Parejas normales
Qué mayor alegría que tu familia te ayude a ser feliz. Un romance incestuoso entre cuñadas y cuñados
Parejas normales.
La lleva mirando toda lo noche, tiene esa luz que la sedujo desde el primer día que la conoció en el jardín de niños donde iba a empezar a trabajar con sus 20 años. Era la dueña, y apenas la vio y se cruzaron unas palabras, le dio el empleo y poco a poco mucho más: toda su vida.
Se recrea con la vista en ella. Laura se mueve como una bailarina de clásico, delgada, con una remera azul oscura y un pantalón beige, con esas sandalias sin taco, que dejan ver sus pies desnudos, finos, de dedos largos. El color de la blusa destaca más el de su cabello, pelirroja, y coincide con el de sus ojos.
Fue por Laura como se integró en el grupo de su barrio, esa pandilla de amigos que está cenando en casa de Lautaro y que observa Carolina sonriendo al pensar en cómo se han hecho las parejas. Ella casada con Juan, hermano de Laura, casada con Raúl , hermano de Mónica, casada con Lautaro, dueño de la casa. Y además Lucía y Pepe, los guapos oficiales, más Mariano, el soltero.
Los hombres beben alegres, se conocen desde la infancia, han sido compañeros de colegio y barrio. Y todos siguen viviendo en él, menos Mariano que lo hace en un departamento cercano a Recoleta y ella y Juan , que viven en otro en Núñez.
- “Carolina, la verdad es que con lo guapa que sos, y el cuerpo que tenés, nunca te favorece la ropa”- le suelta Lucía, con cariño pero crítica.
Caro lo sabe, es una elección personal, siempre viste anti-sexy. Busca disimular su cuerpo, no se maquilla, el pelo corto a la antigua, huyendo de cualquier incitación al deseo. Esa noche lleva una camisa verde, holgada y unos jeans anchos, como siempre sin tacos.
No quiere que nadie se fije en ella, sólo Laura sabe por qué. Se lo confesó entre lagrimas. La violaron cuando tenía 17 años dos hombres que no hacían más que repetir mientras se saciaban de ella: “ ¡ Qué minón tan puta!” y cuando acabaron la soltaron aquello de : “ Nena, te lo estabas buscando con ese cuerpo y esa ropita tan provocadora”-
Tomó miedo a los hombres y se convirtió en el recato personificado a la hora de elegir su ropa. Vivía aterrorizada , con angustia, odiándose , sólo Laura le devolvió la alegría y el placer de ser mujer.
Ha comido y bebido como fieras, las chicas menos, excepto Lucía que con lo flaca que es no tiene que cuidarse. Ha llegado la hora de retirarse.
Mónica, generosa, alegre, y siempre atenta le sugiere :- “Maneja vos que Juan lleva más copas de las debidas y hay controles.”-
-“Nos quedamos a dormir en casa de Laura, hemos dejado a Juanito con mis padres. Por eso hemos llegado un poco tarde”-
-“La verdad es que vos con tus padres y mi hermano con los míos, son dos parejas con suerte, les dejan los hijos y yo tengo que cargar con el mío”- sigue Mónica con una sonrisa.
- “Bueno la cena ha sido en tu casa y nosotros no íbamos a venir con niños, bastantes tenemos durante la semana. Y al Raulillo nos lo podés empezar a dejar dentro de un mes para que se vaya habituando al jardín”-
El jardín de infancia está en la casa de Laura, a dos cuadras de donde están, es lo que deben andar para quedarse a dormir.
Se despiden, Lucía y Pepe se van en su coche, Mariano pide un taxi, y quedan las tres parejas que se besan dejando a los dueños solos en la casa.
Laura y su hermano van delante, detrás del brazo va ella con su cuñado.
Llegan a la casa, entran y suben al primer piso. La planta baja y el patio es donde está el jardín de niños.
-“Llevo toda la noche con ganas de bailar. Así que rock y tango ”- declara Raúl apenas entran.
Juan y Raúl preparan la música mientras las mujeres van a la cocina y sacan una botella de champagne y cuatro copas. Cuando vuelven se oye un tango en la voz de Goyeneche con Troilo al bandoneón. Laura abre la botella y sirve la fría bebida.
- “Por nosotros y que empiece la fiesta”- dicen los cuatro vaciando la copa de un trago.
Laura baila con su hermano, Carolina con su cuñado. Le gusta como la lleva, sujeta, marcando los tiempos, no cambian de pareja en la pieza siguiente.
Raúl le dice al oído. “Esos dos bailan de competición, da gusto verlos”-
-“Ya sabes que llevan bailando juntos desde los 10 años, si no lo hacen bien es para matarlos. Lo nuestro tiene más mérito que sólo somos pareja en noches como ésta”- Le contesta Carolina con una sonrisa.
Otro tango clásico hace que las parejas se complementen más y se miren con una sonrisa cuando acaba y comienza un viejo rock de Elvis.
Ahí sí que es un espectáculo ver bailar a los dos hermanos, Caro y Raúl no danzan mal pero los revoloteos de la otra pareja son dignas de un concurso. Sigue otra pieza donde las proezas en la danza les llevan a acabar agotados. Se juntan los cuatro riendo. Vuelven a llenar las copas y tras otro brindis por el baile las toman en dos tragos. Al comprobar que no queda bebida, Raúl va a la heladera y trae otra botella que pone en el cubo de hielo.
- “Ahora otros dos bailes pero….con las parejas cambiadas, que no queremos que pasen envidia”- propone Laura tomando de la mano a su marido.
Esta vez el orden es inverso, primero un rock y luego un tango. Al bailar abrazados los cuerpos se pegan con una mezcla de cansancio y mimo, cuando acaban Caro besa a su marido en la boca, un beso tierno, dulce, cargado de cariño.
Es Raúl el que les dice que ya está preparado el próximo brindis. Beben el champagne despacio, mirándose entre ellos, los cuatro saben la ceremonia que viene a continuación. Una vieja balada romántica suena.
Raúl y Laura se quedan parados esperando. Juan frente a su hermana, Carolina ante su cuñado, y sin prisas al ritmo de la música comienzan a desnudarlos. Poco a poco van surgiendo los cuerpos de los dueños de la casa. Ambos son hermosos. Laura etérea, con unos senos como pequeñas peras en los que los pezones se yerguen orgullosos, la piel sonrosada, cargada de pecas, un pequeño triángulo de fuego en el pubis. Raúl, moreno, con la piel de bronce, musculoso, con el miembro grueso, largo, colgando entre sus piernas entreabiertas, depilado parece todavía más grande. No tiene vello en la piel, sólo su cabello negro que sin cortar cae hasta los hombros, dándole una imagen de dios salvaje.
Los desnudos besan a los vestidos sin apenas rozar los cuerpos.
Repiten a la inversa la operación. Son ahora Juan y Caro los que quedan desnudos. Juan es un enorme vikingo, fuerte, peludo, como un oso de juguete casi colorado. La verga muy gruesa está empezando a levantarse.
Desnuda es cuando puede comprobarse cómo es Carolina. La piel muy clara, los pechos erguidos, como dos montañas donde los pezones son las cumbres sonrosadas, la cintura estrecha, las caderas amplias, el monte de Venus una almohadilla depilada que permite ver el principio de su sexo.
La enorme belleza que oculta tras sus ropas.
La habitación está cargada de erotismo, pasión y también de amor.
Vuelven a llenar las copas, esta vez entrecruzan los bazos para el brindis.
- “Por nuestra felicidad y por nuestro amor”-
Beben las copas de un trago y las dejan sobre la mesa. Ha vuelto a sonar un tango, la voz de la gata Varela les lleva a unirse para el baile.
Laura lleva a Carolina , Juan a Raúl. Los cuerpos desnudos se pegan llevando el ritmo meloso y perverso de la cantante porteña.
Carolina jadea apasionada, entregada en los brazos de su amiga. Mira a los hombres bailando, sus miembros han adquirido dureza, chocan las vergas, se rozan en el abrazo de la música. La danza es la excusa para la caricia, las manos recorren los cuerpos desnudos. El abrazo se hace más íntimo. Cuando acaba el tango, Caro no puede aguantar más, está empapada, su vagina es un fluir de pasión. Besa a Laura, le come la boca, es la expresión de una necesidad lujuriosa. Laura le devuelve los besos, la aprieta contra sí, coloca su muslo entre los de su cuñada, se restriegan, las vulvas húmedas acariciadas por la carne suave de la pierna piden más.
Van dejándose caer al suelo, se restriegan una contra otra.
- “Por favor ¡ cómeme!”- ruega Carolina.
- “Y vos a mí”- le musita Laura mientras, si dejarse de acariciarse, van girando hasta que las cabezas se acomodan entre los muslos.
Caro siente la lengua que lame su concha, ella se lanza al clítoris directamente, necesita chupar el botón sagrado. Se concentra en él. Su lengua juega con el pequeño apéndice, lo mima, lo siente crecer y lo toma entre sus labios sin dejar que la punta de su lengua se separe de la cabecita brillante. Nota la pasión de Laura que ha llegado a su más íntimo origen de placer con la boca, mientras un dedo tantea en su vagina hasta que encuentra el punto G que acaricia.
Caro pierde la noción del tiempo, estalla una y otra vez, no puede más. A Laura le ocurre lo mismo, y las dos abandonan su objetivo y apoyan la cabeza en el entre muslo de la otra.
Caro mira a los hombres enlazados , devorándose las vergas, acariciándose con lujuria, tocándose las partes más íntimas y recuerda cuando Laura le hizo la PROPOSICIÓN.
Estaban en Mar del Plata los cuatro, en un fin de semana largo, y fue ella la que le explicó que a Juan y Raúl les pasaba lo que a ellas. Estaban enamorados. Ni a ellas ni a ellos la sociedad les iba a comprender y más en el mundo cerrado de su barrio, donde siempre habían vivido. La solución a sus problemas era sencilla : una doble boda. Caro con Juan y Laura con Raúl. Taparían todos los chismes y habladurías.
Y lo hicieron sin prejuicios, una doble boda donde se fueron juntos de viaje de novios. Cada noche las mujeres a su habitación y los hombres a la suya.
Fue a los cuatro meses cuando empezaron a maquinar los embarazos, todos querían tener hijos.
Laura fue la primera. Un día en que estaba fértil, los cuatro en una habitación, ella la besó, la acarició y la tapó los ojos con un antifaz. Luego la poseyó con un arnés, cuando sintió que estaba totalmente sin retorno, se salió y entró Raúl, con la polla a punto de estallar por las caricias de Juan, se derramó en ella. No hizo falta más, se quedó embarazada.
Luego le tocó a ella, no le desagradó, para ser sincera, fue divertido. Laura con pancita de 5 meses, los chicos dispuestos, ella besando a su amor y Juan descargando su semen con una enorme ternura y rapidez.
Y allí estaban, felices, madres y padres de familia, envidia de sus amigos, los niños habían salido guapísimos y buenos y listos. Y ellos como siempre DOS PAREJAS NORMALES