Partida doble

Una joven estudiante, que no entendía bien la contabilidad, logra comprender lo que es la Partida Doble.

PARTIDA DOBLE

Tras una fiesta, una chica aprende lo que es el amor por partida doble.

Era la noche del baile de graduación de la generación anterior a la mía. La fiesta de los graduandos había terminado. Los chicos que ese año termnaban sus estudios estaban alegres y un tanto ebrios. Yo, como alumna del grado inmediato inferior, los conocía a todos y me sentía a gusto en su compañía. Junto con mi amiga Mayra, habíamos ido invitadas por unos muchachos que se graduaban ese año. Alberto y David, los chicos en cuestión, se ofrecieron a llevarnos de regreso a casa y eran casi las dos de la madrugada.

Íbamos en el automóvil de Alberto, distribuidos en parejas: adelante Alberto y Mayra y atrás David y yo. Después de conducir unos minutos, Alberto preguntó:

  • ¿A quién quieren que vaya a dejar primero?

Mayra respondió que no deseaba ser molesta, pero que le gustaría que la llevaran a ella primero, pues su mamá se preocupaba mucho si llegaba demasiado tarde. Yo no tuve inconveniente. Fuimos hasta la casa de Mayra, camino al lago, y luego de despedirnos de ella, David anunció que ahora era mi turno.

No acostumbro beber, pero esa noche, dadas las circunstancias, había aceptado varios de los tragos que me habían ofrecido. El resultado de ello, fue que me sentía algo caliente y excitada, máxime que ya tenía más de ocho días de no tener ningún tipo de relación sexual.

Paramos en una licorería de autoservicio y me invitaron una cerveza. Normalmente no habría aceptado, pero la situación de excitación en que me encontraba, hizo que bebiera a gusto con ellos. Nos estacionamos en una parte silenciosa de la calle, bajo un gran arbol, lo que nos dejaba en una parcial oscuridad, ya que cubría el farol del alumbrado público.

Yo seguía sentada en el asiento trasero junto con David, mientras Alberto ocupaba el asiento trasero del conductor. Yo los contemplaba y me sentía a gusto con ellos. Los dos eran morenos, fuertes y muy populares entre todo el alumnado del colegio. Entonces noté que las miradas de David se dirigían a mi pecho. Mi vestido era bastante escotado, no llevaba brassier y los pezones, por el frío de la noche, estaban duros y se me marcaban una enormidad. Su mirada al principio me incomodó, pero luego me fije en el bulto que se marcaba en sus pantalones, lo que fue aumentando mi excitación.

Noté que en lo más profundo de mi vagina empezaba a desatarse la calentura y decidí charlar sobre cosas intrascendentes para moderar la situación. Hablamos sobre la ya pronta graduación, pero seguía notando que David me echaba una mirada cada vez más profunda a mis tetas.

De pronto, David se aproximó más a mí y, sin importarle la presencia de Alberto, me besó. Yo me sentí incómoda al principio, pero luego respondí a su beso. Al separar sus labios de los míos, David murmuró suavemente:

  • ¡Vaya tetas que tienes!

Pese a la presencia de Alberto, sentí que la calentura me subía más y más. Y mientras la respiración se me hacia jadeante y una ola de calor húmedo descendía por mi abertura vaginal, le respondí:

  • ¿Te gustan?

  • Claro, son preciosas.

Descaradamente, me puso las manos y los pechos y comenzó a darle masaje. Sin que yo hiciera nada para evitarlo, metió las manos por el escote y me sacó ambas tetas. Pude ver los ojos de Alberto, que casi se le salían de las órbitas al contemplar mis melones.

Mis pechos se estremecieron ante el frío de la noche y la subida de hormonas que me estaba dando. Tenia los pezones tan erectos y duros, como nunca los había sentido. David los miraba atentamente y yo, mientras tanto, le echaba un vistazo a su paquete que empezaba a adquirir unas proporciones respetables.

  • ¡Vaya melones! -exclamó Alberto.

Yo sentía que el corazón me latía tan fuerte que pensé que se me iba a salir por la garganta. Se aproximó a mí y me besó nuevamente en la boca, con un beso húmedo y lujurioso. Comenzamos a juguetear con nuestras lenguas y notaba el sabor salado de su saliva, mezclado con el amargo de la cerveza. Mientras me besaba me agarró los pechos con fuerza y comenzó a juguetear con mis pezones. Alberto nos echó una mirada y dijo:

  • ¡Eh! ¡Dejen algo para mí!.

De repente, David, me agarró del pelo por detrás de la cabeza y, separando nuestras bocas me dijo:

  • Mira: te voy a enseñar algo que te va a gustar.

Y con la otra mano, comenzó a bajarse el cierre de la bragueta. Cuando acabó, un tremendo bulto apareció por la cremallera. Y con la mano se sacó la verga.

Para estas alturas de mi vida, ya había visto muchos penes, pero aquel de David era enorme: Posiblemente tendría unos 22 cm de largo y casi 5 de grueso.

Me quedé anonadada, con la boca abierta. David me miraba sonriendo. Despacio, le agarré el pene y fui descendiendo hasta que mis labios se posaron en su glande. Comencé a besar su verga como una loca, primero despacio y luego con ansia. Sacaba mi lengua y me empleaba a fondo sobre esa verga aunque, claro está, no era la primera que me comía. Después de haberla ensalivado bien, me la metí en la boca. Tenia un sabor nada desagradable y David suspiraba mientras deslizaba su mano sobre mis piernas, bajo la tela de mi falda, hasta llegar a mi bikini.

Deslizó un dedo por la raja y, mientras yo trabajaba su aparato, él me masajeaba el ano con su otro dedo. Estaba tan caliente que, mientras le comía el pene, me vino el primer orgasmo. Aunque yo no lo veía en aquel momento, sentía los ojos de Alberto fijos en mí. En ese momento, David comenzó a jadear más fuerte, me agarró otra vez con fuerza del pelo y enterró su dedo hasta el nudillo en mi recto.

Un chorro cálido y cremoso comenzó a llenar mi boca y aquello no paraba ni un momento. Mi boca tragaba y tragaba sin darme respiro. Su esperma me rebasaba la boca y al final me tuve que quitar, con la boca llena y aun tuvo fuerza para enviarme un chorro que me manchó cara.

Me incorporé y comencé a tragar lentamente el semen, saboreándolo lentamente. En ese momento yo estaba más caliente que una yegua en celo así que lo degusté como si fuera un vino. Tenia un sabor entre dulce y salado y me parecía ambrosía de los dioses. Parte se me escapó por las comisuras y me cayó en las tetas.

David, sin decir palabra, me tiró de las piernas, quedando acostada sobre el asiento de detrás. Rápidamente, me agarró del bikini y de un golpe, me lo quitó. Estaba tan húmeda que un hilillo de flujo se quedó entre la braguita y mi raja. Me separó las piernas y hundió su cara en mi entrepierna.

Comenzó con mi clítoris y fue como si una explosión hubiese sucedido en mi vientre y en mi cabeza. Creo que grité como una loca y cerré los ojos. Solo se oía el chapoteo de la lengua de David en mi coño y mis jadeos. La lengua de él se deslizaba una y otra vez dentro de mi inundada vagina y con una mano pajeaba mi clítoris. Ni siquiera oí cómo Alberto abrió la puerta que quedaba junto a mi cabeza. Solo me di cuenta cuando colocó su pene frente a mi cara. Abrí los ojos y allí tenia yo esa cosa, de buen tamaño, así que la cogí y me la metí en la boca y comencé a mamar como si me fuera la vida en ello. Alberto emitió un gemido, se inclinó sobre mi y agarrándome los pechos, comenzó a cogerme por la boca. Entraba y salía como si se tratara de una vagina. Fue en este momento, cuando yo tuve mi segundo orgasmo. Alberto se vertió en mi boca y David comenzó a sobarme su instrumento en mi vulva.

El semen de Alberto era mucho mas cremoso y grumoso que el de David y como se movía mucho, parte se me derramó sobre la cara, mientras yo también me corría. David se incorporó y, desnudándome, comenzó a penetrarme cuan largo era. Mientras Alberto me extendía con su polla su leche por la cara y yo me recuperaba de los coletazos de mi orgasmo, noté como la bestia de David se apoyaba en mi vulva y comenzaba a abrirse camino.

Comencé a gemir y a jadear, notaba como se iba abriendo camino a través de mi canal. David empujaba y empujaba pero era tan grande que le costaba meterla. Finalmente, David se salió un poco y, de un violento empujón, me la metió. Los 22 cm. entraron de golpe y la punta de su pene golpeó con violencia en el fondo de mi vagina. Un placer enorme me subió por el vientre y lancé un largo y fuerte gemido en tanto él, comenzó a moverse. Cada vez que la metía me golpeaba el fondo, cosa que me gustaba demasiado. Estuvo follandome un buen rato, yo tumbada en el asiento de detrás, la cara manchada de esperma, desnuda. El me sujetaba los tobillos en alto y cada vez que entraba o salía, sonaba el chapoteo de mis jugos, que salían de mi vagina y me resbalaban por la raja hasta el culo. Finalmente, David empujo hasta el fondo, hasta que sus cojones golpearon en mis nalgas y, sin sacarla, comenzó a moverla en círculos.

Yo estaba al borde del paroxismo. Todo me llevaba al tercer orgasmo: El olor a semen y sudor, el sabor del esperma. ¡Jamás me había sentido así!. Finalmente, David, se apretó aun más y de un golpe, comenzó a correrse. Allí, tumbada como la puta más puta, notaba como mi vagina se iba llenando de su leche, cómo el chorro golpeaba las paredes de mi vagina. Por fin terminó, saco con un ruido de succión su fláccido miembro y se separó jadeando.

Yo me quedé un rato con los ojos cerrados. Cuando los abrí, los ojos y me giré, vi a Alberto, desnudo frente a mí, haciéndose una paja. Al ver que yo lo miraba, sonrió y, cogiéndome de la mano, me hizo incorporarme.

  • ¿Qué pasa? -pregunté.

  • Quiero acostarme y que tú te montes en mí.

Al ponerme de pie, notaba como los grumos de semen se deslizaban fuera de mí y me resbalaban por los muslos. Alberto se acostó en el asiento, con su pene erecto hacia arriba.

No era tan grande como el de David, pero era de un tamaño respetable. Me subí en él y, colocandome a horcajadas sobre su pene, me deje caer con todo mi peso, empalándome en su miembro. Oí el chapoteo que hizo al entrar. Inmediatamente comencé a cabalgar sobre el como una posesa. Cada vez que introducía su pene, salpicaba su pubis con mis jugos y la corrida de David. Alberto me agarraba las tetas y me las amasaba y pellizcaba los pezones hasta hacerme gritar. Tuve mi cuarto orgasmo a grito pelado, como si me estuvieran destripando pero no quería parar. Quería verme llena por dentro de leche, quería que me reventaran a golpes de verga.

Alberto se estaba acercando a la corrida, así que cambié de postura y me extendí, acostada sobre él. En ese momento sentí a David detrás mío y sentí su enorme verga rozar la entrada de mi ano. De momento, no recordé el grueso monumental de su pene y no protesté.

David se untó el glande con mis jugos y los restos de su propio semen, y comenzó a extendérmelo por mi ojete. De pronto, de un solo golpe, me metió su verga hasta las entrañas. Fue como cortar mantequilla con un cuchillo caliente. Me puso sus huevos hasta el culo y, sorpresivamente, no me dolió nada.

No era la primera vez en que dos hombres me cogían anal y vaginalmente, como recordarán, pero nunca había sentido algo así. Me cogían por turnos: Alberto me penetraba y David se quedaba quieto en mis intestinos y después de un rato, David me jodía el recto y Alberto dejaba descansar su tranca en mi caverna. Esta sensación era lo máximo para mí: dos pollas dentro de mi cuerpo cogiéndome a la vez. ¡El colmo del placer! Sentía las dos vergas a través de la delgada pared que separa el recto de la vagina.

Finalmente, Alberto entre espasmos, comenzó a correrse. Notaba en mi interior el calor de su leche mientras que mis músculos vaginales ordeñaban su verga. Por fin, se quedó parado, jadeando y con su miembro enterrado dentro de mi. Entonces, David aprovechó la inmovilidad de su compañero para dedicarse a mi trasero. Comenzó con una fuerza y una rabia que creí que me iba reventar las tripas y me la iba a sacar por la boca. Una cosa tremenda. Mi ano estaba dilatado hasta unos extremos que yo ni había soñado. De repente, enterró hasta el fondo su miembro, hasta que sus pelotas llegaron a mi culo y su pubis hasta la raja del mismo y comenzó a moverla en círculos, sin sacarla. Creo que puse los ojos en blanco y gemí como una loca, hasta creo que se me cayó la baba. Tuve el orgasmo mas bestial que había tenido hasta entonces en mi vida. Me di cuenta que entonces comenzó a llenarme los intestinos a chorros, con esa leche suya tan caliente y espesa. El placer para mí fue inmenso y tuve otro orgasmo más, que me hizo caer casi desvanecida.

Cuando recuperé el sentido, aun estaba entre los dos chicos. Me acariciaban el pelo y me besaban en el cuello. Me dijeron que era la chica más sexy con la que habían estado.

Miré mi reloj y vi que eran poco más de las 3 y media.Debía volver a casa y enfrentar la filípica de mis padres. Nos desacoplamos y me levanté a vestirme. Noté como un chorrillo de liquido caliente me bajaba por la entrepierna y la raja del culo. Me puse el bikini y el vestido, mientras ellos se vestían a su vez. Luego continuamos la marcha y, finalmente, Alberto y David me dejaron en la puerta de mi casa. Les di dos besos a cada uno y desaparecí por la puerta.

Mis padres estaban despiertos y me dieron una gran regañada aquella noche. Me dijeron de todo. Me hablaron del abuso que significaba desafiar sus órdenes que me habían autorizado a estar fuera hasta la media noche. Me hablaron de los peligros que corría una chica en la noche, etc. Sin embargo, todo lo aguanté sin ponerle mucha atención. Mi mente volvía una y otra vez a los deliciosos momentos vividos.

Autora: Anaso

anaso111@yahoo.com