Party sin pijamas...
Un recuerdo de esos que no se olvidan, por mas que pasen los años...
Tendría unos doce años, mas o menos. Era el primer pijama party al que concurría, en casa de Melina. Los padres lo habìan organizado muy bien, con todas las comodidades para nosotras cinco. Teníamos para nosotras el departamento del fondo de la casa, donde habían aprestado dos camastros y tres colchonetas para nosotras. Había una heladera llena de gaseosas, dulces y malvaviscos. Un tele con varios videos, todos de terror, que habìa alquilado el hermano mayor de Meli.
Fuimos después del colegio, un viernes. Merendamos, solas, jugando a ser las dueñas de la casa, cada una en su rol.
Después, la mamá nos trajo hamburguesas y papas fritas.
Llegó la hora de mirar las pelis.
Habìa una muy sangrienta que nos asqueó enseguida.
Pusimos otra, una historia de unos chicos que se iban de campamento. La empezamos a mirar y a la media hora, empezaron las escenas de sexo. Con las chicas nos quedamos asombradas.
Las actrices se desnudaban para ducharse y siempre había un pretendiente cerca que las tomaba bajo la ducha.
Era muy excitante para nuestros doce años.
Los actores eran muy bonitos, musculosos y fornidos. Y desnudos, para nuestra delicia.
Miramos esa misma peli tres veces, siempre deteniéndonos en esas escenas que nos ponían tan calientes.
Milena empezó a opinar sobre lo que se veía, con aire de superada. Había besado a varios chicos e inclusive contó que uno la había tocado ahí abajo y ella le habìa correspondido apretando el pene del chico.
Nos quedamos de una pieza, oyendo lo que ella contaba.
“ Se los siente duros y curvados… es muy lindo cuando se les para…” confesó, sin que nosotros la interrogáramos.
La rodeamos, mientras en el televisor las parejas se entretenían en las duchas.
“Y cuando lo hiciste?” le preguntó Ayelén.
“Y… en la fiesta de Mayra, con Axe…y con Rodrigo también…”
Nosotras no podíamos creerle. Ella siguió: “ven, así..” dijo, señalando la tele donde una chica le metía la mano en el pantalón al chico. “Así le hice a Axe. Ya la tenía dura y cuando se la toqué, me mojó la mano… después, le hice lo mismo a Rodri, pero no me mojó…”
Nos interrumpió la mamá de Melina, que entró al departamento, se escandalizó por la peli que mirábamos, apagó la tele y nos mandó a dormir a todas.
Nos acostamos, inquietas, raras.
Todas murmurábamos y nos preguntábamos cosas acerca de los chicos. Una hora después, seguíamos todas despiertas.
Yo pensaba en lo que había contado Melina y estaba muy ansiosa. Le había tocado la pija a dos chicos y estaba lo mas tranquila. Yo no habría podido dormir en semanas si hubiera hecho algo así.
Daba vueltas en la cama, me ponía boca abajo y con mi mano dentro de mi bombacha, imaginaba chicos con esas cosas paradas.
Después de un rato me levanté y me fui al baño. Me paré delante del espejo. Mi cara estaba ruborizada, sentía en las puntas de mis tetitas una sensación muy extraña y ese calor que me hacía apretar las rodillas. Cerré los ojos, apoyé una mano en la pileta y metí la otra en mi bombacha, con las piernas abiertas.
Me acaricié, muy despacio, la vulva y el botón tan sensible. Me daba escalofrío cada roce, cada toque, mis dedos entre los pliegues húmedos y esas ganas de que Axe o Rodrigo estuvieran allì, conmigo.
Me senté en el borde de la pileta, me bajé el pijama y la bombacha, puse una pierna en el bidet y la otra en el inodoro, coloqué la palma de la mano sobre mi vagina y comencé a frotarme con mas intensidad.
Se me erizaban las puntas de mis pezones, los vellos de la nuca y se me empezaba a humedecer la mata de vellos enrulados de mi pubis.
Me mordí el labio porque me salían gemidos que nunca había imaginado, iguales a los de las chicas de la película.
Mi mano subía y bajaba, mis dedos se animaban a meterse entre los pliegues de mi vulva, frotando, rozando, apretando. El botoncito de adentro me provocaba espasmos intensos cada vez que lo rozaba y me sentía toda mojada y acalorada.
No se cuanto estuve, perdí la noción del tiempo en mis juegos, pero de pronto empecé a sentir como unos apretones y retorcijones debajo del ombligo. Eran punzadas deliciosas, raras, intensas.
Apreté la cola contra el borde de la pileta, flexioné las rodillas y entre la palma abierta de mi mano y mis dedos, sentí como si un incendio se declarara entre mis piernas.
Tuve un orgasmo inolvidable.
No entendía nada, pero esas contracciones profundas, esas cosquillas, esas punzadas… eran deliciosas! Y me gustaban mucho.
Cuando salí del baño, todavía ruborizada, me encontré con Ludmila y con Eli, sentadas en la cama, sin bombacha y tocándose entre las piernas.
Melina les indicaba como tenían que hacerlo, donde tocarse y hasta donde hacerlo.
Ayelén estaba en su cama, tapada hasta los ojos, pero se notaba el movimiento de su mano entre sus piernas abiertas.
No podía creer lo que estaba mirando.
Sonreí cuando me preguntaron si yo sabía como hacérmelo sola…