esto? – exclamó la maestra de ceremonias blandiendo un brillante objeto metálico -. Es un espéculo. Es lo que te meten por el coño cuando vas al ginecólogo pero este… este es un poco diferente. Se mete despacito por detrás. Y luego… se gira esto poquito a poco…

La boca y el orto de Anna se fueron abriendo a la vez. La jovencita no podía creer lo que le estaba sucediendo.  El dolor que le transmitía su cuerpo no le era desagradable sino más bien adictivo. Con cada milímetro de dilatación anal la humedad de su sexo aumentaba de forma exponencial. Su lujuria se reveló como el más potente de los anestésicos.

-        Notas cómo se te va ensanchando lentamente ¿verdad? Sientes cómo se abre, cómo cruje… es una sensación increíble, ¿a que sí?

-        ¡Sí! ¡Es… es… uhmmm!

La joven era incapaz de hablar. Se limitaba a dejarse hacer y disfrutar.

-        ¡Ya estoy aquíiii!

-        Justo a tiempo. Dame la leche. Estoy hambrienta.

La morena de rotundos senos derramó una porción del líquido blanco sobre el estupefacto rostro de Anna que no acertaba a imaginar el objetivo final de todo aquello.  A continuación se centró en el boquete abierto en el ano de la jovencita y vertió una generosa cantidad de leche en el interior hasta que la abertura no dio más de sí y se colmó de líquido.

-        ¡Y ahora… los cereales! –

-        ¡Espera, espera!

Anna no podía aguantar la risa al adivinar las intenciones de su descerebrada compañera de escena.

-        ¿Qué sucede?

-        ¿Me vas a llenar el culo de cereales?

-        Sép… - contestó la otra abriendo el paquetito de copos azucarados.

-        ¿Y… y te los vas a comer después?

-        ¿Tú qué crees?

-        Cre… creo… - balbuceó Anna mientras sentía cómo los granos de cereal inflado iban entrando en su intestino -, creo que estás loca…

-        ¿Pero qué dices? – dijo la otra introduciendo la cucharita en el improvisado recipiente -, están de vicio.

Parsimoniosamente la adulta comenzó a revolver la mezcla hasta que consideró que la merienda estaba lista y, sin el menor reparo, se sirvió una buena ración de cereales y mirando directamente a la cámara se la tragó por completo tras pasar un buen rato masticando. No dejó en la cucharita ni una gota de leche y enseguida volvió a por más, recreándose en el proceso y repitiéndolo una y otra vez.

-        ¡Joder, están de miedo! ¿Quieres unos pocos? – preguntó la morena acercándole la cuchara a la boca.

-        ¡Ni hablar! – Repuso Anna todavía en shock por lo que le estaba ocurriendo.

-        No seas monjita… ¡ábrela!

-        ¡Que nooo!

-        Venga… sé una nena buena y abre la boquitaaa… ¿quieres que te haga el avioncito? ¡Estaaa… por mammaaa!

-        Tía, estás loca…

-        ¡Abre la boca o el avioncito se iráaaa!

Anna reía y reía. Al final el morbo y la curiosidad vencieron:

-        ¡Dios, no puedo creer que vaya a hacer esto!

-        ¡Abrelaaaa!

-        ¡Vale, vale! – chilló la jovencita tras lo cual separó sus labios todo lo que le fue posible - ¡Aaaaaaa!

Anna no dejaba de reír mientras masticaba los cereales con leche sacados de su orto y todavía se desternilló más cuando la otra le introdujo una pajita en el ano y comenzó a hacer burbujitas en su intestino.

-        ¡Para, para! No hagas eso, no puedo más, es que me voy a…

Anna no pudo contenerse y su vejiga explotó entre carcajada y carcajada. La orina cayó sobre su cuerpo y también sobre la cara de la otra hembra que, lejos de enfadarse o tomarse a mal el suceso, acercó la boca al improvisado surtidor para beber un sorbito de orín.

-        ¡Qué rico!

-        ¡Lo siento! – No dejaba de decir Anna hipando de risa.

-        Tranquila, está muy rico.  ¿No lo has probado nunca?

-        ¿El pipí? N… no.

-        ¿En serio? Pues eso tiene fácil solución.

La escena terminó con una Anna entregada a la lujuria haciendo gárgaras con la orina que su compañera de reparto le proporcionó de manera abundante directamente de su vejiga.

-        ¡Cooooortennn!  - Gritó el operador de la cámara realmente exaltado por lo sucedido.

El gigantón no pudo por menos que aplaudir:

-        ¡Guau! Ya nos dijo Marcela que eras todo un prodigio como actriz aunque has superado todas nuestras expectativas.

Estaba claro que aquellos desconocidos pensaban que Anna estaba actuando durante todo el tiempo pero estaba tan cansada y estaba tan agradecida a los tres por el buen rato pasado que no tuvo fuerzas ni ánimos como para sacarles de su error.

-        Gracias – se limitó a decir.

-        ¡Venga, todo el mundo a la ducha! – bramó la tetona arrancándose las pezoneras.

-        ¡Sep! – Le secundó el hombretón -.

Cuando Anna y el camarógrafo se quedaron a solas él se sinceró:

-        Has estado fantástica, dale la enhorabuena a tu profesora, te ha enseñado muy bien – le dijo mientras sacaba cuidadosamente el espéculo del culo de la muchachita -. Ha sido la mejor escena que he grabado en años y créeme que han sido muchas. El grupo de Marcela es bastante activo, trabajamos mucho con ellas.

-        ¡Agg! – gimió.

-        ¿Te duele?  Puede que sangres un poquito unos días.

-        Me molestan mucho más las esposas. Hace un buen rato que no siento las manos.

-        Claro, sin problemas. Ya nos disculparás, el tema de las esposas y las ataduras vende bastante.

-        Sí, lo sé – repuso la joven, no eran pocos los clientes que le solicitaban ese tipo de servicios -.

Una vez liberada de ataduras y repuesta la circulación en sus manos Anna dudo acerca de la integridad de su ano.  Hubiese preferido que la hubiese acompañado la otra hembra pero el tipo de la cámara le inspiró confianza y finalmente se lanzó:

-        ¿Puedo… puedo pedirte un favor?

-        ¡Pues claro, bonita! Pide por esa boquita.

-        ¿Puedes echarle un vistazo… ahí detrás?

El tipo demostró su nerviosismo frotándose las manos de forma compulsiva.

-        Por supuesto…

Con suma delicadeza el hombre examinó el orto de la chiquilla.

-        Pa… parece… parece todo correcto aquí detrás.

-        ¿No hay sangre?

-        Para nada. Está… está perfecto.

-        Muchas gracias.

-        Por nada, tienes un culo increíble.

Fue entonces cuando Anna descubrió la considerable erección presentada por el adulto y cayó en la cuenta de que era el único de los presentes que no había practicado sexo.

-        ¿Y tú… nunca participas?

-        ¿Participar?

-        Participar en las escenas.

-        Yo… yo no, yo sólo grabo.

-        ¿Y… no te apetece… comprobar si está bien por dentro? – rio la lolita mirando de reojo a su trasero.

Tras una noche de sexo a cuatro bandas el sol de la mañana despertó a la joven sobre la misma cama en la que protagonizó su primera película pornográfica. Estaba agotada pero a la vez feliz y satisfecha. Todo había sido fantástico y no dejaba de pensar en la mujer que tan apasionadamente había jugado con su trasero.

El zumbido de su celular la sacó del letargo:

-        “Pásate el lunes por mi despacho. Tenemos que hablar de negocios. Marcela” – leyó -.

A partir de aquel día Anna comenzó a formar parte del exclusivo grupo de estudios dela profesora Marcela. Cambió los moteles modestos por hoteles de lujo; los maduritos con cierto poder adquisitivo por viejos podridos de dinero; los videos amateurs tomados con su teléfono móvil por películas porno pseudo profesionales; modestas sumas de dinero a cantidades realmente desorbitantes y, tal vez lo más relevante para ella, a los hombres por las mujeres como primera opción sexual.

Fin.