Paraíso de Masoquistas (08)
Nadia y Luba pasan la noche con la esperanza de ser liberadas ¿saldrá bien el plan que Nadia había dispuesto con el mercenario?.....
A la mañana siguiente muy temprano los guardias fueron a buscar a Luba y Nadia y tras despertarlas brutalmente con chorros de agua helada, las sacaron de la jaula tirándolas de los pelos y dándoles de bofetadas.
La rutina de las prisioneras siempre era la misma. Primero las llevaban hasta las letrinas para que hicieran sus necesidades delante de los guardias. Después un enema para vaciar los intestinos y una desagradable ducha con manguera y cepillos de puas.
Y por último el “desayuno”. Este consistía en una especie de gachas o galletas deshechas en leche que las prisioneras tenían que beber en una escudilla en el mismo suelo. Dado que no les desataban las manos en ningún momento, las reclusas tenían que lamerlo arrodilladas en el suelo como si fueran gatos.
Lo normal era que los guardianes les exigieran una mamada y que se tragaran todo el semen como parte del desayuno. En algún caso les echaban el semen directamente en las escudillas y luego tenían que terminárselo todo. Por último las chicas tenían que limpiarse unas a otras los restos de lefa que les hubiera quedado por el cuerpo con su propia lengua.
Si alguna prisionera dejaba caer una gota de semen al suelo, no se lo terminaba todo, o simplemente hacía asquitos al repugnante desayuno, era llevada al patio inmediatamente y allí se le azotaba y crucificaba. Esa era la norma.
Luba y Nadia sufrieron todo el ritual y tuvieron que exprimir la polla de ocho guardianes y beberse sus asquerosos brebajes.
Tras esto las llevaron al patio a hacer ejercicio. Todas las mañanas, las prisioneras del Krak debían formar en el patio como si fueran un ejército. Una vez allí debían hacer ejercicio al ritmo del silbato: flexiones, abdominales, carreras, etc. Las chicas tenían que hacer todo esto desnudas y espoleadas por las varas y látigos de los guardianes. Si alguna se hacía la remolona, era apartada del grupo para ser azotada y crucificada delante de las demás.
Nadia y Luba tenían una complexión atlética y estaban en forma, por lo que no tuvieron problema en mantener el ritmo del intenso ejercicio, a pesar de todo, después de cien flexiones casi seguidas estaban agotadas y en un baño de sudor.
Entonces empezó lo peor, los guardianes abrieron las puertas del Krak y al oir un disparo todas las chicas salieron corriendo como alma que lleva el diablo. Nadia no entendía por qué, pero igualmente siguió corriendo a Luba que entre jadeos la animaba a apresurarse. Una vez fuera, las jóvenes corrieron escaleras abajo hacia la falda de la colina donde se levantaba el castillo. Era una carrera enloquecida y peligrosa pues con los pies descalzos cualquiera podía tropezarse y caer escaleras abajo. Y sin embargo aquellas mujeres corrían frenéticamente con gesto de terror. Por fin, tras bajar corriendo todas aquellas escaleras llegaron al pie de la colina extenuadas.
Sin darles ningún respiro, los guardias les espolearon a seguir corriendo por una carretera polvorienta que rodeaba la colina y tras un par de cientos de metros llegaron al pie del camino de subida. Entonces con el corazón a punto de la taquicardia Nadia comprendió aterrorizada que tenían que volver a subir a la fortaleza corriendo por esa vertiente donde había ¡más de trescientos escalones!. A las jóvenes ya casi no les respondían las piernas y el corazón les latía a toda prisa, sin embargo los guardias repartieron algunos latigazos y ellas encararon las escaleras de subida como si les fuera la vida en ello. Durante el ascenso algunas mujeres caían al suelo de puro agotamiento pero volvían a levantarse, así sin parar hasta volver a entrar en el Krak.
No era para menos, pues a las perdedoras de esa terrible carrera les esperaba el látigo y la cruz o bien ir a parar a las cámaras de tortura del Krak. Algunas veces los guardianes perdonaban a todas las corredoras, otras veces sólo la última en llegar era crucificada, otras veces las cinco últimas, diez, veinte..... Todo dependía del humor de los guardianes esa mañana.
Nadia y Luba llegaron sin resuello y en un baño de sudor al patio del Krak, allí les hicieron formar y las volvieron a mojar de arriba a abajo con un nuevo manguerazo. Entre tanto llegaron las últimas casi cojeando y al borde del colapso. En esta ocasión las diez últimas chicas fueron aparatadas y llevadas hasta los postes de los azotes. Cinco de ellas serían crucificadas esa mañana mientras las otras cinco eran conducidas a las cámaras de tortura.
Ya estaban preparando el suplicio de estas diez cuando de pronto llegó Ismail con María. Esta venía también desnuda con las manos esposadas a la espalda y amordazada por una ballgag roja brillante de sus propias babas. María se sorprendió de ver allí a Nadia y las dos se cruzaron miradas de odio. Ismail ni siquiera se percató de esto sino que se dirigió directamente a Nadia y a Luba y tras sonreirlas con sadismo ordenó que las dos fueran esposadas, amordazadas y conducidas a la cámara de tortura n. 3.
Las chicas se miraron entre sí muertas de terror.
En cuanto el teniente dio la orden, unos guardias crueles les esposaron los brazos a la espalda y se las llevaron de allí junto a María haciéndolas caminar a latigazos. Cuando llegaron al pasillo de las cámaras de tortura había ya cinco mujeres colgadas boca abajo. Sin embargo, Nadia, Luba y María no tuvieron que esperar turno para entrar en la mazmorra, esta vez las tres lesbianas tenían preferencia.....
.....Cuando dos horas después el Coronel Ahmed entró en la cámara de tortura n. 3 vio satisfecho que habían cumplido sus órdenes al pie de la letra. Desde hacía mucho rato le esperaban allí sus tres víctimas: Nadia, Luba y María. Les habían quitado las esposas y las bolas de goma pero las tres estaban atadas a unos grilletes de la pared una al lado de la otra. A las tres les ataron con brazos y piernas abiertos y estirados al extremo formando tres grandes equis con sus cuerpos desnudos.
Por supuesto, para que no se aburrieran durante la espera les habían colocado cañas cortadas longitudinalmente y atadas entre sí por los extremos con gomas muy prietas. Con este ingenioso dispositivo les atraparon los labios de la vagina, los pezones y la lengua que lógicamente debían mantener exageradamente fuera de la boca.
Las tres tenían el torso brillante de babas, además los pezones y el sexo les dolía como el infierno. Luba y Nadia tenían más aguante, pero María lloraba sin cesar pidiendo por favor que le soltaran esas infernales cañas.
En una mesa situada a unos metros se encontraban los tres documentos que tenían que firmar y una gran variedad de instrumentos de tortura que parecían haber sido creados por el mismo diablo.
- Di a los otros verdugos que esta cámara estará ocupada todo el día, dijo Ahmed jovialmente a Ismail, quiero ir muy despacio con estas tres.
Cuando vieron entrar a los verdugos, las tres chicas se sorprendieron y el corazón se les aceleró. Sin siquiera dirigirlas una mirada, Ismail empezó a prepararlo todo, y cuando ya estaba listo se dirigió a las prisioneras esgrimiendo una picana eléctrica.
- Un momento, verdugo, dijo Ahmed. Antes de empezar tengo una sorpresa para la nueva. El coronel se fue a la puerta y la abrió. ¡Pasa! le dijo a alguien que esperaba en el pasillo.
Luba vio entrar a un europeo y entonces oyó la voz de Nadia a su lado, pero lo más llamativo fue el gesto de sorpresa e incredulidad de la joven.
E-he-he-ic, trató de decir Nadia impedida por las cañas que atrapaban su lengua.
Sí, soy yo preciosa. Efectivamente era Frederick Vouille, la persona que tenía que rescatarlas.
Luba comprendió consternada la reacción de su amiga. ¿Cómo podía ser?
- El mismo día que tomaste el avión para el Kemed, este hombre nos llamó para traicionarte, dijo el Coronel Ahmed triunfante.
Frederick sonrió con sádica crueldad al ver el gesto de consternación de las mujeres.
- Nos lo contó todo, quién eras, qué pretendías y cuál era tu plan. Muy ingenioso lo del dispositivo electrónico, sin embargo te ha servido de poco. Ya ves querida, tú misma te has metido en la boca del lobo para nada.
Las chicas miraron con furia al Coronel y a Frederick.
Lo más increíble es que ni siquiera ha pedido dinero por traicionarte, su única condición ha sido dejarle participar en tu tortura y la de tu amiga. Por supuesto hemos accedido encantados, aquí lo que faltan son verdugos. Ja, ja, qué estúpida.
¿Puedo?, dijo Frederick impaciente.
Por supuesto, adelante, la puta es suya, es lo acordado
Sonriendo con lujuria, el aventurero se acercó a Nadia y empezó a acariciar su cuerpo desnudo e indefenso.
La joven torció el rostro con desprecio cuando ese puerco empezó a acariciarla y se puso a agitarse rabiosa e histérica intentando desatarse inútilmente. De pronto, con la traición de Frederick se había esfumado la esperanza de escapar de allí. Ahora estaban en manos de Ahmed y sus sádicos secuaces, en un lugar secreto sin posibilidad de escape ni de rescate.
- AAAYYYY
La joven Nadia gritó de dolor cuando Frederick le retorció los dos pezones a la vez usando las cañas como si fueran hélices. El tipo nunca había estado en una sesión de bondage y menos con una belleza escultural como Nadia, por lo que estaba excitado pero un tanto desorientado.
Qué ingenioso es esto, dijo Frederick jugueteando con los pezones de Nadia sin parar de retorcerlos, sencillo pero efectivo.
IIAAAYYY
¿Te duele preciosa?, ja, ja, ja. Con esto no contabas ¿verdad?.
Al tipo le encantaba esa sensación de poder pues podía hacer lo que quisiera con ella sin que la joven pudiera defenderse, sólo retorcerse de dolor, gritar y llorar.
Efectivamente Nadia gritaba temiendo que los pezones se le reventaban y volvió a gritar cuando Frederick se los soltó y volvieron a su ser.
- Ayyyyy
La joven miró furiosa a su verdugo, jadeando de rabia e impotencia y entonces un incomprensible insulto salió de su boca.
¿Qué vamos a hacer con ellas?. Dijo el francés sonriendo sin dejar de acariciar a la bella Nadia por todo el cuerpo.
Lo que guste, ya se lo he dicho, puede atormentarla cuanto y como quiera. Aquí lo que sobra es tiempo.
Antes me gustaría follar un poco, desde el primer día que vi a esta tía en mi despacho lo llevo deseando.
Buena idea, adelante, dijo Ahmed, no hay que perder las buenas costumbres ¿verdad Luba?.
Entonces los tipos se pusieron a acariciar a las tres prisioneras a la vez y pronto empezaron a quitarles las pinzas de bambú que aprisionaban los labios de su vagina.
Frederick estaba empalmado desde que había entrado en aquella cámara y había visto desnuda y maniatada a Nadia y a sus compañeras. Desde el primer momento que Nadia había aparecido en su despacho se la había imaginado desnuda y ahora su cuerpazo no le decepcionaba en absoluto. El tio se sacó tranquilamente la polla y empezó a acariciarle con la punta del capullo los labios vaginales y el clítoris.
Ella respondió negando con la cabeza e insultándole, haciendo lo indecible por soltarse.
Mientras Ismail y Ahmed penetraban a sus propias “novias”, Frederick no se apresuró ni lo más mínimo con la suya. Antes de penetrarla quiso que Nadia estuviera cachonda y mojada así que siguió acariciándola en su sexo.
Al mismo tiempo, y aprovechando que la joven tenía la lengua fuera, Frederick se puso a lamerla con la suya propia y a besarle en los labios. Al principio Nadia lo rechazó torciendo la cabeza con rabia, pero al de un rato y ante la insistencia del hombre la muchacha tuvo que claudicar sin dejar de mirarle furiosa.
- Ven aquí preciosa, deja de luchar y goza ahora que puedes.
Frederick la cogió de la cintura y la empezó a penetrar comprobando que la joven estaba mojada y dispuesta.
- AAAAAAHHH
El francés estaba bien dotado y su aparato taladró literalmente la vagina de la mujer lentamente. Nadia se estremeció de placer y a pesar de que quería rechazarlo, en realidad, estiró su cuerpo acomodándolo al pene de Frederick. A su vez el hombre la penetró más profundamente y se puso a follar despacio pero con ritmo. Mientras se la follaba de esa manera, la joven claudicó por fin y acompasó con sus movimientos los del hombre. Mientras se la follaban y el orgasmo le llegaba, la joven se puso a pensar en su nueva situación y repasó con la mirada los instrumentos de tortura de la sala y los tres documentos sobre la mesa. Si los firmaban, Luba y ella serían dos prisioneras más en el Krak, sin embargo, si no lo hacían, esos sádicos no pararían de torturarlas, y ¡sin safeword de ningún tipo!.
Ante tal perspectiva la bella masoquista sintió cómo el orgasmo se acercaba lento pero inexorable y se prometió a sí misma que soportaría todo lo posible antes de firmar.
Ajeno a sus pensamientos, Frederick siguió follándola insistentemente y sonriendo con sadismo volvió a retorcerle los pezones con las cañas.
- AAAAAAYYYYYY
Nadia volvió a gritar como una descosida pero con el dolor le llegó un largo y profundo orgasmo.
Por su parte Frederick eyaculó dentro de ella al tiempo que la vagina de la muchacha se convulsionaba contra su propio pene.
Sudando satisfecho, el hombre sacó su pene aún húmedo y como premio le dio una bofetada a la joven cuando ésta le volvió a mirar con ira.
- Puta, ya te voy a enseñar a darme las gracias cuando te folle y te corras.
Por su parte, Ahmed e Ismail aún tardaron un rato en eyacular sobre el cuerpo de las otras dos dejándolas a medias.
Tras ese interludio de placer, empezó la sesión de tortura propiamente dicha. Ahmed repitió a las prisioneras que para librarse del tormento sólo tenían que firmar el papel pero que esta vez no pararían hasta que lo hicieran las tres, no valía con que una sola lo firmara. Mientras el coronel hablaba, Frederick se despojó de su ropa muy excitado para estar más cómodo.
¿Alguna quiere firmar?, insistió Ahmed con el bolígrafo en la mano sabiendo de antemano la respuesta, pero ellas negaron decididamente.
Muy bien Ismail, muestra a nuestro invitado cómo se usa una picana, empieza cuando quieras.
El sádico Ismail no se hizo de rogar y volvió a coger la picana. Esta era un bastón de color rojo con dos puntas metálicas como si fuera un gigantesco tenedor. La primera en probar su infernal contacto fue María que empezó a gritar desesperada sólo de ver cómo Ismail la miraba a la cara esgrimiendo el terrorífico instrumento.
María tembló y gritó como una energúmena al recibir las primeras descargas. Ismail se conformó por el momento con leves toques en las piernas y el vientre. Cada vez que le soltaba una descarga, María daba un respingo y soltaba un grito cerrando los ojos.
- ¡Qué maravilla!, ¿verdad preciosa? dijo Frederick mirando a Nadia con deseo. Mientras tanto le acariciaba el clítoris con el dedo y anticipaba lo que le iba a hacer con ese bastón eléctrico.
La pobre María estuvo un buen rato aullando y soportando los crueles picotazos de la picana y preguntándose por qué ese bestia de Ismail no la dejaba en paz de una puta vez y se ocupaba de las otras dos.
- Eso parece fácil ¿Me la dejas?, dijo finalmente Frederick haciendo ademán de coger la picana. Ahmed hizo un gesto con la cabeza e Ismail se la dió muy a su pesar.
Frederick esgrimió el odioso aparato, se alejó un metro de Nadia y sonriendo con crueldad acercó las puntas del instrumento a pocos centímetros de su piel.
- ¿Tienes miedo preciosa?, le dijo tocándole con las frías puntas de la picana pero sin aplicar la descarga.
Por toda respuesta la valiente Nadia le miró con una mezcla de desprecio y lujuria y arqueó el torso como si le ofreciera sus pechos. Frederick hizo un gesto de sorpresa.
- Como quieras, y el tipo le soltó una descarga en la parte inferior de su pecho izquierdo.
Nadia blasfemó tras apartar su pecho en una décima de segundo.
Su rostro crispado mostraba que el contacto había sido muy desagradable, entonces ocurrió algo que alucinó a los verdugos y a sus dos compañeras de infortunio. Nadia se calmó, hizo lo posible por sonreir y proyectando sus pechos más si cabe dijo.
- uea oa ve, ea ve o i-a-é.
El francés le quitó la caña de la lengua para ver qué decía.
- Digo que esta vez no gritaré, prueba otra vez, cerdo traidor.
Frederick se encojió de hombros y volvió a tocarle en el otro pecho.
La joven hizo una pequeña mueca pero no gritó, entonces miró desafiante y con un indescriptible gesto de lujuria al francés, volvió a arquear su cuerpo invitándole a volver a hacerselo en las tetas.
En ese momento Nadia tenía los pezones tiesos y duros como dos piedras y las aureolas erizadas y arrugadas.
Esta vez Frederick le tocó la aureola del pezón y la descarga duró unos segundos. La bella Nadia temblaba sin gritar con los ojos cerrados y fuertemente crispados..
A pesar de haber vaciado sus pelotas, los tres verdugos estaban otra vez empalmados al ver cómo la bella masoquista soportaba el tormento pues Nadia siguió proyectando sus pechos hacia delante a pesar del castigo. Su cuerpo mostraba que la tía estaba cachonda perdida.
- Vamos, házmelo otra vez, impotente, dijo ella jadeando y sudando.
Ismail nunca había visto nada igual.
Frederick le volvió a tocar en los pechos y Nadia aguantó otra vez sin gritar. Eso sí, debía estar sufriendo mucho al juzgar por cómo temblaba al recibir las descargas y por los lagrimones que le caían de los ojos.
En realidad a todo sádico le gusta que su víctima llore y grite, así que en un momento dado decidieron dejar en paz a Nadia y empezaron con Luba. Ésta se inspiró en el valor de su amiga y resistió sin gritar los tres primeros toques de la picana en sus sensibles pechos, sin embargo, al cuarto empezó a gritar y a agitarse como una loca pidiendo piedad.
Ahmed sonrió por la sensual respuesta de su zorra al tormento y tras insistir un buen rato con ella volvió a penetrarla y a follar con ella sin dejar de darle toques con la picana. Los gritos de Luba no dejaban claro ahora cuánto debían al placer y cuánto al dolor, pero la joven se retorcía sensualmente sin dejar de lanzar alaridos.
Los minutos pasaron muy lentos entre aquellas torturas, pero a pesar de eso ninguna de las tres lesbianas se derrumbó por el momento. Un año o más en aquellas mazmorras se les antojaba eterno como el infierno y eso les animaba a resistir lo que fuera.
De todos modos, allí no hubo cuartel ni piedad. Así, tras un buen rato sufriendo los picotazos de la picana, los verdugos cambiaron de tercio y las tres mujeres fueron flageladas por Ismail. Este usó para ello diferentes látigos: primero fue un gato de colas, luego un single tail y por último un cable de alambre doblado.
Más de una hora duró la flagelación. Ismail no lo hizo de seguido sino que fue propinando azotes a una y a otra alternativamente jugando sicológicamente con ellas. Tras un buen rato de latigazos, la blanquecina piel de las tres muchachas brillaba de transpiración y babas, su piel estaba llena de leves marcas rojizas, sus ojos rojos de las lágrimas y sus gargantas se secas de tanto gritar.
Frederick estaba encantado por el sádico espectáculo. Aquellas muchachas habían soportado malamente los salvajes latigazos y sus bellos rostros se deformaban en gestos de desaprobación y angustia ante sus verdugos. Una sola firma, un simple trazo de bolígrafo les libraría de aquel suplicio al menos momentáneamente, y sin embargo seguían resistiendo. Pero ¿cuánto tiempo más?
Ismail se demoró con los látigos casi otra hora, al final de la cual parecía que aquellas tres ya no podrían resistir más.
Tras dejarlas descansar un rato y darles de beber, les dieron otro manguerazo de agua fría para reanimarlas y Ahmed e Ismail les empezaron a poner de esos clips sujeta-papeles de metal,.... de esos cuyos pellizcos duelen como el infierno. Decenas de ellos por todo el cuerpo. A pesar de que las amordazaron otra vez con ballgags, las tres víctimas gritaron y lloraron cuando se los pusieron por todas partes, pero aún gritaron más cuando Ismail se los fue quitando otra vez, uno a uno,...... a golpes de fusta.
Dos horas duró aproximadamente esta nueva flagelación en sus diferentes variantes y al final de la misma, varias decenas de pinzas de metal se esparcían a los pies de las tres jóvenes.
Allí seguían ellas en la misma postura, atadas de brazos y piernas en un brillante baño de sudor, babas y lágrimas. Ahora el frente de su cuerpo era puro fuego. La piel estaba enrojecida, irritada y llena de marcas. Incluso en algunos puntos las jóvenes tenían heridas de las que manaban pequeñas gotitas de sangre.
Totalmente agotadas, las esclavas pendían en ese momento de sus ataduras y su cabeza colgaba hacia delante de cansancio de tanto encajar y soltar berridos.
Frederick cogió entonces a Nadia del pelo y le hizo levantar la cabeza. La muchacha tenía la cara roja y manchada de tanto llorar, además babeaba de continuo de la mordaza. A pesar de eso mantuvo ante ese hombre su gesto entre el desafío y la lujuria.
Ahora sí que están agotadas,dijo el mercenario soltando su pelo, quizá deberíamos dejarlas descansar.
No, no hará falta, contestó Ismail mientras cogía otra vez la manguera. Entonces apuntó la manguera hacia las prisioneras y accionando la llave dirigió un chorro de agua fría contra su cuerpo. Primero María, luego Nadia y después Luba.
Las chicas gritaron intentando apartar el rostro del agua a presión. El verdugo estuvo un buen rato rociando de agua a cada una de ellas y para cuando cerró la llave, las jóvenes estaban otra vez despiertas y espabiladas para la próxima tortura.
Ahmed e Ismail acercaron una mesa de hierro hacia el centro de la sala con un ruido ensordecedor. Las tres muchachas estaban empapadas, tiritando de frío y miraban impotentes lo que sus sádicos verdugos preparaban para ellas. La mesa tenía cuatro grilletes en sus vértices para inmovilizar bien a la víctima.
- Os lo vuelvo a preguntar a las tres, firmad ahora o si no os acostaremos aquí y seguiremos. ¿Firmaréis?
Tras un momento de duda las tres jóvenes se miraron y contestaron que no con la cabeza.
- Muy bien, dijo Ahmed señalando a Nadia, empezaremos con la nueva y cuando acabemos con ella seguiremos con Luba. La última serás tú, zorra, le dijo a María. No pierdas detalle.
Ahmed abrió la puerta de la mazmorra y llamó a cuatro guardias para que les ayudaran con las prisioneras.
Éstos ni se inmutaron al entrar en la cámara de tortura y ver la sórdida escena acostumbrados como estaban desde hacía semanas.
- Colocad a ésta aquí, dijo Ahmed.
Los guardias desataron por fin a Nadia que habría caido al suelo si no la hubieran sujetado. La chica no hubiera podido resistirse a los cuatro hombres por falta de fuerzas, pero aún así ni siquiera lo habría intentado. Por experiencia sabía que era mejor someterse.
De este modo la llevaron a rastras hasta la mesa de metal y allí se dispusieron a acostarla cara arriba, separando bien sus miembros para atarlos.
- Un momento, dijo Ahmed. Y antes de que acostaran a Nadia sobre el lecho del dolor tiró por encima un bote lleno de chinchetas. El tipo las extendió con la mano por toda la mesa mirando con crueldad a su bella víctima y con una señal indicó a los guardias que ya podían acostarla sobre la cama de pinchos.
Nadia gritó muy fuerte al sentir los mil pinchazos sobre su piel mientras sus verdugos se reían de ella y de sus sufrimientos.
Acto seguido la estiraron bien de brazos y piernas atándola fuertemente con los grilletes y correas de cuero de tal manera que no se pudiera soltar.
Frederick se maravilló mientras veía cómo inmovilizaban a la sumisa víctima que no paraba de gritar de rabia y dolor. Mientras le ajustaban los grilletes a muñecas y tobillos, se notaba a la legua que Nadia estaba cachonda, pues tenía sus zonas erógenas hinchadas y no sólo de los latigazos. La joven había dejado de gritar y trataba de resistir estoicamente las chinchetas clavadas en el culo, la espalda, brazos y piernas.
El aventurero acarició una vez más a su bella víctima preguntándose impaciente que nuevo tormento le aguardaba.
Este no se hizo esperar, pues Ismail cogió un soplete y girando la rueda hizo salir una llamarada azul y amarillenta. A las tres condenadas se les heló la sangre en las venas al ver aquello. Sin embargo, Ismail jugó un poco con su desconcierto y acercó la llama a centímetros del costado desnudo de Nadia hasta que ésta soltó un grito.
- Eh ¿qué vas a hacer con eso?, dijo Frederick, ¿no es un poco fuerte?.
(continuará)