Paraíso de masoquistas (01)

Dos amantes, Luba y María, deciden pasar las vacaciones en un país donde ser lesbiana está castigado por la ley.

Un apartamento en París. Nadia, una mujer de veinte años habla por teléfono con su amante.......

  • No me dejes Luba, por favor, no me dejes.

  • Es necesario Nadia, no, no puedo soportarlo más.

  • Pero ¿por qué?, ¿por qué me dejas?, ¿es por esa zorra?

  • No le llames así, María no es una zorra.

  • Sí que lo es, sólo quiere aprovecharse de ti, ...sólo te desea,.... en cambio, yo te quiero.

  • Yo también a ti pero es que no lo puedo soportar, no aguanto más.

  • ¿El qué?

  • Lo sabes perfectamente, lo del otro día fue horrible,....lo que nos hicieron..... os pasasteis,.... bueno se pasaron mucho con nosotras.

  • Pero, ¿por qué dices eso?, tú lo deseabas lo mismo que yo.

  • Al principio quizá sí, pero luego...

  • Luego tuviste un superorgasmo, y luego otro,  y más tarde otro, a mí no puedes engañarme,  vi cómo te corrías no sé cuántas veces. No eres más que una sucia masoca como yo.

  • No me digas eso.

  • Tu problema es que te empeñas en no reconocer la verdad, Luba. A ti como a mí te gusta que te aten y te follen como a una perra y si puede ser, mientras te dan de  latigazos. Te gusta que te lo hagan tíos o tías, te da igual con tal de que sean muy sádicos..... Se te moja el chocho solo de pensarlo, no lo niegues.

  • Bueno,... puede que sí,... pero es que esto no tiene límites, Nadia, cada vez nos someten a castigos más crueles. Aquel sádico nos prometió que la próxima vez nos va a tener prisioneras un fin de semana entero en aquella horrible mazmorra y...y que nos va a poner electrodos. ¡Un fin de semana entero Nadia!

  • ¡Joder!,... sí...., ya estoy contando los minutos...

  • Pues yo no creo que pueda soportar algo así ¿Es que no tienes miedo?

  • Pues sí, pero precisamente en eso está la gracia, además nadie te obliga, si no puedes aguantar no tienes más que decir la palabra mágica,... tú ya lo sabes.

  • Ya, ¡la dichosa palabra mágica!. No siempre funciona, ¿sabes?, el otro día grité el safeword una y otra vez  como una loca y aquel sádico no paraba de echarme cera ardiente en las tetas.

  • No exageres, sólo fueron unos segundos..

  • Ya pero al final, cuando por fin te hacen caso y paran  te dices que puedes soportar más, y luego un poco más,...y les dejas que sigan, pero entonces siguen con la tortura,.... sin piedad,... nunca tienen suficiente...no ven el sacrificio que haces por ellos, son....son unos sádicos asquerosos.

  • Eso es precisamente lo que me gusta, Luba, estar indefensa...además, sabes que si abusas del safeword ya no te quieren como esclava, así  que al final aguantas lo que sea, ¡ay Luba espero que nos aten juntas colgando de los pechos como hicieron la otra vez!. Esos tíos no dejaron ni un momento de darnos con aquellas fustas en el culo. No sé ni las veces que me he corrido recordándolo.

Luba se llevó la mano a los pechos, todavía le dolían un poco y aún le costaba sentarse en una silla, pero ella también se excitaba sólo de recordarlo. De hecho, estuvo tentada de ceder, sin embargo, reaccionó al momento.

  • Esta, ...esta vez no cuentes conmigo... Nadia,... no iré, está decidido.

  • Pero, pero, Luba..

  • Ni Luba ni nada, no... no quiero lo de los electrodos.... ,....me da mucho miedo.....  además,.... además me voy de vacaciones pasado mañana con María, ya tenemos los billetes.

Nadia cambió de actitud y se puso un poco borde.

  • Ya y....  ¿a dónde se supone que te vas con esa guarra?

  • Al Kemed, me han dicho que es un sitio precioso con unas playas fantásticas y además está bien de precio.

  • ¿El Kemed? ¿No es ahí donde ha habido una revolución?

  • Sí pero las cosas ya se han calmado, en la agencia nos han dicho que no hay ningún peligro para los turistas.

  • ¿Ah sí?. Pues yo que tú iría con cuidado, en esos sitios hay mucho fanático y no les gustan las tortilleras, ¿sabes?....

......Dos días después, Luba y María llegaron al aeropuerto internacional de El Kemed tras un vuelo de siete horas. Se notaba a la legua que aquel país había sufrido una revolución, pues por todos lados había carteles con consignas religiosas y nacionalistas.

El Kemed siempre había sido un país muy turístico y occidentalizado, sin embargo, con la revolución las cosas habían cambiado radicalmente. Cuando Luba y su amiga llegaron al control de aduana tuvieron la primera prueba. La forma en la que iban vestidas no debió de gustar mucho al jefe del puesto a juzgar por su cara.

  • Bienvenidas Al Kemed, les dijo el tipo mirándolas de arriba a abajo. ¿Algo que declarar?

Ellas dijeron que no un poco nerviosas, y aún se inquietaron más al ver cómo varios guardias se les acercaban apuntándolas con sus armas.  Entonces el oficial abrió las cremalleras de las maletas sin dejar de mirarlas severamente  y se puso a enredar en el contenido desordenándolo todo. De pronto, el tipo cogió algo de la maleta que estaba revisando y lo elevó en el aire mirándolo con incredulidad. Era el pequeño tanga del bikini de Luba.

  • Debo advertirles que en este país existen leyes muy severas contra la inmoralidad, les dijo recorriendo sus piernas desnudas con los ojos. Su manera de vestir no está bien vista y por supuesto la desnudez está prohibida en nuestras playas. Les aconsejo que no se pongan esto en público...si no quieren que les multen.

A las dos chicas les dio la risa al ver cómo miraba ese tipo sus bikinis e hicieron lo indecible para reprimir una carcajada. La verdad es que estaban un poco cachondas y nerviosas de que el resto de los guardias les estuvieran “repasando” de esa  forma tan descarada. No era para menos pues con esas minifaldas las chicas exhibían una buena porción de sus largas piernas a la vista, mientras sus  pechos se marcaban perfectamente bajo la tela de sus camisetas de tirantes.

El caso es que aquellos cerdos babeaban  en su presencia como si nunca hubieran visto una mujer y ellas no dejaban de decirse cosas al oído y reírse descaradamente de ellos. Finalmente, ante las burlas de las chicas, el tipo de la aduana se hartó. En realidad no habían cometido ningún delíto, así que no las podía detener y ni siquiera les podía multar. El oficial lanzó una maldición en su lengua y volvió a echar el bikini a la bolsa, cerrando la cremallera con rabia.

  • Está bién, váyanse,... pueden irse, pero no se olviden de lo que les he dicho si no quieren tener problemas.

Ya se alejaban del control cuando el tipo sacó un teléfono móvil.

  • ¿Ahmed?,...sí,  soy yo,... sí, dijo en bajo mientras las veía alejarse. Dos tías a las que hay que vigilar......, dos europeas, una rubia y otra morena... Sí, síguelas...sí, adiós, ya me contarás.

Las dos chicas cogieron un taxi para llegar al hotel y no se percataron de que durante todo el trayecto les seguía un auto. En realidad se trataba de un coche de policía camuflado conducido por el Coronel Ahmed.

Ya en la recepción del hotel, Luba y María parecían dos gatas en celo, toqueteándose y acariciándose sin parar. Las dos estaban muy impacientes de quedarse a solas para hacer cochinadas y todos aquellos guardias rijosos no habían hecho otra cosa que ponerlas a mil. Aún cuando estaban en el ascensor empezaron a besarse en la boca de pura impaciencia cosa que no pasó desapercibida a Ahmed el policía.

  • ¡Zorras!, masculló para sí con rabia......

.....Al día siguiente Ahmed vigilaba la playa delante del hotel con sus prismáticos.

  • ¿Dónde estarán?, se preguntó mientras recorría la arena impacientemente con los binoculares. ¿Dónde se habrán metido esas..? .

La playa era grande y no había mucha gente así que no tendría que ser tan difícil localizarlas. Apretando los dientes Ahmed siguió buscándolas y no pudo reprimir una maldición.

  • Vamos putitas, ¿dónde estáis?, ¿dónde os habéis metido?. De repente sonrió al tiempo que una erección crecía en su entrepierna. Así a lo lejos y tumbadas en las toallas, parecía que las dos estaban desnudas del todo, pero al enfocar bien los prismáticos, Ahmed pudo ver que llevaban puestos sus pequeños bikinis, de esos de cordel y tanga que dejan casi todo  al aire.

Evidentemente las advertencias del hombre de la aduana no habían surtido efecto y las jóvenes se exhibían en la playa casi desnudas. El coronel estuvo un buen rato espiándolas acariciándose la polla con disimulo, finalmente  tras un rato y al ver que no se movían decidió ir hacia ellas.

Tras andar trabajosamente por la arena un largo trayecto, el tipo pasó muy cerca de sus toallas, pero ellas estaban tan profundamente dormidas que ni siquiera se percataron de su presencia. Era lógico, después de haber pasado toda la noche follando la una con la otra, las jóvenes estaban agotadas y decidieron ir a dormir al sol embadurnadas de aceite antes de seguir con su particular luna de miel.

Luba y María se habían conocido pocas semanas antes y aún sentían una pasión desenfrenada, por lo que cuando estaban a solas simplemente no se podían reprimir.

Aprovechando las circunstancias Ahmed se quedó un buen rato mirándoles el culo y deleitándose de su forma redondeada y firme. María lo tenía pequeño y magro como el de una niña y Luba que era de caderas más grandes lo tenía redondo y respingón, de modo que el filete del tanga le desaparecía profundamente entre las nalgas brillantes de aceite solar.

El Coronel Ahmed era un policía de más de cuarenta, corrupto y bastante asqueroso. Gordo, calvo y con bigote,..... siempre estaba sudando y en ese momento estaba empalmado por aquella deliciosa visión. Le encantaban las turistas occidentales que se exhibían medio en pelotas en  las playas de su país, así que el muy cerdo se deleitó un buen rato con aquellas dos bellezas.

Por supuesto el tanga estaba prohibido y si Ahmed les llamaba la atención en ese momento, a Luba y su acompañante les caería una buena multa. Sin embargo el tipo decidió hacer la vista gorda como había hecho tantas otras veces y siguió mirando el muy cerdo....

De repente María hizo un movimiento y Ahmed disimuló haciendo como que pasaba de largo. En realidad la joven ni siquiera notó que le miraban, buscó a tientas la mano de Luba y se la cogió. Entonces sonrió y siguió plácidamente dormida junto a su amante. Seguramente soñaba con su suave piel y su cálida lengua que volvería a gozar en pocas horas. Así siguieron  las dos cogidas de la mano y acariciadas por la cálida brisa marina, felices y despreocupadas......

...Al día siguiente, en su piso de París, Nadia se recuperaba del fin de semana que había pasado con los cuatro pervertidos de siempre, ¡casi cincuenta horas seguidas en poder de cuatro sádicos!. La joven estaba en su cuarto, completamente desnuda, admirando en el espejo las marcas azuladas y rojizas de latigazos que aún adornaban buena parte de su cuerpo.

Nadia estaba extrañamente orgullosa de no haber tenido que utilizar ni una sola vez el safeword a pesar de las torturas que tuvo que soportar. Esta vez habían sido especialmente crueles con ella y le habían colocado electrodos en las tetas como le habían  prometido.

Durante las largas sesiones de tortura  la joven masoquista estuvo a punto de rendirse varias veces, especialmente cuando la electricidad recorrió su joven cuerpo una y otra vez. Al faltar su amiga Luba, sus cuatro amos concentraron toda su sádica atención en ella y los castigos fueron aún más intensos. Sin embargo, al final, ella lo soportó todo.

Como recompensa, la bella Nadia experimentó muchos orgasmos, tantos que había perdido la cuenta. Cuando dejaban de jugar con ella o de follarla de todas las maneras posibles, aquellos pervertidos la metían en una jaula completamente desnuda y encadenada para que no pudiera masturbarse. Así la dejaban varias horas sola y a oscuras hasta que les apetecía otra vez  e iban a buscarla para volver a empezar.

  • ¡Qué tonta era luba!, pensó Nadia bastante celosa y picada con su amiga,... ella se lo había perdido.

Estaba en éstas cuando la pantalla de la televisión atrajo de pronto su atención. “El Kemed vuelve a la Edad Media”. El titular de las noticias estaba escrito en mayúsculas enmarcadas por admiraciones mientras una presentadora anunciaba la noticia con gesto preocupado.

Nadia frunció el ceño, cogió rápidamente el mando y quitó el “mute”. De repente apareció en la pantalla un hombre mayor de larga barba, turbante y gafas que estaba leyendo unos papeles. La traducción simultánea vino a decir algo así como que el gobierno revolucionario de El Kemed había decidido acabar de una vez por todas con la inmoralidad que reinaba en el país por culpa de las “depravadas turistas occidentales”.

Por eso advertía que, a partir de ese momento, las extranjeras que fueran sorprendidas cometiendo actos impuros serían detenidas y juzgadas según la nueva legislación recién aprobada.

El tipo aclaró que el gobierno había decidido volver a poner en vigor las antiguas leyes que prescribían severos castigos físicos contra la inmoralidad. Por cuestiones humanitarias no se volvería a echar mano de la ejecución por  empalamiento, como había sido costumbre hasta mediados del siglo XIX. Sin embargo,  el nuevo código prescribía un rosario de crueles torturas que las condenadas deberían sufrir en proporción a la gravedad de su delito. Sin embargo, lo más alucinante es que  el que hablaba aseguró que las  sentencias se aplicarían sobre un patíbulo, en público,.... a la antigua usanza.

Al oír eso, Nadia sintió un escalofrío mezcla de terror y de placer por todo el cuerpo...., no obstante  siguió escuchando la noticia con la boca abierta.

Tras terminar la declaración del portavoz gubernamental, las noticias dieron paso a comentaristas que denunciaron las medidas del gobierno revolucionario como un atentado frontal contra los derechos humanos y literalmente una vuelta a la barbarie del medievo.

Mientras tanto, Nadia empezó a masturbarse sólo  de imaginárselo,... un castigo público,..   delante de una muchedumbre, seguramente estaría desnuda y maniatada mientras unos verdugos despiadados la atormentaban sin descanso....  Es como si alguien hubiera querido hacer realidad sus sueños masoquistas....

A pesar de que la noticia se dio en todo el mundo y causó una honda consternación, Luba y María ni siquiera se enteraron. En ningún momento se preocuparon de ver la televisión y además no la hubieran entendido. Ellas estaban a lo suyo, del hotel a la playa y de la playa al hotel venga a follar y follar...

Poco podían sospechar que esa misma noche una llamada anónima denunciaría en un puesto de policía a  dos mujeres occidentales por lesbianas. Las relaciones sexuales entre mujeres estaban  expresamente penadas por las nuevas leyes del Kemed y tenían reservadas las penas de cárcel más largas y los más crueles castigos.

Inmediatamente una furgoneta de la policía llegó al hotel donde se alojaban Luba y María y tras prevenir de la denuncia al encargado, llegaron en silencio a la habitación de éstas. A una orden del teniente Mahmud, el encargado abrió de golpe la puerta y al dar la luz  sorprendieron a las dos mujeres  desnudas y abrazadas la una a la otra. ¿Qué otra prueba necesitaban de su culpabilidad?

Las dos muchachas  se quedaron heladas por la intrusión y fueron incapaces de reaccionar, de modo que los hombres se abalanzaron sobre ellas sin darles tiempo a nada.

  • En nombre del gobierno revolucionario de El Kemed quedan ustedes detenidas, dijo el teniente, atadlas, vamos.

Los hombres las separaron brutalmente y tras echarlas al suelo y cruzarles los brazos a la espalda las esposaron de las muñecas evitando  sus pataleos.

  • ¿Por qué, por qué nos detienen?, no hemos hecho nada, protestó María con un brutal policía inmovilizándola contra el suelo.

  • ¿Les parece poco?, han sido sorprendidas cometiendo un crimen abominable. Vamos, esposadlas también de los tobillos y llevadlas a la furgoneta sin hacer ruido, no quiero que nadie las vea abandonar el hotel.

Las chicas empezaron a gritar y patalear más fuerte pues aquello parecía más un secuestro que una detención, pero los soldados las mantuvieron dominadas en todo momento.

Una vez bien atadas, un soldado cogió a María y se la puso al hombro como un fardo evitando sus patadas.

  • ¡Al menos dejen que nos vistamos, estamos desnudas!.

  • Ja, ja, en la cámara de tortura  no os va a hacer falta ninguna ropa, putas, dijo el teniente palmeando el trasero de María

Al oír la salida del teniente, los hombres se rieron provocando que las chicas empezaran a chillar histéricas pidiendo auxilio.

  • Tapadles la boca a estas dos, os he dicho que no quiero escándalos.

Entonces los guardias hicieron jirones las sábanas e improvisaron unas mordazas. Un puño de tela metido en la boca y luego un poco de cinta aislante y las dos jóvenes ya podían gritar lo que quisieran que nadie las iba a oír.

De este modo, silenciadas y atadas de pies y manos, los guardias se las pusieron al hombro y así en pelotas las llevaron rápidamente por los pasillos hasta un montacargas. A toda velocidad las condujeron hasta un furgón policial que esperaba en el garaje y las echaron brutalmente en el suelo de la parte trasera. La furgoneta cerró las puertas y se puso en camino a toda velocidad hacia un destino desconocido.

Entre tanto Mahmud se quedó en la habitación para recoger todas las pertenencias de las detenidas y hacer desaparecer su rastro. Mientras dos soldados metían sus ropas y demás cosas en una bolsa de plástico, el teniente cogió sus carteras y tras comprobar su documentación les arrebató todo el dinero en efectivo y las tarjetas de crédito.

Por su parte, los guardias actuaron con tal diligencia que en pocos minutos había desaparecido toda prueba de que María y Luba hubieran estado alojadas alguna vez en aquella habitación. Asimismo, el gerente del hotel recibió la orden de que las borrara del registro por lo que fue adecuadamente recompensado por el teniente con parte del dinero que había robado a las dos turistas.

El gobierno había decidido que todas las extranjeras detenidas fueran llevadas discretamente al Krak, una antigua fortaleza de la época de las cruzadas convenientemente aislada y ubicada en lo alto de una montaña como un nido de águilas. Por supuesto, la fortaleza había sido acondicionada para sus nuevas “invitadas”: celdas, jaulas, duchas, salas de interrogatorios, etc. .

La nueva ley permitía a la policía retenerlas allí en total aislamiento durante dos meses antes de notificarlo a sus embajadas. Por supuesto, en ese período la policía podía hacer con las detenidas lo que quisiera.....sin ningún límite....

La furgoneta tardó varias horas en llegar a su destino y los cuatro guardias que custodiaban a las prisioneras pronto empezaron a abusar de ellas acariciándolas y tocándolas aprovechando que estaban desnudas y atadas. Ante esos lúbricos tocamientos, Luba y María se sacudían rabiosas sin dejar de gritar, sin embargo no las violaron, ....por el momento.

Cuando el furgón llegó al patio de la fortaleza se abrieron las puertas, y los soldados arrastraron fuera a las dos mujeres echándolas al suelo. Esa primera noche alguien había denunciado también a un grupo de animadoras occidentales por conducta inmoral y por supuesto, todas ellas habían sido inmediatamente detenidas y conducidas al Krak.

Como consecuencia, en ese momento en el patio de la fortaleza había otras quince chicas de entre dieciocho y veinte años. En este caso sus uniformes de animadoras no se consideraron decentes porque las faldas eran muy cortas y el escote demasiado grande.

Al contrario que Luba y María, las otras quince chicas aún conservaban sus ropas de animadoras y ni siquiera estaban atadas. Todas estaban de pie entre los guardias aparentemente tranquilas sin saber qué hacer y pensando que todo era una confusión  que se aclararía pronto.  Sin embargo, cuando vieron cómo los soldados sacaban del furgón a las dos lesbianas desnudas y maniatadas, la histeria se apoderó de ellas y algunas empezaron a gritar y llorar.

Los guardias intentaron dominarlas, pero al final el desorden y escándalo fue tal que tuvo que intervenir el Coronel Ahmed. Este lanzó un disparo al aire y sólo así consiguió que se callaran.

  • ¡Silencio!. Callaos de una vez.

Las muchachas se callaron por fin y miraron atemorizadas al coronel que aún blandía su pistola humeante. Ahmed las miró ferozmente.

  • ¡Extranjeras! Habéis sido detenidas por orden del gobierno revolucionario bajo la acusación de conducta inmoral. Todas vosotras seréis juzgadas y tendréis un juicio justo....... Y puedo aseguraros que recibiréis el justo castigo que os corresponda.

Las jóvenes oían estas palabras consternadas y muertas de miedo, ¿juicio?, ¿castigo?, ¿pero de qué hablaba ese individuo?, ¿qué habían hecho ellas?.

El coronel siguió sin inmutarse.

  • Entre tanto, en espera de vuestro juicio permaneceréis en esta prisión de alta seguridad que ha sido confiada a mi cargo, así que tendréis que obedecer todas mis órdenes o probaréis el látigo, ¿está claro?. El coronel hizo una pausa para ver el efecto de sus palabras. No soñéis con escapar, añadió, vuestro juicio se celebrará dentro de estos muros y sólo saldréis de aquí para recibir vuestro castigo.....sobre un patíbulo y delante de la gente, ja, ja.

Al oír eso algunas chicas volvieron a llorar y protestar, pero Ahmed disparó otra vez al aire.

  • He dicho que os calléis. La que no obedezca al momento y sin dudar será azotada ahora mismo ¿me he expresado con claridad?.

Algunas  chicas afirmaron con la cabeza mientras otras lloraban en silencio.

  • Eso está mejor, muy bien, pues lo primero que vais a hacer es quitaros esas ropas indecentes  y las vais a echar en ese cesto.

Todas volvieron a agitarse y protestar indignadas y escandalizadas.

  • No pueden hacer eso, somos ciudadanas comunitarias y  tenemos nuestros derechos, dijo una joven rubia llamada Yuliya.

La que habló recibió inmediatamente un tortazo en toda la cara que le hizo caerse al suelo.

  • ¿Derechos?, dijo Ahmed, aquí las putas no tienen derechos. ¿No os gusta exhibiros desnudas?, pues ahora lo vais a hacer pero del todo. ¡Fuera toda la ropa o tendré que usar el látigo!.

El resto de las mujeres  se quedó de una pieza  y decidió que era mejor obedecer. De este modo, todas empezaron a desnudarse lentamente ante la lujuriosa mirada de los guardias.

  • Así, así, fuera todo, venga, rápido.

Muy impaciente de verlas desnudas Ahmed tiró de las coletas a Yuliya que aún estaba en el suelo y ésta se levantó más sumisa. Al principio se quedó quieta con la mano en el carrillo que le ardía por el tortazo, pero ante los insistentes requerimientos del coronel ella también empezó a desnudarse lentamente.

A desgana pero con rapidez todas se quitaron la ropa y la tiraron al cesto, algunas muchachas se dejaron puestas las braguitas y el sostén con la esperanza de que les dejaran así, pero de poco les sirvió.

  • Vamos, la ropa interior también, quitáoslo todo, de prisa, todo al cesto.

De este modo en unos minutos estaban todas en pelotas bajo los focos y rodeadas por aquellos hombres armados. Los soldados comentaban entre sí entre risas y haciéndoles gestos obscenos. Al ver cómo las miraban aquellos tipos algunas lloraban y permanecían encogidas y avergonzadas, intentando taparse como podían con los brazos y el pelo. Entonces aquellas chicas vieron anonadadas cómo el guardia que había recogido los uniformes hacía una pila con ellos y tras echarles un poco de gasolina les prendía fuego.

  • Hasta el día en que comparezcáis delante del juez  no tenéis derecho a llevar ninguna ropa, dijo Ahmed  riendo y dándose en la palma de la mano con una fusta, así que permaneceréis todo el rato desnudas, ¿entendido?.

Como las mujeres no respondieron, Yuliya recibió un fustazo en el muslo.

  • Zassss

  • AAAYY

  • He hecho una pregunta, responded.

Todas afirmaron muy nerviosas.

  • Muy bien, dentro de poco habréis aprendido a obedecer como es debido, y ahora preparaos porque el médico va a registraros.

  • Pero, pero, si estamos desnudas, ¿dónde nos van a registrar?, dijo una morena delgada llamada Juliette. La chica se arrepintió de haber hablado tan pronto como lo hizo.

  • Aún podéis esconder cosas dentro de vuestro cuerpo, dijo Ahmed atrapando a la chica de los brazos, mientras tanto un individuo con bata blanca que acababa de salir al patio se ajustaba un guante de goma delante de ella y le sonreía con lujuria.

  • No, no.

Algunas mujeres comprendieron aterrorizadas lo que iba a pasarles y se cubrieron aún más con los brazos como si eso pudiera servirles de algo.

  • Para el examen os vais a poner todas en fila, bien derechas, las manos en la nuca, las piernas  abiertas y los pies de puntas, ¡vamos!. Ahmed dijo eso obligando a Juliette a adoptar la postura y mostrando así a las demás lo que tenían que hacer.

  • No, no, no pueden hacer eso, eso no.

Esta vez fue la propia Juliette la que recibió un fustazo en el culo.

  • Obedeced inmediatamente, a la que no lo haga habrá que atarla como hemos hecho con estas dos lesbianas.

Al oir esa nueva amenaza algunas mujeres obedecieron sin tardar, y las otras no tardaron en imitarlas. Los soldados vieron así maravillados cómo aquellas quince chicas completamente desnudas obedecían sumisamente y tras ponerse en una fila adoptaron la postura que les habían ordenado: las piernas abiertas, los pies de puntillas y las manos en la nuca. De este modo, todas mostraron a aquellos puercos sus cuerpos desnudos e indefensos sin ocultar ya nada a la vista.

Satisfecho por la obediencia mostrada y visiblemente empalmado, Ahmed se dispuso a pasar revista a sus “cerdas” con su pequeña fusta. El hombre lo hizo despacio, una a una, sin apresurarse lo más mínimo, deleitándose de la visión de toda aquella carne..... No había dos que tuvieran el cuerpo igual, tetas pequeñas, tetas grandes, más tiesas, más caídas, culos redondos y mullidos, pequeños y magros, todas aquellas jóvenes mostraban su cuerpo desnudo a unos desconocidos como nunca lo habían hecho con nadie y Ahmed se relamía sólo de pensar en los sádicos placeres  que iba a experimentar con todas ellas en las siguientes semanas.......

(continuará)