(), Parte 3

Victoria se ha rendido y traerá a su madre a que se una a la diversión. ¿Qué saldrá de esto?

Victoria saltó de la silla y tomó uno de los pantalones que estaban tirados en el suelo de su habitación y cuando la tela de este tocó sus labios vaginales, hinchados de tanto soportar su propia excitación, sus piernas temblaron de tal forma que cayó de rodillas al suelo, dándose cuenta de que tenía que terminar con su misión si quería masturbarse.

Como pudo se puso una blusa y salió de su habitación. Luego del largo rato que había estado encerrada, se sintió raro salir al fin al pasillo de su propia casa. Desde ahí donde estaba, podía ver la luz de la sala encendida y escuchar los sonidos de la serie que su mamá estaba mirando. Ahí estaba su blanco, pero todavía no podía ir con ella.

Fue directo al baño y encendió la luz, caminó hasta el lavamanos y abrió la llave de este y con el chorro de agua comenzó a lavarse la cara, para que todas las lágrimas que había derramado se borraran de su cara.

Levantó la mirada para verse en el espejo y lo que vio le sorprendió un poco: sonreía. Y ahí fue cuando lo notó, también se sentía emocionada. ¿Por qué sería eso? ¿Acaso le emocionaba la idea de convertir a su mamá en el juguete de algún extraño? No, eso no podía ser; ella adoraba a su madre, jamás de los jamases podría emocionarla algo como hacer pasar a su madre por el mismo infierno que ella estaba pasando en ese momento, pero si ese era el caso, ¿por qué no podía dejar de sonreír como una boba?

La presión entre sus piernas le hizo darse cuenta de que lo mejor era pensar en que aquel loco le había metido esa idea en la cabeza y que por lo tanto, era mejor apurarse para terminar con eso.

Salió del baño y apagó la luz, comenzó a bajar las escaleras y ahí, en un sillón de la sala frente a la gran televisión de pantalla plana, se encontraba sentada su madre con la cabeza apoyada en su puño. Todavía estaba vestida con la ropa que solía llevarse a la oficina: el saco negro, la blusa blanca, la falda negra y esas medias oscuras con las que enfundaba sus bien torneadas piernas. Además se había sacado los zapatos, lo que dejaba un sutil aroma a pies en la sala.

Realmente ella y su madre no se parecían mucho. Natalia era más bien bajita y Victoria ya la había alcanzado a sus dieciséis años. Tenía el cabello negro corto y un bonito lunar cerca del labio. Pero la mayor diferencia entre ambas era que mientras Victoria podía pasar por una flacucha, Natalia tenía un cuerpo de reloj de arena muy bien torneado, con unos grandes senos, una ancha cadera y firmes nalgas que encantaba incluso a los compañeros de clase de Victoria, todo eso fruto de años de estar yendo al gym.

Victoria se acercó a su madre y tratando de sonar lo más normal posible, comenzó:

—Eh… ¿mamá?

Sin quitar la vista de la pantalla, Natalia respondió con un “¿Mm?”. Victoria pasó saliva y continuó:

—Este… ¿puedes venir un momento a mi cuarto? Tengo algo que mostrarte.

—¿Qué pasó? —preguntó Natalia sin dejar de ver la pantalla.

—Tengo algo que mostrarte —repitió Natalia sin dar más detalles—. No te puedo decir aquí qué es.

Natalia al fin despegó la mirada de la televisión y se dignó a mirar a su hija. Suspiró un poco y con el control puso en pausa la serie que estaba viendo.

—Vamos pues —dijo Natalia levantándose del sillón.

«Las ventajas del mundo moderno», pensó Victoria aliviada de saber que no tendría que esperar hasta un corte comercial para llevar a su madre hasta el enfermo aquel.

En silencio subieron las escaleras hasta llegar al cuarto de Victoria y una vez se acercaron a la puerta, a Natalia le dio un fuerte olor a fluidos femeninos. La mujer no le dio mucha importancia, después de todo sabía que su hija estaba “en esa edad” y no podía reprocharle porque se masturbara en su habitación y la impregnara con ese olor.

Sin embargo lo que no pudo ignorar fue lo que vio una vez Victoria abrió la puerta.

—¿Esto es lo que querías mostrarme? ¿El desastre que tienes en tu habitación? —preguntó Natalia un poco molesta al ver la ropa que estaba tirada por el suelo.

Victoria se apuró a decir:

—Perdón, perdón, ya la recojo, pero lo que quiero mostrarte está en la computadora.

Fue directo al PC y le pidió a su madre que se acercara, quien sin ocultar su hastío fue hasta el PC y se sentó en la silla.

—Estoy chateando con un amigo —le explicó Victoria a su madre mientras tomaba el teclado y comenzaba a escribir—. Quiere preguntarte algo, será rápido.

Tú:

Hola, ya traje a mi mamá, está frente al PC.

Y diciendo eso, se alejó del equipo para comenzar a recoger la ropa y que su mamá no sospechara más de la cuenta.

Natalia apenas iba a replicar algo, cuando vio que algo aparecía en la pantalla:

Extraño:

Señora Natalia, buenas noches.

Natalia miró la pantalla, negó con la cabeza y se apresuró a ver qué querían esos chiquillos para regresar a su serie.

Tú:

Hola, buenas noches. ¿Para qué soy buena?

Extraño:

Verá señora, es que estuve jugando un juego con su hija y ahora quiero jugarlo con usted.

La poca paciencia con la que venía Natalia se acabó con ese mensaje. Natalia se puso a redactar su respuesta.

Tú:

No tengo tiempo para esto.

Extraño:

Al contrario señora Natalia, verá que no tiene opción más que convertirse en mi juguete así como su hija.

Esa frase llenó de confusión la mente de Natalia, ¿a qué se refería con que su hija era su juguete? ¿Qué extraño juego sexual estaba jugando Victoria? ¿Y cómo ese par de locos creían que iban a hacerla participe? Sin embargo, antes de que pudiera hacer cualquiera de esas preguntas, una nueva frase apareció en pantalla:

Extraño:

Natalia PET

Victoria dejó caer la ropa que ya llevaba en sus manos de la impresión al ver lo que ocurría frente a ella. De repente los músculos de Natalia se tensaron, su espalda se puso recta y con sus ojos miraba la pantalla con más atención de la que le ponía a sus series de Netflix.

—¿Ma-mamá? —se acercó Victoria al maniquí que ahora era su madre.

Pasó su mano frente a sus ojos y la sacudió un poco, pero no obtuvo respuesta de ese objeto inerte con forma de su mamá.

Miró la pantalla para ver cómo es que su madre había terminado así, pero sólo vio dos palabras “Natalia PET”, nada en ellas le indicaba que fuera alguna clase de hechizo mágico que les robara su voluntad y las pusiera a las órdenes de alguien. La única posibilidad que le quedó, es que alguien les hubiera hipnotizado y plantara esa clase de gatillos en ellas para que cualquier persona jugara con sus mentes. ¿Pero quién podría ser capaz de hacer algo así? La primera persona que le vino a la mente como principal sospechoso era su terapeuta, después de todo, ¿no era lo más cliché del mundo que todos los psiquiatras fueran también “malvados hipnotistas”?

Mientras pensaba en ello, una nueva frase apareció en el chat:

Extraño:

Natalia, ¿estás ahí?

Ignorando a su hija, Natalia tomó el teclado y comenzó a escribir.

Tú:

Sí amo, aquí estoy.

Extraño:

¡Perfecto! Pero antes de jugar contigo, quiero tener unas palabras con Victoria. Victoria, ¿estás ahí?

Victoria tomó el teclado y respondió:

Tú:

Sí, aquí estoy.

Extraño:

Bien, mientras preparo a tu madre para jugar con nosotros, quiero que te entretengas, así que luego de tu gran trabajo trayéndome a Natty, te voy a dar tu recompensa (te vas a desnudar y te vas a masturbar tumbada en tu cama, masturbarte en esta ocasión te dará más placer de lo que jamás has sentido en tu vida al punto de que jadearás mucho y harás las caras más tontas que puedas. Además, no te detendrás hasta que escuches a tu madre decir HAMACHI).

En cuanto Victoria terminó de leer esa pequeña frase, sintió cómo una gran sonrisa se dibujaba en su cara. Casi se arrancó la ropa y cuando de nuevo estuvo desnuda, se tumbó sobre la cama. Se lamió los dedos de la mano izquierda y con estos comenzó a masajearse el clítoris y nada más tocarlo, un choque eléctrico le recorrió todo el cuerpo lo que nubló todavía más su mente mientras que los dedos de su mano derecha se hundieron lo más que pudieron dentro de su vagina.

Victoria era un desastre en ese momento: sus ojos estaban girados hacia arriba, su lengua estaba de fuera y jadeaba como perra en brama mientras que sus dedos castigaban su vulva y a veces también sus pezones y su ano, al tiempo que un sonido de charco se oía y sus fluidos volaban en gotas que caían sobre su cama y suelo, con algunas incluso llegando a salpicar la ropa de su mamá, quien en ese momento ignoraba que su hija estaba dando un lamentable espectáculo y toda su atención se encontraba fija en la pantalla, esperando por nuevas instrucciones.

Y estas al fin llegaron:

Extraño:

Natalia, ¿estás ahí?

La muñeca inerte en que se había convertido Natalia comenzó a mover sus manos hacia el teclado y a escribir:

Tú:

Sí amo, aquí estoy.

Extraño:

Dime tu edad

Tú:

Tengo 33 años amo

Extraño:

¿A qué edad pariste a Victoria?

Tú:

Tenía 18 años cuando parí a mi hija amo

Extraño:

¿18? ! ¡Pinche puta!

Tú:

Sí amo, soy una puta.

Extraño:

Victoria mencionó que había estado yendo al terapeuta, ¿qué pasó?

Tú:

Hace dos años me separé de mi pareja amo. No fue fácil para ella.

Extraño:

¿Por qué ocurrió el divorcio?

Tú:

Descubrí que mi ex esposo me engañaba con mi hermana amo

Extraño:

Jajajajaja, que cabrón. ¿Y lo extrañas?

Tú:

Sí amo.

Extraño:

¿Qué es lo que más extrañas de él?

Tú:

Que me coja.

Extraño:

¡¿En serio?! Explícate.

Tú:

Estaba bien dotado y me hacía su perra en la cama.

Extraño:

Vaya si eres una puta, con razón dejaste que te embarazara jajajaja

Extraño:

Bueno, regresemos a la diversión, ¿qué está haciendo Victoria?

Natalia despegó la vista de la pantalla para girar a ver a su hija sobre la cama, la cual continuaba masturbándose como una loca, con esa mueca boba en su cara y jadeando como la perra en brama en la que su amo la había convertido.

Regresó luego la vista a la computadora y sus manos al teclado.

Tú:

Se está masturbando sobre la cama.

Extraño:

Bien. Pon atención Natalia: quiero que te desnudes y que te quedes de pie frente al PC. Cuando termines di en voz alta la palabra HAMACHI y quédate mirando la pantalla en espera de más órdenes.

Tú:

Sí mi amo.

Tras escribir esa última frase, Natalia se puso de pie. Se sacó el saco y luego la blusa, con ambas prendas quedando en el suelo a su lado mientras comenzaba a sacarse un sexy corpiño de encaje negro que apresaba un buen par de tetas que los compañeros de la oficina siempre luchaban por no ver y ser acusados de acoso sexual. Siguió la falda y luego su tanga de encaje negro… pero por alguna razón mantuvo puestas las pantimedias.

Una vez esa tarea quedó cumplida, Natalia tomó una posición de atención mirando a la pantalla y exclamó:

—Hamachi.

La palabra viniendo de labios de su madre golpeó directo en el cerebro de Victoria, provocando que los músculos de la muchacha se relajaran y le impidió a sus brazos seguir castigando su vagina.

La muchacha quedó boca arriba en su cama, todavía con la sonrisa boba en su cara y con baba escurriendo tanto de su boca como de sus labios vaginales. Todavía jadeaba, pero esta vez era para recuperar el aliento luego de tan maratónica faena.

Tenía que apurarse a recuperar el aliento, pues sabía que esa noche estaba muy lejos de terminar.

Nota del autor: La parte de 1 de Proyecto Hypnodiva superó ya las 10 mil lecturas. ¡Muchas gracias a todos!