Pareja madura (04: La decisión)

No es tan sencillo aceptar las consecuencias de los intercambios. Pero Mabel encontró la solución.

PAREJA MADURA IV: LA DECISIÓN

En realidad no pude dormir bien, apenas dormitar un poco, porque mi cabeza daba vueltas con tantos pensamientos. Decidí entonces levantarme y vi que Mabel dormía plácidamente, con gran serenidad, relajada. Esa imagen encendió más mis celos y estuve dispuesto a reñirla, pero sentí que no debía hacerlo.

Entré al baño a ducharme, mientras no dejaba de pensar en lo que había ocurrido y hasta dónde habíamos llegado con el juego que recién iniciábamos. Mientras dejaba que el agua corriera por mi cuerpo, ví de soslayo un cesto donde guardábamos la ropa interior usada y sentí el morbo de examinar la que mi mujer había utilizado en su noche de "farra". Eran una tanga y un corpiño blanco en los que busqué rastros de lo que había pasado. Los revisé por todos lados e incluso al trasluz sin detectar algo relevante. Los olí profundamente y aunque reconocí el aroma íntimo de Mabel tampoco había nada fuera de lo habitual.

Esta búsqueda y los celos que sentía, más la calentura de la noche anterior (mientras esperaba e imaginaba lo que estaría haciendo mi esposa), volvieron a excitarme, ganando una erección impresionante. Para serenarme, volví a la ducha sin dejar de pensar, de imaginar a Mabel con los que había estado. En verdad, quería que mi esposa se despertarse para poder reprocharle lo hecho.

Mientras daba vueltas por la casa, junto a su llavero había un trozo de papel con un número de teléfono. Comprendí que era el de sus nuevos amiguitos y que, por lo tanto, volverían a verse. En ese instante, Mabel comenzó a llamarme desde el dormitorio.

Me acerqué a ella con indignación, dispuesto a discutir. Sin embargo, se abrazó a mí y comenzó a besarme con toda la pasión, con frenesí. Su cariño atenuó mi ira pero igual quería decir lo mío. Comenzó entonces la mejor conversación que hayamos tenido y que definió nuestras vidas hasta hoy.

Dijo que siempre me había sido fiel y que, en cambio, yo muchas veces la había engañado, hasta con una de sus mejores amigas. Que antes de estas experiencias había dejado de prestarle atención y que, ahora, si la valoraba. Que ella lo necesitaba, dijo "mi culo está gordo, mis tetas se caen, pero sigo siendo una mujer, con necesidad de ser valorada". Y finalmente, lo principal: "Hugo, no te engañes, disfrutas sintiendo que otros me cojen, pensando que soy una puta. No sé si está bien o está mal, pero sé que es así. Creíste que dormía pero te estaba espiando, puede ver cómo se te paró cuando revisabas mi tanga, cuando la olías. Y eso me hizo sentir mejor que nunca, volví a sentir que te importaba. Puedes fingir que te sientes celoso o enojado, pero en el fondo sabes que lo disfrutas y así es como te amo".

Tenía razón, pero la interrumpí bruscamente preguntándole "y te gustó que te cogieran?". Respondió: "como te dije la noche empezó muy mal, pero esos dos pibes me mataron, me culearon un montón y exploté en orgasmos. Me encantó". Esa frase y su actitud volvieron a calentarme y, aunque seguía incómodo, extraño, en ese momento sólo quería penetrarla, hacerle sentir que también era un hombre. Me avalancé sobre ella, la tomé de la nuca y la obligué a chuparme el pene. Mabel se lo tragó casi todo y lo chupó con toda pasión, como cojiéndome con la boca. Con las calenturas de la noche anterior y de esa mañana y la eficaz mamada de mi esposa, enseguida estuve a punto de correrme en su boca. Ella lo advirtió y sacó mi pija de su boca, se acercó a mi oído y sabiendo que me tenía a su merced me dijo: "prométeme que ya no volveremos a discutir por este tema". En ese momento, le hubiera prometido cualquier cosa que me pidiera, pero tampoco quería dar el brazo a torcer inmediatamente así que demoré en responder, pese a que estaba muy, mu caliente.

Pero ya le había cedido la iniciativa y no es de quedarse atrás. Me dijo "recuerdas, cuando recién nos casamos y todo el tiempo me preguntabas quiénes habían sido mis amantes anteriores? cuántos habían sido y qué me habían hecho?. Siempre me negué a contestarte, pero sé que me escudriñabas tratando de obtener una respuesta. Eres así, lo disfrutas. Yo también, te lo aseguro, pero tu comenzaste con esta idea. Quiéres que te cuente con detalles qué hice anoche? cómo me cojieron? Si lo quieres, antes prometerás que no volverás a reñirme con este tema y si no cumples te perderé todo respeto". Naturalmente, no podía hacer otra cosa más que prometérselo, no sólo porque me lo impuso y yo estaba que volaba, sino porque comprendí que era lo que siempre había deseado.

Comenzó a acariciar suavemente mi pija y mis bolas, volvió a contarme de su frustración con el primo de Lito y cómo éste habló con sus vecinos de arriba, uno de los cuales era una especie de sobrino. Describió a los dos amigos precisando que uno era muy guapo y el otro muy feo, pecoso y algo bizco. Sólo que este último tenía una pija gigantesca que "me hizo ver estrellas" según sus palabras. Para entonces, abandonado a mi suerte de cornudo, le pregunté "qué tan grande?"; respondió "no sé como de 25 centímetros y muy gruesa, sobretodo eso. He visto muchas en mi vida y sé que ésta era una de las más grandes".

"El tonto de Lito (algo borracho) se fue a dormir y comencé a bailar con el más guapo llamado Ernesto, mientras Juancito (el otro chico) nos miraba. Enseguida, como estaba muy caliente y estaban algo tímidos, deslicé mi mano bajo su pantalón y le agarré la pija que estaba durísima. El comenzó a bajarse los pantalones y me arrodillé y comencé a chupársela. Juancito, en un sillón se limitaba a sobarse la suya por encima del pantalón. Le dije que no fuera perezoso, que se acercara. Cuando lo hizo, acarició mi culo y mi espalda. Le toqué su bulto y quedé impactada, no podía creerlo, era como tocar una botella. Dejé por un momento a Ernesto, bajé la cremallera de Juan e intenté sacar su pija, pero era tan grande que así –en erección- no pasaba por su bragueta. Con desesperación luché para bajarle los pantalones y allí salió el monstruo, grande, grandísimo y hermoso. Como pude me meti la cabeza en la boca y comencé a lamerlo. Después de unos pocos lenguetazos pasó lo más sorprendente. Juan retiró su pija de mi boca y confesó que jamás lo había hecho con nadie, que las mujeres lo rechazaban por ser feo y tímido y que, puesto que sería su primera vez, prefería penetrarme y no derramarse en mi boca. Le dije que las que lo consideraban feo, no conocían lo que yo había visto y que sería un placer desvirgarlo. Pasamos a otro dormitorio y allí entre los dos me desvistieron y se pusieron desnudos. Me acosté y lo llamé a Juan a mi lado, quien nerviosa y arrebatadamente intentaba penetrarme. Le dije que se serenara, que lo ayudaría. Hice que él se acostara boca arriba, me puse arriba de él, tomé su pene, lo acomodé en la entrada de mi vagina que estaba muy lubricada y yo misma comencé a metérmelo. Parecía que nunca entraba todo de tan largo que era. Con suavidad comencé a cabalgarlo, pero bastaron unas pocas sacudidas para que se corriera dentro mío, sin que yo pudiera llegar a mi orgasmo. No me molestó, pensé que ya aprendería a dar goce a una mujer".

"Fue el turno de Ernesto, a quien volví a chuparlo. Necesitaba ser penetrada, pero Juan había derramado tanta leche en mí que Ernesto me hizo poner boca abajo. Apoyó su pija en mi ano y comenzó a meterse hasta el fondo. Eso sí me dio gusto, me cogió con furia –como me gusta- y acabé dos veces antes que él se volcara dentro mío, fue delicioso. Se ve que Juan, por el atraso que llevaba y por lo caliente de la escena anterior, estaba de nuevo con su palo durísimo. Con toda ternura e inocencia me preguntó "me dejas?". Una mezcla de morbo y temor se apoderó de mí al pensar que ese pene gigante podía romper mi culo, pese a que está acostumbrado a recibir. Le dije que si pero con la condición que lo lubricara con una crema y que fuera entrando muy pero muy despacio y que se detuviera si así se lo indicaba. Apoyó su pijota, embadurnada con una crema y comenzó a forzar mi entrada. Como lo había imaginado, aprendía rápido pues aunque sentía algo de dolor, fue entrando muy despacio. Parecía que nunca terminaría de meterla, hasta que sentí sus bolas contra mis nalgas. Le pedí que se quedara quieto, sin moverse, hasta que mi culo se acostumbrara a semejante presencia. Después le dije, ahora sí amor, mételo y sácalo primero despacito y luego más fuerte cuando veas que voy llegando a mi orgasmo, te darás cuenta, pero aguanta no termines tan rápido, quiero disfrutarte. El inexperto me cojió como si fuera un maestro, me cojió tan bien que me hizo llegar dos o tres veces, era una delicia. Tras mi último orgasmo y como sentía un poco de ardor, le dije ahora sí mi macho derrama tu leche dentro mío, llename la cola. Y la verdad es que lo hizo, podía sentir las contracciones de su pijota lanzando varios chorros en mi interior. Le pedí que lo sacara despacito y con pocas fuerzas fui al baño. Apenas me senté en el bidet, sentí como comenzaba a caer el semen de ambos, pero sobretodo el de Juan. Era muchísimo. Con un dedo me toqué el ano y noté que aún seguía abiertísimo, como si jamás fuera a recuperar su estado normal. Aparte me ardía bastante por lo que les pedí que me pasaran la crema y me la puse en los bordes buscando alivio".

"Ya no podía volver a ser penetrada. Pero igual como agradecimiento les dí sus respectivas mamadas y tragué todo el semen que pude. Al fin y al cabo fui una especie de maestra para ellos. Te gustó mi amor? Di la verdad".

Había imaginado cada escena de su relato y disfrutado de esa imágenes mentales, estaba muy excitado y reconocí que sí, que lo había disfrutado. Le dije que necesitaba ver su culo, que había prometido darme todos los gustos. Me respondía que me dejaría verlo, pero no podía ni tocarlo y mucho menos penetrarlo por esos días. Se dio vuelta, separó sus nalgas y realmente tenía las huellas de la feroz sodomización, los bordes estaban rojísimos y tenía como pequeñas grietitas. Más aún se lo veía muy liso, pese a que habían transcurrido horas, como si hubieran desaparecido esas rugosidades naturales. Me pidió que con mucha suavidad le aplicara una crema humectante para poder recuperarlo. Lo hice y me dijo, ahora si ven, dame tu pija. Volvió a chupármelo y cerré mis ojos para imaginar lo que había pasado la noche anterior. La imaginé gozando como perra con cada cojida y comencé a sentir los espasmos de mi propio orgasmo. Ella se aferró mas fuerte de mí, para que no saliera de su boca y allí fue mi semen, uno de los mejores polvos de mi vida.

Nos quedamos en silencio y comprendí que nuestra vida había cambiado para siempre. Que habíamos tomado una decisión.-HUGO ( hsotoctes@hotmail.com )