Parecía un día cualquiera...
A veces pasa, uno se enfrenta a un nuevo dia sin esperar nada nuevo, sin tener puesta en esas 24 horas siguientes, ninguna espectativa excepcional. A veces pasa, y la mas agradable de las sorpresas nos epera sin nisiquiera sospecharlo, tras la ultima esquina de nuestro recorrido diario.
Cuando salí del trabajo, eran poco mas de las doce. La noche estaba fresca, y una suave brisa barría las calles vacías que al mediodía, me habían abrasado de bochorno y de gentío.
No me apetecía irme a casa, así que se me ocurrió ir a tomar algo aprovechando la agradable noche. Como quería dar un pequeño paseo, y dado que la pereza se apoderó de mi a la hora de pensar a donde ir, decidí acercarme al bar de Ricardo; está cerca de la oficina, conozco al dueño desde hace mucho, y se que suele cerrar tarde.
El Rickys Night Cooffe acostumbra a ser un lugar tranquilo entre semana, y mas a medianoche, pero ya al acercarme a la puerta me di cuenta de que la música sonaba inusualmente alta. Al entrar, el abundante humo del tabaco, y el murmullo de casi medio centenar de personas me dieron la bienvenida. Cuando me vio, Ricardo, siempre tan amable y servicial, me indicó un rincón de la barra donde podría acomodarme, y casi al acto me sirvió una cerveza fría. Me senté y me dispuse a gozar de este pequeño placer lánguidamente.
Estaba entreteniéndome comiendo unos cacahuetes (que Ricardo me acercó sin darme yo cuenta) y observando a las gentes y al lugar, cuando de pronto mi mirada se tropezó, en el espejo que había detrás de la barra, con la de un muchacho joven, de unos 22 o 23 años, que en el acto me pareció arrebatadoramente hermoso. En el momento en que nuestras miradas se encontraron, el apartó la suya con un ademán tímido, y me pareció ver que se sonrojaba. Al principio no le di demasiada importancia, intenté recordar si le conocía, o si anteriormente lo había visto en el local. Pero en realidad era demasiado guapo como para haberlo visto anteriormente y no acordarme, así que al rato volví a buscar su imagen en el espejo. De nuevo su mirada se cruzó con la mía, pero esta vez el tardó mas en apartarla, dándome tiempo a esbozar una leve (y pícara) sonrisa.
Desde ese momento centré en el reflejo del espejo mis observaciones y, seguramente sin darme cuenta, empecé a mirarlo con descaro. Tenia el pelo corto, de color castaño claro, un rostro firme y anguloso, pero de una delicadeza extrema. Era un chico delgado, llevaba puesta una camiseta naranja y una cazadora negra, unos vaqueros oscuros ajustadísimos y unas zapatillas deportivas de color azul. Su piel bronceada, tornaba mas viva la expresión de sus ojos de ensueño de color verde.
De pronto me di cuenta de que lo estaba observando a conciencia, desnudándolo con la mirada y de que el, me estaba mirando a mi y probablemente se habría dado cuenta. Esta vez fue el quien esbozó la más sensual de las sonrisas. Algunos pensamientos lascivos cruzaron mi mente en ese momento. Sin dejar de mirar al precioso efebo, me acerqué al baño, aprovechando que el se encontraba con un grupo de chicos y chicas justo al lado de la puerta del servicio de caballeros. Cuando pasé junto a su lado, el muchacho, que me había estado mirando de reojo mientras me acercaba, se movió un poco hacia atrás, justo por donde yo intentaba pasar. No solo no me aparté para evitar el contacto, sino que intenté acentuarlo. Con mi mejor sonrisa, y la mas modulada de mis voces, le pregunté si me permitía pasar al baño mientras con mi mano izquierda recorría la mitad inferior de su espalda, hasta dar con el cinturón que le sujetaba los vaqueros.
Al entrar al baño a orinar (realmente me apetecía), ya no tenia el miembro en reposo absoluto, aquel muchacho me había puesto cachondo. Al salir, nuestras miradas volvieron a cruzarse, y de nuevo moviendo el él brazo, provocó el contacto. Yo me acomodé de nuevo en la barra, pero más cerca del baño, desde donde podía contemplar al chico, sin tener que mirar al espejo. Al cabo de poco rato se sentó a mi lado. Pidió una bebida, y sacó un cigarrillo mientras esperaba que le sirvieran la copa. Rebuscó entre sus bolsillos durante un momento y de pronto se volvió hacia mí.
-Perdona, ¿Tienes fuego?- Me dijo encarándome.
Aunque dejé de fumar hace un par de años, procuro llevar algún mechero en el bolsillo, siempre he pensado que es una costumbre absurda al no ser ya fumador, pero la conservo todavía, con mas razón si cabe, después de lo útil que resultó llevar uno encima ese día. Encendí el mechero, y el cogió mi mano entre las suyas para acercarlo al pitillo. En ese momento el contacto con su piel suave, y la contemplación de esas manos hermosas, volvieron a encender mi lascivia, y de nuevo volvimos a mirarnos a los ojos, de un modo breve pero muy intenso.
-Toma-, le dije, -quédatelo, no lo necesito-, proseguí.
-Tenlo tú-, respondió, -prefiero poder pedirte fuego cuando me apetezca otro cigarrillo.-
Y al decir esto me hizo un guiño, mientras exhalaba el humo de la primera bocanada, por encima de mi cabeza.
Era evidente que existía una química entre ambos, y que a los dos nos apetecía explorarla. Sin pensarlo dos veces le dije:
- Yo no fumo, así que es mejor que tengas tú el mechero. Por otra parte puedes pedirme lo que te apetezca, a lo mejor puedo ofrecerte algo mas que fuego.- Y esta vez el guiño fue mío.
Mientras con una mano guardaba el mechero en un bolsillo de la cazadora, me alargó la otra.
-Hola, soy Jorge.-me dijo
-Encantado de veras Jorge,-respondí mientras encajábamos,-yo soy David.-
-El placer es mío David.-
Y al decir esto, mientras tenia mi mano en la suya, cubrió las dos con la que le quedaba libre. Al sentir de nuevo su tacto volví a excitarme, así que alcancé otro taburete para sentarme. De este modo empezamos a hablar de nuestras cosas, nos contamos de manera superficial la vida que llevamos, nuestros trabajos, algunas de nuestras aficiones, y todo ese tipo de cosas. Al estar así hablando, el uno frente al otro sentados en dos taburetes, nuestras piernas se rozaban, sus rodillas buscaban el contacto de mis piernas y viceversa.
En algún momento, su pierna izquierda quedó situada entre las mías, y apoyaba el pie en el soporte del taburete donde yo estaba sentado. Alguien a su espalda se abrió paso hasta la barra empujando a Jorge, que corrió el taburete un poco hacia donde yo estaba. Entonces al sentarse de nuevo, su rodilla quedó a tocar de mi entrepierna. Ambos nos dimos cuenta, y ninguno de los dijo nada, así que seguimos charlando amigablemente. De pronto sentí su rodilla rozando mi paquete, al mirarle el sonrió y me acarició la entrepierna con ternura. Al cabo de un rato, mientras su rodilla seguía acariciándome mi ahora duro, tieso, y apretujado rabo, se nos acabaron las ganas de charla, y era obvio que los dos teníamos ganas de llevar mas lejos lo que habíamos empezado.
Acariciándole discretamente el muslo, le pregunté si le apetecía ir a otro sitio, diciéndole que ya estaba un poco cansado del ruido y la multitud del "Rickys" . Jorge era un chico listo, y parecia tener muy claro lo que quería en cada momento.
-¿Donde podemos ir a follar?.- me pregunto sin mas.
Su casa estaba cerca, pero el vivía con sus padres, y aunque aseguró que no pasaría nada si no hacíamos mucho ruido, me negué. No me apetece ya, a mis 30 años, ir echando polvos a escondidas, así que enseguida desestimé la idea. Le ofrecí ir a mi casa, que estaba a una media hora en coche, ilusionado con la idea de dormir con el después de desahogarnos. Pero respondió que no podía ser, que no había avisado en casa, y que prefería no dormir fuera.
Cuando ya me desesperaba pensando que las buenas expectativas iniciales, iban a terminar en una mamada en el asiento trasero del coche, se me ocurrió que podíamos ir a mi oficina. Estaba muy cerca, a esa hora ya habría pasado el servicio de limpieza, y entrando por el garaje subterráneo, evitaríamos las miradas y preguntas indiscretas de don Cosme, el viejo guardia de noche.
Efectivamente la oficina estaba desierta, iluminada tan solo por la pantalla de un ordenador que alguien había dejado encendido. Como ya conocía el lugar de memoria no me resulto difícil abrirme paso entre las mesas, los archivos y las papeleras hasta dar con mi despacho. Llevaba a Jorge cogido de la mano, y entre risas y nervios, mientras abría la puerta, me dijo que la situación le daba mucho morbo, lo agarré por la cintura, lo acerqué a mi e inmediatamente mi boca buscó la suya, que me esperaba abierta.
Mientras nos comíamos la boca, nos desnudábamos con torpeza, presa de la extrema excitación. Le quité a Jorge la cazadora y la camiseta mientras el desabrochaba mi camisa. Mientras yo besaba su cuello, el se apoyó en la mesa, nuestras manos buscaban nuestros respectivos miembros erectos, y nos apretábamos el paquete y las nalgas por encima de los pantalones.
Yo empecé a recorrer el pecho de Jorge con la lengua. El muchacho, que me había parecido delgado en el bar, resultó tener una constitución atlética y fibrada, y su piel morena se ceñía a su musculatura como un traje de malla hecho a medida.
Al lamer, acariciar, besar, y pellizcar sus pezones con mi lengua y mis dedos, estos se endurecieron, dándole a su pecho marcado y lampiño, un aspecto todavía más erótico.
Seguí lamiéndole el ombligo, y mientras el me acariciaba la cabeza le desabroché el pantalón, bajándoselo asta los tobillos. Debajo de un boxer negro y ajustado, adiviné el perfil de una linda polla tiesa, y el contorno de los que debían ser unos sabrosos huevos.
Yo le mordía el paquete, se lo tocaba, y jugueteaba con el por encima del boxer, y al final fué el quien quitándoselo me dijo:
-Chúpame la polla David, que me tienes a mil!!.-
No me hice rogar mucho. Ante la visión de tan lindo rabo, mi excitación también se disparó. Tenía Jorge una picha realmente bonita, no era especialmente larga ni gruesa, pero era linda y sabrosa. Yo jugueteaba con ella entre mis labios, la acariciaba con la lengua, y la volvía a tragar entera mientras le acariciaba los huevos. También estos me los llevé a la boca, gozando inmensamente de los atributos de Jorge. Mientras tocaba y acariciaba los huevos y la polla de Jorge con una mano, con la otra reseguía su cuerpo, reseguía su pecho, y su abdomen, perseguía el contacto con sus muslos torneados, con sus nalgas prietas y perfectas. Entonces Jorge, me cogió la mano exploradora y la llevó a su boca, mientras yo le comía el rabo, el se introdujo mis dedos índice y corazón en la boca, y los chupó y lamió largamente, después, incorporándose en la mesa, acompañó a mis dedos asta su raja, mientras con la mano libre separaba sus nalgas.
Yo seguía comiéndole la polla y los huevos exquisitos, mientras con mis dedos húmedos, reseguía su linda raja, entreteniéndome especialmente en aquel agujero que yo deseaba poseer.
Me quité los pantalones y los slips mientras me tumbaba en la moqueta del despacho, Jorge liberó sus tobillos y se tumbó junto a mi, de forma que podíamos chupárnosla mutuamente. Me encantó sentir su lengua recorriendo mi rabo, era muy excitante la sensación de tener la polla dura y caliente, recubierta por la humedad de su boca, que, golosa y experta, también se afanaba en lamer i tragar mis testículos. Yo seguía saboreando su linda pija, pero la nueva posición me permitía alcanzar más lejos con la lengua, después fe tragar sus huevos, me incorporé un poco para lamerle el escroto, entonces el se incorporó y se puso encima mío, ofreciéndome así aquel delicioso manjar que yo tanto anhelaba.
Le besaba, y mordía las nalgas, Jorge tenia un precioso culo, redondito, prieto, con unas nalgas perfectas divididas por una larga y estrecha raja, en cuyas profundidades se hallaba un ojete oscuro, que era en aquel momento, mi más oscuro, (y delicioso) objeto de deseo. Después de sisear por sus nalgas, deslicé mi lengua por su raja, separando un poco sus cachetes, mi lengua buscaba las proximidades de la entrada del muchacho, que al sentir mi lengua lamiendo y presionando su agujero, liberó su boca de mi polla para exclamar un gemido de placer intenso.
Después de ensalivar y estimular a conciencia el culo de Jorge, se había dilatado hasta el punto de que le podía meter cómodamente un par de dedos. Entonces me pidió que yo permaneciera tumbado, con cuidado se sentó encima mío, yo podía sentir como entraba cada milímetro, y como se iba retirando la mano con la que me la sujetaba. Cuando la tuvo toda dentro, empezó a moverse con mucha suavidad, me acariciaba el pecho mientras se lentamente se balanceaba de arriba abajo al tiempo que efectuaba un movimiento de rotación.
Los dos estábamos disfrutando mucho de aquello, le acariciaba el pecho, las nalgas, y también los muslos, mientras me regocijaba en la contemplación del hermoso cuerpo que estaba poseyendo. No pude evitar cogerlo de los brazos y acercar su torso sobre el mío para poder besarlo, el rudo movimiento resultó un poco doloroso para ambos, así que Jorge se incorporó dándome la espalda, apoyó una mano en mi escritorio, mientras con la otra separaba de nuevo sus nalgas al tiempo que decía:
-Clávamela David, métemela hasta el fondo.
Sin prisa, volví a penetrarlo, se la introduje despacio, y acompañaba mis movimientos con palabras amorosas dichas al oído del chico. Cuando estuvo toda dentro empecé a moverme más deprisa, le agarraba las caderas, apretándoselas a cada embestida, Jorge sudaba, tenía los ojos cerrados y no decía nada, emitía pequeños gemidos, y se mordía la piel de la mano. Yo cada vez me movía mas aprisa, lo tenia cogido del pecho y lo acercaba hacia mi con cada embestida, como ví que se estaba pajeando mientras me lo follaba, con una mano busque también el tacto de su polla, yo cogía su rabo y el cubría mi mano con la suya, no le habíamos hecho ni seis sacudidas, cuando eyaculó abundantemente, dejando pringada mi mesa. Yo no podía aguantar mucho mas, y le dije a Jorge que iba a correrme, al acto se desengancho de mi, se agachó y empezó a chupármela con fruición, no tardé mucho en salpicar sus mejillas y sus labios, llenando su boca de semen, Jorge siguió mamándomela, jugueteaba con mi picha entre los labios, y así estuvo un rato hasta que ya estaba desempalmado (tuve que pedirle que parara, ya que empezaba a ponerme firme otra vez). Entonces se levantó y nos besamos largamente, mientras nuestras manos acariciaban nuestros al completo.
Después de eso, nos vestimos y salimos juntos del edificio por el mismo lugar por donde habíamos entrado, ambos dentro de mi coche. Un par de calles mas arriba estando detenidos en el semáforo, bajó del coche sin mas. Antes de cerrar la puerta me dijo que nos volveríamos a ver quizás.
Durante el primer mes después de aquello, pasé por el bar de Ricardo más de una vez por semana; a medida que fue pasando el tiempo, fui espaciando las visitas siempre con el mismo resultado, nunca volví a encontrarme con Jorge. Aproximadamente un año después de nuestro encuentro cambié de trabajo, y me traslade a otra ciudad, perdiendo la esperanza de verlo por lo menos por aquella zona si es que realmente vivía por allí.
Y si bien es cierto que conocí a otros muchachos antes y después de Jorge, guardo de el un breve pero intenso, y sobretodo muy bello recuerdo.
De cómo, cuando, y de que forma conocí a otros chicos, me ocuparé en otra ocasión, si es que alguien tiene depositado en ello algún interés. Será hasta entonces pues!!