Parte 2ª. Elisa también nos humilla
Tras la traumática experiencia donde mi prima me pega en los huevos, mi amigo Alberto y yo descubrimos que Elisa no era la mosquita muerta que pensaba
Había pasado casi una semana desde el incidente con mis primas y sus amigas, afortunadamente las chicas no habían contado nada a mis tíos, pero desde que ocurrió aquello mis primas me miraban completamente diferente, especialmente mi prima mayor parecía detestar profundamente a mi persona.
Había pasado varios días en solitario, no quería ir a la playa con ellas porque me sentía muy humillado y me daba vergüenza. Mi tía se dió cuenta de todo aquello e intentó presentarme a algunos hijos de los vecinos para que pudiera hacer amigos y no estar todo el día con las chicas. Uno de ellos era Alberto, un chico bastante majo, un año menor que yo y que me caía bastante bien, pero lo mejor de todo era que Alberto era el hermano pequeño de Elisa.
Por aquel entonces, yo estaba totalmente obsesionado con Elisa, en primer lugar había podido verla cuando se secaba y todavía podía recordar sus pequeños y firmisimos pechos de adolescente. Todas las noches me había masturbado pensando en ella, y varias veces había soñado con aquella situación en la que yo estaba tratando de ponerme en pié con aquel horrible dolor en los testículos mientras ella estaba a mi lado, vigilando que estuviera bien pero al mismo tiempo mencionando que tenía merecido lo que me había ocurrido.
Si recordáis el anterior capítulo, Elisa demostró tanta tranquilidad cuando me pegaron en los huevos porque al parecer no era la primera vez que veía a un chico sufrir un golpe en sus partes, según dijo a su hermano le habían dado un balonazo en las pelotas no hacía mucho. Y su hermano era… ¡Exacto! Alberto, mi nuevo amigo.
Yo no había dicho nada a Alberto de lo que ocurrió aquella noche, pero un día fué él quien sacó el tema.
-Alberto: Dani, ¿es verdad lo que me contó mi hermana mayor el otro día?
-Daniel: ¿Te lo dijo Elisa?
-Alberto: No, no fué Inés, mi hermana la mayor, ayer se fué una semana con unas amigas, ahora solo estamos Elisa y yo en casa con mis padres.
Pese a la enorme vergüenza, me gustó escuchar que la hermana mayor de Elisa ya no estaba por allí (junto a mi prima mayor era de las que más me había insultado durante el incidente), así que le conté lo ocurrido (omitiendo la parte de su hermana Elisa, claro está)
Alberto: Jajaja, ¿así que viste a varias chicas desnudas?
Daniel: Si, pude ver a varias, casi me da un mareo tío. Estaba en el cielo.
Le describí un poco a mi primas y otras chicas del grupo. En ningún momento dije que había visto a sus hermanas para que no se ofendiese, pero para mi sorpresa me preguntó si había podido ver a Inés, la mayor de sus hermanas. Le mentí diciendo que muy poco, pero me pregunto una y otra vez para que la describiese, me di cuenta que le ponía bastante su hermana mayor.
Alberto: Bueno, ¿y fué entonces cuando te pegaron en los huevos?
Daniel: Si tio, mi prima me dio un tortazo terrible, fue un dolor horroroso
Alberto: Si, ya lo sé. A mi me pasó igual cuando mi hermana Elisa me dio un balonazo en los huevos el otro dia.
Mis ojos se abrieron de par en par. ¡Así que el balonazo de Alberto se lo había dado Elisa!, jajaja. Por eso se comportó de manera tan natural jajajaja. Eso no me lo había dicho.
Compartir aquella experiencia me hizo sentirme mucho mejor, era algo que necesitaba compartir con alguien, y hacerlo con Alberto me había ayudado, creo que a él también le vino bien poder contárselo confidencialmente a alguien, además insistió en ir a jugar a su casa.
La madre de Alberto (y Elisa) era encantadora e insistió en que me quedase a cenar.
Alberto. - Mamá ¿Puede quedarse Daniel a dormir esta noche? Entonces su madre llamó a mi tía y todo quedó organizado.
Cuando íbamos a cenar mi corazón comenzó a latir, ¡allí estaba Elisa!. No la había visto desde mi “incidente” pero al verme esbozó una sonrisa, no se si por verme o porque recordó la situación en la que estaba la última vez que estuvimos juntos… en cualquier caso irradiaba confianza en sí misma. Mi colita tuvo una reacción en ese mismo momento.
La cena fué muy bién, tras ella estuvimos viendo la tele un rato hasta que nos mandaron a dormir, me prestaron un pijama de verano de Alberto y nos fuimos al dormitorio. Alberto y yo compartimos el salón de juegos del sótano mientras Elisa tenía su propio dormitorio. Por supuesto que Alberto y yo no nos fuimos a dormir, nos pusimos a jugar con la consola, charlar y las horas iban pasando, al rato la puerta se abrió y entró Elisa en pijama.
Ella se quejó de que hacíamos ruido, pero estaba claro que tampoco tenía ganas de dormir porque se puso a jugar a la consola con nosotros. Yo estaba un poco preocupado de que sus padres se despertaran pero me dijo que estuviera tranquilo, además de tener sueño profundo, ellos estaban en el dormitorio de arriba y nuestros dormitorios estaban en el piso de abajo.
Empezamos a jugar a la consola, ella eligió un juego de lucha entre dos jugadores que se me daba bastante bien, ella contra mi. El primer asalto lo ganó Elisa, pero el segundo lo gané casi perfecto. Quien ganase la tercera partida sería campeón… empezamos y claramente yo iba por delante, cuando estaba a punto de ganar Elisa olvidó el juego virtual y me tiró un pellizco, me distraje … Ella lo aprovechó para ganar ventaja casi ganando la partida. Yo la empujé un poco tratando de recuperar la ventaja de nuevo, ella se revolvió y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos luchando entre risas ya no haciendo caso a la consola, yo trataba de no hacerla daño, pero estaba claro que el aspecto delicado de Elisa no se correspondía con la realidad, me agarró por el cuello, hizo una llave y me atrapó en el suelo. Mientras trataba de soltarme ella cogió el mando de la consola y ganó la partida.
Solo entonces me soltó, yo me di cuenta que estaba empalmadísimo y me levanté despacio para que no se notase mucho porque llevaba el pijama sin calzoncillos, Alberto y yo gritamos “has hecho trampa” mientras ella reía a carcajadas. Nos dijo “os he ganado limpiamente” y añadió “os podría ganar también luchando en la vida real”
La perspectiva de volver a luchar en broma con ella me excitaba mucho así que decidí seguirle la corriente.
Daniel: De eso nada Elisa, no me ganarías como ahora, porque estaba teniendo cuidado de no hacerte daño
Elisa: Jajajaja, ¡pero Dani! Podría incluso ganar a los dos juntos..
Daniel: Eso no te lo crees ni tú, Alberto y yo haremos que te arrepientas
Miré a Alberto, para mi sorpresa tenía cara de estar muy preocupado (luego supe porque) pero insistí y acabó aceptando.
Nos preparamos para nuestra pequeña luchita, los tres en pijama,, de un lado Alberto y yo, del otro Elisa que desprendía más confianza en sí misma que nunca. Yo me moría por intentar sentir esas pequeñas y turgentes tetitas y se notaba bastante la “tienda de campaña” en mi pantalón del pijama. Creo que Alberto se dió cuenta, pero no Elisa.
La lucha empezó, Alberto tenía algo de miedo al principio, pero yo me lancé rápido contra Elisa, con cuidado de no hacerle daño pero usando mi peso para hacer que cayese, cosa que hizo rápidamente. Intentaba zafarse de mí, y yo me apoyé contra ella mientras sujetaba una de sus manos, Alberto perdió el miedo y se lanzó a sujetar su otra mano. “Ya la tenemos” pensé para mis adentros. Forcejeamos durante unos instantes, Elisa se liberó en un par de ocasiones, pero dado que nosotros éramos dos, ambas veces pudimos atraparla de nuevo, yo estaba como loco, había sentido un par de veces las tetas de Elisa ( y creo que ella se había dado cuenta), estaba en el cielo cuando de repente percibí un gruñido de Alberto, lo que ví me dejó estupefacto…
Aprovechando un descuido, Elisa ¡había agarrado a Alberto por los huevos! ¡A su propio hermano! él se había quedado quieto, algo cómico… como si no hiciese nada ella respondería dejándole ir… en ese momento pensé “Debo echar una mano a mi amigo, así que intenté ayudarle, pensando que tenía la otra mano de Elisa controlada, ¡¡¡craso error!!! con un hábil giro de muñeca Elisa consiguió liberar su mano derecha y rápidamente pude sentir que acababa de agarrarme por los huevos a mi también. Tiene gracia porque cuando sentí su mano caliente agarrándome los huevos reaccioné exactamente igual que Alberto, quedándome quieto, como rindiéndome a ver si de ese modo me dejaba escapar.
De repente me di cuenta de la situación, ! Elisa nos tenía agarrados a ambos por nuestros huevos¡ La luchita había terminado y ella había ganado.
Estábamos los tres en el suelo, Elisa de nuevo con esa sonrisita en la cara, yo intenté soltarme pero ella simplemente apretó con su mano y mis huevos empezaron a dolerme, ella había agarrado muy bien mi escroto y tenía ambos huevos aprisionados en su mano. Miré a Alberto, como tratando de decirle “haz algo, ayudame” pero pude ver en su cara que a él le pasaba como a mí, y estaba completamente a merced de su hermana.
Elisa: ¡Vaya vaya!, ¡parece que habéis perdido las ganas de seguir luchando!
Alberto: ¡Eli por favor sueltanos!... Aggg
Elisa había vuelto a apretar con ambas manos, ambos nos pusimos en posición fetal, estábamos completamente bajo su control, ella lo sabía y le gustaba, y me di cuenta que igual me ocurría a mi. Pese al dolor que subía por mis testículos hacia mi abdomen el hecho de que la chica que me obsesionaba estuviera utilizando los órganos que me hacían un hombre para humillarme y manejarme a su antojo en cierto modo me excitaba. El dolor me había dejado sin fuerza, estaba completamente a su merced, postrado ante ella con mis huevitos en su mano.
Elisa: “¡Rendíos los dos!”
Alberto: “Me rindo”
Elisa: ¿Daniel?
Yo intenté hacerme el duro, en ese momento Elisa nos dió el apretón más fuerte que había dado hasta el momento, pude notar como sus dedos se hincaban en mis huevos y mi cerebro no obedeció más tomando la decisión por mi.
Yo: “Me rindo, me rindo, me rindooooooo”
Ella no soltó inmediatamente, con una carcajada nos fué liberando a ambos. Lo curioso es que pese a que Alberto se había rendido primero, también se había llevado el último apretón.
Nada más soltar, ambos empezamos a revolcarnos en posición fetal boca arriba con las manos en nuestros huevos tratando de hacer remitir el dolor.
Elisa: “Bueno, me voy a dormir, me he aburrido de ganar a todo” y con las mismas salió de la habitación caminando como si fuera la dueña del lugar. Creo que en cierto modo lo era…
Yo estuve unos minutos en el suelo, tratando de hacer remitir el horrible dolor en mis huevos, esto era aún peor de lo que había ocurrido con mis primas y sus amigas. Por un momento pensé que me los había roto.
Poco a poco fuí sintiéndome mejor y pese a no poder ponerme en pié pude arrastrarme hasta Alberto que parecía estar un poco peor que yo. Le ayudé a incorporarse un poco y ambos nos quedamos allí, lado a lado en cuclillas agarrandonos las bolas que nos provocaban tanto dolor. En ese momento se produce una conexión entre dos chicos que no puedo explicar, sin mediar palabra ambos comprendíamos la intimidad del dolor del otro.
Permanecimos así unos minutos, hasta que nos sentimos mejor.
Yo: Alberto, por un momento pensé que tu hermana me había roto los huevos.
Alberto: Si, mis dos hermanas tienen la costumbre de pegar en los huevos a los chicos, normalmente a mi. Pero ni se te ocurra decírselo a mi madre o será aún peor. “Anda, déjame ver”
Por un segundo dudé ¿Dejarle verme los huevos? ¿Especialmente los huevos recientemente espachurrados? pero bueno, me bajé el pantalón del pijama y ahí estaban mis dos huevos todo rojitos. Alberto los tocó con cuidado, algo que aun así me provocó cierto dolor. Yo bajé sus pantalones a su vez para ver los suyos, me quedé muy sorprendido, Alberto era un año más joven que yo, y sus huevos aun eran de niño pequeño, como habían sido los míos hasta hace poco. También los tenía rojos y empecé a acariciarlos. Ambos estábamos tratando de darnos un poco de confort el uno al otro tras aquella traumática experiencia, en unos minutos, ambos estábamos empalmados. Yo comencé a frotar la punta de la polla de Alberto, que hizo lo propio con la mía y de repente estábamos masturbandonos el uno al otro. Alberto se vino primero, y yo me vine después.
No se como explicarlo, pero en ese momento tenía una extraña mezcla de sensaciones, por un lado los huevos aun me dolían un poco, y por otro la paja me había permitido liberar toda la tensión del momento. Ambos nos fuimos a dormir a la misma cama grande, dormimos abrazados,ambos sintiéndonos “machos heridos”