Parque de placer

Lugar donde una menor me demostro que es capaz de hacerse sentir y sentirse amada y deseada igual que una mujer mayor.

PARQUE DE PLACER

No fue fácil salir del asombro de aquella cumpleañera menor de edad que me tiré en el Morichal; de hecho a mí me tomó mucho tiempo salir de él pero al final logre salir y recomponerme no del hecho de haber hecho el amor con una mujer, sino con una niñita prácticamente porque aquí las leyes son muy estrictas en ese sentido.

Siempre hemos mantenido contacto y tratábamos de planificar cuándo íbamos a volver a sentirnos como esa vez. Le explicaba que se me hacía muy difícil por mi trabajo y que yo no tenía ni un tueno ni un lugar fijo. Yo con esto intentaba alejarla de mí sin que se diera cuenta, porque hasta que al menos fuera ya mayor de edad no querita tener ningún tipo de relación mas que la amistosa con ella, pero resultó todo lo contrario haciendo que todo fuera en vano.

En aquella época era miembro voluntario de Protección Civil y a veces me tocaba realizar guardia en un parque de la ciudad donde el comando tiene la sede. La sede del comando en la ciudad está ubicada dentro de un parque no muy grande, pero sí acogedor donde puede la gente tiene acceso libre y allí se puede celebrar cualquier tipo de reunión. Esa era el único punto a favor que tenía pues no lograba dar con mi paradero; pero nada es eterno en el mundo, como dice la canción de Tito Rojas, y un domingo ella fue al parque con sus dos sobrinos porque uno de ellos cumplía siete años. El destino quiso que nos juntáramos de nuevo en ese parque. Tenía un mes que no la veía desde lo de Morichal.

Ella estaba sirviendo refrescos a los asistentes a la fiesta y todavía no me habia visto, y todo iba bien hasta que Alberto mi compañero fue a pedir dos vasos de refresco y unos pasa palos para los dos; para él y para mí; no hay nada fuera de lo común, cuando vi que mi compañero señalaba la caseta donde yo estaba, era un claro indicativo que ella iba a traer los vasos y los pasa palos hasta la caseta donde estaba yo. Hice un paro simulando revisar una información cuando siento que tocan la puerta.

  • Buenas. Disculpe, tu compañero me pidió el favor de traerles esta bandeja. ¿Dónde se la coloco?

  • Hay una mesa al fondo y es la única que está desocupada. Puede poner la bandeja allí.

  • Ok. Gracias.

Se dirigió al fondo para colocar la bandeja pero lo hizo tan lento que por un instante creí que saldría de allí sin verme el rostro. ¡¡¡¡Tremendo error!!!! Me salí de la caseta confiado en que ella ya había salido, tomé un poco de aire, me doy vuelta y me devuelvo a la caseta, pero cuando me devuelvo, una relampagueante mirada se clavaba en mis ojos mientras que los míos recibían las miradas de ella. ¡¡¡Era Lucia!!!

Me habia reconocido de inmediato aun estando yo de espaldas. Ya no había vuelta atrás y me limité a saludarla:

  • Hola.

  • Hola cariño –con alegría en los ojos.

No perdió tiempo para darme un corto pero sentido beso haciendo que su lengua se topara con la mía.

  • ¿Cómo te va?

  • Aquí ocupado, montando guardia. Me toco hoy.

  • Ay que malo. Yo te fuera colado a la fiestita.

  • No importa. De todos modos yo no podría asistir porque tengo mucho trabajo.

  • Ok. Dime una cosa corazón. ¿A que hora vas a salir hoy?

  • Hoy no voy a salir. Tengo guardia y la suelto mañana a las siete de la mañana.

  • Uy eso es peor de lo que imaginé. Pero tranquilo que te tengo una solución para ello.

  • ¿Cuál es?

  • Quería que me invitaras a cenar, pero como estarás ocupado yo vendré por aquí nada que a cenar contigo.

  • ¿Que tú qué?

  • Yo te visitaré esta noche para cenar y recordar cosas bellas.

  • Como las de Morichal

  • Sí.

  • ¿Te das cuenta de lo que me estas pidiendo? Si llega a venir una comisión del grupo donde estoy, y ven que tengo a una persona que además es menor de edad, me van a exigir respuestas. Y no las voy a poder dar.

  • Será solo una cena y nada más.

  • Lucía no puedo.

  • Anda solo una cena y no te molesto más.

  • Déjame pensar muy bien esto. Pero quiero que tengas bien claro que no es nada fácil lo que me pides.

Se despidió guiñándome el ojo y llevándose su bandeja. Ahora yo estaba atrapado. Ya no encontraba la manera de sacudirla y encima quería venir a cenar conmigo esta noche. Mi mayor preocupación no era la cena porque puede venir a comer conmigo, de eso no tengo ningún reclamo. Mi preocupación era que lo de esta noche iba a pasar algo más allá de una simple cena.

En toda la velada mi cabeza estuvo concentrada en lo que se avecinaba para esa noche, y pensaba en ello cuando se acerca Alberto mi compañero de guardia consternado.

  • Angel te tengo una mala noticia.

  • ¿Qué pasa?

  • Me llamaron del comando y no consiguieron mi relevo para esta noche y ya tengo dos días seguidos montando guardia. Así que tendrás que cumplir el resto de la guardia tú solo porque me voy a las siete.

  • Ahora sí me jodí. Pero no importa vete a tu hora. Yo resuelvo.

Se cambió la conversación debido a que Alberto me vio hablando con Lucia.

  • ¿Y ese caramelo? Preséntamelo.

  • Coño pana. Orita no estoy para juego.

  • ¿Qué pasa?

  • Es precisamente por ese caramelo- me atreví a contarle-. Me quiere citar para esta noche para una cena.

  • ¿Para una cena?

  • Si y eso me preocupa mucho.

  • No entiendo. ¿Vas a cenar con un monumento de mujer y te angustias?

  • Si tú supieras lo que pasa. Lo de esta noche con ella no es solamente una cena. Quiere que le haga el amor de la misma manera como ya se la hice una vez.

  • Francamente no te entiendo. Yo daría todo lo que fuera por estar con esa hembrota, ¿Y tú que la tienes no quieres nada con ella? Aprovecha los chances que te da la vida porque es muy difícil que vuelvas a tener un chance así.

  • Quiere que le haga el amor. Quiere que me la tire aquí mismo.

  • ¿Y cual es el problema? Tiratela y ya. Se acabó.

  • No puedo hacerlo así no más

  • Pero ¿Por qué?

  • Ella es menor de edad, carajo. Sólo tiene 16 años.

Alberto se quedó mudo. Alcanzó apenas a responder:

  • Verga chamo. ¿Y tú cómo te vas a tirar a una menor? ¿Te volviste loco?

  • Tú mismo dijiste que es un caramelo. A cualquiera puede engañar fácilmente que tiene ya edad para hacer lo que quiera. Detrás de ese escultural y voluminoso cuerpo se esconde una menor de edad. ¿Ahora lo ves?

  • Pero te busca como si tu hubieras sido el primero que estuvo con ella.

  • No me vayas a traumatizar con ello pana que bastante tengo ya con la cena de esta noche.

  • ¿Y tú estás usando condón?

  • Me llamaré Alberto que no los usa.

  • Ok. Sólo lo pregunto. Me voy a hacer un recorrido por si a las moscas. Pendiente que la gente de la fiesta infantil ya ha recogido casi todo para irse.

  • Ok, le respondí.

Se fue a hacer su recorrido mientras que yo estuve pendiente que la gente se fuera. Lucía fue la ultima en irse, no sin antes hacerme unas señas que indicaba que nos íbamos a ver a la noche. No me quedó más remedio que aceptar el hecho que iba a estar otra vez con esa menor de edad.

Llegó la noche y mi compañero se fue a las siete. Aquí comencé a contar el tiempo mientras me entretenía haciendo un recorrido. Eran ya las siete de la noche. Las siete y media. Las ocho. Las ocho y media. Ya cuando faltaba aproximadamente un cuarto para las nueve, luego de haber concluido uno de mis recorridos de inspección, se presentó Lucía en la puerta del parque. Había cumplido con su parte de invitarme a cenar; como no podía salir, me trajo la cena a mi trabajo. Fue muy considerado de su parte, pues yo no había almorzado nada porque mi compañero se había comido todos los pasa palos. Por la oscuridad no podía ver cómo estaba vestida, así que fui a la mesa donde estaban las llaves, me trasladé a la puerta que estaba trancada con llave y le abrí.

  • Hola mi corazón.

  • Hola.

  • ¿Cómo te va?

  • Muy cansado.

Traté de darle un beso en la mejilla, pero ella me agarró el rostro y el beso se dirigió directamente a mi boca.

La llevé a la oficina de trabajo mientras se sentían los pasos de ella porque andaba con tacones y allí la hice sentar y que se acomodara, porque no sé cuánto tiempo habría estado esperándome en la puerta mientras estaba realizando mi recorrido. Ya estaba cometiendo una falta porque no podía en ese momento tener visitas a esas horas de la noche.

Cuando entramos a la oficina pude detallar con precisión que estaba vestida para la ocasión: no eran tacones altos, eran botas negras de esas que son puntiagudas, una falda jean bien cortita y una blusa muy provocativa color negro; parecía la versión femenina de los hombres de negro. Combinando la suma de estos factores, algo me hacía sentir que esta niña estaba vestida para algo más que una simple cena.

Me compró un pollo a la brasa con yuca, guasacaca y todo lo demás.

  • Toma papito, te traje todo esto para ti, dijo.

  • ¿Y tú no vas a comer nada?

  • No. Yo cené en el Morichal con unas compañeras mías.

  • Te lo agradezco mucho porque no había comido en todo el día. ¿Qué te dijeron cuando compraste todo esto?

  • Nada. Simplemente les dije que era para llevarlo a mi casa.

  • ¿Y tus compañeras saben que vienes aquí?

  • Solo una que es la que me está cubriendo las espaldas.

  • Cubriéndote las espaldas. No entiendo.

  • Recuerda que soy una menor de edad y mi mamá siempre quiere estar pendiente de lo que hago. Además mi mamá no se preocupa cuando ando con ella, pues le tiene confianza absoluta.

  • ¿Ella acaso sabe quien soy?

  • No, todavía no.

  • Bueno, tú y tus cosas-, le dije.

Terminé de comer el delicioso pollo que me había llevado y que al final le agradecí de nuevo ese gesto de cariño que tuvo por mí. De repente me vino a la mente mi compañero Alberto, que me dijo que le preguntara si era yo el primero en su vida. Pensé hacerlo, pero no hallaba la manera de preguntárselo hasta que más tarde la respuesta saldría por sí sola sin que fuera necesario nada más.

Me paré y me fui al baño para lavarme la boca y las manos, mientras que desde el espejo del baño podía ver perfectamente lo largo de sus apetitosas y bien cuidadas piernas, que terminaban en un lugar cuyo nombre no me recuerdo. Salí del baño para atenderla con mucha calma, pero cuando me senté yo en la mesa ella se paró de la silla y me preguntó:

  • Dime con sinceridad. ¿Te gusta todo lo que estas viendo? Todo esta ropa me la puse hoy especialmente para ti. Estoy estrenando lo que me ves puesto.

Le dije:

  • Si mi vida, me encanta.

Al parecer no quedó muy contenta con la respuesta, por lo que dio la vuelta completa para que pudiera verla con plenitud, pero dio tan rápido la vuelta que su falda se elevó y pude comprobar algo muy interesante. ¡¡ Bajo la falda no había ninguna clase de ropa interior !! Y con la cucharita totalmente depilada, haciendo esto que mi palo se elevara de inmediato.

Ella sabía que a mí me vuelve loco una mujer sin nada debajo de su ropa y más aun con la concha bien peladita, por lo que me atrevería a asegurar que ella se presentó allá con toda la intención de hacerme perder la compostura. Y ya casi lo estaba logrando.

Aun hoy tengo en la memoria aquella imagen como si la acabase de ver en este instante. Como yo tampoco uso ropa interior, ella notó que tenía mi miembro parado aprisionado por el pantalón queriendo salir de ese encierro. Pero volví a la realidad y cuando miro el reloj, era ya la hora de hacer un recorrido de rutina.

Me incorporé lo más rápido posible para evitar en ese momento perder mi compostura, agarre mi interna, dejé la luz de la caseta encendida y me puse a recorrer el parque. Ella me quiso acompañar, y yo no pude negarme a que me acompañara. Mientras yo realizaba el recorrido, sentí que la mano de Lucia tomaba la mía, y así nos fuimos a lo más profundo de un oscuro parque en donde la ropa que cargábamos nos favorecía mucho; de regreso le dije que estaba cansado por el recorrido y por la comida ya que mi estómago estaba muy lleno. Nos sentamos en una cabaña que tenía su mesa y su banco alrededor, todo de concreto, muy cerca de la caseta mas no visible hacia la calle y es en ese punto en que ella me pregunta:

  • Disculpame. ¿Te puedo hacer una pregunta personal?

  • Claro que sí, le contesté.

  • ¿Yo te gusto?

Confieso que esa era una pregunta que no esperaba, es como en el beisbol, que te ponchan sin tirarle y uno se queda como pajarito en grama...

  • Sí. Tú me gustas mucho. ¿Por qué la pregunta?

  • ¿Entonces por qué estas muy distante?-, dijo.

  • ¿Distante? ¿En qué sentido?

  • Porque casi no te veo y en realidad quiero verte y sentirte, sentirte de la misma manera como pasó en Morichal.

  • Mira mi amor. Morichal fue una sorpresa que de verdad no la esperaba, la pasamos deliciosamente bien y todo eso, pero no significa que me ponga muy distante. recuerda que tengo mucho trabajo y eso me quita tiempo para descansar.

  • No me mientas. ¿Es porque soy menor de edad?

Sintiéndola triste y como con ganas de llorar no me quedó otro remedio que confesarle la verdad.

  • Sí. A mí me da mucho miedo que algo vaya a salir mal; aunque usemos una caja de condones siempre hay muchas sorpresas que están en contra.

  • ¿En contra de quién?

  • En contra de los dos. Por eso te pido que nos alejemos por un tiempo porque es nucho peso para mí el haber estado con una menor.

  • No me pidas que nos alejemos. No ahora que encontré el amor en ti y que además eres el primero en mi vida.

¿Que tú qué? –pregunté sorprendido.

Mientras me abrazaba, me respondió:

  • Como lo estás oyendo papito. La noche que estuvimos juntos en el baño del Morichal, gracias a ti pude perder la virginidad...

La confesión me dejó blanco, como si fuera visto un fantasma. Aquello fue una bomba nuclear que no podía soportar... No estoy queriendo decir que no me guste estar con una menor de edad; lo que quiero dar a entender para que ninguno de los lectores me mal interprete, es en las condiciones en las que conocí a esta muchachita. El hombre nunca termina de aprender que las apariencias engañan, y así me pasó con ella. Aunque aquello me dejaba una interrogante: si era virgen como me lo confesaba ¿Por qué no se vio ninguna señal? ¿Cómo pudo aguantar tanto dolor debido a la manera en que la clavé?

Se rompe el ambiente de silencio creado por la confesión porque suena el radio de la caseta. Voy corriendo rápido a atenderlo y se trataba de mi jefe en el comando.

Comenzó saludándome y me preguntó

-¿Cómo está todo?

Le respondí:

  • Todo se encuentra sin novedad jefe.

  • Ok. Mas tarde me vas reportando lo que ocurra allí si ocurre algo.

  • Ok jefe. Cambio y fuera.

Terminó la conversación por radio y me fui a la cabaña donde dejé sola a Lucia por un momento para atender a mi jefe por radio. Le dije:

  • Me toca orita hacer otro recorrido. ¿Quieres acompañarme?

  • Sí. ¿Por qué no?

Se paró y me acompañó a realizar un recorrido, pero el ruido de las botas que ella cargaba no me permitía pensar bien lo que estaba pasando, aparte de romper el silencio reinante en el parque.

Volvimos a la cabaña donde estuvimos antes pero se me adelantó primero para sentarse y al intentar alcanzarla tropecé con el muro de la escalinata que da acceso a la cabaña y caí arrodillado; con la mano derecha pude agarrarme de la columna de la entrada de la cabaña a tiempo, pero con la izquierda sin darme cuenta hice retroceder a Lucía haciendo que mi rostro chocara con sus nalgas, quien pensando que la estaba invitando a la lujuria se levantó la minifalda para ver qué reacción iba a tomar yo.

  • Recuerda que lo mio es tuyo, y puedes tomarlo cuando quieras.

No pensaba en tomar ninguna, pero cuando olí sus nalgas y su cucharita perfumada, no me quedó otro remedio que mordisquearle un rato sus nalguitas con suavidad y sentir su calor que estaba en aumento, mientras mi verga quería romper el pantalón.

Pero estaba muy incómodo en el piso porque caí arrodillado, así que me paré y me situé frente a ella para recuperarme de la caída; pero me picó alante:

  • ¿Te gustó lo que sentiste allá abajo?

  • Sí. Huelen maravillosamente bien.

  • ¿Entonces qué te hizo detenerte? Mordisquéame y bésame las nalgas que ya te dije que todo lo mío es tuyo.

Mientras me sentaba en el banco de concreto le respondí:

  • Muy bien si eso es lo que quieres.

Se sentó encima de mí buscando tragarme con sus besos, y moviéndose frenéticamente como queriéndome cabalgar ahí mismo. A través de la ropa ella sintió mi verga tan dura como el hierro, y ahí me convertí en esclavo de esa tierna y fogosa mujer, cuyo objetivo era que no se iba a ir hasta que me devorara completamente. La senté en la mesa de concreto, le quité la blusa que tenía, y dicho sea de paso, no cargaba sostén, la faldita jean que cargaba y allí procedí a darle unos lenguazos que la alborotaron como culebra, a la vez que mis manos agarraban, suavizaban y apretaban sus ricas tetas. A excepción de las botas, ella estaba totalmente desnuda en la mesa alborotándose con cada chupada que le daba a su corazón. Me apretaba con mucha fuerza mi cabeza y me templaba mi cabello; ahí me di cuenta que estaba por explotar y aceleré el ritmo de la succión. El parque que estaba en silencio se estremecía con los gemidos de ella, y cuando lanzó las primeras municiones de su primer llegar, se alojaron todas en el fondo de mi garganta.

Después de haberla chupado hasta vaciar su tanque y limpiarle su cucharita con mi lengua se levantó y me dijo:

  • Ahora me toca a mí.

Me quité toda la ropa que tenía puesta y me senté en la mesa. Ahora era yo quien estaba sentado en la mesa de concreto. Tomó mi verga entre sus manos, que no es la gran cosota, la tomó con sus dos manos y para mi sorpresa en menos de segundos la punta de mi verga ya se encontraba al fondo de su garganta, y al entrar en acción su lengua comenzó enloquecida a hacer su trabajo mientras a la vez la metía y la sacaba en repetidas ocasiones, dando pequeños giros de un lado a otro a mi cabeza, lo que hacía que me estremeciera y apretara su cabeza contra mí; en ocasiones le masajeaba y apretaba las tetas a medida que la cabeza de mi miembro llegaba al fondo de la garganta de ella. Y fue tan repetido el jueguito que ella hacía con su lengua que sentía cada vez que mi verga iba a reventar.

Ella sintió que iba a explotar y se detuvo, agarrando así un leve respiro. Me dijo:

  • Siéntate en el banquito.

Y yo me senté.

Algo me dice que ella me adivinó mi posición favorita, porque ella se colocó encima de mí, se clavó ella sola mi mandarria, la quiso sentir un rato adentro y un vaivén de movimientos sensuales e instintivamente hacían comenzar la calentura y se movía frenéticamente contra mí mientras con su boca se apoderó de la mía, y comenzó a besarme con tanta fuerza que sentía que me quería arrancar la lengua mientras que mis manos agarraban con frenesí sus tiernas y ardientes nalgas, sin romper el ritmo de metiendose y sacándose mi verga dentro de ella. Luego bajó sus manos y comenzó a masajear y acariciar mis pelotas mientras que mi boca se dedicaba a chupar y morder como loco sus tetas a la vez que mi palo entraba y salía de ella; así duramos un rato largo, hasta que sentí los jadeos y movimientos rítmicos y acelerado de ella; nuevamente estaba teniendo un orgasmo que se unió con mi llegar, porque no podía más y comencé a soltar enormes cantidades de espeso semen dentro de ella, los cuales sintió cómo mi verga estaba explotando tan duro dentro de ella con una fuerza tan extraordinaria que se abrazó a mí, mi verga estaba hasta adentro y no cesaba de soltar mucho semen porque sentí cómo su caliente jugo vaginal me llenaban mis pelotas; los dos terminamos y nos quedamos así un rato en el asiento y yo sobre ella sin sacármela, porque quería sentir como mi mandarria se salía sola de su caverna profunda.

De repente me pregunta casi sin aire:

  • ¿Tienes tu condón puesto?

Se me habia olvidado y le dije la verdad.

  • No. Esta vez no tengo condones y no esperaba hacer el amor hoy.

  • No importa porque estoy tomando anticonceptivas. Además te siento mucho más rico sin condón. Una pregunta ¿Tú como que tenias mucho tiempo sin hacer el amor?

  • Sí hace un mes, y la ultima vez fue precisamente contigo.

Sin bajarse de mí, me miró de frente y me clavó un beso profundo.

Ya teníamos un minuto y mi mandarria a pesar de haber expulsado todo el cargamento que tenía, no se ponía flácido, se mantenía tan duro como el hierro, lo que aproveché a liderar las acciones. Me puse de pie y la acosté en la mesa; apenas acostada, puse una de sus piernas en mi hombro, mientras que ella me abrazaba con la otra pierna. Cuando le coloqué en la puerta de su caverna mi mandarria, ella me apretó con la otra pierna y su cucharota se la engulló de un solo golpe...

Acto seguido lanzó un gemido de dolor y placer que recorrió toda la soledad del parque; a estas alturas yo no sé cómo la vecindad no oyó sus gemidos. Esta niña no solo quería hacer el amor sino también añadirle un toque de desenfreno sin control. Así que a cada envión le fui imprimiendo fuerza, y cuando sentía que bajaba mi velocidad, ella me aprisionaba con la pierna que le quedaba libre aumentando el volumen de sus jadeos. A estas alturas el parque ya había perdido la paz del silencio y cuando sentí que me estaba apretando con mucha fuerza ya ella tenía su segundo orgasmo.

Después de su orgasmo la voltee y la coloqué en posición de perrito. Entonces logro acomodar la cabeza de mi verga y sentí que su cuerpo se electrizó cuando mi tolete comenzó a resbalarse solito dentro de ella; primero lentamente abriendo más su cueva carnosa, mientras que ella me daba unos movimientos suaves de nalgas como gozando aquella penetración.

Pensando en el placer y en darle entrada a todo mi paquete, empezó a acelerar con fuerza los movimientos en las nalgas estrellándolas contra mí, y fue tan violento el movimiento que parecía querer meterse también las bolas. Al cabo de un minuto llegó su tercer orgasmo pero sentía que las piernas no le respondían y se contorsionaba de placer moviendo todo su cuerpo a cada metida, movía las nalgas de forma de sentir más y más hasta que sin darme cuenta sentí cómo chocaban contra mí el abdomen y mis pelotas en sus nalgas y su vagina.

  • Métemela toda, es la verga más deliciosa que he tenido, cógeme como una puta.

Me dejó mudo y me sorprendió que me hablaba así, pero no me le quedé atrás:

  • Querías meterte toda la verga y disfrutarla toda, pues disfrútala que es toda tuya. Me encanta que te comportes como perra en celo, te mueves delicioso.

La forma de hablarle me asustó pero creo que la encendió aun más.

La monté nuevamente en la mesa, pero ahora era yo quien se montaría encima de ella. Una vez que le ensarté mi verga comencé de nuevo el mete y saca e instintivamente comenzó la calentura y se movía frenéticamente contra mí mientras ella con su boca se apoderaba de la mía, y comenzó a darme unos besos memorables que me dejaban impactado; aunque estaba yo montado encima de ella, me sentí que era ella quien hacía el trabajo. Luego bajé mis manos hasta sus nalgas y comencé a acariciar la ternura de una carne fresca mientras mi verga entraba y salía de ella, hasta que al sentir con mis manos que se convulsionaba mucho, era indicio que venia otro orgasmo. No me equivoqué, y luego me retiré encima de ella, quien excitada quería sentir cómo salía mi cosa de ella.

Y así fue, lentamente se fue saliendo y aunque ya estaba caído por la sombra y la penumbra ella podía ver cómo salían todavía algunas gotas de semen. Amablemente le dije:

  • Amo voy a limpiarme. ¿Quieres que vaya por papel?

Ella me dijo:

  • No, déjame sentir toda esta lechita tuya calientita dentro de mí.

Yo estaba de pie frente a ella y sólo miraba mi verga colgando y meneándose a cada paso, hasta que me dijo:

  • Ven aquí que te voy a dar un premio.

Él se acercó y lo tomé de las caderas acomodándolo de manera que tomé su verga flácida y me la metí en la boca y comencé a darle una mamada como nunca lo había hecho, al introducirla de inmediato sentí el olor y sabor de semen lo que hizo que me calentara y en ese momento le dije:

  • ¿Quiero que me llenes la boca de tu lechita como me llenaste la vagina, ¿crees que puedas otra vez?

Le contesté:

  • Por ti lo que tu quieras mi vida.

Se la metió nuevamente en la boca, no importando que estuviese lleno de nuestros jugos y mi semen, me la lamía como si fuera un helado, me pasaba la puntita de la lengua me la pasaba por el glande hasta hacerme acelerar el corazón. Esto era el inicio de mi llegar y después de un rato le apreté fuertemente la cabeza y mi verga se convulsionó lanzando otro lote gigantesco de semen que se alojaban en su boca y al fondo de su garganta.

Luego lamió, chupó y tragó todo lo que quedó de la descarga, y luego se quedó recostada sobre mi miembro; todo terminaba muy bien hasta que desde la calle oí una voz llamando a Lucía. Era su amiga quien le estaba cubriendo las espaldas.

  • Lucía llamó tu mamá.

Lucía le contestó vistiéndose apurada:

  • Ok ya voy.

Se puso la minifalda, su blusa, y se acomodó el cabello para no dejar ninguna pista.

Colocándose de nuevo la ropa le pregunté:

  • ¿No te vas a lavar? Si quieres usa el baño un momento.

  • No gracias. Quiero irme con tu verdadero perfume.

Me dejó boquiabierto con esa respuesta. Le abrí la puerta donde la estaba esperando su amiga que me la presentó a pesar de la oscuridad y nos despedimos con otro largo y profundo beso.

Después de ese polvo perdí el miedo de estar con una menor; por el contrario, estoy en esa búsqueda ahora, ya no tengo el miedo que tenía antes, y todo lo debo a Lucía.

Un día Lucía me mandó una invitación con su amiga para una fiesta brava; es decir, una fiesta de toros, pero lo que pasó en esa corrida no fue precisamente la victoria de una oreja, o la hazaña de una verónica, sino la estocada de una ardiente menor hecha mujer. Pero eso es en la próxima oportunidad.