Partido de fubol
Un breve relato en el que dos gemelos dan buena cuenta de una viciosa adolescente tras un partido de fútbol.
PARTIDO DE FUTBOL
El día del partido de fútbol los gemelos Dan y Jason habían jugado duro. Habían ganado y estaban eufóricos. Se habían demorado más de la cuenta charlando con sus fans y habían entrado los últimos en los vestuarios, cuando ya no quedaba nadie. Los gemelos empezaron a despojarse de sus cascos y camisetas empapadas con el sudor de la victoria, exhibiendo unos poderosos torsos al aire, brillantes por la humedad corporal, el pelo desordenado y revuelto. De repente, se les acercó una chica rubita, una quinceañera que había entrado sigilosamente en el vestuario y les estaba observando agazapada en una de las duchas.
La chiquilla estaba para comérsela, y sin dar a los muchachos tiempo para reaccionar, empezó a palpar sus braguetas sudadas que transparentaban sus prominentes paquetes entre la fina y elástica tela deportiva de los pantalones que se les pegaban como lycra a la entrepierna. Los ojos de los chicos empezaron a brillar de lujuria. Qué mejor forma de celebrar la victoria que follarse a esa chavala allí mismo.
La chica fue despojando a Dan de su pantalón blanco y de su sarong deportivos y se arrodilló delante de él para paladear su ya hinchada verga brillante. El otro hermano hizo lo propio con el suyo y acercó su cipote a los hambrientos labios de la muchacha. La rubita alternaba los lametones de gata en celo a las dos vergas, poniéndolas a cien y haciendo que alcanzasen su máximo grosor.
Una vez listos, se levantó y, acariciando el pecho de Dan, empezó a besarlo apasionadamente, la polla del chico pegada a la sedosa piel de la hembra. El otro hermano, Jason, se acercó a la chica por detrás, le quitó sus jeans azules, dejando a la luz un precioso culito redondo que Jason empezó a trabajar con su lengua voraz. La chica puso el culo en pompa para que Jason lo saborease a placer y empezó a gemir, al tiempo que Dan le comía las tetas como fruta madura. La rubita empezaba a chorrear flujo, un dulce manjar para la lengua de Jason, que sorbía de él ruidosamente. Tras prepararle el trasero, Jason se incorporó, y, asiendo su soberbia polla con la mano derecha, se la envainó en el prieto ano, acomodándose al trasero de la chavala como un guante. La chica se puso a cuatro patas sobre el suelo del vestuario para disfrutar de la gloriosa enculada que le estaba propinando uno de los gemelos, el vientre de Jason pegado a la chica y su polla entrando en ella y chapoteando en sus jugos.
Entretanto, el otro gemelo, Dan, mantenía su falo entre las tetas de la rubita, que le hacía una maravillosa cubana. La quinceañera suspiraba como herida a medida que Jason le daba por el culo, entrando en ella tan suavemente como en un tarro de mantequilla. Dan alzó entonces su cipote, lo acomodó rápidamente y se lo introdujo en la vagina. Al sentir las dos pollas dentro, una en su culo y otra en su chocho, la rubita se desplomó sobre Dan cuando el hermano de éste la montó brutalmente, cual semental a la yegua, partiéndole el ano con sus vigorosas embestidas y empuñando las caderas de la chiquilla con sus fuertes manos viriles. La chica creyó morir allí mismo de placer, empalada por los dos muchachos ardientes y musculosos acoplados al cuerpo femenino en gozoso sándwich, mientras sentía expandirse el olor de los cuerpos sudados de los gemelos, Dan comiéndole las tetas y horadándole el coño, Jason lamiendo su cuello por detrás y perforándole el culo.
Los efebos se relamían de gusto por el placer de la follada, sus labios brillantes y sus ojos cargados de deseo, la rubita quinceañera gimiendo enardecida y babeando de gozo, los dos potentes machos perforando sus entrañas y llenándole a la par el chocho y el culo de sexo juvenil, los dos rabos exultantes que festejaban el cuerpo de la adolescente en una salvaje doble penetración.