Pareja liberal
- No te preocupes por mi marido. Él ya ha tenido su regalo de cumpleaños. Ha gemido como una mujer cuando me he puesto el arnés y le he dado bien duro con el nuevo pene de silicona. Se ha vaciado en las sábanas y duerme profundamente.
Juegos de pareja
- No te preocupes por mi marido. Él ya ha tenido su regalo de cumpleaños. Ha gemido como una mujer cuando me he puesto el arnés y le he dado bien duro con el nuevo pene de silicona. Se ha vaciado en las sábanas y duerme profundamente. Cuando le hago esto se queda plácidamente dormido e, incluso, amanece en la misma posición que le dejé, con el culo enrojecido y elevado por la almohada. Hasta mañana no se despertará. Tenemos toda la noche para nosotros. Nunca sabrá que en su fiesta de cumpleaños el mejor agasajado fuiste tú.
- Vaya jueguitos que os traéis. Quién iba a pensar que a Armando le gustara que le dieran por culo.
- No sólo le gusta, le apasiona. De hecho es como más disfruta. Me lo pide en ocasiones especiales como en su cumpleaños o en nuestro aniversario. También se lo hago cuando quedo con mis amigas para salir, así lo dejo tranquilo y no se queda esperándome toda la noche.
- Y es entonces cuando tú aprovechas para vivir la vida loca, ¿no?
- Eso es. Aprovecho entonces para salir con total libertad y para volver a casa por la mañana después de una noche intensa con las amigas y que suelo rematar en los brazos de algún eventual y fogoso amante que me deja rendida pero satisfecha.
- ¿Y Armando no se da cuenta de nada?
- Armando lo sabe todo. Me sinceré con él hace un par de años. Cuando empezó a sospechar de las juerguecitas que me corría cuando lo dejaba en casa con el culo destrozado.
- ¿Volvías demasiado tarde a casa, no?
- Y alguna vez sin bragas.
- Já já já.
- Volvía cuando ya se había despertado y estaba preparando el desayuno. Empezó a sospechar. Me veía que estaba descansada y me preguntaba dónde había dormido. La escusa de “en casa de una amiga” dejaba de tener fuerza cuando descubría sospechosas manchas en mis bragas, a veces auténticos charcos de la cantidad de semen que me escurría de la vagina.
- Pero, ¿no me digas que te dejabas las bragas tiradas en el suelo? Normal que se diera cuenta. ¿O es que lo hacías aposta para que lo descubriera?
- Já já já, qué listo eres. Efectivamente. Me daba un morbo tremendo quitármelas y dejarlas despreocupadamente encima de la cama, para que se diera cuenta, las cogiese y analizase, su humedad, su tacto viscoso, su olor y que dedujera por sí solo que su mujercita regresaba a casa bien follada.
- Qué retorcida eres. Y cuando llegó a esa conclusión ¿qué pasó?, ¿te montó la bronca mundial?
- No fue tan rápido. Aunque comprendió lo que pasaba desde el primer momento en que un día recogió mi tanga húmedo y se lo llevó a la nariz con cara extrañada para percibir el olor del macho que había llenado de semen las entrañas de su mujer.
- Su cara tuvo que ser un poema, me imagino…
- Imaginas bien. Le había dejado el cebo varias veces y no estaba segura de que ya lo hubiera descubierto. Pero llegó el día en que volví a casa de una de mis salidas nocturnas y mientras hablaba con él contándole la cena con mis amigas, me fui desvistiendo delante suyo y desnuda con las bragas en la mano me fui caminando al dormitorio, dejé las bragas en el suelo, a la entrada, imposible que no reparara en ellas. Yo le observaba por el quicio de la puerta del cuarto de baño que había dejado entreabierta. Con el ruido de fondo del agua de la ducha. Vi su cara de sorpresa, de decepción, de cabreo monumental, vi sus dudas, miró un par de veces la puerta del baño detrás de la cual yo me escondía observando sus reacciones. Y por fin vi su transformación. Miró al suelo y después al techo, se frotó la nuca con la mano y cerró los ojos mientras meditaba y se tranquilizaba. Se sentó en el borde de la cama. Por fin abrió los ojos observando la minúscula prenda que tenía entre sus dedos y que era prueba de mi infidelidad. Sorprendentemente, se las llevó de nuevo a la nariz y aspiró profundamente buscando la confirmación definitiva y hundió su nariz en la tela. Cuando se las apartó de su cara, percibí una mueca de resignación y un rostro de comprensión. Salió de la habitación con el tanga en la mano.
- Te salió bien la treta. Pero fue una indirecta muy directa.
- Cuando salí de la habitación después de haberme dado una larga ducha tonificante, me estaba esperando en la cocina, con el desayuno preparado. Sentado a la mesa de la cocina, había dispuesto una taza de café caliente, un par de tostadas en un plato y junto a éste mi tanga azul celeste extendido a modo de servilleta.
- Qué cuadro más bonito.
- Le besé en la mejilla de nuevo y le di las gracias por haberme preparado el desayuno. Me senté enfrente de él. Miré la improvisada servilleta y le miré a la cara. No vi intranquilidad ni reproche, sólo expectación. Y se lo conté todo.
- Así, ¿sin más?
- Así, sin más. Escuchó con atención mis motivos, mis necesidades y el relato de cómo y con quién había pasado la noche. Le noté aturdido y sin nada qué decir. Me levanté para abrazarle y decirle que le quería como siempre. En ese momento descubrí el bulto que su miembro formaba en el pantalón del pijama. Aunque él seguía callado, su pene había tomado la iniciativa y hablaba por los dos.
- Increíble. ¿Y entonces?
- Me despojé del albornoz y me quedé un par de segundos desnuda delante suyo. Seguía sin moverse, así que me acerqué a él y me senté a horcajadas sobre sus rodillas. Noté su inquietud y excitación creciente. Le besé profundamente e introduciendo mi mano por la abertura del pantalón liberé su pene. Aun en su mediocre tamaño, estaba durísimo y firme como un mástil, pocas veces lo había notado así. Una sola mano era suficiente para propiciarle el deseado alivio, así que con la otra atraje su cabeza hacia mí y susurrándoselo en la oreja, le relaté con detalle cómo un buen macho había montado a su hembra esa noche y había dejado su abundante semen muy dentro de ella marcando su territorio. En un rápido movimiento, tomé el tanga de la mesa y se lo puse en la nariz oprimiendo con fuerza, para que respirase las feromonas de aquel macho. Fue casi inmediato como ese aroma provocó un estímulo en su cerebro que desencadenó, con unos pocos movimientos de muñeca más, una reacción imparable. Chorros de líquido caliente se estrellaron contra mi vientre desnudo encharcándome más y más en una eyaculación que parecía interminable.
- Eres una fenómena.
- Cuando terminó de correrse y su pene se quedó en apenas el tamaño de su pulgar, lo solté y me levanté de encima suyo. Me fui al baño de nuevo a limpiarme y cuando regresé a la cocina para terminar el desayuno, él seguía en la silla sentado, dormido, con la cabeza colgando hacia atrás por encima del respaldo de la silla y las bragas tal y como yo se las había dejado al levantarme, sobre su cara, tapándole la nariz, impregnándose aún de ese olor. Estaba relajado y respiraba por la boca con tranquilidad, su pecho ya no se movía agitadamente como lo había hecho mientras le vaciaba con mi mano.
- Una imagen patética. Pobre Armando.
- De pobre nada. Había tenido el mejor orgasmo de su vida. Me quedé observándole y saboreando mí triunfo. Estaba doblemente satisfecha. Me había sincerado con Armando y ya no tendría que fingir y ocultarle nada y, por otra parte, le había procurado un placer inesperado y nuevo contándoselo, le había ayudado a aceptarlo y a aceptarse a sí mismo. Como dice una amiga mía: “una mujer tiene que ponerle la polla dura a su marido y no la vida”.
- Je, je, je, muy sabia tu amiga. ¿Y qué pasó después de ese día?
- Pues después de aquello, cuando se despertó media hora más tarde, por cierto con un dolor de cuello terrible por la postura, no mencionó nada y yo tampoco. Desde entonces sólo lo hemos mencionado de pasada como una anécdota y hemos asumido cada uno nuestro rol.
- Por cierto, si tu marido duerme a pierna suelta en la habitación de al lado después de una de vuestras sesiones especiales, eso significa que mañana esperará que vuelvas a sus brazos con el “depósito lleno”. Por tanto, se dará cuenta de que su amigo se habrá estado beneficiando a su mujer toda la noche. Joder, ¡qué putada!, no contaba con que Armando se enterase de esto.
- Já, ja, ja, sí que eres listo, sí, ya me lo avisó Armando. Ahora que te has dado cuenta, ¿tienes algún reparo en beneficiarte a la mujer de tu amigo durante toda la noche?
- Pues,…, creo que no. Si lo tiene tan asumido como dices…me imagino que no pondrá objeción a que yo tome provecho de esas circunstancias.
- No sólo no tiene objeción alguna, si no que además lo espera. Está más tranquilo sabiendo que su mujer está en casa y con un amigo que si estuviera por ahí fuera ligoteando con cualquiera y terminando en la cama de algún desconocido.
- Eso es amor, desde luego.
- No te quepa la menor duda. El mismo amor que yo le profeso.
- Bueno, ahora que están aclaradas las cosas, creo que después de que me chupes la polla un rato te voy a partir el culo hasta que grites basta.
- Así se habla cielo.