Paraiso 2

La noche no acaba más que empezar. María aún no sabe todo lo que la queda por descubrir en el club "Paraíso". Sin duda el nombre le viene al pego.

Y ya cuando su cuerpo no dio mas de si, se apoyo en él. Reposando en su amplio pecho mientras volvía a cerrar los ojos y disfrutaba de las ultimas contracciones de su orgasmo.


Desvió la mirada hacia un lado ruborizada. A su izquierda había un muchacho de no vas de veinte años tumbado en un diván mientras una chica le practicaba una felación.

Pero eso no era lo más fuerte. No.

Lo fuerte era que estaba apoyado sobre otro hombre que con una mano en el pecho desnudo de él acariciaba su pezón izquierdo; y con la otra empujaba a la chica a tragarse su polla más profundamente.

Llevaba más de media hora buscando a Claudia, pero parecía que había desaparecido de la faz de la tierra.

Después de que Lykos hiciera… bueno, lo que hizo. Se había levantado apresuradamente de su pecho y con falsas excusas se había ido de allí prácticamente corriendo. Por dios. Ella no hacia esas cosas. Nunca había llegado a hacer esas cosas… y menos en publico.

Cada vez que recordaba como le había levantado el vestido, apartado sus bragas y …

« No. Ya basta»

Era incapaz de pensar en lo que había sucedido sin que un calor abrumador le asaltara el cuerpo derritiéndose cual helado bajo el sol de un día de verano.

Llegó a la barra. Cameron hablaba animadamente con un hombre. Observo a su alrededor. Con el paso del tiempo el lugar se había ido llenando y ahora prácticamente no quedaba ni una mesa libre.

En uno de sus aspavientos Cameron giro la cabeza y la vio. Sonrió y se acerco.

—    Pero mira quien viene de vuelta … ¿Ya has terminado tu ruta?

—    Buuuf… creo que he tenido bastante por hoy… y creo que por el resto del año —Cameron río— Pero no encuentro a mi compañera y como hemos venido juntas no me queda de otra que esperarla aquí. Así que… ¿me pones una copa?

—    Marchando…

Y con las mismas que se había acercado se alejo de allí.

María le siguió con la mirada. Se sorprendía que no hiciera ningún ruido al caminar. Es como si el suelo no notaba su peso en cada paso que daba. En cierta forma le recordó a un felino al acecho de su próxima presa.

—    Menudo culito tiene…

Pego un pequeño saltito sintiendo su corazón a mil por hora. Se dio la vuelta rápidamente. Un chico de veinticinco años, rubio y con los ojos azules se había sentado en un taburete al lado suyo.

—    ¿Perdona?

—    No te preocupes. Yo también me he quedado embobado muchas veces mirando el vaivén de ese culito… —susurro relamiéndose— Tu secreto esta a salvo conmigo— dijo guiñándola un ojo.

María sintió como sus mejillas volvían a ruborizarse.

—    Pe… pero… ¿se puede saber quien eres tú?  —balbuceo

Le miro de arriba a abajo. Llevaba puesto unos pantalones de cuero, una especie de rejilla que dejaba todo su torso al aire y unas botas negras. Pudo apreciar el brillo de un piercing en el pezón derecho.

—    Alex. Encantando.

—    Emm… hola, Alex. Y… ¿Querías algo?

—    Pues la verdad es que si. Venia a buscarte, pero ya veo que estas muy ocupada. Así que… no importa. Esperare.

Alex seguía sin mirarla. Aun pendiente de los movimientos de Cameron.

—    ¿A búscame? ¿A mi?

Alex por fin poso su mirada en ella. Bajo la mirada a sus pechos y sonrió de medio lado.

—    Sip… —Cameron llego con su copa, la dejo delante de ella y se fue guiñando un ojo a Alex. María miró a ambos sorprendida— ¿Y bien? Si ya has terminado de comerte con los ojos a nuestro Camaroncito, acompáñame.

—     Eh… ni siquiera te conozco.

Alex sonrió con una sonrisa maliciosa y se acerco a ella hasta que apenas unos milímetros separaban sus labios.

—    ¿Quieres conocerme mejor?

—    ¿QUÉ? ¡NO! —grito echándose para atrás.

Alex soltó una carcajada y levantó las manos en señal de paz.

—    Tranquila, gatita. Era una broma… solo una broma… Anda, ven conmigo. Soy un amigo de tu compañera de piso. Creo que la llevas buscando un buen rato, ¿no?

—    ¿De Claudia?

—    Bueno… aquí la llamamos de otra forma… —sonrió de medio lado— pero si. ¿vamos?

María aun no se fiaba del todo de ese chico tan extraño. ¿Pero que otra opción tenia? Ninguna.

Alex se levantó de un brinco, pero antes de emprender el camino, miro hacia atrás y  señalando  el vaso encima de la barra la dijo:

—    Deberías cogerlo. Te hará falta.

María le miro confusa, pero le hizo caso. Alex todavía sonreía con esa mueca burlona, como el niño que sabe que ha hecho una trastada y no puede evitar sonreír a la espera de que alguien se de cuenta de ello.

Subimos las escaleras otra vez a la planta de arriba, pero esta vez en vez de quedarnos en la sala fuimos hasta el pasillo con puertas a su alrededor.

Llegamos a una puerta roja con una placa dorada con el número 6.

Alex agarro el pomo de la puerta, pero antes de girarlo ladeo la cabeza mirándola.

—    ¿Lista?

María asintió.

—    Recuerda que todo lo que pasa en este local de puertas para adentro es totalmente consentido. No me gustaría perseguirte por todo el local porque te ha dado un ataque de histeria… —sonrió— Si te encuentras mal dímelo y saldremos un rato… Pero solo si te encuentras realmente mal. —advirtió. María comenzaba a sentirse nerviosa— Me encantan sus espectáculos y no quisiera perderme nada porque a una niña le ha dado un berrinche. ¿Estamos?

Volvió a asentir frotándose sus manos en el vestido. Alex amplió aún más su sonrisa. Le gustaba verla así.

—    Bien. Recuerda que te lo advertí —dijo girando el pomo.


Bebió un sorbo de su copa y se reclino en el sofá.

—    No hace falta que te diga que prácticamente es un suicidio, ¿no?

—    No, si se hace bien…

El hombre sentado al lado suyo soltó un suspiro de exasperación.

—    No te alteres. Te bajará la regla… —sonrió

—    Muy gracioso. Si… muy gracioso…

El hombre saco un pañuelo bordado con su inicial del bolsillo y se seco el sudor de la nuca. No le gustaba el cariz que estaba tomando la conversación.

—    Nos jugamos mucho…

—    Lo se. Confía en mi. Dará resultado.

—    ¿Enserio es necesario arriesgarse tanto por una estúpida venganza? No creo que sea lo más pruden…

No logro terminar la frase. En un movimiento rápido le agarro del cuello y empezó a apretar con la rabia cubriéndole el rostro.

—    ¿Una estúpida venganza? –repitió con los dientes apretados— Tu sabes lo que ese hijo de puta me hizo… ¡Lo sabes! No me digas que es una estúpida venganza. Me arrastraría hasta el infierno con tal de destruirle esa vida de la tanto presume. Así que… —susurro con los ojos abiertos como platos— no vuelvas a decir eso… ¿Estamos? O la próxima vida que destruiré será la tuya…

El hombre abrió la boca sin llegar a producir ningún sonido por ella. Le empezaba a costar respirar. Agarro con ambas manos las suyas para reducir un poco la presión, pero apenas consiguió moverle.

—    ¿A-amo?

Giro la cabeza. Una joven rubia arrodillada les contemplaba con miedo y los ojos vidriosos.

Volvió la vista al hombre y le sonrió con malicia.

—    Tienes suerte de que seamos amigos… -susurro acercándose a su cara— pero no vuelvas a decirme una cosa como esa o me pensare seriamente romper este lazo que nos une… No olvides tu papel. ¿si?

El hombre asintió compulsivamente. Finalmente deshizo su agarre volviendo a sentarse en el sofá como si nada hubiera pasado.

El hombre en cuanto noto que le soltaba se inclino sobre si mismo y cogió aire de golpe entre toses y respiraciones rápidas.

—    ¡Amo! ¡Amo! ¿Se encuentra bien?

La joven intento acercarse a él, pero con un gesto de su mano permaneció quieta en su sitio mientras contemplaba con angustia como intentaba recuperarse del ahogamiento.

—    En fin… han sido muchas emociones juntas. Creo que necesitamos relajarnos un poco y meditar bien nuestros siguientes pasos…

El hombre se irguió aún con la cara roja, pero ya respirando con normalidad y asintió. Le hizo un gesto a la joven, quien temblorosa se acerco hasta él. Con la cabeza baja; le desabrocho el cinturón, bajo la cremallera y saco su polla. Comenzó a lamerla desde la base hasta la punta.

—    Solo… solo tenemos que adelantarnos a él. No precipitarnos y sobretodo tener ojos por to-todos lados… buuuf —jadeo— Eso es, zorrita. Mueve bien la lengua… Que bien enseñada te tiene tu amo, puta. —sonrió agarrando su pelo obligándola a tragársela toda— Pero cuidadito con esos dientes si no quieres que te los arranque de uno en uno… buuuf…

El hombre miro la escena y a pesar de lo que había pasado no pudo evitar que su polla comenzara a endurecerse.


Habían entrado en una sala completamente nueva. Se trataba de una estancia amplia, rodeada por multitud de sofás dispuestos en las paredes, una mesa baja en el centro y una enorme lámpara de araña. De unos altavoces en la pared se oía la dulce voz de una chica francesa.

Justo al lado de la puerta por la que acababan de entrar había una barra más pequeña que en la planta baja, con un camarero que se afanaba por preparar un coctel. Pero eso no había hecho que María entreabriera la boca y abriera los ojos como platos.

No.

Lo había hecho al contemplar la escena que estaba sucediendo ante sus ojos.  Alex, a su lado, no había dejado en ningún momento de sonreír.

Nada mas abrir la puerta se había encontrado con su compañera Claudia vestida únicamente con un corpiño negro y morado, que resaltaba aún más sus pechos redondos; un minúsculo tanga y unos zapatos negros de tacón de aguja. Había apoyado el tacón en el pecho desnudo de un chico joven que estaba totalmente tumbando en la mesa. Éste tenia todo el flequillo en la cara y apenas se lograban entrever sus ojos.

—    ¡Genial! Hemos llegado a la mejor parte… ¡vamos! —empujo con ambas manos a María hasta un hueco del sofá enfrente de la mesita.

María era incapaz de apartar la vista del chico, quien a pesar del dolor que debería estar sufriendo por el peso de Claudia, su rostro no mostraba ningún signo de incomodidad. Todo lo contrario. Parecía que disfrutaba de mostrarse así ante unos completos extraños.

Claudia levanto la mirada del chico y mirando a María la guiño un ojo.

—    Antes de empezar el espectáculo debemos aguardar a que estén los demás… No nos gustaría que os perdierais nada de la función, ¿verdad, pequeño? —pregunto con una sonrisa maliciosa apretando el pie en la carne.

—    Ahh… si… si, señora

—    Buen chico.

Alex se había ido a por una copa. Al volver se espatarro en el sofá y miro a María.

—    Oh, venga. No pongas esa cara… Creo que ya llevas aquí un buen rato como para asustarte solo por eso— dijo señalando al chico.

—    No es por eso… es que… no se… —balbuceo— No me imaginaba así a mi compañera de piso.

—    Bueno… ya sabes lo que se dice… Nada es lo que parece. —María seguía contemplado la escena sin creerse que realmente fuera su compañera de piso la que estuviera allí. Alex negó con la cabeza y la agarro de la barbilla quedando sus rostros a pocos centímetros.— Ainns… todavía me sorprende el concepto que suele tener la gente “normal” de los demás. Creéis que el mundo se basa en lo correcto e incorrecto. Por eso cuando veis a un hombre; padre de familia, con un buen trabajo y una esposa que adora, no os entra en la cabeza que pueda ser un asesino en serie. Esto… es exactamente lo mismo. ¿Qué te hacia pensar que tu compañera de piso, esa que te llamaba a la puerta para ver si quedabais a tomar algo o reíais ante una película, es la misma que esta ahora de pie con su tacón clavado en el pecho de ese sub?  Bueno… todo se basa en los deseos…

—    ¿Deseos?

—    Si… deseos. Deseo de poder poner a tus pies a hombres, que en un principio ni te imaginarias que fueran capaces de hacer algo así; deseo de ponerte tu de rodillas y decirle a otra persona que decida por ti, porque vas a hacer todo lo que sea posible por cumplir sus ordenes; deseo de quitarte esa mascara que conservas durante todo el año y hacer lo que te hace sentir libre; deseos… ¿Sabes…? —volteó su cabeza hacia ellos— Esa mujer que ves ahora mismo delante tuya sigue siendo la misma mujer que te pidió que la acompañaras a la peluquería porque no quería ir sola… al igual que el asesino en serie es el mismo que lleva a sus hijos a un partido de futbol. Lo único que cambia es que aquí, ella puede ser totalmente ella sin ponerse la mascara. Ya se la pondrá al salir de aquí y vuelva al mundo real. A ese que no admite las zonas grises, pero mientras tanto… deja de pensar en las cosas correctas o incorrectas y disfruta del espectáculo. —sonrió— Creo que esta apunto de empezar…

La puerta se abrió y entraron dos hombres y una mujer. María nunca había visto una mujer más guapa que aquella. Rubia de ojos azules se agarraba al brazo de un hombre moreno con gafas de unos cuarenta años, como si fuera el único hombre de la faz de la tierra. Era blanca como la nieve y de una finura que por un momento pensó que su piel estaba hecha de porcelana.

El otro hombre rondaría por los treinta años, castaño y con una mirada de pervertido que la pusieron los brazos de gallina.

—    ¡Fantástico! —aplaudió el hombre de pelo castaño— ¡Justo a tiempo!

—    Por supuesto, queridos. Ya sabéis que no me atrevería a empezar sin vosotros…

—    ¡Pero bueno…! ¡Mira que tenemos aquí! Un cachorrito nuevo…

El hombre de mirada perversa se acerco hasta ella como si fuera un regalo de navidad a la espera de que un niño lo habrá. Impulsivamente María se echo hacía atrás hasta que noto el respaldo del sofá en su espalda.

—    Eduardo, por favor. No asustes a la invitada… —el otro hombre se acerco con la mujer y la ofreció la mano. Después de unos segundos de duda María puso su mano encima de la suya y él la beso ante la estupefacción de ella— Perdona a mi amigo. Es demasiado impulsivo y no sabe controlarse… Me llamo Santiago y esta preciosa mujer que me acompaña es mi mujer Valentina.

—    Encantada —dijo la mujer sonriendo con una mirada dulce.

—    Eh… igualmente

Alex dio una palmada interrumpiendo el momento.

—    ¡Bien! Hechas las presentaciones, creo que es el momento de comenzar…

Claudia asintió elevando el zapato. Había permanecido en el mismo lugar durante todo el tiempo. El chico suspiro de alivió con una marca en el pecho del tacón.

—    Muy bien caballeros… —miro a los hombres— y damas… —la guiño un ojo sonriendo— Si son tan amables de sentarse el espectáculo comenzara enseguida…

Eduardo aplaudió como un niño pequeño y se sentó en uno de los sofás enfrente de ellos. Junto con Santiago y Valentina.

De repente la luz de la estancia comenzó a disminuir dejando la habitación en un ambiente más intimo y sensual. Claudia empezó a pasearse alrededor del chico lentamente mientras observaba cada gesto que éste hacia.

El chico ante la expectación comenzó a respirar aceleradamente. Al llevar puesto unos pantalones vaqueros no podía determinar con exactitud si estaba empalmado o no.

Tras unos minutos, Claudia se paro y miro al “publico”, sonrió perversamente  y se agacho cerca de la cara del chico.

—    ¿Sabéis? En realidad tenia pensado un buen numero, mi esclavo hasta la fecha se había comportado bien y ya sabéis todo lo mucho que le gusta actuar en publico, ¿verdad pequeño? —el joven la miro extrañado, pero asintió— sip… la verdad es que tenia preparado un espectáculo fantástico, te tocaría un poco, quizás dejara que te follaras a Valentina y luego te daría un merecido premio. Pero… un pajarito me ha dicho que no has sido todo lo bueno que se podría esperar de un esclavo…—Alex sonrió— No. Has sido un nene muy malo.

—    Se-señora…

Claudia se llevo el dedo índice a los labios

—    Shhhh… pequeño. Cuando las personas mayores hablan los niños malos se callan. El parajito me ha dicho que te vio masturbándote en los baños… si… poco antes de que empezara el show. Y creo recordar que te dije expresamente que no podías tocarte, ¿no es cierto?

—    S-si —dijo el chico temblando— y-yo no… yo no…

—    No mientas, pequeño. Sabes que no me gustan las mentiras…

—    Perdón, señora. Perdón… no quería… no quería fallarla, pero… pero no podía más llevaba casi dos semanas desde que usted me toco y yo no…

—    No podías esperar más, ¿verdad? —hablaba con voz calmada y dulce. El chico la miro con los ojos brillantes y asintió— Ya… —se levanto y miro alrededor— Bueno… ya conocen a mi esclavo… es algo impulsivo y no pudo controlarse. Es uno de sus puntos débiles a tratar, es demasiado apasionado —sonrió— Pero… no pasa nada. Y ahora lanzo mi pregunta al aire… ¿qué creen que debo hacer para adiestrar a un chico que se descontrola con facilidad? ¿Sugerencias?

Eduardo levanto la mano, como un niño en clase que espera que la profesora le de pie para hablar. Claudia asintió en su dirección.

María miraba la escena sin entender completamente nada. Es como si estuviera viviendo un sueño absurdo del que no pudiera despertarse.

—    ¿Castigarle?

—    ¡Exacto! —Claudia sonrió y se fue desplazando lentamente hasta la barra— Pero con un simple castigo no cambiaremos la actitud del sumiso. Y menos si como el mío esta acostumbrado a los castigos físicos comunes. No… —cogió algo detrás de la barra y se acerco hasta el chico sin que se pudiera ver lo que llevaba— La mejor solución para que no vuelva a pasar algo así sería que… —movió la mano hacia delante y María abrió los ojos como platos. Llevaba una fusta en la mano— le diera unos toquecitos en una zona especial. Si… yo creo que así evitaríamos que eso volviera a suceder —miro al chico con una sonrisa amplia— ¿no crees?

—    Por favor, señora… no… no… me portare bien… se lo juro…

María se acerco a Alex y le agarro el brazo.

—    No lo ira a hacer, ¿verdad?

Alex la acaricio la mano con un dedo y la sonrió.

—    Tranquila…

—    ¿Cómo que tranquila? Le va a pegar con la fusta. Eso no… eso no esta bien —giro la cabeza hacia la escena y volvió a mirar a Alex— No. No se lo pienso permitir… no…

Fue a levantarse, pero Alex la agarro fuerte de la muñeca y cayo de nuevo en el sofá con un sonoro “plof”.

—    Shhh… tranquila… tranquila… —con la otra mano la agarro de la barbilla y la giro la cara— ¡Eh! ¡Mírame! ¿Recuerdas lo que te he dicho antes?

María asintió

—    Bien… Nadie esta aquí sin su consentimiento. Tienes eliminar esos pensamientos arcaicos que tienes… Recuerda donde estamos. Aunque no lo parezca él también lo quiere.

—    Pero yo…

—    Shhhh… tu solo espera… Espera hasta el final.

Alex la soltó y María volvió a la escena.

Claudia se había movido hasta donde estaban Eduardo, Santiago y Valentina y ahora se sentaba al lado de Eduardo. A pesar de no llevar ningún micrófono su voz sonaba clara y alta, rebotando por todo el lugar.

—    Hoy estoy de buen humor… así que no te impondré yo el número de fustazos. No… De eso se encargara Eduardo. —el chico miro a la cara a Eduardo y tembló de miedo— ¿Qué dices, Eduardo? ¿Cuántos fustazos crees que se merece?

Eduardo se llevo la mano a la barbilla.

—    Mmmm… a ver que piense… ¿5? No. Demasiado poco ¿10? No. No llega a convencerme —el chico le miraba con los ojos vidriosos, implorándole sin hablar— Si. Yo creo que unos 20 toques le darán una idea de lo que pasara si se le ocurre volver a hacerlo. Y créeme… —le miro con una sonrisa de lado— He sido bastante bueno… —dijo guiñándole un ojo.

—    ¡Estoy de acuerdo! 20 serán suficientes… —se levanto y fue hasta el chico quien estaba realizando bastantes esfuerzos por no levantarse de la mesa— pero como ya sabes que me gusta mucho subir el nivel… te daré un premio si recibes todos los fustazos sin quejarte ni una sola vez.

El chico abrió los ojos y se paso la lengua por el labio inferior.

—    ¿Señora?

—    Si… justo eso. ¿Podrás aguantar?

Lo pensó durante unas decimas de segundos y finalmente asintió con la cabeza.

Claudia sonrió complacida.

—    Bien. ¿Empezamos?

María se apretó aun más a Alex. Parecía que quería desaparecer detrás suya. Alex la observo y sonrió maliciosamente.

Todos parecían estar entusiasmados con la idea, excepto María. Incluso Santiago había cogido la mano de Valentina y se la había metido debajo del pantalón. Eduardo se relamía con cara de gusto y Alex contemplaba la escena con un brillo de malicia en los ojos.

María era la única que estaba deseando que eso acabase lo antes posible.

Ante un gesto de Claudia, el chico se levanto pesadamente, sabiendo cual iba a ser su destino; y se quito el pantalón. No llevaba calzoncillos, así que en el momento que se desprendió de los pantalones quedo totalmente desnudo.

Cerro los ojos durante unos segundos y volvió a tumbarse en la mesa agarrando con las manos los extremos. Claudia sonrió a María tratando de calmarla, pero aún así no evito que saltara del asiento al oír el primer golpe.

Se oyó en el aire un fuerte chasquido y la fusta descargo en los huevos del chico. Éste al sentir el impacto cerro los ojos con fuerza y apretó los dientes.

Sin embargo, no salió ni un solo sonido de su boca.

Claudia pasó delicadamente la fusta por el golpe.

—    Buen chico

Y así fueron sucediendo los veinte fustazos asignados. El chico había pasado de un pálido casi blanco a un rojo en breves segundos de tanto retener el aire. Gruesas lagrimas le caían por los ojos, pero aun así ningún sonido salía de su boca. Claudia descargaba alternativamente los golpes por toda su entrepierna y la zona de la ingle.

Santiago había aprovechado el espectáculo y ahora le metía mano a Valentina por sus pechos mientras ésta le lamía el cuello y subía y bajaba su mano por toda su polla.

María cerraba los ojos  y se tensaba con cada golpe. Finalmente Claudia dijo el número veinte en voz alta y descargo un golpe aún mas fuerte que los anteriores. Por un momento María creyó que el chico se había quedado sin aire, ya que abrió la boca en un gesto de dolor y se elevo varios centímetros de la mesa. Sin embargo, no grito.

Claudia sonrió con orgullo y lanzo lejos la fusta. Se sentó en el suelo cerca de él y comenzó a masajear delicadamente sus doloridos huevos mientras se agachaba hasta su oreja y le susurraba algo que no pudo oír desde allí.

Levanto la cabeza y miro a Santiago. Éste saco la mano de Valentina de su bragueta y le hizo un gesto. La chica sonrió, se puso de rodillas en el suelo y gateo hasta donde estaban ellos. Nada mas llegar, Claudia la acerco a ella y la dio un beso en la boca.

Cuando se separaron ambas sonrieron con cariño y Valentina se deslizo hasta la entrepierna del chico. Saco la lengua, se agacho y lentamente fue lamiendo los huevos de él.

El chico al sentir el estimulo cerro los ojos y lanzo un suspiro. Claudia se dedico a acariciar su mejilla.

En el momento en que Valentina se metió su polla en la boca, María se levanto de golpe del asiento.

—    Tengo… tengo que salir… —susurro antes de prácticamente salir corriendo de la habitación.

Estaba alterada y ligeramente colorada. La cabeza le daba vueltas y presentía que fuera a desmayarse de un momento a otro. Había tenido demasiado por una noche.

Demasiado…