Paraíso Voyeur [04].

Dama Solitaria.

04 - Dama Solitaria.

Isadora Allman se estaba preparando para una nueva sesión de grabaciones. Quería contarle a su hija otra de sus primeras experiencias trabajando para Spy Cam; sin embargo muchas cosas ocurrieron durante una misma semana, o incluso un mismo día. Isadora se debatía de qué forma debería narrarle todo esto a su hija, sin generar confusiones. Mientras ordenaba sus pensamientos preparó un té verde y luego se sentó frente a la cámara. Dio un par de sorbos al té, y como si se tratase de una poción mágica para pensar con mayor claridad, la mente de Isadora se aclaró.

ーHola Melinda ーsaludó a la cámaraー. Sé que todavía no empezaste a mirar estas grabaciones; pero te prometo que te las voy a dar cuando me sienta lista para hacerlo. Quiero contarte otra de mis anécdotas, pero entenderás que yo pasaba muchas horas trabajando, vigilando esas cámaras. Hubo situaciones particulares que se dieron incluso en un mismo día; pero para no marearte tanto con detalles, prefiero ir centrándome en cada una de esas pequeñas historias, por separado. ーHizo una pausa para tomar otro sorbo de té, y prosiguióー. Voy a contarte


Durante las primeras semanas me vi envuelta en una feroz lucha entre la culpa y la tentación. Seguía pensando que las cámaras ocultas no deberían existir, hasta se me hacía terrorífica la idea de que alguien me espiara todo el tiempo, aunque yo no supiera nada. Si una persona está en su casa, espera tener al menos un poco de privacidad. Pero en este complejo de edificios nada era privado para la persona que ocupaba el puesto del vigía; esa era yo. Sin embargo la culpa se vio vencida en más de una ocasión por la maldita tentación. En mi interior latía una vena voyeurista que me pedía seguir mirando esas cámaras.

Una de las cosas que descubrí es que algunos inquilinos habían sido marcados como “Personas de Interés”. Al parecer el finado Reynaldo Noriega no quería perder el tiempo con personas que llevaran una vida demasiado simple y aburrida. Y sí, debo admitir que, con el tiempo, empecé a marcar mis propias personas de interés.

En aquel entonces una mujer que marcó Reynaldo captó mi atención; pero no porque llevara una vida sexual loca y desenfrenada, sino porque había espiado su vida durante varios días y no vi absolutamente nada fuera de lo normal. Entonces la mujer pasó a ser interesante… justamente porque no lo era. Es decir, quería descubrir por qué Reynaldo la consideraba “de interés”.

Esta mujer se llamaba Mariela Rufino, era una solterona de unos cuarenta y ocho años. Vivía sola. Muy sola. En los días que la espié (y fueron más de diez) no la visitó ni una sola persona.

Empecé a sospechar que Reynaldo se sintió atraído por Mariela y por eso la etiquetó. No puedo culparlo, se trata de una mujer muy bonita. Algo entrada en kilos, pero esto le da un aspecto aún más atractivo y curvas más prominentes. Se tiñe el cabello de color caoba y lo usa corto, con un peinado un tanto antiguo. Parece una mujer salida de los años setenta, incluso su forma de vestir está desfasada. Usa vestidos con estampados pasados de moda y se maquilla como si viviera en los años cincuenta. Me partió el alma verla sola, maquillándose, para que nadie la viera. Pero casi todos los días dedicaba una hora completa a darle color a su cara, de facciones redondas.

Si Reynaldo se sintió atraído hacia ella, seguramente disfrutó al ver lo que hacía Mariela en su dormitorio, minutos antes de dormirse. La primera vez no quise verlo, apagué la pantalla y me puse a leer un libro; pero no pude concentrarme en la lectura. Mi cerebro no dejaba de recordarme lo que Mariela estaba haciendo. Descubrí que lo hacía con bastante frecuencia y yo, que aún tenía ciertos valores éticos, procuraba darle privacidad en ese momento. Sin embargo, un día no pude resistirme. Dejé que la imagen corriera a sus anchas en la pantalla y vi cómo Mariela Rufino se desvestía completamente y comenzaba a masajear sus grandes tetas (eran casi del mismo tamaño que las mías). Lo que me sorprendió fue que, para ser una mujer chapada a la antigua, tenía la concha completamente depilada. Tal vez eso formara parte de su ritual solitario para mejorar su imagen. Una de las tantas cámaras ocultas de la habitación estaba ubicada justo delante de la cama, por lo que pude ver perfectamente cómo Mariela abría sus piernas, para mostrarme sus carnosos labios vaginales, y empezaba a acariciarlos.

Dicen que si un mono ve a otro masturbándose, le darán ganas de hacer lo mismo. Bueno, yo debo ser un poquito mona, porque cuando vi a Mariela haciéndose la paja, inmediatamente me quité el pantalón y la tanga. Me masturbé viendo cómo ella lo hacía e incluso intenté imitar sus movimientos, para saber qué estaba sintiendo. Mi pecho latió a toda potencia y yo sabía que lo más interesante de todo el asunto era estar espiando a alguien. Eso era lo que realmente me daba morbo… aunque en aquel momento no lo hubiera admitido ni aunque me sometieran a tortura.

A pesar de que estaba sola, al menos podía afirmar que Mariela pasaba un buen momento durante casi todas las noches, se daba unas frotadas de concha espectaculares, que incluían eróticos gemidos, sacudidas en la cama y momentos de clímax con dedos entrando y saliendo de su húmedo agujero a toda velocidad.

Después de haberla espiado un poco más de diez días, ocurrió algo inesperado con la computadora que usaba para controlar todo. El programa que diseñó Reynaldo volvió a encenderse automáticamente y, en un video, este señor barbudo de voz grave me explicó que si yo mostraba interés en la vida privada de los inquilinos, entonces podía acceder al archivo que él mismo había guardado. Horas y horas de grabaciones con excelente calidad de imágen. Y aquí fue cuando la situación empezó a parecerse a un juego, más que nunca. Descubrí que otra de las grandes aficiones de Reynaldo (además de espiar gente), era diseñar videojuegos. Incluso encontré algún jueguito independiente diseñado por él, que logró ser un éxito de ventas. Programar estas funciones para él habrá sido una tarea sencilla, y adictiva… lo sé porque me ocurre lo mismo al pintar cuadros y al dibujar. Es apasionante dedicar tiempo a una tarea que te gusta tanto. Reynaldo diseñó este programa como si fuera un videojuego y, como ya había superado la fase del Tutorial, el juego empezó su primera fase real.

No quiero extenderme demasiado en explicar todas las aristas de este juego ahora mismo, te iré diciendo lo que es importante cuando llegue su momento. Lo que sí puedo destacar ahora es que el juego se basa en un sistema de puntos. Resulta que cada vez que dedico tiempo a meterme en la vida privada de los inquilinos, ganaba puntos. Sí, así como suena. Se me otorgaban puntos por hacer algo poco ético. Pero repito: para Reynaldo Noriega ésto era su pasión.

¿Y para qué servían estos puntos?, te estarás preguntando. Servían para muchas cosas, lo importante ahora mismo es que sepas que con estos puntos podía “desbloquear” archivos grabados por Reynaldo (cuando él estaba vivo, por supuesto). Esto me permitía espiar el pasado de los inquilinos de cada edificio.

¡Ay, Melinda! Esta fue mi perdición. Sí, reconozco que espiar gente me genera un morbo inmenso, y que tenía la mejor tecnología para hacerlo. Pero lo que realmente hizo que esto se volviera una adicción, fue el juego que Reynaldo Noriega decidió llamar: “

Paraíso Voyeur

”. Un título muy apropiado, dadas las circunstancias.

A mí se me pagaba por las tareas de vigilancia en el edificio, lo de espiar gente se podría considerar un “bonus”. Pero desde ese momento este “bonus” empezó a generarme beneficios que iban más allá del propio placer de espiar gente: ¡Ganaba puntos!

Sé que te gustan los videojuegos, Melinda. Te pasás muchas horas al día con ellos, y también sé que te volviste un poquito adicta a algunos de ellos. Bueno, imagino que eso lo sacaste de tu madre. Ya sabrás cómo me sentí. Ese sistema de puntos que podía cambiar por recompensas, se volvió una droga para mí.

Con los pocos puntos que obtuve durante mis primeros días de trabajo, desbloqueé un video de Mariela Rufino. Tenía unos cuatro años de antigüedad. Lo más interesante de estos videos es que a pesar de haber sido grabados tiempo atrás, me permiten seleccionar la cámara que yo prefiera, para ver la acción. Siempre y cuando esa cámara haya captado algo, de lo contrario no puedo verla. Imagino que esa era la forma que tenía Reynaldo de ahorrar espacio de almacenamiento. Si las cámaras no captan movimiento, ni siquiera se encienden, por eso en lo departamentos vacíos no puedo ver nada.

Al ver el video descubrí por qué Reynaldo la había marcado como “Persona de interés”. La situación transcurrió durante una tarde en la que Mariela recibió una visita de un plomero-gasista. Al parecer su cocina no estaba funcionando bien, lo cual era cierto, porque ni siquiera el propio gasista logró encenderla. Se trataba de un tipo regordete, con ropa de trabajo gris, pero bastante pulcra, para tratarse de un oficio donde una persona se ensucia mucho. El sujeto debía tener más o menos la edad de Mariela y nunca llegué a escuchar su nombre. Así que lo llamaré simplemente “El Gasista”.

Desde el comienzo esta situación me resultó peculiar. Mariela estaba despeinada y tenía puesto un camisón blanco que transparentaba un poco. Sus pezones se traslucían y era evidente que debajo solo tenía puesta una tanga pequeña. Ella le pidió perdón al Gasista por atenderlo en ese estado, dijo que se quedó dormida más tiempo del que tenía previsto. No podía demostrar si eso era verdad o no, porque no podía ver más atrás en el video. Pero imagino que era cierto, se me hace muy raro que una mujer que dedica tanto tiempo a ponerse coqueta, aunque nadie la vea, decida abrirle la puerta a un desconocido con el pelo enmarañado y la cara sin lavar.

Mientras el Gasista trabajaba ella se arregló un poco la cara y el cabello; pero no cambió de ropa.

Fue hasta la cocina y allí el hombre le explicó que no entendía cuál era el desperfecto. En un momento él agarró uno de las tapas de los quemadores y ésta se escapó de sus manos, rodó por el piso y cayó a apenas un metro de donde estaba Mariela. Ella, sin dudarlo, se agachó para juntarla. Ese fue un gran error. Tal vez olvidó que solo llevaba puesto un corto camisón. Pude ver, desde otra cámara, el ángulo perfecto de Mariela agachándose. Sus grandes y blancas nalgas parecían una luna llena dividida a la mitad por una ajustada tanga… que ya se le estaba metiendo entre los labios de la concha. Por supuesto, el Gasista no perdió la oportunidad de admirarla. El tipo sonrió con picardía, como si no fuera la primera vez que ve a una ama de casa haciendo algo así.

ーLinda tanga ーdijo el tipo.

Mariela se enderezó como una regla plástica después de ser doblada, lo hizo tan rápido que sus tetas saltaron. Eso solo lo pude ver yo, con la cámara que estaba frente a ella, es una lástima que el Gasista se lo hubiera perdido.

ー¡Ay, por favor! ーdijo ella; estaba roja como un tomateー. No me di cuenta… ¡qué vergüenza! ーPor el tono de su voz, supuse que estaba aterrada de verdad. Esto no era un juego para ella. Había sido un error genuinoー. Es que… no tuve tiempo para cambiarme… ¡qué horror! Mejor voy a ponerme algo más discreto.

ーSi es por mí, se puede quedar así. Esta es su casa, usted tiene derecho a estar cómoda.

Ella hizo un amague para salir de la cocina, pero el Gasista, hábilmente, la retuvo explicándole detalles técnicos sobre qué podía estar ocurriendo con los quemadores, que no encendían. Al desviar el tema de conversación, consiguió que Mariela se relajara un poco.

El Gasista aseguró que el arreglo de la cocina sería costoso, porque al parecer había que hacerle una limpieza completa. Él tendría que llevársela a su taller y trabajar en ella.

ー¿Va a ser muy caro? ーPreguntó Mariela, preocupada.

Aquí es cuando las cosas empezaron a tomar otro rumbo… el Gasista se colocó detrás de la mujer y la tomó por la cintura, le habló al oído como si fuera un viejo amante. Me sorprendió que el tipo fuera tan atrevido, pero más me sorprendió que Mariela se quedara allí, bien quietecita, recibiendo un buen arrimón en las nalgas. La cara se le puso de todos los colores.

ーNo creo que una mujer que vive en este edificio deba preocuparse por el dinero ーdijo el Gasista.

ーNo se crea ーMariela habló con naturalidad, como si el sujeto no le estuviera acariciando el estómago, acercándose peligrosamente a sus tetasー. Este departamento me lo consiguió un familiar, él paga las expensas. Yo vivo gracias a la pensión que me dejó mi difunto marido… y no es mucho.

Así descubrí que Mariela no era solterona, sino viuda.

ーBueno, pero si es el dinero lo que le preocupa, siempre podemos llegar a un acuerdo.

El Gasista le dio un arrimón tan potente que obligó a Mariela a apoyar las manos sobre la mesada de la cocina. El tipo logró aferrarse a esas grandes tetas.

ーMire, no sé qué tiene en mente ーdijo Marielaー; pero creo que se hizo una imagen errada de mí. Yo no pretendía…

ーSeñora… si le contara la cantidad de veces que vi amas de casa haciendo el mismo jueguito, para conseguir un buen pedazo de pija, se quedaría helada.

ーPero yo no estoy haciendo ningún jueguito ーel tipo estaba moviéndose detrás de ella como si la estuviera cogiendo, sé que no hubo penetración porque él tenía el pantalón puesto; pero seguramente ella sintió muy bien ese pene erecto contra su conchaー. Yo soy una mujer “bien”.

ー¿Bien qué? ¿Bien puta?

ー¡No, claro que no!  ーse la vio claramente ofendidaー. Yo no soy ninguna puta. Voy a tener que pedirle que se vaya…

ーVamos, señora, ya somos grandes. No hace falta que le demos vueltas al asunto. ¿Usted quiere chupar pija un rato? Le puedo ofrecer la mía. Seguramente debe ser de las que se tragan toda la leche…

ー¡Para nada! Jamás haría algo así… yo no ando chupando… esas cosas.

ー¿Me va a decir que en todos sus años nunca se comió una buena pija?

ーNunca.

ー¿Y nunca fantaseó con hacerlo? ーMariela se quedó mudaー. Ah, me parece que sí… ーel Gasista se abrió la bragueta y dejó salir su verga ya bien erecta, comenzó a frotarla entre los labios vaginales de la mujer, mientras con otra mano le sobaba una tetaー. Señora, admita que usted está re caliente y que se muere de ganas de probar una buena verga. No se haga la difícil, esto queda entre usted y yo. Se lo prometo. Abra la piernas, déjese coger un rato, pásela bien… y yo le arreglo la cocina gratis. ¿Qué le parece?

Mariela dudó durante unos segundos. Debió ser un momento muy duro para ella, yo sí creía que ella era una mujer “bien”, una mujer que no suele andar acostándose con extraño y, mucho menos, chupándoles la verga. Sin embargo algo habrá provocado el Gasista en ella; tal vez fue que le hubiera prometido que todo quedaría en secreto; o bien porque el arreglo de la cocina sería gratis; yo me inclino a pensar que fue porque Mariela se sentía muy sola.

Ella cerró los ojos y se mordió el labio inferior, fue como si estuviera diciendo: “Sé que hacer esto está mal; pero no lo puedo evitar”. Bajó su tanga lo justo y suficiente como para que ésta cayera al piso, separó las piernas y apoyó otra vez las manos sobre la mesada. No dijo nada, no era necesario hacerlo.

El Gasista acomodó su grueso y venoso miembro entre los labios de Graciela. Por suerte había una cámara que me permitía ver todo esto bastante bien, aunque no tan bien como me hubiera gustado. Pero esto es parte del voyeurismo, una debe adaptarse a lo que consigue espiar, y en ese asunto me considero una privilegiada. Por supuesto que acompañé el momento haciéndome una buena paja… esa es otra las bases del voyeurismo. Hasta ahora no conocí ninguno que no se masturbara al conseguir espiar a otras personas teniendo sexo, si la situación se lo permite.

Mariela soltó un potente gemido cuando esa verga entró por primera vez en su concha. Fue un sonido que simbolizó el alivio de la energía sexual acumulada por años. Imagino que ella se habrá sentido de maravilla al ser penetrada de esa manera. Como el Gasista era un tipo poco sutil, no anduvo con vueltas. Se aferró a las grandes tetas de la mujer y empezó a darle duras embestidas, haciendo que el carnoso cuerpo de Mariela temblara con cada penetración. Ella comenzó a gemir como una actriz porno y estoy segura de que lo hizo porque lo sentía. Probablemente habían pasado años desde su última actividad sexual con otra persona y el Gasista le estaba dando una cogida maravillosa. Esto siguió durante unos minutos y de pronto el tipo se detuvo, con la verga aún dura.

ーBueno, tengo que irme. Después pasaré a buscar la cocina.

Tanto Mariela como yo nos sorprendimos de que el tipo interrumpiera el acto sin haber eyaculado siquiera.

ー¿Ya se va? ーPreguntó la mujer, con las mejillas muy rojas.

ーSí, es una lástima que tenga que irme… a mí me gusta que me chupen la pija, sin eso no puedo seguir.

ーSe la chupo ーdijo Mariela al instante, dando un paso hacia adelanteー. Se la chupo todo lo que quiera, pero no se vaya.

ーNo señora, usted ya dijo que no anda haciendo esas cosas, y se lo respeto. Lo que yo busco no es una señora “bien”, sino una puta que me coma la pija y se trague toda la leche.

ーPuedo hacer eso ーaseguró Mariela, con desesperaciónー. Se la chupo y me la tomo toda… si es que usted puede volver a…

ー¿A cogerla? ーÉl se acercó, con una mano la tomó de la barbilla y con la frotó la conchaー. Estás bien mojada… ¿eso querés? ¿Tenés ganas de que te siga cogiendo, como a una puta?

ーSí… sí… eso quiero.

ー¿Y me la vas a chupar para que te coja, o porque te calienta hacerlo?

Ella dudó unos segundos, y al final decidió ser sincera, por más humillante que fuera:

ーPorque me calienta… hace rato que quiero chupar una verga… y que me acaben en la boca.

ーEntonces, ¿qué estás esperando? Empezá a chupar.

Ella sonrió con timidez y se puso de rodillas. Fue instantáneo, abrió la boca y se tragó buena parte de esa pija. Empezó a mamarla demostrando que no tenía mucha experiencia en el asunto, aunque le ponía mucho entusiasmo. Probablemente ese era el primer pete de su vida… espero que lo haya disfrutado mucho. Es re lindo chupar vergas.

Sí, Melinda, sé que te va a resultar chocante que tu propia madre te esté diciendo esas cosas; pero si grabo estos videos es para que, entre vos y yo, no existan secretos. Me gusta chupar vergas y espero que algún día vos también puedas disfrutar de esa experiencia tan linda… y te doy un consejo de madre: Dejá que te acaben en la cara… y en la boca. Da un morbo increíble.

Seguramente eso lo descubrió Mariela, después de estar unos minutos dele tragar verga. El Gasista eyaculó cargados chorros de espeso semen que empezarona  cubrirle toda la cara, y la lengua. Ella masturbó al tipo todo el tiempo y cuando salió la última gota, tragó todo el semen que tenía la boca. Mariela sonrió con alegría.

ー¿Te gustó, putita? ーpreguntó el tipo. Ella asintió con la cabeza, aún algo tímida; pero con una gran sonrisaー. Bueno, ahora te voy a seguir cogiendo… con la carita llena de leche, que te queda muy lindo. ーElla soltó una risita tontaー. ¿Tenés un lugar cómodo para ponerte en cuatro?

ーMi pieza.

Mariela se puso de pie y tomó de la mano al tipo, no se limpió la cara, lo cual agradezco. Fue muy morboso verla con esas líneas blancas decorándole la sonrisa. Cuando llegaron al dormitorio, ella no perdió el tiempo. Se puso en cuatro sobre la cama y con ambas manos abrió sus grandes nalgas, mostrando el interior rosado de su húmeda concha.

El Gasista la agarró de los pelos y empezó a montarla como si ella fuera una puta barata. En el dormitorio había más cámaras, lo que me permitió disfrutar de la escena desde varios ángulos diferentes. Por supuesto lo más lindo fue ver las penetraciones, que eran potentes y seguían un ritmo constante; sin embargo debo reconocer que me calentó mucho mirar la expresión de gozo y placer en la cara de Mariela. Ella parecía estar disfrutando de verdad, y eso me alegró mucho.

Antes de irse, el Gasista volvió a darle de tomar la leche, y ella lo recibió con muchas ganas y no tuvo ningún problema en tragarla.

Definitivamente Mariela Rufino se convirtió en una “Persona de Interés” para mí y con ella di mis primeros pasos en este juego llamado “

Paraíso Voyeur

”. Tengo más cosas para contar sobre ella; te las voy a narrar en una próxima ocasión. Te quiero mucho, Melinda. Espero animarme pronto a mostrarte todos estos videos. Aún me da un poquito de miedo saber cómo vas a reaccionar; pero sé que no lo puedo posponer eternamente.