Partida de caza
Fuí invitada a una partida de caza en el sur de mi país, mi marido aprovechó la oportunidad para hacer realidad una de su fantasías sexuales, verme perseguida y cazada por una partida de machos que se dieron un festín con la presa cautivada... yo
Mi marido es un apasionado de la caza. Durante una cena a la que fuimos invitados la semana pasada compartimos una mesa con un atractivo e interesante varón, alto, rubio, ojos azules de no más de cuarenta cinco años. Agricultor, descendiente de colonos alemanes, poseedor de un fundo en la zona sur de nuestro país, con una isla en medio de un lago dedicada a la crianza de ciervos.
Durante toda la cena, sus ojos estuvieron clavados en mi generoso escote que mostraba el inicio
de mis opulentos senos. Sus insistentes miradas, que íntimamente no dejaban de halagarme, hicieron que al final de la velada mi cuerpo estuviese encendido. Por ello, cuando mi esposo me dijo que habíamos sido invitados a una partida de caza en su fundo, a pesar de no ser la caza de animales indefensos de mi agrado, no dudé en estar de acuerdo con él en aceptar la invitación.
El siguiente fin de semana fuimos recibidos por Gunther, ese es su nombre, y un grupo de sus amigos cazadores en el fundo de su propiedad. Noté, con preocupación, que aparentemente era yo la única mujer presente. Durante la cena de bienvenida, esa preocupación dio paso al agrado de ser el centro de atracción de las galanterías y lisonjas de los quince varones presentes.
Como era lógico, muy pronto, la caza fue el tema de conversación de la mesa. Al ser requerida mi opinión, manifesté que pensaba la caza de animales indefensos una actividad carente de humanidad, en la que el animal no tiene muchas oportunidades. Casi todos los presente opinaron que el animal si tiene oportunidad de ocultarse y huir. Les pregunté si les gustaría estar en el lugar del cervatillo. Mis argumentos no dejaron de molestar a todos los presentes incluido mi marido.
Una vez en nuestra habitación, nuestra discusión continuó hasta que me dormí.
Esa noche soñé que yo era la presa de la partida de caza, me vi desnuda en medio del bosque siendo perseguida por el grupo de hombres encabezados por Gunther y mi marido. Cuando desperté, le conté a mi marido mi sueño, haciéndole ver que la sola idea de ser la presa de tan atractivos machos me había excitado. Al parecer la situación también a él, le excitó, pues me dijo si me gustaría reemplazar al ciervo esa tarde. Le dije que dependía de las armas que usarían. Me replicó, no te preocupes , si aceptas usaremos las armas que a ti te gustan.
Me di entonces cuenta de que el hecho de ser la única mujer presente no era una casualidad, que mi marido lo sabía y que veía en ello la posibilidad de hacer realidad una de sus fantasías sexuales, verme poseída por un grupo de varones. Como a mí también me agradaba de sobremanera la idea, accedí gustosa a participar.
Durante el almuerzo, ningún comentario fue hecho, pero mi cuerpo fue blanco de las miradas libidinosas del grupo de hombres. Más tarde mi marido me llevó a un lugar en el bosque, allí me despojó de todas mi ropas dejándome puestos sólo los zoquetes y las zapatillas. Me dijo que tenía 30 minutos de ventaja y que si era cazada antes de las 6:00 sería devorada por los cazadores.
Corrí a esconderme en la parte más recóndita del bosque. Pasaron un par de horas sin que los cazadores se acercaran al lugar donde me ocultaba. Vi desde allí acercarse a tres hombres , para mi sorpresa, agradable, iban desnudos mostrando sus armas de caza, sus tremendos penes.
A estas alturas, no sabía si quería o no ser cazada, por una parte la humedad entre mis muslos me pedía ser encontrada y cazada y por otra parte el desafió de no ser una presa fácil, me impedía entregarme. Quise demorar mi entrega y traté de alejarme, el crujido de una rama que pisé al huir, alertó a mis más cercanos perseguidores, estos advirtieron a los que venían desde otra dirección.
Finalmente, luego de escabullirme por algunos minutos me encontré rodeada por el grupo de hombres, todos desnudos con sus penes erectos, manos se apoderaron de mis senos, pellizcando mis erectos pezones, dedos se introdujeron en mi sexo y ano. Fui levantada en vilo y llevada hacia un claro donde habían montado una especie de arnés en el cual fui sentada con mis piernas abiertas dejando expuestos mi ano y mi sexo, mis manos fueron atadas a los cables del arnés.
Totalmente indefenso mi cuerpo desnudo quedó a merced de mis cazadores. Mi marido puso la palma de su mano en mi sexo, para luego decir que la presa estaba a punto.
Gunther fue el primero en acercarse, no dejé de admirar el tamaño de su miembro, grueso y erecto, debía medir a lo menos veinticinco centímetros, besó mi boca, continuo con mi cuello, luego ambos senos bajando hasta alcanzar mi vulva, enderezándose puso la punta de su pene en mi sexo, en ese momento mi esposo y otro de los hombres tomaron cada uno una de mis piernas, empujando mi cuerpo hacia Gunther haciendo que su pene me penetrara haciéndome exhalar un fuerte gemido. Sentí que un dedo se introducía en mi agujero posterior, el que luego fue reemplazado por la callampa de una verga, instintivamente me moví hacia adelante haciendo que el pene de Gunther me penetrara totalmente. Al retroceder, me ensarté la mitad del pene que estaba en mi ano. Comenzó entonces una acompasada doble penetración, los gemidos del dolor inicial pasaron a ser gemidos de placer para terminar en bramidos para alcanzar un orgasmo que me hizo desfallecer.
Antes de regresar a la casa, tuve al menos una decena de orgasmos. Mi cuerpo terminó lleno por el semen de las acabadas de quince hombres. Ya en mi habitación, tome un regio baño de burbujas. Mi marido insistió en que asistiese a la cena sin ropa interior. Se veía deseoso de continuar con el espectáculo de esa tarde. Terminada la cena, el mismo sugirió que bailara para el grupo. Como imaginaba cual era la idea del baile, subí a la mesa y comencé a bailar en forma sensual y provocativa. El efecto fue el esperado, todos encabezados por mi esposo me pidieron un strip tease. Me despojé primero de mi blusa dejando mis senos al descubierto, continué con mi falda, quedando vestida solo por mi portaligas, medias y zapatos de taco alto. Me tendí en el centro de la mesa redonda continuando con mis movimientos provocativos. Mi marido se encargó de sacarme los zapatos, las medias y el portaligas. Mi cuerpo desnudo, untado con crema pasó a ser el postre de la cena. Me retorcía de placer mientas la crema era retirada a lengüetazos desde mis senos, mi sexo y mi ano. El dueño de casa ofreció brindar con champagne el que fue bebido mezclado con mis jugos vaginales directamente desde mi sexo por cada uno de los comensales, mientras esto ocurría alcancé dos orgasmos que me hicieron gritar de placer.
Mientras ellos bebían el bajativo, yo desnuda bajo la mesa me dí un festín chupando esas quince vergas, tragando su semen cuando ellos se venían.
A petición de mi marido, esa noche visité cada uno de los cuartos de los invitados. Al amanecer satisfecha y con mi cuerpo lleno con el semen de todos ellos, llegué a mi cuarto. Mi marido me preguntó si la visita había sido de mi agrado y si me gustaría repetirla. En mi fuero intimo sentía que la cacería había despertado la bestia dormida que existía en mi cuerpo ardiente.