Parte de mi historia

Algunas cosas suceden sin que nos las propongamos y cambian para siempre el rumbo de nuestras vidas.

El presente relato es parte de un secreto que he estado guardando desde hace ya unos cuantos años y que hoy si me animo a contarla es en parte por el anonimato que tengo en este sitio y en parte porque hace tiempo que siento la necesidad de comentar con alguien mi historia. Sucedió como suceden muchas de las cosas de nuestra vida, es decir sin que nos las propongamos. Simplemente se dieron las condiciones como para que se desencadenaran los hechos.

Por ese entonces yo tenía 24 años, gozaba de todas mis libertades ya que no tenía pareja alguna. Es más alguna de mis tías más viejas se hacían preguntas acerca de mi sexualidad. Esto se debía a que yo era (y aún lo soy) una persona bastante reservada y por eso no solía comentar nada acerca de mis relaciones.

Vivía con mis padres y el menor de mis hermanos en una casa de una zona muy linda de la ciudad de Montevideo. No éramos ni somos ricos, ni mucho menos, pero la actividad de mi padre nos permitía una vida tranquila. El pasaba muchas horas en su trabajo ya que tenía un cargo que le significaba bastantes responsabilidades con los consabidos contratiempos que traen estas cosas para la vida familiar en general y de la pareja en particular.

Por mi parte yo trabajaba y estudiaba. Claro que mi trabajo era de medio tiempo, más que nada para hacerme cargo de mis propios gastos y de los gastos de mi carrera.

Como quería terminar cuanto antes mi carrera dedicaba mucho de mi tiempo libre a estudiar y por ende estaba mucho rato en casa. Por lo que compartía mucho tiempo con mi madre.

La otra punta de la historia es precisamente ella. Por ese entonces una mujer de unos 50 años, ama de casa, con algunos dramas por los kilos de más que tenía (creo yo que como toda mujer) y con pocas actividades fuera de la casa. Sólo concurría a unos cursos de pintura y a clases de gimnasia.

El hecho de compartir mucho tiempo juntos fue haciendo que poco a poco además de la natural relación de madre e hijo, fuera creciendo entre nosotros una relación más de amigos. Tanto es así que solíamos contarnos todo o casi todo lo que nos sucedía. Y digo casi todo ya que el tema sexo casi no se tocaba. Mi madre era bastante cerrada respecto del tema. Había recibido de mi abuela una crianza tendiente a reprimir todo lo referido a la sexualidad.

Por mi parte siempre me consideré muy abierto en el tema sexual. Siempre dije y lo sostengo que en el sexo, mientras los dos, tres o cantidad que sean estén de acuerdo y no lo hagan presionados, todo vale.

En este punto debo de confesar que siempre sentí especial atracción por las mujeres mayores que yo, ya que las considero como grandes conocedoras de las artes amatorias, sin mayores prejuicios y dramas a la hora del sexo. Las prefiero a las jovencitas porque ellas están dispuestas al sexo sin necesidad de formar una pareja o de ser exclusivas. Las mujeres maduras saben lo que quieren y yo agradecido.

Continuando con el relato del suceso puedo decir que el único antecedente en materia de sexo con mi madre fue un día que me vio masturbándome.

Sucedió que desperté una mañana y creyendo estar solo en casa, ya que a esa hora mi madre solía estar en clase de gimnasia, mi padre en el trabajo y mi hermano en el liceo, me dediqué a darme una buena puñeta como dicen en España recordando una aventura de la noche anterior con una amiga que se frustró en el mejor momento por la llegada de sus padres a la casa. Estaba yo en el mejor momento cuando mi madre (que ese día no había ido a gimnasia) entra en el cuarto y me ve en plena acción. Yo no sabía que decir y sólo atiné a taparme y darme vuelta.

Ella con un tono maternal se me acercó, se sentó en mi cama y acariciando mi cabeza dijo:

  • Estate tranquilo. Todos los hombres jóvenes pasan por esto. No te avergüences, ni te sientas mal.

Luego de esto salió de mi habitación y cerró la puerta como para que yo pudiera continuar y terminar con mi faena.

Por supuesto que no pude volver ni siquiera a pensar en sexo luego de ello.

Consumido por la vergüenza salí de mi cuarto un par de horas después para la hora del almuerzo.

Ambos tratamos de hacer como que nada había pasado pero fue difícil ya que ambos éramos muy concientes de lo sucedido.

Con el paso de los días el hecho quedó en el olvido y poco a poco retomamos la rutina habitual.

Lo que si varió fue que desde ese momento tanto mi madre como yo nos abrimos un poco más a hablar de temas relacionados con el sexo.

Unos meses después del esto pasó algo que nos golpeó bastante. Resulta que un buen señor director de la empresa en donde mi padre trabajaba realizó un desfalco y a raíz de esto varios de los cargos importantes de la empresa, entre ellos mi padre, fueron detenidos por la policía para determinar responsabilidades.

El día y medio en que estuvo detenido fue de los peores que hemos vivido, ya que conscientes de la integridad moral de mi padre, nos daba mucha pena la injusticia que se estaba cometiendo. Por suerte para mi padre el hecho no tuvo más consecuencias que un par de citas del juez para declarar.

De todas formas el hecho alteró y mucho a todos en la familia. Y a mi madre en particular bastante más.

El primer día en que estuvo detenido fuimos a entrevistarnos con el abogado que lo defendería y luego de un par de horas de charla y explicaciones de los procedimientos a seguir por parte del abogado volvimos a casa.

Al llegar mi madre rompió en llanto, dolorida e indignada por lo que le estaba pasando a mi padre.

Yo sólo atiné a abrazarla y consolarla como tantas veces lo había hecho ella conmigo cuando era un niño.

Unos minutos después y estando un poco más repuesta comenzó a contarme acerca de lo mal que le hacía esto a mi padre, de lo injusto que era lo que le estaba pasando y más. Yo como podía trataba de calmarla explicándole que todo se arreglaría pronto y que pronto estaría nuevamente con nosotros.

Con el paso de los minutos empezó a calmarse, pero seguía aún llorando un poco y haciendo comentarios acerca de lo sucedido.

Estuvimos así hasta que ella hizo un comentario que cambió el rumbo de los hechos. Entre todo lo que me contaba y entre llantos me dice:

  • Esto es horrible para tu padre! Con todo lo que le está pasando y todavía ahora esto!!

  • ¿ Hay algo que le esté pasando que yo no sepa ?

  • Si.

  • ¿ Y ?

A esto siguió una pausa de un par de minutos en los que se produjo un silencio sepulcral. Parecía como que la casa y todo lo que se encontraba en ella se hubiese detenido.

Por fin y cuando el silencio se estaba transformando en angustiante ella continuó:

  • Pasa que… Que desde hace unos meses tu padre tiene problemas y no podemos ser una pareja como antes. Queremos pero él no puede, no funciona, no sé que le pasa y justo ahora que estábamos por ir a alguien que nos ayude le pasa esto. Ahora si que seguramente esto no tendrá vuelta atrás.

Al terminar de decir esto volvió a romper en llanto. Yo sólo atiné a abrazarla más fuertemente y a apoyar su cabeza en mi hombro. La dejé desahogarse por un rato y pregunté:

  • ¿ Y vos como estás ? ¿ Cómo te sentís con todo esto?

  • Mal. Muy mal. No sé que me pasa que siento muchos deseos de sexo. Y ya no sé que hacer porque no quiero apurar a tu padre, pero por otro lado siento necesidad de un poco de sexo. Yo no sé que hacer, creo que me voy a volver loca!! No pienses mal de mí pero lo que te digo es la verdad de lo que me pasa y de lo que siento. Hasta hay días en los que estoy de mal humor y sé que es por eso. Porque me está faltando un poco de sexo.

Ella no paraba de llorar y me abrazaba cada vez más fuerte. Esperé unos minutos y separándome un poco de ella comencé a secarle las lágrimas.

En ese momento no sé a donde fue a parar mi cabeza pero vi. en ella unos ojos claros en los que nunca había reparado y ya nada fue igual. En mi cabeza hubo algo que se disparó y sentí un fuego interior que nunca antes había sentido.

  • Déjame que te ayude- Dije. Y casi al mismo momento le di un beso en los labios. Un tímido beso casi con miedo. Ella se sorprendió, pero no dijo nada al respecto. Entonces le di otro y luego otro y otro y así hasta que nuestras bocas se abrieron y nuestras lenguas se juntaron. Señal esta de que ya no había vuelta atrás.

El sofá del living fue el mudo testigo de lo que allí pasó. Primero nos besamos como desesperados por un largo rato. Creo que ninguno se animaba a dar el siguiente paso. Casi sin darme cuenta una de mis manos se posó en su pechos. Pechos lindos, de buen tamaño, algo caídos por el tiempo, pero por demás apetecibles. Primero jugué con uno de ellos por sobre la blusa que traía puesta, para luego comenzar a desabrocharla lentamente. A cada botón que desprendía lo seguía un tiempo de caricias sobre los pechos, como a la espera de su aprobación para continuar. Así hasta que el último quedó desabrochado. Apenas me separé un poco para terminar de sacarle la blusa. Entonces comencé a acariciarlos por sobre el sostén. Yo estaba a mil. Mi paquete estaba a punto de reventar dentro de mis pantalones. Era todo como un delirio. Un delirio muy placentero por cierto. Quería prolongarlo lo más posible y a la vez quería gozarlo todo de una vez.

No demoré mucho en quitarle el sostén y liberar sus dos hermosos pechos. Esta vez no esperé aprobación alguna. Sencillamente que me lancé a besar uno de sus pechos mientras con mis manos jugaba con el pezón del otro.

Ella no decía nada. Sólo se dejaba hacer y gozar del momento. Con sus manos apretó mi cabeza contra sus pechos a la vez que dejaba salir algunos suspiros. Estaba disfrutándolo tanto como yo.

Estuvimos un rato así hasta que la recosté sobre el sofá y sin dejar de comerme sus pechos subí su falda y comencé a quitarle su prenda más intima. De más está decirlo que esta no era para nada erótica. Era un calzón sencillo de algodón rosado que dejaba ver algún rastro de la humedad que salía de su interior.

Por su parte ella torpemente intentaba desabrochar mis pantalones. La ayudé a abrirlos y a liberar a mi pija que estaba por explotar. Ella la acarició tiernamente, me miró y con una sonrisa cómplice en la que dejaba claro que estaba disfrutando, comenzó a masturbarme lentamente.

Por mi parte comencé a jugar con mis dedos en la entrada de su vagina. La sentí húmeda y caliente. Busqué su clítoris y comencé a jugar con él. A esa altura la habitación se había convertido en un mar de suspiros. Ambos nos habíamos liberado por completo al placer.

Metí un dedo en su caliente vagina y sentí como se estremecía todo su cuerpo. Sin dudarlo introduje otro dedo y luego un tercer dedo. Cada dedo que entraba era un estremecimiento mayor. Comencé a meter y sacar los dedos primero lentamente tratando de sentir como gozaba a cada centímetro que entraban o salían. De a poco fui aumentando el ritmo. Ella abrió bien las piernas para permitirme una mayor comodidad en mi accionar y para poder disfrutarlo a pleno.

Con su mano libre llevó mi cabeza de sus pechos hasta su boca, para fundirnos en un nuevo beso caliente y húmedo.

Estuvimos masturbándonos mutuamente por un buen rato. Hasta que comencé a sentir como su cuerpo comenzaba a tensarse al tiempo que ella me apretaba aún más contra su cuerpo y que hundía su lengua en mi boca con mayor fuerza. Por unos segundos se quedó quieta y casi enseguida un fuerte suspiro precedió a un fuerte orgasmo. Mi mano se inundó de sus jugos. Unos segundos más tarde su cuerpo perdió la rigidez y quedó tendida relajada sobre el sofá.

Yo continué besándola y acariciándola hasta que ella retiró mi mano de su vagina al tiempo que retomaba las caricias en mi verga. Ahora era yo quien estaba cerca del orgasmo y ella lo sabía. Consciente de lo que me estaba haciendo gozar manejaba el ritmo de la paja de forma de que aumentaba o bajaba el ritmo para hacerme gozar lo más posible. No demoré mucho más en acabarme. Le avisé que me venía y ella se colocó debajo de mí de forma de que todo mi semen fue a parar a sus tetas.

Nos volvimos a besar y la invité a ir a mi dormitorio, pero me dijo que no.

  • Esto que hicimos es más de lo que jamás pensé me podría animar. Por favor mantengámoslo como un lindo secreto.

Luego de esto se levantó, me beso y se fue al baño.

Yo quedé sentado en la sala sumido nuevamente en el silencio de la casa y con un extraño sabor por lo que había pasado y por lo que podría suceder de allí en más.