Paradise I: Un masaje increíble (1)
Después de descubrir como su novio se liaba con su mejor amiga,decide irse a un Balneario llamado Paradise. El primer día, tiene una sesión con dos masajistas que, tal y como le ha dicho el director, son impresionantes, e introducirán a Anita en el excitante mundo del sexo... en grupo.
Bien antes que nada, es la primera historia que publico aquí y la verdad no sé si realmente debería estarlo, ya que mis historias suelen ser un poquito más "suaves" que las que leo aquí habitualmente
Pues nada, aclaro que esto es todo ficción, nada que ver con la realidad. Cualquier situación con la que te sientas identificado es mera casualidad J
¡Disfruten de la historia!
Paradise I: Un masaje increíble (1)
Vale, una cosa era ver a mi novio tonteando con una rubia de metro setenta, pero otra muy distinta es pillarle en medio de un polvo con tu supuesta mejor amiga.
Bah, pensé. Lo que acabo de decir es típico de un culebrón o comedia romántica que echan después de comer. Por desgracia, es verdad.
Lo peor de todo, fue que luego se excusara diciendo que era demasiado reprimida para él, que necesitaba desinhibirme un poquito y que no me sonrojara cada vez que decía la palabra polla.
Gemí interiormente mientras recordaba a mi queridísima amiga cabalgar encima de mi novio en la mesa de la cocina, reprimí un suspiro.
Que les jodan, añadí para mí.
Necesitaba relajarme, necesitaba olvidarme de todo un poco vamos a ver, ¿Dónde podría ir para poder ? No terminé de formular la frase cuando mi vista se fijó en un cartel pegado a un poste de corriente que rezaba "Un auténtico balneario a dos pasos. Lo barato no siempre es malo". Recordaba que mi madre había hablado muy bien de él una idea se originó en mi cabeza. Si, ¿por qué no?
Fui a casa, decidida. Llamé al teléfono que había cogido del anuncio del poste. Esperé pacientemente hasta que una voz potente y masculina me contestó:
-Balneario " Paradise, lieu de repos"- anunció con un fuerte acento francés.- ¿En qué puedo ayudarle?-preguntó educadamente.
Suspiré, una, dos, tres veces y contesté en voz bajita:
-Me gustaría hacer una reserva de cinco días allí me gustaría contratar en un principio todos los servicios que se ofrecen de manera principal-había secciones en el cartel donde se especificaban más ofertas para tratamientos más específicos, pero a mí no me interesaba.
-Muy bien, ¿va a ir usted sola o acompañada?-preguntó mientras tecleaba algo en el ordenador.
-Sola-murmuré con desagrado. Él señor hizo caso omiso a mi tono.
-Muy bien, tenemos una habitación preparada para usted mm, ¿para la semana que viene, le vendría bien?
-Si, como usted vea-me tumbé en el sofá mientras terminábamos de comentar algunos detalles del precio y el modo de pago.
Cerré el móvil y suspiré sonoramente. Encendí la tele y cogí un bote grande de helado de nata y vainilla, mi favorito. Empecé a comer mientras veía la tele sin mucho interés.
Deseé que pasara rápido esa semana.
-¿Seguro que no quieres que te acompañe?-insistió mi madre por teléfono. Yo suspiré con pesadez mientras arrastraba la maleta por el pasillo del autobús.
-Mamá, tengo 24 años, puedo irme un par de días a descansar fuera de casa-sonreí entre dientes, pensando que, lo que mi madre quería en realidad, era venir conmigo para disfrutar ella también.
-Ay, lo sé Ana, pero, insisto -volví a suspirar y me precipité a encontrar una escusa que no se saliera de lo agradable.
-Mamá, tengo que colgar, el bus acaba de arrancar y tengo a un señor dormido a mi lado-ciertamente, había alguien a mi lado, pero la mujer rechoncha no estaba precisamente dormida y me miró de reojo con mala cara.-Un beso más, adiós.
Apagué el móvil definitivamente. Ya había avisado en el trabajo de que no estaría disponible durante una semana, y quería olvidarme de todo durante ése tiempo, Absolutamente de todo.
Cuando el autobús paró, empezó a llover, por lo que tuve que salir corriendo hacia el enorme edificio desde el aparcamiento. Apenas si pude echarle un vistazo, pero definitivamente tenía buena pinta.
Entré en recepción donde había poca gente. La mayoría clientes y algunos de mantenimiento. Sacudí un poco mi cabello ahora mojado y me dirigí al mostrador.
-Buenos días, señor-llamé su atención educadamente. Un señor algo mayor, con pequeñas entradas y un bigote perfectamente cuidado me miró.
-Buenos días, señorita-por su voz, supe que era con el que había hablado por teléfono.-Usted debe de ser Ana Vázquez Ferrón, ¿verdad?-yo asentí insegura, mientras le observaba mirando la pantalla del ordenador.-Bien, su habitación es la 204, segundo piso a la izquierda. El comedor está en la primera planta y las piscinas justo debajo de ésta planta Me dijo por teléfono que quería todos los servicios, ¿por dónde quiere empezar?-preguntó mientras cogía el teléfono.
-Me gustaría darme primero un baño, y después un masaje-respondí. Él asintió y marcó rápidamente un número.
-¿Isa, querida?-preguntó con voz alegre-tenemos una clienta especial que le gustaría recibir una sesión de masajes -se dirigió a mí, tapando el auricular-¿de tres horas está bien?-yo asentí, pensando en cómo quedaría después de una sesión.-Muy bien. Señorita, puede dejar las cosas en su habitación y en diez minutitos pasar a la planta de abajo.
-Bien, muchas gracias-me despedí y me examinó con ojos lujuriosos. Yo sonreí incómoda y me acerqué al botones que me entregó la llave y cargó con mi maleta.
Una vez en mi habitación y después de darle una propina al enorme botones, me puse un bikini, las sandalias y un cómo vestido a juego con los zapatos. Me miré al espejo, tocándome las pequeñas pecas que adornaban mi nariz y negué con la cabeza. Me deslicé con cuidado hacia el piso de abajo. Para ello, cogí un ascensor que, por suerte, estaba vacío.
Bajé al último piso, donde había otra pequeña recepción y las piscinas, que se podían ver por el enorme cristal que nos separaba. Sonreí, contenta por estar allí y me dirigí hacia la hermosa mujer que escribía rápidamente en una libreta.
Nada más acercarse me repasó con la mirada, de arriba abajo. Sonrió con calidez y se presentó.
-Buenos días, me llamo Maggie, usted debe de ser Ana Vázquez, ¿no?-Salió del mostrador con un albornoz y una toalla. Me las tendió con una sonrisa y señaló hacia el largo pasillo con interminables puertas que había a nuestra derecha.
-Por favor, camine hasta la última puerta a la derecha. Hay un cartel donde pone el nombre de sus masajistas, Clara y Sara. A partir de allí la atenderán ellas.
-Muchas gracias-ella me guiñó un ojo y yo seguí sus indicaciones, parándome en la última puerta. Llamé tímidamente y poco después apareció una explosiva pelirroja vestida con un pequeño y ajustado mono con unas zapatillas que, aunque fueran planas, eran demasiado elegantes para formar parte del uniforme.
-Bienvenida, señorita Ana-observé la estancia brevemente. Parándome en el jacuzzi, seguí hasta las camillas y me quedé mirando, como una tanta, el enorme armario lleno de cosméticos, cremas y aceites.
-Me llamo Clara, y ésta de aquí es Sara-de repente, apareció una rubia, también con cuerpo de escándalo que me miró de arriba abajo con una sonrisa de oreja a oreja.-Está a nuestro cuidado durante tres relajantes y placenteras-pareció gemir la última palabra-horas.
-Bien-anunció Sara-El jacuzzi ya está preparado si es tan amable -me llevó hasta un pequeño espacio separado por una cortina.-Desnúdese y deme la ropa para poder guardarla.-Me cerró las cortinas con cuidado y empezaron a susurrar algo sobre cremas. Me desvestí con cuidado y corrí las cortinas, ellas me miraron de arriba abajo otra vez.
-Bien, vaya al jacuzzi mientras nosotras preparamos los aceites.-Me pareció raro, la verdad, que no fuera a la piscina común, pero no quise decir nada; mejor para mí. Me dieron una copita de un vino bastante bueno. Me tomé una copa, y otra, y otra
Los potentes chorros del agua acariciaron mi maltrecho cuerpo. Cerré los ojos por el gusto. Oía de manera agradable el murmullo de las dos chicas y me iba a sumiendo en un sueño cada vez más profundo
-Señorita-me golpeó suavemente el hombro-es hora del masaje.-Me despejé lentamente. El jacuzzi estaba apagado ya, y tenía los dedos arrugados.
Salí de allí a trompicones y me dirigí a la camilla. Clara cogió una toalla y empezó a secarme el cuerpo suavemente provocándome un ligero cosquilleo entre las piernas. Yo apreté los puños. No estaba tan desesperada como para excitarme con una mujer.
-Túmbese aquí, por favor.-Sara empezó a echarse aceite en las manos y se las frotaba con avidez.
Hice lo que me pidió y metí la cabeza en el hueco, por lo que tan sólo veía el suelo. Cerré los ojos e intenté relajarme, no sé porque tenía un extraño presentimiento y tenía que ver con las dos chicas que tenía a mi lado.
-Bien, empecemos.-Sentí las manos de Sara masajear mi espalda en movimientos circulares. Yo inmediatamente me relajé. Empezó a macharme los músculos de manera suave y fuerte a la vez, una auténtica profesional. Siguió así durante unos minutos hasta que me desabrochó la parte superior del traje de baño, a lo cual yo no me extrañé.
-Con su permiso, señorita-pidió educadamente Clara-¿puede levantarse un momento para poder quitarle la prenda?-preguntó. Y antes de poder siquiera contestar me la sacó ella, sin apartar la vista de mis pechos.
Volví a recostarme mientras Sara bajaba precipitadamente hacia el final de mi espalda. Apretó sensualmente las vértebras, una por una y yo me deshice cuan flan de crema. Esto era el paraíso. Así estuve, relajada con Sara masajeándome todo el cuerpo hasta que Clara me bajó la pequeña braga, provocando que diera un pequeño brinco.
-Espero que no le importe-su voz era increíblemente sexy e indecente-pero queríamos hacerle un masaje en los glúteos, ya sabe -tampoco le contesté, y ella me las quitó en un movimiento ágil y rápido.
-Muy bien, ahora, relájese-pidió Sara. Ésa sí que era un tanto morbosa. Masajeó mis glúteos de manera constante, acariciando con disimulo de vez en cuando parte del muslo interior; provocando en mí un profundo disfrute.
Rápidamente, antes de que yo me diera cuenta, me dieron la vuelta, quedando expuesto mi sexo recién depilado y mis pechos.
Yo jadeé por la sorpresa e intenté incorporarme, pero los brazos de Clara me lo impidieron.
-No se preocupe, es rutina, ya verá como le gusta -me relajé un poco, pero aún así, Clara no dejó su agarre y Sara empezó a masajear mis pechos con auténtica devoción. Mis pezones instantáneamente se pusieron duros y erectos, sensibles. Ella pareció darse cuenta y sonrió con malicia.
Sus manos empezaron a bajar por mi vientre, provocando que mi piel se volviese de gallina. Hizo varios movimientos de ir y venir. Yo tenía la cabeza erguida en su dirección, observando cada uno de los movimientos en mi cuerpo. Clara estaba detrás de mí, sentada en un taburete y agarrando mis brazos por encima de mi cabeza, por lo que quedaba totalmente expuesta a la vista de aquellas dos.
Sentí como las manos de Sara se acercaban peligrosamente a mi sexo, por lo que me quejé, y Clara me agarró más fuerte.
-No se mueva, señorita -me acarició la mejilla con sus dedos largos y finos-¿quiere un poco de fruta?-preguntó. En esta ocasión, tampoco contesté. Las miraba a ambas con nuevos ojos. Dios mío, estaba en manos de dos pervertidas.
-Claro que si-contestó Sara por mí-dale unas fresas son rojas y jugosas-se pasó la lengua por sus labios pintados de un rojo fuerte y se rió mientras caminaba hacia un estante donde había un enorme cuenco de frutas que no había visto antes.
Se acercó a Clara y le dio el cuenco. Después, Sara siguió masajeando mis pechos, tarareando una canción alegre.
-Tome-acercó la fresa a mis labios y yo abrí la boca. No quería ni reconocerlo ante mí misma, pero su comportamiento estaba empezando a gustarme.
La pequeña fruta empezó a gotear y un hilillo de jugo rojo se deslizó con rapidez por mi barbilla hasta mi pecho. Sara no perdió tiempo y empezó a lamer aquella zona, dejándome anonada.
-Oiga, se está pasando, quiero ir a mi -Clara me agarró todavía más fuerte y me metió otra fresa en la boca, esta vez mucho más grande que la anterior.
-Si le gusta -cogió más aceite y lo echó por mi cuerpo con ojos brillantes. Yo gemí ante el contacto y ella pellizcó ambos pezones, que estaban en su máximo esplendor.
-Mira,-Sara estaba emocionadísima-vamos a comprobar que tanto te gusta -arrastró el aceite hasta mi entrepierna, haciendo que goteara por la camilla, pero no pareció importarle, y a mí tampoco. Sus manos separaron mis piernas y después empezó a tocar mi coño, embadurnado de aceite, al igual que sus dedos.
Gemí, y esta vez sí fue un gemido altamente sexual, cuando acarició mi sexo de manera asombrosa. Sus dedos salían de mí con facilidad y yo arqueé la espalda del gusto.
-Mira qué pequeña putita tenemos aquí vas a ver qué bien te vamos a tratar aquí va a ser una de las mejores experiencias sexuales de tu vida.
Clara soltó mis brazos que cayeron inertes colgando de la camilla. Magreó mis pechos, como había hecho antes su compañera mientras Sara me ponía una toalla debajo del cuerpo, para que no manchara tanto. Sus dedos volvieron a la carga, y mis gemidos se volvieron incontrolables.
En el interior de mi mente, la parte racional y pudorosa, me decía que debía parar aquello, que era una aberración, que eran chicas, mujeres , del mismo sexo . Y lo peor, eran dos .
Sara empezó a besar mi vientre y yo me retorcí. Su lengua, húmeda por su propia saliva y el aceite que quedaba en mi cuerpo me hacía jadear. Clara también empezó a lamer mi piel. Mis pezones jugaban en su boca como caramelos mientras sus manos ya empezaban a recorrer nuevos sitios.
-¿Te lo han comido una vez?-preguntó Sara, mientras jugaba con mi clítoris. Yo débilmente negué con la cabeza. Y ella gimió con deleite-vas a ver el cielo, Anita.-Recogió mis piernas y las dobló. Las separó con cuidado y hundió su cabeza en mi sexo. Mis piernas flaquearon. Nunca había experimentado algo parecido. Sentía su lengua entrar y salir de mi coño mientras de vez en cuando tocaba el clítoris. Sus manos estaban en mi culo para poder atraerme más hacia ella.
Empecé a gemir demasiado fuerte, próxima al orgasmo. Ellas debieron notarlo porque, a pesar de sus intentos por taparme la boca seguía escuchándose demasiado. Clara, exasperada, dejó de sobarme las tetas. Se desabrochó el mandilón y liberó un pecho (obviamente no llevaba sujetador) que me acercó a la boca. Yo, a punto de correrme, empecé a succionar su pecho. No me reconocía, pero daba igual. Mamaba con fuerza mientras Sara me introducía varios dedos de golpe. Los movió con brusquedad en mi interior. Mis caderas se elevaban pidiendo más, simulando los movimientos pélvicos propios del coito.
-No puedo más, por favor, por favor-supliqué. Clara apretó con más fuerza el pecho en mi boca, y yo seguí mamando. Con un alarido silenciado, soporté mi orgasmo. Las pulsaciones parecían darse en todo mi cuerpo. Me estremecí varias veces, retorciéndome, puesto que Sara no paraba de masturbarme.
Chillé con fuerza cuando vino el segundo orgasmo, pocos segundos después, prácticamente encadenado al primero. Jadeé en busca de aire, y Sara paró lentamente. La miré con los ojos medio cerrados viendo como lamía sus dedos mojados con la excitación de mi coño.
-Ñam -sonrió ella, perversa. Yo apoyé mi cabeza en la camilla, agotada. Ahí me encontraba, despatarrada sobre una camilla con dos lesbianas calientes después de haber disfrutado de dos maravillosos orgasmos.
Ellas se desnudaron con tranquilidad y yo me aterré de nuevo. La culpa con la indecisión golpearon mi cabeza con fuerza.
-¿Qué que pasa ahora?-pregunté, dudosa. Ellas terminaron de desnudarse y me miraron con deseo nuevamente. Sus cuerpos perfectos y totalmente depilados atrajeron mi atención de una manera preocupante.
-Esto no ha hecho más que empezar-rió Clara divertida, deslizando su dedo por el borde de mi cuerpo-¿no hay ningún hombre en tu casa que te satisfaga?-preguntó nuevamente. Me ayudó a incorporarme mientras Sara se dirigía al pequeño armario, cogiendo varios juguetes sexuales y una enorme toalla.
-Vas a salir de aquí chorreando, zorrita-dijo, acercándose a mí y acariciando mi culo, con una sonrisa perversa en su labios sensuales.