Paraíso de Masoquistas (14)

Nadia y Luba son juzgadas y condenadas. La noche antes de la ordalía son custodiadas por unos lujuriosos guardianes.

Al día siguiente Luba y Nadia fueron juzgadas en  una sala del Krak por un severo y despiadado juez. Por respeto al tribunal a las dos mujeres se les permitió cubrirse por unos momentos con unos ásperos uniformes carcelarios, pero por lo demás tuvieron que acudir a la sala del juicio amordazadas y con las manos atadas a la espalda por unos pesados grilletes  que se conectaban a los tobillos por una larga cadena.

En realidad, aquello fue un simulacro de juicio, y a las acusadas sólo se les concedió un abogado de oficio.  Nadia y Luba debieron pensar que ese tipo había hecho la carrera de derecho  por correspondencia pues apenas abrió la boca para defenderlas y todo el rato se comportó ante el juez de una manera mendaz y sumisa. Entre tanto, un rosario de testigos de la acusación relataban con todo lujo de detalles los depravados crímenes que esas dos lesbianas habían cometido contra la moral y la ley, la mayor parte de ellos infundados. A las acusadas ni siquiera les permitieron quitarse la mordaza para poder hablar o defenderse.

Finalmente, tras poco más de una hora de juicio, el juez las declaró culpables de todos los cargos y las condenó a un año de prisión. Las dos jóvenes oyeron la sentencia con la cabeza baja y no pudieron evitar un escalofrío cuando el juez relató los detalles de la que sería su primera ordalía pública.

Según dictaba la sentencia, Nadia y Luba serían conducidas al día siguiente muy temprano hasta la plaza mayor y allí  sufrirían tormento sobre un patíbulo.... “hasta que el sol se encuentre en su cénit. Entonces se procederá a su crucifixión y no se les bajará de las cruces hasta el ocaso a menos que su vida corra peligro”.

Las dos jóvenes se miraron entre excitadas  y avergonzadas.

Además el juez consideró que  su tozudez en confesar sus faltas debía ser considerado un agravante por lo que  sentenció a las dos lesbianas a un castigo especial y nada usual.

“..por último, una vez crucificadas se les marcará la piel con un hierro al rojo. La marca revelará a todos su depravada condición de lesbianas por el resto de su vida.”

Al oir esto último la pobre Luba ahogó un grito y casi se cayó al suelo. Incluso la valiente Nadia sintió cómo se le aflojaban los esfínteres de miedo.

Con un mazazo sobre la mesa, el juez sancionó la sentencia y dio por finalizado el juicio poniendo a las condenadas bajo la custodia del teniente Mahmud y sus hombres.

Era costumbre que antes de sufrir su primera  ordalía pública, las condenadas pasaran la noche en una celda especial custodiadas por los mismos ocho guardianes que las conducirían al suplicio. Éstos tenían la obligación de prepararlas. Así un barbero debería afeitarles la cabeza al cero y procedería a volver a afeitarles la entrepierna y los sobacos. Todo ello para “facilitar  el trabajo a los verdugos”. Además una hora antes de conducirlas al castigo deberían administrarles el correspondiente enema y limpiarlas concienzudamente por dentro y por fuera. Por último se les drogaría con un cóctel de estimulantes. De hecho, a lo largo de la jornada se les tendría que drogar repetidamente para evitar que perdieran el sentido durante la tortura.

Aún faltaba mucho para eso, la espera hasta el día siguiente iba a ser larga y tediosa, por eso  los  guardianes acostumbraban a divertirse con las prisioneras. Ahmed lo permitía pues lo consideraba un pago por los servicios especiales que esos hombres tendrían que hacer con ellas.

Como decimos, la fama de esas dos lesbianas masoquistas se había extendido por toda la prisión, de modo que decenas de guardias pugnaron por disfrutar del privilegio de “encargarse” de ellas esa noche. Sólo a ocho de ellos les había tocado en suerte tan dulce tarea, pero eso no impidió que éstos se dejaran corromper para que varias decenas de guardias más pudieran tomar parte en la orgía nocturna.

De hecho, nada más terminar el juicio, a Nadia y Luba se las llevaron al cuerpo de guardia donde ya les esperaban unos cuarenta lujuriosos soldados medio borrachos que habían pagado un buen dinero por estar allí. Al verlas entrar, los soldados se pusieron a silbar y gritar y al de unos segundos todos repetían a coro que las dos mujeres se desnudaran. Probablemente las dos amantes  pensaron que las iban a permitir descansar en su jaula hasta el día siguiente pero se equivocaban.

Sonriendo con cruel lujuria, un soldado se puso a rasgarles los uniformes y en pocos segundos las dos estaban otra vez completamente desnudas e indefensas ante todos aquellos machos salidos. Éstos no tardaron en abalanzarse sobre ellas.....

Nadia sintió como un montón de manos le sobaban y tocaban todo el cuerpo al tiempo que la separaban de su amante. Un guardia borracho la agarró entonces por la cintura e hizo todo lo posible por besarla en la boca. La joven se resistió todo lo que pudo apartando la cara, pero al final claudicó y dejó que ese tipo le metiera la lengua hasta dentro mientras otros pervertidos les estrujaban la tetas y le metían mano por todas partes.

En un momento dado alguien obligó a Nadia a ponerse de rodillas y entonces la mujer se vio  rodeada por no menos de seis pollas que olían a orina que echaba para atrás. Fugazmente la joven vio entre las piernas de los hombres a Luba también arrodillada, que ya tenía una polla metida en la boca abultándole el carrillo. Eso le provocó un mareo de placer y se dispusó a meterse en la boca el miembro que tenía justo delante.

Nadia se puso a felar todas esas pollas sin orden ni concierto, entregándose a la orgía sin importar con quién follara. Entre tanto, los soldados la zarandeaban brutalmente sin dejar de magrearle las tetas hasta dejárselas doloridas y enredarle en sus intimidades sin ningún freno.

En cierto modo ese era el paraíso tan ansiado de la bella masoquista. Ya sólo era un objeto de placer en manos de decenas de sádicos y pervertidos completamente desconocidos. Ya no había contraseña ni safeword que le librara de meses de esclavitud, sólo el consuelo de que junto a ella se encontraba su amada Luba corriendo su misma suerte.

Algunos de esos tipos debían tener las pelotas llenas, pues sólo con chupársela durante unos minutos empezaron a correrse en la cara de las dos muchachas, transformando aquello en un asqueroso bukkake. Nadia sintió los goterones tibios de lefa impactándole en la cara y cerró la boca sin poder evitar que parte le entrara dentro. De hecho, al ver que escupía, los soldados le obligaron a abrir la boca para correrse dentro y tragarse el esperma. Por supuesto las dos obedecieron.

Decenas de tíos les echaron así su simiente, pero lógicamente las chicas no pudieron tragar todo de modo que al de unos minutos tenían toda la cara y el cuerpo perdido de ese pringue viscoso y blanquecino.

Llegado un cierto momento, a los guardias les debió parecer desagradable seguir follando por la boca con dos tías que estaban tan sucias así que decidieron limpiarlas, pero en lugar de hacerlo con las mangueras, le cogieron a Luba de los pelos y la llevaron hasta su amante.

  • Limpiaos con la lengua una a la otra, zorras.

  • Sí como si fuérais gatos, ja, ja.

En realidad y a pesar de la asquerosa perspectiva, las dos mujeres no se resistieron ni lo más mínimo. En su lugar empezaron a besarse y lamerse la una a la otra con pasión limpiándose el esperma sin mayor problema. Al principio empezaron a besarse y lamerse la cara la una a la otra compartiendo el semen con las lenguas, luego Nadia se metió los pezones de Luba en la boca succionando los goterones de esperma que se le habían acumulado allí. Luego volvió a su boca y las dos juguetearon un rato más con sus lenguas compartiendo el semen.

Los guardias estaban sorprendidos de tanta sumisión, no era la primera vez que se follaban a las condenadas, pero nunca habían visto tanta disposición a hacer cochinadas entre ellas.

Sin que nadie les dijera nada, las dos lesbianas siguieron limpiándose  una a la otra convirtiendo aquello en un sensual polvo. De hecho al de un rato, Nadia le comía el coño a Luba en el suelo, con la excusa de dejárselo bien limpio.

Los guardianes les dejaron hacer a las dos amantes  un buen rato animando con nalgadas a Nadia a hacer su trabajo, así hasta que Luba se corrió  de gusto. Entonces, un tipo que ya estaba desnudo y muy caliente se encaramó al redondo trasero de Nadia con ánimo de follársela.

El instinto de aquellos ignorantes se dirigía más hacia el ano de las mujeres que hacia su sexo, de modo que sin prepararla ni nada se dispuso a sodomizar a la bella lesbiana.

  • AAAYYY, qué daño, cabrón.

Nadia elevó el rostro del coño de Luba mostrándole un gesto de disgusto. Ese tío ni siquiera sabía dar placer a una mujer por el culo.

  • Espera, espera un momento, dijo entonces Luba incorporándose, déjame prepararla.

En realidad eso era algo a lo que ellas estaban acostumbradas pero los guardias se quedaron de una pieza al ver cómo Luba le daba un largo “beso negro” a su amante. Nadia permaneció a cuatro patas, pero pronto pegó su cara al suelo y se abrió las nalgas con las manos todo lo humanamente posible para que Luba le metiera la lengua bien adentro.

Luba le hizo el rimming como nos gusta a las mujeres, lamiendo alternativamente por delante y por detrás, despacio pero sin parar. Algunos guardianes no podían ni cerrar la boca y miraban embobados a las dos mujeres haciendo el amor, alguno se corrió sólo de ver aquello. Al de un rato Nadia tenía el gesto transido de lujuria pues tenía el ano totalmente dilatado mientras Luba la sodomizaba poniendo la lengua dura.

Estaba la bella Nadia a punto del orgasmo cuando un guardia apartó brutalmente a Luba y sustituyó su lengua con su propia polla.

  • AAAAAYYY

Esta vez Nadia gritó pero de placer cuando aquel bestia la enculó de una sola embestida. Eso dio pie a que varios hombres más se animaran y entonces continuó la orgía turnándose todos ellos en penetrar a las jóvenes. Volvieron a separar a una de la otra y se las follaron entre dos o tres a la vez por todos sus agujeros.

Llevaban así casi una hora cuando de repente alguien les interrumpió. Por un momento, los hombres dejaron de follar con las prisioneras pues les traían una tercera víctima.

Nadia no podía creer lo que veía, era Ahmed que traía a María de vuelta.

La joven María venía vestida con unos vaqueros y un sueter  y se notaba que había llorado a moco tendido.

Ahmed la llevó del brazo hasta donde estaba Nadia.

  • Ja, ja, imagino que te habrás llevado una sorpresa zorra,...... la que se ha llevado tu amiga ha sido mucho mayor.

María apartó la cara y dos lágrimas recorrieron sus carrillos.

  • Ya se creía a salvo en el avión y a punto de despegar cuando he vuelto a detenerla personalmente. Tenías que haber visto qué cara se le ha quedado cuando le han puesto las esposas y le han obligado a bajar del avión.

  • Usted me prometió..... por favooor.. y María se volvió a echar a llorar.

  • La culpa no es mía muchacha, dijo el muy hipócrita. El problema es que tuve que notificárselo al juez y él se ha  negado a ratificar tu indulto hasta estudiarlo en profundidad. Ahora está en una misión de vigilancia de la moral en una región bastante apartada así que no volverá en dos semanas. Entre tanto, ha ordenado que se cumpla la sentencia como estaba previsto, de modo que  ya sabes lo que te espera. Aquí  Ahmed no pudo disimular un rictus de sadismo.

  • ¡NO!.

  • Si preciosa, mañana serás conducida al patíbulo con tus amigas boyeras y sufrirás tortura con ellas todo el día.

  • No, por favor, no. María se arrodillló suplicando pero Ahmed no le hizo ningún caso.

Al oír eso Nadia y Luba se miraron entre sí y no pudieron evitar sentir cierta satisfacción.

  • Bueno muchachos, os dejo aquí esta zorra, por cierto, afeitadles la cabeza ahora mismo y quitadles todos los pelos del cuerpo que luego siempre hay que andar con prisas. Luego os podréis seguir entreteniendo con ellas el resto de la noche.

Ahmed se marchó del cuerpo de guardia y los soldados se dispusieron a cumplir la orden. Para afeitarles la cabeza a las tres condenadas habían habilitado un cepo situado a un metro del suelo y sostenido por varios sólidos pies derechos dispuestos a intervalos regulares. Mientras llevaban a Luba y a Nadia hacia el cepo, otros soldados fueron desnudando a María que no dejó de llorar y patalear como si eso le sirviera de algo.

Por contra, las otras dos mostraron una sumisión total y dejaron que las ataran al cepo sin ejercer ningún tipo de resistencia. De algún modo, ellas aceptaron mejor su suerte desde que supieron que esa asquerosa de María no se iba a librar.

Nadia y Luba colaboraron en meter la cabeza por un agujero del cepo y las manos en dos agujeros más pequeños que había a ambos lados de la cabeza. Los tobillos se los ataron a las patas mediante unas esposas, de manera que las dos quedaron en cuclillas, con el coño y el ano abiertos y goteando lefa. Cuando las iban a amordazar con bolas normales, uno de los guardianes sacó dos mordazas de latex en forma de polla y entre risas y burlas se las metió con la punta hacia adentro. Los dos penes-mordaza eran tan largos que las dos jóvenes tuvieron que abortar una arcada cuando se las metieron brutalmente y las ataron con una correa a la nuca.

Entonces se acercó el barbero y con una esquiladora eléctrica le empezó a cortar el pelo a Nadia.  La joven vio cómo los mechones de pelo intensamente rubio caían de su cabeza  al suelo, mientras los guardias que tenía delante se reían de ella.

De hecho, el barbero no tardó mucho en dejarla calva del todo y entonces se fue hasta Luba que esperaba indefensa a que la pelaran. Otro barbero tomó el relevo del primero y enjabonó la cabeza, los sobacos y el coño de Nadia para apurar bien hasta el último pelo con la navaja.

Entre tanto, los otros guardias habían conseguido arrancarle los pantalones y el sueter a María y tras rasgar la ropa interior la pusieron en el cepo junto a Luba a pesar de su rabiosa resistencia. De hecho tuvieron que doblegarla con varios toques de picana para que aceptara abrir la boca y que le metieran otra mordaza en forma de polla.

Los barberos eran muy diligentes así que no tardaron demasiado en pelar a las tres prisioneras y dejarles la cabeza como una bola de billar. Luego, como si estuvieran en una peluquería les acercaron un espejo para que vieran como habían quedado, mientras los guardias seguían burlándose de ellas y les decían cosas obscenas.

  • ¡Oh qué pena, con el pelo tan bonito que tenías! Le dijo un barbero a Nadia acariciándole la calva.

Las tres muchachas estaban ridículas totalmente calvas y ciertamente, con su cabellera  habían perdido algo de su belleza. Esa era una manera más de humillarlas y deshumanizarlas en el patíbulo.

Tras lo del afeitado los guardias las soltaron y volvieron a follarlas una y otra vez, así hasta que se cansaron. Sin embargo cuando ya parecía que sus guardianes empezaban a pasar de ellas, alguien propuso jugar a los dardos y entonces la orgía continuó.

Evidentemente no era la primera vez que jugaban a los dardos con las prisioneras pues todos los que estaban allí, en seguida entendieron de qué iba aquello.

Para ello utilizaron unos cepos similares a los que se había usado con las japonesas que fueron torturadas con avispas. A las tres chicas les obligaron a colocar las tetas en unos rebajes circulares del cepo y luego cerraron el madero superior sobre ellas. María las tenía un poco más pequeñas pero las generosas mamas de Luba y Nadia quedaron aprisionadas por el cepo semejando grandes globos violáceos.

Eso les echó finalmente para atrás. Los guardias juzgaron que podía ser peligroso clavarle dardos a María pues sus pechos no eran suficientemente grandes, así que la soltaron del cepo. De este modo se la llevaron a la otra esquina del cuerpo de guardia y allí la ataron de espaldas a los hombres con brazos y piernas bien abiertos. Alguien trajo una pistola de paint ball y empezaron a dispararle en el culo y las piernas desde diez metros de distancia. Ante los violentos impactos de las bolas de pintura en su trasero María empezó a gritar y a agitarse inútilmente.

Mientras tanto a Nadia y Luba siguieron preparándolas para el sádico juego de los dardos. Por la parte superior del madero que cerraron sobre los pechos  había otro rebaje circular donde  obligaron a las chicas a poner la cara. Hecho esto les colocaron  unos yelmos infamantes de metal que reproducían caras de animales y que servirían para protejerles la cara y el cuello de los dardos.

La última parte de la preparación fue pintarles unas dianas en forma de círculos concéntricos en los pechos. Éstos se los pintaron de vivos colores y con números crecientes según se acercaran al centro. Por supuesto el número 10 lo reservaron para un círculo rojo que no era otro que la aureola de los pezones.

Luba y Nadia fueron testigos mudos de la preparación del siniestro juego y finalmente cuando los jugadores se colocaron en posición de lanzar los dardos, uno de ellos  cogió una pluma de ave y se puso a hacerles cosquillas en los pezones para que se empitonaran y los lanzadores pudieran ver mejor su objetivo.

Los dardos tenían una punta corta de poco más de un centímetro  y terminaban en plumas de colores. Al principio, los tíos estaban tan borrachos que al lanzarlos no acertaban ni una y todos los dardos se clavaban en la madera. Las chicas veían aterrorizadas e impotentes cómo  esos bestias apuntaban y tiraban tomando sus mamas como objetivo. Como digo, al principio fallaron todas las veces y los dardos golpeaban secamente contra la madera clavándose en ella. Sin embargo, en un momento dado uno de los dardos se le clavó a Luba en la teta derecha a unos tres centímetros del pezón.

  • AAAAYYYY

Luba gritó como una descosida y su grito sólo quedó apagado por el yelmo. Los tíos vitorearon al lanzador que había acertado y siguieron con el juego. Por lo visto, poco a poco fueron atinando, pues otro dardo se clavó en la teta izquierda de Luba y casi inmediatamente otro más en la teta derecha de Nadia.

  • UUUAAAAY

Las dos mujeres lanzaban alaridos de dolor cada vez que se les clavaban en sus tetas aquellos odiosos dardos que quemaban como el fuego. Hasta treinta dardos fueron lanzados en pocos minutos  y siete de ellos acertaron en su objetivo. Cinco para Luba y dos para Nadia. Los hombres reían alborozados cada vez que acertaban y uno de ellos iba apuntando los resultados. Al parecer, el que ganara tendría derecho a acostarse con las dos lesbianas a la vez durante una hora y en una cama.

Por fin, los lanzadores se quedaron sin dardos, pero eso no fue problema pues arrancaron los que estaban clavados en la madera y en los pechos de las mujeres. Estas volvieron a gritar de dolor cuando les sacaron  los dardos y como tenían los pechos turgentes inmediatamente empezaron a manar gotitas de sangre que se deslizaron hacia abajo en  regueros serpenteantes que pronto se secaron.

Entonces los tiradores volvieron a los lugares de partida y comenzaron una segunda tanda.

  • AAAAYYYY

Esta vez fueron bastante más certeros y nueve  dardos se clavaron en las tetas de las dos muchachas mientras que sólo cuatro de ellos fallaban.

  • UUUUUUAAAYY

Esta vez el alarido de Nadia fue especialmente sonoro y espeluznante y la chica tembló de dolor y de rabia cuando un dardo lanzado con toda la fuerza le acertó en el centro justo del pezón izquierdo.

  • ¡Diez puntos!.

  • ¡Qué puntería!, ja, ja.

Esta vez el dolor no remitió de la misma y Nadia siguió gritando y temblando, pero eso no frenó a los tiradores que siguieron tirándoles dardos y acertando en sus mamas. Aquello era profundamente humillante, que tus tetas sirvan de diana a unos tipejos borrachos que te hacen sufrir sólo para divertirse. Nadia podía ver a través de la celada del yelmo cómo le apuntaban a sus propios pechos y cada vez que tiraban un dardo le daba un salto el corazón. Muchos no acertaban pero cuando uno se le clavaba con toda la fuerza sentía un relámpago de dolor en todo su cuerpo.

  • AAAAAAYYYYYYY

Dos dardos se le clavaron en las dos tetas casi seguido y como esos bestias la habían tomado con ella otro dardo le acertó de lleno  en el pezón derecho.

  • AAAAAAYY

Tras temblar de dolor otra vez la joven no pudo evitar mearse encima y desmayarse. Su cabeza cayó hacia delante y la muchacha quedó inerme.

  • Vaya, ha perdido el sentido, qué suerte ha tenido. Bueno tirad a la otra.

Inmediatamente Luba recibió una lluvia de dardos que le acertaron en las tetas con una diabólica cadencia.

  • AAAAYYYY

La pobre Luba gritó y gritó hasta que también le acertaron en las dianas de los pezones y ella misma perdió el sentido pocos minutos después.

Con las dos dianas desmayadas se terminó el juego y proclamaron al vencedor. Este se fue a recoger su premio y para despertarlas otra vez les fue sacando los dardos de las tetas.

  • Una, dos y tres, el tipo le sacó de un tirón los dos dardos de los pezones y Nadia despertó con un grito de dolor.  Entonces liberaron a las dos lesbianas, les quitaron los yelmos y el ganador se las llevó para follar a solas con ellas a una habitación aparte.

El resto de los guardianes que ya estaban bastante beodos, se quedó con un par de narices, pero en realidad aún les quedaba María para divertirse con ella. De hecho, la desataron inmediatamente y la llevaron hasta donde estaban los demás. La muchacha venía con la cara sucia de haber llorado. De todos modos lo peor era el culo que lo tenía con pequeñas moraduras de los impactos del paint ball. Uno de los guardianes que había estado disparándola se la mostró a los demás dándole vueltas para que la vieran  bien.

  • Bueno, y ahora los, dardos, preciosa.

A pesar de no tener tetas grandes María no se libró de los dardos, esos bestias le obligaron a meter la cabeza en el cepo y así de rodillas y a cuatro patas le pintaron una enorme diana en el culo.

Evidentemente acertarle en el trasero era mucho más fácil y María gritó de dolor cuando le clavaron el primero de los muchos dardos con que hicieron puntería.

Tras lo de los dardos, decidieron seguir humillando a las lesbianas, por eso las pusieron nuevamente en los cepos y uno de los guardianes especialmente habilidoso se puso a decorarles el cuerpo.

A Nadia le pintaron la cara de blanco y luego dos círculos rojos en los carrillos. Después le  pusieron nariz de payaso para lo que utilizaron la bola de una mordaza. Los labios se los pintaron muy gruesos y de un rojo intenso, luego el ojo derecho enmarcado en un gran rombo  verde chillón y el izquierdo  de azul. Sobre el ojo derecho le dibujaron una gruesa ceja negra haciendo un arabesco y por último una lágrima. Ese maquillaje le hacía parecer un clown con gesto entre triste y patético. El último aditamento fue una peluca rizada de color rosa chillón.

A Luba también le pintaron cara de payaso pero además le buscaron unos apósitos para que pareciera una cerda, así le buscaron un hocico y orejas postizos y donde termina la raja del culo le pintaron una cola enroscada de cerdo.

Por último, a María también le pintaron la cara de clown pero además  tuvo que llevar  un gorro ridículo de bufón medieval adornado de cascabeles.

Como Luba y Nadia tenían las tetas aún pintadas con las dianas, les clavaron varios dardos haciéndoles gritar de dolor y lo mismo hicieron en el trasero de María.

Una vez maquilladas de esa manera les soltaron de los cepos y les esposaron las manos a la espalda. Luego les ataron una cadena en la cintura formando una recua  con las tres Por último,  tras amordazarlas con las mordazas-pene las pasearon por toda la prisión espoleándolas con unos tenedores gigantes acabados en agudos pinchos. Lógicamente, muchos de los guardias con los que se cruzaron quisieron abusar de ellas y lo hicieron tras pagar la cantidad correspondiente.

Las humillaciones y violaciones aún continuaron toda la noche y cuando empezó a amanecer decidieron que era hora de hacerles la toliette. De este modo, una hora después de recibir el consiguiente enema, metieron a las tres condenadas en un furgón y las llevaron a la ciudad para sufrir el suplicio.

(continuará)