Party.

¿Cómo no voy a disfrutar de que un falo destroce mi garganta?

A trompicones llegamos a un sitio lo suficientemente apartado del bullicio de la fiesta. Mi cabeza daba vueltas, me sentía mareada debido a la excitación que encendía cada célula de mi cuerpo. Sentir sus grandes manos apretujarme cada zona de mi cuerpo mientras me conducía sin cuidado alguno, nalgueándome o apretándome las tetas son pudor, sin delicadeza hasta aquel pasillo. La música llegaba un poco amortiguada, pero aún estábamos lo suficientemente cerca para oír algunas voces o pasos al otro lado, pero no me importaba. Fue solo sentir sus manos sobre mis hombros, haciendo fuerza hacia abajo para terminar colocándome en cuclillas, a la altura de aquel gigantesco bulto que luchaba con salir de su pantalón. Me empujó hacia atrás, sintiendo con un golpe seco que no tenía a donde huir, la fría pared impediría cualquier intento de recular que hiciera. No me importaba.

Bajó el cierre y dejó escapar su miembro aún morcillón, de un color café oscuro, grueso, largo y venoso. No sé cuánto medía o cual era su diámetro, no tenía tiempo para pensar en eso, solo sabía que era mucho más grande que la nadie con la cual había estado. Llevé mi mano izquierda para palparlo, acariciarlo. Sentir con la yema de mis dedos cada relieve de aquel mástil, pero él se encargó de apartarlas con brusquedad al tiempo que colocaba su mano derecha en mi frente y mover mi cabeza hacia atrás, golpeándome una vez más con la pared.

No quería que lo tocara con otra cosa que no fuera mi lengua, mis labios.  Y ahí no podía importarme menos.

Abrí la boca gustosa, esperando a que guiara su glande hasta mi cavidad. Su glande cayó sobre mi lengua, saboreando la masculinidad y el leve sabor a orina que había en él. En una fiesta donde hay litros de alcohol, no es de extrañar que haya tenido que usar el baño con anterioridad. Poco a poco fue entrando más, a cada centímetro tenía que abrir mucho más boca, sintiendo como mi mandíbula se tensaba. Sentí como la cabeza golpeaba mis amígdalas antes de que la retirara suavemente, solo para volver a repetir el procedimiento. Podía sentir como se iba endureciendo en mi boca, sintiendo como llenaba cada centímetro dentro de mí al tiempo que la humedad iba acumulándose en mi entrepierna.

Volvió a hundir su miembro en mí, el cual se encontraba totalmente endurecido. Su capullo acarició mis amígdalas, pero un par de centímetros aún no entraban, cosa que parecía no agradarle, pues tomó mi barbilla y mi cabeza para forzar la entrada del tronco en su totalidad. Sentí como el glande entraba en garganta, pasando esta vez las glándulas, tranco mis vías respiratorias. Una gran arcada no tardó en aparecer y mis ojos se cerraron con fuerza por el esfuerzo. Pasaron unos cuantos segundos que me parecieron una eternidad hasta que sentí mi garganta desatorarse y como el aire volvía a entrar a mis pulmones. Tomé una gran bocanada antes de percibir como el aire volvía a disminuir su cantidad, pero esta vez por unos dedos que se enroscaron en mi cuello antes de sentir como un relámpago en forma de mano se estrellaba contra mi mejilla derecha.

Dios, me corrí al instante.

Sin embargo, recrearme con el ardor en mi rostro, pues volvió a clavar su falo en mi garganta, repitiendo el proceso una y otra vez, con brusquedad, con malicia. Queriendo lastimar mi garganta, y Jesús, no podía decírselo, pero sí que lo estaba haciendo. Un exquisito dolor estaba apoderándose de mi mandíbula y de mi tráquea. Dolor que se acrecentaba a cada embestida y que, a su vez, cortaba el aire. Volví a sentir otra arcada, y otra. Clavó todo lo que pudo su pene en mí, sintiendo como mi nariz era aplastada por su pelvis y como sus bolas se restregaban en mi mentón. El aire había desaparecido, solo me tocaba resistir lo mejor posible hasta que el decidiera que era suficiente.

Mi vista empezó a nublarse, no sé si por las lágrimas que escapaban sin control o por que la falta de oxígeno estaba haciendo efecto. Tampoco podía controlar la saliva que escapaba de mi boca, la cual se asemejaba más a las babas de algún animal. Pringosa, viscosa, gruesa.

Sacó su falo y mi baba se quedó pegada a él con una infinidad de gruesos hilos los cuales no parecían querer despegarse. Restregó su embadurnado miembro por todo mi rostro, regándome mi propia saliva, sintiendo como los surcos de lágrimas y mocos se unían para convertirse en una sola sustancia que regaba por toda mi cara.

Y yo… yo no podía sentir mi vientre bajo, se encontraba demasiado entumecido por las veces que me había corrido los poco más de diez minutos que llevaba mi tortura bucal.

Volvió a clavarlo de golpe, produciendo una arcada al instante y lo mantuvo ahí. Esta vez las ganas de vomitar eran inminentes, sin embargo, estas desaparecieron cuando sentí su dedo pulgar e índice haciendo pinza en mis fosas nasales, obstruyéndolas. El aire se cortó de golpe y mi lengua salía en busca de alguna escapatoria, en un inútil intento de alcanzar cualquier partícula de oxígeno. Intenté recular, sacarlo por mis propios medios, pero solo me llevé un par de golpes en la parte posterior de mi cabeza con la pared. En ese momento recordé que no tenía escapatoria. Intenté empujarlo con mis manos, pero su respuesta fue más contundente; abrió sus piernas y se encimó lo más que pudo a mí, dejando que su peso aplastara mi cabeza contra el muro.

Pataleé, manoteé y pasado un momento, salió con una calma pasmosa, cínica y yo podía sentir como el cálido líquido se escurría desde mi entrepierne hasta mi muslo. Seguro una gran mancha había aparecido.

— Maldita puta, voy a acabar — exclamó cuando salió, haciéndome sentir como si me hubieran colocado acero hirviendo en forma de dedos en mi mejilla.

Esa era la guinda del pastel, el detalle que faltaba, que me humillara verbalmente. Yo, como pude, aguantando el dolor de mi mandíbula, le sonreí, satisfecha y al instante volvió a meter su falo en mi tráquea, una y otra vez, bombeando como un toro en celo. Yo ya no sentía mi boca, no sabía si se había dislocado o qué pasaba, solo sentía un ardor punzante que se expandía desde mis pulmones hasta el último de mis dientes.

Minutos después lo sentí; el amargo sabor del semen esparciéndose por todas mis cavidades, llenándome la boca de su sabor y la nariz de su olor. Mi cuerpo reaccionó ante la inminente sensación de ahogamiento por líquido, mis fosas nasales intentaron inhalar y exhalar, pero solo consiguieron expulsar parte de su semen, mezclado con mis propios mocos. Ante esa sensación, un quinto orgasmo llegó, haciendo que mis piernas fallaran y caer sentada de culo en el piso a la vez que mi cabeza golpeaba nuevamente contra la pared –me iba a quedar un hermoso hematoma que me recordaría este día por unos cuantos más–.

No lo sacó hasta que pude sentir como su hinchazón bajaba y volvía al estado morcillón en el cual lo conocí. Las babas y el semen se escurrían como una cascada de mis labios, los cuales permanecieron abiertos, los músculos de mi mandíbula estaban muy cansados como para realizar movimiento alguno. Sentí un par de escupitajos, uno en mi ojo izquierdo y en la comisura de mis labios. Luego, toda fuerza que me retenía alzada desapareció y me dejé caer en el suelo.

Descansé unos cuantos minutos, rogando para que las voces que podía escuchar a lo lejos no se acercaran lo suficiente para verme en este estado tan deplorable. Como pude, texteé a mi amiga, indicándole mi posición:

«Ven a buscarme, estoy en el saló al lado de la cocina. Trae algo de ropa con que cubrirme y, por fa, sea el estado en que me encuentres… no te asustes, lo disfruté mucho. Te contaré cuando pueda hablar…»

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No está revisado ni nada, solamente lo envié. Si les gusta, espero su comentario. Gracias por leer c: