Paraíso 3

Maria vuelve al club con la intención de descubrir un poco más ese extraño club que hace que sensaciones contradictorias afloren en su interior.

Llevaba una semana horrible.

Nada más llegar a casa se había encerrado en su cuarto sin darle opción a Claudia a abrir la boca. Ese día ya había sobrepasado todos sus limites posibles.

Tampoco hablo con ella al día siguiente, ni en los días sucesivos. Evitaba estar con ella en la misma habitación y en el causal de que coincidieran, irremediablemente se inventaba alguna excusa para salir precipitadamente del lugar.

Sin embargo, evitar de hablar de ello no le había hecho ningún bien tampoco.

Prácticamente se había pasado toda la semana pensando en el club, pero sobretodo en Lykos. El hombre que le había trastocado de tal modo, que le había hecho correrse en medio de un local lleno de gente.

En su vida se hubiera imaginado que haría eso.

¿Ella? Ni de broma.

¡Por dios! Pero si le daba reparo hasta desnudarse completamente con cuando salía con su ex.

¿Y ahora se dejaba tocar por un desconocido en un club de BDSM? ¿Quién era esa María y que había hecho con su antiguo yo?

No lo sabia.

Lo único que sabia ahora es que tenia que hacer grandes esfuerzos por que no se le notara que estaba cachonda perdida en una clase llena de niños apuntando los deberes del día después, mientras que su mente había decidido rememorar cada escena de la noche en el club.

Todavía podía oír su voz susurrándola y sus manos acariciando cada fibra de su ser.

Se le puso la carne de gallina y meneo la cabeza tratando de concentrarse en el libro que tenia delante.

De repente la alarma comenzó a sonar con gran estruendo y después de pronunciar las típicas frases de que hicieran los deberes y repasaran para el examen, el aula se quedo completamente vacía.

Miro por la pequeña ventana de la puerta. Justo en ese momento un compañero de trabajo pasaba por allí y la hizo un gesto con la mano saludándola.

Si le habían notado algo extraño sus compañeros no habían llegado a decírselo.

Mejor.

Tampoco tenia nada que contarles. No hubiera podido hablar de ello con ninguno. Estaban demasiado chapados a la antigua como para entender que su compañera de piso la hubiera llevado a un club BDSM.

Seguramente la hubieran tachado de loca. No. Estaban mejor así, en la ignorancia.

Y es que como bien decía el refrán… “Ojos que no ven. Corazón que no siente.”

De repente recordó las palabras de Lykos sobre regresar al club. Y es que ya al día siguiente seria fin de semana.

Seguramente Claudia volvería al club. Pero… ¿y ella?

Un nudo en el estomago se le instalo solo de pensar en volver allí. Sin embargo, su cuerpo tuvo otra clase de reacción. Como si alguien hubiera prendido algo en su interior provocando que un calor insoportable se extendiera por todo su ser.

Junto las piernas sintiendo su entrepierna latir y cerro el libro.

Nada más entrar en casa lo primero que se encontró fue a Claudia sentada en el sofá con las piernas y brazos cruzados,  mirándola con el ceño fruncido.

—    Eh… Hola Claudia —saludo cerrando la puerta— Esto… lo siento pero estoy destrozada. Ya mañana nos vemos y hablamos…

Trato de escabullirse en dirección a su cuarto, pero Claudia, mucho más rápida, se interpuso en medio de la puerta aún con el ceño fruncido.

—    ¡De eso nada! Llevas evitándome toda la semana y hoy no te lo voy a permitir… Vamos a hablar de ello.

—    Mira yo…

—    ¡He dicho que no! —repitió alzando la voz. María la miro sorprendida. En todo el tiempo que llevaban conviviendo juntas, no le había levantado la voz nunca. Y ahora enfrente suya no pudo evitar imaginársela con el corsé morado y la fusta que llevaba en el club.— Así que vamos… —hizo un movimiento de cabeza señalando el sofá— siéntate…

—    Claudia yo…

—    ¡He dicho que te sientes! —grito.

María dio un bote, pero no tuvo que repetírselo. Obedeció sentándose en la esquina del sofá.

Claudia espero hasta que se hubo acomodado, para seguidamente sentarse en el sillón de enfrente.

—    Mira… Se que todo lo que viviste el otro día te sobrepaso. Estoy segura de que era la primera vez que entrabas en un sitio como ese y puedo entender que todo te viniera demasiado grande. Pero… —se inclino fijando su mirada en ella— lo que no voy a permitir es que me evadas como si hubiera atropellado a tu gato… —María se removió incomoda en el asiento—Te he dejado espacio durante toda la semana esperando que fueras tu quien viniera a mi a hablar del tema, pero como veo que no eres capaz de hablar conmigo como una persona adulta… he decidido cortar por lo sano.

La voz de Claudia estaba cargada decepción y una pizca de rencor. María no pudo evitar sentirse culpable. Bajo la mirada mirándose los pies.

La verdad es que se había comportado de forma infantil tratando por todos sus medios de evitar cruzarse con ella.

¿Y que había conseguido?

Nada.

Aun seguía pensando en el club, en todo lo que había vivido y una parte de ella estaba deseando volver allí.

—    Lo siento —susurro con un hilo de voz.

—    ¿Cómo dices?

Alzo la mirada.

—    He dicho que lo siento. Tienes razón… me he comportado como una cría en vez de hablar contigo. Pero no se… nunca en mi vida había pasado por una situación así y pensé que la mejor forma para sobrellevarlo era hacer como que no hubiera ocurrido…

—    ¿Y te ha funcionado? —pregunto con sarcasmo alzando las cejas.

María suspiro.

—    No. No me ha funcionado una mierda… Me he pasado toda la semana pensando en ello y creo que he estado mas distraída y cachonda como nunca en mi vida…

Claudia lanzo una carcajada.

—    Bueno… para ello estoy yo aquí. Para resolver todas esas dudas que tienes en la cabeza y no te dejan dormir bien… —sonrió— Y ahora… cuéntame…

—    No se por donde en empezar la verdad…

—    ¿Qué tal por el principio? ¿Cómo te sentiste cuando viste donde te había metido?

—    Pues… —trato de poner sus pensamientos en orden— la verdad es que en un primer momento quise matarte… —Claudia sonrió— en mi vida había estado en un sitio parecido y ver a toda esa gente desnuda… —trago saliva— bueno… digamos que no estoy muy acostumbrada a ver todo eso. Pero lo peor vino cuando subí a la parte de arriba…—pensó en Lykos y en la forma que introdujo sus dedos en ella. Se froto la nuca— estuve bueno… estuve con un hombre que se llama…

—    Lykos. —interrumpió Claudia— Lo se.

—    ¿Pero como…?

—    Bueno… digamos que hay pocas cosas de las que no me entere en el club… —sonrió maliciosamente.

María la observo confundida.

—    Bueno… —intento volver a la conversación— pues eso que fue un encuentro bastante…

—    ¿Morboso? —volvió a interrumpir. María alzo las cejas girando levemente la cabeza a la derecha— Perdona… Continua.

—    Fue… muchas cosas —trato de no pensar en ello. No quería volver a ponerse cachonda y mucho menos delante de Claudia, quien parecía que no le quitaba la vista de encima. Volvió a removerse en el asiento.— Y luego tu show… tampoco es que me ayudara mucho…

Hubo un breve silencio antes de que Claudia comenzara a hablar.

—    Bien. Yo creo que lo que realmente deberías platearte es… ¿te ha gustado? Y de ser así… ¿Volverías al club?

—    Buuuf… no se…

—    ¡Vamos a ver! Olvida el miedo inicial, olvida los nervios, pero sobretodo olvida el que dirán y dime… ¿cómo te sentiste una vez estuviste dentro?

—    Me sentí libre… —hizo una breve pausa. Claudia la observaba paciente sin apenas pestañear— y al mismo tiempo asustada. Como cuando subes a la montaña rusa y por un instante sientes la necesidad de salir de allí corriendo, pero a la vez no quieres que pare nunca.

Claudia sonrió de lado.

—    Entonces… amiga mía, te acabas de responder tu misma.


Miro el liquido dorado de su vaso y levanto la vista. Cameron la observaba con gesto divertido.

—    No te preocupes, hermosa. Esta vez si que es alcohol de verdad.

Frunció el ceño.

—    No se yo si fiarme mucho de ti…

—    Bueno… eso es algo que iras descubriendo poco a poco… —soltó una carcajada y se alejo de allí.

Miro a su alrededor. Gente semi desnuda andaba por allí como si nada, paseándose y charlando unos con otros como si se estuvieran reencontrando con un amigo en un bar.

Suspiro.

No estaba segura si había hecho bien regresando al club. Después de la charla con Claudia no le había sido muy complicado convencerla para que volviera al día siguiente.

—    Deja de preocuparte. —Claudia a su lado la miraba con una copa en la mano— Ya te dije… olvídate de todo y disfruta. Aquí nadie te va a juzgar, así que… tranquilízate.

—    Se que no debo preocuparme, pero tengo miedo del que dirán…

—    ¿Por qué crees que tenemos apodos? —Claudia alzo una ceja. María la miro confusa— ¡Oh, vamos! Ya viste el precio por una noche. Eso sin contar con las copas que tomaste el otro día… ¿O acaso pensaste que eran gratis? —se acerco ligeramente a ella y comenzó a susurrar— Mucha de la gente que viene aquí… —miro a su alrededor— tiene que proteger negocios, status sociales o incluso evitar que su familia se entere de ciertos gustos…

—    No había pensando en eso…

—    Pues deberías hacerlo… —dio un sorbo a su bebida— ¿Por qué crees que estaban si no?

—    No se… pero… tus amigos el otro día no se presentaron con sus apodos.

Claudia sonrió apoyando los codos en la barra.

—    Eso es porque en nuestro grupo no los utilizamos. Nosotros nos conocemos lo suficiente como para saber que ninguno traicionaría al otro delatándole delante de una cámara, pero… como veras… —hizo un gesto señalando a su alrededor— en este sitio no solo estamos nosotros así que la gente nos conoce por nuestros apodos. Muy pocos aquí saben como realmente me llamo… Simplemente les dije a los demás que podían confiar en ti ya que ibas a formar parte del grupo dentro de poco.

—    ¿Cómo?

—    Espero no tener que arrepentirme y seas discreta —alzo las cejas mirándola fijamente— ¿Eh?

—    Cla-claro —balbuceo.

—    Bien.

Volvió a separarse de ella y dio otro sorbo a la copa.

María se recompuso en su asiento y miro a Claudia.

—    Bueno… de momento lo único que me preocupa es que no me dejes sola como la última vez…

Soltó una carcajada.

—    No te vi muy a disgusto… —se sonrojo. Claudia giro ligeramente la cabeza a la izquierda y su sonrisa se amplio— de todas formas… creo que esta vez va a ser al revés…

María la miro confusa, pero al notar un aliento en su nuca su cuerpo se estremeció.

—    Has venido…

Se dio la vuelta lentamente. Lykos la miraba con una sonrisa lobuna a escasos centímetros de ella. No pudo evitar repasarle de arriba abajo.

Vestido en esta ocasión con un traje negro le daba un aspecto realmente sexy e intimidatorio al mismo tiempo.

Sus ojos oscuros no apartaban la vista de ella y no pudo evitar enrojecer aún más sabiendo que le había pillado.

—    Eh… si.

—    Me alegro —acaricio con suavidad su mejilla y se acerco a su oído derecho— Sabia que esa curiosidad ganaría y no podrías evitar volver…

María se estremeció con el contacto. Sin embargo, no se aparto.

Su aromaba a jazmín y flores del campo le embriagaba y comenzaba a notar como sus bragas se humedecían con cada susurro.

—    Aun estoy decidiendo si he hecho bien en venir…

Se separo y la miro con una sonrisa que le dulcifico ligeramente el rostro.

Era increíble la capacidad que tenia para remover todo su interior con una simple sonrisa.

—    Bueno… eso creo que puedo solucionarlo… —miro detrás de ella— ¿Te importa si me la llevo, Nigrum Rosa?

María le miro confusa durante breves segundos, hasta que se dio cuenta que estaba hablando con Claudia, de quien se había olvidado completamente de su presencia.

—    Sin problema —sonrió Claudia —disfrutad… yo creo que me iré a picotear un poco por allí…

Se levanto y se fue dejándolos solos.

María trago saliva cuando Lykos volvió a centrar su vista en ella.

—    Te noto… un pelín tensa, ¿no?

—    ¿Tensa yo? —grito con voz de pito. Carraspeo— ¿Tensa yo? —repitió bajando el tono de voz.

Lykos sonrió con malicia y se acerco a ella hasta quedar a pocos centímetros.

—    ¿Te parece si nos vamos a un lugar mas apartado? El otro día no puede conocerte… en profundidad.

Observo sus ojos casi negros y la ligera cicatriz que le adornaba el ojo izquierdo. Tenían cierto brillo malvado, pero a la vez cálido que producía diversas sensaciones a su cuerpo. Abrió la boca pero ninguna palabra salió de ella, asique se limito a asentir y levantarse del taburete.

Lykos agarro su cintura, hizo un gesto a Cameron y se alejaron de allí.


Dio un sorbo a su whisky sin apartar la vista de ellos.

—    Parece ser que nuestro lobito a encontrado una presa… —susurro para si mismo.

En todo el tiempo que llevaba en el club nunca le había visto dirigirse hacia una sumisa. Normalmente iban ellas detrás de él lanzándose a sus pies con las mejillas ligeramente coloreadas y ese gesto de “puedes hacer conmigo todo lo que quieras”.

Que asco le daba.

Si simplemente pudiera destrozarle en ese mismo instante no se lo pensaría.

Pero no.

Tenia que esperar, sino el plan no funcionaria.

Tenia que tejer los hilos y enviarle directo a su destrucción.

Sonrió.

Si. Esperaría.

Había sido muy paciente. Un poco más no le suponía ningún problema.

Miro a la chica. Delgada, menuda y con el pelo oscuro. Realmente sabia elegir bien.

Durante breves instantes se la imagino a sus pies, desnuda, con los ojos ligeramente humedecidos y las marcas de sus manos impresas en sus pechos.

Una ligera erección empezó a formársele. Se paso la lengua por los labios.

Si… Seria un buen premio de consolación. Después de lo que le había quitado seria un buen trofeo para su colección.

Vio como se iban siguiéndoles con la mirada. Se levanto y se dirigió a la barra con su mejor sonrisa.

Cameron nada más verle se acerco hacia él.

—    ¿Todo bien?

—    Todo perfecto, Cameron.

Cameron sonrió poniéndole enfrente otro whisky.

—    ¿Ya tienes echado el ojo a alguna?

Miro la puerta por la que habían salido y sonrió de lado.

—    Puede ser… pero ya me conoces me gusta ir con calma y saborear bien las cosas.

Cameron soltó una carcajada negando con la cabeza y se alejo a atender a otro cliente.

Volvió a observar la puerta pensando en ella.

«Disfruta lobito, disfruta mientras puedas» pensó sonriendo dándole un trago a su copa.


Entraron por una puerta que no había llegado a ver la ultima vez, cerca de la barra.

Parece ser que el club encarnaba más secretos de los que había pensado. Nada más cruzar la puerta se encontró otro pasillo, pero esta vez solamente había cuatro puertas. Se dirigieron a una con una placa del numero cuatro. Sin embargo no le dio tiempo a girar el pomo de la puerta, ya que ésta enseguida se abrió topándose con Santiago.

—    ¡Vaya! Mira quien tenemos aquí… —exclamo sorprendido con una sonrisa.

Lykos suspiro y se formo en su rostro una pequeña sonrisa.

—    Como no. Tenias que ser tu… ¿Siempre tienes que fastidiarme los planes?

—    Eh… eh… —Santiago rio levantando las manos en señal de paz— Que yo no te he fastidiado nada… Cuando he llegado la habitación estaba libre…

Lykos se asomo ligeramente viendo a Valentina completamente desnuda arrodillada en la cama y con la cabeza gacha. En un sillón cerca Alex le saludaba con una sonrisa maliciosa.

Lykos negó sonriendo.

—    Tendremos que cambiar ligeramente nuestros planes… —dijo mirándola.

María no entendía nada, pero apenas le dio tiempo a pronunciar palabra. Lykos se había despedido con un gesto de Santiago y la arrastraba a la habitación numero dos.

Oyó la risa de Santiago antes de ingresar a la habitación.

La estancia estaba en completa penumbra y apenas podía vislumbrar algo de su interior.

—    Ven.

Lykos le agarro de los hombros y la coloco en medio de la habitación. Se alejo ligeramente de ella y encendió una pequeña lámpara.

La había colocado frente un espejo de pared por el cual podía ver que habían entrado en una habitación con una cama de matrimonio, una mesita de noche, un armario empotrado y un sillón de cuero en el otro extremo.

Miro confundida a través del espejo a Lykos.

No sabia que narices tenia aquel hombre que le seguía sin ni siquiera plantearse una sola vez el porque de ir a ese lugar.

Lykos se quito la chaqueta del traje, se arremango ligeramente la camiseta y se sentó en el sillón.

Intento girarse.

—    Quieta, pequeña. Mira al frente.

—    ¿Para que me has…?

Con el dedo índice en los labios la mando callar.

—    Vamos a jugar a un juego, ¿vale? —se acomodo en el sofá y se llevo las manos entrelazadas a la barbilla— Quiero que mires el espejo fijamente… bueno… más bien quiero que te mires fijamente.

María frunció el ceño, pero al ver como sus ojos se iban oscureciendo obedeció.

—    Bien. Y ahora dime… ¿qué ves?

—    No… no entiendo.

—    Venga, pequeña. Mírate bien… Eso es… Dime. ¿Te gusta lo que ves?

María contemplo su reflejo.

—    Su-supongo —balbuceo sin saber a donde quería llegar.

Lykos dibujo una pequeña sonrisa.

—    Bien. Ahora desnúdate.

—    ¿Qué?

—    Desnúdate —repitió— Venga, preciosa. Compláceme. Desnúdate.

Con las manos temblándole se las llevo a la blusa y se desprendió de ella. Rezaba porque la luz no sacara a relucir sus peores defectos e incluso por un momento pensó si se había depilado completamente.

Le miro deseando que parara ese absurdo juego, pero lo que vio hizo que sus bragas se empararan de golpe.

Lykos la miraba con lujuria lamiéndose el labio inferior y sobándose ligeramente la entrepierna. Cerro los ojos, suspiro y se desprendió de toda la ropa.

—    Vamos… las braguitas también.

María se quedo completamente desnuda y no pudo evitar cubrirse.

—    No. No. Eso no… —se levanto acercándose a ella y la bajo lentamente los brazos— Eso es… no quiero que nada me impida verte…

Nunca en su vida había estado tan expuesta. Deseo que una enorme grieta en el suelo se abriera desapareciendo por ella.

—    ¡Ey! —Le cogió la cara y le obligo a mirarle a través del espejo. Desde allí se le veía enorme e intimidante. La carne se le puso de gallina y Lykos sonrió de lado— Ahora mírate… —movió su cabeza hacia el frente— Dime… ¿te gusta lo que ves?

—    Yo… —llevo sus dedos a sus pechos, acariciándolos suavemente. Sus ojos se abrieron como platos y la respiración comenzó a acelerársele— No… no se… tengo… tengo muchos defectos…

Le costaba hablar. Notaba la boca seca y como su cuerpo había aumentado su temperatura corporal.

—    Todos tenemos defectos. Lo extraño seria no tenerlos… pero lo que quiero saber es si te gusta lo que ves…

Centro su mirada en su rostro sonrojado.

—    Depende del día…

Bajo una mano a su cintura atrayéndola hacia él.

—    Pequeña no deberías tener esa percepción de ti misma. —beso su cuello y deslizo la mano hasta su muslo— ¿Sabes como te veo yo?

—    ¿Co-como?

—    Te veo como una pequeña ninfa. Alguien al que proteger y al mismo tiempo dejarse ser mimado por él… —su voz suave y masculina la tenia completamente embelesada— El otro día me quede con las ganas de probarte, ¿sabes? —acaricio suavemente su entrepierna y se llevo los dedos a la boca— Mmmm… deliciosa.

Cerro los ojos jadeando sin poderse contener. Un pequeño pellizco en el pezón la obligo a volver a abrirlos.

—    Vuelve a mi, pequeña. —introdujo dos dedos en su interior mientras acariciaba el pezón que acababa de pellizcar— ¡Por dios! Que rápido te mojas… Estas empapada…

Observaba esos ojos de demonio y como no paraba de susurrarla llevándola a un paraíso del que no quería volver.

Sus dedos no paraban de moverse dentro de ella y había llegado un punto en el cual se había olvidado completamente de su nombre, de que hacia allí y con quien había venido.

Solo existían el y ella y el hecho de que no quería que parara de tocarla como lo estaba haciendo.

Vio su sonrisa maliciosa a través del espejo. La dio la vuelta y la empotro contra éste. Beso su boca, lamio sus labios y la cogió en brazos acercando su erección a su entrepierna.

—    No te haces una idea de las cosas que me gustaría hacerte ahora mismo… —acaricio su coño desde atrás y entreabrió la boca observando como gemía. Acerco su rostro al suyo— Pero por ahora… recordare el sabor de tu coño en mi boca.

Se alejo de ella.

María le miro con la respiración acelerada y aún pegada al espejo.

—    ¿Qué? ¿Pero…? ¿Vas a dejarme así?

Sonrió maliciosamente.

—    Si… ¿y sabes porque?

—    ¿Por qué? —gruño.

Estaba enfadada porque la hubiera dejado con las ganas y sentía unas inmensas ganas de ir hacia allí y partirle la cara.

—    Porque vas a venir el fin de semana que viene a una pequeña reunión que va a hacer el director de “Paraíso” en su casa…

—    ¿El director? —interrumpió.

Recordaba la cara que había puesto Macello al oír hablar de él.

Lykos frunció el ceño por la interrupción, pero siguió hablando como si nada.

—    Si. El director. Te quiero libre desde el viernes por la tarde hasta el domingo que te deje en tu casa…—le miro confusa— olvídate de los prejuicios, olvídate de la vergüenza y sobretodo olvídate de la María a la que estas acostumbrada. —se acerco a ella con paso lento— a partir del viernes eres mía. Obedecerás al pie de la letra cada palabra que diga y sino… bueno… creo que vistes el otro día lo que ocurren con los sumisos que se portan mal…

Abrió los ojos como platos y dio un paso atrás asustada.

—    ¿Y porque debería hacerlo?

—    Bueno… —volvió a acorralarla contra el espejo. Apoyo una mano contra el y acerco su rostro al suyo— Lo primero porque se que en el fondo lo estas deseando… —susurro— y lo segundo porque si eres buena… —acaricio su cuello con la nariz provocado que María contuviera la respiración— te daré eso que llevas buscando desde el primer día que nos vimos…


Giro la esquina y apunto estuvo de chocarse contra un hombre.

Antes de que se diera de morros contra él la cogió de los hombros.

—    ¡Cuidado!

—    Per-perdón

—    Anda, pero mira quien tenemos aquí… El corderito.

Levanto la vista.

Macello la miraba con una sonrisa ladeada. Se alejo varios pasos como acto reflejo.

—    Tranquila… —sonrió levantando los brazos en señal de paz— Nunca le haría nada a una niña tan preciosa como tu…

—    Eso tiene gracia…

Lykos, quien venia varios pasos por detrás, se coloco a la altura de ella mirando a Macello con la mandíbula apretada.

—    ¡Como no…! —gruño lanzándole una mirada furibunda— Faltabas por llegar… ¿Es que acaso tienes las orejas levantadas cada vez que alguien silva?

Lykos sonrió con asco y rodeo su cintura con el brazo.

—    ¿Por qué no te vas a rondar a otra que tenga la autoestima tan baja como para estar contigo?

—    Sera lo mejor… —miro a María— Veo que el corderito tiene un chucho que no para de orinar a su alrededor… —le dirigió una mirada de desprecio a Lykos y se aparto del camino— Adiós corderito… Ya nos veremos en otra ocasión…

Y sin más se alejo de allí.