Paraíso de Masoquistas (02)

El Coronel Ahmed muestra la fortaleza del Krak a sus invitadas sólo que la visita termina en la "sala de interrogatorios", claro eufemismo de lo que todos sabemos.....

....Las quince animadoras capturadas en el Krak se exponían ahora completamente desnudas y en postura de sumisión ante sus captores. Los focos las iluminaban directamente mientras decenas de guardianes las apuntaban con sus armas. Entre tanto Ahmed empezó a pasarles revista, una a una, armado de su fusta.

Debía estar de moda, pues todas las animadoras llevaban depilado el coño y los sobacos. Aquellos hombres estaban sorprendidos de verlas así, pues en su país sólo se depilaban las putas.

  • Por las barbas de.., menuda piara de cerdas, dijo Ahmed al ver que todas tenían sus sexos pelados. Sé que habéis venido a este país para seducir a nuestros hombres y corromper a nuestras mujeres y convertirlas en putas como vosotras, aquí recibiréis vuestro merecido.

Algunas prisioneras lloraban en silencio sin entender por qué les ocurría aquello y la mayor parte de ellas permanecía con la cabeza baja totalmente avergonzadas de exhibirse así y oír esas obscenidades sobre sus cuerpos. Sin embargo el coronel se dio cuenta de que otras estaban visiblemente cachondas. Con estas últimas se demoró un poco más acariciándolas con la fusta y divirtiéndose de sus reacciones.

Efectivamente a una rubia llamada Lynn le crecieron los pezones y el clítoris ostensiblemente al verse así expuesta delante de esos puercos y una gota blanquecina y lechosa le asomó entre los labios de su coño depilado. Era evidente que la tía estaba muy cachonda. Ahmed la examinó con particular atención y reparó en el pequeño tatuaje situado junto a los labia que representaba unos grilletes y la palabra “esclava” escrita en diminutas letras góticas.

  • Je, je, dijo el policía, mirad a ésta, se llevará bien con los verdugos.

Los hombres rieron y la joven Lynn se puso toda roja al oir la palabra “verdugos”.

A otra chica llamada Annette, rubia, alta y con un cuerpo escultural se le humedeció visiblemente la entrepierna mientras Ahmed le acariciaba con la fusta por todo el cuerpo. El tipo rió alborozado al separarle los labios de la vagina con la punta de la fusta y verlos brillantes y mojados, luego siguió acariciándola más de la cuenta para que ella se pusiera aún más caliente.

Mientras tanto el presunto “doctor” iba examinando una tras otra a todas las mujeres. El tipo de la bata blanca seguramente no era doctor ni nada parecido, pero igualmente les inspeccionó dentro de la vagina y del ano con sus  dedos peludos y regordetes buscando vete a saber qué. Las chicas gritaban y protestaban cada vez que ese tipejo  las tocaba y les metía mano, pero ninguna se resistió mucho por miedo. Entre tanto, los guardias y el coronel Ahmed veían la escena encantados, riendo y sin dejar de hacer comentarios obscenos.

Ante tan asquerosa intrusión en sus intimidades, algunas chicas hicieron ademán de rebelarse, pero Ahmed les mantuvo a raya con la fusta y alguna que otra se ganó un fustazo en el culo. Una a una, aquellas quince animadoras fueron convenientemente “examinadas” y como era de esperar,  el médico no encontró nada en sus orificios. Sin embargo, y a pesar de su vergüenza  la mayor parte de ellas acabó entre humillada y caliente de tanto tocamiento.

  • Puaff, va a haber que limpiarlas a conciencia, dijo Ahmed fingiendo asco y tapándose la nariz, estas cerdas huelen a hembra en celo.

En efecto, una vez terminado el examen trajeron una manguera y a las detenidas les dieron su primera ducha al aire libre. Esto era con  la intención de seguir humillándolas más que de limpiarlas de verdad. Alguien accionó la llave y la manguera escupió de pronto un abundante chorro de agua helada a presión. El guardia dirigió la manguera contra Juliette y luego contra la que estaba a su derecha, mientras tanto el Coronel les recordaba a gritos que permanecieran totalmente quietas en la postura en la que estaban.

Ante el violento impacto del agua fría sobre su cuerpo, Juliette se volvió para que no le dieran en la cara, pero a la vez intentó mantener la postura sin conseguirlo del todo.

  • He dicho que os estéis quietas, gritaba Ahmed quien había cogido un largo flagelo y se dedicaba a repartir  latigazos.

ZZZaaassshh

  • AAAAYYYY

Alcanzada por un latigazo en sus piernas, Juliette volvio a la postura inicial intentando mantenerla a duras penas mientras el chorro helado le rociaba por todo el cuerpo. La chica no paraba de gritar con los ojos cerrados intentando soportar la presión del agua. Tras varios minutos más con Juliette, enchufaron a Yuliya y luego a Annette y luego a otra más. Todas reaccionaron igual, dando gritos e intentando impedir que les dieran en la cara.

El tío de la manguera estaba disfrutando de verdad mientras el coronel repartía latigazos a diestro y siniestro.

Mientras duchaban a las prisioneras, los guardias no dejaban de reirse ni mofarse de ellas tildándoles de zorras y comentando el tamaño de sus pechos o la forma de sus traseros.

  • Así, así, un poco más, limpiale bien el culo a esa puerca, decía Ahmed entre risas.

Luba y María tampoco se libraron de la ducha pues un chorro de agua a presión les impactó aún maniatadas en el suelo.

Casi un cuarto de hora duró la humillante ducha y cuando terminó, todas las chicas parecían gatos escaldados. Entonces el Coronel Ahmed las miró con desprecio, dio una seca orden y  los soldados volvieron a coger a Luba y María en volandas y aún chorreando. Acto seguido siguieron a su jefe dentro de la fortaleza llevándose consigo a las dos lesbianas para empezar con ellas inmediatamente.

Entre tanto, el resto de las chicas permaneció en la misma postura rodeadas por todos aquellos hombres armados. Y así las tuvieron cerca de dos horas empapadas y tiritando de frío y  miedo sin saber lo que iba a ser de ellas........

Cuando pasó todo ese tiempo, volvió a aparecer Ahmed. Éste se plantó delante de las mujeres y las miró sin hablar. Ellas  no osaron cambiar de postura y permanecían con los ojos bajos sin atreverse a mirarle a la cara.

  • Muy bien, dijo sonriendo con sadismo, ahora esposad a las prisioneras.

Ante la orden, las jóvenes sintieron un escalofrío de terror, pero no se resistieron cuando los guardias procedieron a esposarlas. Para ello les obligaron a cruzar los brazos a la espalda y se los esposaron por las muñecas y los codos de manera que no los pudieran mover. Asimismo les esposaron los tobillos entre sí con una corta cadena.

  • ¿Por qué nos atan?, se atrevió a decir Annette mientras tres guardias le ponían las esposas, no necesitan atarnos, obedeceremos en todo, haremos lo que usted quiera.

Por supuesto su osadía le supuso recibir un sonoro latigazo en el culo.

  • Zaas

  • AAAYY

Annete no volvió a decir nada y el resto ni siquiera se atrevió a abrir la boca mientras terminaban de esposarlas.

Cuando estaban ya todas atadas e indefensas, Ahmed volvió a hablarles.

  • Como ya os he dicho, todas las putas extranjeras seréis juzgadas por nuestros tribunales, pero estoy seguro de que  en cuanto conozcáis los detalles de la sentencia haréis todo lo posible para pedir la extradición a vuestro país. Sabemos que vuestros jueces son unos seres inmorales y corruptos y os dejarán en libertad sin castigo, cosa que no vamos a permitir de ninguna manera.

Entonces Ahmed les enseñó un papel levantándolo en el aire.

  • Para evitarlo  vais a firmar ahora mismo este documento. En él pone que renunciais voluntariamente al derecho de extradición y aceptáis cumplir la condena íntegra en nuestras propias prisiones. Asimismo si lo firmáis aceptaréis  y agradeceréis los castigos y torturas que se os aplicarán durante vuestra condena como medio de reeducación.

Las chicas se miraron anonadadas sin poder creer lo que oían, ¿pero de qué demonios estaba hablando ese tipo?

  • Os aseguro que expiaréis vuestros pecados con dolor,.... mucho dolor..¿Alguna quiere firmar ahora?, dijo Ahmed esgrimiendo un bolígrafo y sonriendo con sadismo.

Por supuesto ninguna contestó afirmativamente e incluso algunas dijeron que no ostensiblemente con la cabeza.

  • Bueno, ya me lo imaginaba, pero no importa, tenemos mucho tiempo y métodos adecuados para convenceros. ¡Vamos! Llevad a estas putas adentro. Los verdugos van a tener mucho trabajo con ellas toda la  noche,  y diciendo esto le dio un rabioso latigazo a la primera de la fila en el muslo.

A pasitos cortos y entre el tintineo de las cadenas, los sollozos y algún que otro latigazo, las detenidas fueron así conducidas al interior de la fortaleza. Una vez dentro, les hicieron recorrer largos y tétricos pasillos, antiguas galerías abovedadas acondicionadas ahora para servir como cárcel.

Las jóvenes se movían torpemente entre lloros, gritos y el restallar del cuero cada vez que el látigo impactaba en las nalgas de alguna. Dentro de la prisión se cruzaron con más grupos de guardias que las miraban con lujuria y no les ahorraron un rosario de obscenidades y lúbricas promesas.

Por fin, tras un largo trayecto, las prisioneras llegaron hasta las que serían sus celdas y entonces vieron consternadas que  se trataba de minúsculas jaulas de hierros medio oxidados, con un colchón sucio dentro y un orinal al lado para hacer sus necesidades.

Ahmed aclaró que no habían previsto suficiente sitio para todas, así que las chicas serían encerradas de dos en dos en cada jaula. En realidad eran jaulas individuales pero durmiendo de dos en dos, las chicas estarían aún más incómodas y apretujadas entre sí. Además el coronel les explicó que dormirían maniatadas, una pegada a la otra y a la vista de sus guardianes sin la más mínima intimidad. Al ver aquello, algunas jóvenes volvieron a llorar y quejarse repitiendo que eran inocentes, pero por supuesto, de nada les sirvieron sus ruegos.

  • Espero que os gusten vuestros aposentos, putas, pronto serán como vuestra casa ja,ja.

Las chicas miraban las jaulas aterrorizadas, y así estuvieron un rato hasta que Ahmed les sacó de su ensimismamiento.

  • De todos modos no creáis que  os vamos a dejar descansar todavía, putas, antes vamos a hacerles una visita a los verdugos. Ellos os convencerán  de que firméis el papel del que os he hablado. Ja, ja, traedlas, ahora van a conocer el lugar más interesante de toda la prisión.

Así, los guardianes volvieron a hacer caminar a las detenidas por los pasillos del Krak, hasta que llegaron a una gran puerta metálica sobre la que había un cartel escrito: “Sala de interrogatorios, Prohibido el paso”.

Un tremendo escalofrío de terror recorrió el espinazo de las prisioneras al leer el cartel y alguna tuvo que hacer serios esfuerzos para no orinarse de miedo allí mismo. “Sala de interrogatorios”, no era difícil comprender el eufemismo.

El Coronel Ahmed abrió la puerta y con una sonrisa diabólica invitó a pasar a sus “invitadas”, a las que literalmente se les heló la sangre en las venas al ver lo que había dentro.

  • Bienvenidas al infierno, dijo el oficial sádicamente al tiempo que señalaba hacia el interior.

  • No, no, por favor, no.

Una jovencita pelirroja con cara de cerdita, pecosa y de grandes pechos lechosos llamada Christine se debió poner muy nerviosa pues se puso a llorar e hizo serios esfuerzos clavando  los talones en el  suelo para no traspasar aquella puerta. Sin embargo  los guardianes le forzaron a entrar la primera en aquella cámara de los horrores.

Lo primero que vieron aquellas desgraciadas fue el cuerpo de María completamente desnudo y colgando boca abajo del techo. A la joven la habían colgado como a una res de uno sólo de sus tobillos mientras la otra pierna se la doblaron dolorosamente hasta atar el tobillo  a las muñecas por detrás de la espalda. Eso le obligaba a curvar su cuerpo hasta un extremo doloroso y a mantener su entrepierna depilada completamente abierta y expuesta.

Alrededor de María, junto a las paredes de aquella gran habitación se encontraban los diferentes instrumentos de tortura, cruces de san Andrés, cepos, potros, cadenas, grilletes..... aquello parecía un museo de la Inquisición, sin embargo, junto a los látigos no faltaban las picanas eléctricas....

María se agitaba en el aire, indefensa y rodeada de cuatro verdugos que llevaban torturándola durante más de una hora. Uno de ellos tenía la polla metida en su boca hasta las pelotas y jalaba a la muchacha de los pezones con una cadena enganchada a éstos por unas pinzas de cocodrilo. Los pezones y pechos de María estaban tirantes mientras su cara estaba enrojecida incapaz de soportar más ese enorme falo metido hasta el fondo de la garganta. La joven tenía cuatro marcas rojas de fusta en el culo que ya estaban irritadas y en relieve. Su larga cabellera rubia caía casi hasta tocar el suelo y se movía al frenético ritmo de la felación que el verdugo le estaba exigiendo. De Luba no había ni rastro.

Al ver entrar a todas aquellas chicas desnudas y maniatadas, los verdugos se miraron entre sí sonriendo con crueldad.

  • Muy bien, dijo Ahmed mirando a las aterrorizadas animadoras mientras acariciaba el muslo de María desde la rodilla hasta el coño. Ahora mismo vais a ver lo que los verdugos le hacen a esta lesbiana, y cuando acaben con ella empezarán a haceros a vosotras cosas parecidas, primero a una y luego se lo harán a otra y luego a otra, así durante toda la noche.... Sin embargo, la que firme ahora mismo el documento se librará de la tortura. ¿Qué me decís? ¿Alguna quiere firmar ya?.

Las muchachas se miraron angustiadas y para tres de ellas aquello fue suficiente, pues afirmaron muy nerviosas que firmarían lo que fuera con tal de  que las dejaran salir de allí.

Satisfecho  por el resultado, el Coronel Ahmed puso tres de aquellos papeles sobre la mesa y sacando a las tres  del grupo  les ofreció un bolígrafo. Temblando y sollozando, las tres chicas firmaron con dificultad pues ni siquiera les quitaron las esposas.

Si les hubieran dado tiempo para leerlo, se habrían dado cuenta de que estaban firmando un documento que les ponía prácticamente en manos de la arbitraria justicia  y de las bárbaras leyes recién aprobadas en el país. Asimismo las jóvenes se entregaban voluntariamente a las torturas y castigos que quisieran aplicarles sus guardianes durante todo el tiempo que permanecieran en prisión casi sin ningún límite.

  • Muy bien, vosotras tres seréis juzgadas mañana mismo, lleváoslas.

Los guardias, crueles y despiadados se llevaron entonces a las tres jóvenes fuera de la cámara de tortura, pero en lugar de conducirlas  a las jaulas, las llevaron directamente  al cuerpo de guardia. Según les dijeron por el camino entre burlas, era para celebrar una “fiesta” con ellas y “conocerse mejor”. Las tres chicas no entendían bien lo que les querían decir. Sin embargo no pudieron evitar  sentir escalofríos de terror cuando entraron en el cuerpo de guardia. Dentro les esperaban varias decenas de guardias que empezaron a gritar y vitorear al ver a las tres chicas desnudas.

No hace falta mucha imaginación para darse cuenta de lo que les tocó allí dentro. Pocas de aquellas animadoras eran vírgenes, pero las que aún mantenían su culo entero, esa noche fueron también desvirgadas por ahí pues muchos guardias tenían un especial gusto por la práctica de la sodomía.

Entre tanto, en la cámara de tortura el Coronel Ahmed empezó a doblegar a sus tercas prisioneras.

  • Bien verdugo, dijo Ahmed a Ismail, muéstrales a estas zorras lo que les espera si no firman.

  • Será un placer coronel

Ismail era el jefe de los verdugos, un gigante calvo y musculoso vestido con unos pantalones militares de camuflage y con el torso desnudo. Como decimos, en ese momento mantenía su polla bien metida en la boca de María, follándosela con ella y ni siquiera dejó de hacerlo cuando entraron las demás.

Tras un buen rato de mete-saca, el verdugo se la sacó por fin y tras masturbarse animosamente le echó una abundante lefada en la cara que le puso perdida y obligó  a la chica a cerrar los ojos y escupir con disgusto parte de lo que le había entrado dentro. Acto seguido Ismail volvió a meterle la polla para experimentar sus últimos espasmos en la cálida caverna de la pobre María que tosía y se debatía desesperada por no tragar más esperma..

Mientras hacía eso, Ismail  sonrió al  resto de aquellas chicas que le miraban aterrorizadas y les prometió que todas ellas tendrían el placer  de saborear su miembro mientras estuvieran en aquella cárcel.

Tras un buen rato en que su pene se relajó dentro de la boca de María, por fin se lo sacó y antes de ensañarse con ella, acarició su cuerpo desnudo con las dos manos como calculando el tormento al que le iba a someter. En realidad no le costó mucho escoger y se decidió finalmente por un pequeño látigo de colas.

Mientras otro verdugo amordazaba a María con una ballgag de color rojo intenso, Ismail probó un par de veces a rasgar el aire con el látigo y seguidamente le empezó a azotar en la entrepierna sin más preámbulos.

  • Zaas, mmmmhhh, ZASSSS, MMMMHHH; ZZAASS, MMMMH

Las aterrorizadas animadoras tuvieron que presenciar esa escena brutal agarradas por los guardias que las obligaron a mirar en todo momento cómo torturaban a María. Ismail le azotó con toda su fuerza en la entrepierna y María se retorció como una lombriz en el anzuelo sin parar de gritar y llorar.  El verdugo le dio los latigazos sin pausa, rítmica y sádicamente, sin apiadarse de sus gritos lo más mínimo. La pobre muchacha tenía la cara roja de sufrimiento mientras las colas del látigo le marcaban la piel entre los muslos con unos feos verdugones rojizos.

El cuerpo de la joven, suspendido en el aire y brillante de fluidos rotaba y rotaba sobre sí mismo, pero no por eso Ismail dejaba de darle con inusitada habilidad y rabia en medio mismo del coño. A la pobre María se le ponían los ojos en blanco mientras las babas que salían de su boca se deslizaban por su cara congestionada fundiéndose con las lágrimas.

Entre tanto, Ahmed sonreía satisfecho viendo el gesto de terror y disgusto de sus prisioneras.  Algunas sollozaban en silencio soportando  malamente las caricias de sus respectivos guardias, excitados por lo que estaban viendo, sin embargo, como decimos, otras estaban visiblemente cachondas por lo que les estaba pasando y admitían dichas caricias sin mucho problema.

  • ZAAASS Mmmmh, ZZAAAAAAS  ¡MMMMHH!.

Mientras tanto María seguía sufriendo su particular infierno, colgando  indefensa sin poder protegerse de los furibundos latigazos de Ismail. A la chica le dolían tanto los latigazos que ponía los ojos en blanco y la cabeza se le iba como si fuera a perder el conocimiento.

  • ¿Qué me decis?, ¿alguna más está dispuesta a firmar?. ¿Cuál de vosotras será la siguiente?

Otras tres chicas dijeron inmediatamente que sí completamente desesperadas lo cual hizo sonreir al coronel. Éste se acercó entonces a Christine, que miraba hipnotizada cómo torturaban a María. El coronel le acarició los pechos con los dedos pellizcando y retorciendo la suave carne de la joven con cierta insistencia.

Christine torció entonces el gesto entre avergonzada y asqueada de que los pezones se le estuvieran poniendo duros entre los dedos de ese cerdo. A pesar de eso el tío no se los soltó sino que siguió retorciéndoselos.

  • ¿Y tú que me dices cerdita?, ¿vas a firmar?.

  • No déjeme por favor, quiero irme a mi casa, no me toque, déjeme.

  • O sea que no quieres, dime, ¿te han retorcido alguna vez estos pezoncitos con unos alicates?.

Christine le miró negando desesperada.

  • ¡Qué duros se te están poniendo cariño! Los debes tener muy sensibles, ¿verdad? ¿Te imaginas  lo que se siente cuando te lo hacen con unos alicates como estos?

El coronel había cogido unos alicates con la punta larga y dentada y los abría y cerraba ante los ojos de la bella joven.

  • No, no quiero, déjeme, no quiero, ¡socorro!.

  • Ja, ja, ya sé que no quieres, pero aquí no está tu mamaíta para salvarte, a ver, vosotros dos, acostad a esta zorra en el potro, la cerdita será la primera en gritar por sus tetas.

  • No, noooo.

Efectivamente, dos verdugos llevaron a rastras a Christine hasta un potro de tortura de madera y desoyendo sus protestas y gritos, le quitaron las esposas y tras acostarla en el potro le ataron firmemente de tobillos y muñecas.

Como decimos, el siniestro artefacto parecía sacado de un museo de la inquisición, sin embargo, también  parecía moderno y sólido y de hecho funcionaba a la perfección. A Ismail le encantaba utilizarlo con delincuentes y prisioneros políticos pero ahora era una novedad usarlo con una bella mujer occidental completamente desnuda.

La pobre Christine no luchó, pero lloró todo el rato y siguió haciéndolo cuando los verdugos la ataron de pies y manos al ingenio. Una vez indefensa empezaron a tensar el potro y el blanquecino cuerpo de la pelirroja se fue estirando hasta un extremo bastante doloroso.

Click, Click, CLICK, el mecanismo del potro hacía ese ruido a medida que los verdugos lo apretaban y con él el cuerpo de la pobre Christine.

  • No, no....por favor, noooo.

Pronto la joven quedó suspendida a varios centímetros por encima de la tabla del potro completamente estirada de brazos y piernas

  • Ayyyyyy, por favor, piedad.

  • Parece que duele muchacha, ¿Vas a firmar? Dijo Ahmed sin parar de chasquear con los alicates cerca de sus pezones.

  • No, déjeme en paz, no..

  • Je, je, dijo Ahmed, pronto cambiarás de idea, apretad un par de dientes más.

Los dos hombres tuvieron que emplearse a fondo y aparte de tensar los brazos tuvieron que poner el pie contra las patas del potro para hacer más fuerza.

  • Click, click

  • UAAAAAA

La joven sintió que casi se le salían los brazos de las junturas y se puso a gritar histérica.

  • MIS BRAZOS, MIS BRAZOS, NOOOOOO.

Con un gesto Ahmed indicó a los verdugos que pararan de apretar un momento, entonces miró a las demás que sudaban de terror.

  • Las demás no perdais detalle que sois las siguientes. Y diciendo esto se puso a acariciar el cuerpo desnudo de Christine hasta  empezar a masturbarla y pellizcarle otra vez los pezones.   Ahmed siguió y siguió hasta que le retorció uno de los pezones con toda su fuerza arrancándole un tremendo chillido.

  • AAAAYYYY

Entonces el cruel coronel le dijo algo a Ismail y éste dejó por fin en paz a María. El fiero sicario se fue entonces a por unas tenazas de hierro enormes  y negras con largos mangos de más de medio metro de largos. Antes de usarlas en el cuerpo de Christine, el verdugo se las mostró a su víctima cerrándolas ante sus ojos con secos chasquidos. La chica negó histérica. Entonces para desesperación de la pobre Christine dirigió las tenazas hacia su tripa, le cogió un gordo pellizco de carne en su vientre y se puso a retorcerlo a derecha e izquierda con toda su fuerza.

  • AAAAAAAHHHH AAAAYYY

Ismail hacía mucha fuerza retorciendo con toda su rabia el ombligo de la chica.

La pobre Christine se debatía indefensa y desesperada venga a chillar y agitando la cabeza como una loca..

  • Vamos, Ismail, dijo Ahmed, no sigas apretando que le vas a afear ese ombligo tan bonito,....no, pensándolo mejor, no dejes aún las tenazas,.... antes pellízcale  las tetas, ja, ja hará lo que tú quieras si se las retuerces con eso.

  • No, no, por favor, ahí no, AHÍ NO,  PIEDDDDAAAAAGGH

Con una gran habilidad, Ismail le agarró el pezón derecho con las tenazas y estiró de él retorciéndolo al mismo tiempo. Parecía increíble que la piel humana pudiera estirarse tanto.

  • BAAASTAAA, me lo vas a arrancar cabrón, BAAASSTAA.

Christine golpeó con la cabeza en la tabla sin parar de dar alaridos mientras le retorcían el pezón derecho hasta casi dar una vuelta completa sobre sí mismo.

Muchas chicas lloraban ya incapaces de ver aquello y más de una rogó que quería firmar ya, pero nadie les hizo caso.

  • Ahora el otro, Ismail, dijo Ahmed fuera de sí, déjaselos del mismo color.

Efectivamente, Christine tenía la punta del pecho enrojecida y el pezón, más grueso de lo normal, le punzaba dolorosamente a cada palpitación.

  • AAAAAYYYYY

La joven volvió a gritar histérica sintiendo que ese bestia le desgarraba el otro pecho con esa enorme tenaza, pero ante los insistentes requerimientos de Ahmed de que firmara el documento, ella siguió negándose llorando desesperada.   Hizo falta que el verdugo dejara las tenazas y centrara toda su atención en la entrepierna de la muchacha con una picana eléctrica para que ésta se aviniera finalmente a firmar tras más de media hora de torturarla sin descanso. Tras ver aquello, otras cinco animadoras aceptaron firmar el papel. Ya sólo faltaban tres por doblegarse: Lynn, Yuliya y Annette.

Las que finalmente firmaron el documento fueron sacadas de aquel horrible lugar sólo para ser conducidas a la “fiesta” del cuerpo de guardia donde se unieron a sus compañeras para complacer a sus guardianes de las maneras más depravadas y aberrantes. Mientras tanto Ismail tuvo que empeñar toda la noche en convencer a las tres rebeldes de que firmaran el dichoso documento.  Sobra decir que para ello utilizó toda su “ciencia” en administrar dolor.

Las tres muchachas fueron torturadas a la vez y de forma bastante cruel. Lynn sufrió los latigazos mientras colgaba en  strappado del techo. La joven masoquista recibió los latigazos tocando el suelo solamente con las puntas de sus pies. De cuando en cuando Ismail hacía que tiraran de ella hacia arriba y entonces la dejaban colgar con todo su peso durante unos segundos en los que a ella le parecía que se le rompía la espalda.

Yuliya sustituyó a Cristine en el potro de tortura y tras atarla de pies y manos los verdugos estiraron su bello cuerpo al límite más de diez veces. Entre tanto le echaron cera caliente por encima y le aplicaron  la tortura de la toca.

Por último Annete tuvo que cabalgar sobre el pony español con pesos colgando de sus pies mientras recibía latigazos y toques de la picana en sus sensibles pechos. A pesar de que era muy masoquista, la chica gritó como una posesa mientras la torturaban y no tardó más de dos horas en claudicar.

El Coronel Ahmed daba por hecho que las tres terminarían firmando el documento antes del amanecer, por lo que decidió ausentarse de la cámara de tortura e ir a disfrutar de la diversión privada que él mismo se había preparado para esa noche.

Desde que había visto a Luba en la playa, a Ahmed le pareció una bella diosa, una divina creación, y por eso la quiso sólo para sí. Por tanto, cuando se la trajeron al Krak, ordenó que separaran a las dos lesbianas y que llevaran a Luba a otra mazmorra para “interrogarla” personalmente y a solas.

De hecho, Luba llevaba varias horas esperando al coronel. La habían atado a una silla completamente desnuda con los brazos sólidamente atados tras el respaldo y las piernas abiertas con los dos tobillos atados a las patas delanteras de la silla.

Seguramente si no la hubieran amordazado con un ballgag la muchacha habría pedido auxilio a voz en grito, pues delante de la silla, apenas a un metro, habían preparado un transformador y unos electrodos acabados en pernos de esos que se utilizan para la batería de los coches.

La bella joven sudaba por todos sus poros con la mirada fija en el instrumental de tortura, mientras intentaba imaginarse lo que le esperaba. ¡Qué cruel ironía!, ella que había escapado de Nadia para que no la torturaran con electrodos....Ahora se lo iban a hacer de verdad y sin safeword de ningún tipo.

Cuando tras varias horas de angustiosa espera, oyó que alguien corría el cerrojo de la puerta, la joven se mojó de excitación  al tiempo que el corazón le latía a todo trapo.

De repente la puerta se abrió y al ver quién entraba, Luba sintió un asco y repulsión infinitos. Era el Coronel Ahmed que venía a visitarla casi completamente desnudo. Ahmed era un sapo asqueroso y repulsivo, con una tripa exageradamente gorda, un torso peludo y unos pectorales fláccidos rematados por pequeños pezones erizados de pelos negros. Además el tipo era calvo y llevaba un bigote  grueso y amarillento de nicotina,....un Adonis, vaya.

Según entró en la habitación se quitó el calzoncillo amarillento de orines y mostró con orgullo a Luba su gran polla.  El “único” atractivo de Ahmed, si puede decirse así, era su polla, gorda, larga  y tiesa como la de un chico de veinte, porque por detrás tenía un culo raquítico y patético que haría vomitar a cualquier mujer.

  • Por fin solos, espero que no te hayas aburrido, preciosa, dijo el sátiro pervertido, sonriendo. El tipo cerró la puerta metálica de la mazmorra con doble vuelta de llave asegurando a su prisionera que era para que nadie les molestase durante toda la noche.

(continuará)